CAPÍTULO 29

CAPITULO 29
Volvía del correo de enviar el telegrama de renuncia, cuando desde la esquina pude ver la silueta de Lola, con Luz en el cochecito, frente a la puerta de mi casa. Mi amiga era realmente genial, y demasiado expeditiva. Jamás había logrado comprender cómo se enteraba de todo con tanta rapidez, pero así era ella. Con una sonrisa la saludé y rápidamente ingresamos a casa. Todavía no hacía mucho frío, por eso decidimos instalarnos en el jardín, para poder charlar tranquilas, mientras Luz gateaba por el pasto.
-Yo realmente estoy muy preocupada. Tuviste un fin de semana fatal, y ahora renunciás y para colmo se casa Francisco... Las cosas no solamente no están bien, sino que cada vez peor.
-Lola, no te preocupes por mí. Yo estoy bien -no me dejó continuar.
-¿Qué vas a estar bien? ¡Estás hecha mierda! No vas ni para atrás ni para adelante -estaba indignada-. Yo pensé que con el tiempo te ibas a poner mejor, pero la verdad es que no querés salir de esto. Vos no querés volver a vivir -unas lágrimas rodaron por sus mejillas. Lola estaba más preocupada que yo.
-Lola, por favor. No te pongas mal. Yo estoy bien... aunque no lo parezca. No te voy a negar que sigo triste y que no quiero involucrarme demasiado con nada, pero no estoy sufriendo. Estoy acostumbrada.
-No trates de consolarme, porque voy a terminar tirándome un tiro... Y para colmo el tarado de Francisco que se casa... Ustedes dos son un desastre... Yo estoy muy mal por ustedes dos y me siento muy impotente.
-Francisco se casa, eso es algo bueno para él. ¿Por qué te pone tan mal?
-Si vos lo hubieras visto el sábado en casa, totalmente angustiado, hasta lloró. Federico ya no sabía qué hacer. Francisco no está enamorado de Mara. Se casa porque ella se lo pidió y porque él piensa que es la única manera de sacarte de su cabeza. Va derecho al matadero -me dejó sin palabras; pero ella tenía muchas más para decir-. Y para colmo vos le salís con planteamientos de que no luchó por vos, y que ahora serían felices... Entonces yo me pregunto... ¿Qué mierda te pasa a vos? ¿Seguís enamorada de él? Porque puede ser, en realidad vos nunca dijiste que no lo querías. Simplemente elegiste a Mariano. Y esto me lleva a reflexionar, que si es así, vos tendrías que hacer algo para que Francisco no se case. Y para eso estoy yo acá.
-¿¡Estás loca!? Primero que yo no voy a hacer nada para que Francisco no se case. Él es grande y sabe lo que quiere hacer. Segundo, yo no pienso revisar lo que siento por Francisco, porque yo no quiero sentir nada por él. ¿Todavía no entendiste que yo no me quiero volver a enamorar? Prefiero terminar sola y triste y no desgarrada de dolor. Y entiendo tu preocupación, pero dejá todo como está. Ahora prefiero ir a jugar un rato con Luz... -no dejé que hablara más. Me parapeté tras su hija para que no me acosara.
Ante mi negativa, resignada, dejó de insistir en un plan para salvar a Francisco, pero por la noche quien tomó la posta fue Natalia. Yo entendía que estuvieran preocupadas por un amigo, pero ellas me pedían demasiado. Además convencer a Francisco de que no se casara me parecía una estupidez, ya que yo no tenía nada para ofrecerle a cambio. Luego de una larga charla, por fin pareció entender. Y entonces pensé que el tema ya estaba cerrado, y que mis amigas respetaban mi decisión. Pero fui muy ingenua...
Era sábado por la noche. Estaba tirada en el living mirando tele, mientras esperaba que Natalia terminara de cocinar unas pizzas, cuando sonó el timbre. Algo sorprendida fui a ver quien era y me encontré con dos caras felices que me saludaban. Lola agitando una botella de vodka gritaba “Noche de mujeres” y detrás suyo Lucrecia con una botella de champaña decía “Hay que festejar”. Entraron exaltadísimas.
-Fede y Martín salieron, así que yo dejé a Luz a dormir en lo de mamá para que tengamos una noche de chicas.
-¡¡Genial!!Yo estoy preparando pizzas, pasen, vamos -todas parecían contentísimas.
-¡Pizza con champaña!!¡Qué nivel! -agregó riendo Lucrecia.
Y bueno, pensé. Un poco de diversión y alcohol no me vendría nada mal.
Cenamos muertas de risa, y luego comenzamos a inventar tragos con el vodka y otras bebidas que aparecieron por allí. Yo estaba completamente relajada y divertida y muy pasada de alcohol.
-¡Vamos a bailar! -gritó Lola. Y en menos de diez minutos estábamos todas montadas en un taxi rumbo a una disco de la cual no logré entender el nombre.
Rápidamente nos ubicamos en el centro de la pista ¡Me sentía tan libre! Mi cuerpo disfrutaba con cada movimiento, mi rostro había perdido esa dureza, ese rictus que se había instalado por más de un año. Y en cambio no podía borrar la sonrisa, no quería hacerlo. Mis pensamientos eran confusos, pero misteriosamente felices. Aún con la poca conciencia que tenía, disfrutaba plenamente de ese momento.
-¡Vinieron! -escuché la voz de Federico y pronto lo descubrí abrazando a Lola-. Vengan, estamos por allá -y tomándonos de la mano, nos guió hasta unas mesas ubicadas en un rincón del local.
Y allí estaban todos, Lucas, Matías, Martín y Francisco. Las mesas estaban llenas de vasos vacíos y otros tantos llenos.
-¡Vengan, chicas! ¡Vamos a brindar! -gritó Lucas.
Creo que todos estaban tan borrachos como yo, o eso parecía. Yo estaba sorprendida, y hasta algo indignada por haber caído en la trampa de mis amigas, pero ya estaba allí y no quería desaprovechar el momento de felicidad por el que estaba transitando. Me senté entre Lucas y Francisco y tomando un vaso que por ahí encontré, brindé con ellos.
-¡Qué bueno que viniste! -me dijo Francisco mientras me abrazaba-. Estoy en pedo -agregó reposando su cabeza en mi hombro.
-Yo también -le contesté- ¿Vamos a bailar? -le ofrecí sin pensar, y tomados de la mano caminamos hasta la pista.
Aunque a esa altura de la noche, ya no era muy conciente de mis actos, sabía que quería liberar mi cuerpo, bailar, saltar y perderme en el ritmo de la música. Y quería hacerlo con Francisco. Y desinhibida, me dejé llevar por mis deseos.
Creo que cuando uno escucha algo en su interior y lo deja salir, inmediatamente comienzan a escaparse otros deseos, otras necesidades escondidas. Muchas veces uno las reprime y vuelven a ese lugar donde estaban ocultos, pero otras veces, es imposible ponerles trabas y salen, salen con más fuerza y aunque uno no quiera, comienzan a hacerse dueñas de tu voluntad.
Creo que aquella noche eso fue lo que me sucedió. Y aunque los recuerdos están borrosos, debido al alto nivel de alcohol en mi cuerpo, estoy segura de que esa fue la razón de mis acciones.
-Yo no puedo empezar una nueva vida sin despedirme de vos -entendí que me dijo mientras me abrazaba y acariciaba mi espalda.
Aunque no estaba muy lúcida, creí comprender el significado de sus palabras y comprobando que sentir su abrazo me encantaba, totalmente liberada, quise probar el sabor de sus labios y lo besé. Ya había olvidado el placer que sentía estando con un hombre y con ese pequeño beso, comencé a recordarlo. Francisco continuó besándome y acariciándome tanto como yo a él.
Ese fue mi último recuerdo más o menos claro de aquella noche, el resto de los acontecimientos se presentaron totalmente confusos, imposibles de relatar.
Me desperté totalmente mareada y cuando corrí mis sábanas para levantarme, me descubrí desnuda. Revisé mi habitación, pero no había rastros de algún acompañante. Aunque con la mente en blanco, las sensaciones de mi cuerpo, me aseguraban que algo había sucedido en mi cuarto. No podía creer no recordar qué y con quien. Necesitaba quitar esa resaca que me mantenía confusa, por eso salí de mi cuarto para ir al baño a ducharme. Y al llegar al pasillo vi a Lucas saliendo del baño y me horroricé... ¡No! No, con Lucas no me podía haber acostado. Apenas me saludó y se introdujo en el cuarto de Naty, entonces respiré aliviada y me dí una reconfortante ducha.
¿Cómo podía ser que no recordara nada?, pensaba mientras caminaba hacia la cocina a prepararme un café. Pero al entrar y ver el torso de Francisco sobre la mesa, de pronto, recordé.
Recordé que me había acostado con Francisco el día de su despedida de soltero. Y un torrente de imágenes empezaron a aparecer ante mis ojos. Me recordé descontrolada, ávida de besos, de caricias, de sexo. Recordé el éxtasis que había sentido entre su cuerpo, con sus besos, con su deseo por abarcar cada centímetro de mi cuerpo. Y recordé los “te quiero” que habían resonado en mi habitación a lo largo de toda esa noche. Y esos “te quiero” no habían salido sólo de los labios de Francisco.
Entonces enloquecí. Me odié por haberme permitido perder el control. Me odié por haber liberado mis sentimientos, me odié por poder sentir placer con alguien que no fuera Mariano. Y lo odié a Francisco por existir. Debía hacerlo desaparecer de mi vida, antes de que el destino lo hiciera. Debía lograr que Francisco me detestara y así por fin deshacerme de él.
Llena de furia, grité su nombre, y de inmediato despertó. Con lentitud movió su cabeza para mirarme.
-Hola, Flor -dijo con una voz dulzona y me sonrió.
-No entiendo por qué estás tan contento... -le contesté de muy mal modo. Yo seguía parada en la puerta de la cocina, con mis brazos cruzados.
-¿Cómo no voy a estar contento? Me moría de ganas de estar con vos... y ayer vos me demostraste que también querés estar conmigo -estaba sumamente relajado, y no quitaba la sonrisa de su rostro, situación que me irritó aún más.
-Anoche estaba borracha. Eso no significa que quiera estar con vos, como fuiste vos, pudo haber sido cualquiera -intenté demostrarle cuán molesta estaba. Y fue ante aquellas palabras que por fin reaccionó.
-¿Qué me querés decir? ¿Qué lo que pasó anoche no significó nada para vos? -su tono de voz era cada vez más serio.
-Claro que no significó nada...
-¿Tampoco cuando me dijiste que me querías? -su rostro se había transformado.
-Francisco, estaba borracha, ni me acuerdo qué te dije, ni siquiera sabía con quién me había acostado, me di cuenta cuando te vi.
-¡Qué estúpido que soy! -había elevado su voz- Me levanté pensando que mi vida se había arreglado... ¡No puedo ser más estúpido! -apretó las sienes con ambas manos.
-¿Qué querés decir? ¿Vos no te das cuenta de que te casas en 15 días? ¿Qué pretendías? ¿Qué me levantara diciéndote, “mi amor, dejá todo y escapate conmigo”? ¡Por favor, Francisco! ¡Volvé a la realidad! -esperaba que mi agresividad sirviera para ahuyentarlo definitivamente de mi vida.
-No te reconozco, Florencia. Vos no sos así, vos anoche no me mentiste. No entiendo por qué me hacés esto, no entiendo por qué te lo hacés a vos misma. Pero hay algo que está claro, ya no tengo más nada que hacer en este lugar -se incorporó, pero antes de salir de la cocina se detuvo- Vos me dijiste que tendría que haber luchado por vos; pero eso es imposible. Vos no querés ser feliz. Vos sos la que no se puede jugar por nada... No puedo ser tan estúpido -mirándome con desprecio, se retiró.
Francisco no comprendía, yo no me podía jugar por mis sentimientos, mis sentimientos me aterrorizaban. Yo no quería volver a sufrir, no podía, no, no podía. No podía volver a amar, volver a sentir lo que había sentido esa noche por Francisco.

Volví a la cocina con un sabor amargo. Después de tantos meses de sentirme tan presa de mi dolor y de mis miedos, tan presa de mi cuerpo, me había desatado, llegando a un total descontrol. No lograba equilibrarme. Había hecho todo mal, sin pensar, sin ser dueña de mis actos. Había dejado escapar sentimientos y sensaciones que no quería volver a sentir, y a causa de mis errores, había hecho sufrir injustamente a Francisco. Mi vida de pronto se había embarullado aún más.
-¿Todo mal con Frank? -me preguntó Natalia que había bajado a preparar el desayuno.
-Y sí... No sé qué pretendía él... No sé qué pretendían ustedes -la miré con reproche.
-Perdón, pensamos... No sé que pensamos, perdoná -palmeó mi espalda.
-Ya está. -no quería que se sintiera mal, yo sabía que debía estar muy feliz por estar con Lucas- Contame vos, ¿todo bien con Lucas? -le mostré una sonrisa
-¡No lo puedo creer! -me dijo bajito para que Lucas no escuchara-. ¡No puedo creer que después de tanto tiempo se me haya dado! Lucas es un divino -nos abrazamos.
-¡Me alegro, Naty!, disfrutalo.
-Poty, espero que no se arrepienta. A lo mejor estaba muy borracho y ahora lúcido, se arrepiente.
-No, Naty, ya se hubiera ido. Va a estar todo bien. ¡Andá con él! -Natalia me hizo caso y partió rumbo a su cuarto con los desayunos.

0 comentarios:



Publicar un comentario

Dejá tus comentarios