Capítulo 15

CAPÍTULO 15

Aún estaba dormida cuando sonó el timbre. Me levanté de un salto y bajé corriendo las escaleras. No podía ser otro que Mariano, y no quería hacerlo esperar.
-¡Buen día! -me sonrió- ¿Cómo está hoy mi novia? -parecía contento, divertido.
-Con sueño, pero muy bien -lo besé y me arrojé en el sillón del living. El se sentó a mi lado y me invitó a recostar mi cabeza en sus piernas, posición que adopté de inmediato.
-¿Todo bien? -preguntó dubitativo mientras enredaba sus dedos en mis rulos.
-Sí, Negro, me encanta que hayas venido... -aunque estaba feliz de verlo, no podía controlar el sueño.
-Te noto en otra... repito, ¿todo bien ayer con el pibe? -recién entonces comprendí el por qué de su pregunta anterior. Me incorporé para poder besarlo y abrazarlo.
-Si lo que estás preguntando es si algo cambió desde anoche, te contesto que no, pude aclarar todo con Francisco, no hubo problema. No quiero que pienses que pasa algo, sólo tengo sueñito, estaba durmiendo cuando llegaste y solamente pasé por el baño a lavarme los dientes para poder besarte, pero todavía no me desperté. Te amo, Negro. Te lo dije ayer y no me voy a cansar de repetirlo.
Su rostro se iluminó. Me acarició con suavidad y besó mis labios.
-Yo también te amo. No entiendo cómo no me di cuenta antes. Si tenés sueño, vamos a la cama. Total no tenemos nada más importante que hacer.
A decir verdad, a mi se me habían ocurrido un par de cosas.
-Ayer le conté a mis viejos -dijo de repente mientras flotábamos en las colchonetas.
Me sentí avergonzada, sus padres eran como mis tíos, y ahora empezarían a verme con otros ojos.
-¿Y qué dijeron? -me moría de curiosidad.
-Primero me retaron, y luego de explicarles que iba en serio y que era algo que veníamos charlando desde hace rato, se pusieron contentos. Pero me amenazaron. Mi viejo me dijo que si te hacía sufrir iba a ser el primero en romperme la cara -largó una carcajada- ¿Te das cuenta de que ahora mis viejos son tus suegros? -volvió a reír aún mas fuerte.
-Vos reíte, pero a mi me da un poco de vergüenza. Además a veces nos juntábamos con tu vieja a tomar mate y criticar a tus novias, ahora no lo vamos a poder hacer más -allí largué yo una carcajada.
-Mirá que bien... mirá las cosas que hacían a mis espaldas -movió mi colchoneta hasta tirarme al agua.
Una vez que logré volver a recostarme, me preguntó:
-¿Vos le vas a contar a tu viejo?
-Anoche estuve pensando. Me parece que le voy a contar cuando vuelva, me parece algo importante para contarle por teléfono.
-Mejor, porque él se va tranquilo, pensando que yo me quedo acá para cuidarte, y si se entera, no sé si va a estar tan tranquilo pensando en las noches que pienso pasar con su nena -volvió a reír y acarició mi vientre.
-Sos medio sexópata... ¿alguna vez dejaremos de pensar sólo en sexo?
-¿Vos pensás sólo en sexo? -preguntó con picardía; pero no esperó mi respuesta-. Es lógico que nos tengamos ganas todo el tiempo. No nos vimos por casi tres meses y al fin dejamos de reprimirnos luego de un año lleno de histeria. Las cosas se van a ir acomodando. A mi me encanta mirarte y tener ganas de hacerte el amor. Además no estamos todo el día teniendo sexo, ya hace como dos horas que no hacemos nada, ¿ves? somos una pareja normal.
-Me encanta que me hables, siempre lográs tranquilizarme. Ya me estoy asqueando de sentir tanto amor -me arrojé al agua para reaccionar y volver un poco al mundo real.
Mariano me imitó y al rato salió de la pileta, para regresar luego con mate. Nos sentamos bajo el sauce.
-Estuve pensando -me dijo-. Yo di por hecho que me iba a quedar a vivir acá hasta que vuelva tu viejo, pero a lo mejor vos te sentís muy invadida -me ofreció un mate.
-No, yo también pensé que te ibas a quedar. Lo que ahora estoy pensando es que vamos a convivir como novios. Que vamos a compartir la cama a la noche. Que va a ser como vivir juntos. Es medio loco eso, ¿no? Apenas tenemos un día de novios y ya vamos a convivir.
-Tendremos un día de novios pero nos queremos desde hace más de 18 años. Lo que se me ocurre ahora es proponerte, si querés, que yo duerma en mi habitación, en la que duermo siempre, para que no te sientas intimidada -Mariano, realmente era muy dulce.
-¿Vos me estás jodiendo? Me encanta que convivamos y me va a encantar aún más que durmamos juntos. Me encanta que estemos juntos, que te quedes acá conmigo, no se me ocurre nada mejor que eso; pero no deja de ser un flash. Lo único feo va a ser cuando vuelva papá.
-Para eso falta como un mes, y a lo mejor te rapto y te llevo a mi depto -se tiro sobre mí para besarme, y así se dio por terminada la charla.


Pasada la tarde, me di cuenta de que ninguno de mis amigos había venido a casa, cosa bastante extraña, ya que era un hecho que si el día estaba lindo venían sin invitación, entonces supuse que de alguna manera sabían o sospechaban que algo había pasado con Mariano y Francisco. Y un llamado telefónico de Lola terminó por darme la razón.
-¡A vos te parece que tenga que enterarme por Federico que mi mejor amiga se puso de novia! -fue su saludo.
-¡Lola! ¡Qué suerte que llamaste! -le contesté- ¿No me vas a felicitar?
-No hasta que no me cuentes todo, hasta el último detalle -mi amiga era incorregible y me encantaba que así fuera.
-Venite a cenar y si querés decile a Naty y Lucre así le cuento a las tres, esto es algo muy importante para ir contándolo por teléfono -estaba feliz y quería compartirlo con mis amigas.
-Corto, así llamo y en un rato estamos allá -Lola no podía soportar la espera.

Al colgar el teléfono, Mariano me miraba sonriente.
-¿Así que esta noche hay cena entre amigas para chusmear sobre el gran evento?
-¿Te molesta? -me había ruborizado.
-No, pero si vas a contar intimidades, haceme quedar bien -largó una carcajada.
-Te puedo asegurar que van a sentir envidia -me colgué de sus hombros para besarlo.
-Bueno, entonces aprovecho para ir a casa y buscar ropa, así las dejo solas... y vuelvo a dormir, ¿dale?
Me sentía muy feliz a su lado. Nos era fácil actuar con naturalidad. Nos entendíamos, comprendíamos qué pensábamos en cada momento. Sin lugar a dudas, habíamos elegido el camino correcto.

Los días se sucedieron y fuimos acomodándonos a nuestra nueva relación, en donde, en verdad, la única nueva variante era el sexo, hasta esos momentos, en demasía.
De a poco, mis nuevos amigos fueron acostumbrándose a este nuevo integrante del grupo, y Mariano a ellos. Al principio Federico se mostraba un poco distante, seguramente por fidelidad a Francisco, pero era difícil no congeniar con Mariano. Fede era un tipo muy agradable y con el paso de los días, lograron tener un trato amigable.
Cuando nos reuníamos en casa, como el día de mi cumpleaños, Francisco no participaba, pero si la reunión se realizaba en otro lado, se hacía presente. Su trato con Mariano era socialmente aceptable, al igual que conmigo. También con el tiempo esa situación se fue volviendo más natural.


Al acercarse mayo, comencé a ponerme tensa. Mi padre regresaría a casa, lo que implicaba que además de tener que contarle sobre nuestra relación, Mariano volvería a su departamento.
Habíamos convivido casi dos meses, y pensar en la separación, me parecía desgarrador. A él tampoco le agradaba demasiado la idea, hasta pensó en la posibilidad de mudarnos ambos a su departamento; pero yo me acobardé. Apenas tenía 19 años y una cosa era convivir en vacaciones con mi novio, pero algo muy diferente era actuar como un matrimonio. Mariano meditó mi argumento y reconoció que en realidad era una idea un tanto apresurada.

El día que regresó papá, tomé valor y lo invité a cenar. Cuando el mozo sirvió nuestros platos me animé a hablar.
-Pá, tengo una noticia para darte... -me miró expectante, entonces continué- estoy de novia.
-¡Te felicito! ¿Lo conozco? -se apresuró a contestar.
-Bastante... estoy de novia con Mariano.
Penetró su mirada en la mía.
-Bueno, en realidad era algo que se venía venir... ¿Va en serio?
-Sí, estoy muy enamorada... -estaba esperando la pregunta que no quería contestar.
-¿Y desde cuando? Porque el se quedó el verano con vos en casa, ¿no? –y él también estaba preparándose para esa pregunta.
-En realidad él volvió en marzo, y ahí nos pusimos de novios. Estás contento, ¿no? -intenté desviar su razonamiento, pero no lo logré.
-Sí, claro... ¿Y él se quedó en casa como siempre? -seguía mirándome fijo a los ojos.
-Si, pá, siempre se queda cuando vos te vas. Vos se lo pediste, ya sabes que se queda. Dale, no des más vueltas... -ya me había tensionado.
-Entonces... ya tuvieron... vos sabés... -¡Qué conversación! Pensé, ¿para qué los padres preguntan cosas que en realidad no quieren escuchar?
-Y... sí, pa... ¿Pero no es preferible que sea con Mariano? Vos y yo sabemos que él me quiere y se preocupa por mí. No está conmigo para joder.
-Y... es verdad, vos ya sos grande. Bueno, lo único que te pido es que se cuiden. Todavía son muy jóvenes para ser padres -pobre papá, pensé, seguramente jamás imaginó que iba a tener esa conversación conmigo.
-No te preocupes. Nos cuidamos -yo tampoco había pensado en tener esa conversación.
-Bueno... -dijo algo más distendido- ¡Los felicito! Para mí Mariano es como un hijo, así que en serio estoy muy contento... y Poty, realmente espero que seas muy feliz -se estiró a través de la mesa y besó mi frente-. Vos sabes que mamá también lo quería mucho, ella desde el cielo debe estar contenta -sus palabras me emocionaron y un par de lágrimas rodaron por mis mejillas-. Y bueno, yo en realidad también tengo que darte una noticia...-¡El también está de novio!, pensé.
-Yo también estoy de novio... -calló para observar mi expresión, entonces le sonreí.
-¿La conozco?
-No, trabaja en una de las sucursales de Mar del Plata, así que seguramente voy a viajar bastante. Se llama Teresa y tiene muchas ganas de conocerte.
-¡Que bueno, pá! Espero que les vaya muy bien, y cuando quieras la conozco -aunque ya habían pasado varios años de la muerte de mi madre, me costaba asimilar la noticia. No podía esperar para contarle a Mariano.

En cuanto terminamos la cena, fui al departamento de Mariano.
-¿Y? ¿Qué dijo? -se mostraba divertido.
-Que nos cuidáramos, que éramos jóvenes para ser padres –Mariano largó una carcajada y me interrumpió.
-¡Tu viejo es un maestro!
-Me dijo que nos felicitaba y que fuéramos muy felices. También me dijo que está de novio -así terminé mi relato. Mariano se puso serio
-¿Cómo te cayó la noticia?
-No sé, me parece bien, en realidad me parece muy bien; pero no deja de ser raro -me senté en el sillón a tomar el café que me había preparado.
-Ya te vas a acostumbrar. Pensá que no puede ser muy malo, de última si ella se va a vivir a tu casa y te molesta, sabés que tenés lugar para escaparte -se sentó a mi lado y besó mi frente.
-Bueno, tampoco nos apresuremos. Además vive en Mar del Plata, es más factible que papá se vaya para allá. Pero, la verdad, es que prefiero no seguir hablando del tema.
-Entonces vayamos a la cama que ya es tarde -me levantó entre sus brazos para encerrarnos en su cuarto.

Capítulo 14 (última parte)

CAPÍTULO 14 (ÚLTIMA PARTE)

En menos de media hora ya todos se habían marchado. Por supuesto Mariano seguía nadando en la pileta. No lo molesté por un rato, pero luego, mi impaciencia me venció y comencé a revolear una toalla al borde de la pileta para llamar su atención.
Mariano comprendió mi mensaje y luego de hacer otro largo, saltó fuera del agua para tomar aquella toalla.
-¿Vamos adentro a charlar?
Asintió con la cabeza y me siguió. Nos sentamos junto a la mesa de la cocina.
-¿Y? ¿Cómo estás? -preguntó mientras tomaba mis manos.
-En este momento me siento muy feliz, pero... medio confundida... -quise mirarlo a los ojos pero no pude.
-¿Por qué? ¿Porque transaste con el pibe de pelo largo? -lo dijo con total naturalidad, pero logró sorprenderme y avergonzarme de mis actos.
No sólo no podía mirarlo, sino que en esos momentos mi cabeza parecía haberse escondido en mi cuello. Mariano notó que me había incomodado, y como seguramente no era su intención, tomó mi mentón para que lo mirara y me sonrió.
-Poty, te conozco demasiado, era evidente que me iba a dar cuenta. Además él no hizo nada por disimularlo. No te pongas mal, no nos prometimos fidelidad. Sí prometimos que íbamos a pensar. Y yo pensé mucho -hundió sus oscuros ojos en los míos, para llenarme de confianza-. Sé que esto que nos pasa no es fácil, no es fácil para mí hacerme cargo de lo que siento por vos. Me siento muy responsable. No sos cualquier mujer... -se detuvo para volver a mirarme y tomó mis manos- ¿Estás bien o te estoy asustando?
-¡¡No!! No me estás asustando. Me encanta lo que me decís; pensé que te ibas a enojar. Ahora siento que te traicioné... -volví a hundir mi cabeza y él nuevamente levantó mi mentón.
-Vení, Poty, vení acá -me señaló sus rodillas y obedecí a su pedido-. Poty, vos no me traicionaste porque nosotros no hicimos ninguna promesa más que pensar en nosotros. No te voy a mentir, no me gusta que hayas estado con ese pibe, pero no me enoja. Yo lo único que quiero es estar con vos. No pude pensar en otra cosa mientras trabajaba, todo el tiempo pensé en vos... en nosotros y no me importa que hayamos sido amigos toda la vida, ahora quiero estar con vos. El tema es saber lo que vos querés -sus ojos se habían fijado en mi boca y me costaba prestar atención a la conversación, ya que mi deseo de besarlo y acariciarlo se iban acrecentando a medida que sus ojos ahondaban en mis labios. Supongo que Mariano sentiría algo similar.
-Yo quiero hacerte el amor -me sinceré-. En este momento no puedo pensar en otra cosa.
No me dejó terminar la idea. Me sonrió, demostrando alivio para luego besarme con desesperación. Yo también necesitaba con desesperación aquel beso. Sin perder tiempo me cargó, y sin despegar nuestros labios caminó hasta el sillón del living donde nos recostamos.
Aunque hasta ese momento no me lo había planteado, descubrí que deseaba sentir su cuerpo, acariciar su espalda, paladear sus besos. Hacer el amor con Mariano era algo tan natural como exquisito.
-Te extañaba -susurró en mi oído mientras reposaba su cabeza en mi hombro y cerró los ojos.
Mientras descansaba aproveché para pensar. Mariano causaba en mí, indefectiblemente, un torbellino de emociones. A su lado, mi razón se cegaba y mi cuerpo se encendía de pasión.
En realidad, no había mucho que pensar, concluí. Estar a su lado era lo que necesitaba, era lo que me transportaba a un mundo de fantasía, ideal. Tal vez, existirían otros hombres que me atrayeran, pero comparado con Mariano nada, absolutamente nada me parecía tan perfecto.

-Poty... -movió mi hombro pensando que dormía. Luego se incorporó y buscó su short.
Yo lo imité y también me vestí.
-Poty, yo ya sé lo que quiero. Hay mucha gente que pierde la oportunidad de ser feliz, pensando que va a aparecer algo mejor. Yo sé que somos chicos, pero creo que a nosotros ya nos llegó ese momento y no estoy dispuesto a desperdiciarlo -me sonrió con sus ojos y con su labios.
-Sé que tenés razón, y creo que no tenemos que perder más tiempo. Yo también quiero estar con vos, en este momento no se me puede ocurrir otra opción -le devolví su sonrisa y lo abracé.
-¡¡¡Tenemos que festejar!!! ¡¡Estamos de novios!! ¿Te das cuenta? -me levantó entre sus brazos para hacerme girar como a un chico-. ¿Vamos a cenar?
En ese momento recordé que me había citado con Francisco y que faltaba apenas una hora para que pasara por mí.
-Negro, no te enojes... pero había quedado en salir con Francisco -observé su rostro y no me agradó su expresión-. No te enojes, me parece una buena oportunidad para cerrar esa relación. Me parece que le debo una explicación -lo besé para apaciguar su ánimo.
-Está bien, tenés razón. Entonces te dejo, pero mañana temprano nos vemos... ¿si?
-Sí Negro, ¡no sabes lo feliz que me haces! ¡Te amo! -Oí que salía de mis labios. Se sorprendió para luego sonreir.
-Mejor me voy, porque si me quedo dos segundo más no voy a poder dejar de hacerte el amor.
Me besó con mucha dulzura y se marchó.

¡¡Qué momento!! pensé. Tendría que enfrentar a Frank. Era un buen tipo, la pasaba bien con él. Me dolía tener que contarle mi determinación; pero la vida es así. Tal vez... tal vez, bajo otras circunstancias hubiera sido distinto. Pero mi felicidad estaba con Mariano. Y eso no lo dudaba ni por un segundo.
Me bañé con pereza e intenté arreglarme cuanto pude, y cuando terminaba de peinarme, sonó el timbre. Al abrir la puerta lo encontré apoyado en un auto, noté que se había arreglado y hasta llevaba su cabello bien peinado, cosa poco usual.
Por suerte no intentó besarme en la boca y luego de un saludo algo tenso me invitó a subir a ese auto en el que se apoyaba, que resultó ser suyo. Viajamos en silencio, nos detuvimos en un restaurante frente al río. Una vez ya acomodados comenzó a hablar.
-No sé que pasó esta tarde en tu casa desde que me fui; pero te noto distinta. Así que antes de que me digas lo que me tengas que decir, voy a hablar yo -quise interrumpirlo, no quería que quedara expuesto, me parecía innecesario, pero no me lo permitió-. Cuando me fui de tu casa, intenté entender por qué me había puesto tan mal, por qué me sentí amenazado. Pensé que había exagerado, pero me di cuenta de que me gustás. Me parece que vos valés la pena, y si me preguntás por qué, no lo sé. No es algo que se pueda razonar. Creo que con vos me arriesgaría a probar. Lo que te estoy diciendo es que me encantaría ser tu novio -hasta ese momento sus ojos se desviaban de un trozo de pan a otro, pero al finalizar su discurso, los clavó fijamente en los míos.
¡¡Por que me haces esto!!, pensé. Era muy duro tener que decirle lo que sentía a ese par de ojos azules que me miraban expectantes.
-Frank, me parecés un tipo divino. Aunque la verdad es que mucho no nos conocemos, ni jamás hablamos de cosas demasiado profundas, me doy cuenta de que sos un tipazo. Y si me hubieras dicho esto en otro momento de nuestras vidas estaría re feliz –no me dejó continuar.
-Pero ahora estás saliendo con tu amigo, ¿no?
-Sí... hoy me di cuenta de que estoy enamorada de él y porque me encantás creo que no te merecés que te mienta. Te juro que estoy pasando un muy mal momento -necesité sincerarme-. Nunca pensé que iba a tener que rechazar a un tipo que me encante tanto como vos; pero lo que siento por Mariano es muy fuerte. Frank, yo no te quiero joder y dentro de mis posibilidades no quiero que pases un mal momento.
-No vas a poder evitar que pase un mal momento, creo que lo tendrías que haber pensado en San Bernardo, así nos hubiéramos ahorrado esto, creo que no fuiste sincera ni conmigo, ni con vos misma. Ya está, yo lo único que quiero agregar es que no me pidas que deje de juntarme con los chicos... -entonces fui yo quien lo interrumpió.
-¡Nunca pensé pedirte algo así! Pero yo tampoco voy a dejar de verlos.
-No, claro -dijo asomando una pequeña de sus sonrisas-. Yo me bancaré verte con Mariano y vos te bancarás verme y saber que siento que sos la mujer de mi vida, y que no me voy a dar por vencido tan fácilmente -sus últimas palabras me impactaron, pero no quise demostrárselo.

Aquella cena ya había perdido su sentido, entonces decidimos abandonar aquel lugar lo más rápido que pudimos. No puedo negar que aquella charla dejó una sensación de incomodidad en el recuerdo de tan bello día.

Capítulo 14 (primera parte)

CAPÍTULO 14 (Primera Parte)

Al regresar a mi hogar me sentí desorientada. Sola en mi gran casa. Sola con mis pensamientos, nuevamente sumergida en la monótona rutina de mi ciudad... sin mucho que hacer. Ya que aunque me encontraba felizmente desocupada, mis amistades no gozaban de la misma situación. Y para completar el cuadro, la ausencia de Mariano se tornaba inmensa. Me sentía insegura e indefensa en la casona sin su presencia.
Pero el panorama de los fines de semana era muy distinto. Mi casa era el punto de reunión obligado. La pileta era lo más atractivo de mi personalidad -según mis amigos- y la única manera de soportar el sofocante calor de ese febrero.
Aunque había sido advertida por Francisco, su ausencia me sorprendía. A pesar de que el resto del grupo se reunía en casa, él jamás había aparecido, ni siquiera llamado. Ya habían transcurrido dos semanas desde nuestro regreso y nada sabía acerca suyo. Y aunque Lola intentaba obtener alguna clase de información a través de Fede, éste se mostraba reticente a hablar de su amigo y creí que era muy justo respetar su postura.

Aquel sábado el calor y la humedad parecían devoradores. No había manera de soportar la pesadez del ambiente, y la piel se volvía pegajosa y demasiado presente.
Todas las mujeres estábamos sumergidas en la pileta, aunque el agua ya parecía estar lista para hervirnos, mientras los muchachos, insultado y maldiciendo, se calcinaban junto a la parrilla intentando encender el fuego.
Sentí el timbre, pero no quería salir del agua y preferí hacerme la desentendida.
Luego de que sonara largas veces, comprobé que todos habían tomado la misma actitud, entonces, con pereza, sequé mi cuerpo y caminé lentamente hasta la puerta.
-¡Hola! ¿Por qué no me invitaste al asado? -me tomó por la cintura para acercarme a él y me besó. ¡Qué desvergonzado!, me escabullí de sus brazos antes de contestarle.
-¿Cómo? ¿No te avisé cuando me llamaste? -hice un silencio- ¡Ah, no!, cierto que nunca me llamaste.
Me mostró su usual sonrisa.
-¡Ya me había olvidado de tu carácter! ¡No te enojes! No nos vemos desde hace un montón, ¿no querés pasarla bien?
-La estaba pasando muy bien. Dale, pasa -agregué resignada.
Inspeccionó la casa y me siguió hasta el jardín. Todos se alegraron al verlo, y pronto se unió al grupo que acalorado preparaba el asado.
No establecimos demasiado contacto aquel día, pero cuando todos se marcharon, Francisco continuaba remoloneando en una colchoneta que flotaba en la pileta.
-¿Estás cómodo? -intenté mostrarme irónica, pero no le importó.
-Si, vení así nadamos un rato -parecía dueño y señor de la casa.
-No, ¿no ves que tengo que arreglar el desastre que quedó? -le enseñé la bandeja que cargaba colmada de vasos y platos.
-¿Estamos de mal humor? -escuché que me decía cuando entraba a la cocina, pero preferí no contestarle.
Sentí su aliento en mi cuello al tiempo que sus brazos rodeaban mi cintura.
-¿Estás de mal humor? -beso mi mejilla y ya no pude seguir lavando la vajilla.
Giré y apoyé mis manos en la mesada. No podía discutir, ni recriminar nada. Sus ojos me encandilaban y sus suaves caricias en mi espalda me distraían. Con cautela, acercó su rostro al mío y me besó, largo rato nos besamos.
-Te extrañé... extrañé tus enojos. Me dan más ganas de abrazarte y llenarte de besos -tenía ese tono de voz suave y cariñoso, y no encontré el sentido de buscar guerra. Tomó mi mano y caminamos juntos hasta el jardín. Nos sentamos bajo el árbol.
-¿No estás contenta de que haya venido? -preguntó al rato de comprobar que yo no emitía palabra.
-No es que no esté contenta, es que venís como si nada después de dos semanas de ni siquiera llamar una sola vez. No te puedo recibir con los brazos abiertos.
-Yo te dije que iba a estar muy ocupado. Además no sabía con qué me iba a encontrar, a lo mejor estabas acompañada y no quería molestar.
¡Ah, era eso! Había tanteado el terreno, seguramente Federico le había informado que “mi amigo” no había aparecido.
-No, como sabrás no estoy demasiado acompañada, de hecho estoy bastante sola.
-Entonces, ¿ya arreglaste ese problema? -me hablaba como si no le importara, pero me causaba gracia su manera de tocar el tema de Mariano.
-¿Qué cosa tenía que arreglar? -si quería preguntar iba a tener que hacerlo sin vueltas.
-Tu amigo, no te hagas la tonta, ya sabes de que hablo -lo había empujado a demostrar bastante sinceridad, y noté que lo incomodaba.
-¡Ah! ¡Me estabas hablando de Mariano! No me había dado cuenta. Mariano está en Estados Unidos, no se cuando vuelve -intenté demostrarle que no me causaba demasiado interés.
-¿Y eso qué significa? ¿Decidiste algo? -no entendía por qué se mostraba tan preocupado si él no quería nada demasiado comprometido.
-¿Qué tengo que decidir?
-¿No es obvio? -ya se estaba poniendo molesto.
-No, no entiendo a que querés llegar -realmente no llegaba a comprender sus intenciones.
-Florencia... -se incorporó- No me interesa perder el tiempo... -al ver que no encontraría una respuesta, comenzó a caminar rumbo al interior de la casa.
-¿Te vas? –le pregunté con inocencia.
-Ya te dije que no me gusta perder tiempo.
-¿Qué? ¿Tenés algo que hacer? ¿Estudiar, trabajar?
-Flor, no te hagas la tonta, quiero saber que va a pasar con nosotros.
-Yo pensé que no iba a pasar nada, como estuvimos dos semanas sin hablarnos... y no te estoy haciendo ninguna escena, no puedo decidirme, porque no sé cuáles son las opciones que tengo. Vos no me ofreces nada, y Mariano tampoco, ¿qué querés que decida?
-¡Con quien querés estar! -contestó en forma despectiva.
-Yo quiero estar con mucha gente, ¿qué me estás proponiendo?
-¡Nada! Sólo quiero que te definas.
¡Increíble! No era capaz de jugarse por nada pero yo debía definirme. Francisco estaba muy confundido.
-No veo sobre que me tengo que definir, nosotros decidimos estar juntos para pasarla bien. Ese fue nuestro acuerdo, y yo no creo haber planteado ninguna duda sobre eso. Si vos tenés algún problema la terminamos acá. Nadie te obliga ni te pide nada. No me pidas más de lo que vos me ofrecés -me mostré seria y decidida, y pareció causar el efecto adecuado.
-Ok, si me zarpé perdoname. Puede que tengas razón. ¿Cenamos juntos, o querés que me vaya?
-Quedate, te tengo que reconocer que te extrañé. Tenía ganas de estar con vos -le sonreí.
-Yo también, fui un estúpido, tendría que haber venido antes -volvió a sentarse a mi lado para poder abrazarme y luego de observar mi expresión, besarme.

Ofreció quedarse a dormir, pero no me pareció una buena idea, entonces ya casi de madrugada, abandonó mi hogar.
No me llamó en la semana, pero el sábado bien temprano se instaló en mi jardín, también el domingo, y el siguiente fin de semana. Jamás me llamaba, ni me invitaba a salir, pero todos los fines de semana se presentaba en casa, aun cuando llovía y el resto de los “habitués” no aparecían.
Ya había comenzado marzo, y aún el calor era agobiante, por eso nos encontrábamos todos dentro de la pileta, peleando por conseguir las colchonetas. Estaba demasiado entretenida defendiendo el tan deseado lugar sobre uno de esos flotadores que al sentir el timbre no le di importancia, todos estábamos allí, supuse que algún chico travieso había tocado para jugar, pero de pronto el sonido se volvió constante y punzante, y no me quedó mas remedio que ir a averiguar quien deseaba tanto ingresar a mi hogar.
Al abrir la puerta quedé paralizada. Me sentí transportada a otro mundo, o tal vez había regresado a mi verdadero mundo.
-¡Negro! -grité y me colgué de su cuello. Él me abrazó tan fuerte que sentí incrustarme en su pecho- ¡¿Qué hacés aca?! -le pregunté cuando por fin nos separamos.
-Volví un poco antes para editar algunas notas. ¿Cómo estás? -me examinó y volvió a abrazarme.
-Bien... dejame verte -nos volvimos a separar y lo observé con cuidado-. Estás más lindo que nunca.
Estaba bronceado y sus oscuros cabellos tenían un destello rojizo. Su mirada me pareció más profunda que lo habitual
-Estás muy lindo -repetí y no me resistí a un nuevo abrazo-. Bueno, supongo que trajiste un short o malla.
-Claro -me señaló la mochila que había arrojado al piso al abrazarme-. Supuse que estarías acá y vine preparado.
-Entonces vamos, que tengo algunos amigos que presentarte -lo tomé por la cintura y salimos al jardín.
Me sentía muy feliz, como completa, era una sensación extraña pero agradable. Y esta sensación no permitió darme cuenta que en cuanto cruzáramos la puerta hacia el jardín estarían Mariano y Francisco juntos.
Matías y Martín aún seguían luchando en el agua, en cambio Francisco y Fede conversaban con Natalia junto a la pileta, y Lola y Lucrecia se habían acomodado bajo el sauce.
Al vernos, las últimas detuvieron su charla y Lola se acercó a nosotros, casi instantáneamente lo hizo Naty. Luego de saludarlas, lo presenté con el resto de los chicos. En ese momento no presté atención a la reacción de Francisco, creo que no me interesó.
Mariano entró a la casa para cambiarse, y yo le pedí a Lola y Naty que me acompañaran a preparar mate a la cocina.
-¿Cómo te sentís? -preguntó Lola en cuanto nos quedamos las tres solas.
-Estoy re feliz, lo extrañaba mucho al Negro -les conté mientras revolvía la yerba con la bombilla.
-Te cuento que Francisco se puso loco cuando se enteró que el que había llegado era Mariano. Se quería ir, pero Fede le dijo que se tranquilizara -antes que pudiera emitir opinión, noté que me hacía un gesto con sus ojos.
-¿Y, chicas, cómo les fue en las vacaciones? -escuché que Mariano decía detrás de mí. Ambas le sonrieron.
-¿Consiguieron novios?
-Lola, yo no -contestó Naty.
-¡Te felicito! -la besó y revolvió sus cabellos.
-Gracias, Lucrecia también se puso de novia -le contó, como no podía ser de otra manera.
-¡Que verano productivo!... ¿Y vos? -me miró seriamente.
-¡Ya está el agua! -exclamó Naty y con Lola salieron de la cocina cargando el mate y el termo.
-¿Y, conseguiste novio nuevo? -reiteró poniéndose frente a mí.
-No, me hice amiga de estos chicos. Vamos, quiero que los conozcas -destensó sus facciones y volvió a sonreirme.
-Bueno, vamos.
Ahora todos tomaban mate bajo el sauce. Al verlo nuevamente a Mariano, Martín exclamó:
-Vos trabajás en FSports, ¿no?
Y Matías agregó:
-¡Sí!, en un programa de básket... ¡Qué bueno! ¿Me podés conseguir alguna remera?
-¡Matías! -Lucrecia lo retó, pero Mariano se mostró divertido.
-Algo puedo llegar a conseguir. Si quieren algún día los llevo al canal -los chicos se mostraron entusiasmados-. Bueno, me voy a nadar un rato a la pileta...
-Yo también -exclamó Matías y lo siguió. Al rato se les unió Martín.
Me encantó que a mis amigos les cayera bien Mariano, así todos podríamos salir juntos. Esos eran mis pensamientos cuando fui interrumpida por la aguda voz de Francisco.
-Así que tu amiguito es famoso. No me habías dicho nada.
Allí comprendí que estábamos viviendo una situación incómoda, y recordé “mi transa” con Francisco.
-Se ve que nunca salió el tema... -me abstraje tomando el mate.
-Se lo ve muy contento, ¿ya le contaste de lo nuestro? -dijo en voz alta y muy tensionado.
-¿Qué? ¿Que somos una transa? No. ¿No era que las transas son secretas? ¿Vos ya les contaste a tus viejos? -me molestaba su actitud, me sentía agredida.
-No me cambies de tema. Estás conmigo o estás con él.
-Creo que este es un tema que ya discutimos... ¿O me estás ofreciendo ser tu novia?
-Una cosa no tiene nada que ver con la otra -su rostro se volvía cada vez mas rojo y su voz más áspera.
-Chicos, me parece que es algo que tendrían que hablar los dos solos, nosotros no tenemos nada que ver -dijo Lucrecia aprovechando el silencio.
-Si, esto no tiene nada que ver. Esta noche te paso buscar. Me parece que tenemos que hablar. Estate lista a las nueve -se levantó, saludó a todos con un gesto de su mano y se marchó.
-Me parece que te tendrías que definir -me miró con severidad Federico. Lola lo golpeó para que se callara, pero yo insistí en que estaba dispuesta a escucharlo.
-Estás jugando a dos puntas -prosiguió- y eso no está bien.
-Francisco no quiere nada serio conmigo, él me lo aclaró en San Bernardo y yo le expliqué mi situación con Mariano, así que no creo estar jugando a dos puntas -me defendí.
-Yo creo que Francisco sí quiere algo serio, pero a vos no te conviene darte cuenta -retrucó.
-Yo sé que te molesta que se ponga mal, pero si él quiere algo serio sabe disimularlo.
-En todo caso tienen que resolverlo ellos dos -volvió a interrumpir Lucrecia, causándome un gran alivio.
-Sí, y nosotros nos tenemos que ir. Acordate que sacamos entradas para el cine y nos tenemos que arreglar -agregó Lola.
-Y además cada pareja es un mundo, así que no tiene sentido ponerse a juzgar cómo actúan los demás. Yo también me tengo que ir -Naty se unió a mis otras amigas para brindarme apoyo.

Capítulo 13

CAPÍTULO 13

-¡Buen día! -besó mi boca y corrió hacia el mar.
Ante la mirada del grupo que invadía la carpa noté que esperaban una explicación. Apenas sonreí y dije:
-Ya no nos peleamos más.
Los muchachos rieron y Angie me miró con odio; pero no me molestó, apenas me causó gracia.
-¿Estás bien, Poty? -Lucre se sentó junto a mí y me cebó un mate.
-Sí... aunque parezca imposible, ayer Francisco estuvo re dulce. Me gusta, Lu.
-Pero no quedaron en nada concreto -me interrumpió.
-Y... me parece mejor... Yo ahora estoy muy lejos de todo. No sé cómo voy a estar cuando vuelva -Lucrecia volvió a interrumpirme.
-Cuando vuelva Mariano.
-Sí. Pero no quiero pensar. Si esto se dio, por algo es.
-Tenés razón, me parece bien. Disfrutá de estos días, total cuando vuelvas vas a poder pensar.
Martín la llamó y quedándome sola aproveché para tomar algo de sol, pero al rato me sobresalté con una repentina lluvia sobre mi cara y al abrir mis ojos me encontré con Francisco escurriéndose el agua como un perro.
-¡Está re linda! ¿No querés que nos metamos un rato? -me ofreció su mano y la tomé para incorporarme.
-No... pero podemos caminar un rato por la orilla -sin soltarnos nos alejamos del balneario para caminar junto al mar.
-Disculpame, pero necesito hacerte una pregunta, Frank -me animé a decirle luego de pensar largo rato si debía. El me sonrió.
-Si, ¿Qué pasa?
-¿Vos tenés algo de experiencia en esto de tener una transa?
-¿Transa estable? -frunció el ceño-. No, por lo general transa de una o dos noches, ¿por qué?
-Porque yo pensé que cuando uno transaba con alguien, pero no quería ponerse de novio, delante de los demás no lo demostraba -confesé con cierta timidez.
-¡Ah! No me di cuenta. En realidad no me importa que los demás sepan. Lo importante es que nosotros tengamos en claro qué es lo que queremos. ¿Te parece?
Tenía razón, y así se lo hice saber.
Aquella noche, Lola y Fede decidieron salir a cenar solos, entonces Francisco me invitó a su departamento.
Luego de cenar, nos tiramos en el sillón a ver televisión. Por supuesto, fue lo que menos hicimos, ya que pronto comenzamos a besarnos y ya no quisimos despegarnos. Me sentía muy a gusto entre sus brazos. Pero cuando noté que estaba a punto de perder el control, con delicadeza intenté enfriar la situación.
-¡Qué tarde se hizo! -le dije mientras me incorporaba e iba hasta la mesa en busca de un vaso de gaseosa.
-¡Ni que mañana tuvieras que ir a trabajar! -me contestó riendo.
-Bueno, sí, en realidad tenés razón, pero me gustaría ir a casa a dormir.
-Flor... no voy a hacerte nada. Por lo menos nada que no quieras que te haga. Así que no tenés por qué escaparte -se sentó a mi lado y acarició mis cabellos.
-No quiero escaparme, pero me gustaría tomarme las cosas con calma -le mostré una sonrisa.
-¡No lo podés evitar! ¡Sos una histérica! -me dijo riendo y continuó-. Vos sabías que si veníamos acá era para que pasara algo, ¿o no?
-Yo quería estar a solas un rato con vos, para poder estar tranquilos, transar. Eso es lo que pensé que podía pasar.
-O sos muy inocente o te estás haciendo la tonta -seguía sonriendo.
-Frank, te pido perdón porque no lo aclaré desde el principio, pero mi idea es que para hacer el amor tengo que estar muy enamorada -y agregué en voz baja-, salí casi un año con mi novio y no lo hicimos. Yo apenas te conozco y ni siquiera somos novios... -me sorprendieron mis conclusiones. Si era cierto lo que había fluido con total soltura de mis labios, implicaba algo que yo pugnaba por no ver.
-¡Perdoname vos, Flor! Tenés razón -irrumpió en mis pensamientos-. Es bueno que los dos manejemos los mismos códigos -me abrazó y besó mis labios-. El problema es que sos tan linda, que es difícil no tentarse -se levantó y tiró de mi mano para que también lo hiciera.
-Vamos, ahora que ya sabemos en donde estamos parados, no hay peligro. Dale, vení, no te voy a comer -me arrastró hasta el sillón, pero no me senté.
-¿Por qué no vamos a bailar? La verdad es que en este momento me siento bastante estúpida.
No podía explicarle que me sentía muy mal con mis pensamientos, y a la vez culpable por ser histérica. Porque Francisco tenía razón, no estaba actuando bien.
-Flor, no te sientas mal, no sos la única chica que espera para tener relaciones. Para mí no sos ninguna estúpida -me sonrió con complacencia.
¡No! ¡Ahora me creía inocente y pura! ¿Cómo le explicaba que no era ninguna santa?
-Frank, creo que tenés mucha razón, soy una histérica, y no me gusta serlo... ¿vamos?
-Ya te pusiste susceptible de nuevo. Está bien. Vamos -tomó su campera con desgano y me esperó junto a la puerta.

Estaba recostada sobre una lona, cerca de la orilla. Lola me comentaba sobre el espectáculo lamentable que Angie había brindado la noche anterior, pero no lograba concentrarme en su relato. Estaba preocupada, Francisco me había evitado toda la mañana y aunque, en cierto punto, esto me liberaba de ciertos problemas, me molestaba, me angustiaba. De todas maneras, apenas quedaban dos días de vacaciones, y entonces mi vida volvería a la normalidad.
Me exalté cuando una lluvia de arena golpeó contra mi rostro, cuando me incorporé para poder insultar a mi agresor, comprobé que había sido Francisco quien corriendo había levantado la arena, pero no lo había notado y ya estaba introduciéndose en el mar.
-¿Qué vas a hacer con Frank? -me preguntó Lola.
-No sé, no sé que quiere hacer él conmigo. Hoy a la mañana ni me saludó y ahora ni siquiera me vio.
-¿Y por qué no le preguntás qué le pasa? ¿O no te interesa?
-Me interesa, pero Mariano también me interesa.
-Me tenés harta con Mariano. Si tanto te interesa Mariano, definite y listo -se lavantó, sacudió su lona y regresó a la carpa.

Entonces, yo la imité pero caminé hasta la orilla del mar y esperé que Francisco saliera.
-Hola -me sonrió sin detenerse.
-Hola, ¿por qué te enojaste? -seguí sus pasos.
Él no me esperó, siguió caminando unos pasos delante de mí.
-No me enojé, pero me parece que no tiene sentido que sigamos juntos. Lo nuestro no va ni para atrás ni para adelante.
-¿Y por qué una transa tiene que ir para algún lado? ¿No era que íbamos a estar juntos para pasarla bien? -se detuvo y giró para mirarme.
-¿Y vos la pasás bien conmigo? Porque yo no mucho, cada vez que te digo algo te ofendes, o te tildás. Yo creo que vos no estás acostumbrada a que la gente te marque tus errores. Y yo soy así, no te voy a mentir, yo te digo lo que me molesta y lo que me gusta, y tu jueguito histérico no me gusta. No te voy a andar persiguiendo a ver qué es lo que hoy te viene bien y mañana te molesta. Se ve que sos muy malcriada.
¡Me mató! No era capaz de contestar a tremenda acusación. Tal vez tenía razón, era la primer persona que me marcaba constantemente mis defectos, y seguramente era aquello lo que me atraía, pero no podía negar que me molestaba. No estaba acostumbrada.
-Tengo razón, ¿no?
-Sí, creo que sí. Y también creo que es lo que me gusta de vos. Pero si a vos estuvieran todo el tiempo criticándote tampoco te gustaría.
-Ahí tenés razón vos. Te propongo algo. Pero es la última vez que te lo propongo. ¿Qué te parece si estos últimos días tratamos de divertirnos sin hacernos los ofendidos? Diversión sin mucho en que pensar, ¿sí?
-Acepto -me tendió su mano y yo la acepté.

Milagrosamente pasamos los últimos dos días de nuestras vacaciones en una increíble armonía.
Francisco lograba comportarse como todo un caballero si se lo proponía. Y debí reconocer que me agradaba compartir mis horas con alguien que me exigiera cordura y madurez en mis actos. Estar con Francisco era una especie de desafío.

Recuerdo la escena del día que debimos regresar a Buenos Aires. Los muchachos nos saludaban desde la plataforma mientras las cuatro llorábamos con nuestras caras estampadas a las ventanas del micro. Del micro... aquel micro que me haría regresar a mi verdadera vida.

Capítulo 12

CAPÍTULO 12

Me levanté decidida a enfrentar a Francisco y contarle cuáles eran mis sentimientos. Cuando llegué a la carpa lo encontré leyendo el diario.
-Francisco, ¿podemos hablar un minuto? -dije tímidamente. Sin mirarme contestó en forma despectiva.
-Arreglé con Angie que íbamos a ir caminando hasta el muelle, asi que no puedo -arrojó el diario sobre la mesa y camino rumbo a la orilla.
Me enfurecí. No entendía por qué me sentía atraída hacia él. No soportaba quedarme allí, y como no sabía a dónde ir, pensé qué haría en Buenos Aires, y comprendí cual sería la solución. Busqué un cyber para chequear mis mails, tenía varios de Mariano, por eso decidí imprimirlos para luego leerlos con tranquilidad y luego de escribirle sobre mis vacaciones, regresé a la playa.
-¿A dónde fuiste, Po? -Lola se escabulló de los brazos de Fede al verme regresar.
-Fui a chequear mis mails. Tenía varios de Mariano, los imprimé para leerlos más tranqui -me sentía muy relajada, y era la primera vez en días.
-¿Quién es Mariano? -Federico parecía intrigado.
-Mi mejor amigo, está trabajando en Estados Unidos.
-¡Ah! Pensé que era algún enamorado que nos tenías oculto... -comentó Fede.
-A mí me encantaría tener un enamorado virtual, debe ser divertido. Me tengo que poner a chatear -Natalia expresó sus pensamientos en voz alta e hizo que cambiara el rumbo de la conversación.
A la hora del almuerzo estábamos todos reunidos, me sentía incómoda y notaba que Francisco intentaba provocarme con algunos comentarios o coqueteando con Ángeles, pero yo me mantenía callada porque no quería que notara que su actitud me dolía. Cuando ya estaba cansada de hacerme la desentendida ante tantas indirectas, me alejé un poco de la mesa, para hojear los mails de Mariano. Creo que lo hice a propósito. ¡Por fin alguien que se mostraba agradable! Me sumergí en la lectura y no presté más atención a lo que sucedía a mi alrededor.
-¿Qué estás leyendo? -Me preguntó Matías.
-Seguro que los mails de “su mejor amigo” -dijo en tono burlón Federico.
-¡No me digas que me engañás con un Romeo por carta! -agregó Lucas.
-¡Sí, Lucas! Es que con vos no me alcanza, porque todas las noches me dejas por otra -le contesté riendo, tratando de restar importancia a mi correspondencia.
-Bueno, pero no nos dijiste que estás leyendo -obviamente el comentario había salido de los labios de Ángeles.
-Los mails de un amigo. Pero la verdad es que con ustedes no se puede tener privacidad. Doblé las páginas y las guardé en el bolsillo de mi short.
Luego de jugar un partido de truco, me alejé del grupo para ir a recostarme cerca de la orilla y poder leer las novedades de Mariano con tranquilidad.
-¡No sabés la cara que tenía Francisco cuando hablaron de los mails! -dijo Lola mientras pasaba a mi lado para seguir rumbo al mar.
En ese momento no me interesaba, leer las actividades que el Negro estaba haciendo me hacía sentir cerca suyo, y eso me daba seguridad y paz. Si Francisco quería molestarme, alterarme, o cualquiera fuese su intención, en esos momentos no lo lograría con su usual facilidad.
Leí y releí aquellas frases y justo cuando pensaba volver a guardar las hojas, una sombra apareció sobre mi cabeza.
-¿Estás ocupada? -Francisco me miraba con seriedad.
-No, realmente no, estaba a punto de dormir una siestita al sol -me sentía muy relajada.
-Si querés ahora tengo tiempo para que charlemos -no esperó que le contestara y se arrojó a la arena.
-Voy a anotar en mi agenda que para hablar con vos hay que pedir audiencia... ¡Este verano sí que conocí gente importante! -le dije riendo.
-Hoy estás en ganadora -en cambio él estaba inseguro.- ¿De qué me querías hablar?
-La verdad es que ya no importa. Creo que te diste cuenta de que con Ángeles tenés diversión asegurada, en cambio yo soy una reprimida, susceptible, indecisa, y algunas cosas más. Así que para qué seguir una charla que no tiene demasiado sentido... -me admiraba mi claridad de pensamiento.
-Yo no dije todo eso de vos, y Ángeles no me interesa, bah, me interesa porque sé que te molesta, y si esa es la manera de lograr que te decidas a estar conmigo, voy a seguir con ella.
-Hay mejores estrategias, como por ejemplo tratar bien a la chica que te gusta, en vez de agredirla, y funciona mucho más.
-Yo no te agredo, solamente te hago ver cosas tuyas que se ve que no te gustan.
-Tendrías que haber estudiado psicología...–me recosté boca abajo y cerré mis ojos, ya no me interesaba discutir. Francisco me gustaba, pero si aceptaba alguna clase de relación, sería siempre y cuando me tratara bien.
-¿Fue ese mail el que te hizo estar tan distinta?
Apenas giré mi cabeza para mirarlo.
-Tal vez sí, porque me di cuenta de que me gusta que me traten bien, que me digan cosas lindas, de buena manera. Ya estoy harta de ser tu blanco, ya no me gusta más tu juego.
-¿Y quién es el que sabe cómo tratarte?
-Un amigo -volví a cerrar mis ojos.
-¿Querés que hoy a la noche vayamos a comer algo por ahí?
-Si las chicas no arreglaron algo, está bien... -satisfecho con mi respuesta, se marchó. Me sentí victoriosa, era la primer batalla que ganaba y, paradójicamente, gracias a Mariano.

Francisco me esperaba sentado en el capot de un auto frente a nuestro edificio. Cuando me vio, se incorporó y con las manos en sus bolsillos me saludó haciendo un movimiento con su cabeza.
-Parece que tus amigas no tenían nada mejor que hacer -comenzó a caminar rumbo al centro y me hizo un gesto para que lo siguiera.
-No... Naty y Lu iban a salir con Martín y los chicos y Lola iba a aprovechar para ir a lo de Fede, ya que vos no estabas. Así que aquí estamos -me detuve y lo miré, entonces él me imitó.
-¿A dónde querés ir?
-No sé. No tengo mucho hambre. Vayamos a la feria artesanal.
-Ok.
Lo notaba perdido, no sabía de qué hablar, algo poco común en él. Intentaba ser cortés, pero era evidente que lo estaba forzando. Intentar tratarme bien parecía no ser nada fácil y la situación se estaba volviendo aburrida e irritante.
-Francisco... -llamé su atención. El soltó el caleidoscopio con el que se entretenía y me miró.
-Vayamos a comer una hamburguesa por ahí, ¿dale? -creo que ambos queríamos terminar con la salida lo antes posible.
Fuimos a un pequeño bar y nos sentamos en un rincón. Ambos mirábamos abstraídos nuestros sandwiches.
-¿Y tu amigo anda bien? -me dijo de pronto. Tardé un rato en contestarle, ya que debí pensar sobre qué me estaba hablando.
-Sí, está trabajando mucho. Pero está contento.
-¿Y es un muy buen amigo? -revolvía sus papas fritas, pero no probaba bocado.
-Sí. Somos amigos desde que nacimos -su interrogatorio me estaba irritando, pero sentía que volvíamos a la normalidad.
-Y él tiene onda con vos -afirmó y soltó sus cubiertos para dedicarle total atención a mi rostro.
-Francisco, hay algo que me molesta mucho... -no pude terminar mi frase ya que se apresuró a contestarme.
-¡No me podés echar la culpa, porque no te dije nada agresivo!
-¡No! No es por eso. Vos me preguntás con cara de serio sobre mi vida, pero vos no decís nada. Antes de que te cuente sobre quien quieras que te cuente vas a tener que decirme qué es lo querés, porque me tenés cansada. Un día me planteás una cosa, al día siguiente te hacés el malo... Ponete de acuerdo y después te hablo de lo que quieras -arrojé mi discurso a tanta velocidad que creí haberlo apabullado. Enmudeció unos segundos y contestó.
-Ok. Me gustás, me gustaría transar con vos, salir, divertirnos, pero no quiero ponerme de novio. No es por vos... es por mí; pero vos me rechazaste y quiero saber por qué -dijo en tono decidido.
-Yo no te rechacé. Sólo quería pensar un poquito, y no te preocupes porque yo tampoco me quiero poner de novia.
-¿Y por qué? -me dijo con cara de enojado.
-Primero te pido que no te hagas el ofendido, porque te dije exactamente lo mismo que vos a mí. Y además no pienso contestarte si vos no me decís primero.
-No vine a hablar de mí -parecía molesto, incómodo.
-¿Y a qué viniste? -yo me sentía muy segura.
-A intentar ganarte -me mostró su sonrisa.
-¿Y cómo creés que me vas a ganar? -Francisco era todo un personaje.
-Mostrándote mi sensual cara, ¿qué?, ¿no basta con eso? -dijo sin quitar su sonrisa.
-Tu cara es muy linda, salvo por tu boca, así que ese es el punto donde tenés que trabajar.
-Ok, ok, pero conste que lo hago para ganarte. Yo pensaba que tener una transa era más sencillo -ahora se lo veía divertido.
-Yo también.
-En realidad ya no me acuerdo qué te tenía que contar.
-Yo sí... -lo interrumpí- ¿por qué no te querés poner de novio?
-Ah! Cierto. Estuve de novio cinco años, y me peleé el año pasado, y la verdad que cuando volví a disfrutar de la libertad y de poder estar con mis amigos, me dí cuenta de todo lo que me había perdido -contó con suma tranquilidad. No lograba imaginarme a Francisco teniendo una relación tan seria.
-¡Cinco años! ¡La chica que te soportó cinco años se debe haber ganado el cielo! -comenté riendo; pero me devolvió una cara de asco.
-La pasé peor de lo que pensás. La verdad es que resultó ser bastante mala mina. Bueno, ya pasó.
-De todas maneras creo que si encontraras a la mujer de tu vida, no te importaría nada y te pondrías de novio.
-No sé... tal vez ya la encontré -me miró y sonrió-. Lo que sí sé es que no quiero volver a pasar por lo mismo. Bueno, ya cumplí y no pienso decir una sola palabra más. Ahora contame tu historia.
-Bueno -me arrepentí. No me sonaba bien la verdad; pero o inventaba una muy buena historia o tendría que ser sincera. Tomé valor y confesé.
-Tengo onda con un chico y no se qué siento.
-¿El chico de la carta?
-Sí, yo pensé que sentía algo muy fuerte... -y todavía lo pensaba-, pero apareciste vos y ahora no sé que siento.
-Entonces me parece muy bien que no te quieras poner de novia -me lo dijo en un tono muy gracioso, como si me estuviera aconsejando.
-Gracias... -intenté imitar su tono.
-Bueno, ahora que ya está todo aclarado te puedo volver a pelear, ¿no? -estaba distendido.
-¡No! Dame un día de descanso... ¿Vamos a pasear un rato por el centro?

Así lo hicimos. Notaba que Francisco me miraba y caminaba girando a mi alrededor, parecía no decidirse. En realidad era una situación tensa para ambos. Ya habíamos aclarado nuestros sentimientos e intenciones, y era hora de dar el siguiente paso, pero no era tan sencillo.
-¡Te podés quedar quieto! -le rogué.
-Es que tengo ganas de abrazarte, pero siento que vos no querés -se detuvo frente a mí.
-La verdad es que me cuesta, vivo con una coraza cuando estoy con vos y me cuesta imaginarme a nosotros dos abrazados.
-Eso debe ser porque no tenés mucha experiencia con hombres, y te cuesta la intimidad. Supuse que su intención era intimidarme, pero ya conocía sus manejos y no pensaba caer en la trampa.
-Sorry, ¡vos sos re experimentado! Sin embargo, te quedó una fobia al noviazgo. Para tu información, yo también estuve de novia, y no le tengo miedo a la intimidad... siempre y cuando el hombre que esté a mi lado me seduzca.
-¡Ay! ¡Hoy estás hecha toda una come hombres! -dijo imitando mi voz- Sin embargo el otro día cuando te di el beso te quedaste dura, sin saber que hacer.
-¡No voy a caer! ¿Qué esperás que te diga? ¿Que te voy demostrar lo bien que se besar? ¡Ni loca!... Así no lo vas a lograr... -seguía admirada de mi claridad mental.
-¡Hoy me estás ganando! La verdad que te merecés un beso -no esperó respuesta, me abrazó con fuerza y me besó dulcemente. Tardamos en separarnos-. Ya está, ya era hora de que nos dejáramos de decir pavadas -me tomó por los hombros y me invitó a seguir caminando.


Francisco me gustaba, físicamente me era imposible no sentirme atraída, y su personalidad, tan seguro y tan tajante, me parecía tan atractiva como su físico, pero no estaba segura de que todos sus atributos fueran el merito de su conquista.
Al recostarme en la cama sólo me repetía que tenía razón en no querer arriesgarme con Mariano, ese era el único pensamiento que cruzaba por mi mente. Acababa de besar a Francisco y sólo podía pensar en Mariano. No estaba segura de estar haciendo lo correcto. Pero... en fin, sólo era un transa, no había compromiso, no había legalidad. Lo mejor sería dejar de pensar y dormir.

Capítulo 11

CAPÍTULO 11

-¡Estoy re feliz, re feliz! Les juro que es el hombre de mi vida, estoy enamorada, no lo puedo creer -Lola no lograba quedarse quieta, estaba exaltada. Nosotras la observábamos divertidas.
-Pero apenas lo conociste ayer, ¿cómo podés estar tan segura que estás enamorada? -le preguntó sinceramente Naty.
-No sé, es espectacular. Pudimos hablar de todo, somos muy parecidos. No sé, me encanta. Le dije que nos juntábamos hoy en la playa y me dijo que todos fuéramos a su carpa. Así que, Lucre, decile a Martín y a los chicos que vayan para allá.
Lucrecia acató la orden y se alejó de nuestra sombrilla a gran velocidad.
Cuando regresaron nos sorprendimos al ver un rostro nuevo, y para colmo femenino. Los muchachos nos contaron que era Ángeles, la prima de Lucas, que se uniría al grupo ya que sus amigas habían regresado a Buenos Aires. Ya todos reunidos nos dispusimos a invadir la carpa de Federico.
Francisco y Fede tomaban mate al sol. En cuanto vieron al tumulto de personajes que se acercaba a ellos, se pusieron de pie y se acercaron a recibirnos.
-Bueno, les aclaro que desde hoy y hasta mi último día de vacaciones quiero que sientan a esta carpa como suya -todos festejamos su ofrecimiento. En verdad Federico era muy buena persona.
Noté que Lola estaba tensa, indecisa. No sabía si debía acercarse a él o esperar que él hiciera el primer movimiento. Y gracias a sus deliberaciones, Federico tuvo tiempo de llegar hasta ella para abrazarla y darle un apasionado beso. Me alegré al verla tan feliz y satisfecha por su elección.
Los hombres pronto se agruparon y comenzaron a organizar un partido de fútbol y nosotras aprovechamos para exponer nuestros cuerpos al sol. Ángeles fue la primera en cortar el silencio.
-Los chicos me contaron que ustedes son re simpáticas. Espero que no les moleste que me agregue al grupo.
-¡No, para nada! -nos apresuramos en contestarle.
-Francisco y Federico también parecen macanudos.
-Sí -apenas le dijo Naty.
-Ya me di cuenta de que Lola sale con Fede... ¿Francisco está libre?
Nadie contestaba, supuse que esperaban que yo diera la respuesta, entonces así lo hice.
-Sí, creo que sí -le comuniqué.
No dijo nada más. Se incorporó y nosotras la seguimos con la mirada. Con rapidez tomó el termo y el mate y se instaló entre los hombres para cebárcelo.
-Me parece que está algo desesperada -comentó Lucrecia casi susurrando.
-Mientras que no se acerque a Fede, que haga lo que quiera -concluyó Lola.
-Poty, me parece que tendríamos que aprender de ella -Naty la miraba con admiración. A mi me daba vergüenza ajena.
-Naty, vos no necesitás tirarte encima de los tipos para que te den bolilla. Si vos estás sola es porque vos querés -contesté con indignación.
-Tal cual -me apoyó Lucrecia.

Federico y Francisco congeniaron casi de inmediato con el grupo de Martín. Por eso propusieron salir todos juntos a cenar y luego a bailar, y así lo hicimos.
Bailábamos con Naty, Matías y Lucas cuando Francisco se acercó a nosotros. Comenzó a bailar a mi lado, y agachando su cabeza hasta mi oído me dijo:
-Che, me parece que ayer estuve medio asqueroso con vos, perdoname.
-Francisco, está todo bien con vos -intenté con mi rostro acompañar mis palabras. Debía demostrar que no me interesaba. Debía demostrármelo a mi misma.
-¡Me alegro!, porque me caés bien y tam...
-¡Te robo a Frank! -Ángeles lo tomó del brazo y lo arrastró hacia la barra.
-Me parece que le gusta Francisco -comentó Lucas riendo-. Aunque sea mi prima tengo que reconocer que está un poco desesperada.
-¡Sí! -lo interrumpió Matías-. Hoy estuvo todo el día pegada a Francisco y a él parece que no le molesta.
Nosotras preferimos no emitir opinión, por respeto a Lucas, sólo asentimos con la cabeza.
A la mañana siguiente, volvimos a reunirnos en el balneario de Fede. El grupo de Martín todavía no había llegado.
-¿Conocieron a alguien interesante ayer? -nos preguntó Fede.
-Sí, la verdad es que bailamos con unos chicos divinos, ¿no, Poty? -Naty me miró con una sonrisa.
-Sí, con mucha onda...-le seguí el juego, no sabía a dónde quería llegar.
-¿Y pasó algo? -preguntó Francisco sin quitar sus ojos del diario.
-Eso no te lo vamos a decir si vos no nos contás cómo te fue con Ángeles -se apuró Naty a contestarle.
-¿Cómo me tenía que ir? La verdad es que parece una garrapata. No sé cómo sacármela de encima -seguía parapetado tras su diario.
-Si vos no te mostraras tan contento cuando ella está con vos a lo mejor no te perseguiría tanto -le retrucó. Parecía divertida.
-¿Qué querés? ¿Que le ponga mala cara? No me sale ser así.
-¡Eso no es verdad! -me escuché diciéndole, y entonces tuve que continuar. Francisco apartó su diario para mirarme-. Los hombres son más histéricos que las mujeres...¡Te encanta que Ángeles te esté atrás! Y después te quejás. Si no te gustara no creo que tendrías problema en demostrárselo. Creo que sabes como hacerlo.
Puso su típica sonrisa.
-¿Y a vos te molesta eso?
-¡No! No, obvio que no -debía aprender a quedarme callada-. Lo que me molesta es que digan que nosotras somos histéricas y no reconozcan que ustedes también lo son.
Francisco mantuvo su sonrisa y volvió a tapar su rostro con el diario.
-Florencia, tengo que agradecerte. Gracias a vos estoy descubriendo mi verdadera personalidad. Fede, anotá: arisco e histérico... ¿Mañana qué seré?
Federico largó una carcajada y yo no logré disimular mi enojo.
-¡Tengo mucho calor! Me voy al mar -sin esperar que alguien contestara corrí hasta la orilla.
Bañarme en esa agua tan fría me ayudó a aplacar mi ánimo. Cuando sorteaba las últimas olas me topé con Francisco.
-Ahora me dio calor a mí... ¿me acompañás? -parecía tranquilo, pero con poner cara de bueno no me iba a convencer.
-Estoy cansada. Mejor me voy para la carpa.
-¡Dale! -me tomó de la mano y me llevó mar adentro.
Jugamos un rato barrenando y tirándonos bajo las olas y luego, cansados, salimos del mar.
-¡Increíble! -me dijo- ¿Te diste cuenta que estuvimos como media hora juntos y no nos peleamos?
-Sí... es que cuando no hablás está todo bien. El problema es que de tu boca salen dardos y no palabras.
-¿Te parece? Yo creo que vos sos muy susceptible -comenzaba a asomar su sonrisa.
-¿Querés que empecemos a pelear?
-No -miró como sus pies se hundían en la arena mojada y movió sus dedos-. Aunque en realidad es divertido pelear con vos... ¿no te parece?
-La verdad que no... -no pude culminar mi frase, ya que me distraje observando cómo corría Ángeles hacia nosotros, haciendo que su rubia cabellera se desparramara entre la gente que iba esquivando. Francisco giró para ver en qué me entretenía.
-¡Tenemos compañía! -expresó con alegría y estampó una desagradable sonrisa en su rostro.
Ángeles pegó un salto para poder colgarse de sus hombros y lo saludó exaltada.
-¿Ves, Florencia? Esta es la manera en que a uno le gusta que lo traten, que demuestren que están contentas por estar con uno -odié su actitud sobradora.
-¿Quién no estaría contenta estando con vos, Frank? -Ángeles parecía extasiada.
-Florencia no opina lo mismo que vos.
Esa escena me estaba dando asco. Y las palabras de Ángeles terminaron de arruinarla.
-Es que ella ya tiene su amor esperándola en Buenos Aires, o no se dónde... ¿no Poty? -Francisco borró su sonrisa y me miró intrigado.
-¡No!-contesté enojada. ¿Quién era ella para revelar mis intimidades? ¡¿Y cómo se había enterado?! Francisco no tenía por qué enterarse de la existencia de Mariano, y menos aún por boca de Ángeles.
-No, la verdad es que nadie me está esperando, pero aunque así fuera, no tiene nada que ver. ¿Saben qué? Me voy a la carpa, porque el sol me está calcinando –me sentía furiosa. Definitivamente odiaba a aquella chica. ¿Cómo se habría enterado de Mariano?
Corrí hasta la carpa en busca de Lucrecia y en cuanto la divisé, la aparté del grupo.
-¿Sabés cómo se pudo haber enterado Ángeles de mi historia con Mariano? -noté que Lucrecia me observaba extrañada.
-No, Poty, yo no dije nada. ¿Por qué estás tan nerviosa?
-Entonces fue Naty... o Lola... ¡Sí! A Lola se le puede haber escapado -seguía acelerada y Lucrecia intrigada.
-¿Y por qué es tan grave?
-¡Se lo contó a Francisco! ¡Me re quemó! -me sorprendieron mis palabras, y a ella también.
-Pensé que no te bancabas a Frank -me dijo entre sonrisas.
-Yo también, pero te reconozco que no soporto verlo con Ángeles -me avergonzaba de mis pensamientos, pero no lograba evitarlos.
-Y se ve que para ella sos competencia, porque sino no habría dicho lo de Mariano. Se lo dijo para descartarte.
-¡Qué perra! ¡Ya va a ver quien gana!
No lograba descifrar cuáles eran mis sentimientos, mis intenciones. No entendía si Francisco realmente me gustaba, o sólo quería vencer a Ángeles, o... o Francisco era la excusa perfecta para poner en evidencia todos los miedos que me causaba pensar en alguna relación con Mariano.

Esa noche fuimos a bailar y en cuanto vi que Ángeles se alejaba de la pista, me acerqué a Francisco.
-¿Y tu novia? -le pregunté al oído.
-Gracias a Dios, no tengo novia -no me miró.
-¡Uy! Me confundí, es que con Angie están tanto tiempo juntos que ya parecen un matrimonio.
-Vuelvo a preguntarte, ¿eso te molesta? -ya había aparecido su usual sonrisa.
-No, solamente que no tengo con quien pelear -reconozco que mi postura y mi voz era la que solía utilizar para la conquista.
-¡Entonces escapémonos antes de que vuelva Angie! -tomó mi mano y me obligó a seguirlo.

Esquivando a la masa de gente que ondulaba al ritmo de la música, salimos de “La Luna”.
-¿Vamos a la playa? -me preguntó, pero sin esperar mi respuesta, ni soltar mi mano, comenzó a caminar rumbo al mar. En cuanto llegamos nos sentamos enfrentados en la arena.
-¡Por fin solos! -me sonrió.
-Despreocupate, porque en cualquier momento aparece Angie.
Francisco rió con ganas.
-Sí, ¿no? lo cierto es que no me deja ni un minuto en paz.
-Y a vos te encanta -reproché.
-Y a vos no -me retrucó y clavó sus ojos en los míos.
Me sonrojé, pero logré no ser tan evidente.
-Me molesta que te quejes de ella cuando en realidad te encanta que te persiga.
Me interrumpió.
-Soy un histérico. Ya me lo dijiste, pero vos no te quedás atrás.
Me sorprendí.
-¿Qué?... ¿Y ahora de qué me acusas?
-Vos hacés conmigo lo mismo que yo hago con Angie.
-¡Nada que ver! -me mostré indignada, pero tenía toda la razón.
-Yo estaba bailando lo más tranquilo y vos viniste a buscarme, haciéndote la seductora; pero seguro que si te quiero dar un beso me sacarías corriendo.
-Una cosa no tiene nada que ver con la otra... -¿lo sacaría corriendo?
Se quedó en silencio mirándome.
-Bueno, ¿qué decís del beso?
Volví a sonrojarme, pero logré salir victoriosa.
-¿Sabés qué creo? Que además de arisco e histérico, te falta espontaneidad. Es la primera vez que me piden permiso para darme un beso -intenté mostrarme superada, pero como tantas otras veces, no era fácil amedrentar a Francisco.
-No te pedí permiso para darte un beso, ni siquiera pensaba dártelo, simplemente me quería sacar una duda. Aunque en realidad ya se cómo habrías reaccionado. Hubieras pegado un salto y salido corriendo. Así sos vos.
¡¿Por qué siempre me ganaba?! Siempre se quedaba con la última palabra, y le encantaba hacerme ver como una tonta. Debía vencerlo o unirme a él.
-Me cansás, Francisco. Con vos, cada cosa que digo, la pienso mil veces, y no dejás de pelearme. La verdad es que no sé por qué me buscás, y no sé por qué yo me prendo -me puse de pie y lo miré agotada-. ¿Me acompañás a casa?
-¿Me ayudás a levantarme? -extendió su mano y yo tiré de ella.
Quedó erguido casi instantáneamente, y con movimientos sumamente ágiles, tomó mi cabeza, la acercó a la suya y me besó.
Fue tan rápido que la sorpresa no me permitió experimentar más que la sensación de lo inesperado.
-Te busco porque me gustás. Pensé que te habías dado cuenta -me sonrió y soltó mi cabeza. Tardé unos segundos en reubicarme y contestarle.
-Retiro lo dicho sobre la falta de espontaneidad. ¿Vamos? -sin mirarlo comencé a caminar rumbo a la avenida.
¿Y ahora qué hago? No puedo tener nada con Francisco, no puedo, ¿qué voy a hacer con Mariano?, no dejaba de repetirme. Aunque apenas nos habíamos besado, ya era un serio problema para mí. Había descubierto que me gustaba mucho Francisco, pero eso me hacía cuestionar aún más mis sentimientos hacia Mariano. Yo no debía tener ninguna clase de relación con Francisco. No, definitivamente no debía.
Al llegar a la puerta del departamento comprobé que Francisco me observaba y reía.
-¿Qué te pasa, Flor? ¿Por qué tenés la frente tan fruncida? -nunca había escuchado ese tono de voz saliendo de sus labios, era suave, hasta diría afectuoso.
-Nada. Estaba pensando -no quise mirarlo.
-¿En qué? -como no le contesté, se agachó hasta encontrar mis ojos y continuó- ¿En el chico que te está esperando no sé dónde?
-¿Por qué creés lo que dice Angie? -no sabía si debía ser sincera.
-Porque estoy seguro que tiene razón. La primera vez que te pregunté si tenías novio te pusiste nerviosa, y ahora estás muy pensativa. Está todo bien, que tengas novio no es mi problema.
-No tengo novio. De todas manera, no veo la razón para que estemos discutiendo esto -no entendía qué pretendía, pero me molestaba que se mostrara tan cómodo con mi estado.
-¿No? ¡Qué lástima! Yo pensé que nos estábamos entendiendo, y la verdad, te juro que no te lo digo de engreído, pensé que te gustaba...-su voz cada vez se acercaba más a la usual.
-¿Y que me gustes sí es tu problema?
-Podría decirse... mirá Florencia, esta conversación no nos está llevando a ningún lado. No era mi intención ponerte tensa, al contrario. Darse un beso no implica nada más que eso, por lo menos para mí.
Sus palabras eran la solución a mi problema, si él no planteaba nada serio, yo no tenía por qué sentirme culpable ni por ocultar la existencia de Mariano ni por estar con Francisco; pero me molestaron, me ofendieron, no sé por qué. Tal vez porque salían de la boca de Francisco.
-Ya sé que me vas a agredir cuando termine de hablar, pero siento la necesidad de decirte lo que siento. Yo sé lo que significa un beso, por lo menos para mí. Y todas las veces que di un beso fue por algo, con algún propósito, y siempre hubo una consecuencia. Como de cada cosa que uno hace. Y si yo le doy un beso a alguien es porque quiero algo con esa persona, no porque me la crucé, me pareció linda y listo. Aunque sea porque me gusta y quiero transar.
Francisco intentaba ocultar su tentación, pero no lo logró y dejó ver su sonrisa.
-Disculpame si herí tu sensibilidad. Creo que es evidente que si te di un beso es porque me gustás, pero no era mi intención presionarte a nada. Me gustás, me gustaría pasar más tiempo con vos, sin pelearnos. Qué se yo, salir a bailar, a comer, transar. No te estoy proponiendo nada serio. Estamos de vacaciones, te invito a divertirnos. Diversión sin compromiso, ¿ahora entendés mejor? -su voz volvió a suavizarse.
-Sí, ahora te entiendo. Bueno, ¿nos vemos mañana? -estaba muy confundida, muy incómoda. Aunque no podía negar que Francisco me atraía, hasta me sentía agredida cuando intentaba decirme que le gustaba, y para colmo Mariano... todo esto modificaba mi situación con Mariano. Y yo había provocado esta situación, y no entendía por qué.
-Dale, nos vemos mañana -intentó besarme, pero automáticamente corrí mi cara.
-Bueno, mejor me voy antes de que diga algo de lo que me pueda arrepentir. Chau -no me dio tiempo a contestarle y a gran velocidad se marchó. Pensé correrlo y detenerlo, pero concluí que no era buena idea.
Al entrar al departamento me encontré sola, necesitaba hablar, quería desahogarme. Caminé por las habitaciones, me di un baño y cuando me preparaba para dormir, llegaron las chicas.
-¿Qué te pasó, Poty? Francisco nos dijo que te sentías mal -Natalia parecía muy preocupada.
-Nada, no me siento mal. Salimos a caminar con Francisco y después me acompañó hasta casa. -¿Por qué les había mentido? ¿De qué le servía?
-¿Por qué nos mintió?- Lucrecia se veía enojada.
-¡Sí! Vinimos las tres corriendo a ver qué te pasaba, es un idiota -agregó Lola.
-Y para colmo él se quedó divertido en La Luna -Naty meditó unos segundos y continuó.
-Seguro que se peleo con vos ¿no? -Yo asentí con la cabeza-. Lo que no entiendo es por qué se vengó con nosotras.
-Ahora que pienso bien, me parece que no nos mintió. Me parece que no dijo Florencia está re mal, sino que con Florencia está todo mal -dijo Lola, y no pudimos dejarnos de reir.
-Si quieren les cuento lo que pasó -las cuatro nos sentamos alrededor de la mesa y yo relaté lo sucedido entre ambos.
-Creo que yo también me habría enojado, pero lo importante es qué pensás hacer -dijo Lucrecia.
-Ya sé, ya sé que no estuve bien, pero es que no sé que hacer. Si me engancho con Francisco, ¿qué va a pasar con Mariano?
-Tu preocupación era si no te bastaba con Mariano, y aparece otro chico que te gusta, ¿eso no responde a tu problema? -Lucrecia parecía apasionada con el tema.
-Pero yo lo quiero a Mariano.
-¿Te querés poner de novia con él? -me interrumpió Naty.
-No sé, no sé... -en esos momentos, realmente no sabía nada, no entendía nada.
-Yo opino que hagas lo que sientas ahora, lo que te dijo Francisco es muy cierto, estamos de vacaciones, vinimos a divertirnos. Si tenés ganas de transar con Frank hacelo. Después verás qué hacer -Lola era práctica y concreta-. Ahora, ¿qué les parece si vamos a dormir? -todas coincidimos con ella.

Capítulo 10

CAPÍTULO 10

Era una tarde muy calurosa. Naty y Lucrecia habían ido a caminar con los chicos, pero Lola y yo habíamos decidido quedarnos tomando sol cerca de la orilla del mar.
Yo estaba recostada, mirando desinteresadamente a la gente que caminaba de un lado a otro por la orilla, cuando de pronto lo ví saliendo del mar. Sus cabellos mojados y algo despeinados le daban un aspecto tan sexy que no pude evitar que mi corazón comenzara a golpear con fuerza contra la arena. Sin pensarlo me incorporé y caminé hacia él. Supuse que no me reconocería, pero al enfrentarlo me sonrió.
-Hola -me dijo mientras tiraba sus cabellos hacia atrás-. ¿Vas a meterte? Hoy el mar está espectacular -noté que mientras me hablaba, me examinaba con la mirada, situación que me avergonzó.
-No -le contesté y me animé a agregar-. Te vi y vine a saludarte.
-¡Ah! ¿Estás por acá? –él me hablaba con total naturalidad, como si no le importara.
-Sí, a veces... ¿Vos? -no sabía qué decirle, me sentía muy torpe.
-Vine a visitar a un amigo ¿Caminamos? -volvió a mostrarme su sonrisa.
No estaba segura de que esa fuera una buena idea.
-¿Y tu amigo? -era la perfecta excusa para no negarme pero no ir.
-Él sabe cuáles son mis prioridades -tomándome por los hombros, torció mi cuerpo hacia el sur, para que camináramos.
Me sentía inhibida, no sabía si por timidez o por culpa. Me volvía loca la idea de no saber qué decir.
-¿Cómo te llamás? -preguntó por fin.
-Florencia, pero todos me dicen Poty -me sentí una idiota pronunciando aquellas palabras.
-¿Por qué te dicen Poty teniendo un nombre tan lindo? -se detuvo y me miró, pero yo seguí caminando, entonces él me siguió.
-No sé. Me lo puso un amigo cuando éramos muy chicos, porque no le salía mi nombre. Es algo que no me suelo cuestionar -ya había olvidado que Mariano había sido el primero en decirme Poty.
-¿Te molesta si te digo Florencia?
-No... ¿Vos tenés algún nombre? -las palabras comenzaban a fluir con mayor soltura.
-Sí, Francisco.
Repetí su nombre en voz alta y le pregunté:
-Sos un tipo distante ¿no? -se detuvo y me miró con seriedad-
-¿Por qué? -preguntó intrigado.
-Porque Francisco rima con arisco.
Se echó a reir de tal manera que sentí vergüenza. No había sido una broma, era algo que yo solía hacer con los nombres, para divertirme y ver si alguna vez acertaba. Y su risa me molestó. Yo no me reí, me quedé mirándolo seriamente.
-Así que Francisco rima con arisco -por fin cesó esa carcajada irritante.
-Sí, tampoco era para que te rieras tanto de mi comentario -le dije algo compungida.
-Disculpame. Disculpame ¿si? -me dijo levantando ambos brazos a modo de defensa.
-¿Volvemos? -me sentía incómoda y no logré disimularlo.
-Yo seré arisco pero vos sos susceptible -dio media vuelta y comenzó a caminar rumbo a nuestro balneario.
En silencio llegamos hasta nuestra sombrilla.
-Bueno, yo tengo un amigo en este balneario. Está en la carpa 30. Ahora voy para allá. Si tenés ganas, alguna vez fijate si estoy -me dijo como despedida.
-Yo casi siempre ando por acá -nos despedimos con un beso y él se dirigió a las carpas.
Me sentía derrotada, había sido un muy mal encuentro. No entendía por qué había actuado de una manera tan torpe, supuse que la culpa me dominaba. Me tiré en la lona, a esperar que alguna de mis amigas volviera.
-¿Y? -gritó Lola mientras corría toda mojada hasta la sombrilla.
-Mal, muy mal. Me porté como una idiota -me ponía nerviosa pensar que esa situación me entristecía.
-Pero, ¿te gusta? -Lola se sentó a mi lado y comenzó a secar sus cabellos.
-No sé, es muy lindo, ¿no?
Ella asintió con la cabeza.
-¡Te gusta! - Exclamó riendo.
-No sé, no sé. Pienso en Mariano y no puedo actuar con libertad.
-¡Pero Mariano no está! ¡Tenés 18 años! Nadie te dice que te cases con este pibe. ¡Aprovechá y divertite! No estás haciendo nada malo, nena. Acordate de que no estás de novia con nadie -Lola se había apasionado con el tema-. ¿Te dijo dónde estaba?
-Está en este balneario con un amigo -le conté.
-Bueno -dijo con determinación mientras se ponía de pie-. Vamos a buscarlos. Si no pasa nada con él, a lo mejor yo me engancho con el amigo -me estiró la mano para ayudarme a levantar, y yo le obedecí.
Desde lejos buscamos su carpa y los vimos. Estaban al sol, jugando a las cartas. Su amigo también era atractivo, un tipo alto, musculoso, de cabellos negros y crespos. Tímidamente nos acercamos y al vernos llegar, se levantó.
-Ella es Florencia -le dijo a su amigo, y luego se volvió hacia mí-. Él es Federico.
Federico se levantó y nos saludó a ambas, y Lola se presentó. Federico corrió hacia la carpa para regresar con un par de sillas para nosotras.
-Nos quedamos solas -comentó Lola luego de sentarse- y como Poty me comentó que estaban acá la convencí para que viniéramos, allá no sabíamos qué hacer.
-Me parece bárbaro que hayan venido. Nosotros también estábamos aburridos. Francisco siempre gana al truco, así que ustedes son la excusa perfecta para acabar con esta tortura.
Ambas reímos, Federico parecía muy simpático.
-¿Y a qué se dedican ustedes? -nos preguntó Francisco interrumpiendo los comentarios graciosos que estaba haciendo su amigo.
-Yo estudio derecho, y trabajo en un negocio de ropa que tiene mi mamá -contó Lola.
-¿Así que derecho? Yo también estudio derecho en la UBA -Federico se mostró contento con la coincidencia- ¿Y vos qué estudias? -me miró.
-Psicopedagogía, pero no trabajo -veía que los tres se divertían con la charla. Yo, sin embargo, me sentía bastante incómoda y Francisco parecía colaborar con esta situación.
-¡Qué feo ser mantenida a tu edad! -dijo sin darle importancia a sus palabras. Yo lo miré con seriedad y él me devolvió una sonrisa-. No seas tan susceptible, fue una broma.
-¿Vos qué hacés? -le pregunté sin demostrar que sus palabras me habían molestado.
-Laburo en el estudio jurídico del padre de Fede, pero no estudio derecho, soy asistente social.
-¡Qué coincidencia! Fede y yo estudiamos lo mismo, y ustedes dos también están en el mismo ramo. ¡¿No es bárbaro?! -Lola se veía feliz, y muy a gusto. Comenzó a contarle a los chicos sobre nuestras vacaciones y nuestras vidas en Buenos Aires, y así la charla derivó en distintos temas. Noté que Lola y Federico se agradaban, en cambio, con Francisco no hacíamos más que pelear.
Nos dimos cuenta de que se había ocultado el sol cuando comenzamos a sentir frío. Lola tiritaba, pero parecía no querer moverse.
-Bueno, chicas, me parece que se están muriendo de frío ¿Vamos? -fue Francisco quien tomó la iniciativa, y se levantó.
-Sí, me estoy congelando... ¿vamos, Lo?
-Sí -me contestó no muy decidida.
Torcí mi cuerpo hacia el mar y descubrí que nuestra sombrilla aún seguía clavada en la arena, pero ni Naty ni Lucrecia estaban allí.
-¡Uy, Lola! Las chicas no se llevaron la sombrilla, ¿vamos a desarmarla? -le comuniqué con desgano.
-¡No se preocupen! Yo voy... ¿Me acompañás? -le pidió Federico a mi amiga y ambos se alejaron juntos.
Nosotros los observamos en silencio.
-Es simpática tu amiga -opinó sin mirarme.
Yo tampoco lo miré.
-Sí, y Federico parece divino.
-Es un tipazo -se notaba que lo apreciaba.
-¿Están parando juntos?
-En realidad yo tengo casa en Mar de Ajó, mi familia está allá; pero como Fede está solo, me invitó a que me quedara con él. Pero ahora no se si va a necesitar mi compañía.
Sonreí, comprobé que no era la única que había notado que ambos se habían agradado.
-¿De qué te reís? -me preguntó en el mismo momento en que los chicos regresaban con la sombrilla.
-¿Qué les parece si esta noche vamos a cenar? -propuso Fede.
-Yo estoy de acuerdo, ¿y vos? -Lola me miró y en sus ojos noté súplica.
Antes de contestar quise ver la expresión de Francisco y al verme asintió con la cabeza, entonces acepté.
Dijeron que entre las diez y diez y media de la noche nos pasarían a buscar por nuestro departamento. Cargaron nuestra sombrilla y sus mochilas y nos acompañaron hasta nuestro edificio.

Lola se arregló como no lo había hecho en todas las vacaciones, yo sólo me puse el jean más limpio que tenía y una remera encima, anudé mi cabello en la nuca y dejé que un bucle cayera sobre mi frente.
Faltaban quince minutos para las once cuando tocaron el timbre. Lola me tomó del brazo y me hizo correr hasta el ascensor.
-Me gusta mucho Federico. Deseame suerte -me comunicó con suma seriedad. Así lo hice, y previo revisarse en el espejo del ascensor, salimos a su encuentro.
Noté que Federico también se había esmerado en su aspecto, no así Francisco, el también llevaba puesto un jean, algo gastado y una camisa blanca fuera de sus pantalones. Su cabello aún estaba mojado.
Rápidamente, Lola y Federico se adelantaron para iniciar una conversación, en donde no nos estaba permitido participar. Esta situación se repitió toda la noche.
Era pasada medianoche cuando les propusimos ir a “La Luna”, ya que habíamos arreglado encontrarnos allí con Lucrecia y Naty. Tan pronto como entramos, nos separamos.
-Parece que nuestros amigos tienen mucho de que hablar, ¿no? -me dijo Francisco con una media sonrisa, mientras tomándome del brazo me llevaba hasta unas banquetas ubicadas cerca de la barra.
-Deben estar discutiendo sobre alguna cátedra. Se los ve muy apasionados con el derecho -ya habíamos entrado en confianza, nuestros amigos no nos habían dejado opción.
-Nosotros también podríamos hablar de algo. No sé nada de vos, salvo que te llamás Florencia, que rima con resistencia -lo dijo al pasar, pero me causó mucha gracia y no pude dejar de reírme-. ¿Ves que yo no me enojo porque vos te reís de mis rimas? Dale contame algo de tu vida.
-No sé que decirte. En realidad no hay mucho para contar. Soy hija única, vivo con mi papá en una casa en Palermo, me gusta pintar y tengo 18 años.
No me dejó continuar.
-¡Debés ser muy malcriada! -me mostró una sonrisa. Yo le devolví una cara seria.
-Te aseguro que no soy malcriada, pero vos sos bastante amargo ¿no?
-¡No te enojes! No te bancás ningún chiste -odiaba esa sonrisa que ponía cada vez que decía algo hiriente.
- Ok. Además de ser tan gracioso, ¿cuántos años tenés?
-23 -pensó unos segundos antes de seguir hablando. Deduje que me contaría algo sobre su vida, en cambio preguntó algo que me sorprendió.
-¿Así que tenés novio?
Lo miré extrañada.
-No, te dije que no tengo novio.
-¿Sabés que no te creo? Cuando te lo pregunté, te descolocaste, y te pusiste nerviosa cuando me contestaste... No hace falta que me mientas.
Ya me había agotado su postura de sabelotodo, entonces decidí no dejarme ganar. Si él quería pelear, íbamos a pelear.
-¿Sabés que no me interesa que no me creas? -le contesté en un tono muy sobrador-. Si estuviera de novia, estaría con mi novio en vez de estar perdiendo el tiempo con vos -¡Por fin había logrado dejarlo con esa boca cerrada!
No esperaba mi respuesta, entonces tardó un tiempo en contestarme.
-¿Sabés qué creo? -apoyó sus manos en mi banqueta, inclinando su cuerpo sobre el mío, y agregó- que estás perdidamente enamorada de un chico que ni siquiera sabe que existís, y que todas las noches mirás su foto y llorás por él. -era evidente que creía haber triunfado, pero no me iba a ganar tan fácilmente.
-El problema es que tu teoría está basada en un concepto poco probable. Es imposible que un chico no se fije en mí -le mostré mi mejor sonrisa y continué- ¿o me equivoco? -le dije desafiante.
Él también sonrió.
-Tendría que hacer una estadística -se quedó en silencio, e inclinó aún más su cuerpo. Su mutismo me inquietó, pero no supe cómo revertir la situación.
-Te rompería la boca de un beso -acercó su rostro al mío, pero instantáneamente salté del banco.
-¡Mirá! Ahí están mis amigas. Vení que te las presento -no lo miré, tomé su mano y lo arrastré entre la gente hasta encontrarme con Naty, Lucrecia y Martín.
No pareció agradarle mi desplante, sin embargo se mostró simpático con mis amigos, pero en cuanto le surgió una oportunidad, me alejó del grupo.
-Si no te molesta, voy a ver si por ahí hay alguien que sí tenga ganas de divertirse.
Me sorprendió su comentario, lo nuestro no era una cita, ni yo estaba obligada a complacerlo.
-No me molesta para nada. Tenés todo el derecho a hacer lo que quieras. Si hoy salimos fue para hacerle pata a Lola y Fede -iba a agregar que él había sido quien quería romper mi boca, pero me pareció demasiado.
-Bueno, que tengas suerte. Nos vemos -besé su mejilla y caminé hacia Naty. ¡Qué histérico!, pensé.

Capítulo 9

CAPÍTULO 9

-¡No lo puedo creer! -gritó Lola cuando terminé con mi relato.
Estábamos en su casa planeando nuestras vacaciones, y no pude ocultarle lo que me había sucedido.
-Poty, ¿estás escuchando lo que decís? -estaba fuera de sus casillas, totalmente exaltada.
-Sí, Lola... no lo podía creer ni yo misma, pero pasó.
Mi amiga me observaba sorprendida. Parecía que mi rostro no combinaba con mi historia. Varios minutos me miró en silencio, y luego, se sentó sobre su cama y fijando sus ojos en la alfombra me dijo con sinceridad:
-No, vos me mentís.
Me senté a su lado, cansada de intentar convencerla. Era la primer persona a la que se lo decía, y me costaba hablar sobre ello.
-Entendeme, Lolita, no es un tema fácil para mí. Necesito descargarme, hablarlo con alguien. No sé que voy a hacer.
-Entonces es en serio. Contame detalles -la curiosidad de Lola superaba cualquier intento que tuviera de mostrarse comprensiva.
-No sé, ya te conté todo. Fue espectacular, Mariano es re dulce. La pasé bárbaro.
-¿Te dolió?
-No. Apenas un poco, después.
-¡Qué envidia! A mí sí me dolió. ¿Se cuidaron? -parecía más preocupada.
-Sí.
-Bueno, eso es una tranquilidad, no sea cosa que quedes embarazada.
-¡Por Dios, Lola! Me muero.
Ya había saciado su necesidad de detalles, y pudimos conversar sobre los temas que más me preocupaban.
-Bueno, entonces ¿en qué quedaron? ¿Por qué no se pusieron de novios?
-No sé... nos queremos mucho; pero pensamos que antes de decidir algo, teníamos que enfriarnos y pensar qué es lo que queremos que pase con nuestra relación.
-Yo creo que estás enamorada de Mariano, sino no te hubieras acostado. Acostarte con alguien que no es tu novio no va con vos.
-Pero Mariano es más que un novio. De todas maneras, no se qué va a pasar con nosotros.
-Se van a poner de novios, eso va a pasar.
-No sé, por lo pronto, él se va a Estados Unidos en menos de una semana. Así que tenemos mucho tiempo para pensar.
-Y nosotras nos vamos a la costa. Te va a venir bien.
-Sí, supongo que sí -estaba tan confundida, tan turbada, que no tenía idea de qué me haría bien. No sabía si la conclusión de Lola sobre ponernos de novios sería la mejor. No entendía nada.
No pudimos seguir hablando, ya que se unieron a la reunión Lucrecia y Natalia, y yo no me sentía preparada para contarles lo que me había sucedido con Mariano; pero sí pudimos arreglar qué haríamos en la vacaciones.

Nos volvimos a ver con Mariano el día de su partida a Estados Unidos. Fuimos con sus padres a despedirlo al aeropuerto, y mientras estos tomaban un café, nos separamos de ellos para escondernos tras un negocio. Tomó mis manos y me mostró una sonrisa.
-Extrañame, por favor. No sé que decirte que ya no te haya dicho. Yo pienso pensar en nosotros todo lo que pueda. Vas a hacer lo mismo ¿no? -me miró expectante.
-Sí, Negro, claro. Te voy a extrañar un montón. Cuidate, no dejes que te pase nada, ¿eh?
Solté sus manos para abrazarlo y él tomó mi cabeza para poder besarme largamente.

Cuando el avión se perdió entre las nubes me sentí perdida, pero luego, al pasar los días me alivié. Liberarme de su presencia me dejaría pensar con autonomía. Y así lo hice hasta que nos fuimos de vacaciones.
A principios de enero nos instalamos en un departamento de la familia de Lucrecia en San Bernardo. Las cuatro congeniábamos y nos fue fácil la convivencia.
Éramos cuatro mujeres solteras, ansiosas por divertirnos y, si era posible, encontrar buena compañía.
Ellas tres eran más activas en la playa. Gozaban participando de cuanta clase de gimnasia se ofreciera en el balneario o dando paseos por la orilla del mar. En cambio, yo disfrutaba de la tranquilidad que me daba perderme observando las olas del mar. No podía pedir más que tirarme en la arena y gozar de un buen libro o un mate amargo. Comprendí que mi cuerpo y mi espíritu me pedían soledad y ocio y no encontré una buena razón para negárselo. Por las noches las cuatro estábamos siempre dispuestas a divertirnos. Solíamos ir a bailar a “La Luna”, un pub que quedaba frente a la plaza del centro. Era pequeño, y eso nos agradaba, ya que a medida que transcurrían los días, los rincones y los rostros nos eran familiares.


Ya había pasado más de una semana de nuestras vacaciones. Estábamos en La Luna, junto a la barra. No lográbamos detener nuestra risa. Si alguien nos hubiera observado, habría pensado que estábamos ebrias; pero la causa de nuestra alegría no era el alcohol, sino un muchacho que bailaba desenfrenado frente a nosotras.
De pronto un grupo de chicos se nos acercó. Cada uno de ellos se dirigió específicamente a una de nosotras y comenzaron con su coqueteo.
No pude ver qué sucedió con las demás, ya que mi enamorado me había acorralado contra la barra y me era imposible moverme.
-Hola, me llamo Nacho y se que me estabas esperando -fue su presentación. Estaba tan cerca que no podía verlo claramente, pero si pude sentir su desagradable aliento a alcohol.
-Disculpame, pero no tengo ganas de hablar con vos -le contesté con mi peor cara, pero pareció no importarle.
-Dale, estás sola, vamos a bailar -dijo estirando mi brazo, pero yo me aferré a la barra.
Allí, pude observar que mis amigas habían desaparecido y me desesperé pensando que me sería difícil deshacerme de ese individuo.
-Mirá, Nacho, no tengo ganas de bailar con vos, ¿entendés? -intenté mostrarme aún más desagradable, pero nuevamente pareció no importarle.
-Ok, entonces transemos -me contestó sonriéndome y volvió a acorralarme. Acercó su boca a mis labios, y aunque corrí rápidamente mi cara, él siguió mis movimientos con la suya.
-¡Sos un tarado! ¡Andate! -le grité luego de forcejear unos momentos en vano, pero él no se movió.
Estaba a punto de gritar por ayuda cuando de pronto me sentí liberada. No entendí qué sucedió, pero al fijar mi vista lo ví hablando con un muchacho algo mayor. Escuché que le pedía disculpas para luego alejarse.
Aún no comprendía lo sucedido, entonces miré a este hombre esperando una respuesta.
-De nada -me dijo sonriendo, mientras apoyaba su brazo en la barra.
-Gracias, ¿qué le dijiste? -me pareció muy agradable.
-Que era tu novio y que si te seguía molestando le iba a romper la cara -contestó con la misma sonrisa.
Luego de examinarlo comprendí por qué Nacho no opuso resistencia. Mi salvador era alto y bastante musculoso. Su espalda estaba demasiado bien formada. No le habría costado ganarle al borracho. Seguí observándolo, me pareció muy atractivo. Su rostro me resultaba perfecto. Tenía unos intensos ojos azules, su nariz y su boca eran bien masculinas, tenía una barba de días, su cabello era castaño y ondulado y caía sobre sus hombros... era encantador.
-Así que tus amigas te abandonaron cuando estabas en problemas -me dijo riendo luego de explicarle cómo había comenzado el incidente.
-Sí, se ve que sus chicos eran más interesantes y ni siquiera se fijaron en mí. Deben andar por ahí -le comenté y barrí la pista con mis ojos intentando divisarlas en vano.
-¿No las ves? -me preguntó al observar mi movimientos con la cabeza.
-No... no importa, esto es chico. Ya nos encontraremos.
-¿Querés que te ayude a buscarlas?
-No... no te preocupes, seguramente tenés algo más divertido que hacer. No me molesta estar sola.
Volvió a sonreírme.
-La verdad es que no tengo nada más divertido que hacer, y seguramente si me voy no vas a estar sola mucho rato.
Comprendí que había sido un piropo, entonces bajé mi vista. Su mirada me turbaba, me hacía sentir inquieta.
-Y decime, ¿tenés novio? -su pregunta me tomó por sorpresa. Levanté mis ojos y lo miré sorprendida. Inmediatamente apareció la cara de Mariano. Cerré mis ojos para que se borrara esa imagen y volví a mirarlo.
-No, no tengo novio... ¡Qué buena música! Tengo ganas de bailar -me sentí una mentirosa, aunque no había mentido. Necesitaba escapar de esa situación.
Como no me contestaba comencé a caminar hacia la pista y él me siguió. Bailamos sin hablar hasta que Lola me vino a buscar para irnos.

Nos despertamos cerca del mediodía y con desesperación corrimos hacia la playa. Como debíamos ponernos al tanto de la noche anterior, las cuatro nos sentamos en ronda para comenzar con el parte. Natalia fue la primera.
-Transé con un pibe bastante macanudo, pero nada interesante. Me preguntó dónde parábamos y le dije que estábamos en Pinamar. Espero no encontrármelo por la playa -esa era la típica actitud de Naty con los hombres. Le encantaba mantenerlos bien lejos.
-Yo estuve con un pibe divino, me encantó. Está con unos amigos a dos o tres balnearios de acá. La verdad es que me gustó bastante -nos contó Lucrecia entusiasmada- ¿Después podemos ir a visitarlos? ¡Por favor!! -nos suplicó al ver que ninguna le contestaba.
-¡¡¡Sí!!! -le gritamos en coro y se conformó.
Noté que Lola me observaba con picardía, esperando que contara mi historia. Pero preferí cederle mi turno.
-Yo transé con un chico que estaba muy bueno; pero me dijo que estaba en Pinamar y que sólo había venido por anoche. Ahora me pregunto si me habrá metido esa excusa, como hizo Naty.
No pudimos menos que reirnos ante su conclusión, y luego no tuve más remedio que hablar. Me sentía en falta, culpable, y sólo había bailado con un chico.
-Yo bailé con un chico que me salvó de ese pesado que se me tiró encima cuando ustedes me dejaron sola -intenté reprocharles para derivar el tema; pero no sirvió de mucho
-¿Y? -preguntó ansiosa Lola.
-Nada. Está muy bueno; pero me sentí que estaba engañando a Mariano. Así que casi no hablamos, ni siquiera sé cómo se llama ni dónde está. Mejor, así no me meto en líos.
Ya todas sabían lo que había sucedido entre el Negro y yo, por eso sentía la libertad de decir lo que sentía.
-Vos y Mariano todavía no son nada, y si este chico te gustó te puede ayudar a decidirte qué querés hacer con Mariano. Pensalo. Si hay otro tipo que te atrae, por algo debe ser -me aconsejó Lucrecia.
-Es verdad. Pero por suerte ni sé donde está, así que no tengo por qué preocuparme. Contanos más de tu chico, que parece ser el único que fue realmente importante. ¿Cómo se llama?
A Lucrecia se le iluminó el rostro, y comenzó a contarnos sobre Martín, que así se llamaba.
Luego de tomar sol un rato, Lucrecia no soportó más y tanto nos insistió que la acompañamos a buscar a “su chico”. Era un grupo divertido de muchachos con los que se encontraba y casi de inmediato congeniamos. Fue así que comenzamos a compartir con ellos la mayor parte del tiempo de nuestras vacaciones. Por supuesto Lucrecia y Martín iniciaron una relación que parecía sería duradera.

Capítulo 8

CAPÍTULO 8

Era tiempo de pensar, debía frenar al mundo que se abalanzaba sobre mí a toda velocidad, y meditar mis actos.
Agoté mis pensamientos con Mariano. Me veía entre sus brazos y no lograba reconocerme, pero sólo el recuerdo de aquellas sensaciones me llenaba de gozo. Eso era lo único que tenía en claro respecto a él.
También pensé mucho en Gastón. Él me agradaba, pero era demasiado evidente que no estaba enamorada de él. Era momento de terminar nuestra relación; pero por cobardía o compasión decidí esperar para decírselo cuando acabara de rendir sus finales. Fueron apenas unos días en los que, de todas maneras, no nos vimos porque ambos estábamos estudiando.
Con esa misma excusa tampoco nos vimos demasiado con Mariano. Lo extrañaba, pero por primera vez, pensaba cumplir con mi propósito. Entonces, era mejor evitarlo.


Había llegado diciembre y con él, el intenso calor. Mi físico no lo soportaba y mi espíritu tampoco. Luego de nadar en mi pileta, me bañé y con determinación caminé hasta la casa de Gastón. Me recibió somnoliento, pero pareció agradarle mi visita.
-Hola, Poty, estaba durmiendo la siesta. Mi familia se fue a una quinta y yo me quedé para descansar.
-Disculpame, si querés vuelvo más tarde -era un buen momento para escapar. Sus ojos celestes me conmovían y no me dejaban actuar con claridad.
-No, pasá, tenía muchas ganas de verte -me abrazó y fuimos juntos hasta el living. Ambos nos sentamos en el sofá. No me salían las palabras, comenzaba a ponerme ansiosa.
-¿Qué te pasa, gordi? -preguntó con inocencia, clavando su mirada en la mía.
-Estuve pensando -dije tartamudeando-, creo que... tenemos que hablar -continué con timidez.
-¡No!... ¿De qué querés hablar? Hace mucho que no tenemos un rato para estar juntos y tranquis... -me rodeó con sus brazos y comenzó a besar mi cuello. Logró desconcentrarme y estuve a punto de sucumbir.
-Gastón, así no te puedo hablar, y realmente necesito decirte algo -sentí que le suplicaba, pero él ya estaba encima mío, y su cuerpo me envolvía inmovilizándome.
Comenzó a besarme de un modo desenfrenado, invasor, que me causó asco. Corrí mi cara e intenté incorporarme, pero su peso no me lo permitió.
-Gastón, por favor pará. No quiero transar, por favor. Levantate, no me siento bien -le dije enojada.
-No, mi amor, vas a ver que está todo bien -con el tiempo supuse que Gastón sospechaba de qué quería hablarle, y por eso debía haber intentado todo cuanto estaba a su alcance para hacerme cambiar de opinión; pero lo único que logró fue empeorar la situación.
Se transformó, su cuerpo tomó más fuerza y vigor. Siguió besándome, no con pasión, más bien con furia, y a frotar su cuerpo contra el mío. Aunque intentaba, me era imposible levantarme. Era mucha la fuerza que él ejercía sobre mí. Intentaba tocar todo mi cuerpo y mis manos apenas lograban detenerlo. Sentí náuseas, pero no presté atención a mi malestar. Simplemente luchaba por liberarme de él. Cuando vi agotados todos mis recursos comencé a llorar, supongo que de impotencia; pero a Gastón tampoco le importó.
Por fin, luego de cierto tiempo que no sabría precisar, comprendí que había descargado su furia junto con su necesidad sexual, y aprovechando su cansancio, lo empujé con todas mis fuerzas y salté del sillón.
-¡Sos un hijo de puta! -le grité tan fuerte como pude- ¡Te juro que no me ves nunca más! -agregué. Luego lo miré, apreté mi puño y lo golpeé justo en el centro de su cara. Cuando comprobé que su nariz sangraba, salí corriendo de ese lugar.

Corrí sin pensar, mi cuerpo estaba convulsionado, y sentía que el aire que golpeaba en mi rostro me hería. No veía, sólo corría. No tenía noción del tiempo, y menos aún del espacio. Choqué con un par de personas en mi fuga, hasta que di con algo que me resultó familiar. Sin pensar llegué hasta el edificio de Mariano. Toqué su timbre con efusividad y pronto me contestó. No podía esperar al ascensor, entonces subí los tres pisos por la escalera. Al llegar a su departamento golpeé la puerta sin cesar hasta que me abrió.
-¡¿Qué te pasa?! -me preguntó enojado, pero al observarme, cambió su postura- ¿Qué pasó? -volvió a preguntarme asustado y me abrazó para hacerme entrar.
No lograba pronunciar palabra, quería contarle y llorar, pero no podía. Sentía una fuerte presión en la garganta que me lo impedía.
-¡Por Dios, Poty! ¿Qué pasa? -gritó y sacudió mi cuerpo reiteradas veces.
-No te preocupes -le contesté para luego abrazarlo. Cerré mis ojos y por un largo rato no los volví a abrir.
-¿Poty? -sentí su mano en mi espalda... abrí mis ojos y giré hacia su voz- ¿Estás mejor?
Estaba mejor, más tranquila, por eso le sonreí como respuesta.
-¿Querés algo? ¿querés que llame a alguien? -estaba preocupado, pero yo no debía preocuparlo más.
-No, Negro, ya estoy mejor -le dije mientras me incorporaba. Él tomó mi mano y caminamos hasta el comedor.
-El mate está recién hecho -me dijo señalando la bandeja que estaba sobre la mesa- y sino te preparo un té.
Negué con mi cabeza, entonces corrió una silla para que me sentara y lo obedecí.
-Gracias, Negro... perdoname que te haya asustado -estaba serena, ya podía ver las cosas con mayor claridad.
-¿Qué pasó? -me preguntó intrigado. Tomó una silla, la giró y se sentó con el respaldo entre sus piernas, luego apoyó su cabeza en éste para mirarme con atención. Tomé un mate y comencé con mi relato.
-Fui a la casa de Gastón para cortarle, y cuando estaba por hablar, él se me tiró encima y empezó a franelearme, me tocaba, se apoyaba en mí -recordarlo me angustió, y en mi rostro se instaló una mueca de asco-. Yo le pedí que me dejara y no me hizo caso. Me obligó, Mariano. Yo lloraba, lo empujaba y no le importó -nuevamente sentí la presión en mi garganta.
-¿Te sacó la ropa? ¿Te violó? -dijo exaltado, mientras se ponía de pie y caminaba de un lado al otro.
-No, no me sacó la ropa, pero me obligó a hacer algo que no quería. Cuando acabó pude zafarme.
-¡Qué hijo de puta! -gritó y golpeó la puerta de la cocina con furia -¡Voy a romperle la cara! -agregó con determinación y dio un paso hacia la salida.
-¡No, Negro! Ya está, yo le rompí la nariz de una piña. Ya está. Yo te necesito acá conmigo. No quiero que te vayas.
-Si, Po, claro... -se acercó y me abrazó fuertemente- Yo siempre te voy a proteger -me dijo con dulzura mientras posaba sus labios en mi mejilla. Yo sabía que así sería, por eso me quedé tranquila entre esos brazos.
-¿Querés que vaya a alquilar una película, así nos distraemos un rato? -dijo rompiendo el silencio que se había instalado en la habitación-. Te voy a alquilar una de amor, ¿dale?
-Bueno -besé su mejilla y dejé que se fuera.

Nos instalamos en su cuarto a ver la película, y no pasó mucho hasta que me quedé dormida.
Me desperté cerca de la hora de cenar, Mariano estaba a mi lado, también se había dormido. Al moverme, abrió sus ojos.
-¿Te vas? -me preguntó entre bostezos.
-La verdad es que no tengo ganas de ir a casa. Papá ya se fue y no tengo ganas de quedarme sola.
-Entonces quedate a dormir, yo tengo que preparar unas cosas para el laburo. Me podés hacer compañía.
-Bueno... ¿me puedo dar un baño? -me sentía sucia, molesta con mi cuerpo.
-Dale, yo mientras tanto preparo la comida.

Estuve largos minutos bajo la ducha, el agua caliente me recompuso. Ya me sentía mejor. Podía ver lo ocurrido con más claridad. Cuando salí, Mariano había servido la cena.
-¿Sabés? -le dije mientras observaba mi sándwich- creo que descubrí qué es lo que me hizo sentir tan mal hoy. No fue solamente que Gastón me manoseara y me apoyara. Muchas veces habíamos estado en situaciones parecidas. Lo horrible fue que me obligó, que para él no era yo la que estaba ahí, era una bolsa de papas. Y lo más triste fue descubrir cómo era Gastón. Aunque no estaba enamorada, lo quería. Pensaba que era una buena persona, que me quería, que le importaba. Y hoy descubrí que no era así. Me siento muy decepcionada, y usada. Eso me da mucho asco -no logré controlar las lágrimas que brotaron de mis ojos.
-Te entiendo -acotó dando un gran mordisco a su hamburguesa.
-Por lo menos puedo rescatar que me sirvió para darle un corte definitivo a nuestra relación. Y además no me siento culpable. Por suerte me di cuenta de que Gastón no era para mí.
-Lástima que tuviste que pasar por esto. Te juro que me muero de ganas de romperle la cara. Se lo merece -estiró su mano para acariciar la mía.
-Preferiría que enterráramos esta historia y hacer de cuenta que Gastón nunca existió.
-Como digas, pero más le vale que no me lo cruce. Tengo algo para contarte... ¿Querés?
Asentí con la cabeza, entonces tragó su último mordisco de sandwich para poder hablar.
-El miércoles corté con Jimena. No fue tan duro como pensé. Lloró un poco, pero se la bancó bastante bien -se quedó callado mirándome, reclamando una respuesta.
-¿Y vos cómo te sentís? -sólo surgió de mis labios.
-Bien... más liviano, aliviado. Era lo que tenía que hacer... ¿Querés algo de fruta? - no entendí por qué cambió de conversación tan abruptamente, pero accedí.

Luego de mirar la televisión, sin lograr ver nada, volví al living donde Mariano estaba trabajando.
-Negro, ¿me darías algo para dormir?
Sin contestarme fue hasta el placard, y luego de revisar me arrojó una remera.
Luego de cambiarme fui a despedirme de él.
-Bueno, me voy a dormir. Gracias por escucharme... y por consolarme -lo abracé y besé su mejilla.
-Para eso existo, Poty -besó mi frente y volvió a sus apuntes.
Él durmió en el sofá.

Sentí un cosquilleo que me obligó a despertarme, y al abrir mis ojos me encontré con el rostro de Mariano.
-¡Buen día!... ¿dormiste bien? -estaba sonriente y parecía muy animado.
-Hola, Negro. Tengo sueñito... -intenté volver a cerrar mis ojos pero no me lo permitió.
-Preparé el desayuno, dale Poty, ya dormiste un montón -colocó una bandeja sobre mis rodillas, para que no pudiera negarme.
Había en la bandeja dos submarinos y algunas medialunas.
-¿Te levantaste temprano? -le pregunté intrigada, tenía demasiada energía, y hasta había ido a la panadería.
-Sí... no pude dormir mucho, así que preferí levantarme y salir. Caminé un rato por ahí, y después vine a preparar el desayuno. Estuve pensando mucho ¿sabés?
Pensé que continuaría hablando, pero se detuvo e introdujo una medialuna en su boca.
-¿Qué te pasa, Negro, qué pensaste? -se había sentado a mi lado; pero lo notaba tenso, incómodo, a la vez, en su rostro había una expresión difícil de explicar, sus ojos brillaban, en sus labios se dibujaba una sutil sonrisa y sus mejillas estaban sonrojadas. Me enterneció verlo en ese estado mezcla de indefensión e inquietud.
-¿Qué pasa, Negrito? -acaricié su barbilla y esto lo hizo ruborizarse aún más.
-Estuve pensando mucho, casi toda la noche. Estuve pensando en vos -no pudo mantener mi mirada, y giró para mirar la ventana-. Necesito que entiendas que te quiero y que me preocupo por vos, que no quiero que sufras, no soporto verte mal.
Dejé la bandeja en el piso para poder abrazarlo... ¡No podía ser tan dulce! Yo también lo quería con toda mi alma, él también lo tenía que entender.
-Mariano vos sos el único con el que me siento bien, y protegida, por eso estoy acá. Yo también te quiero.
Besé su mejilla, y entonces él volvió a girar para enfrentarme.
-No está mal esto que sentimos, ¿no?
Negué con mi cabeza y volví a besarlo. Sentí la necesidad de abrazarlo, de esconderme en su pecho. Supongo que él sintió algo similar. Así nos quedamos, abrazados, atados sin permitirnos realizar algún movimiento. Pero era inevitable. No había manera ni motivo de seguir eludiendo lo que sentíamos, lo que nuestros cuerpos nos querían decir, aunque nuestra razón no lo pudiese aceptar.
Mariano me miró con recelo, para luego sonreírme y pegar sus labios a los míos. Sentí sus manos adueñándose de cada parte de mi cuerpo, mientras las mías ansiosas intentaban abarcar cada centímetro del suyo. Su dominio sobre mi ser fue creciendo de un modo casi imperceptible. Ya no había nada que decir ni pensar. Nuestros cuerpos sabían perfectamente como actuar.
Allí estábamos los dos flotando en un mundo aparte, despojados absolutamente de todo... salvo de ese sentimiento que no nos permitía despegarnos.
Experimenté un centenar de sensaciones estando allí desnuda entre su cuerpo. Amarnos fue una experiencia inexplicable.
Al terminar, Mariano hundió su cabeza en mi pecho para pronto quedarse dormido. Yo no quise moverme. Intentaba grabar esa escena en mi memoria, los olores, los sonidos, las sensaciones de mi organismo. No pude dormirme, no quise. Me quedé contemplándolo y acariciando sus cabellos.

Abrió sus ojos y se incorporó para poder mirarme. Yo no lograba pronunciar palabra. Sus ojos me hicieron tomar conciencia de mi desnudez, me hicieron tomar conciencia de cada acto que había realizado. Esa mujer que lo había amado, que había hecho cosas que jamás había pensado que pudiese hacer era yo. Era Poty, y él era Mariano.
-Hola Po, ¿estás bien?, ¿te duele algo? -me preguntó con suavidad, mientras acomodaba mis cabellos.
-Estoy bien... me duele un poquito... -le contesté sin moverme.
-¡Uhy! ¿Puedo hacer algo? -preguntó con demasiada ternura y besó suavemente mis labios.
-No... estoy bien, supongo que es normal, ¿vos estás bien? -me costaba mirarlo a los ojos.
-¡Bárbaro!... No puedo creer lo que hicimos... -dijo con naturalidad mientras se levantaba para caminar hasta el baño- Me voy a bañar, ya vengo... -me gritó. Yo aproveché para buscar mi remera entre las sábanas y con suma rapidez me la coloqué, con mayor dificultad encontré mi ropa interior.
Entonces se volvió muy real lo que había sucedido en aquella habitación. No estaba arrepentida, no... ¿cómo podría estarlo?; pero tampoco estaba segura de que eso fuera lo que deseaba para nuestra relación. Lo quería demasiado a Mariano, lo necesitaba, era fundamental en mi vida, pero una amistad era más segura, un romance mucho más frágil. ¿Valía la pena poner en peligro nuestra relación? Aunque la pasión que en esos momentos nos dominaba era tan grande y el placer que me causaban sus besos y sus caricias inigualables, ¿podría todo eso perdurar más que nuestra amistad? ¿Bastaría para cubrir todos los afectos que antes no cubría?
-¿Qué pensás, Poty? -interrumpió mis razonamientos.
-Pensaba en nosotros... ¿Qué vamos a hacer con esto que nos está pasando? -le contesté con seriedad.
-Yo me siento muy feliz, creo que era inevitable que esto pasara. Los dos lo queríamos, ¿no? -comenzó a caminar hacia mí, con una sonrisa pícara, pero mis palabras lo detuvieron.
-Sí, pero yo no sé si quiero arriesgarme a tener un noviazgo con vos, y eso me preocupa.
-¿Por qué? -parecía sorprendido, intrigado.
-¿Y si nos damos cuenta de que no funciona? ¿Si se acaba la pasión? No vamos a poder volver atrás, y yo no estoy dispuesta a perderte. No, no pienso perderte, por eso no sé si me animo a probar.
-Ya no hay vuelta atrás, Poty. Algo muy fuerte nos está pasando. Es algo lindo. Yo tampoco quiero perder tu amistad, pero creo que algo cambió para siempre.
-¿Y si nos estamos confundiendo? ¿Vos te arriesgas a perder todo lo que tenemos?
Se sentó en la cama y escondió la cabeza entre sus manos. Al rato me contestó.
-Hacerte el amor fue lo mejor que me pasó en la vida. Te lo digo en serio. En realidad, estar con vos es lo más lindo que tengo, y la verdad es que no sé si me animo a arriesgar nuestra relación, aunque creo que podría llegar a ponerse mucho mejor. Lo de esta mañana fue espectacular. No sé que pensar...
Me senté a su lado y me aferré a su cintura.