CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 7

Estaba tan obnubilada con lo sucedido que no podía pensar con claridad. No lograba engarzar al hombre que había descubierto aquella noche con Mariano. Mariano era mi amigo, con quien me peleaba para luego reconciliarme, quien sabía todos mis secretos, quien me socorría cuando me sentía víctima de una injusticia. Era mi amigo, y siempre quedaba un lugar para esa otra persona con quien fantasear, otro hombre que cubría mi cuota de amor. Y era él quien me consolaba cuando yo sufría por un amor no correspondido. Pero si él comenzaba a ocupar el lugar de ese otro hombre, dejaba un agujero en un lugar mucho más importante. Eran demasiadas dudas, demasiados sentimientos entremezclados, y miedo, mucho miedo. Y yo le tenía mucho miedo al miedo. Entonces me permití no pensar y hacerle caso al consejo de Mariano. El tiempo nos daría la solución.
Pero el tiempo no se tomó mucho tiempo. Ese sábado -tres días luego de nuestro encuentro- era el cumpleaños de Matías. Se haría una reunión en su casa, donde aprovecharían también a festejar el cumpleaños de Mariano. No podía dejar de ir, Matías era el mejor amigo de Gastón.
Para mí era una situación por demás desagradable. No sólo porque estaríamos Gastón, Mariano, su novia y yo encerrados en la misma habitación, sino porque Matías no era de mi agrado.
Decidí poner mi mejor cara de idiota y, arrastrada por Gastón, entré a aquel lugar que supuse sería peor que el infierno. El primer personaje que se presentó ante mis ojos fue Jimena. Estaba sentada con sus piernas cruzadas, en un sillón de un cuerpo. Parecía pertenecer a la realeza. Con solo oler su perfume comprobé que la detestaba. Llevaba su cabello lacio y rubio suelto, y lucía un traje rosado bien ceñido al cuerpo, que apenas tapaba su cola. Definitivamente distaba de ser mi ideal de mujer. Mariano estaba sentado en el brazo del sillón, rodeando con su brazo a esa escultura de mármol.
Al vernos, nos sonrieron y Mariano se acercó a recibirnos. Se abrazaron con Gastón y luego me besó en la mejilla.
-No pensé que venías -me susurró al oído y volvió a su sitio.
Luego nos llegó el turno de saludar al otro agasajado. Con una sonrisa impostada, lo besé y felicité y también fuimos presentados con su novia. Aunque mi fidelidad a Lola me hacía odiarla, debo reconocer que me pareció un personaje pintoresco. Tenía un aspecto extraño, mezcla de hippie con marginal. Era muy alta y flaca, de tez bien blanca, cabellos negros, largos hasta su cintura y ondulados. Llevaba puesto un vestido de bambula suelto, y largo hasta los pies y suecos de cuero marrón. No podía imaginar por qué Matías la había preferido a ella pero, como dicen, el amor es así.
Con Gastón hicimos un recorrido por todos los pequeños grupos y luego nos acomodamos cerca de la mesa. Pronto se acercaron el cumpleañero y su novia, Tatiana, y al tiempo se nos unieron Mariano y Jimena. Como iba a ser una charla difícil de sobrellevar, decidí tomar una cerveza para aflojarme un poco. Era una buena excusa, en caso que dijera algo inapropiado.
Luego de cada comentario gracioso que hacía Mariano, su novia, que lo tenía bien aferrado por la cintura, festejaba su hazaña dándole un pequeño beso en la boca. Situación que logró asquearme.
Entonces, decidí abrazar con fuerza a Gastón. Él se sorprendió ante tal demostración de afecto, ya que en los últimos días, apenas le permitía tocarme, y aprovechó aquel momento. Comenzó a besarme tímidamente, pero al ver que era correspondido, me alejó del grupo y me besó con efusividad. Fueron apenas unos minutos que lograron que su rostro se transformara. Lo noté feliz. Cuando volvimos a unirnos al grupo, percibí que Mariano me observaba con disgusto. Le sonreí y bebí otro vaso de cerveza. Él me hizo un gesto con la cabeza que traduje en algo como “andá para el pasillo”, lugar que quedaba detrás de una puerta y donde supuse se encontraría el baño. Por lo tanto, luego de unos minutos dije que necesitaba ir al baño y Matías me indicó que estaba justo donde yo pensaba. Mariano ya había desaparecido de la escena, supuse que estaría esperándome. Efectivamente, así era.
-¿Por qué viniste? -parecía algo irritado.
-Porque me lo pidió Gastón. No tenía nada de ganas, pero como me siento en falta con él, accedí.
En ese preciso momento me sentía en falta con Mariano, esta situación era demasiado extraña.
-En realidad no tengo por qué pedirte explicaciones -pareció reflexionar- lo que pasa es que es una situación de mierda. No me gusta que me veas con Jimena y no soporto verte con Gastón. Vamos a tener que hacer algo al respecto -había fruncido su ceño.
-Tenés razón, en cuanto pueda me voy. No tendría que haber venido, perdoname Negro, disfrutá de tu cumple -giré para regresar al living, pero me tomó del brazo para que lo mirara y me besó con desesperación. No podía besarlo estando a metros de Gastón, no estaba nada bien.
-Pará, Negro... este no es el momento -le dije algo enojada y me escapé de allí.
Al regresar noté que ni Gastón ni Matías estaban donde los había dejado, sin embargo Jimena y Tatiana me hacían gestos para que me acercara. Ya estaba tan mala la noche, que me resigné y fui hasta ellas. Al acercarme nos sonreímos. Era evidente que nada había en común entre nosotras. No nos conocíamos y, en consecuencia, no sabíamos de qué hablar.
-Matías me comentó que vos y Mariano son como hermanos -dijo de pronto Tatiana intentando comenzar alguna conversación.
-Sí. Los dos somos hijos únicos y nuestros padres son amigos, así que desde chiquitos somos muy unidos -le expliqué deseando que allí se diera por terminado el tema.
-Sí -agregó Jimena- yo al principio sentía unos celos terribles por vos, pero después me di cuenta de que Nano piensa en vos como en una hermanita.
¿Desde cuándo Nano?
-Claro -apenas contesté.
-Además, cuando te conocí me di cuenta de que no sos para nada el estilo de chicas que le gusta a Nano. Cuando te vi se me fueron inmediatamente los celos, tu apariencia me tranquilizó –sonrió con suavidad.
¿La Barbie me estaba ofendiendo? Me preguntaba si era intencional o si yo estaba demasiado susceptible. Aunque no estaba segura de su intención, su comentario había sido por demás descortés. No sería una barbie, ni tampoco quería serlo, pero me consideraba una chica atractiva, o por lo menos interesante. Devolví su sonrisa y su adversidad.
-La verdad es que no nos atraemos para nada -afilé la puntería y continué- cuando cumplí 18 años, mis amigos me hicieron una prenda. Tuvimos que besarnos con Mariano por más de 1 minuto, y después del beso todo siguió igual. Él te debe haber contado esto, ¿no? -Jimena se hundió en un vaso de coca, mientras Tatiana nos miraba divertida, ¿cómo negarle a un ser humano la posibilidad de sonreír?
-Además, todos lo veranos él se queda a dormir en casa, cuando papá se va de viaje. Días y noches enteras juntos y solos, y jamás pasó nada. Eso ratifica que no hay la más mínima tensión sexual entre nosotros... ¿no te parece, Tatiana?
-Claro, son como hermanos -me contestó y torció su cabeza para observar a Jimena. Yo la imité. Su expresión se había transformado. Ya no tenía ese aspecto angelical, se había ruborizado y sus facciones endurecido.
-Mariano no me comentó que pasa los veranos en tu casa. Debés estar exagerando -intentó dibujar una sonrisa.
-Seguramente para que no te pusieras celosa, ¡qué tonto! ¿no?, si vos sabés que conmigo no corrés riesgo -contesté poniendo voz de inocentona.
Noté que Tatiana debió esconder su tentación tras una empanada.
-Disculpen, chicas... tengo que ir al baño -nos dijo Jimena y huyó de la conversación que sabía no podía ganar.
-Te tiene celos -afirmó Tatiana.
-No sé por qué, si “no soy nada atractiva para Nano” -dije imitando su tono de voz- Te confieso algo... no entiendo como Mariano puede estar con una chica así, pero es su vida.
-Para mí tampoco hacen buena pareja; pero el amor es así. Es una lástima que se lleven mal porque siendo ustedes dos tan amigos, sería bueno que pudieran salir los cuatro.
Nada más lejos de mi realidad había que una salida de nosotros cuatro. Nada más lejos de mi realidad era la situación que estaba viviendo aquella noche. De pronto me entristecí.
-Disculpame, Tatiana, pero no me siento bien, me parece que la cerveza me cayó mal. Voy a decirle a Gastón que me voy a casa -y así lo hice.


El domingo me levanté pasado el mediodía. Mi padre, en vano, había intentado despertarme temprano para acompañarlo a almorzar a casa de una tía. Entonces me descubrí sola en mi hogar.
Ya estábamos en noviembre, en consecuencia, los días era más calurosos y se sentía confortable bajo el sol, por eso decidí preparar mate y salir a tomarlo recostada bajo el sauce de mi jardín. Esto me causaba una gran sensación de tranquilidad, mi mente se ponía en blanco y lograba disfrutar con intensidad de la belleza que me ofrecía la naturaleza. Pero esta situación fue abruptamente interrumpida al sonar el timbre de la puerta de entrada. Con pereza me incorporé y fui a averiguar quién se dignaba a interrumpir mi tranquilidad. Era Mariano, quien en esos tiempos siempre perturbaba mi tranquilidad.
-Pasá -le dije resignada, y sin mirarlo volví al jardín. Él me siguió.
Miró a su alrededor.
-¿Estás sola? -me preguntó en voz baja.
-Sí, papá se fue a almorzar a casa de tía Ana, yo preferí seguir durmiendo -me tiré nuevamente bajo el árbol.
-Entonces puedo hablar con tranquilidad -se recostó a mi lado, usando su brazo de apoyo- ¿Qué le dijiste ayer a Jimena? -no me sonó enojado, más bien curioso.
-No sé, muchas cosas -contesté haciéndome la desentendida.
-Anoche estaba como loca, y terminó confesándome que no te banca... ¿Qué le dijiste? Clavó sus ojos negros en los míos y ya no pude mentirle más.
-Ya que lo comentás, tengo que reconocer que a mí tampoco me cae muy bien. Ayer me dijo algo feo y yo solamente me defendí, diciéndole algo que sabía que le iba a molestar -confesé haciendo un puchero con mis labios.
-¿Le contaste lo de mi cumpleaños? -me preguntó incorporándose.
-¡Estás loco!... Le conté de mi cumpleaños -no me gustaba que le importara tanto.
-¡Qué bien!... Me encanta que reveles mis intimidades -ahora sí se había disgustado.
-Fue sólo para explicarle que no había atracción física entre nosotros. Ella lo mal interpretó -intenté poner mi voz más dulce, pero no sirvió.
-¡Pero hay atracción física! -su enojo habría logrado enojarme, ¿cuánto le importaba Jimena?
-Bueno, ¡perdoname si molesté a tu princesa! ¿Por qué no vas a hablar con ella? Parece que te importa demasiado lo que la enojó -le dije en mal tono, y seguramente comprendió el por qué de mi disgusto.
-No, no me importa demasiado -suavizó su voz- simplemente me intriga saber qué pasó. ¿Qué te dijo ella para que te enojaras?
-No te importa -le contesté secamente. La barbie realmente había herido mi orgullo. No me gustaba que la gente pensara que no era atractiva, y menos tener que comentarlo con Mariano.
-Quiero saber qué te dijo, se ve que te molestó y no me gusta que te molesten -me mostró una dulce sonrisa.
-Nada importante –giré y quedé dándole la espalda.
-Dale, decime... -me suplicó apoyando su cabeza en mi hombro. Estaba muy cerca y no pude resistirme a su ruego.
-Me dijo que no era atractiva. Que no era atractiva para vos -le dije muy bajito y en tono de lamento, y giré mi cabeza para que se encontraran nuestras miradas.
-Se ve que no me conoce. Me supongo que te darás cuenta de que no tiene razón - tomó mi mentón y lo acarició- me muero por darte un beso...¿puedo?
No le contesté, simplemente lo empujé contra el pasto y me arrojé a su lado. Comenzamos a besarnos con desenfreno. Luego él giro, para quedar sobre mí, y así estuvimos largo rato. Nos detuvimos para recuperar algo de aire, y ambos quedamos recostados en el césped mirando al cielo.
-La verdad es que me gustás mucho, pero mucho -me dijo.
-Si, claro, por eso salís con una rubia espectacular -le contesté riendo, pero mi mensaje fue claro.
Se sentó para poder mirarme de frente.
-Y yo a vos ¿te gusto?
-Hay que reconocer que sos lindo, Negrito -fui evasiva.
-Pero Gastón te gusta más, ayer se los veía re bien...
-¿Y para vos Jimena es más linda?
-Preguntale a alguien que no las trate, yo soy subjetivo.
Estaba harta de nuestro nuevo juego de seducción, de que tanto histeriqueo no nos dejara hablar en serio de lo que nos pasaba.
-Te pregunto a vos porque me interesa saber qué pensás.
-Está bien, pero bancate mi respuesta. Vos sos la mujer más hermosa que hay sobre la tierra -pensarán que hizo una broma, yo también lo pensé. Pero su afirmación fue muy seria, y su rostro se mantuvo inmóvil mientras lo dijo.
-Te quiero, Poty. Te fui conociendo y queriendo a lo largo de toda mi vida, y vos sos lo más inocente y lindo que tengo.
Comprendí que lo que a uno le atraía del otro eran aspectos totalmente distintos. Cuando lo “vi”, mi ingenuidad se había esfumado. Mariano había despertado en mí pasión, intranquilidad. Había movido todas mis estructuras. Y eso era lo que me atraía y no me permitía dejar de pensar en él. No supe qué contestarle, sólo lo besé en la mejilla.
-¿Me querés, Poty? -preguntó con solemnidad.
-Claro que te quiero, te quiero muchísimo; pero no quiero decepcionarte. Desde que me di cuenta de que me atraes no me siento tan inocente, ¿entendés?
Mariano rió con ganas.
-No me refería a eso con inocencia. Sino a esto, sos muy dulce, sos sincera conmigo. No nos podemos mentir. Me volvés loco, te viviría matando a besos. ¿Querés que vayamos a tu cuarto?
-No, Negro. Papá puede llegar a cualquier hora y no me gustaría que nos viera juntos.
-Entonces vayamos a casa -comprendí cuáles eran sus intenciones, pero no eran esas las mías.
-Negrito, yo no estoy preparada para que nos acostemos, creo que tengo que pensar algunas cosas antes.
Sus besos y caricias no eran lo único que quería. Necesitaba rearmar nuestra relación, y si no poníamos un freno a nuestros deseos, sería imposible.
-Poty, yo no pienso apurarte a hacer nada que no quieras; pero quiero que estemos un rato solos y tranquilos. ¿Vamos? -entendía su necesidad, era la misma que la mía, pero también necesitaba hablar, no quería volver a vivir una situación como la de la noche anterior.
-Prefiero que vayamos a pasear por ahí, así además de transar un rato, podemos charlar, creo que lo necesitamos.
Hablar sobre el tema implicaba tomar alguna determinación, creo que por eso nos costaba tanto, era mucho más fácil dejarnos llevar por nuestros impulsos, pero no era lo que nos merecíamos. Y eso ambos lo sabíamos.
Caminamos abrazados y en silencio. Así llegamos hasta la Recoleta, paseamos por las distintas plazas, hasta que agotados decidimos tirarnos a descansar en una barranca.
-¿Qué vamos a hacer, Poty? -su ceño estaba fruncido.
-No sé. Sé que te quiero, que me gustás demasiado; pero no sé si quiero perder a mi mejor amigo -yo también estaba preocupada.
-Nunca me vas a perder -dijo pensativo. Se sentó y fijó su mirada en un perro que correteaba cerca nuestro. Yo seguí recostada mirando el movimiento de las nubes.
-Es que siempre hubo otros chicos que ocupaban el lugar de novio, y además estabas vos. Eso puede seguir pasando... ¿entendés? -me daba mucho miedo reunir todos mis afectos en él. Temía que eso no me alcanzara.
-Claro que te entiendo, Po... por algo no cortamos con Jime y Gastón -seguramente las mismas ideas cruzaban por su cabeza.
-¿Sabés qué? -dijo luego de meditar unos segundos- Ya falta muy poco para las vacaciones, y yo me voy a Estados Unidos. ¿Por qué no nos damos tiempo y decidimos cuando vuelva de allá?
-¿Y mientras tanto qué? -lo de darnos tiempo no había servido de mucho.
-Hagamos lo que sintamos, me parece tonto reprimirnos.
Lo interrumpí.
-¿Y con Gastón y Jimena qué hacemos? -era la primera vez que me detenía a pensar en Gastón desde lo sucedido, y me detesté. Solía condenar la infidelidad y me descubrí cometiéndola. No había sido conciente hasta entonces.
-¿En qué estás pensando, Po? -me preguntó mientras me tomaba la mano.
-En Gastón -le contesté, e inmediatamente me soltó- ¿Qué, qué pasa?, ¿te parece mal que piense un poco en él?... Lo estoy engañando, y no me siento nada bien con eso.
-No puedo negar que me da celos que pienses en él... ¿lo querés? -otra vez había fruncido su ceño.
-Tanto como vos a Jimena. Creo que no se merece que le sea infiel, y ahora que lo pienso me siento bastante culpable -le expliqué-. No sé si está bien que hagamos lo que sintamos. Ayer en el cumpleaños me sentí muy incómoda, creo que deberíamos reprimirnos hasta que tomemos una decisión, sino vamos a seguir eternamente con “hagamos lo que sintamos”. No quiero llevar una doble vida, no lo quiero cagar a Gastón. No se lo merece.
En verdad me preocupaba Gastón, ahora que me había dado tiempo para pensar en él, me daba cuenta de que lo quería, aunque Mariano me volvía loca. No quería lastimarlo. No se lo merecía.
El rostro de Mariano se había ensombrecido y una muesca de disgusto se había instalado en su cara.
-Si tanto te preocupa Gastón me parece que mucho no tenemos que pensar. Vamos.
Se puso de pie y me ofreció la mano para levantarme; pero no la acepté. Mariano no entendía nada, había logrado enfadarme.
-Negro, realmente no te entiendo. Lo único que quiero es que no nos lastimemos ni destruyamos algo que para mí es tan importante; pero tampoco quiero lastimar a las personas. Los dos estamos de novios, por eso me parece que antes de pensar en nuestro futuro tendríamos que pensar qué nos pasa con ellos. No te hagas el celoso, pensá un poquito -le reproché.
-Tenés razón. Pero te aclaro que me va a costar estar a solas con vos y no poder romperte la boca de un beso. Dale, vamos -volvió a estirarme la mano y la acepté.

Volvimos en silencio. Mi decisión lo turbaba; pero yo no podía ayudarlo con eso. En el umbral de casa me abrazó con fuerza y se retiró.

CAPÍTULO 6 (TERCERA PARTE)

CAPÍTULO 6 (TERCERA PARTE)

-¿Qué pasa, Poty? -debió sentir pena por mí, ya que con delicadeza rodeó mi cuerpo con su brazo e hizo que me apoyara en su pecho. Pasamos un largo rato así. Luego tomó mi mentón para que lo mirara.
-Poty, te dije mil veces que tu sinceridad me mata y aunque sin palabras no podes dejar de decir lo que pensás... perdoname, pero esto está muy mal.
Pensé que sería el comienzo de su discurso del rechazo, pero no habló más, me miró con una sonrisa, acarició mi mejilla y transformó su mirada. Con movimientos ágiles, tomó mi cabeza y me besó, me besó con desesperación. Yo también estaba desesperada, desesperada por esos besos, por esas caricias. Creo que ambos liberamos nuestros impulsos y deseos reprimidos por largo tiempo. Me sentía extasiada entre sus brazos, con sus besos. Me sentía apasionada, contagiada por su pasión. Perdida entre tantas sensaciones, dejé de pensar en lo que hacía; pero de pronto reaccioné al verme acostada en el sillón, debajo suyo.
-Negro -intenté decir con la mayor suavidad posible. Mariano inmediatamente se detuvo.
-¿Qué?, ¿qué pasa? ¿Estás bien? -me preguntó apoyando sus manos a mis costados, para hacer palanca e incorporar un poco su tronco.
-Estoy bárbara, pero ¿te das cuenta de lo que estamos haciendo? -me costaba creer que estaba allí, en esa situación con él.
-Estoy transando con mi mejor amiga... esto es muy loco -me besó y se incorporó.
-Sí, es muy loco... -yo también me incorporé y ambos quedamos sentados y quietos, sin que nuestros cuerpos se rozaran.
-Perdoname, Poty... te juro que hice lo posible por contenerme, pero ya no puedo más -seguramente se sentía culpable, o responsable y no era así.
-Mariano, hoy deseaba más que nada en el mundo que no te contuvieras. Se ve que esto es algo que queríamos los dos -intenté quitarle un peso de encima, un peso que no merecía cargar.
-Ya lo sé, pero no puedo dejar de sentirme responsable. Po, vos sos la última persona en el mundo a la que quiero joder, no quiero que se arruine lo que tenemos, no quiero que salgas lastimada -acarició mi mano.
-Vos no me lastimás, Negro, vos me haces bien -le sonreí y besé su mejilla.
-El día de tu cumple me asusté, porque después de darnos el beso quedé tarado... no podía pensar en otra cosa. Cuando nos quedamos solos te hubiera comido la boca. Tenía miedo de que fuera una calentura. Y con vos no puedo permitirme una calentura... ¿entendés? -asentí con la cabeza y continuó- ...pero a medida que pasaban los días, me daba cuenta de que te volvías el tema primordial en mis pensamientos. Parecía un zombi, me la pasaba pensando todo el tiempo en vos, y no de una forma muy santa. Intenté poner distancia, intenté meter a Jimena en mi cabeza y entre nosotros dos, pero cada día te deseaba un poco más. Y después me di cuenta de que a vos te pasaba lo mismo. Y ahí ya no supe qué más hacer –hizo una pausa, pero no me animé a interrumpirlo, comprendí que necesitaba descargarse–. El día que me retrataste no sé cómo me contuve, creo que tenía la ilusión de que vos dieras el primer paso, para no sentirme tan culpable. Si ese día te agarraba, te destrozaba -concluyó y rió.
-A mí me pasaba lo mismo, Negro... estos últimos meses fueron una tortura. Lo que no entiendo es por qué nos pasó esto ahora, por qué surgió esta atracción. Yo no entiendo nada, lo único que tengo en claro es que no quiero perderte, que aunque quise modificar mis sentimientos, vos sos lo más importante que tengo en mi vida. Y tengo mucho miedo de que esto que nos pasa arruine lo que tenemos -lo miré con la mayor dulzura que pude.
-Pase lo que pase yo no voy a permitir que nos perdamos; pero por favor dejá de decir esas cosas porque me descontrolás -se tiró sobre mí para besarme.
¡Cómo disfrutaba esos besos! Nunca había sentido tal grado de placer con nadie, y apenas eran unos besos. Nuestros cuerpos se entendían a la perfección y en ese momento comprendí que Mariano podría hacer conmigo lo que quisiera. Creo que el también lo comprendió. Y tal vez, por eso, al rato se detuvo.
-Estamos totalmente descontrolado, ¿no? -le sonreí y me levanté. Mientras me quedara en aquel sillón, sabía que no podría hacer otra cosa que dejarme envolver en sus brazos, y aunque ya nos habíamos sincerado, creía necesario hablar sobre el futuro.
-Aunque hace meses me repito que no te quiero faltar el respeto, en este momento es lo único que quiero hacer -sonrió- ¿Comemos torta?
-¡Sí! -me apresuré a contestarle y corrí a la cocina a buscarla.
Nos distrajimos criticando su torta, chata y quemada. Volverme a reir y bromear con tal naturalidad me parecía increíble. Así solía ser nuestra relación, y no llena de histeriqueo y seducción. De pronto, miré mi reloj y ya había pasado la media noche.
-¡Mariano! ¡Ya es tu cumpleaños! -exclamé y fui hacia él para abrazarlo- ¡Feliz cumple! -le deseé al oído y besé su mejilla.
Él, lentamente, corrió su cara hasta que su boca quedó frente a la mía.
-Gracias -contestó y nuestro labios apenas se rozaron. Tomó mi cabeza con ambas manos y clavó sus ojos en los míos- ¿Alguna vez hiciste el amor? -me dijo casi en un susurro. En ese momento no comprendí el por qué de su pregunta, pero me surgieron unas enormes ganas de besarlo, y así lo hice. El parecía estar esperando que yo diera el primer paso, ya que luego de pegar mi boca a la suya, comenzó a acariciarme y besarme con desenfreno.
Sin soltarme comenzó a caminar hacia atrás, yo seguí sus pasos. Así llegamos hasta su habitación. Al chocar con la cama cayó de espaldas sobre ella, y yo caí encima suyo. Seguimos besándonos por largo rato. Luego giró para quedar sobre mí, puso sus manos debajo de mi remera y la hizo subir hasta quedar en mi cuello. Dudé unos segundos, pero finalmente levanté mis brazos para que lograra quitármela. También me quitó el pantalón. Me sentía extraña, era la primera vez que estaba casi desnuda con un hombre. Era la primera vez que hacía algo así.
Mariano me miró y entendí que dijo que era hermosa. Quedó arrodillado en la cama y se quitó la remera. Volvió a abrazarme y sentir su cuerpo desnudo contra el mío me causó una sensación inexplicablemente agradable. Luego, con dificultad, se quitó el pantalón.
Me sentía muy a gusto, pero eran demasiadas las nuevas sensaciones que estaba experimentado en tan poco tiempo. Si continuaba, con seguridad que sería una locura.
Mariano notó mi falta de concentración y se detuvo. Subió el bretel de mi corpiño y se recostó a mi lado, apoyando la cabeza sobre su mano.
-¿Hice algo mal? -me preguntó con suavidad, luego acomodó mis cabellos.
-No, al contrario... lo hacés todo muy bien; pero no estoy preparada -seguía inmóvil, mirando al techo. No lograba recuperarme del gran estado de excitación en que me encontraba. Todo mi cuerpo vibraba y mi sensibilidad estaba a flor de piel.
Mariano intentó acariciar mi vientre, pero aparté su mano antes de que lo lograra
-Estoy ardiendo, Negro, pero no quiero quemarme.
Me sonrió.
-Yo también estoy ardiendo, y me encantaría quemarme, pero te entiendo... ¿Querés que nos demos una ducha?
-No, prefiero vestirme.
Este encuentro había superado ampliamente mis expectativas y fantasías. De pronto comencé a sentir vergüenza de mis actos. Estaba semi desnuda en la cama con Mariano... Mariano que era casi un hermano.
-Yo necesito una ducha bien fría. Vos vestite, ya vuelvo -me besó en la boca y salió de la cama.
En cuanto lo vi encerrarse en el baño, tomé mi ropa y me vestí... ¡¿Qué estaba haciendo?! , no cesaba de repetirme. ¿Qué haríamos con todo esto? Me preguntaba cómo volvería a mirar a Mariano a los ojos.
Mientras se duchaba, decidí ocupar mi tiempo en algo. Fui hasta la cocina y preparé café para ambos. Cuando colocaba las tazas en la mesa del comedor, Mariano reapareció vistiendo sólo unos boxers.
Nos sentamos a ambos extremos de la mesa. Yo no lograba levantar la vista del líquido marrón que me servía de escudo.
-Te salió muy rico, Poty... ¿Por qué no lo probás? -él actuaba con naturalidad, posición que me causó envidia. De todas maneras no logré relajarme y seguí dura frente a mi pocillo de café.
-Poty... está todo bien. Esto era algo que tenía que pasar. Hasta ahora fue mi mejor cumpleaños, ¿por qué no seguimos disfrutando de este día que creo fue espectacular para los dos? -se levantó para caminar hacia mí y me abrazó. Estaba asustada, me daban miedo estos sentimientos nuevos. Temía que algo malo pasara en nuestra relación, y su abrazo me llenó de paz.
-Para mí esta noche también fue espectacular, Negrito. Además tengo que reconocer que tuve mi mejor experiencia sexual. Es la primera vez que hago un montón de cosas. Es la primera vez que estoy sin ropa interior con un chico.
-¡Te quiero! -me interrumpió y besó mi boca- Sos muy tierna, Poty... para mí, es la primera vez que quiero hacer el amor con alguien a quien quiero tanto -pensó unos segundos y espió mi mirada- Creí que ya te habías acostado con Gastón. Me encanta que no lo hayas hecho -volvió a besarme.
-Nunca me decidí a hacerlo con él, y me alegro de no haberlo hecho. Y después de hoy creo saber con quien lo quiero hacer -le sonreí y él me devolvió una sonrisa- pero todavía no puedo. Me está costando asimilar esto nuevo que nos pasa. Y me está costando pensar qué va a pasar con nosotros de ahora en más.
-¿Vos qué querés que pase? -preguntó con seriedad.
-No sé... sos mi mejor amigo, así te veo, así te pienso. Nunca te imaginé como a un novio, y menos un amante. La amistad es más duradera que un romance -Y no estaba dispuesta a perder aquella amistad, ni aunque me perdiera la mejor experiencia sexual.
-Lo que pasa es que nuestra amistad nunca va a volver a ser la misma. Te reconozco que tampoco te veo como una novia, pero ya no sé cómo verte. En realidad me encantaría verte desnuda -largó una carcajada-. No sé, creo que tendríamos que asimilar estos nuevos sentimientos. Ver si preferimos guardarlos, sacarlos de vez en cuando y seguir siendo buenos amigos, o si nos arriesgamos y empezamos a tener una nueva relación. Ser novios, o como lo quieras llamar, no tiene por qué arruinar lo que tuvimos todos estos años. Hay que ver si nos queremos arriesgar -pensó unos segundos y continuó- de todas maneras, no creo que haya vuelta atrás -acarició mis hombros.
-Creo que tenemos mucho que pensar -fue lo único que pude decir, sus caricias me desconcentraban.
-Sí, y supongo que el tiempo nos ayudará a ver qué pasa con nosotros. Pero te aclaro que hasta que tomemos una determinación, yo pienso hacer lo que siento, no me voy a reprimir más, ahora que se lo que me estaba perdiendo, ya no puedo... -me abrazó con fuerza y me besó. Su beso se siguió de otros. Era impensable la atracción física que existía entre ambos. Nos costó separarnos; pero ambos sabíamos que no podríamos hacer que esa noche durara para siempre.
De madrugada me llevó a casa. Por supuesto, no logré dormir por el resto de la noche.

CAPÍTULO 6 (SEGUNDA PARTE)

CAPÍTULO 6 (Segunda parte)

Por fin llegó el día de la exposición. Estaba ansiosa y excitada. Recién entonces comprendí aquella frase de Mariano. Esta era mi primera vez en algo que realmente me importaba, y eran indescriptibles mis sentimientos.
La primera en llegar a la sala fue Lola, en cuanto la vi, corrí a abrazarla y sin perder más tiempo la llevé a mi rincón.
-¡Guau! -expresó mientras miraba mis cuadros- Están muy buenos, te lo digo en serio. Esos ojos negros están impresionantes ¡Te felicito! -volvimos a abrazarnos.
-Un día de estos te voy a contar lo que fue pintar ese retrato... -le comenté. No había hablado con nadie sobre lo que me pasaba. Lola era mi mejor amiga y sabía que me podría entender, pero me costaba exponer estos nuevos sentimientos. Ante mi comentario, sus ojos brillaron.
-¿De qué me estás hablando? -se le había dibujado una sonrisa en el rostro.
Tuve que dejarla con la intriga, ya que comenzaron a llegar más amigos. Natalia y Lucrecia también me felicitaron, en cambio Soledad, a quien había invitado solamente para mostrarle que yo tenía pasión por algo, estudiaba los cuadros de una manera muy crítica, como si supiera algo del tema.
Me extrañaba la falta de Gastón. Había logrado que nos reconciliáramos, por eso no entendía su ausencia. Para congraciarme con él, había puesto en la muestra un cuadro donde había pintado dos manos tomadas con un atardecer de fondo. Lo había pintado para un aniversario y me pareció un buen gesto que estuviera presente. Reconozco que también esperaba ansiosa la llegada de Mariano y me sorprendí al verlo entrar con su novia. Pensé que no la traería.
Como conversaba con mi profesor cuando entraron, antes de saludarme dieron un vistazo a los dibujos.
-¡Poty, están espectaculares! Vas a ser una artista reconocida... acordate de mis palabras. Me abrazó y besó mi frente.
-¡Gracias, Negro! Me alegro que hayan venido. Estoy re contenta -sonreí a ambos.
-¡Me encantó el retrato de Mariano! Me da vergüenza, pero quería pedirte que me lo regales o vendas -me dijo Jimena con una irritante voz de inocentona.
-Perdoname, Jime, pero ese no se vende ni se regala... es mío, pero no tengo problema en hacer uno para vos... siempre y cuando Mariano no tenga problemas en hacer de modelo -le sonreí y luego clavé mi mirada en la del Negro, pero él esquivó mis ojos.
-¡Gracias Poty! Sos divina -no quería desilusionarla, pero jamás le daría un dibujo mío.
Me aparté de ellos para ir a recibir a mi padre que llegaba con la filmadora y la máquina de fotos colgando de su cuello. Me alegró verlo, me alegró poder compartir ese momento tan importante con él, y más aún al notar que para él también era importante. Justo detrás suyo, apareció Gastón con un gran ramo de rosas. Me beso largamente y al oído me dijo que se sentía muy orgulloso de mí. Y en esos momentos, donde me sentía tan feliz y completa, se alejaron todas las sensaciones y sentimientos que me turbaban. Podría haber permanecido en aquella sala por el resto de mi vida. Fue una de esas situaciones perfectas que quedan retratadas en la memoria como una bella postal.

Pero estos momentos son tan lindos porque son pocos y extraordinarios. Uno los disfruta justamente porque te sacan de la rutina y de la realidad. Y como debía suceder, al irse aplacando la euforia de mi éxito, volvió a reaparecer mi vida de todos los días, con sus obligaciones, conflictos y alegrías.

Desde el día de la muestra Lola no dejaba de perseguirme para tener la charla que había quedado pendiente. Yo sabía que la necesitaba, pero también sabía que si ponía en palabras mis pensamientos, estos se harían más reales. Así que la dilaté cuanto pude. Pero un día, esa conversación, se volvió necesaria.
Nos juntamos a tomar el té en su casa, y aunque intenté evitar el tema de conversación cuanto pude, Lola no me lo permitió.
-¿Me podés decir qué está pasando con Mariano? -dijo seria.
Devoré una Melba antes de contestarle.
-¡Ay, Lola, no sé! Últimamente no sé que me está pasando con él. Estoy muy confundida.
-¿Te gusta? -me miraba con seriedad.
-No es eso. Cuando volvió de Estados Unidos tuvimos una especie de pelea y yo me di cuenta de que espero más de él de lo que tendría que esperar. Entonces decidí poner las cosas en su lugar.
-¿Entonces lo que te pasa es que es que estás enojada? -Lola intentaba entenderme, pero no lo lograba.
-No, tampoco es eso. Desde que descubrí que él era lo más importante para mí, empezaron a surgir sentimientos y sensaciones que nunca antes había tenido cuando estaba con él -al escucharme sentí vergüenza de mí misma.
-Entonces te gusta -concluyó y sonrió.
-No es tan simple. Yo no quiero que me guste Mariano, no quiero mirarlo de otra manera.
-Pero ya es tarde -me interrumpió- el tema es qué vas a hacer con lo que te está pasando... o... ¡¿ya hiciste algo?! -su pregunta fue acompañada por una mirada pícara.
-No, pero el otro día, cuando vino a casa para que lo retratara por poco lo transo. Y cuando tomé conciencia me quise morir, por poco no me puedo dominar. Me siento muy mal, Lola. Lo último que quiero es arruinar mi relación con Mariano, y si sigo así, va a terminar todo mal.
Mientras hablaba comprobé la angustia que este tema me causaba.
-No tiene por qué ser así, a lo mejor a él le pasa lo mismo y los dos necesitan hacer algo con lo que les pasa -me ofreció un mate que acepté gustosa.
-No sé si a él le pasa lo mismo. Se la pasa todo el tiempo recalcando que estamos de novios. Me parece que se dio cuenta e intenta poner distancia -acababa de llegar a esa conclusión.
-O a lo mejor lo hace porque no se anima a decirte lo que siente. Debe tener tanto miedo como vos. Cuando se los ve juntos se los ve re felices. No creas que los que los conocemos no pensamos por qué nunca se pusieron de novios. Yo sé que tienen una amistad de muchos años y que eso da miedo, pero si cambiaron tus sentimientos no los tenés que guardar -me parecía razonable su razonamiento, pero no quería arriesgar nuestra relación.
-El tema es que sé que es un gran amigo, y quiero que lo siga siendo. No sé cómo sería de otra manera.
-Entonces espera a hablar con él. Cuando tengas algo decidido lo enfrentás.
-Eso sería lo ideal, el tema es que seguramente hoy nos juntaremos a cenar en su casa los dos solos, y no sé que puede pasar.
-¡Claro! Mañana es su cumple, me había olvidado que siempre cenan los dos juntos la noche anterior.
-Sí, bah, eso creo, aunque todavía no me llamó para confirmar, pero seguramente cenaremos hoy.
La ausencia de su llamado me venía perturbando desde hace unos días.
-Poty, te juego lo que quieras a que él le pasa lo mismo que a vos; seguramente por eso no te llamó todavía, pero te va a llamar.
-Y yo no sé que voy a hacer -le dije con cara de preocupada.
-Hacé lo que te salga. Ustedes dos se quieren mucho. No te preocupes, no se va a arruinar su amistad -me abrazó y agregó- ahora andate a tu casa, que tenés que prepararte para la noche. Lo único que te pido es que mañana me cuentes o te mato.
La abracé con fuerza y luego de agradecerle, seguí su consejo y me marché.
Al llegar a casa, encontré a mi padre viendo la tele, lo acompañé por un rato y luego decidí darme un baño de inmersión para aplacar mis ánimos. Pasé más de media hora allí. Fue una buena terapia. Al regresar al living mi padre me miró sorprendido.
-¿Qué hacés todavía sin vestirte? ¿Sabés qué hora es? -no comprendía por qué me miraba tan exaltado.
-No, viejo, ¿qué pasa?
-Mariano llamó hace media hora diciendo que te esperaba, y ya son las 9,30hs. Sería bueno que llegaras antes de las 12, ¿no?
-Bueno, papá, tampoco es para tanto. Ahora voy a cambiarme -besé su mejilla y subí contenta a mi cuarto. A pesar de mis miedos, confirmar que me encontraría con Mariano me había puesto feliz.
Decidí que debía vestirme como me sentía, entonces fui a mi cuarto a elegir con mucho cuidado mi ropa. Vacié medio placard, buscando algo que me satisfaciera. No encontraba algo que reflejara lo que quería mostrar. Necesitaba verme como una mujer y no como la amiga a la que no le importaba lo que llevaba puesto.
Luego de probar varias combinaciones, encontré un pantalón de lino color natural, que me hacía muy buena silueta y un sweater de hilo negro con un gran escote en V, ceñido al cuerpo. Sí, mostraba lo que quería mostrar. Me quité las zapatillas, que formaban parte de mi esquema corporal y las cambié por unas botas negras.
Antes de salir, tomé el paquete que había preparado para Mariano y corrí hasta su casa.
Pasadas las diez de la noche llegué al edificio de Mariano. El encargado me dejó entrar, así que subí hasta su departamento sin avisar. Antes de tocar el timbre me quité el abrigo para poder exhibir mi nueva apariencia.
Al abrir la puerta, Mariano se quedó observándome.
-Disculpame, esperaba a Poty -dijo y amagó a cerrarla. Luego me hizo pasar- ¿A qué se debe tanto arreglo? -preguntó mientras me estudiaba con su mirada.
-Ya estoy harta del jean y las zapatillas -me escapé de su mirada y con rapidez me senté a la mesa.
-Pensé que no venías -comentó mientras cortaba la pizza.
-Yo pensé lo mismo. Como no llamaste, pensé que este año ibas a cenar con tu novia.
Tardó unos segundos en contestar.
-Me costó tomar la decisión... pero este es nuestro festejo, sin esta cena mi cumple no sería lo mismo.
-¿Por qué? -pregunté intrigada.
-Porque es una tradición -yo no me refería a que su cumpleaños no sería lo mismo.
-No, ¿por qué te costó tomar la decisión?
Se tomó el tiempo para devorar una porción de pizza y dubitativo contestó:
-No sé. No sé si esto es lo correcto. Ya hace varios meses que estoy de novio, sin embargo estoy pasando este momento con vos. No sé si no le correspondería a Jimena estar acá.
Sin lugar a dudas, estaba teniendo cuestionamientos similares a los míos. Y no pude menos que contestarle el primer pensamiento que surgió en mi cabeza.
-No sé si es lo que corresponde o no, pero se ve que es lo que querías, porque por algo estoy yo acá.
Fui sincera y seguramente mi sinceridad lo perturbó. Mariano no estaba a gusto, no podía actuar naturalmente, no reía como lo solía hacer. Por un momento temí que él sintiera todo lo contrario a lo que yo estaba sintiendo y se encontrara tan incómodo por no saber cómo decírmelo.
-¿Querés más pizza? -sólo obtuve por respuesta. Y aunque había comido únicamente una porción, sentía que ni una gota de agua más podría resistir.
-Ya estoy llena... ¿por qué no cambiamos la onda?... vine a festejar que cumplís años y parece que estuviéramos en un velatorio -me levanté y fui hasta el equipo de música y puse un CD divertido. Al ver que retiraba los platos de la mesa, lo esperé sentada en el sillón.
Al regresar se sentó a mi lado. Me miró unos segundos con seriedad y luego sonrió.
-Me estaba acordando el día que decidimos comenzar esta tradición -dijo.
-Sí, estábamos en la casa de tus viejos... mientras nuestros viejos cenaban, nosotros jugábamos en tu cuarto -aquellas imágenes cruzaron por mi memoria con total claridad.
-Yo te estaba enseñando a jugar al truco, y nos dimos cuenta de que eran las 12 y estaba empezando mi cumpleaños... -agregó.
-Y yo revoleé todos los porotos para festejar... ¿Cuántos cumplías? -me encantó recordar aquella escena, sirvió para distenderme.
-Catorce. Vos eras re chiquita.
-Tenía diez. Pensá que ya pasaron 8 años y ni una vez dejamos de juntarnos -en ese momento comprendí que no era justo que arruinara nuestra relación por el simple hecho de que mis hormonas estuvieran revolucionadas.
-Siempre fuiste mi gran amiga, por eso estás acá -me miró con tal ternura que mi pensamiento anterior se desvaneció en una centésima de segundo, pensé como escaparme y recordé que no le había entregado su regalo. Salté rápido del sillón.
-Tomá tu regalo, me olvidé de dártelo cuando llegué.
Era su retrato.
-¡Gracias, Poty! ¡Está buenísimo!, pero pensé que te lo ibas a quedar vos -buscó dónde colocarlo.
-No me lo pude quedar. Tus ojos me perseguían -me arrepentí de la última oración, pero ya estaba dicha.
-¿Te espiaban cuando te cambiabas? -dijo con picardía, mientras lo colgaba en el lugar de una lámina que había sido destronada.
No quise mentirle ni seguir ocultando lo que me salía decir.
-No, espiaban más adentro y veían cosas que ni yo misma quiero ver -me ruboricé, pero lo había dicho. Había abierto la puerta, tal vez él la cerraría o tal vez por fin podríamos hablar.
-Entonces hiciste bien en deshacerte de él... ¿sabés? -volvió a sentarse a mi lado- el otro día le contaba a un amigo sobre nuestra relación. Le contaba que somos amigos desde hace 18 años y que a pesar de haber cambiado, de haber crecido, de haber elegido cosas muy distintas seguíamos entendiéndonos y acompañándonos. Y él me dijo que le parecía increíble, que es muy difícil mantener una relación tan buena por tanto tiempo - me miró expectante.
No sabía qué contestarle. Me sentía triste, nuevamente había comprobado que estaba equivocada, que aunque no sabía bien qué quería o esperaba de él, estaba segura de que no era lo que él me estaba diciendo. Me estaba diciendo que dejara de fantasear, y en ese momento era muy difícil de soportar.
-Tu amigo tiene razón. Es muy difícil... es muy difícil... porque... -no pude decir más, sentí que se anudaba mi garganta. Me sentía muy triste, muy triste. Había pensado en esa noche mil veces, pero nunca lo que estaba sucediendo. Me sentía avergonzada, no podía mirarlo, bajé mi cabeza y me concentré en mis piernas.
-¿Qué pasa, Poty? -debió sentir pena por mí, ya que con delicadeza rodeó mi cuerpo con su brazo e hizo que me apoyara en su pecho. Pasamos un largo rato así. Luego tomó mi mentón para que lo mirara.
-Poty, te dije mil veces que tu sinceridad me mata y aunque sin palabras no podes dejar de decir lo que pensás... perdoname, pero esto está muy mal...

CAPÍTULO 6 (PRIMERA PARTE)

CAPÍTULO 6 (PRIMERA PARTE)

Nuestro profesor del taller de pintura nos había dado la gran noticia de que en pocos días realizaríamos una exposición con nuestras obras. Habría unas cuatro o cinco -según el tamaño- de cada alumno. Estaba muy entusiasmada, sería la primera vez que “el mundo” vería mi trabajo. Ni bien salí de la clase comencé a pensar qué obras expondría. Pensé en un par de cuadros abstractos que eran mis preferidos, un retrato de mi madre en óleos que había sido mi mayor esfuerzo. Inmediatamente surgió en mis pensamientos que la última obra que quería exponer todavía no estaba realizada. Mariano había sido quien me había impulsado a desarrollar mi gusto por la pintura, y sin duda, merecía ser homenajeado con un cuadro. Conocía su rostro de memoria, cada mueca, cada gesto... sería fácil retratarlo. Creía que en un par de horas aquel trabajo estaría terminado. Ni bien llegué a casa, corrí al playroom a preparar el caballete y poner manos a la obra. Pero al estar frente al cartón, quedé inmóvil. Mis manos no respondían a las órdenes de mi cerebro.
Últimamente no hacía más que intentar evitar encuentros con Mariano, pero en ese momento comprendí que tenía unos deseos irrefrenables de verlo, y decirle que necesitaba retratarlo era la mejor excusa tanto para él como para mi conciencia. Dejé de pelearme conmigo misma y corrí hasta el teléfono para invitarlo. Arreglamos un encuentro para el día siguiente.
Y el día siguiente llegó. A la hora de la siesta, sentí que el timbre de la puerta sonaba. Me pareció raro, ya que no esperaba que Mariano llegara antes de las seis de la tarde, pero por supuesto podía ser cualquiera, aunque yo en esos momentos no podía pensar en nadie más que en él.
Al ver a Gastón, comprendí que nuevamente mis pensamientos me estaban jugando una mala pasada. Claro que era él, como solía ser quien me visitaba muchas de mis tardes.
-Hola, mi amor. Vine a invitarte al cine -dijo luego de besarme y sentarse en el sillón.
-¡¡No puedo hoy!! Perdoname, estoy preparando una pintura para la exposición - intenté no dar más detalles, porque sabía que no le agradaría. Sentía un dejo de culpa.
-Podés seguir después, vamos al cine y volvemos -sacó de su bolsillo la sección de espectáculos del diario y yo sentí aún más culpa.
-No, mi amor, perdoname en serio... –supuse que tendría que contarle la verdad- lo que pasa es que en un rato viene Mariano para que lo retrate y no nos va a dar el tiempo para ver una película. Vamos mañana, mostrame que hay -intenté que pusiera su atención en el diario y no en mis palabras, pero fue en vano.
-¿Vas a incluir un retrato de Mariano en la exposición? -preguntó con tono exaltado, su expresión acompañaba sus palabras.
Ya tenía pensada una explicación, así que pude contestar con rapidez.
-Me pareció justo, porque él fue quien me impulsó a pintar. Es mi manera de agradecerle -no noté un cambio favorable en su rostro.
-¿Pintaste algún retrato mío? -Notó mi cara de sorpresa y prosiguió- ¡Seguro que no! Siempre es lo mismo, él está primero. Ya estoy harto. Voy a quedar como un estúpido cuando en la exposición haya un cuadro de Mariano y ninguno de tu novio.
-¡No digas eso, Gastón! Vos sos mi novio, que haga un retrato de Mariano no tiene nada que ver. Si querés vamos al playroom y te hago un retrato. Dale, vamos -me sentía muy mal, no me gustaba lastimar a Gastón, él no tenía la culpa. Yo era seguramente quien estaba confundida, yo era la estúpida que tenía mis prioridades desordenadas. Intenté besarlo, pero me alejó.
-No Poty, no quiero que me pintes por lástima. Ya estoy harto de hacer el papel de boludo. Mejor me voy a mi casa, y cuando esté más tranquilo, hablamos -se levantó pero yo lo detuve, tomándolo del brazo.
-No, quedate, o vayamos al cine, lo llamo a Mariano y suspendo. Dale, hablemos ahora. No quiero que nos peleemos -no quería suspender mi encuentro con Mariano, pero tampoco quería verlo mal a Gastón.
-No, prefiero calmarme, mejor hablamos mañana -se liberó de mi mano y sin saludar se marchó.
Enfrentarme de una manera tan abrupta con la realidad me enojaba. Volvía a comprobar que estaba equivocada. Que nuevamente ubicaba a Mariano en primer lugar, sin importarme que esto provocara conflictos con quien yo había elegido como novio.
Gastón me gustaba, pero evidentemente no lo suficiente, ya que jamás preservaba nuestra relación de problemas y roces. Roces que siempre eran generados por el mismo tema... Mariano, que últimamente creaba estragos en mi psiquis... Y justamente por Mariano, este no era el mejor momento para poner en riesgo mi noviazgo. Era mi única protección ante estas nuevas sensaciones que experimentaba cuando estaba frente a mí.
Cuando llegó Mariano, me encontraba de muy mal humor y por supuesto él lo notó.
-¡Qué cara! ¿Qué te pasa?
Lo invité a pasar y yo me arrojé en el sillón.
-Me peleé con Gastón -sólo le contesté y me cebé un mate.
-¿Por qué? -no solamente me ponía de mal humor la pelea con Gastón, sino también que Mariano actuara con tanta naturalidad, cuando a mí me costaba horrores contener mis impulsos.
-Por lo mismo de siempre -muy a mi pesar, clavé mi mirada en la suya y cambié mi tono de voz- Por vos... está muerto de celos -por fin mi comentario lo había intimidado, sus mejillas se sonrojaron, pero con su respuesta intentó ocultarlo.
-No es muy fácil entender nuestra relación, pero Gastón sabe que no corre riesgos conmigo -cuando intentaba dejar bien en claro cuales eran nuestros roles, lograba que mi actitud hacia él fuera aún peor.
-Mariano, vos y yo sabemos muy bien como son las cosas... –seguía quemándolo con mi mirada- pero no importa, ya sé como voy a solucionar este tema. Mañana seguramente tendré que ceder algo más cuando nos quedemos solos y eso lo va a tranquilizar.
Noté que fruncía su ceño.
-¿Qué querés decir, Poty?
Pensaba dejarlo con la intriga.
-Nada, mejor vamos al playroom así te pinto. Vos no tenés mucho tiempo y yo estoy ansiosa por terminar tu retrato y ni siquiera lo empecé -le mostré una sonrisa y me levanté. Preparé el cartón y un par de carbonillas. Mariano me miraba expectante, esperando mis instrucciones.
-¿Qué querés que haga? Estoy nervioso, no estoy acostumbrado a ser modelo.
Sonreí ante su frase, era un encantador pie.
-Serías un excelente modelo, muchos se morirían por pintar tu figura. Tus músculos están muy bien formados -intenté contener mi siguiente comentario pero no pude- Bueno, sacate la ropa y acomodate en el puf.
Abrió sus ojos como jamás lo había hecho pero no logró emitir palabra. No pude menos que emitir una carcajada.
-No seas nabo, Negro... aunque me gusta pintar desnudos, no sería una situación muy cómoda. Aprendé a bancarte una broma. Sentate donde te sientas cómodo, voy a pintar solamente tu cara.
Algo más relajado contestó:
-Últimamente no sé qué esperar de vos, ya no me parece tan extraño que me pidas que me desnude. Estas últimas semanas estás muy rara.
Se sentó en un almohadón apoyándose en la pared, sin apartar su vista de la mía.
Era el momento ideal para decirle por qué estaba tan rara, pero no me sentía preparada para afrontar esa conversación. No, aún no era el momento.
-Debo estar sufriendo un cambio hormonal... –le dije y sonreí- Bueno, mejor empecemos, intentá no moverte.
Me concentré en su rostro y de pronto me sentí perdida en su mirada. No podía pintar, ni tampoco apartar mi vista de sus ojos. Me sentía confundida, entremezclada con sus rasgos. Sentí la necesidad de acercarme. Me arrodillé en silencio frente a él. Mariano tampoco se movía ni animaba a pronunciar palabra, parecía haberse entregado a la situación. Mis manos actuaron sin mi permiso. Toqué sus mejillas y pasé mis pulgares por su nariz, y al sentirme tan próxima a sus labios, reaccioné
. Me alejé unos centímetros y acomodé unos cabellos que caían sobre su frente. Sin dar explicaciones, me parapeté tras el caballete y dejé que la carbonilla actuara. Pasamos varias horas en silencio. No podía dejar de pintar aquellos ojos que no dejaban de turbarme, intentaba dominarlos con mis trazos, pero no lo lograba. Intentaba descargar aquella sensación que me envolvía en el papel, con desesperación, pero esos ojos me atrapaban cada vez más, me pedían que siguiera estando allí. Era una mezcla de angustia, ansiedad y placer lo que me mantuvo tantas horas en ese lugar. De pronto me sentí liberada, y pude detenerme.
-Ya está -le dije.
Mariano movió su cuello y se incorporó.
-Nunca te vi tan apasionada -me comentó mientras se acercaba al caballete.
-Yo tampoco -me sinceré. Lo detuve para que no pudiera ver el dibujo- Quiero que sea una sorpresa, quiero que lo veas en la exposición... bajemos a comer algo.
Me sentía exhausta, necesitaba que Mariano se marchara, no podía volver a pasar por otro momento como el que había experimentado en el playroom. No debía permitir que eso me sucediera. Noté que Mariano también estaba raro, incómodo y a la vez ansioso por huir de mi compañía, por eso ni bien terminamos de comer la pizza que mi padre había preparado, se marchó.

SEGUNDA PARTE: MANCHONES


SEGUNDA PARTE: MANCHONES


Es muy triste actuar por miedo a la soledad. Creo que al salir del departamento de Mariano, descubrí que odiaba a la soledad, que siempre la había odiado, por eso me aferraba tanto a ciertas personas y cosas de las que no podía prescindir. Y eso no está nada bien. Actuar en forma condicionada no está nada bien. Yo no podía pensar en una vida sin Mariano y era ridículo que así pensara. Como tampoco podía pensar que alguna vez no encontraría a mi sauce para cobijarme bajo su sombra.
A los 18 años uno no comprende los vaivenes que puede ofrecerte la vida. Y aunque con 18 años ya había experimentado situaciones que jamás pensé experimentar, no habían dejado una enseñanza en mi actuar.
Cuando salí de aquel departamento, comprendí que mi miedo a sentirme sola me había hecho aferrarme a Mariano, a su cariño, a su continua compañía y comprensión. Pero mis sentimientos se habían sobrepasado. Ya no era sólo una compañía, era vital y exigía de él total compromiso. Era una situación insostenible, era irrisorio esperar eso de Mariano. Pero seguramente él había aceptado ese papel y por ello le costaba reconocer que no podía cumplir con todas mis expectativas.
Lo que no lograba comprender, era por qué en ese momento de mi vida había descubierto este conflicto, por qué justo los dos habíamos explotado en el mismo momento.
Yo debía aprender a vivir como me había tocado, sin depender de otro que me prestara el hombro o el brazo para apoyarme y caminar. Ese día me propuse dejar de depender de los demás. No sería fácil. Pero era lo mejor.

Aquel no era el mayor problema. Había otro hallazgo que me torturaba.
No lograba controlar ni definir esa sensación nueva que se había instalado en mi cuerpo y que se avivaba al estar cerca de Mariano. Él era mi amigo, y no quería arruinar esa situación por nada en el mundo, pero mi cuerpo y mi psiquis me jugaban en contra cuando él se presentaba. Si ante alguien podía ser absolutamente natural era con él, pero luego de aquel encuentro todo había cambiado.
Al verlo mi cuerpo se crispaba, mi voz temblaba y de mis labios salían frases que me sorprendían. Por eso evitaba tener encuentros a solas con él y la única manera de controlarme era poniendo de escudo a Gastón... Gastón, otro tema que turbaba mis pensamientos.

CAPÍTULO 5 (SEGUNDA PARTE)

CAPÍTULO 5 (SEGUNDA PARTE)

El viernes me levanté de mal humor. Soporté las cuatro horas de clase con la mayor dignidad posible y luego fui a almorzar con Lucrecia. Al notar mi estado rápidamente me preguntó qué me sucedía y le relaté los episodios del día anterior.
-Gastón es re tranqui, otro chico en su posición o te corta o te hace una escena de celos de aquellas -concluyó al terminar de oír mi historia.
-Sí, ayer me di cuenta de que estoy fallando en algo. Lo que pasa es que toda mi vida me pareció re normal mi actitud hacia Mariano, pero últimamente percibo que me causa problemas. Además yo me doy cuenta de que lo quiero mucho y que no sé ponerme límites cuando me refiero a él... en cambio él sí lo hace, ayer se apareció con su novia.
-Eso te re molestó... -terminó mi oración.
-Sí, mucho, yo seguramente lo hubiera llamado primero a él y después a Gastón, y seguramente hubiera ido a verlo antes... Lu, yo sé que me estoy confundiendo.
Estaba preocupada, si algo en mi vida no quería era tener conflictos con Mariano, y si continuaba actuando como lo estaba haciendo, seguramente los tendría.
-Es fácil, Poty, tenés que pensar qué es lo que buscas de tu relación con Mariano y qué de la relación con tu novio, y ahí te vas a dar cuenta cómo tenés que actuar.
Para ella era muy fácil decirlo, pero era algo muy complicado para mí. Yo no quería nada nuevo de Mariano, por eso no comprendía por qué en el último tiempo habían surgido tantos cuestionamientos sobre nuestra relación, y por qué Mariano también actuaba distinto. Porque su actitud hacia mí durante su viaje y a su regreso era algo que jamás hubiera esperado de él.
Al llegar a casa encontré un mensaje en el contestador. Mariano me invitaba a tomar un café en su casa. Al escuchar su voz comprobé cuán enojada estaba. Me sentía herida por su actitud, y pensaba hacérselo notar.
Decidí hacer tiempo para que no pensara que estaba ansiosa por verlo. Me di un largo baño, me vestí con más cuidado de lo habitual, y marché hacia su hogar. Antes de llegar me detuve a pensar qué sería lo que más podría molestarle y recordé que odiaba a los fumadores, entonces compre un paquete de cigarrillos y me fumé uno. Reconozco que me mareé y tuve algo de náuseas, pero no me importó.
Mariano me esperaba en la puerta del ascensor, en cuanto me besó puso cara de asco, pero sin decir palabra me empujó hacia su departamento.
-Tenés olor a cigarrillo, ¿estuviste fumando? -fueron las primeras palabras que brotaron de su boca al cerrar la puerta tras de sí.
-Sí, es mi nuevo vicio -me arrojé en el sillón que tenía en su pequeño living.
-No seas tonta, no te hace bien -me dijo en tono de reprimenda mientras se sentaba en el suelo, frente a mí.
-Hay tantas cosas que no me hacen bien... de algo hay que morir -mi actitud era de lucha, y me gustaba que así fuera.
-Ok, es tu vida -me mostró su expresión de enojo.
-Claro que es mi vida, y ya soy bastante grandecita como para decidir qué hacer.... ¿Para qué me llamaste? -usé mi tono más despectivo.
-Para que hablemos, hace mucho que no hablamos -lo noté confundido.
-En eso tenés razón... ¿Cómo te fue en tu viaje? -intenté que notara que mi pregunta había sido formulada sin ningún interés, y en cuanto comenzó con su relato, me removí en el sillón e hice como si buscara algo en mi cartera.
De pronto, saltó y quedó erguido. Sus movimientos fueron tan rápidos que pensé que algo lo había tomado por los hombros y había jalado de él.
-¡¿Qué te pasa?! -me dijo elevando su tono de voz y continuó- ¿Me querés decir qué carajo te pasa?
Al verlo tan enojado me sentí feliz, entonces decidí irritarlo aún más. Use mi tono de voz más suave y le contesté:
-Calmate, Negrito... ¿estuviste usando drogas?
-¿Vos me estás jodiendo? -seguía exaltado y se había ruborizado.
-¿Qué pretendés, Mariano? No te puedo tomar en serio. ¿Por qué no te mirás al espejo?
-¡No lo puedo creer! -gritó y con furia pateó la puerta del baño y se introdujo allí.
Sin quererlo largué una carcajada y un sentimiento de victoria me invadió. Al rato regresó, aparentemente calmado. Volvió a sentarse frente a mí y reanudó la conversación.
-¿Qué te pasa, Poty? -su voz se quebraba.
-Creo que es obvio, si lo pensaras un poquito te darías cuenta -le contesté sin perder la calma.
-No, no me doy cuenta... o más bien, sí. Estás enojada, pero... ¿por qué? -parecía suplicarme una respuesta... que yo no pensaba darle.
-¿Por qué? Dale, Mariano, no te hagas el tonto -sabía qué quería que le dijera, y no pensaba darle el gusto.
-¿Seguís enojada por lo de Matías?
En efecto, se estaba haciendo el tonto. No pensaba confesarle que lo había extrañado y que me había herido que no me llamara en tantos meses. Yo quería que él reconociera su falta.
-Sí, es lo de Matías -le contesté secamente e incorporándome agregué- me parece que vos y yo ya no tenemos nada de que hablar -me dirigí hacia la puerta.
Mariano me detuvo por el brazo.
-Está bien -dijo y me obligó a sentarme nuevamente en el sillón, esta vez, él lo hizo a mi lado- Ya hiciste que me enojara, que me pusiera mal, que gritara como un tarado. Espero que te haya alcanzado. Ahora vamos a hablar en serio.
No le contesté, simplemente me quedé quieta prestándole atención.
-Sé perfectamente qué te molestó, puede que tengas razón; pero yo también estaba enojado, creo que con razón, y entonces preferí no llamarte para que no nos peleáramos por teléfono. Pero obvio que me acordé de vos todo el tiempo... más que de nadie.
-¿Y por qué no viniste a verme ni bien llegaste? -le pregunté con seriedad.
-Tuve que ir directo al canal. No pude, sino lo hubiera hecho.
-No creo, porque para cenar con tu novia tuviste tiempo, si hubieras querido habrías tenido tiempo para mí. No me vas a conformar con esas excusas.
-Eso es distinto, entendé... ella es mi novia.
Sabía que sus palabras eran acertadas, él tenía el derecho y hasta la obligación de preferir a su novia, pero aquella frase me mató, con esas palabras sentí que mi corazón era perforado por un puñal. Efectivamente yo estaba confundida. Yo había sobrevalorado nuestra amistad y esto hacía que exigiera más de lo que él podía darme. Mi soledad me había hecho depender de él, hasta volverlo fundamental en mi vida; pero esa era mi manera de ver la vida. Evidentemente no la suya. Él tenía bien en claro cuáles eran sus prioridades.
Había actuado como una tonta, había protagonizado una escena de celos donde no me cabía ningún personaje. Me sentí infantil y ridícula. Y también muy decepcionada, porque aunque acababa de comprender que estaba en un error, hubiera deseado más que nada en el mundo que Mariano estuviera cometiendo mi mismo error. Aunque intenté contenerme, algunas lágrimas asomaron por mis ojos.
Mariano se detuvo ante esa situación y no supo qué hacer. Se quedó quieto, observándome. No quise darle importancia a mi llanto, por eso fui hasta el baño a lavar mi rostro. Cuando abrí la puerta para regresar al living, me encontré con la figura de Mariano frente a mí.
-¿Qué te pasa? -se mostraba preocupado.
-Nada Negro... nunca me gustó pelearme con vos, eso es todo -aunque intentaba dibujar una sonrisa, no lo lograba.
-Me parece que eso no es todo... ¿Dije algo que te molestó? -seguramente sabía cuál era la frase que me había molestado y no me pareció muy cortés de su parte hacerme esa pregunta. Por eso no le contesté.
-Negro, con tu actitud en estos meses comprobé que nuestra amistad no significa lo mismo para vos que para mí -sentí la necesidad de decirle lo que pensaba, pero con rapidez me interrumpió.
-No seas injusta, no podés decir eso porque no te llamé -no lo dejé seguir hablando y continué:
-Me di cuenta de que te volviste esencial en mi vida, que sos la primer persona en mi lista de prioridades y que yo espero lo mismo de vos. Pero no tiene que ser así, porque solamente somos amigos. Yo me aferré mucho a vos. Tal vez porque me siento sola y vos siempre andas por ahí intentando verme bien. Pero no tiene que ser así y te juro que de ahora en más no va a ser así, porque darte tanta importancia a vos me hace sacarle espacio a otras personas que tendrían que ser tanto o más importantes que vos. Además yo no puedo exigir que me pongas en el mismo lugar que yo te pongo, porque no corresponde, porque es injusto. Quiero que sepas que en mis sentimientos y pensamientos te acabo de liberar de ese peso.
Terminé con mi discurso y caí rendida en el sillón. Noté un gesto de confusión en la cara de Mariano. Tal vez había dicho muchas palabras muy de golpe e intentaba asimilarlas. Me miraba extrañado, hasta que de pronto habló:
-Poty... creo que varias veces te dije que tu sinceridad me mata. No me podés decir esto, hacer esto. Vos no sabés lo que significás para mí. Y no podés llegar a esas conclusiones porque no te haya llamado o no haya ido a cenar con vos ayer –se tomó la frente con ambas manos y luego de masajear su ceño continuó:
-Poty, te quiero muchísimo y para mí sos muy importante. Sos la persona que más me conoce y entiende. Sos mi gran amiga. Y me parece bien que haya otra gente que sea muy importante en nuestras vidas, los dos estamos de novios y tenemos muy buenos amigos, pero eso no implica que yo deje de estar en cada uno de los momentos que me necesites y lo mismo al revés. Pero tenés que entender que a veces no puedo. Yo te... – noté que luchaba con sus pensamientos, su cuerpo se había tensado y sus puños estaban apretados- Yo siempre te voy a acompañar y no porque te sientas sola, sino porque me encanta acompañarte. Me encanta que me acompañes.
Creo que ambos estábamos muy confundidos con nuestros sentimientos, y tal vez, mi revelación también lo había hecho reflexionar sobre nuestra amistad. No me sentía cómoda, ninguno de los dos actuábamos con el otro como lo hacíamos habitualmente. Seguramente ambos teníamos mucho para pensar y modificar en aquella relación. Pensé que todo lo que se necesitaba hablar ya se había dicho.
-Mariano, yo sé que me querés mucho, eso no está en duda, yo también te quiero mucho y eso no va a cambiar... -me levanté y besé su mejilla- no te preocupes, estamos bien -le dije y caminé hacia la puerta. Él no me detuvo pero se apuró a contestar antes de que saliera de su casa:
-No sé si estamos bien, pero lo vamos a estar -escuché mientras cerraba la puerta.

CAPÍTULO 5 (PRIMERA PARTE)

CAPÍTULO 5 (Primera parte)

Aquel jueves, en contra de mi voluntad, me desperté de madrugada. No soportaba mi cuerpo, la ansiedad me dominaba. No tenía idea cómo lograría soportar las horas que debía permanecer en la facultad. Me bañé por largo rato y sin desayunar, corrí hasta la universidad.
Los profesores me parecieron insoportables. En cuanto terminaron de dictar la última cátedra huí para llegar lo antes posible al taller de pintura.
Pintar era una buena terapia. En estos últimos meses, donde no tenía bien en claro por qué me sentía tan nerviosa, había logrado una producción increíble. Aunque desde el comienzo del taller experimentaba con óleos en el último tiempo había regresado al uso de los pasteles, pudiendo descargar ansiedades en dibujos llenos de manchas y rayas. El profesor estaba encantado con tanta producción no figurativa y yo también lo estaba, ya que al regresar de sus clases me sentía más liviana y apacible. Y aquel día no fue la excepción. Al salir del taller ya había olvidado la excitación con que me había despertado y logré regresar a casa tranquila y relajada.
Al entrar a mi hogar noté que mi padre no estaba, entonces fui hasta el contestador automático, pero no encontré ningún mensaje. Me propuse no enojarme ni exaltarme, por ello decidí que dormir una larga siesta sería la solución.
Cerca de las cinco de la tarde el timbre de entrada me despertó y tan rápido como pude bajé a averiguar quien era. Gastón me sonreía del otro lado de la puerta. Me llené de desilusión pero fingiendo una sonrisa lo hice pasar.
-Mi amor, ¿vamos por ahí a tomar algo? -me dijo luego de besarme.
-No, gracias, prefiero que nos quedemos acá, no tengo ganas de salir -pero si querés andá vos, pensé.
-¿No te sentís bien? -examinó mi rostro.
-Estoy bien, ¿querés que tomemos unos mates? -sin prestarle atención, caminé hasta la cocina para preparar el mate. Gastón se sentó junto a la mesa y con desinterés comenzó a ojear una revista.
-¿Sabías que volvió Mariano? -me dijo al pasar para luego agregar– Qué pregunta tonta la mía -y rió.
¿¡Cómo sabía él que Mariano había regresado!?
-Sí, me enteré, ¿por qué? -no mostré mucho interés.
-Por nada, seguro que vos ya hablaste -negué con la cabeza– Yo hablé hoy a la mañana, está muy contento, parece que le fue bárbaro.
¿¡Cómo podía ser que hubiera hablado con Gastón y a mí ni siquiera me había llamado!? Mi cara debió haberse transfigurado.
Gastón me miró y señalándome con su índice gritó:
-¡Por eso estás loca! Porque Mariano no te llamó, no te preocupes, me preguntó por vos.
-No estoy loca, pero él se dice mi mejor amigo y no fue capaz de llamarme -le entregué un mate y me senté a su lado.
-A mí tampoco me llamó, yo lo llamé al trabajo porque me enteré que había vuelto. Está super ocupado, ya te va a llamar.
-Seguro que para llamar a la novia tuvo tiempo -me arrepentí de mis palabras.
-¡Eso es distinto! No vas a comparar a una novia con una amiga... -meditó unos segundos- la gente normal prefiere a los novios, salvo vos que decís que la amistad es sagrada. Bah, que la amistad con Mariano es sagrada... -calló y se sumergió en el mate que acababa de entregarle.
-No sé, Gastón, yo estoy mal, me molesta que no se preocupe por mí...
Yo seguía sumergida en mis pensamientos y no pude darme cuenta con quien estaba hablando.
-¿Sabés una cosa, Poty? Ya me tenés harto con Mariano. Es muy evidente que él te importa más que yo, y ni siquiera intentás disimularlo. Me hablás como si él fuera tu novio y ya no me lo banco más.
Me hablaba con tanta sensatez y tranquilidad que no pude discutirle. Al observar mi mutismo continuó:
-Vamos a hacer algo, pensá si querés seguir conmigo o seguir sufriendo porque Mariano no te da lo que esperás, y después llamame, ¿sí?
Se levantó para salir de la cocina, pero instintivamente corrí hacia él y lo detuve.
-No te vayas, Gastón, tenés razón, no sé por qué me hago tanto problema por Mariano; pero yo te quiero, y no quiero que nos peleemos -lo besé en la boca y lo invité a sentarse nuevamente.
-Me quedo con la condición de que no hablemos más de Mariano -aún se mostraba molesto.
-Está bien, pero te recuerdo que vos sacaste el tema -puse mi mejor sonrisa y comencé a contarle sobre mis peripecias en la facultad.
En verdad no puse mucha atención a nuestra conversación. Toda mi energía se focalizaba en evitar los pensamientos constantes sobre Mariano... ¿Cómo podía ser que mi novio me hiciera esos cuestionamientos? ¿Qué estaba haciendo mal? No lograba dilucidar si yo era quien estaba tan confundida con respecto a los sentimientos que son permitidos en una amistad o si el resto del mundo era tan mal intencionado que confundía un cariño tan profundo con otra clase de amor.
Antes de cenar, Gastón se marchó, y sentí una enorme paz. El teléfono no había sonado, no había ninguna noticia, y para colmo me dolía la cabeza de tanto que había reprimido mis pensamientos. No quise cenar y me encerré en mi cuarto. Sin darme cuenta me quedé dormida.
Golpearon a mi puerta y me sobresalté. Había perdido la noción del tiempo.
-Poty, tenés visitas -me dijo papá. Lo noté alegre.
Inmediatamente salí de mi habitación para correr hasta el living. Mariano estaba parado al pie del último escalón. Lo abracé con fuerza mientras gritaba su nombre; pero por sobre su hombro me encontré con un personaje desconocido. Como si un acto reflejo se apoderara de mí, di un paso hacia atrás y lo empujé.
-¿Qué manera de recibirme es esta? -me preguntó entre sonrisas pero sorprendido por mi brusca reacción.
-Es que quería verte, ya me había olvidado de tu cara -contesté con la mayor naturalidad posible- ¿No nos vas a presentar? -no podía quitar mis ojos de aquella mujer. Era demasiado linda para mi gusto. Alta, estilizada, de largos cabellos rubios y para rematar el prototipo de Barbie, de ojos celestes.
-¡Es Jimena!, pensé que se conocían -Mariano estaba muy jocoso, situación que me irritó aún más.
-No, no nos conocíamos -implanté en mi rostro una muy falsa sonrisa y la saludé.
Luego los tres nos sentamos en los sillones.
-¡Por fin te conozco! Siempre escucho hablar de vos y me moría de intriga por verte -dijo sonriendo. Sus dientes me parecieron espantosamente perfectos ¡no podían ser de otra manera!
-¡A mí me pasaba lo mismo! -le contesté de forma exagerada y corrí mi vista hacia Mariano.
-¿Y vos qué contás? -le pregunté.
-Me fue bárbaro, se trabaja muy bien allá. Ya me dijeron que a fin de año vuelvo a viajar; pero estoy super cansado... ¿y vos que novedades tenés?
-Todo igual, estoy estudiando mucho, y con Gastón seguimos bárbaro.
-Qué bueno -contestó pensativo.
Estaba muy enojada, pero no quería que lo notara. No solamente no me había llamado en todo el día, sino que había aparecido con su novia. ¿Qué le pasaba a este chico?
-Bueno, chicos, les pido disculpas, pero estoy muy cansada. De hecho cuando llegaron ya estaba durmiendo. Me alegro que te haya ido bien, Negro, los acompaño -me incorporé y ellos me imitaron.
-Si, claro, vamos.
Mariano parecía confundido, pero sin decir palabra caminó abrazando a su novia hasta la puerta.
-Uno de estos días te llamo -le dije antes de cerrar la puerta ante sus narices.

CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 4

Pensé que Mariano me llamaría desde Estados Unidos, pero no lo hizo. Este hecho me molestó sobre manera, pero nada podía hacer al respecto.
Lola estaba muy deprimida. Su autoestima había descendido notablemente. Decidimos distraerla con Natalia. Los sábados íbamos las tres a bailar. A veces se nos unían otras amigas. Esto no le agradaba a Gastón, era lógico, pero a mí no me importaba, mi obligación era acompañar a una amiga en problemas.
El único efecto que causaron estas salidas fueron las reiteradas discusiones que compartía con Gastón, ya que Lola seguía pensando en Matías, y Natalia no había encontrado ningún hombre que le agradara.

Comenzaba septiembre, era una noche estrellada. Por ello habíamos decidido con mi padre cenar en el jardín. Como era habitual, comíamos sin decir palabra; pero había algo en su expresión que me llamaba la atención, parecía mirarme con reproche. No pude soportar la intriga y le pregunté qué le sucedía.
-Sos vos, Poty, me tenés preocupado.
-¿Preocupado por qué?
Soltó sus cubiertos y buscó mis ojos.
-Sabés que no me meto en tu vida, a vos no te gusta y yo perdí la costumbre de hacerlo; pero creo que tu relación con Gastón no va ni para atrás ni para adelante.
¡¿Qué sabía él de mi relación con Gastón?!... Como si alguna vez me hubiese preguntado algo, pero mi curiosidad me hizo escucharlo.
-¿Te parece, pa?
-¿A vos te parece normal salir todos los fines de semana con tus amigas? Yo creo que eso no es normal, vos lo estás descuidando. Además una chica que sale a bailar todos los fines de semana sin su novio parece una atorranta.
-¡No digas pavadas, papá! ¿Atorranta para quién? Las parejas modernas salen con grupos de amigos por separado. Es lo más normal del mundo. Él también sale con sus amigos, yo no me quejo.
-Si estuvieras enamorada preferirías estar con él y no con tus amigas, y no me digas que no es así porque creo que tengo más experiencia que vos en eso.
No pensaba darle la razón, yo estaba cómoda con Gastón y mientras él aceptara mis reglas, no era mi intención ponerme a revisar nuestra relación.
-Ya te dije que es una mentalidad distinta a la de tu época, además lo importante es la calidad del tiempo que estamos juntos -papá largó una carcajada.
-¡Una calidad bárbara! Si se la pasan todo el tiempo peleando -no podía dejar de reir- Poty, sos tan graciosa, sos tan buena con las palabras, siempre encontrás la respuesta para todo. Yo no necesito que me reconozcas que tengo razón. Pero si te interesa, yo creo saber por qué estás con Gastón.
Antes que comenzara a desarrollar su hipótesis, lo interrumpí:
-¿Si te digo que no me interesa te vas a callar?, además, ¿desde cuándo te interesa tanto mi vida amorosa?
Odié esa sonrisa que tenía instalada en su rostro.
-¡No te pongas nerviosa, Poty! No te voy a poner en penitencia. Yo creo que estás con Gastón para darle celos a Mariano.
-¡Nada más lejos de la realidad! -me apresuré a contestarle- además creo que ya tuve suficiente cuota de consejos paternos para este día y lo que queda del mes. Si no te molesta, me voy a dormir, estoy reventada.
¡¿Qué derecho tenía mi padre a decir esas cosas?! ¿Qué derecho tenía de perturbar de esa manera mis pensamientos? Mariano era mi mejor amigo, ¿por qué tenía que cambiar esa situación? Que algunas veces fantaseara con él, suponía, era lo más lógico del mundo, que lo extrañara y sintiera un gran vacío por su ausencia, también era lógico, tan lógico como la indignación que sentía porque no me había llamado desde Estados Unidos. Era mi mejor amigo, y esos sentimientos que tenía eran perfectamente aceptables. Mi papá estaba equivocado, muy equivocado. Gastón era mi novio y yo estaba feliz de que así fuera.

CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 3

A principios de abril comencé la facultad, aunque no estaba muy entusiasmada, la carrera me parecía interesante. De todas maneras, más interesante que la carrera en sí, era ser universitaria. Era una dinámica muy distinta a la secundaria y eso me agradaba.
Ya me había hecho de algunos amigos, pero con quien siempre me encontraba era con una compañera llamada Lucrecia. Aunque éramos muy distintas, congeniábamos y de a poco fue gestándose una linda amistad.
También concurría a un taller de pintura, este tema sí me fascinaba y me hacía sentir más tranquila conmigo misma, ya que por fin había descubierto algo que realmente me interesaba.
En mi casa, todo había vuelto a la normalidad, ya no me invadían los fines de semana para utilizar la pileta, Mariano había regresado a su departamento y mi padre se había instalado en casa, aunque fuera por un par de meses.
Tal vez, el mayor cambio que había surgido en esos meses era la falta de contacto diario con mis amigas. No encontrarme con Lola y Naty con esa asiduidad era algo que extrañaba. Pero para no “perdernos” nos habíamos propuesto reunirnos a cenar todos los viernes, y lo cumplíamos como si fuera un mandamiento.
Ellas también estaban enfrascadas construyendo sus nuevas vidas. Lola, estudiando derecho y Naty con su carrera de chef. Por lo general, los viernes, era ella quien nos deleitaba con el último plato que había aprendido.


Era un oscuro día de invierno, bajaba las escaleras de la facu, discutiendo sobre los mecanismos de defensa con Lucrecia, cuando escuché que alguien gritaba mi nombre. Ví a Lola agitando su mano con mucha ansiedad. Sus facciones estaban tensas y parecía descontrolada. Casi sin saludar a Lucrecia me rogó que nos apuráramos que ya había citado a Naty en casa. Yo estaba sorprendida, no entendía de qué podría tratarse, jamás había visto a Lola en ese estado.
Cuando llegamos a casa, Natalia nos esperaba en la puerta. Entramos corriendo y nos encerramos en mi cuarto. Allí Lola comenzó con su relato:
-Ayer llamé a Matías a la tarde y todavía no había llegado de la facultad. Yo sé que los lunes sale de la facu al mediodía.
-Como Gastón -comenté.
-Claro, -continuó Lola- bueno, ayer llamé a su casa después de almorzar y su mamá me dijo que no había vuelto de la facultad. Matías me llamó como a las seis y me dijo que había tenido un examen y que había llegado tarde.
En ese momento recordé que Gastón había pasado a buscarme por la facultad pasado el mediodía; pero preferí no echarle más leña al fuego.
-Yo le creí, pero a la noche Gastón me llamó para preguntarme una cosa sobre vos -me miró- y yo le pregunté cómo le había ido en el examen. Él se sorprendió y me dijo que no le habían tomado examen. Eso me hace pensar que Matías me está ocultando algo. Yo creo que anda con otra chica -cerró sus labios y nos miró expectante.
-No prejuzgues, a lo mejor te está ocultando una sorpresa -le aconsejó Naty mientras se sentaba a su lado y la abrazaba.
-No creo, yo lo noto raro desde hace un par de semanas, no es algo especial, pero hay detalles que últimamente me molestan -noté que los ojos le brillaban y me llené de rabia. Creía que tenía razón y me hubiese encantando comenzar a gritar e insultar en contra de Matías, pero Lola estaba mal y no necesitaba que yo la hiciese enroscarse más. Sólo le pregunté qué pensaba hacer.
-No quiero mezclar a Gastón, pero quiero que confiese.
Las tres pensamos por unos minutos. Natalia fue la primera en hablar.
-Decile que alguien lo vio y te contó.
-¡Sí! Decile que los vio Soledad, así no quemamos a nadie del grupo -terminé la idea y Lola pareció complacida.
-Ya debe estar en su casa, lo voy a llamar.
Tomó el teléfono. Nosotras le preguntamos si prefería quedarse sola, pero negó con la cabeza y marcó los números. Escuchamos que sin saludarlo le dijo:
-Estuve con Soledad. Ella te vio, pero quiero que me lo cuentes vos.
Luego hizo un largo silencio y volvió a repetir la última frase:
-Si algo me respetás, quiero que me lo cuentes vos.
Supusimos que él le contó una historia que no duró más de quince segundos, y que logró que un llanto cargado de angustia brotara de los ojos de Lola.
-Sos un desgraciado -le dijo de manera entrecortada, y colgó el teléfono.
Nosotras la miramos en silencio. Era la primera vez que veíamos llorar a Lola. No sabíamos qué hacer para consolarla. Lentamente nos acercamos y la abrazamos. Por fin logró tranquilizarse y escapándose de nuestros brazos comenzó a caminar a lo largo de mi habitación.
-Me dijo que salió a tomar algo por Recoleta con una compañera de la facu, pero que no había pasado nada, que Soledad era mal pensada, y que seguramente envidiaba que yo estuviera de novia y ella no.
Con Natalia nos miramos descubriendo que ambas pensábamos lo mismo, pero fuimos cómplices en el silencio.
-Yo sé que me metió los cuernos y que no fue la primera vez. No pienso hablar nunca más con él ¡Lo odio!
-Está bien, Lolita, no te pongas mal, él no se lo merece -le dijo Naty y la besó en la mejilla.
-Natalia tiene razón, si te engañó no se merece ni una sola lágrima tuya. Es una porquería, ya vas a ver que conocés a alguien mucho mejor -preferí no seguir opinando, porque estaba indignada. La infidelidad era un tema que me asqueaba, era muy tajante respecto a eso, y no quería enfurecer aún más a Lola.
-Claro que vas a conocer a alguien mucho mejor, en el verano nos vamos las tres de vacaciones y vas a ver cómo nos vamos a divertir -Natalia se mostraba animosa.
-Ahora no puedo pensar en divertirme. Chicas, me voy a casa. Necesito estar sola, quiero dormir un rato. Hablamos después.
Natalia se ofreció a acompañarla hasta la casa y ambas se marcharon.
Por la tarde Mariano pasó a visitarme. Estaba muy contento, yo, en cambio, seguía enojadísima. Me invitó a tomar el té y pensé que era una buena idea para distraerme. Fuimos a un bar que quedaba frente a la plaza Güemes. Yo bebía un licuado de banana y Mariano disfrutaba de su submarino. Aunque se mostraba jocoso no había logrado sacarme una sonrisa. Dándose por vencido me preguntó que sucedía.
-Hoy Lola y Matías cortaron.
Pareció sorprenderse.
-¿En serio?... ¿Por qué?
-Lola se enteró que Matías le metió los cuernos -le conté indignada.
-¡Ah! -me contestó sin demasiado interés.
-¿Ah? -me molestaba su indiferencia. Para mí la infidelidad era un asunto muy grave para un simple “ah”.
-Sí, Poty, tarde o temprano, ella se iba a enterar -dijo con soltura mientras mojaba la medialuna en la leche.
-¿De qué hablás, Negro? -no comprendía por qué hablaba del tema con tanta naturalidad.
-De la chica con la que sale Matías... ¿no hablamos de eso? -parecía reírse de mi nerviosismo.
-¿Vos me estás diciendo que sabías que Matías la engañaba? -sentí fuego en mi rostro.
-Sí -dijo y bajó su mirada. Comprendió que estaba en problemas.
-¿¡Por qué no me dijiste nada!? -sin querer, elevé mi tono de voz y llamé la atención de la gente que se encontraba en las mesas vecinas.
-¿Creés que estoy loco? Tranquilizate -dijo echando un vistazo a las personas de alrededor-. Tranquilizate, nos están mirando.
-Sos tan poca cosa como Matías. Todos sabían y nadie fue capaz de decirle a Lola. Seguro que se reían de ella -quería golpearlo.
-Nadie se ríe de Lola. Yo la quiero a Lola, me molestaba lo que hacía Matías y se lo dije varias veces a él. Pero él es mi amigo y no podía traicionarlo -Seguramente mi actitud le molestó ya que su contestación fue agresiva-. Vos no sos quien para hablar, seguramente si hubiese sido al revés vos no me hubieses dicho nada. Además no es asunto tuyo, es algo que tienen que resolver entre los dos. Estás mal de la cabeza -bebió un sorbo de su chocolate y me miró con furia.
-Lo que más bronca me da es que seguro que Gastón también lo sabía y no me dijo nada. Los dos hombres que más quiero me mintieron.
Me sentía traicionada. Que Gastón me hubiera mentido, no era tan grave; pero Mariano era distinto. Me era imposible ocultarle un secreto, pero acababa de comprobar que a él no le sucedía lo mismo.
-Mirá Mariano, estoy furiosa, gracias por el licuado, me voy a casa.
-¡Pará! Tengo que decirte algo -dijo mientras me incorporaba, para luego tomar mi mano y tirar de ella para que volviera a sentarme-. Me voy a Estados Unidos el jueves, me mandan a cubrir un par de torneos de básket ¿No es bueno? -Mariano me sonreía, supongo que esperando una respuesta agradable. Seguramente no comprendía que yo aún seguía enfadada.
-Es muy bueno, Mariano, pero yo me voy.
Me levanté y sin saludarlo salí del lugar.

Regresé a mi casa enfurecida. No me percaté, entonces, que Mariano me había invitado para despedirnos. Aquella fue la última vez que lo vi hasta que regresó de su viaje.
En cuanto abrí la puerta, encontré a mi padre conversando con Gastón. ¡Lo único que me faltaba! pensé mientras arrojaba las llaves sobre el mueble del hall. No pude, ni quise, cambiar el gesto desagradable que se había instalado en mi rostro, y me acerqué a ellos.
-Hola, pa -le dije dándole un beso y agregué agitando mi mano- ¿Qué hacés, Gastón?
-Te estaba esperando -me contestó extrañado con mi reacción.
Papá dijo que tenía que marcharse a la inmobiliaria y entonces nos dejó solos. Noté que Gastón me observaba. Intentaba descubrir en mi rostro cuáles eran los sentimientos que experimentaba. Deduzco que no lo logró. Se incorporó y caminó hacia mí. La mesa ratona lo detuvo.
-¿Sabés qué día es hoy? -me seguía mirando extrañado.
-Claro, 29 de julio -le contesté con desdén... y al escuchar mi respuesta recordé que era nuestro aniversario. Cumplíamos seis meses de novios.
-Vine a que festejemos; pero creo que no estás de ánimo... la verdad es que no entiendo qué te pasa -mostró una actitud apacible-. Si querés me voy.
Le pedí disculpas y le ofrecí ir por un rato a mi cuarto.
Subimos las escaleras en silencio. Al entrar a mi habitación encontré un ramo de fresias sobre mi escritorio, y un paquete envuelto para regalo sobre la cama. Giré y clavé mi mirada en la suya. Sus ojos celestes lograron apaciguar mi ánimo y retomé mi postura habitual.
-Perdoname, Gastón, hoy no tuve un buen día -puse mi tono más dulce de voz, y él me sonrió.
-Ya sé que estás medio loca. No te preocupes -me abrazó y me besó en la boca.
Las fresias eran mis flores preferidas, por eso no tardé es inspirar su aroma, luego abrí el regalo. Era una polera de lana, color chocolate.
-¡Gracias! Yo quería una justo así -lo besé con efusividad.
-¿Viste como me preocupo por averiguar lo que querés? -se recostó en la cama y acarició mi espalda.
-La llamaste a Lola, ¿no?
-Sí -noté que no suponía lo que había sucedido, ya que no dio demasiada importancia a la pregunta, en cambio siguió acariciándome.
-Me alegra que se te haya pasado el enojo -besó mi oreja y me empujo para que quedara recostada junto a él.
-Te pido perdón, no quise tratarte mal, y menos olvidarme del aniversario.
-Tendrás que hacer algo para que te perdone -sus ojos brillaban y en sus labios había una sonrisa picara. Se pegó a mi cuerpo y luego de rodearme con sus brazos comenzó a besarme. Sentí algo distinto al resto de las veces en que llegábamos a ese grado de intimidad. Era como un sentimiento de venganza, o revancha. ¿Pero venganza a quién? Hubiera permanecido horas besándome con Gastón, pero el ruido de las llaves en la cerradura nos sorprendió.
De inmediato, Gastón, pegó un salto que lo condujo al escritorio. Se sentó allí y comenzó a garabatear en una hoja.
Escuché a mi padre gritando desde el living nuestros nombres. Inspiré hondo para normalizar mi respiración, y le comuniqué donde estábamos. Entonces nos contó que iba a preparar unas pizzas.
Gastón sonrió despreocupado y volvió a sentarse a mi lado.
-¿De qué hablábamos? -intentó hacerme una broma, pero yo recordé el tema que me había irritado todo el día y se lo comenté.
-¿Cómo descubrió Lola que Matías la engañaba? -su mirada no se despegaba del piso.
-Fue cuando vos le dijiste que no habían tenido ningún examen.
Puso cara de preocupación.
-¿No me habrá mandado al frente? ¿O sí? -por fin levantó la vista.
-No, le inventó una trampa y él cayó.
-Qué bien -ambos callamos unos segundos.
-Hoy me peleé con Mariano porque él lo sabía y no me dijo nada, y cuando te ví, sentí la misma bronca que por Mariano.
Pensó un instante antes de contestarme.
-Debe ser la primera vez que tengo el honor de causarte el mismo sentimiento que Mariano.
Sus palabras brotaron con tal fluidez que me atropellaron. Gastón era astuto. Estaba a punto de arrojar mi discurso incriminatorio y él, con total facilidad, había logrado invertir los roles. Ahora yo debía defenderme.
-No cambies de tema, no podés comparar. Vos sos mi novio, él es mi amigo.
-Sí, pero mi título no me da ningún beneficio.
Estaba en lo cierto, pero no podía reconocerlo.
-¿No? Ya te dije que con él me peleé en cambio con vos estuve transando mucho tiempo. No pienso discutir esto, ¿por qué no me dijiste lo de Matías?
Supongo que la escena de celos lo había ayudado a ganar tiempo y buscar una historia que me convenciera. Con serenidad contestó mi pregunta.
-Matías es mi mejor amigo, y Lola la tuya. Si te lo contaba ibas a ir corriendo a contárselo a ella. Hubiera sido infiel a un amigo.
-Pero me mentiste a mí.
-No, simplemente te oculté la verdad. Además yo le decía a Matías que no lo hiciera, y no lo cubrí con lo del examen. Ahí yo la ayudé a Lola.
-Está bien, supongo que si Mariano me pidiera que le guardara un secreto, lo haría aunque me torturaran. Te entiendo.
Mi última frase fue mi desquite, sabía a la perfección que le molestaría. Especialmente el día de nuestro aniversario.
-¿Vamos a comer? -preguntó con seriedad y sin esperar mi respuesta se dirigió al comedor.

CAPÍTULO 2

CAPÍTULO 2

Pensé que ponerme de novia me llenaría de ansiedades y me daría algo en que pensar y distraerme, pero eso no había sucedido.
Con Gastón estaba bien, me gustaba; pero no me apasionaba. Pensé que tal vez era así porque no me había costado conquistarlo, no había sufrido, no había llorado, no lo había deseado. Todo había surgido naturalmente sin mayores exabruptos. Tal vez el tiempo haría que me entusiasmara.
Pero no me servía para dejar de pensar en aquellas palabras: “mi primera vez... algo que me interesara”.
Gastón estudiaba geología y parecía entusiasmado. Cuando se juntaban con Matías, con quien estudiaba, se pasaban largos ratos charlando sobre eras, rocas y otras tantas cosas que me parecían sumamente aburridas pero que para ellos parecían ser en extremo divertidas e interesantes. Entonces, como él era mi novio me pareció buena idea hablar sobre mis inquietudes.
Por lo general, casi todos lo días mis amigos se reunían en casa para disfrutar de la pileta, y ya por la tarde cuando el sol se ocultaba, no había más motivos para quedarse y esos eran los momentos donde aprovechábamos para estar solos... salvo que Mariano se instalara cerca nuestro, cosa que rara vez sucedía.
Aunque Gastón esperaba esos momentos para lograr algo de mayor intimidad conmigo, aquella tarde preferí que charláramos. A pesar de que no se mostró muy convencido, accedió.
-¿Qué es lo que te anda preocupando, Poty? -dijo sin siquiera mirarme, mientras se arrojaba en el sillón del living y encendía la tele.
-Estoy preocupada por mi futuro. No se si elegí bien la carrera -corrí sus piernas y me senté a su lado.
-Psicopedagogía es algo bastante normal, no creo que te cueste lo que tengas que estudiar, además es humanística y vos sos bastante sociable -se lo notaba bastante interesado en el partido de fútbol que miraba como para hacer apreciaciones muy profundas. De todas maneras continué:
-Lo que pasa es que veo que a vos te encanta lo que estudias y hasta te parece fascinante una roca... -me interrumpió.
-¡Es que es fascinante!
-Sí, para vos. A eso voy, vos estás haciendo algo que realmente te gusta, yo en cambio no estoy muy emocionada por empezar la facultad.
-¡Poty, tenés 17 años! Tenés toda una vida para elegir lo que te gusta, si cuando empezás la facu ves que te aburrís, cambiás y listo. Realmente no entiendo por qué estás tan preocupada. Tendríamos que estar transando y cagándonos de risa en vez de filosofar. Seguro que eso te ayuda a no preocuparte más por tu futuro. ¿Vamos a tu cuarto?
En esos momentos no tenía ganas de ir a mi cuarto, en realidad no tenía ganas de estar con él y menos aún soportar sus besos, no los merecía.
-¿Sabés qué? Hoy no estoy de humor. Si querés quedate mirando el partido, yo me voy al jardín.
Sólo gritó “¡Gol!”, así que luego de servirme un vaso de jugo fui al jardín, para recostarme bajo mi sauce preferido.
Ya había oscurecido cuando Mariano apareció en el jardín.
-Gastón te mandó un beso. ¿Qué pasó? Me dijo que estabas enojada y que prefería no salir para que no lo putearas. ¿Te hizo algo? -se sentó a mi lado.
-A parte de preferir un partido a charlar conmigo, no... -Mariano no pudo ocultar su risa.
-Para vos será divertido -agregué- pero para mí es bastante frustrante que mi novio prefiera transar conmigo o ver un partido a escuchar mis problemas.
-No lo culpo, vos andás correteando en bikini todo el día, el chico no es de hierro -noté que quería levantarme el ánimo, pero no lo estaba consiguiendo-. Contame qué te pasa, yo no voy a intentar transarte y el partido ya terminó -me guiñó el ojo y me quitó una sonrisa.
-En realidad si estoy preocupada, es por tu culpa... ¿Te acordás el día que debutaste en la tele? -asintió con la cabeza- ¿cuando te enojaste y me dijiste sobre la primera vez que algo me interesara?
-Si, pero te pedí disculpas. Tenías razón.
-Vos también, porque no hay nada que realmente me interese y eso es lo que me molesta. Golpeando sus piernas me invitó a recostar mi cabeza en ellas y yo obedecí.
-¿Y psicopedagogía? En un mes empiezan las clases. Habías decidido que era lo que más te gustaba -mientras me hablaba rascaba mi cabeza, él sabía que eso me tranquilizaba.
-No encontré nada más interesante para estudiar, y la psicopedagoga que nos dio la charla de orientación me pareció divina, por eso lo elegí; pero no sé si es lo que me gusta.
-Mirale el lado bueno, hasta que no sepas de qué se trata no vas a saber si te gusta o no y si te llega a gustar vas a tener la oportunidad, con tu carrera, de ayudar a elegir a otros chicos que se sientan desorientados.
Me encantaron sus palabras.
-¡¡Ves que con vos se puede hablar!!! Gastón sólo puede hablar de rocas.
Mariano se echó a reír con ganas.
-Gastón es mi amigo, pero hay que reconocer que es medio boludo. ¿Sabes de qué me acordé? Cuando eras chiquita te encantaba pintar, ¿te acordás? Yo lo tengo muy presente porque siempre me obligabas a posar.
-¡Cierto! Es más, debo tener esos dibujos guardados en alguna parte. Es verdad que me gustaba pintar. En realidad no se por qué dejé de hacerlo. ¡Gracias Negro! -pegué un salto para poder abrazarlo y besarlo.
-Te lo debía, ya que fui yo quien te hizo pensar que nada te interesaba, pero te juro que esa no fue mi intención -me respondió el beso y se levantó–. Bueno, me tengo que ir, hoy seguro que vuelvo de madrugada.
En las últimas semanas Mariano solía desaparecer con más frecuencia de la habitual, y eso le comenté.
-Es que estoy saliendo con una chica del canal. Pero me pareció medio extraño decirle que vivía aquí, no es algo que se explica fácilmente. Así que ella cree que estoy en mi depto, por eso llego tarde. Por suerte por ahora nunca me dijo que se quería quedar a dormir conmigo, sino se me hubiera complicado -me explicó.
¡Por eso desaparecía tanto! Pensé.
-Negro, sabés que la podés traer cuando quieras -reconozco que lo dije por compromiso, por lo general no me agradaban sus novias... demasiado perfectitas para mi gusto.
-Gracias, pero traerla lo haría formal y todavía no quiero que sea formal -puso cara de pícaro y agregó- además, no quiero estar siempre entre Gastón y vos.
Sin esperar respuesta, besó mi frente y salió con apuro.

Aproveché que estaría sola en casa y decidí ir hasta el playroom a buscar aquellos dibujos que habían vuelto a mi memoria. Sabía que en alguna caja los encontraría. Luego de llenarme de polvo y telarañas logré encontrarlos en el fondo de un baúl. Arrastré el cofre hasta unos almohadones que por allí había y comencé a revisarlos. En aquellos papeles se notaba el paso de los años, ya estaban amarillos y resquebrajados. Comencé a mirar uno por uno.
-¡Manchita! -grité al encontrar un bosquejo anaranjado de algo que quería ser un perro.
Ya había olvidado a mi mascota, recordé cuánto la quería y lo loco que volvía a aquel animal.
Seguí revisando y comenzaron a aparecer una serie de retratos con crayón o carbonilla negros. Dos ojos saltones y un flequillo oscuro, no podía ser otro que Mariano y su particular mirada. Esa mirada profunda y tan expresiva que hacía parecer que Mariano siempre sonreía. Esa mirada que no se había perdido con los años.
Luego encontré un sinnúmero de paisajes con soles que sonreían, árboles colmados de manzanas y casas alpinas. Y bien en el fondo... estaba aquel rostro. Saqué de la caja aquel dibujo con sumo cuidado, parecía que esos ojos me miraban. Sin duda, era el retrato mejor logrado, pintado con acrílicos. Tuve que quitarlo de mi vista para que no se arruinara con mis lágrimas. Era mamá. Sus ojos castaños me transmitían paz y sus labios una sutil sonrisa. Recordé el día que le pedí pintarla. Yo jugaba en el patio con Manchita cuando ella entró con una paquete envuelto para regalo.
-¡Po! Mirá lo que te traje -dijo entusiasmada y me entregó el regalo. Al abrirlo encontré un nuevo juego de acrílicos y un pincel muy lindo. No era como los que solía usar. Era uno “en serio”, me explicó. Y allí nomás decidí estrenarlo. Aunque sabía que ella estaba cansada, después de un largo día de trabajo, la convencí para que se quedara quieta bajo mi sauce preferido y estuve largo rato retratándola.
-¡Cómo nos divertíamos! -pensé. Mamá era una mujer alegre, graciosa, que no tenía miedo al ridículo. Recordé cuánto disfrutaba de su compañía. Recordé, entre sollozos, nuestras siestas compartidas, nuestros paseos por la avenida Santa Fe, los cuentos que me inventaba a la hora de dormir... ¡Eran tantos recuerdos, tantas imágenes! Me sentía abrumada, mi pecho se había comprimido y mi garganta estaba seca. Eran sensaciones que habían sido escondidas por años y que de pronto afloraban sin contención. Me era difícil soportar tanto dolor, tanta emoción.
Lloré tanto que mis ojos estaban nublados y mi rostro parecía explotar. Necesitaba que me abrazaran, que me dijeran que iba a cesar aquel momento. Necesitaba a papá. Allí, tirada en el playroom reconocí cuánto los extrañaba, reviví la tristeza y la soledad que se habían aplacado con el tiempo. Yo no quería que esos momentos tan oscuros de mi vida regresaran, había sido un gran esfuerzo superarlos y no podía darme el lujo de volverlos a vivir.
Bajé corriendo las escaleras, prendí todas las luces del living y luego de colocar en la video una película que me encantaba, me tiré en el sillón a mirarla. Debí quedarme dormida.
-¡Poty! -escuché mientras me zamarreaba- son las cuatro de la mañana...
Refregué mis ojos y pude ver a Mariano.
-Vamos, te acompaño a la cama -me tomó del brazo para ayudar a incorporarme.
No quería irme a la cama, no quería encontrarme sola con mis pensamientos.
-No, me voy a quedar viendo una película –le dije y volví a sentarme.
Me miró sorprendido.
-¿Estás segura? ¿Pasó algo mientras no estuve?
Sin mirarlo le pedí que me alcanzara la manta que cubría el otro sofá y luego se marchó.
Comencé a hacer zapping por los canales de música pero no pasaron cinco minutos cuando Mariano nuevamente se encontraba frente a mí.
-Fui a apagar la luz del playroom y encontré los dibujos ¿Te pusiste mal? -tomó mi mentón para que lo mirara y se sentó a mi lado.
-Me vinieron muchos recuerdos y me puse triste... -en verdad no tenía muchas ganas de hablar, porque sólo removería la tristeza que sentía, y para nada serviría. Mariano pasó su brazo tras mi hombro ofreciéndome su pecho, donde recosté con gusto mi cabeza.
-¿Extrañás a tu vieja? -preguntó.
-Casi nunca pienso en ella, pero hoy me volvieron un montón de recuerdos. La verdad es que la extraño mucho... y a papá también.... ¿Vos te das cuenta de lo sola que estoy? -algunas lágrimas rodaron por mi rostro.
-No estás tan sola, me tenés a mí -secó mis lágrimas.
-Si, pero no tengo a mis viejos... -me aferré a su cintura y escondí mi rostro para que no viera la intensidad de mi llanto.
-Poty... vos sabés que tu papá te quiere mucho, pero tiene mucho laburo y a él le cuesta la falta de tu mamá.
-Por eso me deja a mí sola en esta casa con la falta de mamá y la suya. Estoy por cumplir 18 y no es nada fácil vivir sola. Vos elegiste irte a vivir solo, pero que te dejen sola en tu casa casi todo el año desde los 15 años no es nada fácil.
Mariano sabía que tenía razón, por eso sólo me escuchó y acarició mi cabeza. Al rato tomándome nuevamente del mentón me obligó a mirarlo.
-Yo sé que es una mierda lo que te toca vivir, pero lo hacés bastante bien. Lo que quiero que sepas es que te quiero muchísimo y me da mucha bronca verte mal y te juro que siempre voy a estar a tu lado. Voy a hacer lo posible para que no estés sola. Dale, no llores más, que sos mucho mas linda cuando te reís -me guiñó un ojo y sonrió, yo intenté devolverle una sonrisa.
-¿A veces me pregunto que sería de mí sin vos? -besé su mejilla y volví a recostarme en su pecho.
Desperté con un fuerte dolor de espalda. Todavía estaba en el sillón, cubierta por la manta y por el brazo de Mariano. El aún dormía. Era extraño que así lo hiciera ya que su posición no era para nada cómoda. Me quedé observándolo. Había algo peculiar en su rostro. Siempre se mostraba apacible y aunque no lo estuviera, sonriente. Mirar su cara daba paz, en cambio su cuerpo no era tan apacible, era imponente y muy seductor. Cuando me rodeaba con sus brazos o me hundía en su pecho me sentía protegida.
Pero aquel día, mientras lo observaba, un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo. No tuve tiempo de averiguar de que se trataba, ya que de pronto, los ojos de Mariano me sorprendieron.
-¡Nos quedamos dormidos! -se desperezó y yo de un salto me incorporé- Ya es de día... ¿hoy es domingo o lunes?
Supuse que era domingo y así se lo dije.
-Entonces me voy a la cama. Te recomiendo que hagas lo mismo.
Aún algo torpe, subió las escaleras y se encerró en su cuarto, yo lo imité. No pude dormir demasiado, no porque no quisiera, sino porque pasado el mediodía comenzó a sonar el timbre de la entrada con gran insistencia. Al comprobar que nadie contestaba -Mariano estaba más dormido que yo- decidí ir a ver quién era.
Al abrir la puerta encontré las sonrisas de Lola, Naty y Soledad.
-¿Qué te pasó? Parece que te atropelló un camión -dijo Soledad mientras me miraba con cara de espanto.
-Estaba plácidamente dormida. Anoche me acosté muy tarde -apenas contesté y caminé hacia la cocina para prepararme un café.
-¿Hubo acción con Gastón? -preguntó entre risas Lola.
-No me hables de Gastón, ayer lo tendría que haber matado. No es que las quiera joder, pero ¿se puede saber qué están haciendo en mi casa? -caminé hasta el jardín y me tiré en una reposera, ellas me imitaron.
-Necesito un consejo de mis amigas y me pareció buena idea reunirnos acá, así de paso tomamos sol, no hay drama, ¿no? -contestó Lola con fingida cara de preocupación.
Por supuesto que no había drama, me encantaba cuando Lola tenía algún tema de preocupación. Por lo general era muy divertido.
-Yo me pregunto, ¿no podemos nadar un rato y después discutir ese problema tan importante y ultra secreto que tenés? -Natalia no concebía la idea de estar sentadas junto a la pileta un día soleado y no poder utilizarla.
-La idea es que resolvamos esto pronto para después nadar y relajarnos, sino, ni vos ni Soledad ni Poty van a poner interés en ayudarme -le explicó.
-Bueno, basta de preámbulos ¿o es que acaso no estás preparada para contar lo que te pasa? -Soledad parecía harta, antes de comenzar.
-Bueno... -Lola nos miró y con inseguridad continuó- el tema es que Matías quiere que hagamos el amor pero yo no sé si estoy preparada. Es decir, en el momento me caliento, pero cuando pienso en la situación me da cosa, cuando se está por dar la situación, me bloqueo -me tenté al ver que su cara se había vuelto bordó.
-¿Y vos qué querés hacer? -Naty se mostraba interesada.
-No sé, toda la vida escuché en mi casa que antes del matrimonio era pecado, que no lo hiciera con cualquiera, que cuidara mi cuerpo, etc., etc., etc. Y en el fondo creo que eso me influye, sé que no quiero llegar virgen al matrimonio, pero ¿qué sé yo si Matías va a ser el amor de mi vida?
-Yo creo que tenés que dejar todos los prejuicios de lado, vos tenés que hacer lo que sientas, si para vos está bien, nadie tiene por qué juzgarte -Soledad opinó pero yo no estaba de acuerdo; por lo general nunca estaba de acuerdo con ella y me gustaba hacérselo notar.
-¿Qué, entonces si para mí está bien robar nadie puede decirme nada? No creo que sea así, las cosas están bien o están mal. Algo tiene que definir qué está bien y qué mal. Para mí, acostarte con cualquiera por simple calentura está mal. Uno tiene que estar convencido de lo que va a hacer. Entregar el cuerpo es algo muy importante para andar dándoselo a cualquiera -declaré orgullosa mis pensamientos.
Lola seguía pensativa, pero Soledad y Naty no tardaron en contestarme.
-No seas tan cerrada, creo que hay ciertos temas que solamente uno puede saber si están bien o mal.
-Sí, yo estoy de acuerdo con Naty, en los sentimientos es muy difícil opinar, está mal reprimirse por “el qué dirán”, sólo cada uno en su interior sabe si es correcto o incorrecto -yo seguía disintiendo con Soledad.
-¡No! En los sentimientos no todo vale. Engañar al novio no está bien, acostarte con cualquiera no está bien, usar a alguien para dar celos tampoco es correcto, qué sé yo, hay mil cosas que no me parecen correctas -algún día recordaría estas palabras.
-Creo que ser tan estricta no te va a hacer bien -Soledad me enseñó un gesto de desaprobación.
-Me encantan todos sus razonamientos filosóficos sobre la vida, ¿pero yo qué hago? -Lola ya se estaba impacientando.
-Lola, si todavía no te sentís preparada y no estás totalmente segura, esperá. Hacer el amor es algo muy importante y muy lindo para que después lo vivas con arrepentimiento y culpa.
Las cuatro giramos, sobresaltadas, nuestras cabezas hacia la cocina. El color en el rostro de Lola ya era imposible de describir. Mariano se acercó hacia nosotras.
-Disculpen, sé que era un tema de mujeres, pero no pude dejar de escuchar, y a lo mejor, la opinión de un hombre les sirve.
Ninguna contestó. Yo me incorporé y le hice un gesto para que me acompañara a la cocina. Estaba absolutamente irritada, sentía unas enormes ganas de insultarlo, pero no quería que mis amigas presenciaran una pelea.
-¡Mariano, estás totalmente loco! ¿Cómo se te ocurre meterte en una conversación tan privada? Te agradezco que me cuides, que te preocupes por mí, pero me parece que te fuiste al carajo. No te podés meter en todo, no me gusta que te metas en mis conversaciones y en la de mis amigas. ¿Por qué no te vas con tu novia? -le dije casi gritando.
Pareció enojarse con mi reto.
-¿En serio querés que me vaya? Si querés me voy, pero después, cuando estés depre como ayer, no me vengas a buscar. Porque cuando te convengo no me querés sacar del medio -sus palabras, con tono hiriente, me irritaron aún más, pero no se calló-. O a lo mejor querés que te deje sola para que vos también puedas tener relaciones con Gastón, “tu gran novio” -agregó en tono de burla.
-¿Ves que no parás de decir idioteces? -giré para regresar al jardín, pero su voz me detuvo.
-Mejor me voy, pero quiero que sepas que lo que vos opinás me parece de lo más retrógrado, es increíble que una chica de 17 años piense como vos.
No escuché más y volví con mis amigas.
Tardé unos minutos en entender la conversación, para cuando quise participar comprendí que tenían todo resuelto. Entonces era Lola la que hablaba.
-En definitiva Mariano tenía razón, me parece que todavía no estoy decidida, Matías va a tener que aguantar un tiempito más -esbozó una gran sonrisa-. Ya me siento mucho mejor.
-Bueno, entonces festejemos -dijo Naty mientras se tiraba de cabeza en la pileta.
Lola y Soledad la imitaron.
Yo aún estaba conmocionada por mi discusión con Mariano. Me molestaba mucho que se enterara de mis secretos, de los pensamientos que no quería compartir con él. Ya participaba bastante en mi vida, como para saber mi opinión sobre el sexo. En definitiva, por suerte yo no había comentado qué hacía con Gastón. Concluí y acompañé a mis amigas en la pileta.


Mariano acató mi sugerencia, ya que no aparecía por casa durante el día, pero sí volvía para dormir. Supuse que para no faltar a su promesa a mi padre.
Evidentemente ambos habíamos exagerado nuestra reacción, pero ninguno fue capaz de dar el primer paso para hacer las paces.

Ya había comenzado marzo, y con él la cuenta regresiva hacia mi vida adulta.
En poco tiempo comenzaría la facultad y lo que era aún más importante, faltaban apenas unos días para cumplir 18 años. Era un tema de suma importancia. Eran 18 años. “Hay un antes y un después de ese cumpleaños”, pensaba.
Por la semana me encontraba casi todo el día sola, ya que Gastón y Matías estaban preparando un viaje de estudios al sur y eso consumía casi todo su tiempo.
Lola había regresado a su trabajo de vendedora en la boutique de su madre y Natalia había comenzado con sus cursos de chef.
Soledad era quien tenía tanto tiempo libre como yo, pero como un encuentro de ambas sin compañía extra era algo difícil de imaginar, prefería la soledad de mi hogar a estar con Soledad.
Como el tiempo me sobraba, lo repartí en dos actividades importantes: planear mi cumpleaños y ver si todavía me acordaba cómo era eso de pintar.
Todas las mañanas me sentaba bajo mi sauce, con algunas hojas y una caja de pasteles y garabateaba a mi antojo. Resultó ser algo divertido, que a la vez me causaba cierta sensación de paz.
Mi cumple era un tema más conflictivo. No sabía a quién invitar. Quería hacer una fiesta numerosa, pero para ello debía invitar a mis ex compañeros de colegio, y sabía que eran muy descontrolados y que seguramente tendría que soportar alguna broma de mal gusto. Pero, por otro lado, si no los invitaba, estaríamos solamente Lola, Naty, Soledad y alguna que otra persona, ya que ni siquiera Gastón estaría para ese día, pues se encontraría en su viaje de estudios.
Por lo tanto, luego de pedirle permiso a mi padre para invertir dinero en la fiesta, decidí que vendrían los chicos del colegio.

¡Por fin llegó el día de mi cumpleaños! Aunque había esperado que llegara con ansias, al despertarme comprendí que hasta la noche no tendría con quien compartirlo, entonces me quedé remoloneando en la cama. Cerca de las 10 de la mañana sonó el teléfono.
Era mi padre que, luego de cantarme el feliz cumpleaños y de repetirme cuánto me quería, me pedía disculpas por no poder estar en persona. Yo ya sabía que así era, por eso no me enojé, en cambio disfruté de su llamado y de todas las cosas lindas que me dijo en esos cinco minutos.
Ya me había despabilado, entonces decidí bajar a desayunar. Al entrar a la cocina, encontré una grata sorpresa.
-¡Negro! ¡Qué suerte que te quedaste! -lo abracé y besé su mejilla.
-Es tu cumpleaños, no podía pasarlo lejos tuyo... ¿puedo quedarme en tu casa? -me sonrió pero comprendí que estaba reprochando mi actitud ante aquella discusión.
-Perdoname, nunca te tendría que haber dicho que te fueras... Y gracias por venir a dormir, aunque estuvieras enojado. ¡Qué suerte que nos reconciliamos!, no me gusta estar peleada con vos -volví a besar su mejilla.
-Reconozco que me costó muchísimo no verte en estos días, pero hoy tenía que estar con vos. Estás muy linda, cumplir años te hace muy bien -me abrazó y rascó mi cabeza-. Sentate que ya preparé el desayuno -acercó dos tazas de café y una torta que tenía escondida bajo un repasador.
Mientras saboreaba el bizcochuelo, comprendí que Mariano me hacía feliz. Siempre sabía exactamente qué hacer para que me sintiera bien. Y es muy agradable saber que hay alguien, por ahí, dando vueltas, que va a procurar verte feliz.
-Estuve pintando -le comenté luego de acabar mi segunda taza de café.
-Ya sé, vi tus dibujos en el comedor. Están muy lindos. Me alegro por vos -nos interrumpió el timbre.
Ambos corrimos hasta la puerta y recibimos un ramo inmenso de rosas.
-¿Serán de Gastón? -preguntó el Negro por sobre mi hombro intentando husmear la tarjeta.
-En todo caso sería un ramo de rocas o fósiles. No, son de papá, dice que es para que recuerde que él está acá conmigo -inspiré su aroma y las abracé.
-¿Lo extrañás? -buscó mi mirada.
-No... me hubiera gustado que esté, cumplo 18. Pero ya estoy acostumbrada. Éste fue un buen gesto.
Era lo que en verdad pensaba, pero decidí dar por terminado el tema. Volví hasta la cocina a buscar un florero y, de paso, comer otra porción de torta.
Nos pasamos todo el día preparando la casa para la fiesta y por la tarde se nos unieron Lola y Naty.
Cerca de las 10 de la noche la mayoría de los invitados estaban en casa. Aunque no solía compartir muchos momentos con mis ex compañeros, el estar con ellos me divertía. Era un grupo desenfrenado, lleno de energía, y los adolescentes en masa suelen contagiarse esa energía desbordante repleta de ganas de divertirse.
Todos bailábamos y cantábamos en el patio. Se había formado un buen clima. Mariano vivía la fiesta desde un costado, a él no le agradaban algunos de mis compañeros. Los consideraba infantiles y “zafados”, por eso, decidió dedicarse a servir las mesas y ver que todo estuviera en orden.
Pasada la medianoche, Agustín, que solía ser el cabecilla del grupo, pidió silencio y se ubicó en el centro del jardín.
-Bueno, chicos, Poty ya tiene 18, ¡es hora de su iniciación a la vida adulta! -gritó alentando a la turba.
Yo tomé mi cabeza con ambas manos. Sabía que de esa situación no podría zafar. A todos los que habían cumplido 18 se les había hecho cumplir con alguna prenda bastante comprometedora. Amigas mías, habían terminado en ropa interior en el baúl de un auto, o encerradas en las mismas condiciones en algún placard con un chico pasado de alcohol, y con los chicos era aún peor. En el mejor de los casos podría terminar cubierta de huevos y harina.
Mientras algunos me atrapaban para llevarme al centro del jardín, otros estaban reunidos deliberando cuál sería mi castigo por tener 18.
-¡Ya está decidido! -aclamó Agustín mientras se colocaba a mi lado -queremos que te luzcas con un striptease; pero tiene que ser bien sexy, porque sino vamos a tener que sacarte la ropita que te quede... y no dudes que vamos a hacerlo -estaba exaltadísimo, tanto como el resto del grupo.
-¡Ni en pedo me desvisto!... Así que más les vale que piensen otra cosa -contesté decidida. A modo de respuesta me llovieron algunos vasos de plástico.
-Lo digo en serio, si me quieren ver con poca ropa, vengan cualquier día cuando esté en la pileta.
Agustín comenzó a reírse.
-Ya sabíamos que te ibas a negar, así que tenemos un plan B. La única manera de que zafes de quedar desnuda es que te des un chupón, un chupón, no un piquito, acá en el medio, con alguno de nosotros... ¡Y que el beso dure por lo menos un minuto!
-¡¡No!! -grité- No sean jodidos... ¡Si se entera mi novio me mata!
-Bueno, entonces... ¡Al ataque! -gritó e hizo un gesto de avance. Algunos chicos me rodearon para intentar quitarme la remera; entonces decidí que el beso era mejor.
-Ok, acepto lo del beso... ¿Con quién me lo tengo que dar? -le dije totalmente entregada a Agustín. Alcanzó una bolsa llena de papelitos y me pidió que sacara uno. Sin leerlo, se lo entregué.
-Ahora sabremos quien es el afortunado -dijo riendo y luego de leer su contenido, declaró: -¡Mariano!
Mariano estaba apoyado contra el sauce y al escuchar su nombre, con mala cara, comenzó a caminar hacia mí.
-Perdoname Negro... pero la verdad prefiero darte un beso a vos y no a esta manga de calentones -le dije al oído.
-Está todo bien... dale, terminemos con esto de una vez -contestó y me tomó del brazo.
Caminamos hasta el lugar que nos indicó Agustín, y allí anunció que podíamos comenzar.
Era injusto que nos forzaran a esto. Yo estaba de novia, y me parecía horrible haber involucrado a Mariano. No eran cosas con las que se podía jugar. No eran cosas con las que se podía jugar con él.
Inspiré hondo, atraje su cabeza hacia mí, ya que sino me era imposible alcanzarlo. Intenté acercar mis labios a los suyos, pero él instintivamente se alejó. Todos rieron, pero mi mirada los obligó a callar. Volví a atraerlo y, cerrando mis ojos, lo besé. Sentí que sus labios vibraban. Tímidamente su boca se abrió y se mezcló con la mía. Sentí como si nunca antes hubiera besado. A lo lejos podía escuchar la cuenta regresiva, pero nuestros labios no lograban desprenderse, una fuerza desconocida los mantenía unidos. Sentí la necesidad de abrazarlo al tiempo que percibí sus manos en mi espalda. Abrí los ojos y pude verlo por primera vez. Descubrí su tez blanca, que hacía resaltar su cabello negro y sus enormes ojos, aún más negros y expresivos ¡Era muy atractivo! Su cuerpo me envolvía, podía ocultarme en él. Su paladar me pareció exquisito, tan exquisito como su lengua.
Un vaso de plástico que golpeó mi cabeza me hizo reaccionar. Necesité impulsarme con ambas manos para lograr separarme. Tardé unos segundos en reubicarme y poder mirar a mis amigos.
-¿Están contentos? -dije enojada, pero se ve que no lo estaban, ya que entre varios me alzaron y lanzaron a la pileta.
Lola me acompañó a cambiar mi ropa. Estaba desorbitada.
-¿Qué paso ahí afuera?... ¡No se podían separar! ¡Por favor explicame algo!
Me daba mucha vergüenza pensar que todos se habían dado cuenta.
-Lola, ¿no se notó que estábamos disimulando? Arreglamos todo cuando secreteamos. No fue un beso de verdad.
-Ni vos crees eso, si no fuera por el vaso que les tiraron todavía estaban ahí baboseándose.
-¡No! Yo estoy de novia, sería incapaz de hacer algo así, engañamos a todos... ¿entendiste? -la miré con seriedad y me introduje en el baño para secarme.
Luego de devorar la torta, lentamente se fueron retirando los invitados, hasta encontrarme sola recogiendo los platos y vasos de plástico desparramados por todo el jardín.
Una sombra reflejada en el piso me atemorizó. Pegué un salto, pero al sentir su carcajada me tranquilice.
-¿Te ayudo? -me preguntó en forma seria mientras recogía los platos que habían volado de mis manos con el sobresalto.
-Pensé que te habías ido, Negrito -no podía mirarlo a los ojos.
-¿A dónde?, si yo vivo acá, ¿o no? -él parecía actuar con mayor naturalidad.
Me ayudó a ordenar aquel desastre y luego nos sentamos a descansar en el sillón del living. Allí descubrí que ambos mirábamos muy interesados el piso. No lograba desenvolverme como me desenvolvía por lo general a su lado, algo había cambiado en mi interior cuando lo miraba. Tal vez, había descubierto que Mariano, además de ser mi amigo, era un hombre.
-Perdoná el momento que te hice pasar -me atreví a comenzar la conversación.
-No fue tu culpa -dijo sin levantar la vista y enmudeció. Yo necesitaba hablar, me parecía importante, pero él parecía estar sumergido en el parquet.
-Negro... -toqué su mano para llamar su atención, y crispó su cuerpo- me parece que tenemos que decir algo. No quiero que nos quedemos con cosas adentro.
-Yo estoy bien, Poty, lo que realmente me molestó es que tus amigos se fueron de mambo, si no hubiéramos transado, te desnudaban. Te juro que estuve a punto de pegarles. Además, cuando estaba levantando la basura del patio encontré la bolsa con los papelitos. Todos decían Mariano. Los boludos nos querían joder. Nunca se bancaron que fuéramos tan amigos.
-Y, puede ser, siempre me gastaron con vos. Pero yo ya sabía que se iban a mandar alguna, ellos son así. No todo el mundo puede ser tan sensible y bueno como vos.
Mariano se rió.
-Gracias... -se arrimó a mí para abrazarme-. No te preocupes, lo que pasó hoy no fue nada. Es obvio que nos queremos mucho y con el beso nos lo demostramos, eso es todo.
Lo miré con mi ceño fruncido, no me convencía su explicación.
-Dudo que Gastón quede conforme con tu razonamiento.
-Poty, ¡no se te ocurra contarle a Gastón! Obviamente no lo va a entender. Lógicamente en una sociedad como esta no es aceptada esa demostración de afecto, menos tu novio. Pero si lo pensás fríamente, ese beso tuvo el mismo significado de uno que me das en el cachete o que un abrazo. Simplemente nos demostramos que nos queríamos, ¿no? -me miró expectante. Creo que intentaba convencerse a sí mismo, más que a mí.
-Sí... -no estaba muy convencida- en realidad podríamos haber sido un poco menos efusivos, pero en fin, para qué seguir cuestionándolo... ¿Qué te parece si de ahora en más cuando nos saludamos nos rompemos la boca de un beso? -lo miré con picardía y eché una carcajada, él me imitó.
-Bueno, Po, me muero de sueño. ¿Vamos a dormir? -intentó levantarse, pero yo me colgué de su brazo.
-¡¡Nooo!! No tengo sueño, acompañame un rato más -le supliqué.
-Bueno, pero solamente un ratito. Realmente tengo mucho sueño. Me quedo sólo porque es tu cumpleaños -atrajo la mesa ratona para poder estirar sus piernas sobre ella y se tapó con la manta que cubría el sillón. Yo lo imité.
Prendí la tele y luego de buscar en varios canales, encontré una película cómica para que nos acompañara de fondo.
Mariano parecía pensativo.
-Si Gastón se entera del beso y se hace la cabeza con que estamos todas las noches juntos y solos, me mata. La verdad que es bastante comprensivo, no te creas que todo el mundo ve como algo muy natural que yo me quede acá con vos.
Seguramente el beso también lo había hecho pensar, porque hasta ese día, que Mariano durmiera en casa gran parte del año, era algo natural. De hecho, era mi padre quien se lo había sugerido.
-Negro, para mí es lo más natural del mundo. Gastón sabe que somos como hermanos, él lo ve así, como casi todo el mundo.
-Hoy comprobé que no todos nos ven como hermanos, y yo te veo como mi mejor amiga, pero ni vos ni yo pensamos en el otro como hermanos... ¿o me equivoco?
En realidad no se equivocaba, yo no lo veía como un hermano. Lo veía como Mariano, mi gran amigo, mi protector, mi compañero, mi confidente. Por lo menos hasta aquella noche.
-Yo te veo como Mariano, con todo lo que eso implica par mí; y te aseguro que no me importa demasiado lo que piensen los demás. Ya me acostumbré a que me carguen con vos, a que algún chico con el que salga me haga una escena de celos; ¿pero sabés que? -hice una pequeña pausa, para girar mi cabeza y buscar su mirada- en realidad eso no me importa, porque para mí ser tu amiga es una de las cosas más lindas que tengo en la vida... y si sobreviví estos últimos años, cuando mis viejos me dejaron sola fue gracias a vos. Y por eso es que te quiero tanto y te juro que siempre voy a estar agradecida. Mis ojos se llenaron de lágrimas y los suyos también.
-¿Cómo hacés para ser siempre tan divina y tan sincera? -me tomó por el cuello y rascó mi cabeza. Rápidamente me soltó.
-No siempre te parezco tan divina, el otro día te enojaste mucho y me dijiste de todo -puse cara de enojada.
-Es que realmente me sorprendiste, no pensé que eras tan cerrada. En la vida no todo es blanco o negro. ¿O acaso los pasteles no te muestran eso en tus dibujos? -¡Qué buena frase!, pensé, pero una cosa era dibujar y otra bastante distinta la vida.
-Yo pienso así y la verdad es que me molesta bastante que sepas y para colmo opines sobre mis ideas del sexo y aledaños.
Mariano no logró ocultar su sonrisa.
-Parece que hay temas que con “tu amigo Mariano” no se pueden hablar.
-Siempre hay que reservarse algo... -agregué con una sonrisa.
-Eso quiere decir que no me vas a contar si ya hiciste el amor con Gastón -su sonrisa se iba ensanchando.
-Obvio que no te voy a contar -y menos aún porque no lo habíamos hecho.
-¡Qué lástima!, porque yo podría darte muchos consejos para que la pasaran mejor -se notaba que gozaba hablando de este tema, hasta sus ojos brillaban.
-¿Quién te dijo que necesitamos consejos? -yo también me estaba divirtiendo- ¡No sabés lo que Gastón es capaz de hacer con una roca!, así que imaginate conmigo -al terminar la frase ya ninguno pudo contenerse y comenzamos a reírnos a carcajadas.
Ya agotados de reírnos, nos quedamos en silencio mirando la tele, pero creo que sin ver nada en realidad. Noté que a Mariano se le cerraban los ojos, y de pronto comenzó a cabecear, hasta que recostó su cabeza en mi hombro. Casi de inmediato se incorporó.
-Bueno, Po, me parece que ya es hora de ir a la cama... te quiero mucho -besó mi frente y caminó rápido hasta su cuarto.
Recostada en mi cama, y aún sin mucho sueño, mi mente se puso en funcionamiento. Aunque no era algo que voluntariamente provocaba, el rostro de Mariano se me aparecía, pero no el que estaba acostumbrada a ver, sino aquel que había descubierto al besarnos, un rostro que turbaba mis pensamientos, que provocaba sensaciones que se contradecían con mis sentimientos hacia él. Su rostro había dejado de ser “el rostro de Mariano” para ser el rostro de un hombre.