Capítulo 21

CAPÍTULO 21

Luego del eterno día que había pasado, pude dormir tranquila, relajada. Apenas en un día, mis sentimientos se habían aplacado, y ya me encontraba con nuevas expectativas.
Luego de levantar muchísimos mensajes de mi padre en el contestador, comprendí que si mi intención era reordenar mi vida, lo primero que debía hacer era cerrar el conflicto que entre nosotros se había instalado.
Tomando fuerza, lo llamé por teléfono y serena pude explicarle las razones de mi enojo. No sé si mi padre comprendió cómo me sentía, pero no tuvo más remedio que aceptar mi decisión.
Entonces pude pensar en todo lo que quería compartir con Francisco y mi primer deseo fue que conociera mi mayor interés. Subí al playroom y revolví entre mis pinturas, para poder mostrarle las que más me agradaban. Me entretuve gran parte del día y aquella actividad aplacó la ansiedad que generaba esperarlo.
Como me explicó luego, Francisco trabajaba hasta la tarde, por ello ya había atardecido cuando apareció en casa.
Con sólo ver su actitud al cruzar la puerta de entrada, comprendí que ambos estábamos expectantes con aquel encuentro. Tal vez ninguno de los dos sabíamos bien que pasaría, ya que nuestros códigos de relación eran bastante particulares, y en nuestra última charla ambos habíamos actuado de un modo muy diferente al que estábamos acostumbrados.
Y fue Francisco quien por fin se decidió a romper con aquel incómodo silencio que se había instalado en el living de casa.
-Te confieso que vine pensando todo el camino con qué podía pelearte, pero no se me ocurrió nada. Esto de no tener por qué luchar me está poniendo nervioso -dijo y mostró su sonrisa.
Su comentario me relajó.
-No te preocupes, ya se nos va a ocurrir algo -le contesté mientras estiraba mi mano para que la tomara.
-¿Ya me querés llevar a tu cuarto? -preguntó divertido mientras tomaba mi mano y se dejaba guiar escaleras arriba-, pensé que me iba a costar un poco más -agregó.
-Te encantaría, ¿no?... pero no te hagas ilusiones -continué guiándolo hasta el playroom-. Quiero que me conozcas, y me parece que esto es una parte muy importante de mi vida -le dije una vez dentro de mi “taller”.
Francisco me contestó con una sonrisa y se sentó en un puf que por allí había. Le expliqué la satisfacción que me daba pasar largas horas del día en ese lugar y la pasión que brotaba de mí en forma inexplicable cuando me paraba frente a un lienzo o un papel.
-Ojala algún día yo te despierte esa misma pasión -comentó muy bajo.
Sus palabras hicieron que me detuviera y sentí la necesidad de acercarme a él. Dudé antes de expresar mis pensamientos.
-Frank, vos sos apasionante -le confesé. Y aunque en ese momento no quería más nada que besarlo, no se por qué, atiné a alejarme, pero por suerte, el no me lo permitió. Tirando de mi mano, me atrajo hasta su cuerpo y abrazándome, me besó. Me encantaría poder explicar la sensación de aquel beso, pero es muy difícil ponerlo en palabras. Es una de esas sensaciones que se tienen pocas veces en la vida, sensaciones de certeza. Aunque quiera, no puedo. Pero de algo estaba segura, era el beso que ambos anhelábamos y necesitábamos.
-Gracias por compartir conmigo esta parte de tu mundo -se levantó y comenzó a observar detenidamente los cuadros que estaban esparcidos por el playroom-. No sé si te parecerá loco, pero te reconozco en muchos de esos cuadros. No sé, algo de los trazos -agregó mientras recorría con sus dedos una pintura hecha en óleos- me hacen acordar a vos.
Nunca nadie observó los cuadros de esa manera y jamás alguien volvería a hacerlo. En verdad sus ojos me desnudaban.
-Flor, vos sabes qué es lo que siento por vos, y yo sé que tal vez vos no sientas lo mismo -quise interrumpirlo pero no me lo permitió-. Yo sé que querés estar conmigo, y también te conozco y se que rápidamente te enmarañás en tus pensamientos. Sólo te pido que te des una oportunidad, que dejes de lado tus historias del pasado y te des una oportunidad de ser feliz conmigo. ¿No es genial ir descubriéndonos de a poco?
Claro que era genial, y estaba ansiosa por compartir mis momentos con él. Con este Francisco que iba mucho más allá de un irónico seductor, especialista en marcar mis defectos para hacerme irritar. Si aquella parte suya me resultaba atrayente, este Francisco con un par de frases ya me había conquistado.
-Frank, no tenés que intentar convencerme de nada, quiero estar con vos. No lo dudo, quiero conocerte, quiero escucharte y quiero besarte.
Y fue así, que nos lanzamos a esa aventura de descubrirnos y de día a día compartir más y más de nuestro tiempo.

Mi verdadera experiencia en cuanto a noviazgos era mi relación con Mariano y era a lo que yo estaba acostumbrada. Por eso con Francisco me sentía una novata, todo era tan distinto, todo en él era nuevo para mí. Y día a día descubrí que me fascinaba, me fascinaba el hecho de no poder predecir sus actos, de ingeniarme para adivinar sus gustos, sus deseos.
Su actitud tan firme, tan definida en muchos temas me causaba envidia y amaba el esfuerzo y empeño que ponía en intentar lograr sus metas.
Ese momento fascinante del comienzo de una relación, que antes no había experimentado, me colmaba de entusiasmo y me enredaba en un grato estado de obnubilación.

Me encontraba almorzando con Lola. Muy entusiasmada le comentaba este estado de enamoramiento en el que me encontraba, cuando una pregunta suya, de pronto me hizo reflexionar.
-¿Y en el sexo también se llevan tan bien? -preguntó dando por supuesto un factor que yo aún no había tenido en cuenta. Seguramente mi expresión de desconcierto la sorprendió, pero sólo agregó- No te hagas la discreta, no te hagas la que no querés contar.
-No, es que me acabo de dar cuenta que todavía no lo hicimos... ¿es raro no? -en realidad esta pregunta iba dirigida a mí misma. ¿Por qué no habíamos hecho el amor? ¿Por qué no habíamos buscado tener ese momento de intimidad para conocernos?

Y acabado el almuerzo, ese interrogante me ocupó toda la tarde. Comencé a revisar en mis sentimientos y en mis acciones de los últimos días y descubrí que habían sido casi nulos los momentos de intimidad que había generado para estar con Francisco. En el afán por mostrarnos nuestras vidas, habíamos corrido de aquí para allá, recorriendo lugares llenos de recuerdos propios o nos habíamos perdido en largas charlas, intercambiando deseos y opiniones.
Entonces busqué en mi interior la razón que me alejaba de disfrutar un momento de intimidad entre nosotros. ¿Por qué ni siquiera me había planteado disfrutar del placer de perderme en el cuerpo de Francisco cuando el sólo hecho de estar con él era algo tan placentero? Y, enojándome conmigo misma, descubrí que aún no había descolgado de mi razón el cuadro de Mariano durmiendo en mi cama, que temía la reacción de mi cuerpo al encontrarse con otro que no fuera el de Mariano, que hasta entonces había sido el único a quien había pertenecido.
Estaba claro: tenía miedo, tenía miedo de descubrir que Mariano no era el único y de que tal vez alguien lograra borrarlo de mi cuerpo y definitivamente de mi corazón.
¡Que loco es el corazón! Pensé, y qué cierta la apreciación de Francisco sobre mi rapidez en quedar enmarañada en mis pensamientos. Pero esta vez no caería en mi propia trampa. Estaba feliz con Francisco. Él me apasionaba y yo estaba enamorada de él. De pronto, una imagen sorprendió mis razonamientos y me tranquilizó.

Aquella noche Francisco vendría a casa. Por lo general, solo me pasaba a buscar para salir a cenar; pero decidí sorprenderlo y lo recibí con la cena lista.
-¿Cómo? ¿Hoy no organizaste ninguna de tus salidas reveladoras? -dijo con su sonrisa irónica.
-No, hoy quiero que conozcas uno de mis mayores defectos. Vas a tener la desgracia de probar mi comida -le contesté divertida; pero lo cierto era que no era muy buena en la cocina.
-No es un defecto muy importante mientras cerca haya una rotisería.

Comimos entre chistes los fideos con tuco que había preparado, para luego aventurarnos en la cocina a poner un poco de orden.
-¿Querés que vayamos por ahí a tomar un café? -me preguntó mientras secaba los platos.
-No te preocupes -le contesté-, el café me sale rico.
-Me sorprende que no quieras salir de tu casa -fue su respuesta y en ella comprobé que Francisco había notado mi facilidad para evitar los momentos de intimidad.
-Será que quiero que estemos solos y tranquilos -le contesté.
Francisco tomó mi mano y me invitó a seguirlo hasta los sillones del living.
-¿Te confieso algo? -dijo mientras nos sentábamos-. Ya hace un par de días tenía ganas de que nos diéramos un tiempo para estar solos; pero tenía miedo de tu reacción. Tenía miedo de que entraras en pánico. ¿Estoy medio paranoico? -volvió a sorprenderme la facilidad que tenía para descubrir mis pensamientos.
-No, tenés razón. Hoy me di cuenta de que estaba evitando tener intimidad, pero no te preocupes, porque no es mi intención entrar en pánico -le confesé.
-Qué bueno, porque... no puedo andar con rodeos. Me muero de ganas de que hagamos el amor -me sonrió y agregó-. La sutileza me caracteriza.
Su comentario provocó en mí una carcajada.
-Yo también quiero que hagamos el amor. Pero primero necesito mostrarte algo.
Me levanté y él me siguió. Llegamos al playroom. Francisco me miraba expectante mientras yo revolvía el baúl.
De pronto lo encontré. Primero apareció ante mis ojos su reverso con el título “Tal vez” y al voltearlo encontré a Francisco, saliendo del mar, con sus cabellos mojados y destellos de sol iluminando sus hombros. Encontré aquel cuadro que una tarde me había sorprendido pintando y que casi con desesperación, había escondido. Sacudí el polvo que lo opacaba y giré para mostrárselo.
-Quería que vieras este cuadro -le dije.
Francisco se acercó para observarlo.
-Ese soy yo. ¡Qué lindo! Gracias... ¿por qué me pintaste?
Claro, él no comprendía lo que ese cuadro significaba en este momento para mí.

-Mirá la fecha -le pedí.
Al hacerlo, se mostró sorprendido.
-¡Es del anteaño!... pero vos estabas... -se detuvo.
-Sí -estaba con Mariano, pensé-. Me había olvidado de él, lo había escondido. Tal vez también tenía escondido por allí algún sentimiento que no sabía que existía. Ese día que te ví saliendo del mar, mi corazón comenzó a palpitar tan rápido que pensé que se salía. Y se ve que me quedó grabado.
-Me acuerdo perfectamente de aquel día. Estaba deseando realmente encontrarte y apareciste. Estabas torpe, nerviosa, y aunque no te lo demostré, me encantaste.
-Y así comenzó todo. El cuadro se llama “Tal vez”. En el momento en que lo pinté, pensé que tal vez eras vos el indicado. Pero bueno, vos ya sabés la historia. Quería que lo supieras, quería que entiendas que estoy muy feliz por estar con vos. Vos siempre me decís que estas seguro de lo que sentís, que desde el día en que nos conocimos querés estar conmigo. Y yo quiero que sepas que nunca dejaste de resultarme atractivo, que siempre me torturaste en mis pensamientos y que ahora que estoy con vos, estoy re feliz y es lo único que quiero. Estar con vos es lo único que quiero.
-Entonces los dos estamos donde queremos estar. Te quiero Flor –fuertemente me abrazó.

Comenzamos a besarnos y acariciarnos con una naturalidad que nunca habíamos logrado y nuestros cuerpos pudieron disfrutar del placer de conocerse, que hasta entonces les había sido vedado.
De a poco nuestros gustos y costumbres se fueron acoplando y me sentí flotando por aquella habitación, enredada entre su cuerpo, descubriendo su textura, sus olores, su pasión.
Y me encantó, me encantó aquel hombre que me exploraba y a la vez me llenaba de placer con total naturalidad y dominio.
Por tanto tiempo me había sentido totalmente completa y extasiada con Mariano, que solía pensar que sólo él despertaría esa pasión en mi cuerpo, en mi ser. Pero aquella noche descubrí que esa pasión estaba en mí, en mis sentimientos. Y esa pasión, en ese momento, la sentía con Francisco.

Capítulo 20

CAPÍTULO 20

Tal vez, la decisión de papá había sido la gota que colmó el vaso. La rabia y angustia que me invadían sobrepasaban la situación.
Tal vez, llevaba varios años intentando tapar mis sentimientos hacia mi padre y su actitud por fin me había cansado y ya no los podía ocultar más.
Lo cierto es que la historia se repetía una y otra vez. Siempre terminaba sintiéndome sola y abandonada. En verdad, no era una percepción, era una realidad. Siempre terminaba sola.
Llegué de madrugada y luego de dormir un par de horas, me descubrí perdida en aquella gran casa de la que ahora era la única habitante.
Me encerré en el playroom y decidí descargar mi ira en la pintura. Montones de bocetos oscuros y de trazos fuertes comenzaron a emerger, casi con autonomía propia. De pronto me descubrí pintando aquellos ojos que extrañaba, que necesitaba ver para llenarme de paz.
Necesitaba compartir mi dolor, necesitaba compartirlo con Mariano.
Entonces decidí escribirle un mail. Más de una hora estuve frente a la computadora, vomitando mis sentimientos. A pesar de nuestra separación, sabía que nadie mejor que él me entendería, y sabía que recibiría a cambio las palabras que necesitaba escuchar. Pero cuando estaba a punto de oprimir el botón para enviar el mensaje, un nuevo pensamiento me atrapó.
¿Pedir consuelo a Mariano por sentirme abandonada? ¿Justo a él? El Mariano del otro lado de la computadora no era el que diría las palabras que quería escuchar. Era quien me había rechazado y negado su amor.
Esta reflexión me dejó aún más abatida, más perdida. Salí de casa sin rumbo fijo, buscando algo... o alguien.
Necesitaba aplacar mi ánimo, ordenar mis ideas, desterrar esa sensación de vacío que me había invadido. Caminé abstraída hasta que llegué a Recoleta y sin pensarlo me tiré en mi querida barranca verde que tantas veces me había servido de refugio.
Comencé a repasar mis sentimientos, mis afectos, mis deseos... hasta que sentí una sombra que alejaba el calor de mi rostro.
Por mucho tiempo me pregunté a qué atribuirle aquel encuentro. Casualidad, destino, conexión... no lo sé, pero sí sé que los hechos no suceden en vano.
-¿Florencia? -antes de abrir mis ojos supe que era Francisco. Me incorporé y le sonreí.
-¿Qué hacés acá? -le pregunté realmente sorprendida.
-Nada, vine al centro cultural a mirar una muestra y después me dieron ganas de pasear. ¿Qué haces vos acá? Pensé que estabas en Mar del Plata.
Reí antes de contestarle. Si supiera por qué no estaba en Mar del Plata, pensé. Pero sólo le comenté que me había peleado con mi padre. Supuse que con aquello quedaría satisfecho y que pronto se despediría, sin embargo, se mostró interesado.
-No tengo nada importante que hacer, ¿querés que vayamos a tomar algo por acá y me contás de la pelea? -y luego de observarme agregó- porque me parece que no tenés buena cara.
Lo medité unos segundos, en realidad nunca habíamos tenido una charla en serio con Francisco, pero por algo estaba allí, por algo me había ofrecido hablar. Y pensándolo bien, Francisco era una de las pocas personas que me exigía cierta cordura. Seguramente su visión sería interesante.
Acepté su invitación y pronto nos instalamos en un bar. Y aunque normalmente me habría sentido intimidada o irritada al compartir una charla con Francisco, en aquel momento confesarme con él fue muy natural.
-Papá decidió casarse con su novia y se va a vivir a Mar del Plata -comencé con mi relato pero casi de inmediato me interrumpió.
-Otra vez estás entre la espada y la pared ¿no?
-No, no dude ni un segundo en mi decisión. Yo no me voy a ir de mi casa, no voy a dejar todo lo que tengo acá. Lo que me mata es que yo no soy lo suficientemente importante para nadie. A lo largo de mi vida todos me fueron dejando, siempre me quedo sola. Nadie se juega por mí. A mi viejo no le importó dejarme hace cinco años, menos aún le va a importar dejarme ahora. Y Mariano... –preferí omitir mis pensamientos sobre él- ...en este momento me siento tan poca cosa... tan poca cosa... -me abstraje en estos pensamientos, pero Francisco no tardó en contestarme.
-¿Sabés lo que pienso? Creo que mirás las cosas desde un lado equivocado. Vos sentís que tu papá te abandonó, y en realidad vos elegiste quedarte acá y no irte con él. Vos elegiste vivir sola. Creo que te va a hacer muy mal pensar que a nadie le importás porque la gente que querés no actúa como vos querés que actúe. Tu viejo no te puede obligar a vivir con él y vos no lo podés obligar a que viva con vos. No te sientas víctima, sentite contenta de poder elegir y vivir con lo que elegiste. Y supongo que debés sentir algo parecido con la ida de Mariano -hundió sus ojos azules en los míos-. Creo que vos estás eligiendo tu futuro, y aunque hayas vivido situaciones muy feas, sentirte victima no te va a servir de mucho.
Me impresionaron sus palabras, tan lúcidas, tan duras pero reales. Definitivamente, Francisco era esa persona que siempre aparecía para ubicarme en la realidad. Tal vez, lo que me causaba mayor impresión, era la manera en que parecía conocerme a pesar de saber muy poco sobre mi historia, sobre mi vida y sin embargo, cada vez que arrojaba una opinión sobre mí, no se equivocaba, y en sus palabras se dejaba entrever un pedido de cordura. En aquel momento agradecí a Dios por cruzarlo en mi camino.
-Sí... es verdad que yo elijo... yo elijo quedarme; pero estoy cansada de tener que elegir. No sé si entendés lo que quiero decir. Siento que en definitiva siempre salgo perdiendo -no sabía cómo expresar el dolor que sentía.
-Con cada decisión que uno toma en la vida se gana y se pierde algo -acotó.
-Tal vez estoy eligiendo mal, porque lo único que siento es soledad, vacío, con las decisiones que tomo.
Me sonrió y tomó mi mano.
-Si miraras bien, te darías cuenta de que no estás sola. Por algo no te querés ir de Buenos Aires.
Reconozco que en aquel momento no me sentía tan sola. Su compañía me reconfortaba.
-Me está haciendo muy bien hablar con vos... -le confesé- y creo que tenés razón, voy a tener que empezar a mirar las cosas desde otro lado -dudé en decir lo que pensaba, pero continué-. Por lo pronto, en este bar descubrí una de las razones que me atan a Buenos Aires, y te juro que me alegra -noté en su rostro una extraña expresión que no logré descifrar.
-Flor, creo saber a qué te referís. Vos sabés lo que yo siento por vos, pero yo no me voy a aprovechar de una chica despechada. Yo no quiero que estés conmigo sólo para llenar un vacío.
-No, Frank, no. Si quisiera usar a alguien para consolarme, te juro que no serías vos. Y te confieso que lo pensé. Pensé ir al primer pub que encontrara para encamarme con el primer tipo que se me cruzara. Aunque me encanta hacerme la enojada con vos y llevarte la contra, siempre te consideré un gran tipo, un buen tipo. Jamás haría algo intencionalmente para lastimarte. Pero hoy me sorprendiste, con tu sola aparición me sorprendiste. Y no puedo dejar de pensar que siempre aparecés en el momento justo y que cada vez que estoy con vos, me movilizás, me retas a ser alguien coherente, conciente de mis actos -me interrumpió.
-¿Y qué estás pensando? -su mirada estaba clavada en la mía.
-Que no sabemos nada el uno del otro, que nuestra relación se basó siempre en estrategias de seducción, a veces bastante irritantes, pero que en verdad mucho no nos conocemos. Y hoy me doy cuenta de que tengo ganas de conocerte, y que tengo ganas de contarte quien soy.
Distendido con mi respuesta, me mostró su usual sonrisa y agregó:
- Me rompiste la ilusión, yo pensé que ibas a proponer aplacar tu angustia en uno de los telos de la zona -terminó su comentario y ambos reímos con ganas.
-Flor, yo también quiero conocerte y compartir momentos con vos -dijo algo más serio y tardó unos segundo antes de terminar la frase-. Pero quiero que entiendas que yo no quiero ser tu amigo, vos me gustás -entonces fui yo quien lo interrumpió.
-Yo tampoco quiero ser tu amiga... Sos demasiado lindo para ser sólo un amigo, de todas maneras, quiero ir despacio. Además, la última vez que nos vimos, vos estabas de novio.
-Estaba. Cortamos en cuanto volvimos, era al pedo seguir con esa relación -Francisco miró su reloj, e inmediatamente pidió la cuenta-. Se hizo re tarde, perdoname Flor, quedé en ir a cenar a casa de mi hermana. Si querés mañana nos vemos.
Ahí descubrí que Francisco tenía una hermana, realmente era casi nulo lo que sabía de su vida. Ofreció dejarme en casa, pero preferí quedarme por allí un rato más. Necesitaba seguir pensando, escarbando en mis sentimientos.
Comprobé cómo había cambiado mi estado de ánimo en apenas unas horas, cómo había podido esclarecer el panorama sin la necesidad de recurrir a quien siempre recurría.
Y entonces empezaron a aparecer las razones de mi última decisión. En realidad, mi vida era buena en Buenos Aires y por ello, no quería cambiarla. Mi carrera, mis clases de pintura, mis grandes e incondicionales amigas... y Francisco, Francisco que siempre estaba por allí, no sólo físicamente, sino en mis pensamientos.
Es muy difícil no comparar entre dos grandes amores, y mis mecanismos mentales, por lo general, traían a mi cabeza a Mariano cuando pensaba en Francisco, y también a la inversa.
Desde el día que conocí a Francisco me atrajo, me deslumbró con esos ojos azules que desnudaban mis pensamientos. Me movilizó con sus pensamientos y comentarios... y esas sensaciones tan tapadas durante un par de años, en una tarde, habían resurgido sin ningún remordimiento. Y pensando en él, inevitablemente se hizo presente Mariano. Apenas, un par de horas antes había pensado que sólo él podría entenderme.
Aquel día tuve que entender que mi vida no dependía de un sólo afecto, de un sólo factor. Que yo era más que Poty y Mariano, que Poty hija. Y ese pensamiento me fortaleció.

Capítulo 19 (segunda parte)

CAPÍTULO 19 (Segunda parte)

Los chicos se sorprendieron al verme, tal vez no me esperaban tan pronto. Francisco también se sorprendió, pero como estaba junto a su novia, se cuidó de decir algo que resultara irónico y especialmente dirigido a mí.
El ambiente se notaba tenso entre Natalia y Matías, y hacía que el resto del grupo estuviera tan tenso como ellos.
Cuando comencé a sentirme incómoda, tomé mi lona y fui a recostarme cerca de la orilla.
Me descubrí pensando en Natalia, Matías y Lucas. Me daba mucha bronca que mi amiga no pudiera estar con quien quisiera por no herir los sentimientos de un amigo. Tal vez a Lucas no le importaba Natalia, o tal vez nunca se había animado a sentir nada por respeto a Matías. Tal vez, siempre hay un tal vez en las relaciones. Es increíble como la vida puede ir para distintas direcciones con sólo alterarse un factor. De pronto me vi trasladando aquellos pensamientos a mi vida amorosa... ¿Cuán distinta sería mi situación, si hace dos años no hubiera decidido elegir a Mariano y hubiera dado rienda suelta a lo que sentía por Francisco? ¿O cuán distinta sería la situación de Naty si se hubiera animado a decirle a Matías desde un principio por qué no quería salir con él?
De pronto mis pensamientos se vieron interrumpidos por un cuerpo que se arrojó a mi lado en la arena.
-¿En qué está pensando esta diosa? -dijo Lucas mientras apoyaba la cabeza sobre su mano.
-¡¡Si supieras!! -¡qué lío armaría si le contara de mis pensamientos!, aunque me sentía tentada.
-Yo me fui de la carpa porque estos últimos días, no te imaginás lo incómodo que se está si se juntan Matías y Naty.
-En realidad estaba pensando en eso. No entiendo por qué Matías no se resigna y empieza a mirar para otro lado, ya sería hora de que se diera cuenta de que Naty no tiene interés.
-Sí, calculo que estas vacaciones le servirán para darse por vencido.
-Si... -lo interrumpí- y que deje que por fin se le acerquen otros chicos.
Lucas se incorporó y me miró con picardía.
-¿Sabés algo que yo no sepa?
¡Metí la pata! Pensé, pero en ese momento una patada de arena manchó mi cara y distraje mi atención buscando al agresor, que obviamente no era otro que Francisco. “Perdón”, gritó desde lejos y siguió corriendo hacia el mar.
-Ahí va otro que a pesar de los años parece no cambiar de gusto -me dijo Lucas riendo.
-Sí, del gusto que le causa molestarme.
-Bueno... ¿vamos a la carpa a tomar mate? -así lo hicimos.
Debido a que el ambiente a cada minuto se iba poniendo más tenso, al día siguiente, Natalia decidió enfrentar a Matías para confesarle sus sentimientos. Mientras ambos se alejaron para caminar por la orilla, todos nos quedamos mudos y expectantes, sabiendo que nuestros amigos estarían por pasar un momento bastante complicado.
Matías era un buen chico, y estaba enamorado, por eso sintió que la única solución era escapar. Al escuchar las palabras de Natalia, prometió no volver a molestarla. Pero evidentemente necesitaba tiempo, tiempo para olvidarla y para no romper la amistad con quien era su gran amigo. Por eso, el día posterior a su charla, se marchó.
Aunque todos sentimos pena por su partida, varios confesaron que su ausencia había aliviado el malestar que se vivía en aquellos días de vacaciones.
Observé que Lucas caminaba algo desorientado por la orilla del mar y corrí a investigar en qué estaba pensando.
-¿Todo bien? -le pregunté mientras lo codeaba.
-Sí... preocupado por Matías. Cuando quise preguntarle qué habían hablado, me contestó que necesitaba estar solo, que después en Buenos Aires hablábamos. Me da pena que esté tan mal y que no me haya dejado ayudarlo -justamente no era él quien podría ayudarlo.
Yo moría por decirle por qué su amigo estaba así, pero no me correspondía, por eso apenas le sonreí como respuesta.
Luego de un largo silencio, noté que quería decirme algo, pero parecía dudar, entonces le insistí para que se sincerara. En verdad no pensaba que iba a cambiar de forma tan rotunda el rumbo de la conversación.
-No sé si te lo tendría que decir, pero como no soy mina, no me gustan esas cosas de misterio, así que te lo digo. Ayer a la noche vino Francisco a encararme. Me preguntó si me pasaba algo con vos...
Me sorprendió su relato y debió reflejarse en mi cara.
-No te preocupes, no me pasa nada -se apuró a decir al ver mi expresión- y eso mismo le contesté a él. De todas maneras, largó el rollo y me dijo que como no quería pelearse con un amigo, si me gustabas, él era capaz de dar un paso al costado.
Estaba entre indignada y sorprendida.
-¿Así es como siempre hablan sobre las mujeres? -realmente no sabía qué más decirle y al darse cuenta de que mucho no me había agradado su historia, no contestó mi pregunta, pero intentó salvar la situación.
-No te lo conté para que te ofendieras... simplemente para que sepas que hay alguien por ahí que está pensando en vos y que se pone celoso por sólo verte hablar con otro chico.
-No nos olvidemos que ese alguien que anda pensando en mí y que me ve como una mercadería, está de novio -contesté algo enojada.
-Ese ya no es mi problema. ¿Vamos a la carpa? Te confieso que necesito huir de esta charla, porque siento que me tendría que haber callado -rió con picardía y juntos regresamos al balneario.
-¿En qué andan ustedes que últimamente no paran de secretear? -preguntó Lola en cuanto llegamos e inmediatamente vi como Naty y Francisco nos clavaban la mirada.
-¡Qué indiscreta, Lola! Ahora voy a tener que contarle a todos que somos amantes -dijo Lucas y largó una carcajada.
En cambio yo preferí invitar a Naty a dar un paseo para comentarle lo que me había contado Lucas y despejar en ella cualquier duda que tuviera sobre nuestra charla.
-¿Sabés qué opino? -dijo Naty en cuanto terminé con mi relato- que nosotras dos tenemos que cortarla, que si salgo con Lucas, Mati, Francisco, Mariano... realmente la tenemos que cortar, porque pensar en ellos, hacer méritos, no nos sirvió para nada. Nosotras dos somos lindas, jóvenes, divertidas. Tenemos que salir a joder, a divertirnos y transarnos a algún chico y dejarnos de pensar, porque si no lo hacemos ahora, no lo vamos a hacer nunca más -concluyó rotunda. Y realmente deduje que tenía razón.

Por eso, aquella noche, cuando estábamos en el pub, decidimos alejarnos del grupo y tomarnos un rato para divertirnos. No fue difícil encontrar chicos dispuestos a divertirse con nosotras.
Me desperté contenta. Me sentía como a los 18, despreocupada, vital y con pensamientos triviales.
Ya en la playa, Lola y Lucrecia nos miraban entre sorprendidas y divertidas, hasta que se acercaron a preguntarnos qué nos había pasado anoche.
-Fácil, nosotras no estamos de novias, ni con vista a estarlo, y nos cansamos de vestir santos -contestó Naty feliz mientras se arrojaba en una lona al sol.
-Sí, las vi muy contentas transando por los rincones -acotó Lola.
-Y... reconozcamos que viene bien que te mimen -le contesté e imité a Naty.
-Me parece muy bien por ustedes. Además se nota mucho el cambio de humor -agregó Lucrecia.
-Y quién les dice, de paso, a lo mejor, logran darles celos a los chicos -dijo Lola.
-No es esa mi intención -se apuró a contestarle Natalia, pero ambas sabíamos que cabía esa posibilidad.

Debido a nuestro éxito, tanto a la hora de la conquista, como al ver los resultados en nuestro estado de ánimo, continuamos con nuestro plan de diversión sin preocupación. Y al acercarse el día de mi regreso a Mar del Plata, comprobé lo bien que me habían venido esos días en San Bernardo. Mis pensamientos respecto a Mariano habían sido casi nulos, ni siquiera había ido a chequear mis mail, esperando alguna frase esperanzadora, que en esos momentos, con sinceridad, no me interesaba recibir. Repasaba estos avances, tirada en la arena, en mi último día en San Bernardo y cuando comprendí que me sentía en paz, decidí darme el lujo de hacer algo que me encantaba, cerrar mis ojos, no pensar y dormir sintiendo el calor del sol en mi rostro.
Pero cuando había conciliado el sueño, sentí que un cuerpo pesado se arrojaba a mi lado y no tuve más remedio de abrir mis ojos.
-¿Dormías? -preguntó Francisco sonriendo, mientras apoyaba su codo en la arena.
-Sí, ¿podré seguir durmiendo? -más que una pregunta, intenté invitarlo a retirarse, pero no se movió.
-No, no creo, porque vine a charlarte, y cuando hablo me gusta que me presten atención -terminó su frase y desplegó su usual sonrisa.
-Entonces, no me va a quedar otra que escucharte -me recosté de costado para poder mirarlo.
-Así que te vas. Pensé que íbamos a tener unas vacaciones intensas, pero no tuvimos tiempo.
-No creo que a tu novia le hubiera gustado. Hablando de Clara, ¿dónde está?
-Se fue a correr por la orilla, lástima que no se le dio antes por el deporte. Pero bueno, ya era hora de tener un ratito para charlar. ¿Qué fue eso de andar todas las noches con un pibe distinto? -fue directo al grano, se notaba que quería aprovechar los pocos minutos que tendría para estar conmigo.
-¿Acaso me estuviste controlando? -me mostré burlona.
-No hizo falta controlarte, no hiciste nada por esconderte. Sos una Florencia muy distinta a la que conocí hace dos años. En aquellos tiempos no era tan fácil transarte.
Sin quererlo, largué una carcajada.
-No era tan fácil para vos. La verdad es que los chicos que conocí este verano fueron encantadores, imposible de negarles un beso -estaba muy divertida.
-Bueno, si preferiste estar con ellos a estar conmigo, entonces te felicito.
-Francisco, disculpame que te lo recuerde, pero vos estás de novio. Además no sé por qué pensás que yo querría estar con vos -¡Qué personaje extraño!
-Porque aunque no lo reconozcas, yo sé que nunca te dejé de gustar. Y el tiempo me va a dar la razón. ¿O vos no te cuestionás por qué a pesar que pasó tanto tiempo, nos volvemos a encontrar acá, donde empezó todo? -no me estaba jorobando, estaba hablando en serio, pero yo no quería darle importancia a sus palabras, no estaba para tener conversaciones serias.
-Vos y yo nunca nos dejamos de encontrar, será por la mágica razón que compartimos el mismo grupo de amigos, que da la casualidad, siempre veranean en San Bernardo. La verdad es que el destino es maravilloso -no dejaba de reírme, y al ver que lo tomaba en broma, Francisco parecía ponerse aún más serio.
-Hacete la tonta, pero te puedo asegurar que en cuanto vuelvas a Mar del Plata, no va a pasar un solo día en que no pienses en mí y en lo distinto que podría haber resultado lo nuestro. Y vas a pensar en mí, y no en el que vos crees que es tu gran amor –tomó mi mentón para acercar mi rostro al suyo-. Te aseguro que vas a pensar en mí -dejó ver una media sonrisa y con rapidez besó mis labios.
-Esto es sólo para asegurarme -desvió su vista hacia el mar y con agilidad se levantó-. Ahí viene Clara -me dijo mientras corría hacia las carpas.

Y Francisco no se equivocó. Muy a mi pesar ocupó gran parte de mis pensamientos.
Pero para mediados de febrero, todos mis pensamientos románticos fueron abruptamente cortados al recibir la novedad que me dio mi padre.
Con mucha solemnidad y misterio me invitó para que cenáramos solos, situación que me llamó bastante la atención, y ante el halo de misterio que creó, comencé a fantasear con distintas noticias que me daría.
Por ello, en cuanto sirvieron la comida, lo increpé para que dijera lo que tenía que decir.
-Bueno, Poty, tengo algo para contarte -bajó su vista y continuó-. Decidimos vivir juntos con Teresa... -hizo un silencio, seguramente para que contestara, pero yo no sabía que contestar. No me imaginaba compartiendo mi casa con Teresa. Al ver que yo no decía nada, prosiguió:
-Y bueno, como ella tiene toda su familia acá, decidimos que nuestro lugar de residencia sea Mar del Plata... y queríamos que te vinieras a vivir con nosotros.
¡No! ¡Otra vez no! Pensé cargada de angustia. Si no había querido dejar mi vida por Mariano, menos aún por mi papá, con quien últimamente era muy poco lo que compartía. Para no demostrar mi rabia y mi angustia, decidí esconder mi rostro con mis manos.
-¿Y, Po? ¿Qué te parece? -él parecía no darse cuenta qué me parecía aquella idea-. ¿Y, Po? -repitió. Su última pregunta desató en mí una increíble ira.
-¿Vos qué creés que me parece, papá? -dije cargada de odio- ¿Sabés lo que me parece? Que yo no le importo a nadie. Que cualquier cosa es mejor que estar conmigo. Que lo que yo hago y vivo no tiene nada de importancia. Eso creo. Hace un par de meses, Mariano me dejó por un trabajo... y ahora mi padre me deja por una novia. Está bien, es tu vida y tu mujer tiene su vida acá. Y eso es mucho más importante que tu hija. Total, que vos tengas una hija parece no tener demasiada importancia. Si ya desde hace varios años que parece no tener demasiada importancia, ¿por qué la iba a tener ahora? ¿Cómo vamos a dejar que Teresa haga el gran esfuerzo de dejar a su familia, si la estúpida de Poty puede dejar todo lo suyo para venir a vivir la farsa de la familia perfecta que no existe y nunca existió? Eso pienso papá... que yo te importo un carajo, que mi vida y mi seguridad te importa un carajo, y por supuesto que mi respuesta es no, ni en pedo me vengo a vivir acá. Yo tengo mi casa, mi vida, mis amigos y mis intereses en Buenos Aires... y si no los dejé por Mariano, que se preocupaba y me cuidaba, menos lo voy a dejar por vos.
Terminé con mi réplica y me levanté. No quería escucharlo, mirarlo, ni tenerlo cerca. Me sentía indignada, desamparada, desechada. Se repetía la historia, nuevamente era abandonada y no quería revivir esos sentimientos.
Sentí que papá me gritaba para que regresara, pero no lo hice. Tomé un taxi y le pedí que me dejara en la terminal de ómnibus. Y luego de esperar una hora, me encontraba regresando a Buenos Aires.