Capítulo 24 (primera parte)

CAPÍTULO 24 (Primera parte)




En aquella noche de insomnio me puse nuevamente a revisar mi vida. Y todas las conclusiones a las que llegué no hicieron más que reafirmar las palabras de Francisco.

Me vi dejando partir a Mariano cuando lo deseaba con toda mi alma. Me vi estudiando algo que no sabía si me gustaba, pero que tampoco me animaba a probar. Me vi muerta de miedo ante la propuesta de Francisco de un futuro juntos y también sin hacer nada por explotar lo único que sabía que me gustaba.

En verdad, mi vida era un completo desastre, llena de proyectos inconclusos y de falta de definiciones; pero lo terrible fue que no logré comprender por qué actuaba siempre de esa manera.

Tenía que empezar a definirme, tenía que empezar a tomar partido por algo. No podía dejar que el destino se ocupara de mis decisiones. Yo tenía que tomarlas. Yo tenía que hacerme cargo de mis sentimientos, de mis deseos, de mis aspiraciones.

Y para lograr reordenar mi vida, debía comenzar por lo que en esos momentos estaba más caótico. Mis sentimientos... mis sentimientos por Mariano. Si por él había dejado partir a lo único bueno y coherente que tenía en mi vida, alguna razón poderosa debía existir.

Dejé pasar un día para lograr rearmarme y luego le pedí a Mariano que viniera a visitarme. Al abrir la puerta, nuevamente lo encontré sonriente y con sus brazos extendidos esperando que respondiera su abrazo. Y esta vez, no me animé a negárselo. Al estrecharme entre sus brazos sentí que regresaba una parte de mi cuerpo y aunque esta sensación me asustó, preferí dejarla a un lado.

-Ya arreglé el contrato. Vuelvo a trabajar acá -me dijo mientras caminábamos hacia el patio.

-¿Estás contento? ¿Convencido? -le pregunté sin mirarlo y me senté junto a la mesa de la galería.

-Sí, no es un sacrificio, al contrario. Me costó mucho vivir allá. No me fue fácil acostumbrarme, creo que nunca me acostumbré.

-Me alegro por vos.

Ambos permanecimos en silencio, mirando hacia el jardín.

-Po, quiero pedirte perdón, porque vos estabas bien y tranquila y yo me metí en el medio para presionarte. Mi intención no es joderte.

-Corté con Francisco... -me escuché contestándole.

Noté una sonrisa controlada en sus labios, pero con seriedad me preguntó si estaba bien.

-Mal, ¿cómo querés que esté? En realidad Francisco me cortó porque me dijo que no se iba a bancar mi duda. Siento que nunca puedo terminar nada en mi vida, que no puedo definir nada y jugarme por eso. Y eso me tiene mal. Yo estaba absolutamente enamorada de vos y no me arriesgué a seguirte a Estados Unidos. También estaba enamorada de Frank y apareciste vos y no pude jugarme por él.

-Tal vez, este es el momento para que te juegues por lo que realmente querés. Fijate qué sentís, intentá darte cuenta qué sentís por mí.

El mutismo volvió a instalarse y mi vista se clavó en el sauce.

-¿Te puedo pedir un favor? -irrumpió en mis pensamientos- ¿Podés mirarme? Ya no aguanto que esquives mi mirada.

Tenía razón, no me animaba a sostener su mirada, tenía miedo de lo que pudiera provocar en mí.

Giré mi cuerpo hacia él y con esfuerzo subí mis ojos hasta encontrarme con los suyos. Su sonrisa se desplegó y también sus ojos me sonrieron. Su rostro era tan lindo, tan luminoso, que me instó a seguir perdida en él. Había olvidado la satisfacción que me causaba el solo hecho de mirarlo.

De a poco un montón de sensaciones comenzaron a despertarse dentro de mí.

-Negro, vos me obligaste a dejar de quererte, ¿cómo sé que no lo vas a hacer de nuevo?

-Porque te amo, Poty, porque me equivoqué y no tengo intenciones de volver a alejarme de vos. Eso es todo lo que te puedo decir, todo lo que te puedo prometer -se acercó para intentar besarme, pero alejé mi cabeza.

-No quiero volver a sufrir lo que sufrí cuando te fuiste -pude decir.

-Yo tampoco. Pero tenerte tan cerca y no poder sentirte mía me hace sufrir mucho más. Te pido una oportunidad, nada más.

Muy bien. Ya había comprendido lo que Mariano despertaba en todo mi ser, una pasión, un deseo casi imposible de refrenar... Casi imposible, porque entonces supe que él podía hacer conmigo lo que quisiera, como lo había hecho anteriormente, y aunque me prometiera que esta vez estaba seguro, que no cambiaría de parecer, me atemorizó pensar en volver a perderlo... Perderlo como acababa de perder a Francisco, a quien también amaba, y hasta podría decir que amaba con mayor libertad, porque cuando estaba con él no se nublaba tanto mi razón.

-Ahora no puedo, Mariano... Andate, tengo que pensar.

Intenté pensar, intenté definirme, pero no podía, no sin volver a tener una charla más tranquila con Francisco. Yo necesitaba decirle lo que sentía. Entonces comencé a llamarlo, pero jamás me contestó. Sin embargo, debía hablar con él, por eso fui hasta su casa, y lo esperé en la puerta hasta que llegara.

-¿Qué hacés acá? -dijo con cara de disgusto cuando se topó con mi figura.

-¿Podemos hablar un ratito? -intenté tomar su mano, pero la alejó.

-¿Venís a decirme algo nuevo? ¿Algo que yo no sepa? ¿Algo así como que Mariano no te mueve un pelo, que no te interesa estar con él y que yo soy el único hombre de tu vida?

No, no podía decirle eso, no podía.

-Quería decirte que te amo, que eso lo sé; pero Mariano mueve demasiadas cosas en mí.

-¡No me digas que me amas! ¡Es mentira! ¡No podés amarme y decirme eso! -me gritó cargado de angustia. Yo quería abrazarlo, consolarlo, pero no me animaba a acercarme.

-Andate, me hacés mal -agregó con la voz entrecortada-. Andate con Mariano... seguramente él te quiere más que yo, porque se banca tus indefiniciones.

-Perdoname - sólo pude agregar antes de que abriera la puerta de su casa y entrara.



Me senté abatida en el cordón de la vereda y las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos con fuerza. Yo me había buscado esto, yo había provocado esta situación. Yo había hecho sufrir a un hombre al que amaba y lo había perdido. Sentía que en mi vida estaba dedicada a hacerlo todo mal ¿Sería cierto lo que me decía Francisco? ¿Acaso no lo amaba como creía? ¿Y sería Mariano quien más me amaba porque me aceptaba con esa valija llena de defectos con la que cargaba?



Aunque mi primer impulso al regresar a casa fue llamar a Mariano, me contuve. Si iba a tomar una decisión debía hacerlo fríamente, no frente a él, que con rapidez confundía mis sentidos. No fue una tarea fácil mantenerme alejada de él, ya que varias veces al día me llamaba para encontrarnos. Por más de una semana logré evitarlo, pero su insistencia crecía a medida que yo me negaba a recibirlo en casa. Reconozco que disfrutaba esperando sus llamados y escuchando sus ruegos. Y pronto comprobé que mis pensamientos giraban en torno a él casi las 24hs.



Cuando logré definirme, lo cité en casa. Mariano entró algo turbado, seguramente confundido ante mi actitud tan tajante de los últimos días. El no estaba acostumbrado a que yo le dijera que no.

Caminamos hasta el jardín y nos sentamos bajo el sauce.

-¿Se acabó mi penitencia? -me preguntó con cara seria.

-Mariano, yo no te estoy castigando, simplemente necesitaba tiempo para mí, para pensar. Vos pensabas que te iba a ver y me iba a arrojar a tus brazos sin dudarlo, ¿no?

-Tenía la ilusión... Yo estoy convencido que vos y yo estamos destinados a estar juntos; pero me mande una gran cagada y espero que puedas perdonarme y darme otra oportunidad. ¿No te parece que nos la merecemos? No es todo negro o blanco Poty, vos los sabés. A veces uno se puede equivocar, uno puede dudar; pero ¿qué sentís realmente acá? -posó su mano sobre mi pecho y luego con delicadeza subió su mano hasta mi mejilla para acariciarme.

¡Ah! Todo lo que tenía pensado decirle se esfumó en un segundo. Mariano tenía razón, estábamos destinados a estar juntos...

Al notarme obnubilada, se acercó con suma cautela y muy despacio tomó mi cabeza para que no pudiera escaparme, aunque yo no pensaba escaparme y con aún más suavidad posó sus labios sobre los míos. Aquel pequeño contacto despertó una pasión en mi ser que jamás creí que volviera a sentir.

De pronto recordé todo lo que Mariano significaba para mí, recordé el placer que experimentaba a su lado, en cada centímetro de mi cuerpo. Aquel tiempo de separación, en un instante, se esfumó.

Con determinación atrajo mi cuerpo al suyo y una sensación de completud me invadió. Nos ví desenfrenados, apasionados, besándonos, tocándonos, redescubriendo nuestros cuerpos, ansiosos por hacer el amor. Esa pasión que se había despertado varios años antes, allí, en el jardín de mi casa, había vuelto a florecer pero con mayor intensidad.

-Te amo, Poty -declaró y recostó su cabeza en mi pecho. Yo lo envolví con mis brazos y cerré mis ojos totalmente extasiada.



Mientras Mariano dormía comencé a pensar ¿qué sería de nosotros ahora? ¿Debíamos tomarnos un tiempo y decidir para dónde ir con nuestra relación? Pero mientras me perdía en deliberaciones, comprobé que esta era mi eterna actitud. Pensar, dudar, probar. Nunca definía nada, nunca apostaba a mis sentimientos sin pensar en las consecuencias. Y entonces decidí, que esta vez no sería así.

Había optado por Mariano. Mariano que me obnubilaba, me cegaba de pasión. ¿Para qué probar?, si sabía perfectamente que con él sería feliz. Entonces, ¿para qué seguir esperando?

-Po, no quiero vivir ni un minuto más sin vos -dijo aún acurrucado en mi pecho, y agregó-Quiero que nos casemos.

Su deseo me hizo sonreír. Tome su cara y la atraje hacia la mía, y antes de contestarle lo besé largamente.

-Te amo Negro. Y yo también me quiero casar con vos.

Volvimos a abrazarnos y quedamos allí, en silencio, disfrutando, fantaseando sobre ese futuro que ambos nos estábamos animando a crear.

Capítulo 23

CAPÍTULO 23




Desde aquel mail, los encuentros virtuales con Mariano comenzaron a ser casi diarios.

Lejos de sentir culpa, sentí alegría en recuperar un amigo que había perdido por algún tiempo.

Yo había sido clara en mi relación con Francisco y él no había tardado en contarme de sus amoríos con una uruguaya con la que trabajaba. Esto nos daba la libertad de escribirnos, sin sentir que buscábamos algo del otro.



Aquel verano, Francisco no podía tomarse vacaciones debido a su nuevo trabajo. Entonces decidimos que se instalara en casa para poder pasar el mayor tiempo posible juntos. Era nuestra primer experiencia conviviendo y a pesar de estar muy acostumbrada a vivir sola y al fuerte y definido carácter de Francisco, congeniamos de inmediato y disfrutamos de las largas horas que compartimos juntos.

Poco a poco Francisco volvió a introducir el tema de un futuro juntos en nuestras conversaciones. Tal vez, sintió la confianza de hacerlo al comprobar que nos era placentero convivir, o tal vez, porque él planeaba comprarse un departamento y seguramente lo proyectaba para ambos. Y aunque su actitud me encantaba, note cuánto me asustaba.

Por momentos no lograba entender por qué se preocupaba tanto por mí, por qué demostraba un amor incondicional a pesar de mis miedos y mis indefinidos proyectos personales. Francisco me escuchaba, me orientaba... y comencé a pensar que nuestra relación parecía demasiado perfecta para ser real.



Y enfrascada en estos razonamientos, cometí un gran error. Los puse por escrito en un mail a Mariano. No comprendí entonces la interpretación que él había hecho del mismo, pero día a día noté que sus mensajes cambiaban de tono, trocando al Mariano amistoso, por uno cargado de dobles sentidos y de seducción. Sus mails al principio me divertían, pero un día no pude hacerme la distraída y sin mayor importancia le pregunté qué pretendía. Su contestación me descolocó:

“Poty, mientras escribo este mail, no estoy muy seguro de si lo voy a enviar o no, pero no puedo seguir pelotudeando más. Yo sé que fui el que quiso que cortemos la relación y ahora estoy super arrepentido. Cuando me empezaste a contar de tu relación con Francisco, pensé que era una estrategia tuya para darme celos. Pero cada vez parecías más enganchada. Además pregunté, y me dijeron que estaban super enamorados. Y me volví loco. No soporto pensarte con otro tipo, no lo soporto. Tal vez me animo a confesarte lo que siento porque te noto dudosa. No sé que pensar, pero te lo tenía que decir. No te estoy pidiendo que me contestes algo. En realidad me encantaría que vos me dijeras que todavía tengo alguna oportunidad de reconquistarte.

Te quiero. Mariano”.

Releí aquel mail muchas veces. Había esperado esas palabras por mucho tiempo, pero no en ese momento de mi vida. No tenía derecho a vomitar sus sentimientos de esa manera, sabiendo que estaba con Francisco.

Con mucho enojo sólo le contesté: “Tu mail llegó muy tarde”. Luego volví a bloquear su dirección en mi correo.

Pero no era cierto, no había llegado tarde, había llegado para instalarse en mis pensamientos y volverse un intruso en mi vida.

Estaba furiosa, furiosa con Mariano y furiosa conmigo misma. ¿Por qué nunca podía disfrutar de una relación plenamente? ¿Por qué cuando estaba con Mariano, Francisco irrumpía en mis pensamientos y por qué ahora que estaba con Francisco había permitido que se infiltrara Mariano? ¿Acaso no me permitía ser feliz? ¿Estaba destinada a lidiar entre estos dos amores? Es que entonces no iba a poder ser feliz con ninguno.

Luego de torturarme un par de días, decidí erradicar estos pensamientos y volver a conectarme con mi relación con Francisco. Francisco merecía todo mi amor, merecía que mis pensamientos fueran sólo suyos.



Aquel sábado por la mañana, el timbre me despertó. Algo confusa, busqué mi reloj y comprobé que apenas eran las 9 de la mañana. Francisco aún dormía, así que, haciendo el menor ruido posible, baje a ver quien llamaba.

Con mis rulos enmarañados y en pijama, abrí la puerta para ver quien me reclamaba del otro lado de la reja.

Debí fijar la vista un par de veces para comprobar que no era una visión la figura que estaba frente a mí, apenas a unos metros.

-¿Mariano? -pregunté sin moverme.

-Sí... ¿Me vas a dejar pasar? -preguntó muy alegre.

No, no quería que pasara, no quería que entrara en mi vida.

Al ver que no me movía, repitió su pregunta.

-No, Negro. Estoy con Francisco. Estamos durmiendo. Tendrías que haber llamado antes -no me gustó ser tan fría con él, pero me era imposible verme en aquella situación.

No esperaba mi respuesta, mi actitud, y por unos segundos enmudeció.

-Estoy parando en lo de mis viejos. Después llamame -dijo sin siquiera mirarme y se marchó.



¿¡Por qué!? ¿¡Por qué!? Grite en mi mente. ¿Cómo haría para decirle a Francisco que Mariano estaba a metros de nuestra relación?

Subí despacio las escaleras y rogué que Francisco siguiera durmiendo. Me acosté a su lado, pero casi inmediatamente él giró para abrazarme.

-Tocaron el timbre, ¿no? ¿Quién era a esta hora? -dijo refregando su cabeza en mi cuello.

Mentirle no era la solución, pensé, y tomando valor conteste.

-Mariano.

Aquel nombre funcionó como un resorte en el cuerpo de Francisco, ya que de inmediato saltó de la cama y quedó parado.

-¿Qué hace acá? ¿Por qué no me dijiste que venía? -de más está decir lo enojado que parecía.

-No sabía que venía. Yo hace mucho que bloqueo su correo electrónico. No tenía ni idea. Sino te lo hubiera dicho -intentaba mostrarme tranquila para contrarrestar su estado.

-¿Qué quiere? -nunca lo había visto tan alterado. Mientras me preguntaba, revolvía las sábanas buscando su ropa. Sin animarme a acercarme, le señalé la silla donde estaban sus pantalones.

-Quería que desayunáramos, obviamente le dije que no, que estaba durmiendo con vos. Calculo que después querrá verme.

-¿Y vos qué querés? -apretaba con furia los cordones de sus zapatillas.

-Quiero que te calmes, Frank. Yo no tengo la culpa de que haya aparecido sin avisar.

-Pero tenés la culpa de que su presencia me haga sentir tan mal -ni tuvo tiempo de pensar en su respuesta. Había salido de su corazón. Y me dolió muchísimo. No supe qué retrucarle y entonces continuo descargándose. -¿Sabés lo que pasa? ¿Sabés por qué no puedo estar tranquilo? Porque aunque ya pasó un año desde que estamos juntos, no te siento convencida con nuestra relación. Porque cada vez que hablo de casamiento o de vivir juntos se te paran los pelos. Aunque a veces creo que estamos bien, muchas veces siento que dudas. Vos lo lloraste a Mariano un montón de tiempo y él ahora vuelve y quiere verte. ¿Qué sé yo que vas a sentir cuando lo veas? -sus sentimientos eran muy duros, muy duros para ambos.

-Si querés lo llamó y le digo que no lo quiero ver -fue lo único que atiné a contestarle.

-No, y después voy a tener que cargar con el fantasma de ese encuentro. No. Yo me voy Flor. Necesito pensar. A la noche nos vemos -y con rapidez huyó de casa.



No podía negar que me sentía confundida. Aquellas palabras de Francisco sobre nuestra relación resonaban en mi cabeza y terminé reconociendo que eran ciertas. Yo no estaba comprometida con nuestra relación. Por una extraña razón, no podía proyectar un futuro juntos. Tal vez porque en ningún ámbito de mi vida lograba pensarme en futuro, me daba miedo salir del ahora.

Pero algo era real. Era real que estaba enamorada de Francisco. Y también era real que Mariano me turbaba. Tenía que verlo, tenía que descubrir cuáles eran mis verdaderos deseos.



Me dí un largo baño antes de tomar el teléfono y, algo más tranquila, lo cité en un bar cerca de casa.

-¡Hola! -me dijo feliz e intentó abrazarme, pero yo no quería abrazarlo, así que esquivé su cuerpo y besé su mejilla-. ¿Estoy equivocado o no soy muy bienvenido? -me molestaba que se mostrara tan animoso cuando yo estaba tan incómoda.

-¿Por qué viniste? -fue lo único que se me ocurrió decir.

-Porque quería hablarte y parece que tu mail no funciona -parecía divertirse con mi malestar.

-Dejó de funcionar el día que te fuiste al carajo. En serio, ¿qué hacés acá?

-Me dieron vacaciones... y necesitaba verte, pedirte disculpas. No tendría que haberte mandado ese mail. Pero, Po, yo te quiero y me moría de ganas de verte. ¿No podemos hacer de cuenta que nunca te escribí ese mail y aprovechemos estos días como viejos amigos que somos? -seguía sonriente y yo cada vez más irritada.

-No Mariano. No puedo hacer de cuenta que nada pasó. Te conozco y sé que por algo estás acá, que por algo me mandaste ese mail. Tu intención no es ser dos buenos amigos. No entiendo por qué sentís tal libertad para manipular mis sentimientos. Cuando a vos se te dio la gana, me obligaste a dejar de quererte, pero cuando viste que estaba feliz con Francisco, volviste a arremeter con toda tu artillería -estaba muy enojada, muy enojada... ¿Cómo podía ser que Mariano me dominara de esa manera? ¿Cómo podía ser que tan fácilmente invadiera nuevamente mi vida?

Por unos minutos nos mantuvimos callados. Tal vez, él esperaba que se aplacara mi ánimo antes de confesar sus intenciones.

-Poty, entiendo perfectamente que estés enojada. Yo sé que no estoy actuando bien; pero me di cuenta que por vos no me importa si tengo que perjudicar a alguien. A la única que no quiero perjudicar es a vos.

-Va más allá de perjudicar a Frank o a mí. Vos estás jugando con mis sentimientos. ¿O te olvidas cuando yo estaba muerta de amor por vos y vos te hacías el duro? ¿Qué pasó? ¿Por arte de magia te volviste a enamorar justo cuando yo estoy enamorada de otra persona? Negro... no tenés derecho... no tenés derecho.

-Sí tengo derecho. Tengo derecho porque te amo. Porque nunca dejé de sentir esto por vos. Pero pensé que si tapaba esos sentimientos iba a sufrir menos. Fui un tarado, porque mientras sabía que seguías conmigo estaba tranquilo, pero cuando me di cuenta de que te estabas enamorando de otro me trastorné. No podía dormir, no podía pensar. No soporté imaginarte con otro tipo -se detuvo para clavar sus ojos en los míos-. No lo soporto Poty. No puedo entender por qué no me querés más. No puedo entender cómo no sentís el mismo amor que siento yo. ¿Cómo no te morís de ganas de abrazarme, de besarme, de que hagamos el amor? -estiró su mano para alcanzar la mía y su roce causó una extraña sensación en mí. Mis sentidos quedaron aturdidos y aunque quise, no pude quitar mi mano de allí.

-Vos me obligaste a dejar de sentir todo eso -intenté mostrarme firme, pero no estaba convencida de mis palabras-. De todas maneras, ¿qué sentido tiene esto si vos en un par de días te vas? -esta idea era la única que lograba enfriarme.

-Porque no creo que me vaya -sus palabras hicieron estallar mi razón-. Mañana tengo una reunión y si todo sale como espero, vuelvo con un mejor puesto de trabajo y sólo algunos viajes cortos -me miró expectante.

¡No! Eso lo cambiaba todo. Una realidad era Mariano a miles de kilómetros, pero otra muy distinta era Mariano cerca. Yo era muy distinta con Mariano cerca.

Tenía que pensar. Necesitaba poner en orden mis ideas. Odié a Mariano por trastornarme con tanta facilidad. ¿Cómo podía hacerme esto con el sólo hecho de aparecer? No podía estar más allí.

Caminar fue mi mejor opción. ¿Qué haría con todo esto? ¿En qué lugar quedaba Francisco?

Yo estaba enamorada de Francisco. Pero Mariano invadía mis pensamientos, mi corazón. Y aunque el enojo me había servido de coraza, debí reconocer que su presencia me apabullaba, su cuerpo me instaba a desearlo. Y perdida en tanta duda comprobé que había anochecido y tendría que enfrentarme con Francisco.

Entró a casa muy serio, tenso y sin decir palabra, se ubicó en uno de los sillones. Yo lo hice frente a él.

-¿Qué tenés para decirme? -preguntó de pronto.

¿Qué tenía para decirle que no lo lastimara? Me pregunté. Nada. Sólo tenía la verdad.

-Mariano me contó que vuelve a Argentina...-dudé antes de continuar- y también quiere volver conmigo.

-¿Y eso cómo nos deja a nosotros? -clavó sus ojos azules en los míos.

-Estoy muy confundida. No puedo pensar con claridad -le confesé y escondí la cara tras mis manos. No podía mirarlo, no soportaba hacerle lo que le estaba haciendo.

-Tal vez soy un tonto. Tal vez en este momento tendría que sacar mi escudo y mi espada y ponerme a luchar por vos. Pero me parece que no tiene demasiado sentido. Vos y yo estamos bien. Vos sabes cómo es estar conmigo. Y si estás en duda es que lo nuestro no te alcanza. Si por verlo a Mariano dudás de nuestra relación, es que no tiene mucho sentido que sigamos. Yo te lo hago fácil, doy un paso al costado. O juego de titular o no juego -fue tajante. No me daba opción a nada. Pensándolo bien, no esperaba otra actitud de Francisco.

Pero yo no había pensado en una separación. O por lo menos en una decisión tan abrupta.

-Francisco, entiendo lo que sentís. Pero quiero que sepas que yo te amo y que vos me hacés feliz. Pero la presencia de Mariano me hace dudar y yo sé que vos no te merecés mi duda.

Me interrumpió.

-No, no me la merezco y no me la voy a bancar. -se puso de pie y sin mirarme se dirigió hacia la puerta.

No quería que se fuera, no quería que se terminara lo nuestro.

-Frank, ¡no te vayas! -corrí hasta él para tomarlo por sus brazos y obligarlo a que me mirara.

-¿Qué sentido tiene, Flor? ¿Qué sentido tiene que hoy me quede y mañana vengas a decirme que te quedás con Mariano?... Porque esto ya lo vivimos... Porque vos no te animás a despegarte de él, porque para vos él es lo seguro... ¿O estás convencida de que no querés estar con él y querés estar sólo conmigo? Porque esa es la única manera de que me quede.

No. No estaba convencida. No estaba convencida de nada. Lo abracé fuertemente y besé con avidez su boca, pero nada pude contestarle.

Cuando cerraba la puerta de la reja, giró para mirarme.

-¿Sabés de qué me acordé? -me dijo con furia-. De tu cuadro, ese al que le pusiste “Tal vez”. Estabas con Mariano y pensaste que tal vez era conmigo con quien querías estar. Yo no me banco la duda, y por eso me voy; pero me parece que vos siempre vas a vivir dudando, porque en definitiva nunca te definís, nunca te jugás por nada. Tu vida es un eterno tal vez.- dio media vuelta y se perdió en la oscuridad.

Quedé petrificada con sus palabras. Me dolieron, me dolieron más de lo que podía imaginar. Me ahogaron hasta apretar a tal punto mi pecho que estallé en lágrimas. Quedé allí, derrotada, en el umbral de mi casa, viendo como la poca cordura que tenía en mi vida se alejaba, dejándome una gran verdad... una gran verdad difícil de manejar.

Tercera Parte: "Las sombras"


TERCERA PARTE: "LAS SOMBRAS"


Revisando mi vida, hoy puedo entender el por qué de muchos de mis actos. Hoy, pero no pude entenderlo entonces.
Creo que siempre viví con la sensación del abandono, con el miedo al abandono.
Me fue muy difícil llegar a entender que no me abandonaban. Que los actos que cometía el resto de la gente no estaban destinados a mí o que algunas veces, las consecuencias que sufría no eran por las acciones de otros, sino por mis decisiones.
Por lo tanto, descubrí que vivía esperando el abandono. Es cierto que varios hechos se habían sucedido para que aquella fuera mi manera de pensar...
Mi madre había muerto siendo yo bastante pequeña y un gran agujero, un gran dolor había dejado en mi vida. Luego mi padre, que poco a poco se iba alejando de mí... y por último Mariano. Yo había idealizado nuestra relación, y de pronto, todo se había desmoronado, dejándome nuevamente sola y llena de dolor.
Y entonces había podido formar una pareja con Francisco, que me hacía feliz, me llenaba, me apasionaba.
Por eso, hoy, luego de echarle un largo vistazo a mi vida, concluyo que me anticipé, a lo que supuse, sería inevitable.

Capítulo 22

CAPÍTULO 22

La relación con mi padre se había estabilizado. Como yo me sentía muy feliz con Francisco, ya se había apaciguado mi furia y logramos tener un par de conversaciones telefónicas bastante amigables. Y ya, semi reconciliada, las palabras de mi padre, respecto a que “nunca me faltaría nada” en cuanto a lo económico se refiriese, me tranquilizaron, porque ya habían pasado algunos meses y mi único trabajo seguía siendo en el taller de pintura que apenas me alcanzaba para solventar parte de mis gastos.
De todas maneras no había hecho grandes esfuerzos por conseguir otro trabajo. Francisco parecía más interesado que yo en ese tema. Me buscaba avisos en los clasificados, preguntaba a sus colegas, pero aún no estaba muy convencida con la idea de trabajar como psicopedagoga. De todas maneras, seguía muy dedicada a mis estudios, ya que aunque no era algo que anhelaba, quería conseguir lo antes posible mi título.
Cenábamos con Francisco en casa. Él estaba muy entusiasmado con el trabajo que acababa de conseguir como director en una institución para chicos de bajos recursos, luego de varios meses de espera. Para él era un gran cambio, ya que por fin podía dedicarse al trabajo social y abandonar el estudio del padre de Fede. Estaba muy ansioso y no podía dejar de contarme sus nuevas experiencias y a la vez fantasear sobre su futuro.
-Estoy super contento. Además si todo sigue bien, este laburo es estable y con un buen ingreso, y además tengo otro laburo mejor en puerta -se detuvo unos segundos a observarme y continuó-. Eso nos da la posibilidad de poder proyectar algo juntos.
Era la primera vez que pensaba en voz alta sobre el futuro de nuestra pareja, o por lo menos de un futuro más concreto y sus palabras me sorprendieron. Al ver que no contestaba nada, agregó:
-¿Te asusté? ¿No es normal que piense en un futuro para los dos? Para mí es muy importante haber encontrado un laburo de lo mío que sea redituable. Sino, sentía que no iba a poder tener nada demasiado bueno para ofrecerte.
-Yo no necesito que me ofrezcas nada, yo soy feliz estando con vos, y eso ya es mucho y muy bueno -declaré convencida.
-Bueno, pero algún día, vamos a querer ser más que novios. Y tu papá no va a mantenernos -estaba hablando muy en serio y yo comenzaba a asustarme, ya que nunca mis pensamientos habían ido más allá del momento en que vivía con Francisco.
-Me encanta que estés feliz con tu laburo, pero por ahora disfrutalo para vos. Todavía falta tiempo para que tengamos que preocuparnos por mantenernos -fui muy sincera y deduje, por el gesto en su rostro, que mi falta de interés por un futuro casados no le había agradado.
-Frank, no pongas caras. A mí me encanta estar con vos; pero estoy tan preocupada por mi futuro, por lo que quiero hacer con mi vida, que todavía no pensé en casamiento o esas cosas. Vos sos más grande, estás re plantado en la vida, sabés lo que querés, pero yo no y eso me lleva mucho tiempo.
-¿Es eso o que en el fondo de tu corazón todavía estás esperando que vuelva Mariano?
Sus palabras me sorprendieron. Francisco jamás había traído a colación mi vieja relación y yo tampoco. Ambos estábamos bien, sin que se generara entre ambos algún conflicto demasiado importante. Por ello, no comprendí cómo con tal soltura había arrojado aquel comentario tan infundado. Y eso me ofendió.
-Disculpame pero te fuiste al carajo. ¿En qué momento desde que estamos juntos te hice pensar que esperaba a Mariano? Me parece que sos muy injusto -no quise esperar su respuesta y levantándome me encerré en la cocina.
Tardó unos minutos en aparecer.
-Me molesta que ni siquiera te plantees la idea de que vivamos juntos, o que nos casemos. No quise agredirte -fue su disculpa.
-Frank, tengo 21 años. Todavía no se sé por qué estoy estudiando psicopedagogía, todavía no se sé cómo voy a hacer para mantenerme, porque no quiero que toda mi vida mi viejo me pase plata, pero tampoco quiero que me mantenga mi pareja. No es que no me haya imaginado viviendo con vos. Obvio que me lo imagino, y me gusta lo que me imagino. Pero para pensar en una vida juntos, quiero poder tener mi vida algo más encaminada. Como vos me podés ofrecer muchas cosas, a mí me encantaría poder ofrecerte también algo. Vos tenés 26 años, una carrera, un trabajo que te gusta y sobre todo, tus ideas bien puestas. Todo eso, todavía, a mí me falta.
Aunque dijo aceptar mi explicación, seguía irritado y yo también lo estaba. Y sabiamente, antes de que alguien dijera algo de lo que luego se arrepintiera, Francisco se marchó.
Me sentía molesta, no me parecía mal que Francisco quisiera que yo proyectara algo con él. Eso era lógico, pero su facilidad para arrojarle la culpa a mi relación con Mariano me parecía más que injusta. Más injusta aún, cuando él no sabía que yo ponía especial atención en no hacer ningún comentario sobre Mariano, que hasta había bloqueado su dirección de mail, para evitar situaciones injustificadas de conflicto. Yo había erradicado a Mariano de mi vida, pero Francisco había logrado traerlo con tal facilidad, que su comentario me hizo replantear mi actitud. Mariano era parte importante de mi pasado y, aunque lo ocultara, seguiría estando. Seguiría estando en sus pensamientos, tal vez como un fantasma, y en los míos. Porque aquella noche, comprobé que me había obligado a no pensar en él, pero debí reconocer que ansiaba saber de su vida, tanto como contarle de la mía.
Entonces decidí que si mis esfuerzos por demostrarle a Francisco que Mariano ya no ejercía influencia sobre mí, no servían para mucho, no haría más esos esfuerzos.
Fui hasta mi computadora y le escribí un mail, contándole de estos últimos meses de mi vida. Y algo más tranquila, decidí dormir.

Temprano en la mañana, el teléfono me despertó. Como supuse, era Francisco que con voz reconciliadora me invitaba a desayunar.
-Flor, noté que anoche te quedaste mal. Yo también me quedé mal y no podía esperar hasta la tarde. Cuando me quedé solo en casa pensando, me di cuenta de que estoy más inseguro de lo que pensaba con nuestra relación. Aunque nunca hablamos del tema, yo sé que me pesa mucho tu pasado, pero no tenía derecho a echártelo en cara gratuitamente -era una de las pocas veces que Francisco esquivaba mi mirada.
-Los dos tenemos un pasado, no se puede borrar, pero a mí me importás vos, me importa mi presente. Hago todo lo posible por no incomodarte con Mariano, pero se ve que no alcanza.
-Flor, yo te amo y no te voy a apurar, cuando sea el momento, proyectaremos algo juntos. Y mis temas con tu pasado los voy a resolver solo. Es un tema mío -su mirada seguía sumergida en su taza de café. Entonces acaricié su mentón y lo invité a mirarme.
-Frank, yo también te amo. Y estoy muy feliz con vos y estoy muy feliz de poder compartir tus nuevos proyectos. Y quiero que cuando yo tenga los míos, seas vos quien esté a mi lado. Para mí, eso ya es vernos en un futuro. ¿Estamos bien? -asintió con la cabeza y estiró su cuerpo para poder besarme.

Volvió a reinar la paz en nuestra pareja y sin hablar de fantasmas y de futuro, pudimos disfrutar de la mutua compañía por lo que restaba del año.

Capítulo 21

CAPÍTULO 21

Luego del eterno día que había pasado, pude dormir tranquila, relajada. Apenas en un día, mis sentimientos se habían aplacado, y ya me encontraba con nuevas expectativas.
Luego de levantar muchísimos mensajes de mi padre en el contestador, comprendí que si mi intención era reordenar mi vida, lo primero que debía hacer era cerrar el conflicto que entre nosotros se había instalado.
Tomando fuerza, lo llamé por teléfono y serena pude explicarle las razones de mi enojo. No sé si mi padre comprendió cómo me sentía, pero no tuvo más remedio que aceptar mi decisión.
Entonces pude pensar en todo lo que quería compartir con Francisco y mi primer deseo fue que conociera mi mayor interés. Subí al playroom y revolví entre mis pinturas, para poder mostrarle las que más me agradaban. Me entretuve gran parte del día y aquella actividad aplacó la ansiedad que generaba esperarlo.
Como me explicó luego, Francisco trabajaba hasta la tarde, por ello ya había atardecido cuando apareció en casa.
Con sólo ver su actitud al cruzar la puerta de entrada, comprendí que ambos estábamos expectantes con aquel encuentro. Tal vez ninguno de los dos sabíamos bien que pasaría, ya que nuestros códigos de relación eran bastante particulares, y en nuestra última charla ambos habíamos actuado de un modo muy diferente al que estábamos acostumbrados.
Y fue Francisco quien por fin se decidió a romper con aquel incómodo silencio que se había instalado en el living de casa.
-Te confieso que vine pensando todo el camino con qué podía pelearte, pero no se me ocurrió nada. Esto de no tener por qué luchar me está poniendo nervioso -dijo y mostró su sonrisa.
Su comentario me relajó.
-No te preocupes, ya se nos va a ocurrir algo -le contesté mientras estiraba mi mano para que la tomara.
-¿Ya me querés llevar a tu cuarto? -preguntó divertido mientras tomaba mi mano y se dejaba guiar escaleras arriba-, pensé que me iba a costar un poco más -agregó.
-Te encantaría, ¿no?... pero no te hagas ilusiones -continué guiándolo hasta el playroom-. Quiero que me conozcas, y me parece que esto es una parte muy importante de mi vida -le dije una vez dentro de mi “taller”.
Francisco me contestó con una sonrisa y se sentó en un puf que por allí había. Le expliqué la satisfacción que me daba pasar largas horas del día en ese lugar y la pasión que brotaba de mí en forma inexplicable cuando me paraba frente a un lienzo o un papel.
-Ojala algún día yo te despierte esa misma pasión -comentó muy bajo.
Sus palabras hicieron que me detuviera y sentí la necesidad de acercarme a él. Dudé antes de expresar mis pensamientos.
-Frank, vos sos apasionante -le confesé. Y aunque en ese momento no quería más nada que besarlo, no se por qué, atiné a alejarme, pero por suerte, el no me lo permitió. Tirando de mi mano, me atrajo hasta su cuerpo y abrazándome, me besó. Me encantaría poder explicar la sensación de aquel beso, pero es muy difícil ponerlo en palabras. Es una de esas sensaciones que se tienen pocas veces en la vida, sensaciones de certeza. Aunque quiera, no puedo. Pero de algo estaba segura, era el beso que ambos anhelábamos y necesitábamos.
-Gracias por compartir conmigo esta parte de tu mundo -se levantó y comenzó a observar detenidamente los cuadros que estaban esparcidos por el playroom-. No sé si te parecerá loco, pero te reconozco en muchos de esos cuadros. No sé, algo de los trazos -agregó mientras recorría con sus dedos una pintura hecha en óleos- me hacen acordar a vos.
Nunca nadie observó los cuadros de esa manera y jamás alguien volvería a hacerlo. En verdad sus ojos me desnudaban.
-Flor, vos sabes qué es lo que siento por vos, y yo sé que tal vez vos no sientas lo mismo -quise interrumpirlo pero no me lo permitió-. Yo sé que querés estar conmigo, y también te conozco y se que rápidamente te enmarañás en tus pensamientos. Sólo te pido que te des una oportunidad, que dejes de lado tus historias del pasado y te des una oportunidad de ser feliz conmigo. ¿No es genial ir descubriéndonos de a poco?
Claro que era genial, y estaba ansiosa por compartir mis momentos con él. Con este Francisco que iba mucho más allá de un irónico seductor, especialista en marcar mis defectos para hacerme irritar. Si aquella parte suya me resultaba atrayente, este Francisco con un par de frases ya me había conquistado.
-Frank, no tenés que intentar convencerme de nada, quiero estar con vos. No lo dudo, quiero conocerte, quiero escucharte y quiero besarte.
Y fue así, que nos lanzamos a esa aventura de descubrirnos y de día a día compartir más y más de nuestro tiempo.

Mi verdadera experiencia en cuanto a noviazgos era mi relación con Mariano y era a lo que yo estaba acostumbrada. Por eso con Francisco me sentía una novata, todo era tan distinto, todo en él era nuevo para mí. Y día a día descubrí que me fascinaba, me fascinaba el hecho de no poder predecir sus actos, de ingeniarme para adivinar sus gustos, sus deseos.
Su actitud tan firme, tan definida en muchos temas me causaba envidia y amaba el esfuerzo y empeño que ponía en intentar lograr sus metas.
Ese momento fascinante del comienzo de una relación, que antes no había experimentado, me colmaba de entusiasmo y me enredaba en un grato estado de obnubilación.

Me encontraba almorzando con Lola. Muy entusiasmada le comentaba este estado de enamoramiento en el que me encontraba, cuando una pregunta suya, de pronto me hizo reflexionar.
-¿Y en el sexo también se llevan tan bien? -preguntó dando por supuesto un factor que yo aún no había tenido en cuenta. Seguramente mi expresión de desconcierto la sorprendió, pero sólo agregó- No te hagas la discreta, no te hagas la que no querés contar.
-No, es que me acabo de dar cuenta que todavía no lo hicimos... ¿es raro no? -en realidad esta pregunta iba dirigida a mí misma. ¿Por qué no habíamos hecho el amor? ¿Por qué no habíamos buscado tener ese momento de intimidad para conocernos?

Y acabado el almuerzo, ese interrogante me ocupó toda la tarde. Comencé a revisar en mis sentimientos y en mis acciones de los últimos días y descubrí que habían sido casi nulos los momentos de intimidad que había generado para estar con Francisco. En el afán por mostrarnos nuestras vidas, habíamos corrido de aquí para allá, recorriendo lugares llenos de recuerdos propios o nos habíamos perdido en largas charlas, intercambiando deseos y opiniones.
Entonces busqué en mi interior la razón que me alejaba de disfrutar un momento de intimidad entre nosotros. ¿Por qué ni siquiera me había planteado disfrutar del placer de perderme en el cuerpo de Francisco cuando el sólo hecho de estar con él era algo tan placentero? Y, enojándome conmigo misma, descubrí que aún no había descolgado de mi razón el cuadro de Mariano durmiendo en mi cama, que temía la reacción de mi cuerpo al encontrarse con otro que no fuera el de Mariano, que hasta entonces había sido el único a quien había pertenecido.
Estaba claro: tenía miedo, tenía miedo de descubrir que Mariano no era el único y de que tal vez alguien lograra borrarlo de mi cuerpo y definitivamente de mi corazón.
¡Que loco es el corazón! Pensé, y qué cierta la apreciación de Francisco sobre mi rapidez en quedar enmarañada en mis pensamientos. Pero esta vez no caería en mi propia trampa. Estaba feliz con Francisco. Él me apasionaba y yo estaba enamorada de él. De pronto, una imagen sorprendió mis razonamientos y me tranquilizó.

Aquella noche Francisco vendría a casa. Por lo general, solo me pasaba a buscar para salir a cenar; pero decidí sorprenderlo y lo recibí con la cena lista.
-¿Cómo? ¿Hoy no organizaste ninguna de tus salidas reveladoras? -dijo con su sonrisa irónica.
-No, hoy quiero que conozcas uno de mis mayores defectos. Vas a tener la desgracia de probar mi comida -le contesté divertida; pero lo cierto era que no era muy buena en la cocina.
-No es un defecto muy importante mientras cerca haya una rotisería.

Comimos entre chistes los fideos con tuco que había preparado, para luego aventurarnos en la cocina a poner un poco de orden.
-¿Querés que vayamos por ahí a tomar un café? -me preguntó mientras secaba los platos.
-No te preocupes -le contesté-, el café me sale rico.
-Me sorprende que no quieras salir de tu casa -fue su respuesta y en ella comprobé que Francisco había notado mi facilidad para evitar los momentos de intimidad.
-Será que quiero que estemos solos y tranquilos -le contesté.
Francisco tomó mi mano y me invitó a seguirlo hasta los sillones del living.
-¿Te confieso algo? -dijo mientras nos sentábamos-. Ya hace un par de días tenía ganas de que nos diéramos un tiempo para estar solos; pero tenía miedo de tu reacción. Tenía miedo de que entraras en pánico. ¿Estoy medio paranoico? -volvió a sorprenderme la facilidad que tenía para descubrir mis pensamientos.
-No, tenés razón. Hoy me di cuenta de que estaba evitando tener intimidad, pero no te preocupes, porque no es mi intención entrar en pánico -le confesé.
-Qué bueno, porque... no puedo andar con rodeos. Me muero de ganas de que hagamos el amor -me sonrió y agregó-. La sutileza me caracteriza.
Su comentario provocó en mí una carcajada.
-Yo también quiero que hagamos el amor. Pero primero necesito mostrarte algo.
Me levanté y él me siguió. Llegamos al playroom. Francisco me miraba expectante mientras yo revolvía el baúl.
De pronto lo encontré. Primero apareció ante mis ojos su reverso con el título “Tal vez” y al voltearlo encontré a Francisco, saliendo del mar, con sus cabellos mojados y destellos de sol iluminando sus hombros. Encontré aquel cuadro que una tarde me había sorprendido pintando y que casi con desesperación, había escondido. Sacudí el polvo que lo opacaba y giré para mostrárselo.
-Quería que vieras este cuadro -le dije.
Francisco se acercó para observarlo.
-Ese soy yo. ¡Qué lindo! Gracias... ¿por qué me pintaste?
Claro, él no comprendía lo que ese cuadro significaba en este momento para mí.

-Mirá la fecha -le pedí.
Al hacerlo, se mostró sorprendido.
-¡Es del anteaño!... pero vos estabas... -se detuvo.
-Sí -estaba con Mariano, pensé-. Me había olvidado de él, lo había escondido. Tal vez también tenía escondido por allí algún sentimiento que no sabía que existía. Ese día que te ví saliendo del mar, mi corazón comenzó a palpitar tan rápido que pensé que se salía. Y se ve que me quedó grabado.
-Me acuerdo perfectamente de aquel día. Estaba deseando realmente encontrarte y apareciste. Estabas torpe, nerviosa, y aunque no te lo demostré, me encantaste.
-Y así comenzó todo. El cuadro se llama “Tal vez”. En el momento en que lo pinté, pensé que tal vez eras vos el indicado. Pero bueno, vos ya sabés la historia. Quería que lo supieras, quería que entiendas que estoy muy feliz por estar con vos. Vos siempre me decís que estas seguro de lo que sentís, que desde el día en que nos conocimos querés estar conmigo. Y yo quiero que sepas que nunca dejaste de resultarme atractivo, que siempre me torturaste en mis pensamientos y que ahora que estoy con vos, estoy re feliz y es lo único que quiero. Estar con vos es lo único que quiero.
-Entonces los dos estamos donde queremos estar. Te quiero Flor –fuertemente me abrazó.

Comenzamos a besarnos y acariciarnos con una naturalidad que nunca habíamos logrado y nuestros cuerpos pudieron disfrutar del placer de conocerse, que hasta entonces les había sido vedado.
De a poco nuestros gustos y costumbres se fueron acoplando y me sentí flotando por aquella habitación, enredada entre su cuerpo, descubriendo su textura, sus olores, su pasión.
Y me encantó, me encantó aquel hombre que me exploraba y a la vez me llenaba de placer con total naturalidad y dominio.
Por tanto tiempo me había sentido totalmente completa y extasiada con Mariano, que solía pensar que sólo él despertaría esa pasión en mi cuerpo, en mi ser. Pero aquella noche descubrí que esa pasión estaba en mí, en mis sentimientos. Y esa pasión, en ese momento, la sentía con Francisco.

Capítulo 20

CAPÍTULO 20

Tal vez, la decisión de papá había sido la gota que colmó el vaso. La rabia y angustia que me invadían sobrepasaban la situación.
Tal vez, llevaba varios años intentando tapar mis sentimientos hacia mi padre y su actitud por fin me había cansado y ya no los podía ocultar más.
Lo cierto es que la historia se repetía una y otra vez. Siempre terminaba sintiéndome sola y abandonada. En verdad, no era una percepción, era una realidad. Siempre terminaba sola.
Llegué de madrugada y luego de dormir un par de horas, me descubrí perdida en aquella gran casa de la que ahora era la única habitante.
Me encerré en el playroom y decidí descargar mi ira en la pintura. Montones de bocetos oscuros y de trazos fuertes comenzaron a emerger, casi con autonomía propia. De pronto me descubrí pintando aquellos ojos que extrañaba, que necesitaba ver para llenarme de paz.
Necesitaba compartir mi dolor, necesitaba compartirlo con Mariano.
Entonces decidí escribirle un mail. Más de una hora estuve frente a la computadora, vomitando mis sentimientos. A pesar de nuestra separación, sabía que nadie mejor que él me entendería, y sabía que recibiría a cambio las palabras que necesitaba escuchar. Pero cuando estaba a punto de oprimir el botón para enviar el mensaje, un nuevo pensamiento me atrapó.
¿Pedir consuelo a Mariano por sentirme abandonada? ¿Justo a él? El Mariano del otro lado de la computadora no era el que diría las palabras que quería escuchar. Era quien me había rechazado y negado su amor.
Esta reflexión me dejó aún más abatida, más perdida. Salí de casa sin rumbo fijo, buscando algo... o alguien.
Necesitaba aplacar mi ánimo, ordenar mis ideas, desterrar esa sensación de vacío que me había invadido. Caminé abstraída hasta que llegué a Recoleta y sin pensarlo me tiré en mi querida barranca verde que tantas veces me había servido de refugio.
Comencé a repasar mis sentimientos, mis afectos, mis deseos... hasta que sentí una sombra que alejaba el calor de mi rostro.
Por mucho tiempo me pregunté a qué atribuirle aquel encuentro. Casualidad, destino, conexión... no lo sé, pero sí sé que los hechos no suceden en vano.
-¿Florencia? -antes de abrir mis ojos supe que era Francisco. Me incorporé y le sonreí.
-¿Qué hacés acá? -le pregunté realmente sorprendida.
-Nada, vine al centro cultural a mirar una muestra y después me dieron ganas de pasear. ¿Qué haces vos acá? Pensé que estabas en Mar del Plata.
Reí antes de contestarle. Si supiera por qué no estaba en Mar del Plata, pensé. Pero sólo le comenté que me había peleado con mi padre. Supuse que con aquello quedaría satisfecho y que pronto se despediría, sin embargo, se mostró interesado.
-No tengo nada importante que hacer, ¿querés que vayamos a tomar algo por acá y me contás de la pelea? -y luego de observarme agregó- porque me parece que no tenés buena cara.
Lo medité unos segundos, en realidad nunca habíamos tenido una charla en serio con Francisco, pero por algo estaba allí, por algo me había ofrecido hablar. Y pensándolo bien, Francisco era una de las pocas personas que me exigía cierta cordura. Seguramente su visión sería interesante.
Acepté su invitación y pronto nos instalamos en un bar. Y aunque normalmente me habría sentido intimidada o irritada al compartir una charla con Francisco, en aquel momento confesarme con él fue muy natural.
-Papá decidió casarse con su novia y se va a vivir a Mar del Plata -comencé con mi relato pero casi de inmediato me interrumpió.
-Otra vez estás entre la espada y la pared ¿no?
-No, no dude ni un segundo en mi decisión. Yo no me voy a ir de mi casa, no voy a dejar todo lo que tengo acá. Lo que me mata es que yo no soy lo suficientemente importante para nadie. A lo largo de mi vida todos me fueron dejando, siempre me quedo sola. Nadie se juega por mí. A mi viejo no le importó dejarme hace cinco años, menos aún le va a importar dejarme ahora. Y Mariano... –preferí omitir mis pensamientos sobre él- ...en este momento me siento tan poca cosa... tan poca cosa... -me abstraje en estos pensamientos, pero Francisco no tardó en contestarme.
-¿Sabés lo que pienso? Creo que mirás las cosas desde un lado equivocado. Vos sentís que tu papá te abandonó, y en realidad vos elegiste quedarte acá y no irte con él. Vos elegiste vivir sola. Creo que te va a hacer muy mal pensar que a nadie le importás porque la gente que querés no actúa como vos querés que actúe. Tu viejo no te puede obligar a vivir con él y vos no lo podés obligar a que viva con vos. No te sientas víctima, sentite contenta de poder elegir y vivir con lo que elegiste. Y supongo que debés sentir algo parecido con la ida de Mariano -hundió sus ojos azules en los míos-. Creo que vos estás eligiendo tu futuro, y aunque hayas vivido situaciones muy feas, sentirte victima no te va a servir de mucho.
Me impresionaron sus palabras, tan lúcidas, tan duras pero reales. Definitivamente, Francisco era esa persona que siempre aparecía para ubicarme en la realidad. Tal vez, lo que me causaba mayor impresión, era la manera en que parecía conocerme a pesar de saber muy poco sobre mi historia, sobre mi vida y sin embargo, cada vez que arrojaba una opinión sobre mí, no se equivocaba, y en sus palabras se dejaba entrever un pedido de cordura. En aquel momento agradecí a Dios por cruzarlo en mi camino.
-Sí... es verdad que yo elijo... yo elijo quedarme; pero estoy cansada de tener que elegir. No sé si entendés lo que quiero decir. Siento que en definitiva siempre salgo perdiendo -no sabía cómo expresar el dolor que sentía.
-Con cada decisión que uno toma en la vida se gana y se pierde algo -acotó.
-Tal vez estoy eligiendo mal, porque lo único que siento es soledad, vacío, con las decisiones que tomo.
Me sonrió y tomó mi mano.
-Si miraras bien, te darías cuenta de que no estás sola. Por algo no te querés ir de Buenos Aires.
Reconozco que en aquel momento no me sentía tan sola. Su compañía me reconfortaba.
-Me está haciendo muy bien hablar con vos... -le confesé- y creo que tenés razón, voy a tener que empezar a mirar las cosas desde otro lado -dudé en decir lo que pensaba, pero continué-. Por lo pronto, en este bar descubrí una de las razones que me atan a Buenos Aires, y te juro que me alegra -noté en su rostro una extraña expresión que no logré descifrar.
-Flor, creo saber a qué te referís. Vos sabés lo que yo siento por vos, pero yo no me voy a aprovechar de una chica despechada. Yo no quiero que estés conmigo sólo para llenar un vacío.
-No, Frank, no. Si quisiera usar a alguien para consolarme, te juro que no serías vos. Y te confieso que lo pensé. Pensé ir al primer pub que encontrara para encamarme con el primer tipo que se me cruzara. Aunque me encanta hacerme la enojada con vos y llevarte la contra, siempre te consideré un gran tipo, un buen tipo. Jamás haría algo intencionalmente para lastimarte. Pero hoy me sorprendiste, con tu sola aparición me sorprendiste. Y no puedo dejar de pensar que siempre aparecés en el momento justo y que cada vez que estoy con vos, me movilizás, me retas a ser alguien coherente, conciente de mis actos -me interrumpió.
-¿Y qué estás pensando? -su mirada estaba clavada en la mía.
-Que no sabemos nada el uno del otro, que nuestra relación se basó siempre en estrategias de seducción, a veces bastante irritantes, pero que en verdad mucho no nos conocemos. Y hoy me doy cuenta de que tengo ganas de conocerte, y que tengo ganas de contarte quien soy.
Distendido con mi respuesta, me mostró su usual sonrisa y agregó:
- Me rompiste la ilusión, yo pensé que ibas a proponer aplacar tu angustia en uno de los telos de la zona -terminó su comentario y ambos reímos con ganas.
-Flor, yo también quiero conocerte y compartir momentos con vos -dijo algo más serio y tardó unos segundo antes de terminar la frase-. Pero quiero que entiendas que yo no quiero ser tu amigo, vos me gustás -entonces fui yo quien lo interrumpió.
-Yo tampoco quiero ser tu amiga... Sos demasiado lindo para ser sólo un amigo, de todas maneras, quiero ir despacio. Además, la última vez que nos vimos, vos estabas de novio.
-Estaba. Cortamos en cuanto volvimos, era al pedo seguir con esa relación -Francisco miró su reloj, e inmediatamente pidió la cuenta-. Se hizo re tarde, perdoname Flor, quedé en ir a cenar a casa de mi hermana. Si querés mañana nos vemos.
Ahí descubrí que Francisco tenía una hermana, realmente era casi nulo lo que sabía de su vida. Ofreció dejarme en casa, pero preferí quedarme por allí un rato más. Necesitaba seguir pensando, escarbando en mis sentimientos.
Comprobé cómo había cambiado mi estado de ánimo en apenas unas horas, cómo había podido esclarecer el panorama sin la necesidad de recurrir a quien siempre recurría.
Y entonces empezaron a aparecer las razones de mi última decisión. En realidad, mi vida era buena en Buenos Aires y por ello, no quería cambiarla. Mi carrera, mis clases de pintura, mis grandes e incondicionales amigas... y Francisco, Francisco que siempre estaba por allí, no sólo físicamente, sino en mis pensamientos.
Es muy difícil no comparar entre dos grandes amores, y mis mecanismos mentales, por lo general, traían a mi cabeza a Mariano cuando pensaba en Francisco, y también a la inversa.
Desde el día que conocí a Francisco me atrajo, me deslumbró con esos ojos azules que desnudaban mis pensamientos. Me movilizó con sus pensamientos y comentarios... y esas sensaciones tan tapadas durante un par de años, en una tarde, habían resurgido sin ningún remordimiento. Y pensando en él, inevitablemente se hizo presente Mariano. Apenas, un par de horas antes había pensado que sólo él podría entenderme.
Aquel día tuve que entender que mi vida no dependía de un sólo afecto, de un sólo factor. Que yo era más que Poty y Mariano, que Poty hija. Y ese pensamiento me fortaleció.

Capítulo 19 (segunda parte)

CAPÍTULO 19 (Segunda parte)

Los chicos se sorprendieron al verme, tal vez no me esperaban tan pronto. Francisco también se sorprendió, pero como estaba junto a su novia, se cuidó de decir algo que resultara irónico y especialmente dirigido a mí.
El ambiente se notaba tenso entre Natalia y Matías, y hacía que el resto del grupo estuviera tan tenso como ellos.
Cuando comencé a sentirme incómoda, tomé mi lona y fui a recostarme cerca de la orilla.
Me descubrí pensando en Natalia, Matías y Lucas. Me daba mucha bronca que mi amiga no pudiera estar con quien quisiera por no herir los sentimientos de un amigo. Tal vez a Lucas no le importaba Natalia, o tal vez nunca se había animado a sentir nada por respeto a Matías. Tal vez, siempre hay un tal vez en las relaciones. Es increíble como la vida puede ir para distintas direcciones con sólo alterarse un factor. De pronto me vi trasladando aquellos pensamientos a mi vida amorosa... ¿Cuán distinta sería mi situación, si hace dos años no hubiera decidido elegir a Mariano y hubiera dado rienda suelta a lo que sentía por Francisco? ¿O cuán distinta sería la situación de Naty si se hubiera animado a decirle a Matías desde un principio por qué no quería salir con él?
De pronto mis pensamientos se vieron interrumpidos por un cuerpo que se arrojó a mi lado en la arena.
-¿En qué está pensando esta diosa? -dijo Lucas mientras apoyaba la cabeza sobre su mano.
-¡¡Si supieras!! -¡qué lío armaría si le contara de mis pensamientos!, aunque me sentía tentada.
-Yo me fui de la carpa porque estos últimos días, no te imaginás lo incómodo que se está si se juntan Matías y Naty.
-En realidad estaba pensando en eso. No entiendo por qué Matías no se resigna y empieza a mirar para otro lado, ya sería hora de que se diera cuenta de que Naty no tiene interés.
-Sí, calculo que estas vacaciones le servirán para darse por vencido.
-Si... -lo interrumpí- y que deje que por fin se le acerquen otros chicos.
Lucas se incorporó y me miró con picardía.
-¿Sabés algo que yo no sepa?
¡Metí la pata! Pensé, pero en ese momento una patada de arena manchó mi cara y distraje mi atención buscando al agresor, que obviamente no era otro que Francisco. “Perdón”, gritó desde lejos y siguió corriendo hacia el mar.
-Ahí va otro que a pesar de los años parece no cambiar de gusto -me dijo Lucas riendo.
-Sí, del gusto que le causa molestarme.
-Bueno... ¿vamos a la carpa a tomar mate? -así lo hicimos.
Debido a que el ambiente a cada minuto se iba poniendo más tenso, al día siguiente, Natalia decidió enfrentar a Matías para confesarle sus sentimientos. Mientras ambos se alejaron para caminar por la orilla, todos nos quedamos mudos y expectantes, sabiendo que nuestros amigos estarían por pasar un momento bastante complicado.
Matías era un buen chico, y estaba enamorado, por eso sintió que la única solución era escapar. Al escuchar las palabras de Natalia, prometió no volver a molestarla. Pero evidentemente necesitaba tiempo, tiempo para olvidarla y para no romper la amistad con quien era su gran amigo. Por eso, el día posterior a su charla, se marchó.
Aunque todos sentimos pena por su partida, varios confesaron que su ausencia había aliviado el malestar que se vivía en aquellos días de vacaciones.
Observé que Lucas caminaba algo desorientado por la orilla del mar y corrí a investigar en qué estaba pensando.
-¿Todo bien? -le pregunté mientras lo codeaba.
-Sí... preocupado por Matías. Cuando quise preguntarle qué habían hablado, me contestó que necesitaba estar solo, que después en Buenos Aires hablábamos. Me da pena que esté tan mal y que no me haya dejado ayudarlo -justamente no era él quien podría ayudarlo.
Yo moría por decirle por qué su amigo estaba así, pero no me correspondía, por eso apenas le sonreí como respuesta.
Luego de un largo silencio, noté que quería decirme algo, pero parecía dudar, entonces le insistí para que se sincerara. En verdad no pensaba que iba a cambiar de forma tan rotunda el rumbo de la conversación.
-No sé si te lo tendría que decir, pero como no soy mina, no me gustan esas cosas de misterio, así que te lo digo. Ayer a la noche vino Francisco a encararme. Me preguntó si me pasaba algo con vos...
Me sorprendió su relato y debió reflejarse en mi cara.
-No te preocupes, no me pasa nada -se apuró a decir al ver mi expresión- y eso mismo le contesté a él. De todas maneras, largó el rollo y me dijo que como no quería pelearse con un amigo, si me gustabas, él era capaz de dar un paso al costado.
Estaba entre indignada y sorprendida.
-¿Así es como siempre hablan sobre las mujeres? -realmente no sabía qué más decirle y al darse cuenta de que mucho no me había agradado su historia, no contestó mi pregunta, pero intentó salvar la situación.
-No te lo conté para que te ofendieras... simplemente para que sepas que hay alguien por ahí que está pensando en vos y que se pone celoso por sólo verte hablar con otro chico.
-No nos olvidemos que ese alguien que anda pensando en mí y que me ve como una mercadería, está de novio -contesté algo enojada.
-Ese ya no es mi problema. ¿Vamos a la carpa? Te confieso que necesito huir de esta charla, porque siento que me tendría que haber callado -rió con picardía y juntos regresamos al balneario.
-¿En qué andan ustedes que últimamente no paran de secretear? -preguntó Lola en cuanto llegamos e inmediatamente vi como Naty y Francisco nos clavaban la mirada.
-¡Qué indiscreta, Lola! Ahora voy a tener que contarle a todos que somos amantes -dijo Lucas y largó una carcajada.
En cambio yo preferí invitar a Naty a dar un paseo para comentarle lo que me había contado Lucas y despejar en ella cualquier duda que tuviera sobre nuestra charla.
-¿Sabés qué opino? -dijo Naty en cuanto terminé con mi relato- que nosotras dos tenemos que cortarla, que si salgo con Lucas, Mati, Francisco, Mariano... realmente la tenemos que cortar, porque pensar en ellos, hacer méritos, no nos sirvió para nada. Nosotras dos somos lindas, jóvenes, divertidas. Tenemos que salir a joder, a divertirnos y transarnos a algún chico y dejarnos de pensar, porque si no lo hacemos ahora, no lo vamos a hacer nunca más -concluyó rotunda. Y realmente deduje que tenía razón.

Por eso, aquella noche, cuando estábamos en el pub, decidimos alejarnos del grupo y tomarnos un rato para divertirnos. No fue difícil encontrar chicos dispuestos a divertirse con nosotras.
Me desperté contenta. Me sentía como a los 18, despreocupada, vital y con pensamientos triviales.
Ya en la playa, Lola y Lucrecia nos miraban entre sorprendidas y divertidas, hasta que se acercaron a preguntarnos qué nos había pasado anoche.
-Fácil, nosotras no estamos de novias, ni con vista a estarlo, y nos cansamos de vestir santos -contestó Naty feliz mientras se arrojaba en una lona al sol.
-Sí, las vi muy contentas transando por los rincones -acotó Lola.
-Y... reconozcamos que viene bien que te mimen -le contesté e imité a Naty.
-Me parece muy bien por ustedes. Además se nota mucho el cambio de humor -agregó Lucrecia.
-Y quién les dice, de paso, a lo mejor, logran darles celos a los chicos -dijo Lola.
-No es esa mi intención -se apuró a contestarle Natalia, pero ambas sabíamos que cabía esa posibilidad.

Debido a nuestro éxito, tanto a la hora de la conquista, como al ver los resultados en nuestro estado de ánimo, continuamos con nuestro plan de diversión sin preocupación. Y al acercarse el día de mi regreso a Mar del Plata, comprobé lo bien que me habían venido esos días en San Bernardo. Mis pensamientos respecto a Mariano habían sido casi nulos, ni siquiera había ido a chequear mis mail, esperando alguna frase esperanzadora, que en esos momentos, con sinceridad, no me interesaba recibir. Repasaba estos avances, tirada en la arena, en mi último día en San Bernardo y cuando comprendí que me sentía en paz, decidí darme el lujo de hacer algo que me encantaba, cerrar mis ojos, no pensar y dormir sintiendo el calor del sol en mi rostro.
Pero cuando había conciliado el sueño, sentí que un cuerpo pesado se arrojaba a mi lado y no tuve más remedio de abrir mis ojos.
-¿Dormías? -preguntó Francisco sonriendo, mientras apoyaba su codo en la arena.
-Sí, ¿podré seguir durmiendo? -más que una pregunta, intenté invitarlo a retirarse, pero no se movió.
-No, no creo, porque vine a charlarte, y cuando hablo me gusta que me presten atención -terminó su frase y desplegó su usual sonrisa.
-Entonces, no me va a quedar otra que escucharte -me recosté de costado para poder mirarlo.
-Así que te vas. Pensé que íbamos a tener unas vacaciones intensas, pero no tuvimos tiempo.
-No creo que a tu novia le hubiera gustado. Hablando de Clara, ¿dónde está?
-Se fue a correr por la orilla, lástima que no se le dio antes por el deporte. Pero bueno, ya era hora de tener un ratito para charlar. ¿Qué fue eso de andar todas las noches con un pibe distinto? -fue directo al grano, se notaba que quería aprovechar los pocos minutos que tendría para estar conmigo.
-¿Acaso me estuviste controlando? -me mostré burlona.
-No hizo falta controlarte, no hiciste nada por esconderte. Sos una Florencia muy distinta a la que conocí hace dos años. En aquellos tiempos no era tan fácil transarte.
Sin quererlo, largué una carcajada.
-No era tan fácil para vos. La verdad es que los chicos que conocí este verano fueron encantadores, imposible de negarles un beso -estaba muy divertida.
-Bueno, si preferiste estar con ellos a estar conmigo, entonces te felicito.
-Francisco, disculpame que te lo recuerde, pero vos estás de novio. Además no sé por qué pensás que yo querría estar con vos -¡Qué personaje extraño!
-Porque aunque no lo reconozcas, yo sé que nunca te dejé de gustar. Y el tiempo me va a dar la razón. ¿O vos no te cuestionás por qué a pesar que pasó tanto tiempo, nos volvemos a encontrar acá, donde empezó todo? -no me estaba jorobando, estaba hablando en serio, pero yo no quería darle importancia a sus palabras, no estaba para tener conversaciones serias.
-Vos y yo nunca nos dejamos de encontrar, será por la mágica razón que compartimos el mismo grupo de amigos, que da la casualidad, siempre veranean en San Bernardo. La verdad es que el destino es maravilloso -no dejaba de reírme, y al ver que lo tomaba en broma, Francisco parecía ponerse aún más serio.
-Hacete la tonta, pero te puedo asegurar que en cuanto vuelvas a Mar del Plata, no va a pasar un solo día en que no pienses en mí y en lo distinto que podría haber resultado lo nuestro. Y vas a pensar en mí, y no en el que vos crees que es tu gran amor –tomó mi mentón para acercar mi rostro al suyo-. Te aseguro que vas a pensar en mí -dejó ver una media sonrisa y con rapidez besó mis labios.
-Esto es sólo para asegurarme -desvió su vista hacia el mar y con agilidad se levantó-. Ahí viene Clara -me dijo mientras corría hacia las carpas.

Y Francisco no se equivocó. Muy a mi pesar ocupó gran parte de mis pensamientos.
Pero para mediados de febrero, todos mis pensamientos románticos fueron abruptamente cortados al recibir la novedad que me dio mi padre.
Con mucha solemnidad y misterio me invitó para que cenáramos solos, situación que me llamó bastante la atención, y ante el halo de misterio que creó, comencé a fantasear con distintas noticias que me daría.
Por ello, en cuanto sirvieron la comida, lo increpé para que dijera lo que tenía que decir.
-Bueno, Poty, tengo algo para contarte -bajó su vista y continuó-. Decidimos vivir juntos con Teresa... -hizo un silencio, seguramente para que contestara, pero yo no sabía que contestar. No me imaginaba compartiendo mi casa con Teresa. Al ver que yo no decía nada, prosiguió:
-Y bueno, como ella tiene toda su familia acá, decidimos que nuestro lugar de residencia sea Mar del Plata... y queríamos que te vinieras a vivir con nosotros.
¡No! ¡Otra vez no! Pensé cargada de angustia. Si no había querido dejar mi vida por Mariano, menos aún por mi papá, con quien últimamente era muy poco lo que compartía. Para no demostrar mi rabia y mi angustia, decidí esconder mi rostro con mis manos.
-¿Y, Po? ¿Qué te parece? -él parecía no darse cuenta qué me parecía aquella idea-. ¿Y, Po? -repitió. Su última pregunta desató en mí una increíble ira.
-¿Vos qué creés que me parece, papá? -dije cargada de odio- ¿Sabés lo que me parece? Que yo no le importo a nadie. Que cualquier cosa es mejor que estar conmigo. Que lo que yo hago y vivo no tiene nada de importancia. Eso creo. Hace un par de meses, Mariano me dejó por un trabajo... y ahora mi padre me deja por una novia. Está bien, es tu vida y tu mujer tiene su vida acá. Y eso es mucho más importante que tu hija. Total, que vos tengas una hija parece no tener demasiada importancia. Si ya desde hace varios años que parece no tener demasiada importancia, ¿por qué la iba a tener ahora? ¿Cómo vamos a dejar que Teresa haga el gran esfuerzo de dejar a su familia, si la estúpida de Poty puede dejar todo lo suyo para venir a vivir la farsa de la familia perfecta que no existe y nunca existió? Eso pienso papá... que yo te importo un carajo, que mi vida y mi seguridad te importa un carajo, y por supuesto que mi respuesta es no, ni en pedo me vengo a vivir acá. Yo tengo mi casa, mi vida, mis amigos y mis intereses en Buenos Aires... y si no los dejé por Mariano, que se preocupaba y me cuidaba, menos lo voy a dejar por vos.
Terminé con mi réplica y me levanté. No quería escucharlo, mirarlo, ni tenerlo cerca. Me sentía indignada, desamparada, desechada. Se repetía la historia, nuevamente era abandonada y no quería revivir esos sentimientos.
Sentí que papá me gritaba para que regresara, pero no lo hice. Tomé un taxi y le pedí que me dejara en la terminal de ómnibus. Y luego de esperar una hora, me encontraba regresando a Buenos Aires.

Capítulo 19

CAPÍTULO 19 (Primera parte)

Me sentía sola, desamparada. Sentía que me faltaba una parte. Era tortuoso vivir sin Mariano. Todo por lo que había decidido quedarme me parecía insignificante, carente de valor. Sólo lograba despejarme de tanto dolor en los momentos en que me dedicaba a la pintura.
Apenas había pasado una semana de su partida y ya me parecía una eternidad. Cada día dudaba más de mi decisión.
En cambio, Mariano parecía muy firme con la suya, ya que ante el torrente de mails que le enviaba a diario contándole cuanto lo amaba y extrañaba, apenas me contestaba agradeciéndome los mails y contándome de sus nuevas actividades. Jamás expresaba un sentimiento y su actitud me torturaba aún más.
Mis amigas parecían preocupadas y agotadas a la vez con mi depresivo estado, por eso, al terminar mi catastrófica semana, decidieron que lo mejor sería reunirnos para hacer una pequeña terapia grupal.
Para la hora de la cena nos reunimos en el jardín de casa.
-Bueno, Poty, ya sabemos que la estás pasando mal y que es muy difícil separarse de la persona de la que uno está enamorada; pero esto no es la muerte de nadie... así que hay que seguir adelante y dejar de quejarse -declaró con solemnidad Lucrecia mientras cortaba la pizza que habíamos ordenado.
-Sí, Po, ya está, ya no hay vuelta atrás. Ahora hay que mirar para adelante. Nos tenés a nosotras para salir, para charlar, para lo que quieras -agregó Naty acariciando mi hombro.
-Para ustedes es muy fácil, pero yo estoy acostumbrada a compartir casi todos mis días con Mariano desde que recuerdo, no sólo desde que somos novios. Y ahora no está. No está en ningún sentido, porque por lo menos, si a la distancia me diera alguna... no sé, me siguiera diciendo que me ama... pero sus mails son generales y ni parece importarle lo que le digo. No solamente me falta él, sino también su amor.
-Bueno, dejá la cursilería para otro momento -me interrumpió Lola-, lo importante es que ahora estás sola y evidentemente estás desacostumbrada, para eso estamos nosotras, para que no te sientas tan sola. Y con respecto a Mariano, hacete cargo de su decisión. Mariano, y esto lo digo aunque no estoy de acuerdo con él, te cortó... y te dejó bien claro cuál sería su actitud en Estados Unidos. Creo que cuanto antes lo aceptes va a ser mejor para los dos. Para mí es una boludez de su parte, porque es hacerte sufrir al pedo, pero ya que él tomó la decisión, ahora vos tenés rienda suelta para hacer lo que quieras. Aprovechá tu soltería para divertirte y buscar a alguien. -Lola fue muy práctica, como siempre.
-La verdad es que no tengo ganas de buscar a nadie. Pero es cierto lo que dicen. Sí me va a hacer bien salir y distraerme -mis amigas siempre lograban levantarme el ánimo.
-Y dejar de pensar en Mariano -acotó Natalia.
-Sí, dejar de pensar en Mariano... -concluí. Aunque seguramente, eso no sería tan fácil.
-Entonces, ¿qué les parece si el sábado hacemos una reunión en casa con todos los chicos? Así entre todos armamos estrategias para ayudar a esta pesada a salir de su depresión. Y no lo digo sólo por ella, sino por nuestra salud mental, porque ya no me aguanto más sus lamentos -propuso Lola y todas estuvimos de acuerdo.

La reunión del sábado no sería algo espectacular ni fuera de lo común, ya que con bastante frecuencia solíamos encontrarnos con aquel gran grupo que se había formado en San Bernardo. Me encantaba estar con ellos, pero sería la primera vez que me encontraría sola... sola y en presencia de Francisco, que en estos últimos meses se había puesto de novio. Yo estaba convencida de que aprovecharía la oportunidad para reírse un rato de mí, ya que en todo el tiempo que había transcurrido jamás había cesado de arrojarme comentarios irónicos. Sin proponérmelo, me distraje pensando en su reacción y sus comentarios hasta que llegó la reunión.
Al entrar a la casa de Lola me sentí desvalida, derrotada. No me era agradable enfrentar a mi grupo de amigos con la noticia de que mi novio me había dejado... dejado en todos los sentidos.
Sin embargo fui recibida con gran naturalidad y alegría por parte de los hombres.
-Bueno, Poty, ahora que estás sola, espero que se te dé por la vida libertina... y no dejes de tenerme en cuenta para cuando tengas ganas de tener una aventura -me dijo Lucas en cuanto me vio y me abrazó con dulzura-. Hablando en serio -agregó-, sabés que podés contar conmigo para salir, divertirte o charlar, para lo que quieras. Y nada de deprimirte, porque no creo que dures mucho sola. Mariano le hizo un gran bien al público masculino.
No pude menos que reírme ante su comentario y en seguida se nos unió Federico.
-Dejá de tirarle los galgos que yo ya la tengo prometida a un montón de amigos de la facu.
-¡Gracias! -interrumpió Naty- Yo estoy sola hace un montón y a mi nadie viene a decirme nada -dijo con tono de celos.
-Es que yo les tengo prohibido que te presenten a alguien... y vos ya sabés por qué -acotó Matías. Matías estaba perdidamente enamorado de Naty, todos lo sabíamos. Lo que no sabíamos era por qué ella jamás había accedido, siquiera, a salir una sola vez con él. Y con este comentario todos quedamos mudos, entonces hizo su aparición Lola para invitarnos a acercarnos a la mesa, y así todos nos dispersamos.
Cuando me disponía a morder una empanada, sentí la respiración de Francisco en mi espalda.
-¿De qué son? -me preguntó y giré para responderle.
-De carne, creo, no me diste tiempo a probarlas.
-¿Y tu novio? -preguntó mientras dejaba asomar su irónica sonrisa.
Me irritó tanto su pregunta, que devolví una frase tan irónica como la suya.
-Me dejó cuando le confesé que estaba enamorada de vos... ¿vino tu novia? -rió con ganas ante mi respuesta y su sonrisa se instaló con fuerza en su rostro. Antes de contestarme giró su cabeza hacia ambos lados, como fijándose que nadie nos viera y contestó.
-¿Te confieso? Le mentí, le dije que era una reunión de hombres solos. Estando ella acá no iba a sentirme con la libertad de poder torturarte toda la noche. Así me siento mucho más libre. Y antes de dejarte meter bocadillo, te quiero aclarar que yo por vos me hubiera ido hasta la luna... o en este caso, quedarme y elegirte antes que a un trabajo.
Aunque quise enojarme, sus palabras me causaron gracia, supuse que habría pensado en esa frase un buen rato, tanto como yo había pensado en su reacción.
-¡Guau! Eso sí que es amor. Me alegro mucho por tu novia, es difícil encontrar a alguien incondicional.
-Yo dije que por vos haría cualquier cosa, no por ella, pero de todas maneras, es difícil encontrar a alguien como yo. Mirá lo que te perdiste, y en definitiva por nada -aunque me divertía, odiaba su cara de satisfacción.
-¡Estás feliz! Y se ve que te tomaste tu tiempo para armar un repertorio.
-Desde que me enteré que no paro de reírme, y te juro que esperé con ansias el día de hoy para poder ver tu cara de viuda compungida.
-¿Y te satisfizo la cara que encontraste?
-No, la verdad que esperaba encontrarte peor... lo cual es una lástima, porque un alma desvalida es muy fácil de conquistar. En cambio te noto bastante armada -su último comentario fue demasiado sincero y me incomodó más que sus bromas irónicas.
-No está nada bien que sigas en plan de conquista, no creo que a tu novia le guste.
-¡Ay! Me olvidé que eras tan puritana, pero no me vas a negar que te encantaría que estuviera en plan de conquista; pero no te hagas ilusiones, no quiero tropezar dos veces con la misma piedra.
-Mejor, porque yo tampoco estoy interesada en que tropieces con ninguna piedra. Ahora, si no te molesta, prefiero ir a divertirme un rato con mis amigos -no esperé contestación y me alejé para unirme con Lola y Lucrecia.
Ya había olvidado los códigos que manejaba con Francisco, y luego de nuestra pequeña charla, recordé cómo me irritaban pero a la vez divertían, y muy a mi pesar, se instaló una muesca de alegría en mis labios.
-¿Qué estuvo pasando por ahí? -me preguntó entusiasmada Lola.
-Nada fuera de lo normal... Francisco tenía preparado un repertorio de ironías. Se ve que se estuvo aguantando dos años, y hoy se desquitó. Debo reconocerles que me divirtió -les conté.
-¿Se estará volviendo a encender la llama del amor? -Lola estaba encantada con el tema.
-Sincerémonos -agregó con seriedad Lucrecia- a Francisco nunca se le apagó la llama, ni siquiera estando de novio.
-Es que yo no me refería a Francisco -le contestó Lola.
-Bueno, chicas, no voy a negarles que es lindo histeriquear, y es lindo saber que alguien anda atrás mío, pero saben perfectamente que mi cabeza está en otro lado. Tampoco es cuestión de que a la semana de que se vaya Mariano ya me tengan que enganchar con el primer chico con el que cruzo palabra.
-Poty, no le tenés que dar explicaciones a nadie, ya sabemos que estás con Mariano, pero sería bárbaro para vos que te distraigas con alguien.
-Francisco no es alguien para distraerme, Lola, no quiero que ocupe ese lugar en mi vida, no se lo merece -me sorprendí con mi pensamiento y ellas también.
-Me parece que Lola tiene razón. A lo mejor se está volviendo a encender una llamita -dijo Lucrecia y sin esperar respuesta se dirigió a donde se encontraba su novio.


Cuando regresé a casa me costó largo rato conciliar el sueño. No podía dejar de pensar en aquella noche. ¿Cómo era posible que Francisco hubiera reaparecido tan rápidamente en mi vida? Habíamos compartido una pequeña historia hacía casi dos años y muy pocas veces había vuelto a pensar en él, y, de pronto, ante la mera ausencia de Mariano, reaparecía y con mucha fuerza en mis pensamientos. Tal vez estaba ocupando el lugar de la persona de transición para desviar mis sentimientos por Mariano. Sí, seguramente ese era el papel que estaba desempeñando. Y aunque ciertas fantasías con Francisco comenzaron a rondar en mi cabeza desde aquel día, era más fuerte el pensamiento que me unía a Mariano. Comprendí que aunque nuestro amor no era perfecto, ya que nos habíamos descubierto egoístas, era casi vital, porque no había diversión, salida, coqueteo o fantasía que apartara mis pensamientos de él, y me parecía una estupidez cortar porque no habíamos actuado como los perfectos amantes. Así se lo hice saber en un mail.
Esperé con ansias su respuesta, que rogué no fuera como sus respuestas habituales, y luego de un par de días, su respuesta llegó:
“Poty: No dudo de tus sentimientos, y ciertamente no dudo de los míos. Pero estoy convencido de que nuestras decisiones se dieron por algo, date cuenta de que por algo vos estás allá y yo acá. Creo en el destino y creo que nuestra separación se dio por algo. Tratá de no aferrarte a algo que ya no existe y seguí adelante. Eso es lo que yo estoy haciendo. El día que te des cuenta, estoy seguro que vamos a poder volver a disfrutar de la espectacular amistad que siempre tuvimos. Te quiero mucho.... Mariano.”
Quedé atónita frente a la pantalla, no podía entender lo que estaba leyendo, algo tan duro, tan cortante, tan definitivo y a la vez tan sutilmente cruel. Luego de derramar unas cuantas lágrimas, quité el mensaje de mi vista y tomé la firme decisión de quitar a Mariano de mis pensamientos. Evidentemente su mensaje había logrado el resultado propuesto.

Faltaban pocas semanas para las vacaciones y me pasaba largas horas intentando decidir qué haría este año. Por un lado estaba la propuesta de ir a San Bernardo con las chicas, y por el otro, papá estaba muy entusiasmado con que compartiera unas vacaciones con él y su novia en Mar del Plata, situación que no sabía si me iba a ser fácil de soportar, pero me parecía que valía la pena intentarlo.
Así que me encontré festejando la navidad en la casa de los padres de la novia de papá, o algo así como mis abuelastros, ya que todos se desvivían por hacerme sentir cómoda y parte de la familia. Recibí más regalos que acumulando varios años y terminé cantando villancicos con unos chicos a los que me presentaron como primos. Fue una experiencia bastante surrealista, pero divertida.
Pasé unos días bastante intensos y muy familieros que me gustaron, pero me agobiaron, ya que no estaba para nada acostumbrada a estar tan acompañada, por eso, para mediados de mes, decidí ir a visitar a mis amigas a San Bernardo.
Me instalé en casa de Lucrecia, donde también paraba Natalia. Lola lo hacía en la casa de Fede y Martín, Lucas y Matías habían alquilado un departamento cercano.
-Bueno, cuéntenme sus novedades -pedí a mis amigas al terminar de contar mis vacaciones en familia.
-Yo estoy bastante tensa. Matías está demasiado insistente y ya tuvimos un par de situaciones de fricción -contó Naty con cara de preocupada.
-Te juro que no entiendo por qué no accedés a salir con él, con probar no perdés nada –le expresé.
-Yo le dije varias noches lo mismo, hasta que la hice confesar -acotó Lucrecia-. Contale a Poty –le ordenó.
-Me gusta Lucas... por eso le corto el rostro a Matías, pero Lucas jamás me va a dar bola porque Matías es su mejor amigo. Yo pensé que con el tiempo se iba a calmar, en tanto tiempo ya podría haber conocido a otra chica, pero sigue atrás mío como un perrito faldero y Lucas ni sabe que existo.
¡Justo estas vacaciones había elegido para pasarlas con papá! Pensé. Quince días de ausencia habían bastado para perderme el acontecimiento más importante del año, Natalia dando a conocer sus sentimientos.
-¡Nunca dijiste nada! la verdad que es una cagada. ¿Querés que me haga la enamorada de Matías para distraerlo? -le pregunté en broma, aunque era capaz de hacerle el favor.
-No, gracias, ya estoy acostumbrada. Si sigue insistiendo le voy a decir la verdad. Ya dije demasiado -fue la frase que usó para cerrar el tema.
-Bueno, y el resto del grupo ¿está bien?
-Sí, tranqui, de hecho nos deben estar esperando en la playa... ¡Ah! Francisco está en Mar de Ajó, pero viene casi todos los días... con su novia -contó Lucrecia clavándome la mirada.
-Bueno, si nos están esperando, mejor es que vayamos -sólo contesté.

Capítulo 18

CAPÍTULO 18

Estaba perdida, no lograba comprender lo que me estaba sucediendo. ¿Me había equivocado? ¿Había actuado mal con Mariano? ¿Tan mal estaba querer tomarme tiempo para decidir sobre mi futuro? ¿Merecía que Mariano me castigara quitándome su amor? Realmente no sabía que pensar.
Regresé a casa, cansada de intentar entender, y me encontré con mi padre que desayunaba.
-Pensé que habías dormido en casa, Po -me dijo sorprendido.
-Sí, dormí en casa, pero me junté a desayunar con Mariano. Me acaba de cortar -papá se atragantó con el café y me exigió que le contara lo que había sucedido y así lo hice. Conversar con mi padre me hizo bien, me dejó ver las cosas en perspectiva.
-Seguro que Mariano está muy nervioso y tal vez, cortarla con vos, es la manera de defenderse. Él sabe que te va a extrañar muchísimo estando tan lejos. Si a vos te importa, no dejes de intentar que te entienda. Yo creo que tomaste la decisión correcta, Poty... y no puedo negar que me alegra muchísimo que decidieras quedarte.
Lo abracé con fuerza para agradecerle y me encerré en el baño para darme una larga ducha.
Y pensar que mañana cumpliríamos dos años, me sorprendí pensando... ¡Claro! Mañana sería la noche previa al cumpleaños de Mariano. Sería mi oportunidad para recuperarlo. Él ya estaría más tranquilo y con mi sorpresa seguro que reflexionaría y aceptaría mi decisión. ¡Sí! Sería mi esperanza para arreglar las cosas.
Esperé que llegara el día con ansiedad y pasada la tarde, sabiendo que Mariano no se encontraría, entré a su departamento.
Decoré el living con globos y carteles, me esforcé en preparar lasagna, su plato preferido, y cuando me pareció que ya estaba todo listo, me vestí y me peiné con mayor esmero que el habitual.
Esperé varias horas y comencé a pensar que Mariano nunca llegaría, cuando de pronto se abrió la puerta.
Mariano entró desganado, pero de pronto quedó sorprendido al ver la decoración de su hogar.
-¿Qué hacés acá, Poty? -pensé que vería una sonrisa en su rostro, pero no la encontré.
-Vine a festejar tu cumpleaños, a demostrarte que te amo y que no tiene sentido que cortemos -pensé en acercarme y besarlo, pero no me pareció buena idea.
-Po, no quiero que te sientas mal, pero lo pensé bien y sostengo lo mismo que ayer -por lo menos en su voz no se notaba el enojo y la frialdad del día anterior. Con lentitud se acercó hasta mí, y acarició mi cabeza-. Gracias por esta sorpresa -esta vez, no quise refrenar mis impulsos, lo abracé con fuerza y besé sus labios.
-Aunque no logre hacerte cambiar de opinión, creo me merezco una oportunidad y si después de esta noche no logro convencerte, ésta será nuestra despedida.
-¿Va a servir de algo que me niegue? -preguntó con cara de resignación, y al negar con mi cabeza, sonrió y me besó.

Casi no pronunciamos palabra durante la cena, aunque era evidente que ambos teníamos muchas cosas por decirnos, pero tal vez ninguno se animaba a acabar con la ficticia calma en la que nos encontrábamos.
-Es raro pensar que justo hoy, que cumpliríamos dos años de elegirnos, sea el día que nos separemos -al fin se animó a decir mientras caminaba hacia el living.
-No entiendo, Mariano, te juro que no entiendo por qué estás tan cerrado. Usando tus palabras, ¿por qué te negás a seguir eligiéndonos?
Mariano se sentó en el sillón y yo me senté a sus pies para poder mirarlo.
-No sé, Po, tal vez porque me duele mucho darme cuenta de que los dos preferimos otras cosas a estar juntos. El otro día, cuando me dijiste que no querías irte conmigo, me enfurecí... pero después me di cuenta de que yo tampoco estoy dispuesto a quedarme. Por eso cuestiono nuestros sentimientos. Los dos priorizamos nuestro futuro por separado a nuestro futuro juntos.
-Yo no veo las cosas como vos. Mi decisión no tiene nada que ver con lo que siento por vos, porque yo no dudo de lo que siento, pero entiendo que te joda, Negro, te vas a otro país, a comenzar una nueva vida. Entiendo que te joda irte solo y que yo no quiera acompañarte. Lo que no entendés es que tal vez en un tiempo sí te acompañe, o tal vez vos vuelvas.
-No sé, Po, creo que me va a doler menos y me va a ilusionar menos si me voy sabiendo que lo nuestro se terminó.
-Aunque digamos que se cortó todo, las palabras no van a hacer que los sentimientos cambien. -Pero va a ayudar. Ya firmé el contrato, me voy en quince días. Traté de acelerar lo más que pude mi partida, para terminar con esta transición.
Sus palabras me cayeron como un balde de agua helada. Hacían todo mucho más real. En quince días no volvería a verlo, por lo menos por un largo tiempo, y Mariano ya no sería mi novio.
-¿Quince días? ¿Y qué vamos a hacer con estos 15 días? Te aclaro que te prohíbo decir que no querés que nos veamos -le dije acongojada.
-¿Por qué no aceptás mi decisión de separarnos?
-Porque no me puedo resignar a no volver a hacerte el amor, a abrazarte, a pasar un rato con vos. Si me querés cortar, podés hacerlo en 15 días, pero no me prives de estos últimos momentos.... o... ¿realmente no me amas más? -ya no podía retener más las lágrimas-. Me cuesta entender cómo podés ser tan frío y duro conmigo. Yo jamás te traté tan mal como vos lo estás haciendo conmigo. Siento que me castigás por algo que no tengo la culpa.
-Claro que te amo, Poty -se arrodilló a mi lado-. Por eso prefiero estar distante, así me va a doler menos. Pero tenés razón. No hace falta empezar hoy cuando en 15 días va a ser inevitable. Perdoname, te juro que no quise hacerte sufrir, en serio, perdoname -me abrazó con fuerza y besó con mucha dulzura mis labios.

Y aunque intentamos que esos días que nos quedaban fueran tan naturales como todos los días que habíamos vivido hasta entonces, no lo logramos, no logramos librarnos del fantasma de la separación. Y pese a insistir en continuar con nuestro noviazgo, no logré que Mariano cediera en ese tema. “Creo que tenemos que replantearnos por qué los dos elegimos pensar en nuestro futuro separados y no juntos”, era la frase que arrojaba Mariano ante mi insistencia.
Decidimos que no sería una buena idea que yo fuera a despedirlo al aeropuerto. Preferimos pasar solos y juntos el último día antes de su partida. Fue un día inolvidable y a la vez muy doloroso.