Capítulo 15

CAPÍTULO 15

Aún estaba dormida cuando sonó el timbre. Me levanté de un salto y bajé corriendo las escaleras. No podía ser otro que Mariano, y no quería hacerlo esperar.
-¡Buen día! -me sonrió- ¿Cómo está hoy mi novia? -parecía contento, divertido.
-Con sueño, pero muy bien -lo besé y me arrojé en el sillón del living. El se sentó a mi lado y me invitó a recostar mi cabeza en sus piernas, posición que adopté de inmediato.
-¿Todo bien? -preguntó dubitativo mientras enredaba sus dedos en mis rulos.
-Sí, Negro, me encanta que hayas venido... -aunque estaba feliz de verlo, no podía controlar el sueño.
-Te noto en otra... repito, ¿todo bien ayer con el pibe? -recién entonces comprendí el por qué de su pregunta anterior. Me incorporé para poder besarlo y abrazarlo.
-Si lo que estás preguntando es si algo cambió desde anoche, te contesto que no, pude aclarar todo con Francisco, no hubo problema. No quiero que pienses que pasa algo, sólo tengo sueñito, estaba durmiendo cuando llegaste y solamente pasé por el baño a lavarme los dientes para poder besarte, pero todavía no me desperté. Te amo, Negro. Te lo dije ayer y no me voy a cansar de repetirlo.
Su rostro se iluminó. Me acarició con suavidad y besó mis labios.
-Yo también te amo. No entiendo cómo no me di cuenta antes. Si tenés sueño, vamos a la cama. Total no tenemos nada más importante que hacer.
A decir verdad, a mi se me habían ocurrido un par de cosas.
-Ayer le conté a mis viejos -dijo de repente mientras flotábamos en las colchonetas.
Me sentí avergonzada, sus padres eran como mis tíos, y ahora empezarían a verme con otros ojos.
-¿Y qué dijeron? -me moría de curiosidad.
-Primero me retaron, y luego de explicarles que iba en serio y que era algo que veníamos charlando desde hace rato, se pusieron contentos. Pero me amenazaron. Mi viejo me dijo que si te hacía sufrir iba a ser el primero en romperme la cara -largó una carcajada- ¿Te das cuenta de que ahora mis viejos son tus suegros? -volvió a reír aún mas fuerte.
-Vos reíte, pero a mi me da un poco de vergüenza. Además a veces nos juntábamos con tu vieja a tomar mate y criticar a tus novias, ahora no lo vamos a poder hacer más -allí largué yo una carcajada.
-Mirá que bien... mirá las cosas que hacían a mis espaldas -movió mi colchoneta hasta tirarme al agua.
Una vez que logré volver a recostarme, me preguntó:
-¿Vos le vas a contar a tu viejo?
-Anoche estuve pensando. Me parece que le voy a contar cuando vuelva, me parece algo importante para contarle por teléfono.
-Mejor, porque él se va tranquilo, pensando que yo me quedo acá para cuidarte, y si se entera, no sé si va a estar tan tranquilo pensando en las noches que pienso pasar con su nena -volvió a reír y acarició mi vientre.
-Sos medio sexópata... ¿alguna vez dejaremos de pensar sólo en sexo?
-¿Vos pensás sólo en sexo? -preguntó con picardía; pero no esperó mi respuesta-. Es lógico que nos tengamos ganas todo el tiempo. No nos vimos por casi tres meses y al fin dejamos de reprimirnos luego de un año lleno de histeria. Las cosas se van a ir acomodando. A mi me encanta mirarte y tener ganas de hacerte el amor. Además no estamos todo el día teniendo sexo, ya hace como dos horas que no hacemos nada, ¿ves? somos una pareja normal.
-Me encanta que me hables, siempre lográs tranquilizarme. Ya me estoy asqueando de sentir tanto amor -me arrojé al agua para reaccionar y volver un poco al mundo real.
Mariano me imitó y al rato salió de la pileta, para regresar luego con mate. Nos sentamos bajo el sauce.
-Estuve pensando -me dijo-. Yo di por hecho que me iba a quedar a vivir acá hasta que vuelva tu viejo, pero a lo mejor vos te sentís muy invadida -me ofreció un mate.
-No, yo también pensé que te ibas a quedar. Lo que ahora estoy pensando es que vamos a convivir como novios. Que vamos a compartir la cama a la noche. Que va a ser como vivir juntos. Es medio loco eso, ¿no? Apenas tenemos un día de novios y ya vamos a convivir.
-Tendremos un día de novios pero nos queremos desde hace más de 18 años. Lo que se me ocurre ahora es proponerte, si querés, que yo duerma en mi habitación, en la que duermo siempre, para que no te sientas intimidada -Mariano, realmente era muy dulce.
-¿Vos me estás jodiendo? Me encanta que convivamos y me va a encantar aún más que durmamos juntos. Me encanta que estemos juntos, que te quedes acá conmigo, no se me ocurre nada mejor que eso; pero no deja de ser un flash. Lo único feo va a ser cuando vuelva papá.
-Para eso falta como un mes, y a lo mejor te rapto y te llevo a mi depto -se tiro sobre mí para besarme, y así se dio por terminada la charla.


Pasada la tarde, me di cuenta de que ninguno de mis amigos había venido a casa, cosa bastante extraña, ya que era un hecho que si el día estaba lindo venían sin invitación, entonces supuse que de alguna manera sabían o sospechaban que algo había pasado con Mariano y Francisco. Y un llamado telefónico de Lola terminó por darme la razón.
-¡A vos te parece que tenga que enterarme por Federico que mi mejor amiga se puso de novia! -fue su saludo.
-¡Lola! ¡Qué suerte que llamaste! -le contesté- ¿No me vas a felicitar?
-No hasta que no me cuentes todo, hasta el último detalle -mi amiga era incorregible y me encantaba que así fuera.
-Venite a cenar y si querés decile a Naty y Lucre así le cuento a las tres, esto es algo muy importante para ir contándolo por teléfono -estaba feliz y quería compartirlo con mis amigas.
-Corto, así llamo y en un rato estamos allá -Lola no podía soportar la espera.

Al colgar el teléfono, Mariano me miraba sonriente.
-¿Así que esta noche hay cena entre amigas para chusmear sobre el gran evento?
-¿Te molesta? -me había ruborizado.
-No, pero si vas a contar intimidades, haceme quedar bien -largó una carcajada.
-Te puedo asegurar que van a sentir envidia -me colgué de sus hombros para besarlo.
-Bueno, entonces aprovecho para ir a casa y buscar ropa, así las dejo solas... y vuelvo a dormir, ¿dale?
Me sentía muy feliz a su lado. Nos era fácil actuar con naturalidad. Nos entendíamos, comprendíamos qué pensábamos en cada momento. Sin lugar a dudas, habíamos elegido el camino correcto.

Los días se sucedieron y fuimos acomodándonos a nuestra nueva relación, en donde, en verdad, la única nueva variante era el sexo, hasta esos momentos, en demasía.
De a poco, mis nuevos amigos fueron acostumbrándose a este nuevo integrante del grupo, y Mariano a ellos. Al principio Federico se mostraba un poco distante, seguramente por fidelidad a Francisco, pero era difícil no congeniar con Mariano. Fede era un tipo muy agradable y con el paso de los días, lograron tener un trato amigable.
Cuando nos reuníamos en casa, como el día de mi cumpleaños, Francisco no participaba, pero si la reunión se realizaba en otro lado, se hacía presente. Su trato con Mariano era socialmente aceptable, al igual que conmigo. También con el tiempo esa situación se fue volviendo más natural.


Al acercarse mayo, comencé a ponerme tensa. Mi padre regresaría a casa, lo que implicaba que además de tener que contarle sobre nuestra relación, Mariano volvería a su departamento.
Habíamos convivido casi dos meses, y pensar en la separación, me parecía desgarrador. A él tampoco le agradaba demasiado la idea, hasta pensó en la posibilidad de mudarnos ambos a su departamento; pero yo me acobardé. Apenas tenía 19 años y una cosa era convivir en vacaciones con mi novio, pero algo muy diferente era actuar como un matrimonio. Mariano meditó mi argumento y reconoció que en realidad era una idea un tanto apresurada.

El día que regresó papá, tomé valor y lo invité a cenar. Cuando el mozo sirvió nuestros platos me animé a hablar.
-Pá, tengo una noticia para darte... -me miró expectante, entonces continué- estoy de novia.
-¡Te felicito! ¿Lo conozco? -se apresuró a contestar.
-Bastante... estoy de novia con Mariano.
Penetró su mirada en la mía.
-Bueno, en realidad era algo que se venía venir... ¿Va en serio?
-Sí, estoy muy enamorada... -estaba esperando la pregunta que no quería contestar.
-¿Y desde cuando? Porque el se quedó el verano con vos en casa, ¿no? –y él también estaba preparándose para esa pregunta.
-En realidad él volvió en marzo, y ahí nos pusimos de novios. Estás contento, ¿no? -intenté desviar su razonamiento, pero no lo logré.
-Sí, claro... ¿Y él se quedó en casa como siempre? -seguía mirándome fijo a los ojos.
-Si, pá, siempre se queda cuando vos te vas. Vos se lo pediste, ya sabes que se queda. Dale, no des más vueltas... -ya me había tensionado.
-Entonces... ya tuvieron... vos sabés... -¡Qué conversación! Pensé, ¿para qué los padres preguntan cosas que en realidad no quieren escuchar?
-Y... sí, pa... ¿Pero no es preferible que sea con Mariano? Vos y yo sabemos que él me quiere y se preocupa por mí. No está conmigo para joder.
-Y... es verdad, vos ya sos grande. Bueno, lo único que te pido es que se cuiden. Todavía son muy jóvenes para ser padres -pobre papá, pensé, seguramente jamás imaginó que iba a tener esa conversación conmigo.
-No te preocupes. Nos cuidamos -yo tampoco había pensado en tener esa conversación.
-Bueno... -dijo algo más distendido- ¡Los felicito! Para mí Mariano es como un hijo, así que en serio estoy muy contento... y Poty, realmente espero que seas muy feliz -se estiró a través de la mesa y besó mi frente-. Vos sabes que mamá también lo quería mucho, ella desde el cielo debe estar contenta -sus palabras me emocionaron y un par de lágrimas rodaron por mis mejillas-. Y bueno, yo en realidad también tengo que darte una noticia...-¡El también está de novio!, pensé.
-Yo también estoy de novio... -calló para observar mi expresión, entonces le sonreí.
-¿La conozco?
-No, trabaja en una de las sucursales de Mar del Plata, así que seguramente voy a viajar bastante. Se llama Teresa y tiene muchas ganas de conocerte.
-¡Que bueno, pá! Espero que les vaya muy bien, y cuando quieras la conozco -aunque ya habían pasado varios años de la muerte de mi madre, me costaba asimilar la noticia. No podía esperar para contarle a Mariano.

En cuanto terminamos la cena, fui al departamento de Mariano.
-¿Y? ¿Qué dijo? -se mostraba divertido.
-Que nos cuidáramos, que éramos jóvenes para ser padres –Mariano largó una carcajada y me interrumpió.
-¡Tu viejo es un maestro!
-Me dijo que nos felicitaba y que fuéramos muy felices. También me dijo que está de novio -así terminé mi relato. Mariano se puso serio
-¿Cómo te cayó la noticia?
-No sé, me parece bien, en realidad me parece muy bien; pero no deja de ser raro -me senté en el sillón a tomar el café que me había preparado.
-Ya te vas a acostumbrar. Pensá que no puede ser muy malo, de última si ella se va a vivir a tu casa y te molesta, sabés que tenés lugar para escaparte -se sentó a mi lado y besó mi frente.
-Bueno, tampoco nos apresuremos. Además vive en Mar del Plata, es más factible que papá se vaya para allá. Pero, la verdad, es que prefiero no seguir hablando del tema.
-Entonces vayamos a la cama que ya es tarde -me levantó entre sus brazos para encerrarnos en su cuarto.

Capítulo 14 (última parte)

CAPÍTULO 14 (ÚLTIMA PARTE)

En menos de media hora ya todos se habían marchado. Por supuesto Mariano seguía nadando en la pileta. No lo molesté por un rato, pero luego, mi impaciencia me venció y comencé a revolear una toalla al borde de la pileta para llamar su atención.
Mariano comprendió mi mensaje y luego de hacer otro largo, saltó fuera del agua para tomar aquella toalla.
-¿Vamos adentro a charlar?
Asintió con la cabeza y me siguió. Nos sentamos junto a la mesa de la cocina.
-¿Y? ¿Cómo estás? -preguntó mientras tomaba mis manos.
-En este momento me siento muy feliz, pero... medio confundida... -quise mirarlo a los ojos pero no pude.
-¿Por qué? ¿Porque transaste con el pibe de pelo largo? -lo dijo con total naturalidad, pero logró sorprenderme y avergonzarme de mis actos.
No sólo no podía mirarlo, sino que en esos momentos mi cabeza parecía haberse escondido en mi cuello. Mariano notó que me había incomodado, y como seguramente no era su intención, tomó mi mentón para que lo mirara y me sonrió.
-Poty, te conozco demasiado, era evidente que me iba a dar cuenta. Además él no hizo nada por disimularlo. No te pongas mal, no nos prometimos fidelidad. Sí prometimos que íbamos a pensar. Y yo pensé mucho -hundió sus oscuros ojos en los míos, para llenarme de confianza-. Sé que esto que nos pasa no es fácil, no es fácil para mí hacerme cargo de lo que siento por vos. Me siento muy responsable. No sos cualquier mujer... -se detuvo para volver a mirarme y tomó mis manos- ¿Estás bien o te estoy asustando?
-¡¡No!! No me estás asustando. Me encanta lo que me decís; pensé que te ibas a enojar. Ahora siento que te traicioné... -volví a hundir mi cabeza y él nuevamente levantó mi mentón.
-Vení, Poty, vení acá -me señaló sus rodillas y obedecí a su pedido-. Poty, vos no me traicionaste porque nosotros no hicimos ninguna promesa más que pensar en nosotros. No te voy a mentir, no me gusta que hayas estado con ese pibe, pero no me enoja. Yo lo único que quiero es estar con vos. No pude pensar en otra cosa mientras trabajaba, todo el tiempo pensé en vos... en nosotros y no me importa que hayamos sido amigos toda la vida, ahora quiero estar con vos. El tema es saber lo que vos querés -sus ojos se habían fijado en mi boca y me costaba prestar atención a la conversación, ya que mi deseo de besarlo y acariciarlo se iban acrecentando a medida que sus ojos ahondaban en mis labios. Supongo que Mariano sentiría algo similar.
-Yo quiero hacerte el amor -me sinceré-. En este momento no puedo pensar en otra cosa.
No me dejó terminar la idea. Me sonrió, demostrando alivio para luego besarme con desesperación. Yo también necesitaba con desesperación aquel beso. Sin perder tiempo me cargó, y sin despegar nuestros labios caminó hasta el sillón del living donde nos recostamos.
Aunque hasta ese momento no me lo había planteado, descubrí que deseaba sentir su cuerpo, acariciar su espalda, paladear sus besos. Hacer el amor con Mariano era algo tan natural como exquisito.
-Te extañaba -susurró en mi oído mientras reposaba su cabeza en mi hombro y cerró los ojos.
Mientras descansaba aproveché para pensar. Mariano causaba en mí, indefectiblemente, un torbellino de emociones. A su lado, mi razón se cegaba y mi cuerpo se encendía de pasión.
En realidad, no había mucho que pensar, concluí. Estar a su lado era lo que necesitaba, era lo que me transportaba a un mundo de fantasía, ideal. Tal vez, existirían otros hombres que me atrayeran, pero comparado con Mariano nada, absolutamente nada me parecía tan perfecto.

-Poty... -movió mi hombro pensando que dormía. Luego se incorporó y buscó su short.
Yo lo imité y también me vestí.
-Poty, yo ya sé lo que quiero. Hay mucha gente que pierde la oportunidad de ser feliz, pensando que va a aparecer algo mejor. Yo sé que somos chicos, pero creo que a nosotros ya nos llegó ese momento y no estoy dispuesto a desperdiciarlo -me sonrió con sus ojos y con su labios.
-Sé que tenés razón, y creo que no tenemos que perder más tiempo. Yo también quiero estar con vos, en este momento no se me puede ocurrir otra opción -le devolví su sonrisa y lo abracé.
-¡¡¡Tenemos que festejar!!! ¡¡Estamos de novios!! ¿Te das cuenta? -me levantó entre sus brazos para hacerme girar como a un chico-. ¿Vamos a cenar?
En ese momento recordé que me había citado con Francisco y que faltaba apenas una hora para que pasara por mí.
-Negro, no te enojes... pero había quedado en salir con Francisco -observé su rostro y no me agradó su expresión-. No te enojes, me parece una buena oportunidad para cerrar esa relación. Me parece que le debo una explicación -lo besé para apaciguar su ánimo.
-Está bien, tenés razón. Entonces te dejo, pero mañana temprano nos vemos... ¿si?
-Sí Negro, ¡no sabes lo feliz que me haces! ¡Te amo! -Oí que salía de mis labios. Se sorprendió para luego sonreir.
-Mejor me voy, porque si me quedo dos segundo más no voy a poder dejar de hacerte el amor.
Me besó con mucha dulzura y se marchó.

¡¡Qué momento!! pensé. Tendría que enfrentar a Frank. Era un buen tipo, la pasaba bien con él. Me dolía tener que contarle mi determinación; pero la vida es así. Tal vez... tal vez, bajo otras circunstancias hubiera sido distinto. Pero mi felicidad estaba con Mariano. Y eso no lo dudaba ni por un segundo.
Me bañé con pereza e intenté arreglarme cuanto pude, y cuando terminaba de peinarme, sonó el timbre. Al abrir la puerta lo encontré apoyado en un auto, noté que se había arreglado y hasta llevaba su cabello bien peinado, cosa poco usual.
Por suerte no intentó besarme en la boca y luego de un saludo algo tenso me invitó a subir a ese auto en el que se apoyaba, que resultó ser suyo. Viajamos en silencio, nos detuvimos en un restaurante frente al río. Una vez ya acomodados comenzó a hablar.
-No sé que pasó esta tarde en tu casa desde que me fui; pero te noto distinta. Así que antes de que me digas lo que me tengas que decir, voy a hablar yo -quise interrumpirlo, no quería que quedara expuesto, me parecía innecesario, pero no me lo permitió-. Cuando me fui de tu casa, intenté entender por qué me había puesto tan mal, por qué me sentí amenazado. Pensé que había exagerado, pero me di cuenta de que me gustás. Me parece que vos valés la pena, y si me preguntás por qué, no lo sé. No es algo que se pueda razonar. Creo que con vos me arriesgaría a probar. Lo que te estoy diciendo es que me encantaría ser tu novio -hasta ese momento sus ojos se desviaban de un trozo de pan a otro, pero al finalizar su discurso, los clavó fijamente en los míos.
¡¡Por que me haces esto!!, pensé. Era muy duro tener que decirle lo que sentía a ese par de ojos azules que me miraban expectantes.
-Frank, me parecés un tipo divino. Aunque la verdad es que mucho no nos conocemos, ni jamás hablamos de cosas demasiado profundas, me doy cuenta de que sos un tipazo. Y si me hubieras dicho esto en otro momento de nuestras vidas estaría re feliz –no me dejó continuar.
-Pero ahora estás saliendo con tu amigo, ¿no?
-Sí... hoy me di cuenta de que estoy enamorada de él y porque me encantás creo que no te merecés que te mienta. Te juro que estoy pasando un muy mal momento -necesité sincerarme-. Nunca pensé que iba a tener que rechazar a un tipo que me encante tanto como vos; pero lo que siento por Mariano es muy fuerte. Frank, yo no te quiero joder y dentro de mis posibilidades no quiero que pases un mal momento.
-No vas a poder evitar que pase un mal momento, creo que lo tendrías que haber pensado en San Bernardo, así nos hubiéramos ahorrado esto, creo que no fuiste sincera ni conmigo, ni con vos misma. Ya está, yo lo único que quiero agregar es que no me pidas que deje de juntarme con los chicos... -entonces fui yo quien lo interrumpió.
-¡Nunca pensé pedirte algo así! Pero yo tampoco voy a dejar de verlos.
-No, claro -dijo asomando una pequeña de sus sonrisas-. Yo me bancaré verte con Mariano y vos te bancarás verme y saber que siento que sos la mujer de mi vida, y que no me voy a dar por vencido tan fácilmente -sus últimas palabras me impactaron, pero no quise demostrárselo.

Aquella cena ya había perdido su sentido, entonces decidimos abandonar aquel lugar lo más rápido que pudimos. No puedo negar que aquella charla dejó una sensación de incomodidad en el recuerdo de tan bello día.

Capítulo 14 (primera parte)

CAPÍTULO 14 (Primera Parte)

Al regresar a mi hogar me sentí desorientada. Sola en mi gran casa. Sola con mis pensamientos, nuevamente sumergida en la monótona rutina de mi ciudad... sin mucho que hacer. Ya que aunque me encontraba felizmente desocupada, mis amistades no gozaban de la misma situación. Y para completar el cuadro, la ausencia de Mariano se tornaba inmensa. Me sentía insegura e indefensa en la casona sin su presencia.
Pero el panorama de los fines de semana era muy distinto. Mi casa era el punto de reunión obligado. La pileta era lo más atractivo de mi personalidad -según mis amigos- y la única manera de soportar el sofocante calor de ese febrero.
Aunque había sido advertida por Francisco, su ausencia me sorprendía. A pesar de que el resto del grupo se reunía en casa, él jamás había aparecido, ni siquiera llamado. Ya habían transcurrido dos semanas desde nuestro regreso y nada sabía acerca suyo. Y aunque Lola intentaba obtener alguna clase de información a través de Fede, éste se mostraba reticente a hablar de su amigo y creí que era muy justo respetar su postura.

Aquel sábado el calor y la humedad parecían devoradores. No había manera de soportar la pesadez del ambiente, y la piel se volvía pegajosa y demasiado presente.
Todas las mujeres estábamos sumergidas en la pileta, aunque el agua ya parecía estar lista para hervirnos, mientras los muchachos, insultado y maldiciendo, se calcinaban junto a la parrilla intentando encender el fuego.
Sentí el timbre, pero no quería salir del agua y preferí hacerme la desentendida.
Luego de que sonara largas veces, comprobé que todos habían tomado la misma actitud, entonces, con pereza, sequé mi cuerpo y caminé lentamente hasta la puerta.
-¡Hola! ¿Por qué no me invitaste al asado? -me tomó por la cintura para acercarme a él y me besó. ¡Qué desvergonzado!, me escabullí de sus brazos antes de contestarle.
-¿Cómo? ¿No te avisé cuando me llamaste? -hice un silencio- ¡Ah, no!, cierto que nunca me llamaste.
Me mostró su usual sonrisa.
-¡Ya me había olvidado de tu carácter! ¡No te enojes! No nos vemos desde hace un montón, ¿no querés pasarla bien?
-La estaba pasando muy bien. Dale, pasa -agregué resignada.
Inspeccionó la casa y me siguió hasta el jardín. Todos se alegraron al verlo, y pronto se unió al grupo que acalorado preparaba el asado.
No establecimos demasiado contacto aquel día, pero cuando todos se marcharon, Francisco continuaba remoloneando en una colchoneta que flotaba en la pileta.
-¿Estás cómodo? -intenté mostrarme irónica, pero no le importó.
-Si, vení así nadamos un rato -parecía dueño y señor de la casa.
-No, ¿no ves que tengo que arreglar el desastre que quedó? -le enseñé la bandeja que cargaba colmada de vasos y platos.
-¿Estamos de mal humor? -escuché que me decía cuando entraba a la cocina, pero preferí no contestarle.
Sentí su aliento en mi cuello al tiempo que sus brazos rodeaban mi cintura.
-¿Estás de mal humor? -beso mi mejilla y ya no pude seguir lavando la vajilla.
Giré y apoyé mis manos en la mesada. No podía discutir, ni recriminar nada. Sus ojos me encandilaban y sus suaves caricias en mi espalda me distraían. Con cautela, acercó su rostro al mío y me besó, largo rato nos besamos.
-Te extrañé... extrañé tus enojos. Me dan más ganas de abrazarte y llenarte de besos -tenía ese tono de voz suave y cariñoso, y no encontré el sentido de buscar guerra. Tomó mi mano y caminamos juntos hasta el jardín. Nos sentamos bajo el árbol.
-¿No estás contenta de que haya venido? -preguntó al rato de comprobar que yo no emitía palabra.
-No es que no esté contenta, es que venís como si nada después de dos semanas de ni siquiera llamar una sola vez. No te puedo recibir con los brazos abiertos.
-Yo te dije que iba a estar muy ocupado. Además no sabía con qué me iba a encontrar, a lo mejor estabas acompañada y no quería molestar.
¡Ah, era eso! Había tanteado el terreno, seguramente Federico le había informado que “mi amigo” no había aparecido.
-No, como sabrás no estoy demasiado acompañada, de hecho estoy bastante sola.
-Entonces, ¿ya arreglaste ese problema? -me hablaba como si no le importara, pero me causaba gracia su manera de tocar el tema de Mariano.
-¿Qué cosa tenía que arreglar? -si quería preguntar iba a tener que hacerlo sin vueltas.
-Tu amigo, no te hagas la tonta, ya sabes de que hablo -lo había empujado a demostrar bastante sinceridad, y noté que lo incomodaba.
-¡Ah! ¡Me estabas hablando de Mariano! No me había dado cuenta. Mariano está en Estados Unidos, no se cuando vuelve -intenté demostrarle que no me causaba demasiado interés.
-¿Y eso qué significa? ¿Decidiste algo? -no entendía por qué se mostraba tan preocupado si él no quería nada demasiado comprometido.
-¿Qué tengo que decidir?
-¿No es obvio? -ya se estaba poniendo molesto.
-No, no entiendo a que querés llegar -realmente no llegaba a comprender sus intenciones.
-Florencia... -se incorporó- No me interesa perder el tiempo... -al ver que no encontraría una respuesta, comenzó a caminar rumbo al interior de la casa.
-¿Te vas? –le pregunté con inocencia.
-Ya te dije que no me gusta perder tiempo.
-¿Qué? ¿Tenés algo que hacer? ¿Estudiar, trabajar?
-Flor, no te hagas la tonta, quiero saber que va a pasar con nosotros.
-Yo pensé que no iba a pasar nada, como estuvimos dos semanas sin hablarnos... y no te estoy haciendo ninguna escena, no puedo decidirme, porque no sé cuáles son las opciones que tengo. Vos no me ofreces nada, y Mariano tampoco, ¿qué querés que decida?
-¡Con quien querés estar! -contestó en forma despectiva.
-Yo quiero estar con mucha gente, ¿qué me estás proponiendo?
-¡Nada! Sólo quiero que te definas.
¡Increíble! No era capaz de jugarse por nada pero yo debía definirme. Francisco estaba muy confundido.
-No veo sobre que me tengo que definir, nosotros decidimos estar juntos para pasarla bien. Ese fue nuestro acuerdo, y yo no creo haber planteado ninguna duda sobre eso. Si vos tenés algún problema la terminamos acá. Nadie te obliga ni te pide nada. No me pidas más de lo que vos me ofrecés -me mostré seria y decidida, y pareció causar el efecto adecuado.
-Ok, si me zarpé perdoname. Puede que tengas razón. ¿Cenamos juntos, o querés que me vaya?
-Quedate, te tengo que reconocer que te extrañé. Tenía ganas de estar con vos -le sonreí.
-Yo también, fui un estúpido, tendría que haber venido antes -volvió a sentarse a mi lado para poder abrazarme y luego de observar mi expresión, besarme.

Ofreció quedarse a dormir, pero no me pareció una buena idea, entonces ya casi de madrugada, abandonó mi hogar.
No me llamó en la semana, pero el sábado bien temprano se instaló en mi jardín, también el domingo, y el siguiente fin de semana. Jamás me llamaba, ni me invitaba a salir, pero todos los fines de semana se presentaba en casa, aun cuando llovía y el resto de los “habitués” no aparecían.
Ya había comenzado marzo, y aún el calor era agobiante, por eso nos encontrábamos todos dentro de la pileta, peleando por conseguir las colchonetas. Estaba demasiado entretenida defendiendo el tan deseado lugar sobre uno de esos flotadores que al sentir el timbre no le di importancia, todos estábamos allí, supuse que algún chico travieso había tocado para jugar, pero de pronto el sonido se volvió constante y punzante, y no me quedó mas remedio que ir a averiguar quien deseaba tanto ingresar a mi hogar.
Al abrir la puerta quedé paralizada. Me sentí transportada a otro mundo, o tal vez había regresado a mi verdadero mundo.
-¡Negro! -grité y me colgué de su cuello. Él me abrazó tan fuerte que sentí incrustarme en su pecho- ¡¿Qué hacés aca?! -le pregunté cuando por fin nos separamos.
-Volví un poco antes para editar algunas notas. ¿Cómo estás? -me examinó y volvió a abrazarme.
-Bien... dejame verte -nos volvimos a separar y lo observé con cuidado-. Estás más lindo que nunca.
Estaba bronceado y sus oscuros cabellos tenían un destello rojizo. Su mirada me pareció más profunda que lo habitual
-Estás muy lindo -repetí y no me resistí a un nuevo abrazo-. Bueno, supongo que trajiste un short o malla.
-Claro -me señaló la mochila que había arrojado al piso al abrazarme-. Supuse que estarías acá y vine preparado.
-Entonces vamos, que tengo algunos amigos que presentarte -lo tomé por la cintura y salimos al jardín.
Me sentía muy feliz, como completa, era una sensación extraña pero agradable. Y esta sensación no permitió darme cuenta que en cuanto cruzáramos la puerta hacia el jardín estarían Mariano y Francisco juntos.
Matías y Martín aún seguían luchando en el agua, en cambio Francisco y Fede conversaban con Natalia junto a la pileta, y Lola y Lucrecia se habían acomodado bajo el sauce.
Al vernos, las últimas detuvieron su charla y Lola se acercó a nosotros, casi instantáneamente lo hizo Naty. Luego de saludarlas, lo presenté con el resto de los chicos. En ese momento no presté atención a la reacción de Francisco, creo que no me interesó.
Mariano entró a la casa para cambiarse, y yo le pedí a Lola y Naty que me acompañaran a preparar mate a la cocina.
-¿Cómo te sentís? -preguntó Lola en cuanto nos quedamos las tres solas.
-Estoy re feliz, lo extrañaba mucho al Negro -les conté mientras revolvía la yerba con la bombilla.
-Te cuento que Francisco se puso loco cuando se enteró que el que había llegado era Mariano. Se quería ir, pero Fede le dijo que se tranquilizara -antes que pudiera emitir opinión, noté que me hacía un gesto con sus ojos.
-¿Y, chicas, cómo les fue en las vacaciones? -escuché que Mariano decía detrás de mí. Ambas le sonrieron.
-¿Consiguieron novios?
-Lola, yo no -contestó Naty.
-¡Te felicito! -la besó y revolvió sus cabellos.
-Gracias, Lucrecia también se puso de novia -le contó, como no podía ser de otra manera.
-¡Que verano productivo!... ¿Y vos? -me miró seriamente.
-¡Ya está el agua! -exclamó Naty y con Lola salieron de la cocina cargando el mate y el termo.
-¿Y, conseguiste novio nuevo? -reiteró poniéndose frente a mí.
-No, me hice amiga de estos chicos. Vamos, quiero que los conozcas -destensó sus facciones y volvió a sonreirme.
-Bueno, vamos.
Ahora todos tomaban mate bajo el sauce. Al verlo nuevamente a Mariano, Martín exclamó:
-Vos trabajás en FSports, ¿no?
Y Matías agregó:
-¡Sí!, en un programa de básket... ¡Qué bueno! ¿Me podés conseguir alguna remera?
-¡Matías! -Lucrecia lo retó, pero Mariano se mostró divertido.
-Algo puedo llegar a conseguir. Si quieren algún día los llevo al canal -los chicos se mostraron entusiasmados-. Bueno, me voy a nadar un rato a la pileta...
-Yo también -exclamó Matías y lo siguió. Al rato se les unió Martín.
Me encantó que a mis amigos les cayera bien Mariano, así todos podríamos salir juntos. Esos eran mis pensamientos cuando fui interrumpida por la aguda voz de Francisco.
-Así que tu amiguito es famoso. No me habías dicho nada.
Allí comprendí que estábamos viviendo una situación incómoda, y recordé “mi transa” con Francisco.
-Se ve que nunca salió el tema... -me abstraje tomando el mate.
-Se lo ve muy contento, ¿ya le contaste de lo nuestro? -dijo en voz alta y muy tensionado.
-¿Qué? ¿Que somos una transa? No. ¿No era que las transas son secretas? ¿Vos ya les contaste a tus viejos? -me molestaba su actitud, me sentía agredida.
-No me cambies de tema. Estás conmigo o estás con él.
-Creo que este es un tema que ya discutimos... ¿O me estás ofreciendo ser tu novia?
-Una cosa no tiene nada que ver con la otra -su rostro se volvía cada vez mas rojo y su voz más áspera.
-Chicos, me parece que es algo que tendrían que hablar los dos solos, nosotros no tenemos nada que ver -dijo Lucrecia aprovechando el silencio.
-Si, esto no tiene nada que ver. Esta noche te paso buscar. Me parece que tenemos que hablar. Estate lista a las nueve -se levantó, saludó a todos con un gesto de su mano y se marchó.
-Me parece que te tendrías que definir -me miró con severidad Federico. Lola lo golpeó para que se callara, pero yo insistí en que estaba dispuesta a escucharlo.
-Estás jugando a dos puntas -prosiguió- y eso no está bien.
-Francisco no quiere nada serio conmigo, él me lo aclaró en San Bernardo y yo le expliqué mi situación con Mariano, así que no creo estar jugando a dos puntas -me defendí.
-Yo creo que Francisco sí quiere algo serio, pero a vos no te conviene darte cuenta -retrucó.
-Yo sé que te molesta que se ponga mal, pero si él quiere algo serio sabe disimularlo.
-En todo caso tienen que resolverlo ellos dos -volvió a interrumpir Lucrecia, causándome un gran alivio.
-Sí, y nosotros nos tenemos que ir. Acordate que sacamos entradas para el cine y nos tenemos que arreglar -agregó Lola.
-Y además cada pareja es un mundo, así que no tiene sentido ponerse a juzgar cómo actúan los demás. Yo también me tengo que ir -Naty se unió a mis otras amigas para brindarme apoyo.