Capítulo 5 (segunda parte)

CAPÍTULO 5 (SEGUNDA PARTE)

El viernes me levanté de mal humor. Soporté las cuatro horas de clase con la mayor dignidad posible y luego fui a almorzar con Lucrecia. Al notar mi estado rápidamente me preguntó qué me sucedía y le relaté los episodios del día anterior.
-Gastón es re tranqui, otro chico en su posición o te corta o te hace una escena de celos de aquellas -concluyó al terminar de oír mi historia.
-Sí, ayer me di cuenta de que estoy fallando en algo. Lo que pasa es que toda mi vida me pareció re normal mi actitud hacia Mariano, pero últimamente percibo que me causa problemas. Además yo me doy cuenta de que lo quiero mucho y que no sé ponerme límites cuando me refiero a él... en cambio él sí lo hace, ayer se apareció con su novia.
-Eso te re molestó... -terminó mi oración.
-Sí, mucho, yo seguramente lo hubiera llamado primero a él y después a Gastón, y seguramente hubiera ido a verlo antes... Lu, yo sé que me estoy confundiendo.
Estaba preocupada, si algo en mi vida no quería era tener conflictos con Mariano, y si continuaba actuando como lo estaba haciendo, seguramente los tendría.
-Es fácil, Poty, tenés que pensar qué es lo que buscas de tu relación con Mariano y qué de la relación con tu novio, y ahí te vas a dar cuenta cómo tenés que actuar.
Para ella era muy fácil decirlo, pero era algo muy complicado para mí. Yo no quería nada nuevo de Mariano, por eso no comprendía por qué en el último tiempo habían surgido tantos cuestionamientos sobre nuestra relación, y por qué Mariano también actuaba distinto. Porque su actitud hacia mí durante su viaje y a su regreso era algo que jamás hubiera esperado de él.
Al llegar a casa encontré un mensaje en el contestador. Mariano me invitaba a tomar un café en su casa. Al escuchar su voz comprobé cuán enojada estaba. Me sentía herida por su actitud, y pensaba hacérselo notar.
Decidí hacer tiempo para que no pensara que estaba ansiosa por verlo. Me di un largo baño, me vestí con más cuidado de lo habitual, y marché hacia su hogar. Antes de llegar me detuve a pensar qué sería lo que más podría molestarle y recordé que odiaba a los fumadores, entonces compre un paquete de cigarrillos y me fumé uno. Reconozco que me mareé y tuve algo de náuseas, pero no me importó.
Mariano me esperaba en la puerta del ascensor, en cuanto me besó puso cara de asco, pero sin decir palabra me empujó hacia su departamento.
-Tenés olor a cigarrillo, ¿estuviste fumando? -fueron las primeras palabras que brotaron de su boca al cerrar la puerta tras de sí.
-Sí, es mi nuevo vicio -me arrojé en el sillón que tenía en su pequeño living.
-No seas tonta, no te hace bien -me dijo en tono de reprimenda mientras se sentaba en el suelo, frente a mí.
-Hay tantas cosas que no me hacen bien... de algo hay que morir -mi actitud era de lucha, y me gustaba que así fuera.
-Ok, es tu vida -me mostró su expresión de enojo.
-Claro que es mi vida, y ya soy bastante grandecita como para decidir qué hacer.... ¿Para qué me llamaste? -usé mi tono más despectivo.
-Para que hablemos, hace mucho que no hablamos -lo noté confundido.
-En eso tenés razón... ¿Cómo te fue en tu viaje? -intenté que notara que mi pregunta había sido formulada sin ningún interés, y en cuanto comenzó con su relato, me removí en el sillón e hice como si buscara algo en mi cartera.
De pronto, saltó y quedó erguido. Sus movimientos fueron tan rápidos que pensé que algo lo había tomado por los hombros y había jalado de él.
-¡¿Qué te pasa?! -me dijo elevando su tono de voz y continuó- ¿Me querés decir qué carajo te pasa?
Al verlo tan enojado me sentí feliz, entonces decidí irritarlo aún más. Use mi tono de voz más suave y le contesté:
-Calmate, Negrito... ¿estuviste usando drogas?
-¿Vos me estás jodiendo? -seguía exaltado y se había ruborizado.
-¿Qué pretendés, Mariano? No te puedo tomar en serio. ¿Por qué no te mirás al espejo?
-¡No lo puedo creer! -gritó y con furia pateó la puerta del baño y se introdujo allí.
Sin quererlo largué una carcajada y un sentimiento de victoria me invadió. Al rato regresó, aparentemente calmado. Volvió a sentarse frente a mí y reanudó la conversación.
-¿Qué te pasa, Poty? -su voz se quebraba.
-Creo que es obvio, si lo pensaras un poquito te darías cuenta -le contesté sin perder la calma.
-No, no me doy cuenta... o más bien, sí. Estás enojada, pero... ¿por qué? -parecía suplicarme una respuesta... que yo no pensaba darle.
-¿Por qué? Dale, Mariano, no te hagas el tonto -sabía qué quería que le dijera, y no pensaba darle el gusto.
-¿Seguís enojada por lo de Matías?
En efecto, se estaba haciendo el tonto. No pensaba confesarle que lo había extrañado y que me había herido que no me llamara en tantos meses. Yo quería que él reconociera su falta.
-Sí, es lo de Matías -le contesté secamente e incorporándome agregué- me parece que vos y yo ya no tenemos nada de que hablar -me dirigí hacia la puerta.
Mariano me detuvo por el brazo.
-Está bien -dijo y me obligó a sentarme nuevamente en el sillón, esta vez, él lo hizo a mi lado- Ya hiciste que me enojara, que me pusiera mal, que gritara como un tarado. Espero que te haya alcanzado. Ahora vamos a hablar en serio.
No le contesté, simplemente me quedé quieta prestándole atención.
-Sé perfectamente qué te molestó, puede que tengas razón; pero yo también estaba enojado, creo que con razón, y entonces preferí no llamarte para que no nos peleáramos por teléfono. Pero obvio que me acordé de vos todo el tiempo... más que de nadie.
-¿Y por qué no viniste a verme ni bien llegaste? -le pregunté con seriedad.
-Tuve que ir directo al canal. No pude, sino lo hubiera hecho.
-No creo, porque para cenar con tu novia tuviste tiempo, si hubieras querido habrías tenido tiempo para mí. No me vas a conformar con esas excusas.
-Eso es distinto, entendé... ella es mi novia.
Sabía que sus palabras eran acertadas, él tenía el derecho y hasta la obligación de preferir a su novia, pero aquella frase me mató, con esas palabras sentí que mi corazón era perforado por un puñal. Efectivamente yo estaba confundida. Yo había sobrevalorado nuestra amistad y esto hacía que exigiera más de lo que él podía darme. Mi soledad me había hecho depender de él, hasta volverlo fundamental en mi vida; pero esa era mi manera de ver la vida. Evidentemente no la suya. Él tenía bien en claro cuáles eran sus prioridades.
Había actuado como una tonta, había protagonizado una escena de celos donde no me cabía ningún personaje. Me sentí infantil y ridícula. Y también muy decepcionada, porque aunque acababa de comprender que estaba en un error, hubiera deseado más que nada en el mundo que Mariano estuviera cometiendo mi mismo error. Aunque intenté contenerme, algunas lágrimas asomaron por mis ojos.
Mariano se detuvo ante esa situación y no supo qué hacer. Se quedó quieto, observándome. No quise darle importancia a mi llanto, por eso fui hasta el baño a lavar mi rostro. Cuando abrí la puerta para regresar al living, me encontré con la figura de Mariano frente a mí.
-¿Qué te pasa? -se mostraba preocupado.
-Nada Negro... nunca me gustó pelearme con vos, eso es todo -aunque intentaba dibujar una sonrisa, no lo lograba.
-Me parece que eso no es todo... ¿Dije algo que te molestó? -seguramente sabía cuál era la frase que me había molestado y no me pareció muy cortés de su parte hacerme esa pregunta. Por eso no le contesté.
-Negro, con tu actitud en estos meses comprobé que nuestra amistad no significa lo mismo para vos que para mí -sentí la necesidad de decirle lo que pensaba, pero con rapidez me interrumpió.
-No seas injusta, no podés decir eso porque no te llamé -no lo dejé seguir hablando y continué:
-Me di cuenta de que te volviste esencial en mi vida, que sos la primer persona en mi lista de prioridades y que yo espero lo mismo de vos. Pero no tiene que ser así, porque solamente somos amigos. Yo me aferré mucho a vos. Tal vez porque me siento sola y vos siempre andas por ahí intentando verme bien. Pero no tiene que ser así y te juro que de ahora en más no va a ser así, porque darte tanta importancia a vos me hace sacarle espacio a otras personas que tendrían que ser tanto o más importantes que vos. Además yo no puedo exigir que me pongas en el mismo lugar que yo te pongo, porque no corresponde, porque es injusto. Quiero que sepas que en mis sentimientos y pensamientos te acabo de liberar de ese peso.
Terminé con mi discurso y caí rendida en el sillón. Noté un gesto de confusión en la cara de Mariano. Tal vez había dicho muchas palabras muy de golpe e intentaba asimilarlas. Me miraba extrañado, hasta que de pronto habló:
-Poty... creo que varias veces te dije que tu sinceridad me mata. No me podés decir esto, hacer esto. Vos no sabés lo que significás para mí. Y no podés llegar a esas conclusiones porque no te haya llamado o no haya ido a cenar con vos ayer –se tomó la frente con ambas manos y luego de masajear su ceño continuó:
-Poty, te quiero muchísimo y para mí sos muy importante. Sos la persona que más me conoce y entiende. Sos mi gran amiga. Y me parece bien que haya otra gente que sea muy importante en nuestras vidas, los dos estamos de novios y tenemos muy buenos amigos, pero eso no implica que yo deje de estar en cada uno de los momentos que me necesites y lo mismo al revés. Pero tenés que entender que a veces no puedo. Yo te... – noté que luchaba con sus pensamientos, su cuerpo se había tensado y sus puños estaban apretados- Yo siempre te voy a acompañar y no porque te sientas sola, sino porque me encanta acompañarte. Me encanta que me acompañes.
Creo que ambos estábamos muy confundidos con nuestros sentimientos, y tal vez, mi revelación también lo había hecho reflexionar sobre nuestra amistad. No me sentía cómoda, ninguno de los dos actuábamos con el otro como lo hacíamos habitualmente. Seguramente ambos teníamos mucho para pensar y modificar en aquella relación. Pensé que todo lo que se necesitaba hablar ya se había dicho.
-Mariano, yo sé que me querés mucho, eso no está en duda, yo también te quiero mucho y eso no va a cambiar... -me levanté y besé su mejilla- no te preocupes, estamos bien -le dije y caminé hacia la puerta. Él no me detuvo pero se apuró a contestar antes de que saliera de su casa:
-No sé si estamos bien, pero lo vamos a estar -escuché mientras cerraba la puerta.

Capítulo 5 (primera parte)

CAPÍTULO 5 (Primera parte)

Aquel jueves, en contra de mi voluntad, me desperté de madrugada. No soportaba mi cuerpo, la ansiedad me dominaba. No tenía idea cómo lograría soportar las horas que debía permanecer en la facultad. Me bañé por largo rato y sin desayunar, corrí hasta la universidad.
Los profesores me parecieron insoportables. En cuanto terminaron de dictar la última cátedra huí para llegar lo antes posible al taller de pintura.
Pintar era una buena terapia. En estos últimos meses, donde no tenía bien en claro por qué me sentía tan nerviosa, había logrado una producción increíble. Aunque desde el comienzo del taller experimentaba con óleos en el último tiempo había regresado al uso de los pasteles, pudiendo descargar ansiedades en dibujos llenos de manchas y rayas. El profesor estaba encantado con tanta producción no figurativa y yo también lo estaba, ya que al regresar de sus clases me sentía más liviana y apacible. Y aquel día no fue la excepción. Al salir del taller ya había olvidado la excitación con que me había despertado y logré regresar a casa tranquila y relajada.
Al entrar a mi hogar noté que mi padre no estaba, entonces fui hasta el contestador automático, pero no encontré ningún mensaje. Me propuse no enojarme ni exaltarme, por ello decidí que dormir una larga siesta sería la solución.
Cerca de las cinco de la tarde el timbre de entrada me despertó y tan rápido como pude bajé a averiguar quien era. Gastón me sonreía del otro lado de la puerta. Me llené de desilusión pero fingiendo una sonrisa lo hice pasar.
-Mi amor, ¿vamos por ahí a tomar algo? -me dijo luego de besarme.
-No, gracias, prefiero que nos quedemos acá, no tengo ganas de salir -pero si querés andá vos, pensé.
-¿No te sentís bien? -examinó mi rostro.
-Estoy bien, ¿querés que tomemos unos mates? -sin prestarle atención, caminé hasta la cocina para preparar el mate. Gastón se sentó junto a la mesa y con desinterés comenzó a ojear una revista.
-¿Sabías que volvió Mariano? -me dijo al pasar para luego agregar– Qué pregunta tonta la mía -y rió.
¿¡Cómo sabía él que Mariano había regresado!?
-Sí, me enteré, ¿por qué? -no mostré mucho interés.
-Por nada, seguro que vos ya hablaste -negué con la cabeza– Yo hablé hoy a la mañana, está muy contento, parece que le fue bárbaro.
¿¡Cómo podía ser que hubiera hablado con Gastón y a mí ni siquiera me había llamado!? Mi cara debió haberse transfigurado.
Gastón me miró y señalándome con su índice gritó:
-¡Por eso estás loca! Porque Mariano no te llamó, no te preocupes, me preguntó por vos.
-No estoy loca, pero él se dice mi mejor amigo y no fue capaz de llamarme -le entregué un mate y me senté a su lado.
-A mí tampoco me llamó, yo lo llamé al trabajo porque me enteré que había vuelto. Está super ocupado, ya te va a llamar.
-Seguro que para llamar a la novia tuvo tiempo -me arrepentí de mis palabras.
-¡Eso es distinto! No vas a comparar a una novia con una amiga... -meditó unos segundos- la gente normal prefiere a los novios, salvo vos que decís que la amistad es sagrada. Bah, que la amistad con Mariano es sagrada... -calló y se sumergió en el mate que acababa de entregarle.
-No sé, Gastón, yo estoy mal, me molesta que no se preocupe por mí...
Yo seguía sumergida en mis pensamientos y no pude darme cuenta con quien estaba hablando.
-¿Sabés una cosa, Poty? Ya me tenés harto con Mariano. Es muy evidente que él te importa más que yo, y ni siquiera intentás disimularlo. Me hablás como si él fuera tu novio y ya no me lo banco más.
Me hablaba con tanta sensatez y tranquilidad que no pude discutirle. Al observar mi mutismo continuó:
-Vamos a hacer algo, pensá si querés seguir conmigo o seguir sufriendo porque Mariano no te da lo que esperás, y después llamame, ¿sí?
Se levantó para salir de la cocina, pero instintivamente corrí hacia él y lo detuve.
-No te vayas, Gastón, tenés razón, no sé por qué me hago tanto problema por Mariano; pero yo te quiero, y no quiero que nos peleemos -lo besé en la boca y lo invité a sentarse nuevamente.
-Me quedo con la condición de que no hablemos más de Mariano -aún se mostraba molesto.
-Está bien, pero te recuerdo que vos sacaste el tema -puse mi mejor sonrisa y comencé a contarle sobre mis peripecias en la facultad.
En verdad no puse mucha atención a nuestra conversación. Toda mi energía se focalizaba en evitar los pensamientos constantes sobre Mariano... ¿Cómo podía ser que mi novio me hiciera esos cuestionamientos? ¿Qué estaba haciendo mal? No lograba dilucidar si yo era quien estaba tan confundida con respecto a los sentimientos que son permitidos en una amistad o si el resto del mundo era tan mal intencionado que confundía un cariño tan profundo con otra clase de amor.
Antes de cenar, Gastón se marchó, y sentí una enorme paz. El teléfono no había sonado, no había ninguna noticia, y para colmo me dolía la cabeza de tanto que había reprimido mis pensamientos. No quise cenar y me encerré en mi cuarto. Sin darme cuenta me quedé dormida.
Golpearon a mi puerta y me sobresalté. Había perdido la noción del tiempo.
-Poty, tenés visitas -me dijo papá. Lo noté alegre.
Inmediatamente salí de mi habitación para correr hasta el living. Mariano estaba parado al pie del último escalón. Lo abracé con fuerza mientras gritaba su nombre; pero por sobre su hombro me encontré con un personaje desconocido. Como si un acto reflejo se apoderara de mí, di un paso hacia atrás y lo empujé.
-¿Qué manera de recibirme es esta? -me preguntó entre sonrisas pero sorprendido por mi brusca reacción.
-Es que quería verte, ya me había olvidado de tu cara -contesté con la mayor naturalidad posible- ¿No nos vas a presentar? -no podía quitar mis ojos de aquella mujer. Era demasiado linda para mi gusto. Alta, estilizada, de largos cabellos rubios y para rematar el prototipo de Barbie, de ojos celestes.
-¡Es Jimena!, pensé que se conocían -Mariano estaba muy jocoso, situación que me irritó aún más.
-No, no nos conocíamos -implanté en mi rostro una muy falsa sonrisa y la saludé.
Luego los tres nos sentamos en los sillones.
-¡Por fin te conozco! Siempre escucho hablar de vos y me moría de intriga por verte -dijo sonriendo. Sus dientes me parecieron espantosamente perfectos ¡no podían ser de otra manera!
-¡A mí me pasaba lo mismo! -le contesté de forma exagerada y corrí mi vista hacia Mariano.
-¿Y vos qué contás? -le pregunté.
-Me fue bárbaro, se trabaja muy bien allá. Ya me dijeron que a fin de año vuelvo a viajar; pero estoy super cansado... ¿y vos que novedades tenés?
-Todo igual, estoy estudiando mucho, y con Gastón seguimos bárbaro.
-Qué bueno -contestó pensativo.
Estaba muy enojada, pero no quería que lo notara. No solamente no me había llamado en todo el día, sino que había aparecido con su novia. ¿Qué le pasaba a este chico?
-Bueno, chicos, les pido disculpas, pero estoy muy cansada. De hecho cuando llegaron ya estaba durmiendo. Me alegro que te haya ido bien, Negro, los acompaño -me incorporé y ellos me imitaron.
-Si, claro, vamos.
Mariano parecía confundido, pero sin decir palabra caminó abrazando a su novia hasta la puerta.
-Uno de estos días te llamo -le dije antes de cerrar la puerta ante sus narices.

Capítulo 4

CAPÍTULO 4

Pensé que Mariano me llamaría desde Estados Unidos, pero no lo hizo. Este hecho me molestó sobre manera, pero nada podía hacer al respecto.
Lola estaba muy deprimida. Su autoestima había descendido notablemente. Decidimos distraerla con Natalia. Los sábados íbamos las tres a bailar. A veces se nos unían otras amigas. Esto no le agradaba a Gastón, era lógico, pero a mí no me importaba, mi obligación era acompañar a una amiga en problemas.
El único efecto que causaron estas salidas fueron las reiteradas discusiones que compartía con Gastón, ya que Lola seguía pensando en Matías, y Natalia no había encontrado ningún hombre que le agradara.

Comenzaba septiembre, era una noche estrellada. Por ello habíamos decidido con mi padre cenar en el jardín. Como era habitual, comíamos sin decir palabra; pero había algo en su expresión que me llamaba la atención, parecía mirarme con reproche. No pude soportar la intriga y le pregunté qué le sucedía.
-Sos vos, Poty, me tenés preocupado.
-¿Preocupado por qué?
Soltó sus cubiertos y buscó mis ojos.
-Sabés que no me meto en tu vida, a vos no te gusta y yo perdí la costumbre de hacerlo; pero creo que tu relación con Gastón no va ni para atrás ni para adelante.
¡¿Qué sabía él de mi relación con Gastón?!... Como si alguna vez me hubiese preguntado algo, pero mi curiosidad me hizo escucharlo.
-¿Te parece, pa?
-¿A vos te parece normal salir todos los fines de semana con tus amigas? Yo creo que eso no es normal, vos lo estás descuidando. Además una chica que sale a bailar todos los fines de semana sin su novio parece una atorranta.
-¡No digas pavadas, papá! ¿Atorranta para quién? Las parejas modernas salen con grupos de amigos por separado. Es lo más normal del mundo. Él también sale con sus amigos, yo no me quejo.
-Si estuvieras enamorada preferirías estar con él y no con tus amigas, y no me digas que no es así porque creo que tengo más experiencia que vos en eso.
No pensaba darle la razón, yo estaba cómoda con Gastón y mientras él aceptara mis reglas, no era mi intención ponerme a revisar nuestra relación.
-Ya te dije que es una mentalidad distinta a la de tu época, además lo importante es la calidad del tiempo que estamos juntos -papá largó una carcajada.
-¡Una calidad bárbara! Si se la pasan todo el tiempo peleando -no podía dejar de reir- Poty, sos tan graciosa, sos tan buena con las palabras, siempre encontrás la respuesta para todo. Yo no necesito que me reconozcas que tengo razón. Pero si te interesa, yo creo saber por qué estás con Gastón.
Antes que comenzara a desarrollar su hipótesis, lo interrumpí:
-¿Si te digo que no me interesa te vas a callar?, además, ¿desde cuándo te interesa tanto mi vida amorosa?
Odié esa sonrisa que tenía instalada en su rostro.
-¡No te pongas nerviosa, Poty! No te voy a poner en penitencia. Yo creo que estás con Gastón para darle celos a Mariano.
-¡Nada más lejos de la realidad! -me apresuré a contestarle- además creo que ya tuve suficiente cuota de consejos paternos para este día y lo que queda del mes. Si no te molesta, me voy a dormir, estoy reventada.
¡¿Qué derecho tenía mi padre a decir esas cosas?! ¿Qué derecho tenía de perturbar de esa manera mis pensamientos? Mariano era mi mejor amigo, ¿por qué tenía que cambiar esa situación? Que algunas veces fantaseara con él, suponía, era lo más lógico del mundo, que lo extrañara y sintiera un gran vacío por su ausencia, también era lógico, tan lógico como la indignación que sentía porque no me había llamado desde Estados Unidos. Era mi mejor amigo, y esos sentimientos que tenía eran perfectamente aceptables. Mi papá estaba equivocado, muy equivocado. Gastón era mi novio y yo estaba feliz de que así fuera.

Capítulo 3

CAPÍTULO 3

A principios de abril comencé la facultad, aunque no estaba muy entusiasmada, la carrera me parecía interesante. De todas maneras, más interesante que la carrera en sí, era ser universitaria. Era una dinámica muy distinta a la secundaria y eso me agradaba.
Ya me había hecho de algunos amigos, pero con quien siempre me encontraba era con una compañera llamada Lucrecia. Aunque éramos muy distintas, congeniábamos y de a poco fue gestándose una linda amistad.
También concurría a un taller de pintura, este tema sí me fascinaba y me hacía sentir más tranquila conmigo misma, ya que por fin había descubierto algo que realmente me interesaba.
En mi casa, todo había vuelto a la normalidad, ya no me invadían los fines de semana para utilizar la pileta, Mariano había regresado a su departamento y mi padre se había instalado en casa, aunque fuera por un par de meses.
Tal vez, el mayor cambio que había surgido en esos meses era la falta de contacto diario con mis amigas. No encontrarme con Lola y Naty con esa asiduidad era algo que extrañaba. Pero para no “perdernos” nos habíamos propuesto reunirnos a cenar todos los viernes, y lo cumplíamos como si fuera un mandamiento.
Ellas también estaban enfrascadas construyendo sus nuevas vidas. Lola, estudiando derecho y Naty con su carrera de chef. Por lo general, los viernes, era ella quien nos deleitaba con el último plato que había aprendido.


Era un oscuro día de invierno, bajaba las escaleras de la facu, discutiendo sobre los mecanismos de defensa con Lucrecia, cuando escuché que alguien gritaba mi nombre. Ví a Lola agitando su mano con mucha ansiedad. Sus facciones estaban tensas y parecía descontrolada. Casi sin saludar a Lucrecia me rogó que nos apuráramos que ya había citado a Naty en casa. Yo estaba sorprendida, no entendía de qué podría tratarse, jamás había visto a Lola en ese estado.
Cuando llegamos a casa, Natalia nos esperaba en la puerta. Entramos corriendo y nos encerramos en mi cuarto. Allí Lola comenzó con su relato:
-Ayer llamé a Matías a la tarde y todavía no había llegado de la facultad. Yo sé que los lunes sale de la facu al mediodía.
-Como Gastón -comenté.
-Claro, -continuó Lola- bueno, ayer llamé a su casa después de almorzar y su mamá me dijo que no había vuelto de la facultad. Matías me llamó como a las seis y me dijo que había tenido un examen y que había llegado tarde.
En ese momento recordé que Gastón había pasado a buscarme por la facultad pasado el mediodía; pero preferí no echarle más leña al fuego.
-Yo le creí, pero a la noche Gastón me llamó para preguntarme una cosa sobre vos -me miró- y yo le pregunté cómo le había ido en el examen. Él se sorprendió y me dijo que no le habían tomado examen. Eso me hace pensar que Matías me está ocultando algo. Yo creo que anda con otra chica -cerró sus labios y nos miró expectante.
-No prejuzgues, a lo mejor te está ocultando una sorpresa -le aconsejó Naty mientras se sentaba a su lado y la abrazaba.
-No creo, yo lo noto raro desde hace un par de semanas, no es algo especial, pero hay detalles que últimamente me molestan -noté que los ojos le brillaban y me llené de rabia. Creía que tenía razón y me hubiese encantando comenzar a gritar e insultar en contra de Matías, pero Lola estaba mal y no necesitaba que yo la hiciese enroscarse más. Sólo le pregunté qué pensaba hacer.
-No quiero mezclar a Gastón, pero quiero que confiese.
Las tres pensamos por unos minutos. Natalia fue la primera en hablar.
-Decile que alguien lo vio y te contó.
-¡Sí! Decile que los vio Soledad, así no quemamos a nadie del grupo -terminé la idea y Lola pareció complacida.
-Ya debe estar en su casa, lo voy a llamar.
Tomó el teléfono. Nosotras le preguntamos si prefería quedarse sola, pero negó con la cabeza y marcó los números. Escuchamos que sin saludarlo le dijo:
-Estuve con Soledad. Ella te vio, pero quiero que me lo cuentes vos.
Luego hizo un largo silencio y volvió a repetir la última frase:
-Si algo me respetás, quiero que me lo cuentes vos.
Supusimos que él le contó una historia que no duró más de quince segundos, y que logró que un llanto cargado de angustia brotara de los ojos de Lola.
-Sos un desgraciado -le dijo de manera entrecortada, y colgó el teléfono.
Nosotras la miramos en silencio. Era la primera vez que veíamos llorar a Lola. No sabíamos qué hacer para consolarla. Lentamente nos acercamos y la abrazamos. Por fin logró tranquilizarse y escapándose de nuestros brazos comenzó a caminar a lo largo de mi habitación.
-Me dijo que salió a tomar algo por Recoleta con una compañera de la facu, pero que no había pasado nada, que Soledad era mal pensada, y que seguramente envidiaba que yo estuviera de novia y ella no.
Con Natalia nos miramos descubriendo que ambas pensábamos lo mismo, pero fuimos cómplices en el silencio.
-Yo sé que me metió los cuernos y que no fue la primera vez. No pienso hablar nunca más con él ¡Lo odio!
-Está bien, Lolita, no te pongas mal, él no se lo merece -le dijo Naty y la besó en la mejilla.
-Natalia tiene razón, si te engañó no se merece ni una sola lágrima tuya. Es una porquería, ya vas a ver que conocés a alguien mucho mejor -preferí no seguir opinando, porque estaba indignada. La infidelidad era un tema que me asqueaba, era muy tajante respecto a eso, y no quería enfurecer aún más a Lola.
-Claro que vas a conocer a alguien mucho mejor, en el verano nos vamos las tres de vacaciones y vas a ver cómo nos vamos a divertir -Natalia se mostraba animosa.
-Ahora no puedo pensar en divertirme. Chicas, me voy a casa. Necesito estar sola, quiero dormir un rato. Hablamos después.
Natalia se ofreció a acompañarla hasta la casa y ambas se marcharon.
Por la tarde Mariano pasó a visitarme. Estaba muy contento, yo, en cambio, seguía enojadísima. Me invitó a tomar el té y pensé que era una buena idea para distraerme. Fuimos a un bar que quedaba frente a la plaza Güemes. Yo bebía un licuado de banana y Mariano disfrutaba de su submarino. Aunque se mostraba jocoso no había logrado sacarme una sonrisa. Dándose por vencido me preguntó que sucedía.
-Hoy Lola y Matías cortaron.
Pareció sorprenderse.
-¿En serio?... ¿Por qué?
-Lola se enteró que Matías le metió los cuernos -le conté indignada.
-¡Ah! -me contestó sin demasiado interés.
-¿Ah? -me molestaba su indiferencia. Para mí la infidelidad era un asunto muy grave para un simple “ah”.
-Sí, Poty, tarde o temprano, ella se iba a enterar -dijo con soltura mientras mojaba la medialuna en la leche.
-¿De qué hablás, Negro? -no comprendía por qué hablaba del tema con tanta naturalidad.
-De la chica con la que sale Matías... ¿no hablamos de eso? -parecía reírse de mi nerviosismo.
-¿Vos me estás diciendo que sabías que Matías la engañaba? -sentí fuego en mi rostro.
-Sí -dijo y bajó su mirada. Comprendió que estaba en problemas.
-¿¡Por qué no me dijiste nada!? -sin querer, elevé mi tono de voz y llamé la atención de la gente que se encontraba en las mesas vecinas.
-¿Creés que estoy loco? Tranquilizate -dijo echando un vistazo a las personas de alrededor-. Tranquilizate, nos están mirando.
-Sos tan poca cosa como Matías. Todos sabían y nadie fue capaz de decirle a Lola. Seguro que se reían de ella -quería golpearlo.
-Nadie se ríe de Lola. Yo la quiero a Lola, me molestaba lo que hacía Matías y se lo dije varias veces a él. Pero él es mi amigo y no podía traicionarlo -Seguramente mi actitud le molestó ya que su contestación fue agresiva-. Vos no sos quien para hablar, seguramente si hubiese sido al revés vos no me hubieses dicho nada. Además no es asunto tuyo, es algo que tienen que resolver entre los dos. Estás mal de la cabeza -bebió un sorbo de su chocolate y me miró con furia.
-Lo que más bronca me da es que seguro que Gastón también lo sabía y no me dijo nada. Los dos hombres que más quiero me mintieron.
Me sentía traicionada. Que Gastón me hubiera mentido, no era tan grave; pero Mariano era distinto. Me era imposible ocultarle un secreto, pero acababa de comprobar que a él no le sucedía lo mismo.
-Mirá Mariano, estoy furiosa, gracias por el licuado, me voy a casa.
-¡Pará! Tengo que decirte algo -dijo mientras me incorporaba, para luego tomar mi mano y tirar de ella para que volviera a sentarme-. Me voy a Estados Unidos el jueves, me mandan a cubrir un par de torneos de básket ¿No es bueno? -Mariano me sonreía, supongo que esperando una respuesta agradable. Seguramente no comprendía que yo aún seguía enfadada.
-Es muy bueno, Mariano, pero yo me voy.
Me levanté y sin saludarlo salí del lugar.

Regresé a mi casa enfurecida. No me percaté, entonces, que Mariano me había invitado para despedirnos. Aquella fue la última vez que lo vi hasta que regresó de su viaje.
En cuanto abrí la puerta, encontré a mi padre conversando con Gastón. ¡Lo único que me faltaba! pensé mientras arrojaba las llaves sobre el mueble del hall. No pude, ni quise, cambiar el gesto desagradable que se había instalado en mi rostro, y me acerqué a ellos.
-Hola, pa -le dije dándole un beso y agregué agitando mi mano- ¿Qué hacés, Gastón?
-Te estaba esperando -me contestó extrañado con mi reacción.
Papá dijo que tenía que marcharse a la inmobiliaria y entonces nos dejó solos. Noté que Gastón me observaba. Intentaba descubrir en mi rostro cuáles eran los sentimientos que experimentaba. Deduzco que no lo logró. Se incorporó y caminó hacia mí. La mesa ratona lo detuvo.
-¿Sabés qué día es hoy? -me seguía mirando extrañado.
-Claro, 29 de julio -le contesté con desdén... y al escuchar mi respuesta recordé que era nuestro aniversario. Cumplíamos seis meses de novios.
-Vine a que festejemos; pero creo que no estás de ánimo... la verdad es que no entiendo qué te pasa -mostró una actitud apacible-. Si querés me voy.
Le pedí disculpas y le ofrecí ir por un rato a mi cuarto.
Subimos las escaleras en silencio. Al entrar a mi habitación encontré un ramo de fresias sobre mi escritorio, y un paquete envuelto para regalo sobre la cama. Giré y clavé mi mirada en la suya. Sus ojos celestes lograron apaciguar mi ánimo y retomé mi postura habitual.
-Perdoname, Gastón, hoy no tuve un buen día -puse mi tono más dulce de voz, y él me sonrió.
-Ya sé que estás medio loca. No te preocupes -me abrazó y me besó en la boca.
Las fresias eran mis flores preferidas, por eso no tardé es inspirar su aroma, luego abrí el regalo. Era una polera de lana, color chocolate.
-¡Gracias! Yo quería una justo así -lo besé con efusividad.
-¿Viste como me preocupo por averiguar lo que querés? -se recostó en la cama y acarició mi espalda.
-La llamaste a Lola, ¿no?
-Sí -noté que no suponía lo que había sucedido, ya que no dio demasiada importancia a la pregunta, en cambio siguió acariciándome.
-Me alegra que se te haya pasado el enojo -besó mi oreja y me empujo para que quedara recostada junto a él.
-Te pido perdón, no quise tratarte mal, y menos olvidarme del aniversario.
-Tendrás que hacer algo para que te perdone -sus ojos brillaban y en sus labios había una sonrisa picara. Se pegó a mi cuerpo y luego de rodearme con sus brazos comenzó a besarme. Sentí algo distinto al resto de las veces en que llegábamos a ese grado de intimidad. Era como un sentimiento de venganza, o revancha. ¿Pero venganza a quién? Hubiera permanecido horas besándome con Gastón, pero el ruido de las llaves en la cerradura nos sorprendió.
De inmediato, Gastón, pegó un salto que lo condujo al escritorio. Se sentó allí y comenzó a garabatear en una hoja.
Escuché a mi padre gritando desde el living nuestros nombres. Inspiré hondo para normalizar mi respiración, y le comuniqué donde estábamos. Entonces nos contó que iba a preparar unas pizzas.
Gastón sonrió despreocupado y volvió a sentarse a mi lado.
-¿De qué hablábamos? -intentó hacerme una broma, pero yo recordé el tema que me había irritado todo el día y se lo comenté.
-¿Cómo descubrió Lola que Matías la engañaba? -su mirada no se despegaba del piso.
-Fue cuando vos le dijiste que no habían tenido ningún examen.
Puso cara de preocupación.
-¿No me habrá mandado al frente? ¿O sí? -por fin levantó la vista.
-No, le inventó una trampa y él cayó.
-Qué bien -ambos callamos unos segundos.
-Hoy me peleé con Mariano porque él lo sabía y no me dijo nada, y cuando te ví, sentí la misma bronca que por Mariano.
Pensó un instante antes de contestarme.
-Debe ser la primera vez que tengo el honor de causarte el mismo sentimiento que Mariano.
Sus palabras brotaron con tal fluidez que me atropellaron. Gastón era astuto. Estaba a punto de arrojar mi discurso incriminatorio y él, con total facilidad, había logrado invertir los roles. Ahora yo debía defenderme.
-No cambies de tema, no podés comparar. Vos sos mi novio, él es mi amigo.
-Sí, pero mi título no me da ningún beneficio.
Estaba en lo cierto, pero no podía reconocerlo.
-¿No? Ya te dije que con él me peleé en cambio con vos estuve transando mucho tiempo. No pienso discutir esto, ¿por qué no me dijiste lo de Matías?
Supongo que la escena de celos lo había ayudado a ganar tiempo y buscar una historia que me convenciera. Con serenidad contestó mi pregunta.
-Matías es mi mejor amigo, y Lola la tuya. Si te lo contaba ibas a ir corriendo a contárselo a ella. Hubiera sido infiel a un amigo.
-Pero me mentiste a mí.
-No, simplemente te oculté la verdad. Además yo le decía a Matías que no lo hiciera, y no lo cubrí con lo del examen. Ahí yo la ayudé a Lola.
-Está bien, supongo que si Mariano me pidiera que le guardara un secreto, lo haría aunque me torturaran. Te entiendo.
Mi última frase fue mi desquite, sabía a la perfección que le molestaría. Especialmente el día de nuestro aniversario.
-¿Vamos a comer? -preguntó con seriedad y sin esperar mi respuesta se dirigió al comedor.

Capítulo 2

CAPÍTULO 2

Pensé que ponerme de novia me llenaría de ansiedades y me daría algo en que pensar y distraerme, pero eso no había sucedido.
Con Gastón estaba bien, me gustaba; pero no me apasionaba. Pensé que tal vez era así porque no me había costado conquistarlo, no había sufrido, no había llorado, no lo había deseado. Todo había surgido naturalmente sin mayores exabruptos. Tal vez el tiempo haría que me entusiasmara.
Pero no me servía para dejar de pensar en aquellas palabras: “mi primera vez... algo que me interesara”.
Gastón estudiaba geología y parecía entusiasmado. Cuando se juntaban con Matías, con quien estudiaba, se pasaban largos ratos charlando sobre eras, rocas y otras tantas cosas que me parecían sumamente aburridas pero que para ellos parecían ser en extremo divertidas e interesantes. Entonces, como él era mi novio me pareció buena idea hablar sobre mis inquietudes.
Por lo general, casi todos lo días mis amigos se reunían en casa para disfrutar de la pileta, y ya por la tarde cuando el sol se ocultaba, no había más motivos para quedarse y esos eran los momentos donde aprovechábamos para estar solos... salvo que Mariano se instalara cerca nuestro, cosa que rara vez sucedía.
Aunque Gastón esperaba esos momentos para lograr algo de mayor intimidad conmigo, aquella tarde preferí que charláramos. A pesar de que no se mostró muy convencido, accedió.
-¿Qué es lo que te anda preocupando, Poty? -dijo sin siquiera mirarme, mientras se arrojaba en el sillón del living y encendía la tele.
-Estoy preocupada por mi futuro. No se si elegí bien la carrera -corrí sus piernas y me senté a su lado.
-Psicopedagogía es algo bastante normal, no creo que te cueste lo que tengas que estudiar, además es humanística y vos sos bastante sociable -se lo notaba bastante interesado en el partido de fútbol que miraba como para hacer apreciaciones muy profundas. De todas maneras continué:
-Lo que pasa es que veo que a vos te encanta lo que estudias y hasta te parece fascinante una roca... -me interrumpió.
-¡Es que es fascinante!
-Sí, para vos. A eso voy, vos estás haciendo algo que realmente te gusta, yo en cambio no estoy muy emocionada por empezar la facultad.
-¡Poty, tenés 17 años! Tenés toda una vida para elegir lo que te gusta, si cuando empezás la facu ves que te aburrís, cambiás y listo. Realmente no entiendo por qué estás tan preocupada. Tendríamos que estar transando y cagándonos de risa en vez de filosofar. Seguro que eso te ayuda a no preocuparte más por tu futuro. ¿Vamos a tu cuarto?
En esos momentos no tenía ganas de ir a mi cuarto, en realidad no tenía ganas de estar con él y menos aún soportar sus besos, no los merecía.
-¿Sabés qué? Hoy no estoy de humor. Si querés quedate mirando el partido, yo me voy al jardín.
Sólo gritó “¡Gol!”, así que luego de servirme un vaso de jugo fui al jardín, para recostarme bajo mi sauce preferido.
Ya había oscurecido cuando Mariano apareció en el jardín.
-Gastón te mandó un beso. ¿Qué pasó? Me dijo que estabas enojada y que prefería no salir para que no lo putearas. ¿Te hizo algo? -se sentó a mi lado.
-A parte de preferir un partido a charlar conmigo, no... -Mariano no pudo ocultar su risa.
-Para vos será divertido -agregué- pero para mí es bastante frustrante que mi novio prefiera transar conmigo o ver un partido a escuchar mis problemas.
-No lo culpo, vos andás correteando en bikini todo el día, el chico no es de hierro -noté que quería levantarme el ánimo, pero no lo estaba consiguiendo-. Contame qué te pasa, yo no voy a intentar transarte y el partido ya terminó -me guiñó el ojo y me quitó una sonrisa.
-En realidad si estoy preocupada, es por tu culpa... ¿Te acordás el día que debutaste en la tele? -asintió con la cabeza- ¿cuando te enojaste y me dijiste sobre la primera vez que algo me interesara?
-Si, pero te pedí disculpas. Tenías razón.
-Vos también, porque no hay nada que realmente me interese y eso es lo que me molesta. Golpeando sus piernas me invitó a recostar mi cabeza en ellas y yo obedecí.
-¿Y psicopedagogía? En un mes empiezan las clases. Habías decidido que era lo que más te gustaba -mientras me hablaba rascaba mi cabeza, él sabía que eso me tranquilizaba.
-No encontré nada más interesante para estudiar, y la psicopedagoga que nos dio la charla de orientación me pareció divina, por eso lo elegí; pero no sé si es lo que me gusta.
-Mirale el lado bueno, hasta que no sepas de qué se trata no vas a saber si te gusta o no y si te llega a gustar vas a tener la oportunidad, con tu carrera, de ayudar a elegir a otros chicos que se sientan desorientados.
Me encantaron sus palabras.
-¡¡Ves que con vos se puede hablar!!! Gastón sólo puede hablar de rocas.
Mariano se echó a reír con ganas.
-Gastón es mi amigo, pero hay que reconocer que es medio boludo. ¿Sabes de qué me acordé? Cuando eras chiquita te encantaba pintar, ¿te acordás? Yo lo tengo muy presente porque siempre me obligabas a posar.
-¡Cierto! Es más, debo tener esos dibujos guardados en alguna parte. Es verdad que me gustaba pintar. En realidad no se por qué dejé de hacerlo. ¡Gracias Negro! -pegué un salto para poder abrazarlo y besarlo.
-Te lo debía, ya que fui yo quien te hizo pensar que nada te interesaba, pero te juro que esa no fue mi intención -me respondió el beso y se levantó–. Bueno, me tengo que ir, hoy seguro que vuelvo de madrugada.
En las últimas semanas Mariano solía desaparecer con más frecuencia de la habitual, y eso le comenté.
-Es que estoy saliendo con una chica del canal. Pero me pareció medio extraño decirle que vivía aquí, no es algo que se explica fácilmente. Así que ella cree que estoy en mi depto, por eso llego tarde. Por suerte por ahora nunca me dijo que se quería quedar a dormir conmigo, sino se me hubiera complicado -me explicó.
¡Por eso desaparecía tanto! Pensé.
-Negro, sabés que la podés traer cuando quieras -reconozco que lo dije por compromiso, por lo general no me agradaban sus novias... demasiado perfectitas para mi gusto.
-Gracias, pero traerla lo haría formal y todavía no quiero que sea formal -puso cara de pícaro y agregó- además, no quiero estar siempre entre Gastón y vos.
Sin esperar respuesta, besó mi frente y salió con apuro.

Aproveché que estaría sola en casa y decidí ir hasta el playroom a buscar aquellos dibujos que habían vuelto a mi memoria. Sabía que en alguna caja los encontraría. Luego de llenarme de polvo y telarañas logré encontrarlos en el fondo de un baúl. Arrastré el cofre hasta unos almohadones que por allí había y comencé a revisarlos. En aquellos papeles se notaba el paso de los años, ya estaban amarillos y resquebrajados. Comencé a mirar uno por uno.
-¡Manchita! -grité al encontrar un bosquejo anaranjado de algo que quería ser un perro.
Ya había olvidado a mi mascota, recordé cuánto la quería y lo loco que volvía a aquel animal.
Seguí revisando y comenzaron a aparecer una serie de retratos con crayón o carbonilla negros. Dos ojos saltones y un flequillo oscuro, no podía ser otro que Mariano y su particular mirada. Esa mirada profunda y tan expresiva que hacía parecer que Mariano siempre sonreía. Esa mirada que no se había perdido con los años.
Luego encontré un sinnúmero de paisajes con soles que sonreían, árboles colmados de manzanas y casas alpinas. Y bien en el fondo... estaba aquel rostro. Saqué de la caja aquel dibujo con sumo cuidado, parecía que esos ojos me miraban. Sin duda, era el retrato mejor logrado, pintado con acrílicos. Tuve que quitarlo de mi vista para que no se arruinara con mis lágrimas. Era mamá. Sus ojos castaños me transmitían paz y sus labios una sutil sonrisa. Recordé el día que le pedí pintarla. Yo jugaba en el patio con Manchita cuando ella entró con una paquete envuelto para regalo.
-¡Po! Mirá lo que te traje -dijo entusiasmada y me entregó el regalo. Al abrirlo encontré un nuevo juego de acrílicos y un pincel muy lindo. No era como los que solía usar. Era uno “en serio”, me explicó. Y allí nomás decidí estrenarlo. Aunque sabía que ella estaba cansada, después de un largo día de trabajo, la convencí para que se quedara quieta bajo mi sauce preferido y estuve largo rato retratándola.
-¡Cómo nos divertíamos! -pensé. Mamá era una mujer alegre, graciosa, que no tenía miedo al ridículo. Recordé cuánto disfrutaba de su compañía. Recordé, entre sollozos, nuestras siestas compartidas, nuestros paseos por la avenida Santa Fe, los cuentos que me inventaba a la hora de dormir... ¡Eran tantos recuerdos, tantas imágenes! Me sentía abrumada, mi pecho se había comprimido y mi garganta estaba seca. Eran sensaciones que habían sido escondidas por años y que de pronto afloraban sin contención. Me era difícil soportar tanto dolor, tanta emoción.
Lloré tanto que mis ojos estaban nublados y mi rostro parecía explotar. Necesitaba que me abrazaran, que me dijeran que iba a cesar aquel momento. Necesitaba a papá. Allí, tirada en el playroom reconocí cuánto los extrañaba, reviví la tristeza y la soledad que se habían aplacado con el tiempo. Yo no quería que esos momentos tan oscuros de mi vida regresaran, había sido un gran esfuerzo superarlos y no podía darme el lujo de volverlos a vivir.
Bajé corriendo las escaleras, prendí todas las luces del living y luego de colocar en la video una película que me encantaba, me tiré en el sillón a mirarla. Debí quedarme dormida.
-¡Poty! -escuché mientras me zamarreaba- son las cuatro de la mañana...
Refregué mis ojos y pude ver a Mariano.
-Vamos, te acompaño a la cama -me tomó del brazo para ayudar a incorporarme.
No quería irme a la cama, no quería encontrarme sola con mis pensamientos.
-No, me voy a quedar viendo una película –le dije y volví a sentarme.
Me miró sorprendido.
-¿Estás segura? ¿Pasó algo mientras no estuve?
Sin mirarlo le pedí que me alcanzara la manta que cubría el otro sofá y luego se marchó.
Comencé a hacer zapping por los canales de música pero no pasaron cinco minutos cuando Mariano nuevamente se encontraba frente a mí.
-Fui a apagar la luz del playroom y encontré los dibujos ¿Te pusiste mal? -tomó mi mentón para que lo mirara y se sentó a mi lado.
-Me vinieron muchos recuerdos y me puse triste... -en verdad no tenía muchas ganas de hablar, porque sólo removería la tristeza que sentía, y para nada serviría. Mariano pasó su brazo tras mi hombro ofreciéndome su pecho, donde recosté con gusto mi cabeza.
-¿Extrañás a tu vieja? -preguntó.
-Casi nunca pienso en ella, pero hoy me volvieron un montón de recuerdos. La verdad es que la extraño mucho... y a papá también.... ¿Vos te das cuenta de lo sola que estoy? -algunas lágrimas rodaron por mi rostro.
-No estás tan sola, me tenés a mí -secó mis lágrimas.
-Si, pero no tengo a mis viejos... -me aferré a su cintura y escondí mi rostro para que no viera la intensidad de mi llanto.
-Poty... vos sabés que tu papá te quiere mucho, pero tiene mucho laburo y a él le cuesta la falta de tu mamá.
-Por eso me deja a mí sola en esta casa con la falta de mamá y la suya. Estoy por cumplir 18 y no es nada fácil vivir sola. Vos elegiste irte a vivir solo, pero que te dejen sola en tu casa casi todo el año desde los 15 años no es nada fácil.
Mariano sabía que tenía razón, por eso sólo me escuchó y acarició mi cabeza. Al rato tomándome nuevamente del mentón me obligó a mirarlo.
-Yo sé que es una mierda lo que te toca vivir, pero lo hacés bastante bien. Lo que quiero que sepas es que te quiero muchísimo y me da mucha bronca verte mal y te juro que siempre voy a estar a tu lado. Voy a hacer lo posible para que no estés sola. Dale, no llores más, que sos mucho mas linda cuando te reís -me guiñó un ojo y sonrió, yo intenté devolverle una sonrisa.
-¿A veces me pregunto que sería de mí sin vos? -besé su mejilla y volví a recostarme en su pecho.
Desperté con un fuerte dolor de espalda. Todavía estaba en el sillón, cubierta por la manta y por el brazo de Mariano. El aún dormía. Era extraño que así lo hiciera ya que su posición no era para nada cómoda. Me quedé observándolo. Había algo peculiar en su rostro. Siempre se mostraba apacible y aunque no lo estuviera, sonriente. Mirar su cara daba paz, en cambio su cuerpo no era tan apacible, era imponente y muy seductor. Cuando me rodeaba con sus brazos o me hundía en su pecho me sentía protegida.
Pero aquel día, mientras lo observaba, un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo. No tuve tiempo de averiguar de que se trataba, ya que de pronto, los ojos de Mariano me sorprendieron.
-¡Nos quedamos dormidos! -se desperezó y yo de un salto me incorporé- Ya es de día... ¿hoy es domingo o lunes?
Supuse que era domingo y así se lo dije.
-Entonces me voy a la cama. Te recomiendo que hagas lo mismo.
Aún algo torpe, subió las escaleras y se encerró en su cuarto, yo lo imité. No pude dormir demasiado, no porque no quisiera, sino porque pasado el mediodía comenzó a sonar el timbre de la entrada con gran insistencia. Al comprobar que nadie contestaba -Mariano estaba más dormido que yo- decidí ir a ver quién era.
Al abrir la puerta encontré las sonrisas de Lola, Naty y Soledad.
-¿Qué te pasó? Parece que te atropelló un camión -dijo Soledad mientras me miraba con cara de espanto.
-Estaba plácidamente dormida. Anoche me acosté muy tarde -apenas contesté y caminé hacia la cocina para prepararme un café.
-¿Hubo acción con Gastón? -preguntó entre risas Lola.
-No me hables de Gastón, ayer lo tendría que haber matado. No es que las quiera joder, pero ¿se puede saber qué están haciendo en mi casa? -caminé hasta el jardín y me tiré en una reposera, ellas me imitaron.
-Necesito un consejo de mis amigas y me pareció buena idea reunirnos acá, así de paso tomamos sol, no hay drama, ¿no? -contestó Lola con fingida cara de preocupación.
Por supuesto que no había drama, me encantaba cuando Lola tenía algún tema de preocupación. Por lo general era muy divertido.
-Yo me pregunto, ¿no podemos nadar un rato y después discutir ese problema tan importante y ultra secreto que tenés? -Natalia no concebía la idea de estar sentadas junto a la pileta un día soleado y no poder utilizarla.
-La idea es que resolvamos esto pronto para después nadar y relajarnos, sino, ni vos ni Soledad ni Poty van a poner interés en ayudarme -le explicó.
-Bueno, basta de preámbulos ¿o es que acaso no estás preparada para contar lo que te pasa? -Soledad parecía harta, antes de comenzar.
-Bueno... -Lola nos miró y con inseguridad continuó- el tema es que Matías quiere que hagamos el amor pero yo no sé si estoy preparada. Es decir, en el momento me caliento, pero cuando pienso en la situación me da cosa, cuando se está por dar la situación, me bloqueo -me tenté al ver que su cara se había vuelto bordó.
-¿Y vos qué querés hacer? -Naty se mostraba interesada.
-No sé, toda la vida escuché en mi casa que antes del matrimonio era pecado, que no lo hiciera con cualquiera, que cuidara mi cuerpo, etc., etc., etc. Y en el fondo creo que eso me influye, sé que no quiero llegar virgen al matrimonio, pero ¿qué sé yo si Matías va a ser el amor de mi vida?
-Yo creo que tenés que dejar todos los prejuicios de lado, vos tenés que hacer lo que sientas, si para vos está bien, nadie tiene por qué juzgarte -Soledad opinó pero yo no estaba de acuerdo; por lo general nunca estaba de acuerdo con ella y me gustaba hacérselo notar.
-¿Qué, entonces si para mí está bien robar nadie puede decirme nada? No creo que sea así, las cosas están bien o están mal. Algo tiene que definir qué está bien y qué mal. Para mí, acostarte con cualquiera por simple calentura está mal. Uno tiene que estar convencido de lo que va a hacer. Entregar el cuerpo es algo muy importante para andar dándoselo a cualquiera -declaré orgullosa mis pensamientos.
Lola seguía pensativa, pero Soledad y Naty no tardaron en contestarme.
-No seas tan cerrada, creo que hay ciertos temas que solamente uno puede saber si están bien o mal.
-Sí, yo estoy de acuerdo con Naty, en los sentimientos es muy difícil opinar, está mal reprimirse por “el qué dirán”, sólo cada uno en su interior sabe si es correcto o incorrecto -yo seguía disintiendo con Soledad.
-¡No! En los sentimientos no todo vale. Engañar al novio no está bien, acostarte con cualquiera no está bien, usar a alguien para dar celos tampoco es correcto, qué sé yo, hay mil cosas que no me parecen correctas -algún día recordaría estas palabras.
-Creo que ser tan estricta no te va a hacer bien -Soledad me enseñó un gesto de desaprobación.
-Me encantan todos sus razonamientos filosóficos sobre la vida, ¿pero yo qué hago? -Lola ya se estaba impacientando.
-Lola, si todavía no te sentís preparada y no estás totalmente segura, esperá. Hacer el amor es algo muy importante y muy lindo para que después lo vivas con arrepentimiento y culpa.
Las cuatro giramos, sobresaltadas, nuestras cabezas hacia la cocina. El color en el rostro de Lola ya era imposible de describir. Mariano se acercó hacia nosotras.
-Disculpen, sé que era un tema de mujeres, pero no pude dejar de escuchar, y a lo mejor, la opinión de un hombre les sirve.
Ninguna contestó. Yo me incorporé y le hice un gesto para que me acompañara a la cocina. Estaba absolutamente irritada, sentía unas enormes ganas de insultarlo, pero no quería que mis amigas presenciaran una pelea.
-¡Mariano, estás totalmente loco! ¿Cómo se te ocurre meterte en una conversación tan privada? Te agradezco que me cuides, que te preocupes por mí, pero me parece que te fuiste al carajo. No te podés meter en todo, no me gusta que te metas en mis conversaciones y en la de mis amigas. ¿Por qué no te vas con tu novia? -le dije casi gritando.
Pareció enojarse con mi reto.
-¿En serio querés que me vaya? Si querés me voy, pero después, cuando estés depre como ayer, no me vengas a buscar. Porque cuando te convengo no me querés sacar del medio -sus palabras, con tono hiriente, me irritaron aún más, pero no se calló-. O a lo mejor querés que te deje sola para que vos también puedas tener relaciones con Gastón, “tu gran novio” -agregó en tono de burla.
-¿Ves que no parás de decir idioteces? -giré para regresar al jardín, pero su voz me detuvo.
-Mejor me voy, pero quiero que sepas que lo que vos opinás me parece de lo más retrógrado, es increíble que una chica de 17 años piense como vos.
No escuché más y volví con mis amigas.
Tardé unos minutos en entender la conversación, para cuando quise participar comprendí que tenían todo resuelto. Entonces era Lola la que hablaba.
-En definitiva Mariano tenía razón, me parece que todavía no estoy decidida, Matías va a tener que aguantar un tiempito más -esbozó una gran sonrisa-. Ya me siento mucho mejor.
-Bueno, entonces festejemos -dijo Naty mientras se tiraba de cabeza en la pileta.
Lola y Soledad la imitaron.
Yo aún estaba conmocionada por mi discusión con Mariano. Me molestaba mucho que se enterara de mis secretos, de los pensamientos que no quería compartir con él. Ya participaba bastante en mi vida, como para saber mi opinión sobre el sexo. En definitiva, por suerte yo no había comentado qué hacía con Gastón. Concluí y acompañé a mis amigas en la pileta.


Mariano acató mi sugerencia, ya que no aparecía por casa durante el día, pero sí volvía para dormir. Supuse que para no faltar a su promesa a mi padre.
Evidentemente ambos habíamos exagerado nuestra reacción, pero ninguno fue capaz de dar el primer paso para hacer las paces.

Ya había comenzado marzo, y con él la cuenta regresiva hacia mi vida adulta.
En poco tiempo comenzaría la facultad y lo que era aún más importante, faltaban apenas unos días para cumplir 18 años. Era un tema de suma importancia. Eran 18 años. “Hay un antes y un después de ese cumpleaños”, pensaba.
Por la semana me encontraba casi todo el día sola, ya que Gastón y Matías estaban preparando un viaje de estudios al sur y eso consumía casi todo su tiempo.
Lola había regresado a su trabajo de vendedora en la boutique de su madre y Natalia había comenzado con sus cursos de chef.
Soledad era quien tenía tanto tiempo libre como yo, pero como un encuentro de ambas sin compañía extra era algo difícil de imaginar, prefería la soledad de mi hogar a estar con Soledad.
Como el tiempo me sobraba, lo repartí en dos actividades importantes: planear mi cumpleaños y ver si todavía me acordaba cómo era eso de pintar.
Todas las mañanas me sentaba bajo mi sauce, con algunas hojas y una caja de pasteles y garabateaba a mi antojo. Resultó ser algo divertido, que a la vez me causaba cierta sensación de paz.
Mi cumple era un tema más conflictivo. No sabía a quién invitar. Quería hacer una fiesta numerosa, pero para ello debía invitar a mis ex compañeros de colegio, y sabía que eran muy descontrolados y que seguramente tendría que soportar alguna broma de mal gusto. Pero, por otro lado, si no los invitaba, estaríamos solamente Lola, Naty, Soledad y alguna que otra persona, ya que ni siquiera Gastón estaría para ese día, pues se encontraría en su viaje de estudios.
Por lo tanto, luego de pedirle permiso a mi padre para invertir dinero en la fiesta, decidí que vendrían los chicos del colegio.

¡Por fin llegó el día de mi cumpleaños! Aunque había esperado que llegara con ansias, al despertarme comprendí que hasta la noche no tendría con quien compartirlo, entonces me quedé remoloneando en la cama. Cerca de las 10 de la mañana sonó el teléfono.
Era mi padre que, luego de cantarme el feliz cumpleaños y de repetirme cuánto me quería, me pedía disculpas por no poder estar en persona. Yo ya sabía que así era, por eso no me enojé, en cambio disfruté de su llamado y de todas las cosas lindas que me dijo en esos cinco minutos.
Ya me había despabilado, entonces decidí bajar a desayunar. Al entrar a la cocina, encontré una grata sorpresa.
-¡Negro! ¡Qué suerte que te quedaste! -lo abracé y besé su mejilla.
-Es tu cumpleaños, no podía pasarlo lejos tuyo... ¿puedo quedarme en tu casa? -me sonrió pero comprendí que estaba reprochando mi actitud ante aquella discusión.
-Perdoname, nunca te tendría que haber dicho que te fueras... Y gracias por venir a dormir, aunque estuvieras enojado. ¡Qué suerte que nos reconciliamos!, no me gusta estar peleada con vos -volví a besar su mejilla.
-Reconozco que me costó muchísimo no verte en estos días, pero hoy tenía que estar con vos. Estás muy linda, cumplir años te hace muy bien -me abrazó y rascó mi cabeza-. Sentate que ya preparé el desayuno -acercó dos tazas de café y una torta que tenía escondida bajo un repasador.
Mientras saboreaba el bizcochuelo, comprendí que Mariano me hacía feliz. Siempre sabía exactamente qué hacer para que me sintiera bien. Y es muy agradable saber que hay alguien, por ahí, dando vueltas, que va a procurar verte feliz.
-Estuve pintando -le comenté luego de acabar mi segunda taza de café.
-Ya sé, vi tus dibujos en el comedor. Están muy lindos. Me alegro por vos -nos interrumpió el timbre.
Ambos corrimos hasta la puerta y recibimos un ramo inmenso de rosas.
-¿Serán de Gastón? -preguntó el Negro por sobre mi hombro intentando husmear la tarjeta.
-En todo caso sería un ramo de rocas o fósiles. No, son de papá, dice que es para que recuerde que él está acá conmigo -inspiré su aroma y las abracé.
-¿Lo extrañás? -buscó mi mirada.
-No... me hubiera gustado que esté, cumplo 18. Pero ya estoy acostumbrada. Éste fue un buen gesto.
Era lo que en verdad pensaba, pero decidí dar por terminado el tema. Volví hasta la cocina a buscar un florero y, de paso, comer otra porción de torta.
Nos pasamos todo el día preparando la casa para la fiesta y por la tarde se nos unieron Lola y Naty.
Cerca de las 10 de la noche la mayoría de los invitados estaban en casa. Aunque no solía compartir muchos momentos con mis ex compañeros, el estar con ellos me divertía. Era un grupo desenfrenado, lleno de energía, y los adolescentes en masa suelen contagiarse esa energía desbordante repleta de ganas de divertirse.
Todos bailábamos y cantábamos en el patio. Se había formado un buen clima. Mariano vivía la fiesta desde un costado, a él no le agradaban algunos de mis compañeros. Los consideraba infantiles y “zafados”, por eso, decidió dedicarse a servir las mesas y ver que todo estuviera en orden.
Pasada la medianoche, Agustín, que solía ser el cabecilla del grupo, pidió silencio y se ubicó en el centro del jardín.
-Bueno, chicos, Poty ya tiene 18, ¡es hora de su iniciación a la vida adulta! -gritó alentando a la turba.
Yo tomé mi cabeza con ambas manos. Sabía que de esa situación no podría zafar. A todos los que habían cumplido 18 se les había hecho cumplir con alguna prenda bastante comprometedora. Amigas mías, habían terminado en ropa interior en el baúl de un auto, o encerradas en las mismas condiciones en algún placard con un chico pasado de alcohol, y con los chicos era aún peor. En el mejor de los casos podría terminar cubierta de huevos y harina.
Mientras algunos me atrapaban para llevarme al centro del jardín, otros estaban reunidos deliberando cuál sería mi castigo por tener 18.
-¡Ya está decidido! -aclamó Agustín mientras se colocaba a mi lado -queremos que te luzcas con un striptease; pero tiene que ser bien sexy, porque sino vamos a tener que sacarte la ropita que te quede... y no dudes que vamos a hacerlo -estaba exaltadísimo, tanto como el resto del grupo.
-¡Ni en pedo me desvisto!... Así que más les vale que piensen otra cosa -contesté decidida. A modo de respuesta me llovieron algunos vasos de plástico.
-Lo digo en serio, si me quieren ver con poca ropa, vengan cualquier día cuando esté en la pileta.
Agustín comenzó a reírse.
-Ya sabíamos que te ibas a negar, así que tenemos un plan B. La única manera de que zafes de quedar desnuda es que te des un chupón, un chupón, no un piquito, acá en el medio, con alguno de nosotros... ¡Y que el beso dure por lo menos un minuto!
-¡¡No!! -grité- No sean jodidos... ¡Si se entera mi novio me mata!
-Bueno, entonces... ¡Al ataque! -gritó e hizo un gesto de avance. Algunos chicos me rodearon para intentar quitarme la remera; entonces decidí que el beso era mejor.
-Ok, acepto lo del beso... ¿Con quién me lo tengo que dar? -le dije totalmente entregada a Agustín. Alcanzó una bolsa llena de papelitos y me pidió que sacara uno. Sin leerlo, se lo entregué.
-Ahora sabremos quien es el afortunado -dijo riendo y luego de leer su contenido, declaró: -¡Mariano!
Mariano estaba apoyado contra el sauce y al escuchar su nombre, con mala cara, comenzó a caminar hacia mí.
-Perdoname Negro... pero la verdad prefiero darte un beso a vos y no a esta manga de calentones -le dije al oído.
-Está todo bien... dale, terminemos con esto de una vez -contestó y me tomó del brazo.
Caminamos hasta el lugar que nos indicó Agustín, y allí anunció que podíamos comenzar.
Era injusto que nos forzaran a esto. Yo estaba de novia, y me parecía horrible haber involucrado a Mariano. No eran cosas con las que se podía jugar. No eran cosas con las que se podía jugar con él.
Inspiré hondo, atraje su cabeza hacia mí, ya que sino me era imposible alcanzarlo. Intenté acercar mis labios a los suyos, pero él instintivamente se alejó. Todos rieron, pero mi mirada los obligó a callar. Volví a atraerlo y, cerrando mis ojos, lo besé. Sentí que sus labios vibraban. Tímidamente su boca se abrió y se mezcló con la mía. Sentí como si nunca antes hubiera besado. A lo lejos podía escuchar la cuenta regresiva, pero nuestros labios no lograban desprenderse, una fuerza desconocida los mantenía unidos. Sentí la necesidad de abrazarlo al tiempo que percibí sus manos en mi espalda. Abrí los ojos y pude verlo por primera vez. Descubrí su tez blanca, que hacía resaltar su cabello negro y sus enormes ojos, aún más negros y expresivos ¡Era muy atractivo! Su cuerpo me envolvía, podía ocultarme en él. Su paladar me pareció exquisito, tan exquisito como su lengua.
Un vaso de plástico que golpeó mi cabeza me hizo reaccionar. Necesité impulsarme con ambas manos para lograr separarme. Tardé unos segundos en reubicarme y poder mirar a mis amigos.
-¿Están contentos? -dije enojada, pero se ve que no lo estaban, ya que entre varios me alzaron y lanzaron a la pileta.
Lola me acompañó a cambiar mi ropa. Estaba desorbitada.
-¿Qué paso ahí afuera?... ¡No se podían separar! ¡Por favor explicame algo!
Me daba mucha vergüenza pensar que todos se habían dado cuenta.
-Lola, ¿no se notó que estábamos disimulando? Arreglamos todo cuando secreteamos. No fue un beso de verdad.
-Ni vos crees eso, si no fuera por el vaso que les tiraron todavía estaban ahí baboseándose.
-¡No! Yo estoy de novia, sería incapaz de hacer algo así, engañamos a todos... ¿entendiste? -la miré con seriedad y me introduje en el baño para secarme.
Luego de devorar la torta, lentamente se fueron retirando los invitados, hasta encontrarme sola recogiendo los platos y vasos de plástico desparramados por todo el jardín.
Una sombra reflejada en el piso me atemorizó. Pegué un salto, pero al sentir su carcajada me tranquilice.
-¿Te ayudo? -me preguntó en forma seria mientras recogía los platos que habían volado de mis manos con el sobresalto.
-Pensé que te habías ido, Negrito -no podía mirarlo a los ojos.
-¿A dónde?, si yo vivo acá, ¿o no? -él parecía actuar con mayor naturalidad.
Me ayudó a ordenar aquel desastre y luego nos sentamos a descansar en el sillón del living. Allí descubrí que ambos mirábamos muy interesados el piso. No lograba desenvolverme como me desenvolvía por lo general a su lado, algo había cambiado en mi interior cuando lo miraba. Tal vez, había descubierto que Mariano, además de ser mi amigo, era un hombre.
-Perdoná el momento que te hice pasar -me atreví a comenzar la conversación.
-No fue tu culpa -dijo sin levantar la vista y enmudeció. Yo necesitaba hablar, me parecía importante, pero él parecía estar sumergido en el parquet.
-Negro... -toqué su mano para llamar su atención, y crispó su cuerpo- me parece que tenemos que decir algo. No quiero que nos quedemos con cosas adentro.
-Yo estoy bien, Poty, lo que realmente me molestó es que tus amigos se fueron de mambo, si no hubiéramos transado, te desnudaban. Te juro que estuve a punto de pegarles. Además, cuando estaba levantando la basura del patio encontré la bolsa con los papelitos. Todos decían Mariano. Los boludos nos querían joder. Nunca se bancaron que fuéramos tan amigos.
-Y, puede ser, siempre me gastaron con vos. Pero yo ya sabía que se iban a mandar alguna, ellos son así. No todo el mundo puede ser tan sensible y bueno como vos.
Mariano se rió.
-Gracias... -se arrimó a mí para abrazarme-. No te preocupes, lo que pasó hoy no fue nada. Es obvio que nos queremos mucho y con el beso nos lo demostramos, eso es todo.
Lo miré con mi ceño fruncido, no me convencía su explicación.
-Dudo que Gastón quede conforme con tu razonamiento.
-Poty, ¡no se te ocurra contarle a Gastón! Obviamente no lo va a entender. Lógicamente en una sociedad como esta no es aceptada esa demostración de afecto, menos tu novio. Pero si lo pensás fríamente, ese beso tuvo el mismo significado de uno que me das en el cachete o que un abrazo. Simplemente nos demostramos que nos queríamos, ¿no? -me miró expectante. Creo que intentaba convencerse a sí mismo, más que a mí.
-Sí... -no estaba muy convencida- en realidad podríamos haber sido un poco menos efusivos, pero en fin, para qué seguir cuestionándolo... ¿Qué te parece si de ahora en más cuando nos saludamos nos rompemos la boca de un beso? -lo miré con picardía y eché una carcajada, él me imitó.
-Bueno, Po, me muero de sueño. ¿Vamos a dormir? -intentó levantarse, pero yo me colgué de su brazo.
-¡¡Nooo!! No tengo sueño, acompañame un rato más -le supliqué.
-Bueno, pero solamente un ratito. Realmente tengo mucho sueño. Me quedo sólo porque es tu cumpleaños -atrajo la mesa ratona para poder estirar sus piernas sobre ella y se tapó con la manta que cubría el sillón. Yo lo imité.
Prendí la tele y luego de buscar en varios canales, encontré una película cómica para que nos acompañara de fondo.
Mariano parecía pensativo.
-Si Gastón se entera del beso y se hace la cabeza con que estamos todas las noches juntos y solos, me mata. La verdad que es bastante comprensivo, no te creas que todo el mundo ve como algo muy natural que yo me quede acá con vos.
Seguramente el beso también lo había hecho pensar, porque hasta ese día, que Mariano durmiera en casa gran parte del año, era algo natural. De hecho, era mi padre quien se lo había sugerido.
-Negro, para mí es lo más natural del mundo. Gastón sabe que somos como hermanos, él lo ve así, como casi todo el mundo.
-Hoy comprobé que no todos nos ven como hermanos, y yo te veo como mi mejor amiga, pero ni vos ni yo pensamos en el otro como hermanos... ¿o me equivoco?
En realidad no se equivocaba, yo no lo veía como un hermano. Lo veía como Mariano, mi gran amigo, mi protector, mi compañero, mi confidente. Por lo menos hasta aquella noche.
-Yo te veo como Mariano, con todo lo que eso implica par mí; y te aseguro que no me importa demasiado lo que piensen los demás. Ya me acostumbré a que me carguen con vos, a que algún chico con el que salga me haga una escena de celos; ¿pero sabés que? -hice una pequeña pausa, para girar mi cabeza y buscar su mirada- en realidad eso no me importa, porque para mí ser tu amiga es una de las cosas más lindas que tengo en la vida... y si sobreviví estos últimos años, cuando mis viejos me dejaron sola fue gracias a vos. Y por eso es que te quiero tanto y te juro que siempre voy a estar agradecida. Mis ojos se llenaron de lágrimas y los suyos también.
-¿Cómo hacés para ser siempre tan divina y tan sincera? -me tomó por el cuello y rascó mi cabeza. Rápidamente me soltó.
-No siempre te parezco tan divina, el otro día te enojaste mucho y me dijiste de todo -puse cara de enojada.
-Es que realmente me sorprendiste, no pensé que eras tan cerrada. En la vida no todo es blanco o negro. ¿O acaso los pasteles no te muestran eso en tus dibujos? -¡Qué buena frase!, pensé, pero una cosa era dibujar y otra bastante distinta la vida.
-Yo pienso así y la verdad es que me molesta bastante que sepas y para colmo opines sobre mis ideas del sexo y aledaños.
Mariano no logró ocultar su sonrisa.
-Parece que hay temas que con “tu amigo Mariano” no se pueden hablar.
-Siempre hay que reservarse algo... -agregué con una sonrisa.
-Eso quiere decir que no me vas a contar si ya hiciste el amor con Gastón -su sonrisa se iba ensanchando.
-Obvio que no te voy a contar -y menos aún porque no lo habíamos hecho.
-¡Qué lástima!, porque yo podría darte muchos consejos para que la pasaran mejor -se notaba que gozaba hablando de este tema, hasta sus ojos brillaban.
-¿Quién te dijo que necesitamos consejos? -yo también me estaba divirtiendo- ¡No sabés lo que Gastón es capaz de hacer con una roca!, así que imaginate conmigo -al terminar la frase ya ninguno pudo contenerse y comenzamos a reírnos a carcajadas.
Ya agotados de reírnos, nos quedamos en silencio mirando la tele, pero creo que sin ver nada en realidad. Noté que a Mariano se le cerraban los ojos, y de pronto comenzó a cabecear, hasta que recostó su cabeza en mi hombro. Casi de inmediato se incorporó.
-Bueno, Po, me parece que ya es hora de ir a la cama... te quiero mucho -besó mi frente y caminó rápido hasta su cuarto.
Recostada en mi cama, y aún sin mucho sueño, mi mente se puso en funcionamiento. Aunque no era algo que voluntariamente provocaba, el rostro de Mariano se me aparecía, pero no el que estaba acostumbrada a ver, sino aquel que había descubierto al besarnos, un rostro que turbaba mis pensamientos, que provocaba sensaciones que se contradecían con mis sentimientos hacia él. Su rostro había dejado de ser “el rostro de Mariano” para ser el rostro de un hombre.

Capítulo 1

CAPÍTULO 1
Me encontraba recostada sobre una colchoneta que flotaba en la pileta de casa. No podía apartar la vista de los pedazos de cielo que se escapaban entre las hojas del sauce. La vida me parecía tan placentera entonces. En aquellos momentos me sentía invencible, pensaba que nada podría perturbarme. ¿Qué fenómeno lograría inquietar tanta paz? Yo sabía que en mi vida nada ni nadie sería capaz de contrariar mi futuro, salvo que yo así lo desease.
Sentí unos pasos, y al intentar incorporarme, perdí el equilibrio y me hundí en el agua. Al asomar mi cabeza, lo vi riendo.
-Si te asusté, perdoname. Secate, necesito verte en el living -y aún con la sonrisa instalada en su rostro desapareció de mi vista.
Mariano era mi mejor amigo. Lo conocía desde siempre. Él me llevaba algunos años; pero eso no impedía que compartiéramos todas nuestras inquietudes, miedos y experiencias.
Al entrar a la casa, escuché ruido de muebles; entonces decidí espiarlo desde la puerta del living.
Mariano reacomodaba las sillas en torno del televisor, y sobre la mesa ratona pude ver unas gaseosas esperándonos.
-¡Ya era hora! Por favor vení -me arrastró hasta una de las sillas, y me empujó para sentarme. Luego de entregarme una coca, él se acomodó a mi lado. Ya no estaba permitido el diálogo.
Como en un ritual, tomó el control remoto e hizo que la pantalla se encendiera. Luego lo colocó con serenidad junto a su latita de coca.
Mariano miraba concentrado el programa que emitían por FSports, en cambio, yo alternaba mi mirada entre la pantalla y él, seguramente porque no lograba entender que quien estaba explicando los resultados del último torneo de básket era quien estaba sentado a mi lado.
Al terminar su aparición, apagó el televisor, estiró sus piernas sobre la mesita y respiró profundo. Unos segundo más tarde, torció su cabeza para mirarme.
-¿Y? -me preguntó con ansiedad. En sus ojos descubrí un brillo, supuse de emoción, que me enterneció.
-¡Bien, negrito, muy bien! -quise abrazarlo, pero me rechazó, y con rapidez se incorporó.
-En serio te pregunto, no tomes una actitud maternal, decime la verdad -volvió a mirarme expectante.
Me había encantado su trabajo, aunque evidentemente, se notaba un poco tenso e inseguro, y así se lo dije.
Su brillo desapareció, y en cambio sus ojos se llenaron de rabia.
-Bueno, también ¿qué pretendés?, era mi primera vez. Cuando tengas una primera vez en algo que realmente te interese te vas a dar cuenta... -sin darme tiempo a contestarle, caminó hasta la entrada de casa y dando un portazo se marchó.

Cuando tengas una primera vez en algo... ¡Qué duro! Su enojo no perturbaba mi mente, pero sí lo hacía aquella frase. Con lentitud me levanté de la silla, y subí las escaleras hasta mi cuarto. ¿Qué quería decir con mi primera vez en algo que me interesara? Muchas cosas me interesaban, y alguna vez había sido la primera en hacerlas... ¿O acaso me estaba insinuando que no tenía intereses ni metas?
Era cierto que mi principal meta era descansar y divertirme, pero en un par de meses comenzaría la facultad, y eso era algo que yo había elegido. Reconozco que no estaba demasiado entusiasmada y Mariano lo sabía, pero era la carrera que más me había gustado y como algo tenía que estudiar... Bueno, ese no era el momento de ponerme a dudar de mi vocación y mis pocos intereses... ¡Tenía 17 años! Uno a esa edad tiene otros gustos, otras prioridades. Seguramente a los 21 ya estaría encaminada como estaba Mariano.
De todas manera no quería perder tiempo en estos cuestionamientos, en un par de horas debía reunirme con mis amigas y eso sí era algo que me gustaba y en donde tenía depositado mi interés.
Como casi todas las noches de verano nos reuníamos en casa de alguna de las chicas a cenar, para luego ir a tomar algo o a bailar a algún lugar de moda.
Aquella noche nos encontrábamos comiendo pizza en casa de Lola, junto con Natalia y Soledad.
-La cuestión fue que después de caer rebotando por toda la escalera, al llegar al piso seguía con mi vaso en la mano, intacto, no se había derramado ni una gota de coca -Naty concluía su trágica anécdota mientras nosotras explotábamos de risa imaginándola en aquella ridícula situación.
-Ustedes se ríen, pero yo no voy a poder volver más a ese bar... -a ella, en realidad también le resultaba cómico.
-¡Poty! Hoy lo vi a Mariano por la tele. Estuvo bastante bien -comentó Soledad.
-¡¡Ni me lo digan!! Cuando terminó el programa tuve la muy mala idea de ser sincera y decirle que se lo notaba nervioso -les conté y Lola me interrumpió.
-¡Cuántas veces te dije que a los hombres no hay que decirles la verdad! Tienen el ego demasiado alto para escuchar una crítica -parecía muy experimentada en el tema, pero no lo era.
-Sí, sí, Lola, la cuestión es que se re enojó conmigo y me dijo que cuando tuviera mi primera vez en algo que me interesara lo iba a entender... ¿Qué me quiso decir?
-¡¡¡Que tengas sexo!!! Seguramente después de la primera vez uno se siente relajada y satisfecha, y no histérica como estás ahora... -Lola comenzó a reírse y todas nos contagiamos.
-Es entendible lo que te dijo -agregó Naty-. Cuando uno hace algo que realmente le interesa, se pone muy nervioso.
-Te quiso decir que vos no tenés nada que realmente te interese, que tendrías que ver cuáles son tus metas y gustos... y creo que tiene razón -dijo Soledad, que siempre solía hacer esos comentarios.
-Gracias, Sole, sos una amiga -notó que no me habían agradado sus palabras; pero eso no le impidió continuar.
-¡Pero es cierto!... Lola realmente muestra interés en ser abogada, está apasionada con el tema, a Naty le encanta cocinar y siempre está promocionando sus tortas para venderlas, y a mí me gusta cantar y por eso estoy estudiando canto y guitarra... ¿Y a vos qué te gusta aparte de tomar sol en la pileta? -¡¡Qué dura su reflexión, pensé!! Pero seguro fui la única que lo hizo, ya que ni Lola ni Naty saltaron a defenderme, en cambio me observaron esperando una respuesta.
-Yo voy a estudiar psicopedagogía, eso es lo que me interesa... -contesté no muy convencida.
-Porque no te queda otra, pero vos misma confesaste que vas a seguir esa carrera porque fue la que más te gustó pero que no estabas muy convencida -había logrado deprimirme, avergonzarme y enojarme.
-Puede que tengas razón, Soledad, en realidad no hay algo que me interese mucho. Tal vez es porque yo tengo que poner todas mis energías en cuidarme y arreglármelas sola. Tal vez, porque no tengo padres que me guíen y orienten, pero no te preocupes, porque ya voy a encontrar qué hacer, y seguramente me va a salir mucho mejor que a vos cantar.. Estaba furiosa, era muy fácil para ella ponerse en el lugar de jueza, lo que no era muy fácil era ponerse mis zapatos. Ellas no sabían lo difícil que es sentirse abandonada y tener que luchar contra esa soledad y esa bronca hacia mis padres, intentando justificarlos.
-Chicas, me parece que nos fuimos al carajo. ¿Por qué no nos calmamos y pensamos que vamos a hacer esta noche? -Natalia intentó poner un manto de paz y Lola con su humor hacernos tranquilizar.
-Si, pensemos a dónde podemos ir a levantar hombres, así todas tenemos nuestra primera vez en la cama y nos dejamos de discutir. Creo que a todas nos vendría bien un hombre, ¿o me equivoco? -ella y Natalia rieron, pero con Soledad seguíamos mirándonos con furia.

De todas manera, esa noche fuimos a bailar, y regresé a casa de madrugada. No podía pensar en nada más que dormir profundamente en mi cama, pero al atravesar el living, me encontré con Mariano. Dormía sentado en el sofá. Me acerqué y lo zarandeé hasta que abrió sus ojos.
-¿No sabes que se duerme en la cama? -le dije de mal modo.
Se desperezó y golpeó el almohadón para que me sentara a su lado. No le hice caso.
-Te estaba esperando. Me parece que te traté muy mal. Yo pedí tu opinión y no fui capaz de bancarme la crítica. Dale, sentate -me guiñó un ojo y no pude resistirme.
-Está todo bien, Negro, lo que me da bronca es que no hayamos podido compartir uno de los momentos más importantes de tu vida. Me encantó verte y sé que vas a ser uno de los mejores. Hoy quise decirte esto, pero no me dejaste.
Me abrazó y besó mi frente.
-¿Sabes que te quiero? -me susurró al oído.
-Sí, y también sé que me muero de sueño. Hasta mañana.
Cada uno se fue a su cuarto. Mariano siempre se quedaba en casa cuando papá no estaba.

Mariano se había disculpado, estábamos en paz; pero sus palabras seguían molestándome, tanto como las de Soledad y no pensaba darme por vencida. Necesitaba demostrarles que yo también tenía inquietudes, que no eran los únicos que tenían experiencias y gustos importantes para compartir. Pero por más que intentaba, no lograba encontrar nada que me emocionara, que me diera ganas de moverme. Tal vez, Lola tenía razón, tal vez necesitaba un hombre. Hacía mucho que estaba sola, y estar sola no es bueno. Cuando uno no tiene nada que hacer se embarullan los pensamientos y el más mínimo detalle se vuelve un mundo.
Por eso, la siguiente noche, antes de entrar al boliche con mis amigas, me hice el firme propósito de volver acompañada.
-Bueno, ahora ¿cuál es el plan? -preguntó Lola, pero sólo contesté con un gesto de ignorarlo. Y entonces ella prosiguió: -Entonces te voy a decir cual es el mío. Hoy es nuestra noche -parecía la entrenadora de un equipo de fútbol. Las tres la escuchábamos divertidas y ella mostraba confianza y entusiasmo.- Mostrémonos sexis, ya no somos nenas y estamos muy lindas, ya es hora de terminar con las cenas y los videos románticos las cuatro solas. ¡¡Es hora de conseguir pareja!! -chocamos nuestras palmas y la seguimos hasta el centro de la pista.
Las cuatro bailábamos desplegando toda nuestra sensualidad mientras buscábamos algún rostro interesante. De pronto sentí que alguien me tomaba por la cintura, e instantáneamente clavé mi codo en su vientre.
-¡Poty! -me grito con rabia. Entonces descubrí que se trataba de Mariano. Giré para abrazarlo y le pedí disculpas.
-¿Qué hacés acá? -me estudió con su mirada, e hizo un gesto de reproche.
-Vine a bailar. Vos me recomendaste este lugar ¡Justo tenías que venir vos también! ¡Qué pesado! –lo empujé para que se marchara, pero no lo hizo.
-Más vale que te cuides, y no se te ocurra meterte con alguien.
-Seguro, papá -me reí en su cara y seguí bailando.
Entonces Lola lo tomó por la camisa y lo atrajo hacia sí.
-Quedate bailando con nosotras, te aseguro que te vas a divertir más de lo que lo hacés ahora.
Mariano se zafó y aunque agradeció la invitación, la rechazó. Antes de dejarnos me comentó al oído:
-Estoy haciéndole el trabajo fino a una chica... que tus amiguitas no me molesten.
¡Cómo me molestó su advertencia! ¿Qué era eso de mis amiguitas? Para colmo me había prohibido meterme con alguien. “No querés que me meta con nadie, a ver que te parece si elijo a un amiguito tuyo”, pensé. Caminé hasta la barra con Lola.
-Lola, llegó el momento de conseguir hombres, así que preparate.
-Ok, pero antes voy a pedir unas cocas, ¿dale? -se alejó hasta la caja, pero apenas unos segundos mas tarde regresó apurada.
-¡Poty, mirá! -apuntó sus dedos hacia unas gradas que había del otro lado de la pista- ¿Ese es Mariano?
Efectivamente era él; pero no estaba solo, se besaba con una rubia de cabellos muy largos. Me sentí asqueada, y no podía entender por qué. Lola me sacudió.
-Dejá de mirarlo, yo tendría que estar molesta, intenté seducirlo y prefirió a esa rubia insulsa. Voy a tener que ir al gimnasio -concluyó-. Andá a pedir las cocas, que yo voy al baño, seguro que estoy despeinada, y por eso la prefirió.
Le obedecí, pero no pude quitar mi vista de esas gradas. Esperaba a Lola con las cocas cuando sentí un soplido en mi cara.
-¿Poty? -tardé en reconocerlo, pero cuando logré enfocar su rostro, recordé su nombre. Era Gastón, un amigo de Mariano.
-¿Qué tal, Gastón?
-Bien, ¿qué hacés sola? ¿Querés bailar? -en ese momento me pareció muy seductor.
-Estoy esperando a una amiga, no la puedo dejar sola.
-Entonces esperame un minuto -corrió para perderse entre la gente.
No era una oportunidad para desperdiciar, Gastón era un sujeto muy interesante. Tenía el pelo castaño claro, ojos azules, sabía vestirse muy bien y, sobre todo, era encantador. Siempre me había llamado la atención, pero Mariano jamás había arreglado una salida para ambos.
Lola regresó al mismo tiempo en que Gastón se acercaba con un amigo.
-Lola, te presento a Gastón -mi amiga me miró intrigada, en menos de cinco minutos había conseguido dos muchachos atractivos.
Gastón nos presentó a Matías y los cuatro nos dirigimos a la pista.
Bailamos más de media hora. Me encantaba como lo hacía, y eso eran un gran punto a su favor. Luego, tomando mi mano, me llevó hasta las gradas para descansar. En ese momento no me percaté, pero luego observé que Mariano estaba separado de nosotros por una columna. Aún seguía con la rubia.
-No sé si sabrás que varias veces pedí tu teléfono -me dijo mientras acariciaba mi mano.
-No, no sabía -le contesté con timidez. Él me puso cara de enojado.
-¡Mariano es tan cuida con vos! Entonces era mentira que no me lo querías dar, parece tu papá.
-Sí, tiene alma de represor; pero después él hace lo que quiere -Gastón me sonrió y acercó su cabeza a la mía. Reconozco que me puse nerviosa, estaba fuera de práctica.
-Bueno, ahora voy a poder darte mi teléfono -Gastón se detuvo y volvió a su posición anterior. Ahí comprendí que debí haberme quedado callada.
-Lástima que no lo haya conseguido antes, no hubiéramos perdido tanto tiempo.
-Sí, perdimos mucho tiempo -le sonreí y acaricié su mano. Entonces, muy lento volvió a acercarse a mí y arrinconándome contra la columna, tomó mi cabeza y mi cintura y me besó. Fue muy dulce. Yo también lo abracé y respondí a sus besos.
De pronto, Mariano golpeó el hombro de Gastón y éste se separó automáticamente de mí, pero me sostuvo con ambas manos contra la columna. Supuse que para que Mariano no me viera.
También supuse que Mariano ya nos había visto y por eso había interrumpido.
-Disculpame, Gastón, pero Maxi me dijo que nos vamos. Venís, ¿no? -le dijo con inocencia.
-No, Negro, me quedo -le contestó y giró su cuerpo. Mariano volvió a llamarlo e insistió.
-Pero boludo, nos vamos en auto.
Gastón comenzaba a incomodarse.
-No me importa, yo me tomo un bondi.
Noté que el Negro hablaba con nerviosismo
-Pedile el teléfono y vamos, así desayunamos todos juntos.
-Ya te dije que no, Negro.
No pude soportar la situación de verlo a Mariano desempeñando un penoso papel, y me zafé de las manos de Gastón.
-Mariano, Gastón te dijo que se queda, por qué no vas con los demás chicos.
-¡Poty! No sabía que eras vos. Disculpen, ya me voy -con rapidez se alejó de nosotros, no sin antes lanzarme una mirada furibunda. Gastón me miró con un gesto de reproche.
-No quería que te viera, se va a enojar conmigo.
Sonreí ante su comentario.
-¿Por qué te crees que nos interrumpió? Ya nos había visto.
-Puede ser... -quedó pensativo.
-No te preocupes, Gastón, no te va a decir nada -le dije mientras acariciaba su rostro. Él me sonrió.
-Tenés razón ¿Querés que te recuerde qué estábamos haciendo? -volvió a abrazarme y seguimos besándonos.
Pasé una noche muy agradable, y Gastón se mostró tan interesado como yo en continuar viéndonos. Me acosté contenta, por fin iba a tener algo en que interesarme.

Me levanté tarde, pasado el mediodía, me sentía en las nubes, y en verdad no tenía nada de hambre. Me preparé unos mates y me dispuse a disfrutar del sol en la pileta. Flotaba plácidamente sobre una colchoneta cuando una catarata de agua me empapó e hizo que perdiera el equilibrio. Cuando volví a la superficie vi que Mariano nadaba sin importarle lo que había causado.
-¿Qué te pasa? -le grité, pero no me contestó y continuó nadando, entonces, al pasar cerca de mí tomé su pierna para obligarlo a detenerse.
-¿Estás loca? ¿Querés que me ahogue? -me gritó muy molesto.
-La verdad es que en este momento no me molestaría que te ahogaras. ¿Se puede saber qué te pasa? -le contesté en su mismo tono mientras salía de la pileta y me secaba. No me contestó, continuó nadando por más de quince minutos antes de acercarse al sauce donde me encontraba tomando mate.
-¿Estás más tranquilo? -le ofrecí un mate, que rechazó.
-¿Cómo querés que esté tranquilo? Tu papá se va confiado, porque sabe que yo te cuido, pero vos te la pasás haciendo boludeces. Ahora ¿cómo le explico que te estás haciendo la putita con mis amigos?
En verdad logró irritarme.
-Disculpame, si transar con un chico que me gusta es ser putita, vos sos el taxiboy más popular de la Argentina.Vos no tenés que explicarle nada a mi papá. Si ni siquiera yo tengo que darle explicaciones. Lo que hice anoche es lo más normal del mundo. Gastón me gusta y yo a él, y vamos a seguir viéndonos. Si a vos no te gusta, es tu problema y no el mío. Además no sé que hago dándote explicaciones -sentía ganas de pegarle, entonces decidí entrar a la casa.
Me senté en el living a mirar tele. Al rato, él me interrumpió.
-Disculpame... -parecía más sereno- es que yo me preocupo mucho por vos, y ayer me impresionó verte besándote con un tipo. Tal vez no quiero que crezcas, no quiero que te pase nada malo. ¿Me perdonás? -se arrodilló frente a mí y me sonrió.
-Bueno, está bien. Ahora dejame en paz -besó mi mejilla y volvió al patio.



Las salidas con Gastón se hicieron cada vez más frecuentes, hasta que una noche, de un modo muy romántico me dijo que le encantaría que fuéramos novios y por supuesto yo accedí con ganas. Lola y Matías también habían congeniado, así que solíamos salir los cuatro o juntarnos en casa a disfrutar de la pileta.

Noté que Mariano no se encontraba muy a gusto cuando nos reuníamos en casa, ya que día a día eran menos los momentos que compartía con nosotros; pero como no era su obligación estar allí, no encontré razón para cuestionárselo.

Primera parte: "GARABATOS"



PRIMERA PARTE: GARABATOS




¡Por fín había terminado el colegio! Ya no era una nena a la que podían mandar o retar. El fin de esta etapa marcaba el comienzo de mi adultez. Eso era, ya era una adulta que gozaba de total libertad de acción, por lo menos hasta que comenzaran los tediosos días de facultad.
En verdad, solía gozar de libertad, ya que a pesar de no tener 18 años era usual que me encontrara sola en mi casa y tomara mis propias decisiones.
Mi madre había muerto hace algunos años. Una enfermedad horrible, muy dolorosa para querer recordarla. Supongo que mi padre compartía este mismo pensamiento, ya que desde su muerte había optado por escaparse. No niego que lo necesitara y extrañara, pero con el tiempo me acostumbré a su ausencia y aprendí a sacar provecho de ella. Trabajaba en el negocio inmobiliario y por eso, en los meses del verano, se trasladaba a la costa para alquilar departamentos.
Por lo tanto me encontraba sola en mi casona de Palermo viejo, que poseía un gran parque y una linda pileta, muy cotizada en mi círculo de amistades.

Prólogo

Creo que en la vida las cosas van cambiando de significado a medida que pasan los años.
Hay experiencias, sentimientos y sensaciones que logran modificar y teñir tu vida de tantos matices que jamás podrías imaginar.
A mí, la vida me dio muchas sorpresas. Me regaló momentos extremadamente felices y otros que lograron desgarrarme de dolor. Me presentó personajes que pudieron hacerme descubrir distintas maneras de amar, de odiar, de vivir, de gozar y de sufrir. Y me enseñó que no todo es como parece, que no todo es blanco o negro, bueno o malo. Que uno debe salir con su escudo y su espada a luchar y defenderse ante aquella eterna batalla de vivir.
Pero no siempre pensé así... no siempre viví así...