Capítulo 13

CAPÍTULO 13

-¡Buen día! -besó mi boca y corrió hacia el mar.
Ante la mirada del grupo que invadía la carpa noté que esperaban una explicación. Apenas sonreí y dije:
-Ya no nos peleamos más.
Los muchachos rieron y Angie me miró con odio; pero no me molestó, apenas me causó gracia.
-¿Estás bien, Poty? -Lucre se sentó junto a mí y me cebó un mate.
-Sí... aunque parezca imposible, ayer Francisco estuvo re dulce. Me gusta, Lu.
-Pero no quedaron en nada concreto -me interrumpió.
-Y... me parece mejor... Yo ahora estoy muy lejos de todo. No sé cómo voy a estar cuando vuelva -Lucrecia volvió a interrumpirme.
-Cuando vuelva Mariano.
-Sí. Pero no quiero pensar. Si esto se dio, por algo es.
-Tenés razón, me parece bien. Disfrutá de estos días, total cuando vuelvas vas a poder pensar.
Martín la llamó y quedándome sola aproveché para tomar algo de sol, pero al rato me sobresalté con una repentina lluvia sobre mi cara y al abrir mis ojos me encontré con Francisco escurriéndose el agua como un perro.
-¡Está re linda! ¿No querés que nos metamos un rato? -me ofreció su mano y la tomé para incorporarme.
-No... pero podemos caminar un rato por la orilla -sin soltarnos nos alejamos del balneario para caminar junto al mar.
-Disculpame, pero necesito hacerte una pregunta, Frank -me animé a decirle luego de pensar largo rato si debía. El me sonrió.
-Si, ¿Qué pasa?
-¿Vos tenés algo de experiencia en esto de tener una transa?
-¿Transa estable? -frunció el ceño-. No, por lo general transa de una o dos noches, ¿por qué?
-Porque yo pensé que cuando uno transaba con alguien, pero no quería ponerse de novio, delante de los demás no lo demostraba -confesé con cierta timidez.
-¡Ah! No me di cuenta. En realidad no me importa que los demás sepan. Lo importante es que nosotros tengamos en claro qué es lo que queremos. ¿Te parece?
Tenía razón, y así se lo hice saber.
Aquella noche, Lola y Fede decidieron salir a cenar solos, entonces Francisco me invitó a su departamento.
Luego de cenar, nos tiramos en el sillón a ver televisión. Por supuesto, fue lo que menos hicimos, ya que pronto comenzamos a besarnos y ya no quisimos despegarnos. Me sentía muy a gusto entre sus brazos. Pero cuando noté que estaba a punto de perder el control, con delicadeza intenté enfriar la situación.
-¡Qué tarde se hizo! -le dije mientras me incorporaba e iba hasta la mesa en busca de un vaso de gaseosa.
-¡Ni que mañana tuvieras que ir a trabajar! -me contestó riendo.
-Bueno, sí, en realidad tenés razón, pero me gustaría ir a casa a dormir.
-Flor... no voy a hacerte nada. Por lo menos nada que no quieras que te haga. Así que no tenés por qué escaparte -se sentó a mi lado y acarició mis cabellos.
-No quiero escaparme, pero me gustaría tomarme las cosas con calma -le mostré una sonrisa.
-¡No lo podés evitar! ¡Sos una histérica! -me dijo riendo y continuó-. Vos sabías que si veníamos acá era para que pasara algo, ¿o no?
-Yo quería estar a solas un rato con vos, para poder estar tranquilos, transar. Eso es lo que pensé que podía pasar.
-O sos muy inocente o te estás haciendo la tonta -seguía sonriendo.
-Frank, te pido perdón porque no lo aclaré desde el principio, pero mi idea es que para hacer el amor tengo que estar muy enamorada -y agregué en voz baja-, salí casi un año con mi novio y no lo hicimos. Yo apenas te conozco y ni siquiera somos novios... -me sorprendieron mis conclusiones. Si era cierto lo que había fluido con total soltura de mis labios, implicaba algo que yo pugnaba por no ver.
-¡Perdoname vos, Flor! Tenés razón -irrumpió en mis pensamientos-. Es bueno que los dos manejemos los mismos códigos -me abrazó y besó mis labios-. El problema es que sos tan linda, que es difícil no tentarse -se levantó y tiró de mi mano para que también lo hiciera.
-Vamos, ahora que ya sabemos en donde estamos parados, no hay peligro. Dale, vení, no te voy a comer -me arrastró hasta el sillón, pero no me senté.
-¿Por qué no vamos a bailar? La verdad es que en este momento me siento bastante estúpida.
No podía explicarle que me sentía muy mal con mis pensamientos, y a la vez culpable por ser histérica. Porque Francisco tenía razón, no estaba actuando bien.
-Flor, no te sientas mal, no sos la única chica que espera para tener relaciones. Para mí no sos ninguna estúpida -me sonrió con complacencia.
¡No! ¡Ahora me creía inocente y pura! ¿Cómo le explicaba que no era ninguna santa?
-Frank, creo que tenés mucha razón, soy una histérica, y no me gusta serlo... ¿vamos?
-Ya te pusiste susceptible de nuevo. Está bien. Vamos -tomó su campera con desgano y me esperó junto a la puerta.

Estaba recostada sobre una lona, cerca de la orilla. Lola me comentaba sobre el espectáculo lamentable que Angie había brindado la noche anterior, pero no lograba concentrarme en su relato. Estaba preocupada, Francisco me había evitado toda la mañana y aunque, en cierto punto, esto me liberaba de ciertos problemas, me molestaba, me angustiaba. De todas maneras, apenas quedaban dos días de vacaciones, y entonces mi vida volvería a la normalidad.
Me exalté cuando una lluvia de arena golpeó contra mi rostro, cuando me incorporé para poder insultar a mi agresor, comprobé que había sido Francisco quien corriendo había levantado la arena, pero no lo había notado y ya estaba introduciéndose en el mar.
-¿Qué vas a hacer con Frank? -me preguntó Lola.
-No sé, no sé que quiere hacer él conmigo. Hoy a la mañana ni me saludó y ahora ni siquiera me vio.
-¿Y por qué no le preguntás qué le pasa? ¿O no te interesa?
-Me interesa, pero Mariano también me interesa.
-Me tenés harta con Mariano. Si tanto te interesa Mariano, definite y listo -se lavantó, sacudió su lona y regresó a la carpa.

Entonces, yo la imité pero caminé hasta la orilla del mar y esperé que Francisco saliera.
-Hola -me sonrió sin detenerse.
-Hola, ¿por qué te enojaste? -seguí sus pasos.
Él no me esperó, siguió caminando unos pasos delante de mí.
-No me enojé, pero me parece que no tiene sentido que sigamos juntos. Lo nuestro no va ni para atrás ni para adelante.
-¿Y por qué una transa tiene que ir para algún lado? ¿No era que íbamos a estar juntos para pasarla bien? -se detuvo y giró para mirarme.
-¿Y vos la pasás bien conmigo? Porque yo no mucho, cada vez que te digo algo te ofendes, o te tildás. Yo creo que vos no estás acostumbrada a que la gente te marque tus errores. Y yo soy así, no te voy a mentir, yo te digo lo que me molesta y lo que me gusta, y tu jueguito histérico no me gusta. No te voy a andar persiguiendo a ver qué es lo que hoy te viene bien y mañana te molesta. Se ve que sos muy malcriada.
¡Me mató! No era capaz de contestar a tremenda acusación. Tal vez tenía razón, era la primer persona que me marcaba constantemente mis defectos, y seguramente era aquello lo que me atraía, pero no podía negar que me molestaba. No estaba acostumbrada.
-Tengo razón, ¿no?
-Sí, creo que sí. Y también creo que es lo que me gusta de vos. Pero si a vos estuvieran todo el tiempo criticándote tampoco te gustaría.
-Ahí tenés razón vos. Te propongo algo. Pero es la última vez que te lo propongo. ¿Qué te parece si estos últimos días tratamos de divertirnos sin hacernos los ofendidos? Diversión sin mucho en que pensar, ¿sí?
-Acepto -me tendió su mano y yo la acepté.

Milagrosamente pasamos los últimos dos días de nuestras vacaciones en una increíble armonía.
Francisco lograba comportarse como todo un caballero si se lo proponía. Y debí reconocer que me agradaba compartir mis horas con alguien que me exigiera cordura y madurez en mis actos. Estar con Francisco era una especie de desafío.

Recuerdo la escena del día que debimos regresar a Buenos Aires. Los muchachos nos saludaban desde la plataforma mientras las cuatro llorábamos con nuestras caras estampadas a las ventanas del micro. Del micro... aquel micro que me haría regresar a mi verdadera vida.

Capítulo 12

CAPÍTULO 12

Me levanté decidida a enfrentar a Francisco y contarle cuáles eran mis sentimientos. Cuando llegué a la carpa lo encontré leyendo el diario.
-Francisco, ¿podemos hablar un minuto? -dije tímidamente. Sin mirarme contestó en forma despectiva.
-Arreglé con Angie que íbamos a ir caminando hasta el muelle, asi que no puedo -arrojó el diario sobre la mesa y camino rumbo a la orilla.
Me enfurecí. No entendía por qué me sentía atraída hacia él. No soportaba quedarme allí, y como no sabía a dónde ir, pensé qué haría en Buenos Aires, y comprendí cual sería la solución. Busqué un cyber para chequear mis mails, tenía varios de Mariano, por eso decidí imprimirlos para luego leerlos con tranquilidad y luego de escribirle sobre mis vacaciones, regresé a la playa.
-¿A dónde fuiste, Po? -Lola se escabulló de los brazos de Fede al verme regresar.
-Fui a chequear mis mails. Tenía varios de Mariano, los imprimé para leerlos más tranqui -me sentía muy relajada, y era la primera vez en días.
-¿Quién es Mariano? -Federico parecía intrigado.
-Mi mejor amigo, está trabajando en Estados Unidos.
-¡Ah! Pensé que era algún enamorado que nos tenías oculto... -comentó Fede.
-A mí me encantaría tener un enamorado virtual, debe ser divertido. Me tengo que poner a chatear -Natalia expresó sus pensamientos en voz alta e hizo que cambiara el rumbo de la conversación.
A la hora del almuerzo estábamos todos reunidos, me sentía incómoda y notaba que Francisco intentaba provocarme con algunos comentarios o coqueteando con Ángeles, pero yo me mantenía callada porque no quería que notara que su actitud me dolía. Cuando ya estaba cansada de hacerme la desentendida ante tantas indirectas, me alejé un poco de la mesa, para hojear los mails de Mariano. Creo que lo hice a propósito. ¡Por fin alguien que se mostraba agradable! Me sumergí en la lectura y no presté más atención a lo que sucedía a mi alrededor.
-¿Qué estás leyendo? -Me preguntó Matías.
-Seguro que los mails de “su mejor amigo” -dijo en tono burlón Federico.
-¡No me digas que me engañás con un Romeo por carta! -agregó Lucas.
-¡Sí, Lucas! Es que con vos no me alcanza, porque todas las noches me dejas por otra -le contesté riendo, tratando de restar importancia a mi correspondencia.
-Bueno, pero no nos dijiste que estás leyendo -obviamente el comentario había salido de los labios de Ángeles.
-Los mails de un amigo. Pero la verdad es que con ustedes no se puede tener privacidad. Doblé las páginas y las guardé en el bolsillo de mi short.
Luego de jugar un partido de truco, me alejé del grupo para ir a recostarme cerca de la orilla y poder leer las novedades de Mariano con tranquilidad.
-¡No sabés la cara que tenía Francisco cuando hablaron de los mails! -dijo Lola mientras pasaba a mi lado para seguir rumbo al mar.
En ese momento no me interesaba, leer las actividades que el Negro estaba haciendo me hacía sentir cerca suyo, y eso me daba seguridad y paz. Si Francisco quería molestarme, alterarme, o cualquiera fuese su intención, en esos momentos no lo lograría con su usual facilidad.
Leí y releí aquellas frases y justo cuando pensaba volver a guardar las hojas, una sombra apareció sobre mi cabeza.
-¿Estás ocupada? -Francisco me miraba con seriedad.
-No, realmente no, estaba a punto de dormir una siestita al sol -me sentía muy relajada.
-Si querés ahora tengo tiempo para que charlemos -no esperó que le contestara y se arrojó a la arena.
-Voy a anotar en mi agenda que para hablar con vos hay que pedir audiencia... ¡Este verano sí que conocí gente importante! -le dije riendo.
-Hoy estás en ganadora -en cambio él estaba inseguro.- ¿De qué me querías hablar?
-La verdad es que ya no importa. Creo que te diste cuenta de que con Ángeles tenés diversión asegurada, en cambio yo soy una reprimida, susceptible, indecisa, y algunas cosas más. Así que para qué seguir una charla que no tiene demasiado sentido... -me admiraba mi claridad de pensamiento.
-Yo no dije todo eso de vos, y Ángeles no me interesa, bah, me interesa porque sé que te molesta, y si esa es la manera de lograr que te decidas a estar conmigo, voy a seguir con ella.
-Hay mejores estrategias, como por ejemplo tratar bien a la chica que te gusta, en vez de agredirla, y funciona mucho más.
-Yo no te agredo, solamente te hago ver cosas tuyas que se ve que no te gustan.
-Tendrías que haber estudiado psicología...–me recosté boca abajo y cerré mis ojos, ya no me interesaba discutir. Francisco me gustaba, pero si aceptaba alguna clase de relación, sería siempre y cuando me tratara bien.
-¿Fue ese mail el que te hizo estar tan distinta?
Apenas giré mi cabeza para mirarlo.
-Tal vez sí, porque me di cuenta de que me gusta que me traten bien, que me digan cosas lindas, de buena manera. Ya estoy harta de ser tu blanco, ya no me gusta más tu juego.
-¿Y quién es el que sabe cómo tratarte?
-Un amigo -volví a cerrar mis ojos.
-¿Querés que hoy a la noche vayamos a comer algo por ahí?
-Si las chicas no arreglaron algo, está bien... -satisfecho con mi respuesta, se marchó. Me sentí victoriosa, era la primer batalla que ganaba y, paradójicamente, gracias a Mariano.

Francisco me esperaba sentado en el capot de un auto frente a nuestro edificio. Cuando me vio, se incorporó y con las manos en sus bolsillos me saludó haciendo un movimiento con su cabeza.
-Parece que tus amigas no tenían nada mejor que hacer -comenzó a caminar rumbo al centro y me hizo un gesto para que lo siguiera.
-No... Naty y Lu iban a salir con Martín y los chicos y Lola iba a aprovechar para ir a lo de Fede, ya que vos no estabas. Así que aquí estamos -me detuve y lo miré, entonces él me imitó.
-¿A dónde querés ir?
-No sé. No tengo mucho hambre. Vayamos a la feria artesanal.
-Ok.
Lo notaba perdido, no sabía de qué hablar, algo poco común en él. Intentaba ser cortés, pero era evidente que lo estaba forzando. Intentar tratarme bien parecía no ser nada fácil y la situación se estaba volviendo aburrida e irritante.
-Francisco... -llamé su atención. El soltó el caleidoscopio con el que se entretenía y me miró.
-Vayamos a comer una hamburguesa por ahí, ¿dale? -creo que ambos queríamos terminar con la salida lo antes posible.
Fuimos a un pequeño bar y nos sentamos en un rincón. Ambos mirábamos abstraídos nuestros sandwiches.
-¿Y tu amigo anda bien? -me dijo de pronto. Tardé un rato en contestarle, ya que debí pensar sobre qué me estaba hablando.
-Sí, está trabajando mucho. Pero está contento.
-¿Y es un muy buen amigo? -revolvía sus papas fritas, pero no probaba bocado.
-Sí. Somos amigos desde que nacimos -su interrogatorio me estaba irritando, pero sentía que volvíamos a la normalidad.
-Y él tiene onda con vos -afirmó y soltó sus cubiertos para dedicarle total atención a mi rostro.
-Francisco, hay algo que me molesta mucho... -no pude terminar mi frase ya que se apresuró a contestarme.
-¡No me podés echar la culpa, porque no te dije nada agresivo!
-¡No! No es por eso. Vos me preguntás con cara de serio sobre mi vida, pero vos no decís nada. Antes de que te cuente sobre quien quieras que te cuente vas a tener que decirme qué es lo querés, porque me tenés cansada. Un día me planteás una cosa, al día siguiente te hacés el malo... Ponete de acuerdo y después te hablo de lo que quieras -arrojé mi discurso a tanta velocidad que creí haberlo apabullado. Enmudeció unos segundos y contestó.
-Ok. Me gustás, me gustaría transar con vos, salir, divertirnos, pero no quiero ponerme de novio. No es por vos... es por mí; pero vos me rechazaste y quiero saber por qué -dijo en tono decidido.
-Yo no te rechacé. Sólo quería pensar un poquito, y no te preocupes porque yo tampoco me quiero poner de novia.
-¿Y por qué? -me dijo con cara de enojado.
-Primero te pido que no te hagas el ofendido, porque te dije exactamente lo mismo que vos a mí. Y además no pienso contestarte si vos no me decís primero.
-No vine a hablar de mí -parecía molesto, incómodo.
-¿Y a qué viniste? -yo me sentía muy segura.
-A intentar ganarte -me mostró su sonrisa.
-¿Y cómo creés que me vas a ganar? -Francisco era todo un personaje.
-Mostrándote mi sensual cara, ¿qué?, ¿no basta con eso? -dijo sin quitar su sonrisa.
-Tu cara es muy linda, salvo por tu boca, así que ese es el punto donde tenés que trabajar.
-Ok, ok, pero conste que lo hago para ganarte. Yo pensaba que tener una transa era más sencillo -ahora se lo veía divertido.
-Yo también.
-En realidad ya no me acuerdo qué te tenía que contar.
-Yo sí... -lo interrumpí- ¿por qué no te querés poner de novio?
-Ah! Cierto. Estuve de novio cinco años, y me peleé el año pasado, y la verdad que cuando volví a disfrutar de la libertad y de poder estar con mis amigos, me dí cuenta de todo lo que me había perdido -contó con suma tranquilidad. No lograba imaginarme a Francisco teniendo una relación tan seria.
-¡Cinco años! ¡La chica que te soportó cinco años se debe haber ganado el cielo! -comenté riendo; pero me devolvió una cara de asco.
-La pasé peor de lo que pensás. La verdad es que resultó ser bastante mala mina. Bueno, ya pasó.
-De todas maneras creo que si encontraras a la mujer de tu vida, no te importaría nada y te pondrías de novio.
-No sé... tal vez ya la encontré -me miró y sonrió-. Lo que sí sé es que no quiero volver a pasar por lo mismo. Bueno, ya cumplí y no pienso decir una sola palabra más. Ahora contame tu historia.
-Bueno -me arrepentí. No me sonaba bien la verdad; pero o inventaba una muy buena historia o tendría que ser sincera. Tomé valor y confesé.
-Tengo onda con un chico y no se qué siento.
-¿El chico de la carta?
-Sí, yo pensé que sentía algo muy fuerte... -y todavía lo pensaba-, pero apareciste vos y ahora no sé que siento.
-Entonces me parece muy bien que no te quieras poner de novia -me lo dijo en un tono muy gracioso, como si me estuviera aconsejando.
-Gracias... -intenté imitar su tono.
-Bueno, ahora que ya está todo aclarado te puedo volver a pelear, ¿no? -estaba distendido.
-¡No! Dame un día de descanso... ¿Vamos a pasear un rato por el centro?

Así lo hicimos. Notaba que Francisco me miraba y caminaba girando a mi alrededor, parecía no decidirse. En realidad era una situación tensa para ambos. Ya habíamos aclarado nuestros sentimientos e intenciones, y era hora de dar el siguiente paso, pero no era tan sencillo.
-¡Te podés quedar quieto! -le rogué.
-Es que tengo ganas de abrazarte, pero siento que vos no querés -se detuvo frente a mí.
-La verdad es que me cuesta, vivo con una coraza cuando estoy con vos y me cuesta imaginarme a nosotros dos abrazados.
-Eso debe ser porque no tenés mucha experiencia con hombres, y te cuesta la intimidad. Supuse que su intención era intimidarme, pero ya conocía sus manejos y no pensaba caer en la trampa.
-Sorry, ¡vos sos re experimentado! Sin embargo, te quedó una fobia al noviazgo. Para tu información, yo también estuve de novia, y no le tengo miedo a la intimidad... siempre y cuando el hombre que esté a mi lado me seduzca.
-¡Ay! ¡Hoy estás hecha toda una come hombres! -dijo imitando mi voz- Sin embargo el otro día cuando te di el beso te quedaste dura, sin saber que hacer.
-¡No voy a caer! ¿Qué esperás que te diga? ¿Que te voy demostrar lo bien que se besar? ¡Ni loca!... Así no lo vas a lograr... -seguía admirada de mi claridad mental.
-¡Hoy me estás ganando! La verdad que te merecés un beso -no esperó respuesta, me abrazó con fuerza y me besó dulcemente. Tardamos en separarnos-. Ya está, ya era hora de que nos dejáramos de decir pavadas -me tomó por los hombros y me invitó a seguir caminando.


Francisco me gustaba, físicamente me era imposible no sentirme atraída, y su personalidad, tan seguro y tan tajante, me parecía tan atractiva como su físico, pero no estaba segura de que todos sus atributos fueran el merito de su conquista.
Al recostarme en la cama sólo me repetía que tenía razón en no querer arriesgarme con Mariano, ese era el único pensamiento que cruzaba por mi mente. Acababa de besar a Francisco y sólo podía pensar en Mariano. No estaba segura de estar haciendo lo correcto. Pero... en fin, sólo era un transa, no había compromiso, no había legalidad. Lo mejor sería dejar de pensar y dormir.

Capítulo 11

CAPÍTULO 11

-¡Estoy re feliz, re feliz! Les juro que es el hombre de mi vida, estoy enamorada, no lo puedo creer -Lola no lograba quedarse quieta, estaba exaltada. Nosotras la observábamos divertidas.
-Pero apenas lo conociste ayer, ¿cómo podés estar tan segura que estás enamorada? -le preguntó sinceramente Naty.
-No sé, es espectacular. Pudimos hablar de todo, somos muy parecidos. No sé, me encanta. Le dije que nos juntábamos hoy en la playa y me dijo que todos fuéramos a su carpa. Así que, Lucre, decile a Martín y a los chicos que vayan para allá.
Lucrecia acató la orden y se alejó de nuestra sombrilla a gran velocidad.
Cuando regresaron nos sorprendimos al ver un rostro nuevo, y para colmo femenino. Los muchachos nos contaron que era Ángeles, la prima de Lucas, que se uniría al grupo ya que sus amigas habían regresado a Buenos Aires. Ya todos reunidos nos dispusimos a invadir la carpa de Federico.
Francisco y Fede tomaban mate al sol. En cuanto vieron al tumulto de personajes que se acercaba a ellos, se pusieron de pie y se acercaron a recibirnos.
-Bueno, les aclaro que desde hoy y hasta mi último día de vacaciones quiero que sientan a esta carpa como suya -todos festejamos su ofrecimiento. En verdad Federico era muy buena persona.
Noté que Lola estaba tensa, indecisa. No sabía si debía acercarse a él o esperar que él hiciera el primer movimiento. Y gracias a sus deliberaciones, Federico tuvo tiempo de llegar hasta ella para abrazarla y darle un apasionado beso. Me alegré al verla tan feliz y satisfecha por su elección.
Los hombres pronto se agruparon y comenzaron a organizar un partido de fútbol y nosotras aprovechamos para exponer nuestros cuerpos al sol. Ángeles fue la primera en cortar el silencio.
-Los chicos me contaron que ustedes son re simpáticas. Espero que no les moleste que me agregue al grupo.
-¡No, para nada! -nos apresuramos en contestarle.
-Francisco y Federico también parecen macanudos.
-Sí -apenas le dijo Naty.
-Ya me di cuenta de que Lola sale con Fede... ¿Francisco está libre?
Nadie contestaba, supuse que esperaban que yo diera la respuesta, entonces así lo hice.
-Sí, creo que sí -le comuniqué.
No dijo nada más. Se incorporó y nosotras la seguimos con la mirada. Con rapidez tomó el termo y el mate y se instaló entre los hombres para cebárcelo.
-Me parece que está algo desesperada -comentó Lucrecia casi susurrando.
-Mientras que no se acerque a Fede, que haga lo que quiera -concluyó Lola.
-Poty, me parece que tendríamos que aprender de ella -Naty la miraba con admiración. A mi me daba vergüenza ajena.
-Naty, vos no necesitás tirarte encima de los tipos para que te den bolilla. Si vos estás sola es porque vos querés -contesté con indignación.
-Tal cual -me apoyó Lucrecia.

Federico y Francisco congeniaron casi de inmediato con el grupo de Martín. Por eso propusieron salir todos juntos a cenar y luego a bailar, y así lo hicimos.
Bailábamos con Naty, Matías y Lucas cuando Francisco se acercó a nosotros. Comenzó a bailar a mi lado, y agachando su cabeza hasta mi oído me dijo:
-Che, me parece que ayer estuve medio asqueroso con vos, perdoname.
-Francisco, está todo bien con vos -intenté con mi rostro acompañar mis palabras. Debía demostrar que no me interesaba. Debía demostrármelo a mi misma.
-¡Me alegro!, porque me caés bien y tam...
-¡Te robo a Frank! -Ángeles lo tomó del brazo y lo arrastró hacia la barra.
-Me parece que le gusta Francisco -comentó Lucas riendo-. Aunque sea mi prima tengo que reconocer que está un poco desesperada.
-¡Sí! -lo interrumpió Matías-. Hoy estuvo todo el día pegada a Francisco y a él parece que no le molesta.
Nosotras preferimos no emitir opinión, por respeto a Lucas, sólo asentimos con la cabeza.
A la mañana siguiente, volvimos a reunirnos en el balneario de Fede. El grupo de Martín todavía no había llegado.
-¿Conocieron a alguien interesante ayer? -nos preguntó Fede.
-Sí, la verdad es que bailamos con unos chicos divinos, ¿no, Poty? -Naty me miró con una sonrisa.
-Sí, con mucha onda...-le seguí el juego, no sabía a dónde quería llegar.
-¿Y pasó algo? -preguntó Francisco sin quitar sus ojos del diario.
-Eso no te lo vamos a decir si vos no nos contás cómo te fue con Ángeles -se apuró Naty a contestarle.
-¿Cómo me tenía que ir? La verdad es que parece una garrapata. No sé cómo sacármela de encima -seguía parapetado tras su diario.
-Si vos no te mostraras tan contento cuando ella está con vos a lo mejor no te perseguiría tanto -le retrucó. Parecía divertida.
-¿Qué querés? ¿Que le ponga mala cara? No me sale ser así.
-¡Eso no es verdad! -me escuché diciéndole, y entonces tuve que continuar. Francisco apartó su diario para mirarme-. Los hombres son más histéricos que las mujeres...¡Te encanta que Ángeles te esté atrás! Y después te quejás. Si no te gustara no creo que tendrías problema en demostrárselo. Creo que sabes como hacerlo.
Puso su típica sonrisa.
-¿Y a vos te molesta eso?
-¡No! No, obvio que no -debía aprender a quedarme callada-. Lo que me molesta es que digan que nosotras somos histéricas y no reconozcan que ustedes también lo son.
Francisco mantuvo su sonrisa y volvió a tapar su rostro con el diario.
-Florencia, tengo que agradecerte. Gracias a vos estoy descubriendo mi verdadera personalidad. Fede, anotá: arisco e histérico... ¿Mañana qué seré?
Federico largó una carcajada y yo no logré disimular mi enojo.
-¡Tengo mucho calor! Me voy al mar -sin esperar que alguien contestara corrí hasta la orilla.
Bañarme en esa agua tan fría me ayudó a aplacar mi ánimo. Cuando sorteaba las últimas olas me topé con Francisco.
-Ahora me dio calor a mí... ¿me acompañás? -parecía tranquilo, pero con poner cara de bueno no me iba a convencer.
-Estoy cansada. Mejor me voy para la carpa.
-¡Dale! -me tomó de la mano y me llevó mar adentro.
Jugamos un rato barrenando y tirándonos bajo las olas y luego, cansados, salimos del mar.
-¡Increíble! -me dijo- ¿Te diste cuenta que estuvimos como media hora juntos y no nos peleamos?
-Sí... es que cuando no hablás está todo bien. El problema es que de tu boca salen dardos y no palabras.
-¿Te parece? Yo creo que vos sos muy susceptible -comenzaba a asomar su sonrisa.
-¿Querés que empecemos a pelear?
-No -miró como sus pies se hundían en la arena mojada y movió sus dedos-. Aunque en realidad es divertido pelear con vos... ¿no te parece?
-La verdad que no... -no pude culminar mi frase, ya que me distraje observando cómo corría Ángeles hacia nosotros, haciendo que su rubia cabellera se desparramara entre la gente que iba esquivando. Francisco giró para ver en qué me entretenía.
-¡Tenemos compañía! -expresó con alegría y estampó una desagradable sonrisa en su rostro.
Ángeles pegó un salto para poder colgarse de sus hombros y lo saludó exaltada.
-¿Ves, Florencia? Esta es la manera en que a uno le gusta que lo traten, que demuestren que están contentas por estar con uno -odié su actitud sobradora.
-¿Quién no estaría contenta estando con vos, Frank? -Ángeles parecía extasiada.
-Florencia no opina lo mismo que vos.
Esa escena me estaba dando asco. Y las palabras de Ángeles terminaron de arruinarla.
-Es que ella ya tiene su amor esperándola en Buenos Aires, o no se dónde... ¿no Poty? -Francisco borró su sonrisa y me miró intrigado.
-¡No!-contesté enojada. ¿Quién era ella para revelar mis intimidades? ¡¿Y cómo se había enterado?! Francisco no tenía por qué enterarse de la existencia de Mariano, y menos aún por boca de Ángeles.
-No, la verdad es que nadie me está esperando, pero aunque así fuera, no tiene nada que ver. ¿Saben qué? Me voy a la carpa, porque el sol me está calcinando –me sentía furiosa. Definitivamente odiaba a aquella chica. ¿Cómo se habría enterado de Mariano?
Corrí hasta la carpa en busca de Lucrecia y en cuanto la divisé, la aparté del grupo.
-¿Sabés cómo se pudo haber enterado Ángeles de mi historia con Mariano? -noté que Lucrecia me observaba extrañada.
-No, Poty, yo no dije nada. ¿Por qué estás tan nerviosa?
-Entonces fue Naty... o Lola... ¡Sí! A Lola se le puede haber escapado -seguía acelerada y Lucrecia intrigada.
-¿Y por qué es tan grave?
-¡Se lo contó a Francisco! ¡Me re quemó! -me sorprendieron mis palabras, y a ella también.
-Pensé que no te bancabas a Frank -me dijo entre sonrisas.
-Yo también, pero te reconozco que no soporto verlo con Ángeles -me avergonzaba de mis pensamientos, pero no lograba evitarlos.
-Y se ve que para ella sos competencia, porque sino no habría dicho lo de Mariano. Se lo dijo para descartarte.
-¡Qué perra! ¡Ya va a ver quien gana!
No lograba descifrar cuáles eran mis sentimientos, mis intenciones. No entendía si Francisco realmente me gustaba, o sólo quería vencer a Ángeles, o... o Francisco era la excusa perfecta para poner en evidencia todos los miedos que me causaba pensar en alguna relación con Mariano.

Esa noche fuimos a bailar y en cuanto vi que Ángeles se alejaba de la pista, me acerqué a Francisco.
-¿Y tu novia? -le pregunté al oído.
-Gracias a Dios, no tengo novia -no me miró.
-¡Uy! Me confundí, es que con Angie están tanto tiempo juntos que ya parecen un matrimonio.
-Vuelvo a preguntarte, ¿eso te molesta? -ya había aparecido su usual sonrisa.
-No, solamente que no tengo con quien pelear -reconozco que mi postura y mi voz era la que solía utilizar para la conquista.
-¡Entonces escapémonos antes de que vuelva Angie! -tomó mi mano y me obligó a seguirlo.

Esquivando a la masa de gente que ondulaba al ritmo de la música, salimos de “La Luna”.
-¿Vamos a la playa? -me preguntó, pero sin esperar mi respuesta, ni soltar mi mano, comenzó a caminar rumbo al mar. En cuanto llegamos nos sentamos enfrentados en la arena.
-¡Por fin solos! -me sonrió.
-Despreocupate, porque en cualquier momento aparece Angie.
Francisco rió con ganas.
-Sí, ¿no? lo cierto es que no me deja ni un minuto en paz.
-Y a vos te encanta -reproché.
-Y a vos no -me retrucó y clavó sus ojos en los míos.
Me sonrojé, pero logré no ser tan evidente.
-Me molesta que te quejes de ella cuando en realidad te encanta que te persiga.
Me interrumpió.
-Soy un histérico. Ya me lo dijiste, pero vos no te quedás atrás.
Me sorprendí.
-¿Qué?... ¿Y ahora de qué me acusas?
-Vos hacés conmigo lo mismo que yo hago con Angie.
-¡Nada que ver! -me mostré indignada, pero tenía toda la razón.
-Yo estaba bailando lo más tranquilo y vos viniste a buscarme, haciéndote la seductora; pero seguro que si te quiero dar un beso me sacarías corriendo.
-Una cosa no tiene nada que ver con la otra... -¿lo sacaría corriendo?
Se quedó en silencio mirándome.
-Bueno, ¿qué decís del beso?
Volví a sonrojarme, pero logré salir victoriosa.
-¿Sabés qué creo? Que además de arisco e histérico, te falta espontaneidad. Es la primera vez que me piden permiso para darme un beso -intenté mostrarme superada, pero como tantas otras veces, no era fácil amedrentar a Francisco.
-No te pedí permiso para darte un beso, ni siquiera pensaba dártelo, simplemente me quería sacar una duda. Aunque en realidad ya se cómo habrías reaccionado. Hubieras pegado un salto y salido corriendo. Así sos vos.
¡¿Por qué siempre me ganaba?! Siempre se quedaba con la última palabra, y le encantaba hacerme ver como una tonta. Debía vencerlo o unirme a él.
-Me cansás, Francisco. Con vos, cada cosa que digo, la pienso mil veces, y no dejás de pelearme. La verdad es que no sé por qué me buscás, y no sé por qué yo me prendo -me puse de pie y lo miré agotada-. ¿Me acompañás a casa?
-¿Me ayudás a levantarme? -extendió su mano y yo tiré de ella.
Quedó erguido casi instantáneamente, y con movimientos sumamente ágiles, tomó mi cabeza, la acercó a la suya y me besó.
Fue tan rápido que la sorpresa no me permitió experimentar más que la sensación de lo inesperado.
-Te busco porque me gustás. Pensé que te habías dado cuenta -me sonrió y soltó mi cabeza. Tardé unos segundos en reubicarme y contestarle.
-Retiro lo dicho sobre la falta de espontaneidad. ¿Vamos? -sin mirarlo comencé a caminar rumbo a la avenida.
¿Y ahora qué hago? No puedo tener nada con Francisco, no puedo, ¿qué voy a hacer con Mariano?, no dejaba de repetirme. Aunque apenas nos habíamos besado, ya era un serio problema para mí. Había descubierto que me gustaba mucho Francisco, pero eso me hacía cuestionar aún más mis sentimientos hacia Mariano. Yo no debía tener ninguna clase de relación con Francisco. No, definitivamente no debía.
Al llegar a la puerta del departamento comprobé que Francisco me observaba y reía.
-¿Qué te pasa, Flor? ¿Por qué tenés la frente tan fruncida? -nunca había escuchado ese tono de voz saliendo de sus labios, era suave, hasta diría afectuoso.
-Nada. Estaba pensando -no quise mirarlo.
-¿En qué? -como no le contesté, se agachó hasta encontrar mis ojos y continuó- ¿En el chico que te está esperando no sé dónde?
-¿Por qué creés lo que dice Angie? -no sabía si debía ser sincera.
-Porque estoy seguro que tiene razón. La primera vez que te pregunté si tenías novio te pusiste nerviosa, y ahora estás muy pensativa. Está todo bien, que tengas novio no es mi problema.
-No tengo novio. De todas manera, no veo la razón para que estemos discutiendo esto -no entendía qué pretendía, pero me molestaba que se mostrara tan cómodo con mi estado.
-¿No? ¡Qué lástima! Yo pensé que nos estábamos entendiendo, y la verdad, te juro que no te lo digo de engreído, pensé que te gustaba...-su voz cada vez se acercaba más a la usual.
-¿Y que me gustes sí es tu problema?
-Podría decirse... mirá Florencia, esta conversación no nos está llevando a ningún lado. No era mi intención ponerte tensa, al contrario. Darse un beso no implica nada más que eso, por lo menos para mí.
Sus palabras eran la solución a mi problema, si él no planteaba nada serio, yo no tenía por qué sentirme culpable ni por ocultar la existencia de Mariano ni por estar con Francisco; pero me molestaron, me ofendieron, no sé por qué. Tal vez porque salían de la boca de Francisco.
-Ya sé que me vas a agredir cuando termine de hablar, pero siento la necesidad de decirte lo que siento. Yo sé lo que significa un beso, por lo menos para mí. Y todas las veces que di un beso fue por algo, con algún propósito, y siempre hubo una consecuencia. Como de cada cosa que uno hace. Y si yo le doy un beso a alguien es porque quiero algo con esa persona, no porque me la crucé, me pareció linda y listo. Aunque sea porque me gusta y quiero transar.
Francisco intentaba ocultar su tentación, pero no lo logró y dejó ver su sonrisa.
-Disculpame si herí tu sensibilidad. Creo que es evidente que si te di un beso es porque me gustás, pero no era mi intención presionarte a nada. Me gustás, me gustaría pasar más tiempo con vos, sin pelearnos. Qué se yo, salir a bailar, a comer, transar. No te estoy proponiendo nada serio. Estamos de vacaciones, te invito a divertirnos. Diversión sin compromiso, ¿ahora entendés mejor? -su voz volvió a suavizarse.
-Sí, ahora te entiendo. Bueno, ¿nos vemos mañana? -estaba muy confundida, muy incómoda. Aunque no podía negar que Francisco me atraía, hasta me sentía agredida cuando intentaba decirme que le gustaba, y para colmo Mariano... todo esto modificaba mi situación con Mariano. Y yo había provocado esta situación, y no entendía por qué.
-Dale, nos vemos mañana -intentó besarme, pero automáticamente corrí mi cara.
-Bueno, mejor me voy antes de que diga algo de lo que me pueda arrepentir. Chau -no me dio tiempo a contestarle y a gran velocidad se marchó. Pensé correrlo y detenerlo, pero concluí que no era buena idea.
Al entrar al departamento me encontré sola, necesitaba hablar, quería desahogarme. Caminé por las habitaciones, me di un baño y cuando me preparaba para dormir, llegaron las chicas.
-¿Qué te pasó, Poty? Francisco nos dijo que te sentías mal -Natalia parecía muy preocupada.
-Nada, no me siento mal. Salimos a caminar con Francisco y después me acompañó hasta casa. -¿Por qué les había mentido? ¿De qué le servía?
-¿Por qué nos mintió?- Lucrecia se veía enojada.
-¡Sí! Vinimos las tres corriendo a ver qué te pasaba, es un idiota -agregó Lola.
-Y para colmo él se quedó divertido en La Luna -Naty meditó unos segundos y continuó.
-Seguro que se peleo con vos ¿no? -Yo asentí con la cabeza-. Lo que no entiendo es por qué se vengó con nosotras.
-Ahora que pienso bien, me parece que no nos mintió. Me parece que no dijo Florencia está re mal, sino que con Florencia está todo mal -dijo Lola, y no pudimos dejarnos de reir.
-Si quieren les cuento lo que pasó -las cuatro nos sentamos alrededor de la mesa y yo relaté lo sucedido entre ambos.
-Creo que yo también me habría enojado, pero lo importante es qué pensás hacer -dijo Lucrecia.
-Ya sé, ya sé que no estuve bien, pero es que no sé que hacer. Si me engancho con Francisco, ¿qué va a pasar con Mariano?
-Tu preocupación era si no te bastaba con Mariano, y aparece otro chico que te gusta, ¿eso no responde a tu problema? -Lucrecia parecía apasionada con el tema.
-Pero yo lo quiero a Mariano.
-¿Te querés poner de novia con él? -me interrumpió Naty.
-No sé, no sé... -en esos momentos, realmente no sabía nada, no entendía nada.
-Yo opino que hagas lo que sientas ahora, lo que te dijo Francisco es muy cierto, estamos de vacaciones, vinimos a divertirnos. Si tenés ganas de transar con Frank hacelo. Después verás qué hacer -Lola era práctica y concreta-. Ahora, ¿qué les parece si vamos a dormir? -todas coincidimos con ella.

Capítulo 10

CAPÍTULO 10

Era una tarde muy calurosa. Naty y Lucrecia habían ido a caminar con los chicos, pero Lola y yo habíamos decidido quedarnos tomando sol cerca de la orilla del mar.
Yo estaba recostada, mirando desinteresadamente a la gente que caminaba de un lado a otro por la orilla, cuando de pronto lo ví saliendo del mar. Sus cabellos mojados y algo despeinados le daban un aspecto tan sexy que no pude evitar que mi corazón comenzara a golpear con fuerza contra la arena. Sin pensarlo me incorporé y caminé hacia él. Supuse que no me reconocería, pero al enfrentarlo me sonrió.
-Hola -me dijo mientras tiraba sus cabellos hacia atrás-. ¿Vas a meterte? Hoy el mar está espectacular -noté que mientras me hablaba, me examinaba con la mirada, situación que me avergonzó.
-No -le contesté y me animé a agregar-. Te vi y vine a saludarte.
-¡Ah! ¿Estás por acá? –él me hablaba con total naturalidad, como si no le importara.
-Sí, a veces... ¿Vos? -no sabía qué decirle, me sentía muy torpe.
-Vine a visitar a un amigo ¿Caminamos? -volvió a mostrarme su sonrisa.
No estaba segura de que esa fuera una buena idea.
-¿Y tu amigo? -era la perfecta excusa para no negarme pero no ir.
-Él sabe cuáles son mis prioridades -tomándome por los hombros, torció mi cuerpo hacia el sur, para que camináramos.
Me sentía inhibida, no sabía si por timidez o por culpa. Me volvía loca la idea de no saber qué decir.
-¿Cómo te llamás? -preguntó por fin.
-Florencia, pero todos me dicen Poty -me sentí una idiota pronunciando aquellas palabras.
-¿Por qué te dicen Poty teniendo un nombre tan lindo? -se detuvo y me miró, pero yo seguí caminando, entonces él me siguió.
-No sé. Me lo puso un amigo cuando éramos muy chicos, porque no le salía mi nombre. Es algo que no me suelo cuestionar -ya había olvidado que Mariano había sido el primero en decirme Poty.
-¿Te molesta si te digo Florencia?
-No... ¿Vos tenés algún nombre? -las palabras comenzaban a fluir con mayor soltura.
-Sí, Francisco.
Repetí su nombre en voz alta y le pregunté:
-Sos un tipo distante ¿no? -se detuvo y me miró con seriedad-
-¿Por qué? -preguntó intrigado.
-Porque Francisco rima con arisco.
Se echó a reir de tal manera que sentí vergüenza. No había sido una broma, era algo que yo solía hacer con los nombres, para divertirme y ver si alguna vez acertaba. Y su risa me molestó. Yo no me reí, me quedé mirándolo seriamente.
-Así que Francisco rima con arisco -por fin cesó esa carcajada irritante.
-Sí, tampoco era para que te rieras tanto de mi comentario -le dije algo compungida.
-Disculpame. Disculpame ¿si? -me dijo levantando ambos brazos a modo de defensa.
-¿Volvemos? -me sentía incómoda y no logré disimularlo.
-Yo seré arisco pero vos sos susceptible -dio media vuelta y comenzó a caminar rumbo a nuestro balneario.
En silencio llegamos hasta nuestra sombrilla.
-Bueno, yo tengo un amigo en este balneario. Está en la carpa 30. Ahora voy para allá. Si tenés ganas, alguna vez fijate si estoy -me dijo como despedida.
-Yo casi siempre ando por acá -nos despedimos con un beso y él se dirigió a las carpas.
Me sentía derrotada, había sido un muy mal encuentro. No entendía por qué había actuado de una manera tan torpe, supuse que la culpa me dominaba. Me tiré en la lona, a esperar que alguna de mis amigas volviera.
-¿Y? -gritó Lola mientras corría toda mojada hasta la sombrilla.
-Mal, muy mal. Me porté como una idiota -me ponía nerviosa pensar que esa situación me entristecía.
-Pero, ¿te gusta? -Lola se sentó a mi lado y comenzó a secar sus cabellos.
-No sé, es muy lindo, ¿no?
Ella asintió con la cabeza.
-¡Te gusta! - Exclamó riendo.
-No sé, no sé. Pienso en Mariano y no puedo actuar con libertad.
-¡Pero Mariano no está! ¡Tenés 18 años! Nadie te dice que te cases con este pibe. ¡Aprovechá y divertite! No estás haciendo nada malo, nena. Acordate de que no estás de novia con nadie -Lola se había apasionado con el tema-. ¿Te dijo dónde estaba?
-Está en este balneario con un amigo -le conté.
-Bueno -dijo con determinación mientras se ponía de pie-. Vamos a buscarlos. Si no pasa nada con él, a lo mejor yo me engancho con el amigo -me estiró la mano para ayudarme a levantar, y yo le obedecí.
Desde lejos buscamos su carpa y los vimos. Estaban al sol, jugando a las cartas. Su amigo también era atractivo, un tipo alto, musculoso, de cabellos negros y crespos. Tímidamente nos acercamos y al vernos llegar, se levantó.
-Ella es Florencia -le dijo a su amigo, y luego se volvió hacia mí-. Él es Federico.
Federico se levantó y nos saludó a ambas, y Lola se presentó. Federico corrió hacia la carpa para regresar con un par de sillas para nosotras.
-Nos quedamos solas -comentó Lola luego de sentarse- y como Poty me comentó que estaban acá la convencí para que viniéramos, allá no sabíamos qué hacer.
-Me parece bárbaro que hayan venido. Nosotros también estábamos aburridos. Francisco siempre gana al truco, así que ustedes son la excusa perfecta para acabar con esta tortura.
Ambas reímos, Federico parecía muy simpático.
-¿Y a qué se dedican ustedes? -nos preguntó Francisco interrumpiendo los comentarios graciosos que estaba haciendo su amigo.
-Yo estudio derecho, y trabajo en un negocio de ropa que tiene mi mamá -contó Lola.
-¿Así que derecho? Yo también estudio derecho en la UBA -Federico se mostró contento con la coincidencia- ¿Y vos qué estudias? -me miró.
-Psicopedagogía, pero no trabajo -veía que los tres se divertían con la charla. Yo, sin embargo, me sentía bastante incómoda y Francisco parecía colaborar con esta situación.
-¡Qué feo ser mantenida a tu edad! -dijo sin darle importancia a sus palabras. Yo lo miré con seriedad y él me devolvió una sonrisa-. No seas tan susceptible, fue una broma.
-¿Vos qué hacés? -le pregunté sin demostrar que sus palabras me habían molestado.
-Laburo en el estudio jurídico del padre de Fede, pero no estudio derecho, soy asistente social.
-¡Qué coincidencia! Fede y yo estudiamos lo mismo, y ustedes dos también están en el mismo ramo. ¡¿No es bárbaro?! -Lola se veía feliz, y muy a gusto. Comenzó a contarle a los chicos sobre nuestras vacaciones y nuestras vidas en Buenos Aires, y así la charla derivó en distintos temas. Noté que Lola y Federico se agradaban, en cambio, con Francisco no hacíamos más que pelear.
Nos dimos cuenta de que se había ocultado el sol cuando comenzamos a sentir frío. Lola tiritaba, pero parecía no querer moverse.
-Bueno, chicas, me parece que se están muriendo de frío ¿Vamos? -fue Francisco quien tomó la iniciativa, y se levantó.
-Sí, me estoy congelando... ¿vamos, Lo?
-Sí -me contestó no muy decidida.
Torcí mi cuerpo hacia el mar y descubrí que nuestra sombrilla aún seguía clavada en la arena, pero ni Naty ni Lucrecia estaban allí.
-¡Uy, Lola! Las chicas no se llevaron la sombrilla, ¿vamos a desarmarla? -le comuniqué con desgano.
-¡No se preocupen! Yo voy... ¿Me acompañás? -le pidió Federico a mi amiga y ambos se alejaron juntos.
Nosotros los observamos en silencio.
-Es simpática tu amiga -opinó sin mirarme.
Yo tampoco lo miré.
-Sí, y Federico parece divino.
-Es un tipazo -se notaba que lo apreciaba.
-¿Están parando juntos?
-En realidad yo tengo casa en Mar de Ajó, mi familia está allá; pero como Fede está solo, me invitó a que me quedara con él. Pero ahora no se si va a necesitar mi compañía.
Sonreí, comprobé que no era la única que había notado que ambos se habían agradado.
-¿De qué te reís? -me preguntó en el mismo momento en que los chicos regresaban con la sombrilla.
-¿Qué les parece si esta noche vamos a cenar? -propuso Fede.
-Yo estoy de acuerdo, ¿y vos? -Lola me miró y en sus ojos noté súplica.
Antes de contestar quise ver la expresión de Francisco y al verme asintió con la cabeza, entonces acepté.
Dijeron que entre las diez y diez y media de la noche nos pasarían a buscar por nuestro departamento. Cargaron nuestra sombrilla y sus mochilas y nos acompañaron hasta nuestro edificio.

Lola se arregló como no lo había hecho en todas las vacaciones, yo sólo me puse el jean más limpio que tenía y una remera encima, anudé mi cabello en la nuca y dejé que un bucle cayera sobre mi frente.
Faltaban quince minutos para las once cuando tocaron el timbre. Lola me tomó del brazo y me hizo correr hasta el ascensor.
-Me gusta mucho Federico. Deseame suerte -me comunicó con suma seriedad. Así lo hice, y previo revisarse en el espejo del ascensor, salimos a su encuentro.
Noté que Federico también se había esmerado en su aspecto, no así Francisco, el también llevaba puesto un jean, algo gastado y una camisa blanca fuera de sus pantalones. Su cabello aún estaba mojado.
Rápidamente, Lola y Federico se adelantaron para iniciar una conversación, en donde no nos estaba permitido participar. Esta situación se repitió toda la noche.
Era pasada medianoche cuando les propusimos ir a “La Luna”, ya que habíamos arreglado encontrarnos allí con Lucrecia y Naty. Tan pronto como entramos, nos separamos.
-Parece que nuestros amigos tienen mucho de que hablar, ¿no? -me dijo Francisco con una media sonrisa, mientras tomándome del brazo me llevaba hasta unas banquetas ubicadas cerca de la barra.
-Deben estar discutiendo sobre alguna cátedra. Se los ve muy apasionados con el derecho -ya habíamos entrado en confianza, nuestros amigos no nos habían dejado opción.
-Nosotros también podríamos hablar de algo. No sé nada de vos, salvo que te llamás Florencia, que rima con resistencia -lo dijo al pasar, pero me causó mucha gracia y no pude dejar de reírme-. ¿Ves que yo no me enojo porque vos te reís de mis rimas? Dale contame algo de tu vida.
-No sé que decirte. En realidad no hay mucho para contar. Soy hija única, vivo con mi papá en una casa en Palermo, me gusta pintar y tengo 18 años.
No me dejó continuar.
-¡Debés ser muy malcriada! -me mostró una sonrisa. Yo le devolví una cara seria.
-Te aseguro que no soy malcriada, pero vos sos bastante amargo ¿no?
-¡No te enojes! No te bancás ningún chiste -odiaba esa sonrisa que ponía cada vez que decía algo hiriente.
- Ok. Además de ser tan gracioso, ¿cuántos años tenés?
-23 -pensó unos segundos antes de seguir hablando. Deduje que me contaría algo sobre su vida, en cambio preguntó algo que me sorprendió.
-¿Así que tenés novio?
Lo miré extrañada.
-No, te dije que no tengo novio.
-¿Sabés que no te creo? Cuando te lo pregunté, te descolocaste, y te pusiste nerviosa cuando me contestaste... No hace falta que me mientas.
Ya me había agotado su postura de sabelotodo, entonces decidí no dejarme ganar. Si él quería pelear, íbamos a pelear.
-¿Sabés que no me interesa que no me creas? -le contesté en un tono muy sobrador-. Si estuviera de novia, estaría con mi novio en vez de estar perdiendo el tiempo con vos -¡Por fin había logrado dejarlo con esa boca cerrada!
No esperaba mi respuesta, entonces tardó un tiempo en contestarme.
-¿Sabés qué creo? -apoyó sus manos en mi banqueta, inclinando su cuerpo sobre el mío, y agregó- que estás perdidamente enamorada de un chico que ni siquiera sabe que existís, y que todas las noches mirás su foto y llorás por él. -era evidente que creía haber triunfado, pero no me iba a ganar tan fácilmente.
-El problema es que tu teoría está basada en un concepto poco probable. Es imposible que un chico no se fije en mí -le mostré mi mejor sonrisa y continué- ¿o me equivoco? -le dije desafiante.
Él también sonrió.
-Tendría que hacer una estadística -se quedó en silencio, e inclinó aún más su cuerpo. Su mutismo me inquietó, pero no supe cómo revertir la situación.
-Te rompería la boca de un beso -acercó su rostro al mío, pero instantáneamente salté del banco.
-¡Mirá! Ahí están mis amigas. Vení que te las presento -no lo miré, tomé su mano y lo arrastré entre la gente hasta encontrarme con Naty, Lucrecia y Martín.
No pareció agradarle mi desplante, sin embargo se mostró simpático con mis amigos, pero en cuanto le surgió una oportunidad, me alejó del grupo.
-Si no te molesta, voy a ver si por ahí hay alguien que sí tenga ganas de divertirse.
Me sorprendió su comentario, lo nuestro no era una cita, ni yo estaba obligada a complacerlo.
-No me molesta para nada. Tenés todo el derecho a hacer lo que quieras. Si hoy salimos fue para hacerle pata a Lola y Fede -iba a agregar que él había sido quien quería romper mi boca, pero me pareció demasiado.
-Bueno, que tengas suerte. Nos vemos -besé su mejilla y caminé hacia Naty. ¡Qué histérico!, pensé.