Capítulo 9

CAPÍTULO 9

-¡No lo puedo creer! -gritó Lola cuando terminé con mi relato.
Estábamos en su casa planeando nuestras vacaciones, y no pude ocultarle lo que me había sucedido.
-Poty, ¿estás escuchando lo que decís? -estaba fuera de sus casillas, totalmente exaltada.
-Sí, Lola... no lo podía creer ni yo misma, pero pasó.
Mi amiga me observaba sorprendida. Parecía que mi rostro no combinaba con mi historia. Varios minutos me miró en silencio, y luego, se sentó sobre su cama y fijando sus ojos en la alfombra me dijo con sinceridad:
-No, vos me mentís.
Me senté a su lado, cansada de intentar convencerla. Era la primer persona a la que se lo decía, y me costaba hablar sobre ello.
-Entendeme, Lolita, no es un tema fácil para mí. Necesito descargarme, hablarlo con alguien. No sé que voy a hacer.
-Entonces es en serio. Contame detalles -la curiosidad de Lola superaba cualquier intento que tuviera de mostrarse comprensiva.
-No sé, ya te conté todo. Fue espectacular, Mariano es re dulce. La pasé bárbaro.
-¿Te dolió?
-No. Apenas un poco, después.
-¡Qué envidia! A mí sí me dolió. ¿Se cuidaron? -parecía más preocupada.
-Sí.
-Bueno, eso es una tranquilidad, no sea cosa que quedes embarazada.
-¡Por Dios, Lola! Me muero.
Ya había saciado su necesidad de detalles, y pudimos conversar sobre los temas que más me preocupaban.
-Bueno, entonces ¿en qué quedaron? ¿Por qué no se pusieron de novios?
-No sé... nos queremos mucho; pero pensamos que antes de decidir algo, teníamos que enfriarnos y pensar qué es lo que queremos que pase con nuestra relación.
-Yo creo que estás enamorada de Mariano, sino no te hubieras acostado. Acostarte con alguien que no es tu novio no va con vos.
-Pero Mariano es más que un novio. De todas maneras, no se qué va a pasar con nosotros.
-Se van a poner de novios, eso va a pasar.
-No sé, por lo pronto, él se va a Estados Unidos en menos de una semana. Así que tenemos mucho tiempo para pensar.
-Y nosotras nos vamos a la costa. Te va a venir bien.
-Sí, supongo que sí -estaba tan confundida, tan turbada, que no tenía idea de qué me haría bien. No sabía si la conclusión de Lola sobre ponernos de novios sería la mejor. No entendía nada.
No pudimos seguir hablando, ya que se unieron a la reunión Lucrecia y Natalia, y yo no me sentía preparada para contarles lo que me había sucedido con Mariano; pero sí pudimos arreglar qué haríamos en la vacaciones.

Nos volvimos a ver con Mariano el día de su partida a Estados Unidos. Fuimos con sus padres a despedirlo al aeropuerto, y mientras estos tomaban un café, nos separamos de ellos para escondernos tras un negocio. Tomó mis manos y me mostró una sonrisa.
-Extrañame, por favor. No sé que decirte que ya no te haya dicho. Yo pienso pensar en nosotros todo lo que pueda. Vas a hacer lo mismo ¿no? -me miró expectante.
-Sí, Negro, claro. Te voy a extrañar un montón. Cuidate, no dejes que te pase nada, ¿eh?
Solté sus manos para abrazarlo y él tomó mi cabeza para poder besarme largamente.

Cuando el avión se perdió entre las nubes me sentí perdida, pero luego, al pasar los días me alivié. Liberarme de su presencia me dejaría pensar con autonomía. Y así lo hice hasta que nos fuimos de vacaciones.
A principios de enero nos instalamos en un departamento de la familia de Lucrecia en San Bernardo. Las cuatro congeniábamos y nos fue fácil la convivencia.
Éramos cuatro mujeres solteras, ansiosas por divertirnos y, si era posible, encontrar buena compañía.
Ellas tres eran más activas en la playa. Gozaban participando de cuanta clase de gimnasia se ofreciera en el balneario o dando paseos por la orilla del mar. En cambio, yo disfrutaba de la tranquilidad que me daba perderme observando las olas del mar. No podía pedir más que tirarme en la arena y gozar de un buen libro o un mate amargo. Comprendí que mi cuerpo y mi espíritu me pedían soledad y ocio y no encontré una buena razón para negárselo. Por las noches las cuatro estábamos siempre dispuestas a divertirnos. Solíamos ir a bailar a “La Luna”, un pub que quedaba frente a la plaza del centro. Era pequeño, y eso nos agradaba, ya que a medida que transcurrían los días, los rincones y los rostros nos eran familiares.


Ya había pasado más de una semana de nuestras vacaciones. Estábamos en La Luna, junto a la barra. No lográbamos detener nuestra risa. Si alguien nos hubiera observado, habría pensado que estábamos ebrias; pero la causa de nuestra alegría no era el alcohol, sino un muchacho que bailaba desenfrenado frente a nosotras.
De pronto un grupo de chicos se nos acercó. Cada uno de ellos se dirigió específicamente a una de nosotras y comenzaron con su coqueteo.
No pude ver qué sucedió con las demás, ya que mi enamorado me había acorralado contra la barra y me era imposible moverme.
-Hola, me llamo Nacho y se que me estabas esperando -fue su presentación. Estaba tan cerca que no podía verlo claramente, pero si pude sentir su desagradable aliento a alcohol.
-Disculpame, pero no tengo ganas de hablar con vos -le contesté con mi peor cara, pero pareció no importarle.
-Dale, estás sola, vamos a bailar -dijo estirando mi brazo, pero yo me aferré a la barra.
Allí, pude observar que mis amigas habían desaparecido y me desesperé pensando que me sería difícil deshacerme de ese individuo.
-Mirá, Nacho, no tengo ganas de bailar con vos, ¿entendés? -intenté mostrarme aún más desagradable, pero nuevamente pareció no importarle.
-Ok, entonces transemos -me contestó sonriéndome y volvió a acorralarme. Acercó su boca a mis labios, y aunque corrí rápidamente mi cara, él siguió mis movimientos con la suya.
-¡Sos un tarado! ¡Andate! -le grité luego de forcejear unos momentos en vano, pero él no se movió.
Estaba a punto de gritar por ayuda cuando de pronto me sentí liberada. No entendí qué sucedió, pero al fijar mi vista lo ví hablando con un muchacho algo mayor. Escuché que le pedía disculpas para luego alejarse.
Aún no comprendía lo sucedido, entonces miré a este hombre esperando una respuesta.
-De nada -me dijo sonriendo, mientras apoyaba su brazo en la barra.
-Gracias, ¿qué le dijiste? -me pareció muy agradable.
-Que era tu novio y que si te seguía molestando le iba a romper la cara -contestó con la misma sonrisa.
Luego de examinarlo comprendí por qué Nacho no opuso resistencia. Mi salvador era alto y bastante musculoso. Su espalda estaba demasiado bien formada. No le habría costado ganarle al borracho. Seguí observándolo, me pareció muy atractivo. Su rostro me resultaba perfecto. Tenía unos intensos ojos azules, su nariz y su boca eran bien masculinas, tenía una barba de días, su cabello era castaño y ondulado y caía sobre sus hombros... era encantador.
-Así que tus amigas te abandonaron cuando estabas en problemas -me dijo riendo luego de explicarle cómo había comenzado el incidente.
-Sí, se ve que sus chicos eran más interesantes y ni siquiera se fijaron en mí. Deben andar por ahí -le comenté y barrí la pista con mis ojos intentando divisarlas en vano.
-¿No las ves? -me preguntó al observar mi movimientos con la cabeza.
-No... no importa, esto es chico. Ya nos encontraremos.
-¿Querés que te ayude a buscarlas?
-No... no te preocupes, seguramente tenés algo más divertido que hacer. No me molesta estar sola.
Volvió a sonreírme.
-La verdad es que no tengo nada más divertido que hacer, y seguramente si me voy no vas a estar sola mucho rato.
Comprendí que había sido un piropo, entonces bajé mi vista. Su mirada me turbaba, me hacía sentir inquieta.
-Y decime, ¿tenés novio? -su pregunta me tomó por sorpresa. Levanté mis ojos y lo miré sorprendida. Inmediatamente apareció la cara de Mariano. Cerré mis ojos para que se borrara esa imagen y volví a mirarlo.
-No, no tengo novio... ¡Qué buena música! Tengo ganas de bailar -me sentí una mentirosa, aunque no había mentido. Necesitaba escapar de esa situación.
Como no me contestaba comencé a caminar hacia la pista y él me siguió. Bailamos sin hablar hasta que Lola me vino a buscar para irnos.

Nos despertamos cerca del mediodía y con desesperación corrimos hacia la playa. Como debíamos ponernos al tanto de la noche anterior, las cuatro nos sentamos en ronda para comenzar con el parte. Natalia fue la primera.
-Transé con un pibe bastante macanudo, pero nada interesante. Me preguntó dónde parábamos y le dije que estábamos en Pinamar. Espero no encontrármelo por la playa -esa era la típica actitud de Naty con los hombres. Le encantaba mantenerlos bien lejos.
-Yo estuve con un pibe divino, me encantó. Está con unos amigos a dos o tres balnearios de acá. La verdad es que me gustó bastante -nos contó Lucrecia entusiasmada- ¿Después podemos ir a visitarlos? ¡Por favor!! -nos suplicó al ver que ninguna le contestaba.
-¡¡¡Sí!!! -le gritamos en coro y se conformó.
Noté que Lola me observaba con picardía, esperando que contara mi historia. Pero preferí cederle mi turno.
-Yo transé con un chico que estaba muy bueno; pero me dijo que estaba en Pinamar y que sólo había venido por anoche. Ahora me pregunto si me habrá metido esa excusa, como hizo Naty.
No pudimos menos que reirnos ante su conclusión, y luego no tuve más remedio que hablar. Me sentía en falta, culpable, y sólo había bailado con un chico.
-Yo bailé con un chico que me salvó de ese pesado que se me tiró encima cuando ustedes me dejaron sola -intenté reprocharles para derivar el tema; pero no sirvió de mucho
-¿Y? -preguntó ansiosa Lola.
-Nada. Está muy bueno; pero me sentí que estaba engañando a Mariano. Así que casi no hablamos, ni siquiera sé cómo se llama ni dónde está. Mejor, así no me meto en líos.
Ya todas sabían lo que había sucedido entre el Negro y yo, por eso sentía la libertad de decir lo que sentía.
-Vos y Mariano todavía no son nada, y si este chico te gustó te puede ayudar a decidirte qué querés hacer con Mariano. Pensalo. Si hay otro tipo que te atrae, por algo debe ser -me aconsejó Lucrecia.
-Es verdad. Pero por suerte ni sé donde está, así que no tengo por qué preocuparme. Contanos más de tu chico, que parece ser el único que fue realmente importante. ¿Cómo se llama?
A Lucrecia se le iluminó el rostro, y comenzó a contarnos sobre Martín, que así se llamaba.
Luego de tomar sol un rato, Lucrecia no soportó más y tanto nos insistió que la acompañamos a buscar a “su chico”. Era un grupo divertido de muchachos con los que se encontraba y casi de inmediato congeniamos. Fue así que comenzamos a compartir con ellos la mayor parte del tiempo de nuestras vacaciones. Por supuesto Lucrecia y Martín iniciaron una relación que parecía sería duradera.

Capítulo 8

CAPÍTULO 8

Era tiempo de pensar, debía frenar al mundo que se abalanzaba sobre mí a toda velocidad, y meditar mis actos.
Agoté mis pensamientos con Mariano. Me veía entre sus brazos y no lograba reconocerme, pero sólo el recuerdo de aquellas sensaciones me llenaba de gozo. Eso era lo único que tenía en claro respecto a él.
También pensé mucho en Gastón. Él me agradaba, pero era demasiado evidente que no estaba enamorada de él. Era momento de terminar nuestra relación; pero por cobardía o compasión decidí esperar para decírselo cuando acabara de rendir sus finales. Fueron apenas unos días en los que, de todas maneras, no nos vimos porque ambos estábamos estudiando.
Con esa misma excusa tampoco nos vimos demasiado con Mariano. Lo extrañaba, pero por primera vez, pensaba cumplir con mi propósito. Entonces, era mejor evitarlo.


Había llegado diciembre y con él, el intenso calor. Mi físico no lo soportaba y mi espíritu tampoco. Luego de nadar en mi pileta, me bañé y con determinación caminé hasta la casa de Gastón. Me recibió somnoliento, pero pareció agradarle mi visita.
-Hola, Poty, estaba durmiendo la siesta. Mi familia se fue a una quinta y yo me quedé para descansar.
-Disculpame, si querés vuelvo más tarde -era un buen momento para escapar. Sus ojos celestes me conmovían y no me dejaban actuar con claridad.
-No, pasá, tenía muchas ganas de verte -me abrazó y fuimos juntos hasta el living. Ambos nos sentamos en el sofá. No me salían las palabras, comenzaba a ponerme ansiosa.
-¿Qué te pasa, gordi? -preguntó con inocencia, clavando su mirada en la mía.
-Estuve pensando -dije tartamudeando-, creo que... tenemos que hablar -continué con timidez.
-¡No!... ¿De qué querés hablar? Hace mucho que no tenemos un rato para estar juntos y tranquis... -me rodeó con sus brazos y comenzó a besar mi cuello. Logró desconcentrarme y estuve a punto de sucumbir.
-Gastón, así no te puedo hablar, y realmente necesito decirte algo -sentí que le suplicaba, pero él ya estaba encima mío, y su cuerpo me envolvía inmovilizándome.
Comenzó a besarme de un modo desenfrenado, invasor, que me causó asco. Corrí mi cara e intenté incorporarme, pero su peso no me lo permitió.
-Gastón, por favor pará. No quiero transar, por favor. Levantate, no me siento bien -le dije enojada.
-No, mi amor, vas a ver que está todo bien -con el tiempo supuse que Gastón sospechaba de qué quería hablarle, y por eso debía haber intentado todo cuanto estaba a su alcance para hacerme cambiar de opinión; pero lo único que logró fue empeorar la situación.
Se transformó, su cuerpo tomó más fuerza y vigor. Siguió besándome, no con pasión, más bien con furia, y a frotar su cuerpo contra el mío. Aunque intentaba, me era imposible levantarme. Era mucha la fuerza que él ejercía sobre mí. Intentaba tocar todo mi cuerpo y mis manos apenas lograban detenerlo. Sentí náuseas, pero no presté atención a mi malestar. Simplemente luchaba por liberarme de él. Cuando vi agotados todos mis recursos comencé a llorar, supongo que de impotencia; pero a Gastón tampoco le importó.
Por fin, luego de cierto tiempo que no sabría precisar, comprendí que había descargado su furia junto con su necesidad sexual, y aprovechando su cansancio, lo empujé con todas mis fuerzas y salté del sillón.
-¡Sos un hijo de puta! -le grité tan fuerte como pude- ¡Te juro que no me ves nunca más! -agregué. Luego lo miré, apreté mi puño y lo golpeé justo en el centro de su cara. Cuando comprobé que su nariz sangraba, salí corriendo de ese lugar.

Corrí sin pensar, mi cuerpo estaba convulsionado, y sentía que el aire que golpeaba en mi rostro me hería. No veía, sólo corría. No tenía noción del tiempo, y menos aún del espacio. Choqué con un par de personas en mi fuga, hasta que di con algo que me resultó familiar. Sin pensar llegué hasta el edificio de Mariano. Toqué su timbre con efusividad y pronto me contestó. No podía esperar al ascensor, entonces subí los tres pisos por la escalera. Al llegar a su departamento golpeé la puerta sin cesar hasta que me abrió.
-¡¿Qué te pasa?! -me preguntó enojado, pero al observarme, cambió su postura- ¿Qué pasó? -volvió a preguntarme asustado y me abrazó para hacerme entrar.
No lograba pronunciar palabra, quería contarle y llorar, pero no podía. Sentía una fuerte presión en la garganta que me lo impedía.
-¡Por Dios, Poty! ¿Qué pasa? -gritó y sacudió mi cuerpo reiteradas veces.
-No te preocupes -le contesté para luego abrazarlo. Cerré mis ojos y por un largo rato no los volví a abrir.
-¿Poty? -sentí su mano en mi espalda... abrí mis ojos y giré hacia su voz- ¿Estás mejor?
Estaba mejor, más tranquila, por eso le sonreí como respuesta.
-¿Querés algo? ¿querés que llame a alguien? -estaba preocupado, pero yo no debía preocuparlo más.
-No, Negro, ya estoy mejor -le dije mientras me incorporaba. Él tomó mi mano y caminamos hasta el comedor.
-El mate está recién hecho -me dijo señalando la bandeja que estaba sobre la mesa- y sino te preparo un té.
Negué con mi cabeza, entonces corrió una silla para que me sentara y lo obedecí.
-Gracias, Negro... perdoname que te haya asustado -estaba serena, ya podía ver las cosas con mayor claridad.
-¿Qué pasó? -me preguntó intrigado. Tomó una silla, la giró y se sentó con el respaldo entre sus piernas, luego apoyó su cabeza en éste para mirarme con atención. Tomé un mate y comencé con mi relato.
-Fui a la casa de Gastón para cortarle, y cuando estaba por hablar, él se me tiró encima y empezó a franelearme, me tocaba, se apoyaba en mí -recordarlo me angustió, y en mi rostro se instaló una mueca de asco-. Yo le pedí que me dejara y no me hizo caso. Me obligó, Mariano. Yo lloraba, lo empujaba y no le importó -nuevamente sentí la presión en mi garganta.
-¿Te sacó la ropa? ¿Te violó? -dijo exaltado, mientras se ponía de pie y caminaba de un lado al otro.
-No, no me sacó la ropa, pero me obligó a hacer algo que no quería. Cuando acabó pude zafarme.
-¡Qué hijo de puta! -gritó y golpeó la puerta de la cocina con furia -¡Voy a romperle la cara! -agregó con determinación y dio un paso hacia la salida.
-¡No, Negro! Ya está, yo le rompí la nariz de una piña. Ya está. Yo te necesito acá conmigo. No quiero que te vayas.
-Si, Po, claro... -se acercó y me abrazó fuertemente- Yo siempre te voy a proteger -me dijo con dulzura mientras posaba sus labios en mi mejilla. Yo sabía que así sería, por eso me quedé tranquila entre esos brazos.
-¿Querés que vaya a alquilar una película, así nos distraemos un rato? -dijo rompiendo el silencio que se había instalado en la habitación-. Te voy a alquilar una de amor, ¿dale?
-Bueno -besé su mejilla y dejé que se fuera.

Nos instalamos en su cuarto a ver la película, y no pasó mucho hasta que me quedé dormida.
Me desperté cerca de la hora de cenar, Mariano estaba a mi lado, también se había dormido. Al moverme, abrió sus ojos.
-¿Te vas? -me preguntó entre bostezos.
-La verdad es que no tengo ganas de ir a casa. Papá ya se fue y no tengo ganas de quedarme sola.
-Entonces quedate a dormir, yo tengo que preparar unas cosas para el laburo. Me podés hacer compañía.
-Bueno... ¿me puedo dar un baño? -me sentía sucia, molesta con mi cuerpo.
-Dale, yo mientras tanto preparo la comida.

Estuve largos minutos bajo la ducha, el agua caliente me recompuso. Ya me sentía mejor. Podía ver lo ocurrido con más claridad. Cuando salí, Mariano había servido la cena.
-¿Sabés? -le dije mientras observaba mi sándwich- creo que descubrí qué es lo que me hizo sentir tan mal hoy. No fue solamente que Gastón me manoseara y me apoyara. Muchas veces habíamos estado en situaciones parecidas. Lo horrible fue que me obligó, que para él no era yo la que estaba ahí, era una bolsa de papas. Y lo más triste fue descubrir cómo era Gastón. Aunque no estaba enamorada, lo quería. Pensaba que era una buena persona, que me quería, que le importaba. Y hoy descubrí que no era así. Me siento muy decepcionada, y usada. Eso me da mucho asco -no logré controlar las lágrimas que brotaron de mis ojos.
-Te entiendo -acotó dando un gran mordisco a su hamburguesa.
-Por lo menos puedo rescatar que me sirvió para darle un corte definitivo a nuestra relación. Y además no me siento culpable. Por suerte me di cuenta de que Gastón no era para mí.
-Lástima que tuviste que pasar por esto. Te juro que me muero de ganas de romperle la cara. Se lo merece -estiró su mano para acariciar la mía.
-Preferiría que enterráramos esta historia y hacer de cuenta que Gastón nunca existió.
-Como digas, pero más le vale que no me lo cruce. Tengo algo para contarte... ¿Querés?
Asentí con la cabeza, entonces tragó su último mordisco de sandwich para poder hablar.
-El miércoles corté con Jimena. No fue tan duro como pensé. Lloró un poco, pero se la bancó bastante bien -se quedó callado mirándome, reclamando una respuesta.
-¿Y vos cómo te sentís? -sólo surgió de mis labios.
-Bien... más liviano, aliviado. Era lo que tenía que hacer... ¿Querés algo de fruta? - no entendí por qué cambió de conversación tan abruptamente, pero accedí.

Luego de mirar la televisión, sin lograr ver nada, volví al living donde Mariano estaba trabajando.
-Negro, ¿me darías algo para dormir?
Sin contestarme fue hasta el placard, y luego de revisar me arrojó una remera.
Luego de cambiarme fui a despedirme de él.
-Bueno, me voy a dormir. Gracias por escucharme... y por consolarme -lo abracé y besé su mejilla.
-Para eso existo, Poty -besó mi frente y volvió a sus apuntes.
Él durmió en el sofá.

Sentí un cosquilleo que me obligó a despertarme, y al abrir mis ojos me encontré con el rostro de Mariano.
-¡Buen día!... ¿dormiste bien? -estaba sonriente y parecía muy animado.
-Hola, Negro. Tengo sueñito... -intenté volver a cerrar mis ojos pero no me lo permitió.
-Preparé el desayuno, dale Poty, ya dormiste un montón -colocó una bandeja sobre mis rodillas, para que no pudiera negarme.
Había en la bandeja dos submarinos y algunas medialunas.
-¿Te levantaste temprano? -le pregunté intrigada, tenía demasiada energía, y hasta había ido a la panadería.
-Sí... no pude dormir mucho, así que preferí levantarme y salir. Caminé un rato por ahí, y después vine a preparar el desayuno. Estuve pensando mucho ¿sabés?
Pensé que continuaría hablando, pero se detuvo e introdujo una medialuna en su boca.
-¿Qué te pasa, Negro, qué pensaste? -se había sentado a mi lado; pero lo notaba tenso, incómodo, a la vez, en su rostro había una expresión difícil de explicar, sus ojos brillaban, en sus labios se dibujaba una sutil sonrisa y sus mejillas estaban sonrojadas. Me enterneció verlo en ese estado mezcla de indefensión e inquietud.
-¿Qué pasa, Negrito? -acaricié su barbilla y esto lo hizo ruborizarse aún más.
-Estuve pensando mucho, casi toda la noche. Estuve pensando en vos -no pudo mantener mi mirada, y giró para mirar la ventana-. Necesito que entiendas que te quiero y que me preocupo por vos, que no quiero que sufras, no soporto verte mal.
Dejé la bandeja en el piso para poder abrazarlo... ¡No podía ser tan dulce! Yo también lo quería con toda mi alma, él también lo tenía que entender.
-Mariano vos sos el único con el que me siento bien, y protegida, por eso estoy acá. Yo también te quiero.
Besé su mejilla, y entonces él volvió a girar para enfrentarme.
-No está mal esto que sentimos, ¿no?
Negué con mi cabeza y volví a besarlo. Sentí la necesidad de abrazarlo, de esconderme en su pecho. Supongo que él sintió algo similar. Así nos quedamos, abrazados, atados sin permitirnos realizar algún movimiento. Pero era inevitable. No había manera ni motivo de seguir eludiendo lo que sentíamos, lo que nuestros cuerpos nos querían decir, aunque nuestra razón no lo pudiese aceptar.
Mariano me miró con recelo, para luego sonreírme y pegar sus labios a los míos. Sentí sus manos adueñándose de cada parte de mi cuerpo, mientras las mías ansiosas intentaban abarcar cada centímetro del suyo. Su dominio sobre mi ser fue creciendo de un modo casi imperceptible. Ya no había nada que decir ni pensar. Nuestros cuerpos sabían perfectamente como actuar.
Allí estábamos los dos flotando en un mundo aparte, despojados absolutamente de todo... salvo de ese sentimiento que no nos permitía despegarnos.
Experimenté un centenar de sensaciones estando allí desnuda entre su cuerpo. Amarnos fue una experiencia inexplicable.
Al terminar, Mariano hundió su cabeza en mi pecho para pronto quedarse dormido. Yo no quise moverme. Intentaba grabar esa escena en mi memoria, los olores, los sonidos, las sensaciones de mi organismo. No pude dormirme, no quise. Me quedé contemplándolo y acariciando sus cabellos.

Abrió sus ojos y se incorporó para poder mirarme. Yo no lograba pronunciar palabra. Sus ojos me hicieron tomar conciencia de mi desnudez, me hicieron tomar conciencia de cada acto que había realizado. Esa mujer que lo había amado, que había hecho cosas que jamás había pensado que pudiese hacer era yo. Era Poty, y él era Mariano.
-Hola Po, ¿estás bien?, ¿te duele algo? -me preguntó con suavidad, mientras acomodaba mis cabellos.
-Estoy bien... me duele un poquito... -le contesté sin moverme.
-¡Uhy! ¿Puedo hacer algo? -preguntó con demasiada ternura y besó suavemente mis labios.
-No... estoy bien, supongo que es normal, ¿vos estás bien? -me costaba mirarlo a los ojos.
-¡Bárbaro!... No puedo creer lo que hicimos... -dijo con naturalidad mientras se levantaba para caminar hasta el baño- Me voy a bañar, ya vengo... -me gritó. Yo aproveché para buscar mi remera entre las sábanas y con suma rapidez me la coloqué, con mayor dificultad encontré mi ropa interior.
Entonces se volvió muy real lo que había sucedido en aquella habitación. No estaba arrepentida, no... ¿cómo podría estarlo?; pero tampoco estaba segura de que eso fuera lo que deseaba para nuestra relación. Lo quería demasiado a Mariano, lo necesitaba, era fundamental en mi vida, pero una amistad era más segura, un romance mucho más frágil. ¿Valía la pena poner en peligro nuestra relación? Aunque la pasión que en esos momentos nos dominaba era tan grande y el placer que me causaban sus besos y sus caricias inigualables, ¿podría todo eso perdurar más que nuestra amistad? ¿Bastaría para cubrir todos los afectos que antes no cubría?
-¿Qué pensás, Poty? -interrumpió mis razonamientos.
-Pensaba en nosotros... ¿Qué vamos a hacer con esto que nos está pasando? -le contesté con seriedad.
-Yo me siento muy feliz, creo que era inevitable que esto pasara. Los dos lo queríamos, ¿no? -comenzó a caminar hacia mí, con una sonrisa pícara, pero mis palabras lo detuvieron.
-Sí, pero yo no sé si quiero arriesgarme a tener un noviazgo con vos, y eso me preocupa.
-¿Por qué? -parecía sorprendido, intrigado.
-¿Y si nos damos cuenta de que no funciona? ¿Si se acaba la pasión? No vamos a poder volver atrás, y yo no estoy dispuesta a perderte. No, no pienso perderte, por eso no sé si me animo a probar.
-Ya no hay vuelta atrás, Poty. Algo muy fuerte nos está pasando. Es algo lindo. Yo tampoco quiero perder tu amistad, pero creo que algo cambió para siempre.
-¿Y si nos estamos confundiendo? ¿Vos te arriesgas a perder todo lo que tenemos?
Se sentó en la cama y escondió la cabeza entre sus manos. Al rato me contestó.
-Hacerte el amor fue lo mejor que me pasó en la vida. Te lo digo en serio. En realidad, estar con vos es lo más lindo que tengo, y la verdad es que no sé si me animo a arriesgar nuestra relación, aunque creo que podría llegar a ponerse mucho mejor. Lo de esta mañana fue espectacular. No sé que pensar...
Me senté a su lado y me aferré a su cintura.

Capítulo 7

CAPÍTULO 7

Estaba tan obnubilada con lo sucedido que no podía pensar con claridad. No lograba engarzar al hombre que había descubierto aquella noche con Mariano. Mariano era mi amigo, con quien me peleaba para luego reconciliarme, quien sabía todos mis secretos, quien me socorría cuando me sentía víctima de una injusticia. Era mi amigo, y siempre quedaba un lugar para esa otra persona con quien fantasear, otro hombre que cubría mi cuota de amor. Y era él quien me consolaba cuando yo sufría por un amor no correspondido. Pero si él comenzaba a ocupar el lugar de ese otro hombre, dejaba un agujero en un lugar mucho más importante. Eran demasiadas dudas, demasiados sentimientos entremezclados, y miedo, mucho miedo. Y yo le tenía mucho miedo al miedo. Entonces me permití no pensar y hacerle caso al consejo de Mariano. El tiempo nos daría la solución.
Pero el tiempo no se tomó mucho tiempo. Ese sábado -tres días luego de nuestro encuentro- era el cumpleaños de Matías. Se haría una reunión en su casa, donde aprovecharían también a festejar el cumpleaños de Mariano. No podía dejar de ir, Matías era el mejor amigo de Gastón.
Para mí era una situación por demás desagradable. No sólo porque estaríamos Gastón, Mariano, su novia y yo encerrados en la misma habitación, sino porque Matías no era de mi agrado.
Decidí poner mi mejor cara de idiota y, arrastrada por Gastón, entré a aquel lugar que supuse sería peor que el infierno. El primer personaje que se presentó ante mis ojos fue Jimena. Estaba sentada con sus piernas cruzadas, en un sillón de un cuerpo. Parecía pertenecer a la realeza. Con solo oler su perfume comprobé que la detestaba. Llevaba su cabello lacio y rubio suelto, y lucía un traje rosado bien ceñido al cuerpo, que apenas tapaba su cola. Definitivamente distaba de ser mi ideal de mujer. Mariano estaba sentado en el brazo del sillón, rodeando con su brazo a esa escultura de mármol.
Al vernos, nos sonrieron y Mariano se acercó a recibirnos. Se abrazaron con Gastón y luego me besó en la mejilla.
-No pensé que venías -me susurró al oído y volvió a su sitio.
Luego nos llegó el turno de saludar al otro agasajado. Con una sonrisa impostada, lo besé y felicité y también fuimos presentados con su novia. Aunque mi fidelidad a Lola me hacía odiarla, debo reconocer que me pareció un personaje pintoresco. Tenía un aspecto extraño, mezcla de hippie con marginal. Era muy alta y flaca, de tez bien blanca, cabellos negros, largos hasta su cintura y ondulados. Llevaba puesto un vestido de bambula suelto, y largo hasta los pies y suecos de cuero marrón. No podía imaginar por qué Matías la había preferido a ella pero, como dicen, el amor es así.
Con Gastón hicimos un recorrido por todos los pequeños grupos y luego nos acomodamos cerca de la mesa. Pronto se acercaron el cumpleañero y su novia, Tatiana, y al tiempo se nos unieron Mariano y Jimena. Como iba a ser una charla difícil de sobrellevar, decidí tomar una cerveza para aflojarme un poco. Era una buena excusa, en caso que dijera algo inapropiado.
Luego de cada comentario gracioso que hacía Mariano, su novia, que lo tenía bien aferrado por la cintura, festejaba su hazaña dándole un pequeño beso en la boca. Situación que logró asquearme.
Entonces, decidí abrazar con fuerza a Gastón. Él se sorprendió ante tal demostración de afecto, ya que en los últimos días, apenas le permitía tocarme, y aprovechó aquel momento. Comenzó a besarme tímidamente, pero al ver que era correspondido, me alejó del grupo y me besó con efusividad. Fueron apenas unos minutos que lograron que su rostro se transformara. Lo noté feliz. Cuando volvimos a unirnos al grupo, percibí que Mariano me observaba con disgusto. Le sonreí y bebí otro vaso de cerveza. Él me hizo un gesto con la cabeza que traduje en algo como “andá para el pasillo”, lugar que quedaba detrás de una puerta y donde supuse se encontraría el baño. Por lo tanto, luego de unos minutos dije que necesitaba ir al baño y Matías me indicó que estaba justo donde yo pensaba. Mariano ya había desaparecido de la escena, supuse que estaría esperándome. Efectivamente, así era.
-¿Por qué viniste? -parecía algo irritado.
-Porque me lo pidió Gastón. No tenía nada de ganas, pero como me siento en falta con él, accedí.
En ese preciso momento me sentía en falta con Mariano, esta situación era demasiado extraña.
-En realidad no tengo por qué pedirte explicaciones -pareció reflexionar- lo que pasa es que es una situación de mierda. No me gusta que me veas con Jimena y no soporto verte con Gastón. Vamos a tener que hacer algo al respecto -había fruncido su ceño.
-Tenés razón, en cuanto pueda me voy. No tendría que haber venido, perdoname Negro, disfrutá de tu cumple -giré para regresar al living, pero me tomó del brazo para que lo mirara y me besó con desesperación. No podía besarlo estando a metros de Gastón, no estaba nada bien.
-Pará, Negro... este no es el momento -le dije algo enojada y me escapé de allí.
Al regresar noté que ni Gastón ni Matías estaban donde los había dejado, sin embargo Jimena y Tatiana me hacían gestos para que me acercara. Ya estaba tan mala la noche, que me resigné y fui hasta ellas. Al acercarme nos sonreímos. Era evidente que nada había en común entre nosotras. No nos conocíamos y, en consecuencia, no sabíamos de qué hablar.
-Matías me comentó que vos y Mariano son como hermanos -dijo de pronto Tatiana intentando comenzar alguna conversación.
-Sí. Los dos somos hijos únicos y nuestros padres son amigos, así que desde chiquitos somos muy unidos -le expliqué deseando que allí se diera por terminado el tema.
-Sí -agregó Jimena- yo al principio sentía unos celos terribles por vos, pero después me di cuenta de que Nano piensa en vos como en una hermanita.
¿Desde cuándo Nano?
-Claro -apenas contesté.
-Además, cuando te conocí me di cuenta de que no sos para nada el estilo de chicas que le gusta a Nano. Cuando te vi se me fueron inmediatamente los celos, tu apariencia me tranquilizó –sonrió con suavidad.
¿La Barbie me estaba ofendiendo? Me preguntaba si era intencional o si yo estaba demasiado susceptible. Aunque no estaba segura de su intención, su comentario había sido por demás descortés. No sería una barbie, ni tampoco quería serlo, pero me consideraba una chica atractiva, o por lo menos interesante. Devolví su sonrisa y su adversidad.
-La verdad es que no nos atraemos para nada -afilé la puntería y continué- cuando cumplí 18 años, mis amigos me hicieron una prenda. Tuvimos que besarnos con Mariano por más de 1 minuto, y después del beso todo siguió igual. Él te debe haber contado esto, ¿no? -Jimena se hundió en un vaso de coca, mientras Tatiana nos miraba divertida, ¿cómo negarle a un ser humano la posibilidad de sonreír?
-Además, todos lo veranos él se queda a dormir en casa, cuando papá se va de viaje. Días y noches enteras juntos y solos, y jamás pasó nada. Eso ratifica que no hay la más mínima tensión sexual entre nosotros... ¿no te parece, Tatiana?
-Claro, son como hermanos -me contestó y torció su cabeza para observar a Jimena. Yo la imité. Su expresión se había transformado. Ya no tenía ese aspecto angelical, se había ruborizado y sus facciones endurecido.
-Mariano no me comentó que pasa los veranos en tu casa. Debés estar exagerando -intentó dibujar una sonrisa.
-Seguramente para que no te pusieras celosa, ¡qué tonto! ¿no?, si vos sabés que conmigo no corrés riesgo -contesté poniendo voz de inocentona.
Noté que Tatiana debió esconder su tentación tras una empanada.
-Disculpen, chicas... tengo que ir al baño -nos dijo Jimena y huyó de la conversación que sabía no podía ganar.
-Te tiene celos -afirmó Tatiana.
-No sé por qué, si “no soy nada atractiva para Nano” -dije imitando su tono de voz- Te confieso algo... no entiendo como Mariano puede estar con una chica así, pero es su vida.
-Para mí tampoco hacen buena pareja; pero el amor es así. Es una lástima que se lleven mal porque siendo ustedes dos tan amigos, sería bueno que pudieran salir los cuatro.
Nada más lejos de mi realidad había que una salida de nosotros cuatro. Nada más lejos de mi realidad era la situación que estaba viviendo aquella noche. De pronto me entristecí.
-Disculpame, Tatiana, pero no me siento bien, me parece que la cerveza me cayó mal. Voy a decirle a Gastón que me voy a casa -y así lo hice.


El domingo me levanté pasado el mediodía. Mi padre, en vano, había intentado despertarme temprano para acompañarlo a almorzar a casa de una tía. Entonces me descubrí sola en mi hogar.
Ya estábamos en noviembre, en consecuencia, los días era más calurosos y se sentía confortable bajo el sol, por eso decidí preparar mate y salir a tomarlo recostada bajo el sauce de mi jardín. Esto me causaba una gran sensación de tranquilidad, mi mente se ponía en blanco y lograba disfrutar con intensidad de la belleza que me ofrecía la naturaleza. Pero esta situación fue abruptamente interrumpida al sonar el timbre de la puerta de entrada. Con pereza me incorporé y fui a averiguar quién se dignaba a interrumpir mi tranquilidad. Era Mariano, quien en esos tiempos siempre perturbaba mi tranquilidad.
-Pasá -le dije resignada, y sin mirarlo volví al jardín. Él me siguió.
Miró a su alrededor.
-¿Estás sola? -me preguntó en voz baja.
-Sí, papá se fue a almorzar a casa de tía Ana, yo preferí seguir durmiendo -me tiré nuevamente bajo el árbol.
-Entonces puedo hablar con tranquilidad -se recostó a mi lado, usando su brazo de apoyo- ¿Qué le dijiste ayer a Jimena? -no me sonó enojado, más bien curioso.
-No sé, muchas cosas -contesté haciéndome la desentendida.
-Anoche estaba como loca, y terminó confesándome que no te banca... ¿Qué le dijiste? Clavó sus ojos negros en los míos y ya no pude mentirle más.
-Ya que lo comentás, tengo que reconocer que a mí tampoco me cae muy bien. Ayer me dijo algo feo y yo solamente me defendí, diciéndole algo que sabía que le iba a molestar -confesé haciendo un puchero con mis labios.
-¿Le contaste lo de mi cumpleaños? -me preguntó incorporándose.
-¡Estás loco!... Le conté de mi cumpleaños -no me gustaba que le importara tanto.
-¡Qué bien!... Me encanta que reveles mis intimidades -ahora sí se había disgustado.
-Fue sólo para explicarle que no había atracción física entre nosotros. Ella lo mal interpretó -intenté poner mi voz más dulce, pero no sirvió.
-¡Pero hay atracción física! -su enojo habría logrado enojarme, ¿cuánto le importaba Jimena?
-Bueno, ¡perdoname si molesté a tu princesa! ¿Por qué no vas a hablar con ella? Parece que te importa demasiado lo que la enojó -le dije en mal tono, y seguramente comprendió el por qué de mi disgusto.
-No, no me importa demasiado -suavizó su voz- simplemente me intriga saber qué pasó. ¿Qué te dijo ella para que te enojaras?
-No te importa -le contesté secamente. La barbie realmente había herido mi orgullo. No me gustaba que la gente pensara que no era atractiva, y menos tener que comentarlo con Mariano.
-Quiero saber qué te dijo, se ve que te molestó y no me gusta que te molesten -me mostró una dulce sonrisa.
-Nada importante –giré y quedé dándole la espalda.
-Dale, decime... -me suplicó apoyando su cabeza en mi hombro. Estaba muy cerca y no pude resistirme a su ruego.
-Me dijo que no era atractiva. Que no era atractiva para vos -le dije muy bajito y en tono de lamento, y giré mi cabeza para que se encontraran nuestras miradas.
-Se ve que no me conoce. Me supongo que te darás cuenta de que no tiene razón - tomó mi mentón y lo acarició- me muero por darte un beso...¿puedo?
No le contesté, simplemente lo empujé contra el pasto y me arrojé a su lado. Comenzamos a besarnos con desenfreno. Luego él giro, para quedar sobre mí, y así estuvimos largo rato. Nos detuvimos para recuperar algo de aire, y ambos quedamos recostados en el césped mirando al cielo.
-La verdad es que me gustás mucho, pero mucho -me dijo.
-Si, claro, por eso salís con una rubia espectacular -le contesté riendo, pero mi mensaje fue claro.
Se sentó para poder mirarme de frente.
-Y yo a vos ¿te gusto?
-Hay que reconocer que sos lindo, Negrito -fui evasiva.
-Pero Gastón te gusta más, ayer se los veía re bien...
-¿Y para vos Jimena es más linda?
-Preguntale a alguien que no las trate, yo soy subjetivo.
Estaba harta de nuestro nuevo juego de seducción, de que tanto histeriqueo no nos dejara hablar en serio de lo que nos pasaba.
-Te pregunto a vos porque me interesa saber qué pensás.
-Está bien, pero bancate mi respuesta. Vos sos la mujer más hermosa que hay sobre la tierra -pensarán que hizo una broma, yo también lo pensé. Pero su afirmación fue muy seria, y su rostro se mantuvo inmóvil mientras lo dijo.
-Te quiero, Poty. Te fui conociendo y queriendo a lo largo de toda mi vida, y vos sos lo más inocente y lindo que tengo.
Comprendí que lo que a uno le atraía del otro eran aspectos totalmente distintos. Cuando lo “vi”, mi ingenuidad se había esfumado. Mariano había despertado en mí pasión, intranquilidad. Había movido todas mis estructuras. Y eso era lo que me atraía y no me permitía dejar de pensar en él. No supe qué contestarle, sólo lo besé en la mejilla.
-¿Me querés, Poty? -preguntó con solemnidad.
-Claro que te quiero, te quiero muchísimo; pero no quiero decepcionarte. Desde que me di cuenta de que me atraes no me siento tan inocente, ¿entendés?
Mariano rió con ganas.
-No me refería a eso con inocencia. Sino a esto, sos muy dulce, sos sincera conmigo. No nos podemos mentir. Me volvés loco, te viviría matando a besos. ¿Querés que vayamos a tu cuarto?
-No, Negro. Papá puede llegar a cualquier hora y no me gustaría que nos viera juntos.
-Entonces vayamos a casa -comprendí cuáles eran sus intenciones, pero no eran esas las mías.
-Negrito, yo no estoy preparada para que nos acostemos, creo que tengo que pensar algunas cosas antes.
Sus besos y caricias no eran lo único que quería. Necesitaba rearmar nuestra relación, y si no poníamos un freno a nuestros deseos, sería imposible.
-Poty, yo no pienso apurarte a hacer nada que no quieras; pero quiero que estemos un rato solos y tranquilos. ¿Vamos? -entendía su necesidad, era la misma que la mía, pero también necesitaba hablar, no quería volver a vivir una situación como la de la noche anterior.
-Prefiero que vayamos a pasear por ahí, así además de transar un rato, podemos charlar, creo que lo necesitamos.
Hablar sobre el tema implicaba tomar alguna determinación, creo que por eso nos costaba tanto, era mucho más fácil dejarnos llevar por nuestros impulsos, pero no era lo que nos merecíamos. Y eso ambos lo sabíamos.
Caminamos abrazados y en silencio. Así llegamos hasta la Recoleta, paseamos por las distintas plazas, hasta que agotados decidimos tirarnos a descansar en una barranca.
-¿Qué vamos a hacer, Poty? -su ceño estaba fruncido.
-No sé. Sé que te quiero, que me gustás demasiado; pero no sé si quiero perder a mi mejor amigo -yo también estaba preocupada.
-Nunca me vas a perder -dijo pensativo. Se sentó y fijó su mirada en un perro que correteaba cerca nuestro. Yo seguí recostada mirando el movimiento de las nubes.
-Es que siempre hubo otros chicos que ocupaban el lugar de novio, y además estabas vos. Eso puede seguir pasando... ¿entendés? -me daba mucho miedo reunir todos mis afectos en él. Temía que eso no me alcanzara.
-Claro que te entiendo, Po... por algo no cortamos con Jime y Gastón -seguramente las mismas ideas cruzaban por su cabeza.
-¿Sabés qué? -dijo luego de meditar unos segundos- Ya falta muy poco para las vacaciones, y yo me voy a Estados Unidos. ¿Por qué no nos damos tiempo y decidimos cuando vuelva de allá?
-¿Y mientras tanto qué? -lo de darnos tiempo no había servido de mucho.
-Hagamos lo que sintamos, me parece tonto reprimirnos.
Lo interrumpí.
-¿Y con Gastón y Jimena qué hacemos? -era la primera vez que me detenía a pensar en Gastón desde lo sucedido, y me detesté. Solía condenar la infidelidad y me descubrí cometiéndola. No había sido conciente hasta entonces.
-¿En qué estás pensando, Po? -me preguntó mientras me tomaba la mano.
-En Gastón -le contesté, e inmediatamente me soltó- ¿Qué, qué pasa?, ¿te parece mal que piense un poco en él?... Lo estoy engañando, y no me siento nada bien con eso.
-No puedo negar que me da celos que pienses en él... ¿lo querés? -otra vez había fruncido su ceño.
-Tanto como vos a Jimena. Creo que no se merece que le sea infiel, y ahora que lo pienso me siento bastante culpable -le expliqué-. No sé si está bien que hagamos lo que sintamos. Ayer en el cumpleaños me sentí muy incómoda, creo que deberíamos reprimirnos hasta que tomemos una decisión, sino vamos a seguir eternamente con “hagamos lo que sintamos”. No quiero llevar una doble vida, no lo quiero cagar a Gastón. No se lo merece.
En verdad me preocupaba Gastón, ahora que me había dado tiempo para pensar en él, me daba cuenta de que lo quería, aunque Mariano me volvía loca. No quería lastimarlo. No se lo merecía.
El rostro de Mariano se había ensombrecido y una muesca de disgusto se había instalado en su cara.
-Si tanto te preocupa Gastón me parece que mucho no tenemos que pensar. Vamos.
Se puso de pie y me ofreció la mano para levantarme; pero no la acepté. Mariano no entendía nada, había logrado enfadarme.
-Negro, realmente no te entiendo. Lo único que quiero es que no nos lastimemos ni destruyamos algo que para mí es tan importante; pero tampoco quiero lastimar a las personas. Los dos estamos de novios, por eso me parece que antes de pensar en nuestro futuro tendríamos que pensar qué nos pasa con ellos. No te hagas el celoso, pensá un poquito -le reproché.
-Tenés razón. Pero te aclaro que me va a costar estar a solas con vos y no poder romperte la boca de un beso. Dale, vamos -volvió a estirarme la mano y la acepté.

Volvimos en silencio. Mi decisión lo turbaba; pero yo no podía ayudarlo con eso. En el umbral de casa me abrazó con fuerza y se retiró.

Capítulo 6 (tercera parte)

CAPÍTULO 6 (TERCERA PARTE)

-¿Qué pasa, Poty? -debió sentir pena por mí, ya que con delicadeza rodeó mi cuerpo con su brazo e hizo que me apoyara en su pecho. Pasamos un largo rato así. Luego tomó mi mentón para que lo mirara.
-Poty, te dije mil veces que tu sinceridad me mata y aunque sin palabras no podes dejar de decir lo que pensás... perdoname, pero esto está muy mal.
Pensé que sería el comienzo de su discurso del rechazo, pero no habló más, me miró con una sonrisa, acarició mi mejilla y transformó su mirada. Con movimientos ágiles, tomó mi cabeza y me besó, me besó con desesperación. Yo también estaba desesperada, desesperada por esos besos, por esas caricias. Creo que ambos liberamos nuestros impulsos y deseos reprimidos por largo tiempo. Me sentía extasiada entre sus brazos, con sus besos. Me sentía apasionada, contagiada por su pasión. Perdida entre tantas sensaciones, dejé de pensar en lo que hacía; pero de pronto reaccioné al verme acostada en el sillón, debajo suyo.
-Negro -intenté decir con la mayor suavidad posible. Mariano inmediatamente se detuvo.
-¿Qué?, ¿qué pasa? ¿Estás bien? -me preguntó apoyando sus manos a mis costados, para hacer palanca e incorporar un poco su tronco.
-Estoy bárbara, pero ¿te das cuenta de lo que estamos haciendo? -me costaba creer que estaba allí, en esa situación con él.
-Estoy transando con mi mejor amiga... esto es muy loco -me besó y se incorporó.
-Sí, es muy loco... -yo también me incorporé y ambos quedamos sentados y quietos, sin que nuestros cuerpos se rozaran.
-Perdoname, Poty... te juro que hice lo posible por contenerme, pero ya no puedo más -seguramente se sentía culpable, o responsable y no era así.
-Mariano, hoy deseaba más que nada en el mundo que no te contuvieras. Se ve que esto es algo que queríamos los dos -intenté quitarle un peso de encima, un peso que no merecía cargar.
-Ya lo sé, pero no puedo dejar de sentirme responsable. Po, vos sos la última persona en el mundo a la que quiero joder, no quiero que se arruine lo que tenemos, no quiero que salgas lastimada -acarició mi mano.
-Vos no me lastimás, Negro, vos me haces bien -le sonreí y besé su mejilla.
-El día de tu cumple me asusté, porque después de darnos el beso quedé tarado... no podía pensar en otra cosa. Cuando nos quedamos solos te hubiera comido la boca. Tenía miedo de que fuera una calentura. Y con vos no puedo permitirme una calentura... ¿entendés? -asentí con la cabeza y continuó- ...pero a medida que pasaban los días, me daba cuenta de que te volvías el tema primordial en mis pensamientos. Parecía un zombi, me la pasaba pensando todo el tiempo en vos, y no de una forma muy santa. Intenté poner distancia, intenté meter a Jimena en mi cabeza y entre nosotros dos, pero cada día te deseaba un poco más. Y después me di cuenta de que a vos te pasaba lo mismo. Y ahí ya no supe qué más hacer –hizo una pausa, pero no me animé a interrumpirlo, comprendí que necesitaba descargarse–. El día que me retrataste no sé cómo me contuve, creo que tenía la ilusión de que vos dieras el primer paso, para no sentirme tan culpable. Si ese día te agarraba, te destrozaba -concluyó y rió.
-A mí me pasaba lo mismo, Negro... estos últimos meses fueron una tortura. Lo que no entiendo es por qué nos pasó esto ahora, por qué surgió esta atracción. Yo no entiendo nada, lo único que tengo en claro es que no quiero perderte, que aunque quise modificar mis sentimientos, vos sos lo más importante que tengo en mi vida. Y tengo mucho miedo de que esto que nos pasa arruine lo que tenemos -lo miré con la mayor dulzura que pude.
-Pase lo que pase yo no voy a permitir que nos perdamos; pero por favor dejá de decir esas cosas porque me descontrolás -se tiró sobre mí para besarme.
¡Cómo disfrutaba esos besos! Nunca había sentido tal grado de placer con nadie, y apenas eran unos besos. Nuestros cuerpos se entendían a la perfección y en ese momento comprendí que Mariano podría hacer conmigo lo que quisiera. Creo que el también lo comprendió. Y tal vez, por eso, al rato se detuvo.
-Estamos totalmente descontrolado, ¿no? -le sonreí y me levanté. Mientras me quedara en aquel sillón, sabía que no podría hacer otra cosa que dejarme envolver en sus brazos, y aunque ya nos habíamos sincerado, creía necesario hablar sobre el futuro.
-Aunque hace meses me repito que no te quiero faltar el respeto, en este momento es lo único que quiero hacer -sonrió- ¿Comemos torta?
-¡Sí! -me apresuré a contestarle y corrí a la cocina a buscarla.
Nos distrajimos criticando su torta, chata y quemada. Volverme a reir y bromear con tal naturalidad me parecía increíble. Así solía ser nuestra relación, y no llena de histeriqueo y seducción. De pronto, miré mi reloj y ya había pasado la media noche.
-¡Mariano! ¡Ya es tu cumpleaños! -exclamé y fui hacia él para abrazarlo- ¡Feliz cumple! -le deseé al oído y besé su mejilla.
Él, lentamente, corrió su cara hasta que su boca quedó frente a la mía.
-Gracias -contestó y nuestro labios apenas se rozaron. Tomó mi cabeza con ambas manos y clavó sus ojos en los míos- ¿Alguna vez hiciste el amor? -me dijo casi en un susurro. En ese momento no comprendí el por qué de su pregunta, pero me surgieron unas enormes ganas de besarlo, y así lo hice. El parecía estar esperando que yo diera el primer paso, ya que luego de pegar mi boca a la suya, comenzó a acariciarme y besarme con desenfreno.
Sin soltarme comenzó a caminar hacia atrás, yo seguí sus pasos. Así llegamos hasta su habitación. Al chocar con la cama cayó de espaldas sobre ella, y yo caí encima suyo. Seguimos besándonos por largo rato. Luego giró para quedar sobre mí, puso sus manos debajo de mi remera y la hizo subir hasta quedar en mi cuello. Dudé unos segundos, pero finalmente levanté mis brazos para que lograra quitármela. También me quitó el pantalón. Me sentía extraña, era la primera vez que estaba casi desnuda con un hombre. Era la primera vez que hacía algo así.
Mariano me miró y entendí que dijo que era hermosa. Quedó arrodillado en la cama y se quitó la remera. Volvió a abrazarme y sentir su cuerpo desnudo contra el mío me causó una sensación inexplicablemente agradable. Luego, con dificultad, se quitó el pantalón.
Me sentía muy a gusto, pero eran demasiadas las nuevas sensaciones que estaba experimentado en tan poco tiempo. Si continuaba, con seguridad que sería una locura.
Mariano notó mi falta de concentración y se detuvo. Subió el bretel de mi corpiño y se recostó a mi lado, apoyando la cabeza sobre su mano.
-¿Hice algo mal? -me preguntó con suavidad, luego acomodó mis cabellos.
-No, al contrario... lo hacés todo muy bien; pero no estoy preparada -seguía inmóvil, mirando al techo. No lograba recuperarme del gran estado de excitación en que me encontraba. Todo mi cuerpo vibraba y mi sensibilidad estaba a flor de piel.
Mariano intentó acariciar mi vientre, pero aparté su mano antes de que lo lograra
-Estoy ardiendo, Negro, pero no quiero quemarme.
Me sonrió.
-Yo también estoy ardiendo, y me encantaría quemarme, pero te entiendo... ¿Querés que nos demos una ducha?
-No, prefiero vestirme.
Este encuentro había superado ampliamente mis expectativas y fantasías. De pronto comencé a sentir vergüenza de mis actos. Estaba semi desnuda en la cama con Mariano... Mariano que era casi un hermano.
-Yo necesito una ducha bien fría. Vos vestite, ya vuelvo -me besó en la boca y salió de la cama.
En cuanto lo vi encerrarse en el baño, tomé mi ropa y me vestí... ¡¿Qué estaba haciendo?! , no cesaba de repetirme. ¿Qué haríamos con todo esto? Me preguntaba cómo volvería a mirar a Mariano a los ojos.
Mientras se duchaba, decidí ocupar mi tiempo en algo. Fui hasta la cocina y preparé café para ambos. Cuando colocaba las tazas en la mesa del comedor, Mariano reapareció vistiendo sólo unos boxers.
Nos sentamos a ambos extremos de la mesa. Yo no lograba levantar la vista del líquido marrón que me servía de escudo.
-Te salió muy rico, Poty... ¿Por qué no lo probás? -él actuaba con naturalidad, posición que me causó envidia. De todas maneras no logré relajarme y seguí dura frente a mi pocillo de café.
-Poty... está todo bien. Esto era algo que tenía que pasar. Hasta ahora fue mi mejor cumpleaños, ¿por qué no seguimos disfrutando de este día que creo fue espectacular para los dos? -se levantó para caminar hacia mí y me abrazó. Estaba asustada, me daban miedo estos sentimientos nuevos. Temía que algo malo pasara en nuestra relación, y su abrazo me llenó de paz.
-Para mí esta noche también fue espectacular, Negrito. Además tengo que reconocer que tuve mi mejor experiencia sexual. Es la primera vez que hago un montón de cosas. Es la primera vez que estoy sin ropa interior con un chico.
-¡Te quiero! -me interrumpió y besó mi boca- Sos muy tierna, Poty... para mí, es la primera vez que quiero hacer el amor con alguien a quien quiero tanto -pensó unos segundos y espió mi mirada- Creí que ya te habías acostado con Gastón. Me encanta que no lo hayas hecho -volvió a besarme.
-Nunca me decidí a hacerlo con él, y me alegro de no haberlo hecho. Y después de hoy creo saber con quien lo quiero hacer -le sonreí y él me devolvió una sonrisa- pero todavía no puedo. Me está costando asimilar esto nuevo que nos pasa. Y me está costando pensar qué va a pasar con nosotros de ahora en más.
-¿Vos qué querés que pase? -preguntó con seriedad.
-No sé... sos mi mejor amigo, así te veo, así te pienso. Nunca te imaginé como a un novio, y menos un amante. La amistad es más duradera que un romance -Y no estaba dispuesta a perder aquella amistad, ni aunque me perdiera la mejor experiencia sexual.
-Lo que pasa es que nuestra amistad nunca va a volver a ser la misma. Te reconozco que tampoco te veo como una novia, pero ya no sé cómo verte. En realidad me encantaría verte desnuda -largó una carcajada-. No sé, creo que tendríamos que asimilar estos nuevos sentimientos. Ver si preferimos guardarlos, sacarlos de vez en cuando y seguir siendo buenos amigos, o si nos arriesgamos y empezamos a tener una nueva relación. Ser novios, o como lo quieras llamar, no tiene por qué arruinar lo que tuvimos todos estos años. Hay que ver si nos queremos arriesgar -pensó unos segundos y continuó- de todas maneras, no creo que haya vuelta atrás -acarició mis hombros.
-Creo que tenemos mucho que pensar -fue lo único que pude decir, sus caricias me desconcentraban.
-Sí, y supongo que el tiempo nos ayudará a ver qué pasa con nosotros. Pero te aclaro que hasta que tomemos una determinación, yo pienso hacer lo que siento, no me voy a reprimir más, ahora que se lo que me estaba perdiendo, ya no puedo... -me abrazó con fuerza y me besó. Su beso se siguió de otros. Era impensable la atracción física que existía entre ambos. Nos costó separarnos; pero ambos sabíamos que no podríamos hacer que esa noche durara para siempre.
De madrugada me llevó a casa. Por supuesto, no logré dormir por el resto de la noche.

Capítulo 6 (segunda parte)

CAPÍTULO 6 (Segunda parte)

Por fin llegó el día de la exposición. Estaba ansiosa y excitada. Recién entonces comprendí aquella frase de Mariano. Esta era mi primera vez en algo que realmente me importaba, y eran indescriptibles mis sentimientos.
La primera en llegar a la sala fue Lola, en cuanto la vi, corrí a abrazarla y sin perder más tiempo la llevé a mi rincón.
-¡Guau! -expresó mientras miraba mis cuadros- Están muy buenos, te lo digo en serio. Esos ojos negros están impresionantes ¡Te felicito! -volvimos a abrazarnos.
-Un día de estos te voy a contar lo que fue pintar ese retrato... -le comenté. No había hablado con nadie sobre lo que me pasaba. Lola era mi mejor amiga y sabía que me podría entender, pero me costaba exponer estos nuevos sentimientos. Ante mi comentario, sus ojos brillaron.
-¿De qué me estás hablando? -se le había dibujado una sonrisa en el rostro.
Tuve que dejarla con la intriga, ya que comenzaron a llegar más amigos. Natalia y Lucrecia también me felicitaron, en cambio Soledad, a quien había invitado solamente para mostrarle que yo tenía pasión por algo, estudiaba los cuadros de una manera muy crítica, como si supiera algo del tema.
Me extrañaba la falta de Gastón. Había logrado que nos reconciliáramos, por eso no entendía su ausencia. Para congraciarme con él, había puesto en la muestra un cuadro donde había pintado dos manos tomadas con un atardecer de fondo. Lo había pintado para un aniversario y me pareció un buen gesto que estuviera presente. Reconozco que también esperaba ansiosa la llegada de Mariano y me sorprendí al verlo entrar con su novia. Pensé que no la traería.
Como conversaba con mi profesor cuando entraron, antes de saludarme dieron un vistazo a los dibujos.
-¡Poty, están espectaculares! Vas a ser una artista reconocida... acordate de mis palabras. Me abrazó y besó mi frente.
-¡Gracias, Negro! Me alegro que hayan venido. Estoy re contenta -sonreí a ambos.
-¡Me encantó el retrato de Mariano! Me da vergüenza, pero quería pedirte que me lo regales o vendas -me dijo Jimena con una irritante voz de inocentona.
-Perdoname, Jime, pero ese no se vende ni se regala... es mío, pero no tengo problema en hacer uno para vos... siempre y cuando Mariano no tenga problemas en hacer de modelo -le sonreí y luego clavé mi mirada en la del Negro, pero él esquivó mis ojos.
-¡Gracias Poty! Sos divina -no quería desilusionarla, pero jamás le daría un dibujo mío.
Me aparté de ellos para ir a recibir a mi padre que llegaba con la filmadora y la máquina de fotos colgando de su cuello. Me alegró verlo, me alegró poder compartir ese momento tan importante con él, y más aún al notar que para él también era importante. Justo detrás suyo, apareció Gastón con un gran ramo de rosas. Me beso largamente y al oído me dijo que se sentía muy orgulloso de mí. Y en esos momentos, donde me sentía tan feliz y completa, se alejaron todas las sensaciones y sentimientos que me turbaban. Podría haber permanecido en aquella sala por el resto de mi vida. Fue una de esas situaciones perfectas que quedan retratadas en la memoria como una bella postal.

Pero estos momentos son tan lindos porque son pocos y extraordinarios. Uno los disfruta justamente porque te sacan de la rutina y de la realidad. Y como debía suceder, al irse aplacando la euforia de mi éxito, volvió a reaparecer mi vida de todos los días, con sus obligaciones, conflictos y alegrías.

Desde el día de la muestra Lola no dejaba de perseguirme para tener la charla que había quedado pendiente. Yo sabía que la necesitaba, pero también sabía que si ponía en palabras mis pensamientos, estos se harían más reales. Así que la dilaté cuanto pude. Pero un día, esa conversación, se volvió necesaria.
Nos juntamos a tomar el té en su casa, y aunque intenté evitar el tema de conversación cuanto pude, Lola no me lo permitió.
-¿Me podés decir qué está pasando con Mariano? -dijo seria.
Devoré una Melba antes de contestarle.
-¡Ay, Lola, no sé! Últimamente no sé que me está pasando con él. Estoy muy confundida.
-¿Te gusta? -me miraba con seriedad.
-No es eso. Cuando volvió de Estados Unidos tuvimos una especie de pelea y yo me di cuenta de que espero más de él de lo que tendría que esperar. Entonces decidí poner las cosas en su lugar.
-¿Entonces lo que te pasa es que es que estás enojada? -Lola intentaba entenderme, pero no lo lograba.
-No, tampoco es eso. Desde que descubrí que él era lo más importante para mí, empezaron a surgir sentimientos y sensaciones que nunca antes había tenido cuando estaba con él -al escucharme sentí vergüenza de mí misma.
-Entonces te gusta -concluyó y sonrió.
-No es tan simple. Yo no quiero que me guste Mariano, no quiero mirarlo de otra manera.
-Pero ya es tarde -me interrumpió- el tema es qué vas a hacer con lo que te está pasando... o... ¡¿ya hiciste algo?! -su pregunta fue acompañada por una mirada pícara.
-No, pero el otro día, cuando vino a casa para que lo retratara por poco lo transo. Y cuando tomé conciencia me quise morir, por poco no me puedo dominar. Me siento muy mal, Lola. Lo último que quiero es arruinar mi relación con Mariano, y si sigo así, va a terminar todo mal.
Mientras hablaba comprobé la angustia que este tema me causaba.
-No tiene por qué ser así, a lo mejor a él le pasa lo mismo y los dos necesitan hacer algo con lo que les pasa -me ofreció un mate que acepté gustosa.
-No sé si a él le pasa lo mismo. Se la pasa todo el tiempo recalcando que estamos de novios. Me parece que se dio cuenta e intenta poner distancia -acababa de llegar a esa conclusión.
-O a lo mejor lo hace porque no se anima a decirte lo que siente. Debe tener tanto miedo como vos. Cuando se los ve juntos se los ve re felices. No creas que los que los conocemos no pensamos por qué nunca se pusieron de novios. Yo sé que tienen una amistad de muchos años y que eso da miedo, pero si cambiaron tus sentimientos no los tenés que guardar -me parecía razonable su razonamiento, pero no quería arriesgar nuestra relación.
-El tema es que sé que es un gran amigo, y quiero que lo siga siendo. No sé cómo sería de otra manera.
-Entonces espera a hablar con él. Cuando tengas algo decidido lo enfrentás.
-Eso sería lo ideal, el tema es que seguramente hoy nos juntaremos a cenar en su casa los dos solos, y no sé que puede pasar.
-¡Claro! Mañana es su cumple, me había olvidado que siempre cenan los dos juntos la noche anterior.
-Sí, bah, eso creo, aunque todavía no me llamó para confirmar, pero seguramente cenaremos hoy.
La ausencia de su llamado me venía perturbando desde hace unos días.
-Poty, te juego lo que quieras a que él le pasa lo mismo que a vos; seguramente por eso no te llamó todavía, pero te va a llamar.
-Y yo no sé que voy a hacer -le dije con cara de preocupada.
-Hacé lo que te salga. Ustedes dos se quieren mucho. No te preocupes, no se va a arruinar su amistad -me abrazó y agregó- ahora andate a tu casa, que tenés que prepararte para la noche. Lo único que te pido es que mañana me cuentes o te mato.
La abracé con fuerza y luego de agradecerle, seguí su consejo y me marché.
Al llegar a casa, encontré a mi padre viendo la tele, lo acompañé por un rato y luego decidí darme un baño de inmersión para aplacar mis ánimos. Pasé más de media hora allí. Fue una buena terapia. Al regresar al living mi padre me miró sorprendido.
-¿Qué hacés todavía sin vestirte? ¿Sabés qué hora es? -no comprendía por qué me miraba tan exaltado.
-No, viejo, ¿qué pasa?
-Mariano llamó hace media hora diciendo que te esperaba, y ya son las 9,30hs. Sería bueno que llegaras antes de las 12, ¿no?
-Bueno, papá, tampoco es para tanto. Ahora voy a cambiarme -besé su mejilla y subí contenta a mi cuarto. A pesar de mis miedos, confirmar que me encontraría con Mariano me había puesto feliz.
Decidí que debía vestirme como me sentía, entonces fui a mi cuarto a elegir con mucho cuidado mi ropa. Vacié medio placard, buscando algo que me satisfaciera. No encontraba algo que reflejara lo que quería mostrar. Necesitaba verme como una mujer y no como la amiga a la que no le importaba lo que llevaba puesto.
Luego de probar varias combinaciones, encontré un pantalón de lino color natural, que me hacía muy buena silueta y un sweater de hilo negro con un gran escote en V, ceñido al cuerpo. Sí, mostraba lo que quería mostrar. Me quité las zapatillas, que formaban parte de mi esquema corporal y las cambié por unas botas negras.
Antes de salir, tomé el paquete que había preparado para Mariano y corrí hasta su casa.
Pasadas las diez de la noche llegué al edificio de Mariano. El encargado me dejó entrar, así que subí hasta su departamento sin avisar. Antes de tocar el timbre me quité el abrigo para poder exhibir mi nueva apariencia.
Al abrir la puerta, Mariano se quedó observándome.
-Disculpame, esperaba a Poty -dijo y amagó a cerrarla. Luego me hizo pasar- ¿A qué se debe tanto arreglo? -preguntó mientras me estudiaba con su mirada.
-Ya estoy harta del jean y las zapatillas -me escapé de su mirada y con rapidez me senté a la mesa.
-Pensé que no venías -comentó mientras cortaba la pizza.
-Yo pensé lo mismo. Como no llamaste, pensé que este año ibas a cenar con tu novia.
Tardó unos segundos en contestar.
-Me costó tomar la decisión... pero este es nuestro festejo, sin esta cena mi cumple no sería lo mismo.
-¿Por qué? -pregunté intrigada.
-Porque es una tradición -yo no me refería a que su cumpleaños no sería lo mismo.
-No, ¿por qué te costó tomar la decisión?
Se tomó el tiempo para devorar una porción de pizza y dubitativo contestó:
-No sé. No sé si esto es lo correcto. Ya hace varios meses que estoy de novio, sin embargo estoy pasando este momento con vos. No sé si no le correspondería a Jimena estar acá.
Sin lugar a dudas, estaba teniendo cuestionamientos similares a los míos. Y no pude menos que contestarle el primer pensamiento que surgió en mi cabeza.
-No sé si es lo que corresponde o no, pero se ve que es lo que querías, porque por algo estoy yo acá.
Fui sincera y seguramente mi sinceridad lo perturbó. Mariano no estaba a gusto, no podía actuar naturalmente, no reía como lo solía hacer. Por un momento temí que él sintiera todo lo contrario a lo que yo estaba sintiendo y se encontrara tan incómodo por no saber cómo decírmelo.
-¿Querés más pizza? -sólo obtuve por respuesta. Y aunque había comido únicamente una porción, sentía que ni una gota de agua más podría resistir.
-Ya estoy llena... ¿por qué no cambiamos la onda?... vine a festejar que cumplís años y parece que estuviéramos en un velatorio -me levanté y fui hasta el equipo de música y puse un CD divertido. Al ver que retiraba los platos de la mesa, lo esperé sentada en el sillón.
Al regresar se sentó a mi lado. Me miró unos segundos con seriedad y luego sonrió.
-Me estaba acordando el día que decidimos comenzar esta tradición -dijo.
-Sí, estábamos en la casa de tus viejos... mientras nuestros viejos cenaban, nosotros jugábamos en tu cuarto -aquellas imágenes cruzaron por mi memoria con total claridad.
-Yo te estaba enseñando a jugar al truco, y nos dimos cuenta de que eran las 12 y estaba empezando mi cumpleaños... -agregó.
-Y yo revoleé todos los porotos para festejar... ¿Cuántos cumplías? -me encantó recordar aquella escena, sirvió para distenderme.
-Catorce. Vos eras re chiquita.
-Tenía diez. Pensá que ya pasaron 8 años y ni una vez dejamos de juntarnos -en ese momento comprendí que no era justo que arruinara nuestra relación por el simple hecho de que mis hormonas estuvieran revolucionadas.
-Siempre fuiste mi gran amiga, por eso estás acá -me miró con tal ternura que mi pensamiento anterior se desvaneció en una centésima de segundo, pensé como escaparme y recordé que no le había entregado su regalo. Salté rápido del sillón.
-Tomá tu regalo, me olvidé de dártelo cuando llegué.
Era su retrato.
-¡Gracias, Poty! ¡Está buenísimo!, pero pensé que te lo ibas a quedar vos -buscó dónde colocarlo.
-No me lo pude quedar. Tus ojos me perseguían -me arrepentí de la última oración, pero ya estaba dicha.
-¿Te espiaban cuando te cambiabas? -dijo con picardía, mientras lo colgaba en el lugar de una lámina que había sido destronada.
No quise mentirle ni seguir ocultando lo que me salía decir.
-No, espiaban más adentro y veían cosas que ni yo misma quiero ver -me ruboricé, pero lo había dicho. Había abierto la puerta, tal vez él la cerraría o tal vez por fin podríamos hablar.
-Entonces hiciste bien en deshacerte de él... ¿sabés? -volvió a sentarse a mi lado- el otro día le contaba a un amigo sobre nuestra relación. Le contaba que somos amigos desde hace 18 años y que a pesar de haber cambiado, de haber crecido, de haber elegido cosas muy distintas seguíamos entendiéndonos y acompañándonos. Y él me dijo que le parecía increíble, que es muy difícil mantener una relación tan buena por tanto tiempo - me miró expectante.
No sabía qué contestarle. Me sentía triste, nuevamente había comprobado que estaba equivocada, que aunque no sabía bien qué quería o esperaba de él, estaba segura de que no era lo que él me estaba diciendo. Me estaba diciendo que dejara de fantasear, y en ese momento era muy difícil de soportar.
-Tu amigo tiene razón. Es muy difícil... es muy difícil... porque... -no pude decir más, sentí que se anudaba mi garganta. Me sentía muy triste, muy triste. Había pensado en esa noche mil veces, pero nunca lo que estaba sucediendo. Me sentía avergonzada, no podía mirarlo, bajé mi cabeza y me concentré en mis piernas.
-¿Qué pasa, Poty? -debió sentir pena por mí, ya que con delicadeza rodeó mi cuerpo con su brazo e hizo que me apoyara en su pecho. Pasamos un largo rato así. Luego tomó mi mentón para que lo mirara.
-Poty, te dije mil veces que tu sinceridad me mata y aunque sin palabras no podes dejar de decir lo que pensás... perdoname, pero esto está muy mal...

Capítulo 6 (primera parte)

CAPÍTULO 6 (PRIMERA PARTE)

Nuestro profesor del taller de pintura nos había dado la gran noticia de que en pocos días realizaríamos una exposición con nuestras obras. Habría unas cuatro o cinco -según el tamaño- de cada alumno. Estaba muy entusiasmada, sería la primera vez que “el mundo” vería mi trabajo. Ni bien salí de la clase comencé a pensar qué obras expondría. Pensé en un par de cuadros abstractos que eran mis preferidos, un retrato de mi madre en óleos que había sido mi mayor esfuerzo. Inmediatamente surgió en mis pensamientos que la última obra que quería exponer todavía no estaba realizada. Mariano había sido quien me había impulsado a desarrollar mi gusto por la pintura, y sin duda, merecía ser homenajeado con un cuadro. Conocía su rostro de memoria, cada mueca, cada gesto... sería fácil retratarlo. Creía que en un par de horas aquel trabajo estaría terminado. Ni bien llegué a casa, corrí al playroom a preparar el caballete y poner manos a la obra. Pero al estar frente al cartón, quedé inmóvil. Mis manos no respondían a las órdenes de mi cerebro.
Últimamente no hacía más que intentar evitar encuentros con Mariano, pero en ese momento comprendí que tenía unos deseos irrefrenables de verlo, y decirle que necesitaba retratarlo era la mejor excusa tanto para él como para mi conciencia. Dejé de pelearme conmigo misma y corrí hasta el teléfono para invitarlo. Arreglamos un encuentro para el día siguiente.
Y el día siguiente llegó. A la hora de la siesta, sentí que el timbre de la puerta sonaba. Me pareció raro, ya que no esperaba que Mariano llegara antes de las seis de la tarde, pero por supuesto podía ser cualquiera, aunque yo en esos momentos no podía pensar en nadie más que en él.
Al ver a Gastón, comprendí que nuevamente mis pensamientos me estaban jugando una mala pasada. Claro que era él, como solía ser quien me visitaba muchas de mis tardes.
-Hola, mi amor. Vine a invitarte al cine -dijo luego de besarme y sentarse en el sillón.
-¡¡No puedo hoy!! Perdoname, estoy preparando una pintura para la exposición - intenté no dar más detalles, porque sabía que no le agradaría. Sentía un dejo de culpa.
-Podés seguir después, vamos al cine y volvemos -sacó de su bolsillo la sección de espectáculos del diario y yo sentí aún más culpa.
-No, mi amor, perdoname en serio... –supuse que tendría que contarle la verdad- lo que pasa es que en un rato viene Mariano para que lo retrate y no nos va a dar el tiempo para ver una película. Vamos mañana, mostrame que hay -intenté que pusiera su atención en el diario y no en mis palabras, pero fue en vano.
-¿Vas a incluir un retrato de Mariano en la exposición? -preguntó con tono exaltado, su expresión acompañaba sus palabras.
Ya tenía pensada una explicación, así que pude contestar con rapidez.
-Me pareció justo, porque él fue quien me impulsó a pintar. Es mi manera de agradecerle -no noté un cambio favorable en su rostro.
-¿Pintaste algún retrato mío? -Notó mi cara de sorpresa y prosiguió- ¡Seguro que no! Siempre es lo mismo, él está primero. Ya estoy harto. Voy a quedar como un estúpido cuando en la exposición haya un cuadro de Mariano y ninguno de tu novio.
-¡No digas eso, Gastón! Vos sos mi novio, que haga un retrato de Mariano no tiene nada que ver. Si querés vamos al playroom y te hago un retrato. Dale, vamos -me sentía muy mal, no me gustaba lastimar a Gastón, él no tenía la culpa. Yo era seguramente quien estaba confundida, yo era la estúpida que tenía mis prioridades desordenadas. Intenté besarlo, pero me alejó.
-No Poty, no quiero que me pintes por lástima. Ya estoy harto de hacer el papel de boludo. Mejor me voy a mi casa, y cuando esté más tranquilo, hablamos -se levantó pero yo lo detuve, tomándolo del brazo.
-No, quedate, o vayamos al cine, lo llamo a Mariano y suspendo. Dale, hablemos ahora. No quiero que nos peleemos -no quería suspender mi encuentro con Mariano, pero tampoco quería verlo mal a Gastón.
-No, prefiero calmarme, mejor hablamos mañana -se liberó de mi mano y sin saludar se marchó.
Enfrentarme de una manera tan abrupta con la realidad me enojaba. Volvía a comprobar que estaba equivocada. Que nuevamente ubicaba a Mariano en primer lugar, sin importarme que esto provocara conflictos con quien yo había elegido como novio.
Gastón me gustaba, pero evidentemente no lo suficiente, ya que jamás preservaba nuestra relación de problemas y roces. Roces que siempre eran generados por el mismo tema... Mariano, que últimamente creaba estragos en mi psiquis... Y justamente por Mariano, este no era el mejor momento para poner en riesgo mi noviazgo. Era mi única protección ante estas nuevas sensaciones que experimentaba cuando estaba frente a mí.
Cuando llegó Mariano, me encontraba de muy mal humor y por supuesto él lo notó.
-¡Qué cara! ¿Qué te pasa?
Lo invité a pasar y yo me arrojé en el sillón.
-Me peleé con Gastón -sólo le contesté y me cebé un mate.
-¿Por qué? -no solamente me ponía de mal humor la pelea con Gastón, sino también que Mariano actuara con tanta naturalidad, cuando a mí me costaba horrores contener mis impulsos.
-Por lo mismo de siempre -muy a mi pesar, clavé mi mirada en la suya y cambié mi tono de voz- Por vos... está muerto de celos -por fin mi comentario lo había intimidado, sus mejillas se sonrojaron, pero con su respuesta intentó ocultarlo.
-No es muy fácil entender nuestra relación, pero Gastón sabe que no corre riesgos conmigo -cuando intentaba dejar bien en claro cuales eran nuestros roles, lograba que mi actitud hacia él fuera aún peor.
-Mariano, vos y yo sabemos muy bien como son las cosas... –seguía quemándolo con mi mirada- pero no importa, ya sé como voy a solucionar este tema. Mañana seguramente tendré que ceder algo más cuando nos quedemos solos y eso lo va a tranquilizar.
Noté que fruncía su ceño.
-¿Qué querés decir, Poty?
Pensaba dejarlo con la intriga.
-Nada, mejor vamos al playroom así te pinto. Vos no tenés mucho tiempo y yo estoy ansiosa por terminar tu retrato y ni siquiera lo empecé -le mostré una sonrisa y me levanté. Preparé el cartón y un par de carbonillas. Mariano me miraba expectante, esperando mis instrucciones.
-¿Qué querés que haga? Estoy nervioso, no estoy acostumbrado a ser modelo.
Sonreí ante su frase, era un encantador pie.
-Serías un excelente modelo, muchos se morirían por pintar tu figura. Tus músculos están muy bien formados -intenté contener mi siguiente comentario pero no pude- Bueno, sacate la ropa y acomodate en el puf.
Abrió sus ojos como jamás lo había hecho pero no logró emitir palabra. No pude menos que emitir una carcajada.
-No seas nabo, Negro... aunque me gusta pintar desnudos, no sería una situación muy cómoda. Aprendé a bancarte una broma. Sentate donde te sientas cómodo, voy a pintar solamente tu cara.
Algo más relajado contestó:
-Últimamente no sé qué esperar de vos, ya no me parece tan extraño que me pidas que me desnude. Estas últimas semanas estás muy rara.
Se sentó en un almohadón apoyándose en la pared, sin apartar su vista de la mía.
Era el momento ideal para decirle por qué estaba tan rara, pero no me sentía preparada para afrontar esa conversación. No, aún no era el momento.
-Debo estar sufriendo un cambio hormonal... –le dije y sonreí- Bueno, mejor empecemos, intentá no moverte.
Me concentré en su rostro y de pronto me sentí perdida en su mirada. No podía pintar, ni tampoco apartar mi vista de sus ojos. Me sentía confundida, entremezclada con sus rasgos. Sentí la necesidad de acercarme. Me arrodillé en silencio frente a él. Mariano tampoco se movía ni animaba a pronunciar palabra, parecía haberse entregado a la situación. Mis manos actuaron sin mi permiso. Toqué sus mejillas y pasé mis pulgares por su nariz, y al sentirme tan próxima a sus labios, reaccioné
. Me alejé unos centímetros y acomodé unos cabellos que caían sobre su frente. Sin dar explicaciones, me parapeté tras el caballete y dejé que la carbonilla actuara. Pasamos varias horas en silencio. No podía dejar de pintar aquellos ojos que no dejaban de turbarme, intentaba dominarlos con mis trazos, pero no lo lograba. Intentaba descargar aquella sensación que me envolvía en el papel, con desesperación, pero esos ojos me atrapaban cada vez más, me pedían que siguiera estando allí. Era una mezcla de angustia, ansiedad y placer lo que me mantuvo tantas horas en ese lugar. De pronto me sentí liberada, y pude detenerme.
-Ya está -le dije.
Mariano movió su cuello y se incorporó.
-Nunca te vi tan apasionada -me comentó mientras se acercaba al caballete.
-Yo tampoco -me sinceré. Lo detuve para que no pudiera ver el dibujo- Quiero que sea una sorpresa, quiero que lo veas en la exposición... bajemos a comer algo.
Me sentía exhausta, necesitaba que Mariano se marchara, no podía volver a pasar por otro momento como el que había experimentado en el playroom. No debía permitir que eso me sucediera. Noté que Mariano también estaba raro, incómodo y a la vez ansioso por huir de mi compañía, por eso ni bien terminamos de comer la pizza que mi padre había preparado, se marchó.

Segunda parte: "Manchones"


SEGUNDA PARTE: MANCHONES


Es muy triste actuar por miedo a la soledad. Creo que al salir del departamento de Mariano, descubrí que odiaba a la soledad, que siempre la había odiado, por eso me aferraba tanto a ciertas personas y cosas de las que no podía prescindir. Y eso no está nada bien. Actuar en forma condicionada no está nada bien. Yo no podía pensar en una vida sin Mariano y era ridículo que así pensara. Como tampoco podía pensar que alguna vez no encontraría a mi sauce para cobijarme bajo su sombra.
A los 18 años uno no comprende los vaivenes que puede ofrecerte la vida. Y aunque con 18 años ya había experimentado situaciones que jamás pensé experimentar, no habían dejado una enseñanza en mi actuar.
Cuando salí de aquel departamento, comprendí que mi miedo a sentirme sola me había hecho aferrarme a Mariano, a su cariño, a su continua compañía y comprensión. Pero mis sentimientos se habían sobrepasado. Ya no era sólo una compañía, era vital y exigía de él total compromiso. Era una situación insostenible, era irrisorio esperar eso de Mariano. Pero seguramente él había aceptado ese papel y por ello le costaba reconocer que no podía cumplir con todas mis expectativas.
Lo que no lograba comprender, era por qué en ese momento de mi vida había descubierto este conflicto, por qué justo los dos habíamos explotado en el mismo momento.
Yo debía aprender a vivir como me había tocado, sin depender de otro que me prestara el hombro o el brazo para apoyarme y caminar. Ese día me propuse dejar de depender de los demás. No sería fácil. Pero era lo mejor.

Aquel no era el mayor problema. Había otro hallazgo que me torturaba.
No lograba controlar ni definir esa sensación nueva que se había instalado en mi cuerpo y que se avivaba al estar cerca de Mariano. Él era mi amigo, y no quería arruinar esa situación por nada en el mundo, pero mi cuerpo y mi psiquis me jugaban en contra cuando él se presentaba. Si ante alguien podía ser absolutamente natural era con él, pero luego de aquel encuentro todo había cambiado.
Al verlo mi cuerpo se crispaba, mi voz temblaba y de mis labios salían frases que me sorprendían. Por eso evitaba tener encuentros a solas con él y la única manera de controlarme era poniendo de escudo a Gastón... Gastón, otro tema que turbaba mis pensamientos.