CAPÍTULO 22

CAPÍTULO 22

La relación con mi padre se había estabilizado. Como yo me sentía muy feliz con Francisco, ya se había apaciguado mi furia y logramos tener un par de conversaciones telefónicas bastante amigables. Y ya, semi reconciliada, las palabras de mi padre, respecto a que “nunca me faltaría nada” en cuanto a lo económico se refiriese, me tranquilizaron, porque ya habían pasado algunos meses y mi único trabajo seguía siendo en el taller de pintura que apenas me alcanzaba para solventar parte de mis gastos.
De todas maneras no había hecho grandes esfuerzos por conseguir otro trabajo. Francisco parecía más interesado que yo en ese tema. Me buscaba avisos en los clasificados, preguntaba a sus colegas, pero aún no estaba muy convencida con la idea de trabajar como psicopedagoga. De todas maneras, seguía muy dedicada a mis estudios, ya que aunque no era algo que anhelaba, quería conseguir lo antes posible mi título.
Cenábamos con Francisco en casa. Él estaba muy entusiasmado con el trabajo que acababa de conseguir como director en una institución para chicos de bajos recursos, luego de varios meses de espera. Para él era un gran cambio, ya que por fin podía dedicarse al trabajo social y abandonar el estudio del padre de Fede. Estaba muy ansioso y no podía dejar de contarme sus nuevas experiencias y a la vez fantasear sobre su futuro.
-Estoy super contento. Además si todo sigue bien, este laburo es estable y con un buen ingreso, y además tengo otro laburo mejor en puerta -se detuvo unos segundos a observarme y continuó-. Eso nos da la posibilidad de poder proyectar algo juntos.
Era la primera vez que pensaba en voz alta sobre el futuro de nuestra pareja, o por lo menos de un futuro más concreto y sus palabras me sorprendieron. Al ver que no contestaba nada, agregó:
-¿Te asusté? ¿No es normal que piense en un futuro para los dos? Para mí es muy importante haber encontrado un laburo de lo mío que sea redituable. Sino, sentía que no iba a poder tener nada demasiado bueno para ofrecerte.
-Yo no necesito que me ofrezcas nada, yo soy feliz estando con vos, y eso ya es mucho y muy bueno -declaré convencida.
-Bueno, pero algún día, vamos a querer ser más que novios. Y tu papá no va a mantenernos -estaba hablando muy en serio y yo comenzaba a asustarme, ya que nunca mis pensamientos habían ido más allá del momento en que vivía con Francisco.
-Me encanta que estés feliz con tu laburo, pero por ahora disfrutalo para vos. Todavía falta tiempo para que tengamos que preocuparnos por mantenernos -fui muy sincera y deduje, por el gesto en su rostro, que mi falta de interés por un futuro casados no le había agradado.
-Frank, no pongas caras. A mí me encanta estar con vos; pero estoy tan preocupada por mi futuro, por lo que quiero hacer con mi vida, que todavía no pensé en casamiento o esas cosas. Vos sos más grande, estás re plantado en la vida, sabés lo que querés, pero yo no y eso me lleva mucho tiempo.
-¿Es eso o que en el fondo de tu corazón todavía estás esperando que vuelva Mariano?
Sus palabras me sorprendieron. Francisco jamás había traído a colación mi vieja relación y yo tampoco. Ambos estábamos bien, sin que se generara entre ambos algún conflicto demasiado importante. Por ello, no comprendí cómo con tal soltura había arrojado aquel comentario tan infundado. Y eso me ofendió.
-Disculpame pero te fuiste al carajo. ¿En qué momento desde que estamos juntos te hice pensar que esperaba a Mariano? Me parece que sos muy injusto -no quise esperar su respuesta y levantándome me encerré en la cocina.
Tardó unos minutos en aparecer.
-Me molesta que ni siquiera te plantees la idea de que vivamos juntos, o que nos casemos. No quise agredirte -fue su disculpa.
-Frank, tengo 21 años. Todavía no se sé por qué estoy estudiando psicopedagogía, todavía no se sé cómo voy a hacer para mantenerme, porque no quiero que toda mi vida mi viejo me pase plata, pero tampoco quiero que me mantenga mi pareja. No es que no me haya imaginado viviendo con vos. Obvio que me lo imagino, y me gusta lo que me imagino. Pero para pensar en una vida juntos, quiero poder tener mi vida algo más encaminada. Como vos me podés ofrecer muchas cosas, a mí me encantaría poder ofrecerte también algo. Vos tenés 26 años, una carrera, un trabajo que te gusta y sobre todo, tus ideas bien puestas. Todo eso, todavía, a mí me falta.
Aunque dijo aceptar mi explicación, seguía irritado y yo también lo estaba. Y sabiamente, antes de que alguien dijera algo de lo que luego se arrepintiera, Francisco se marchó.
Me sentía molesta, no me parecía mal que Francisco quisiera que yo proyectara algo con él. Eso era lógico, pero su facilidad para arrojarle la culpa a mi relación con Mariano me parecía más que injusta. Más injusta aún, cuando él no sabía que yo ponía especial atención en no hacer ningún comentario sobre Mariano, que hasta había bloqueado su dirección de mail, para evitar situaciones injustificadas de conflicto. Yo había erradicado a Mariano de mi vida, pero Francisco había logrado traerlo con tal facilidad, que su comentario me hizo replantear mi actitud. Mariano era parte importante de mi pasado y, aunque lo ocultara, seguiría estando. Seguiría estando en sus pensamientos, tal vez como un fantasma, y en los míos. Porque aquella noche, comprobé que me había obligado a no pensar en él, pero debí reconocer que ansiaba saber de su vida, tanto como contarle de la mía.
Entonces decidí que si mis esfuerzos por demostrarle a Francisco que Mariano ya no ejercía influencia sobre mí, no servían para mucho, no haría más esos esfuerzos.
Fui hasta mi computadora y le escribí un mail, contándole de estos últimos meses de mi vida. Y algo más tranquila, decidí dormir.

Temprano en la mañana, el teléfono me despertó. Como supuse, era Francisco que con voz reconciliadora me invitaba a desayunar.
-Flor, noté que anoche te quedaste mal. Yo también me quedé mal y no podía esperar hasta la tarde. Cuando me quedé solo en casa pensando, me di cuenta de que estoy más inseguro de lo que pensaba con nuestra relación. Aunque nunca hablamos del tema, yo sé que me pesa mucho tu pasado, pero no tenía derecho a echártelo en cara gratuitamente -era una de las pocas veces que Francisco esquivaba mi mirada.
-Los dos tenemos un pasado, no se puede borrar, pero a mí me importás vos, me importa mi presente. Hago todo lo posible por no incomodarte con Mariano, pero se ve que no alcanza.
-Flor, yo te amo y no te voy a apurar, cuando sea el momento, proyectaremos algo juntos. Y mis temas con tu pasado los voy a resolver solo. Es un tema mío -su mirada seguía sumergida en su taza de café. Entonces acaricié su mentón y lo invité a mirarme.
-Frank, yo también te amo. Y estoy muy feliz con vos y estoy muy feliz de poder compartir tus nuevos proyectos. Y quiero que cuando yo tenga los míos, seas vos quien esté a mi lado. Para mí, eso ya es vernos en un futuro. ¿Estamos bien? -asintió con la cabeza y estiró su cuerpo para poder besarme.

Volvió a reinar la paz en nuestra pareja y sin hablar de fantasmas y de futuro, pudimos disfrutar de la mutua compañía por lo que restaba del año.

CAPÍTULO 21

CAPÍTULO 21

Luego del eterno día que había pasado, pude dormir tranquila, relajada. Apenas en un día, mis sentimientos se habían aplacado, y ya me encontraba con nuevas expectativas.
Luego de levantar muchísimos mensajes de mi padre en el contestador, comprendí que si mi intención era reordenar mi vida, lo primero que debía hacer era cerrar el conflicto que entre nosotros se había instalado.
Tomando fuerza, lo llamé por teléfono y serena pude explicarle las razones de mi enojo. No sé si mi padre comprendió cómo me sentía, pero no tuvo más remedio que aceptar mi decisión.
Entonces pude pensar en todo lo que quería compartir con Francisco y mi primer deseo fue que conociera mi mayor interés. Subí al playroom y revolví entre mis pinturas, para poder mostrarle las que más me agradaban. Me entretuve gran parte del día y aquella actividad aplacó la ansiedad que generaba esperarlo.
Como me explicó luego, Francisco trabajaba hasta la tarde, por ello ya había atardecido cuando apareció en casa.
Con sólo ver su actitud al cruzar la puerta de entrada, comprendí que ambos estábamos expectantes con aquel encuentro. Tal vez ninguno de los dos sabíamos bien que pasaría, ya que nuestros códigos de relación eran bastante particulares, y en nuestra última charla ambos habíamos actuado de un modo muy diferente al que estábamos acostumbrados.
Y fue Francisco quien por fin se decidió a romper con aquel incómodo silencio que se había instalado en el living de casa.
-Te confieso que vine pensando todo el camino con qué podía pelearte, pero no se me ocurrió nada. Esto de no tener por qué luchar me está poniendo nervioso -dijo y mostró su sonrisa.
Su comentario me relajó.
-No te preocupes, ya se nos va a ocurrir algo -le contesté mientras estiraba mi mano para que la tomara.
-¿Ya me querés llevar a tu cuarto? -preguntó divertido mientras tomaba mi mano y se dejaba guiar escaleras arriba-, pensé que me iba a costar un poco más -agregó.
-Te encantaría, ¿no?... pero no te hagas ilusiones -continué guiándolo hasta el playroom-. Quiero que me conozcas, y me parece que esto es una parte muy importante de mi vida -le dije una vez dentro de mi “taller”.
Francisco me contestó con una sonrisa y se sentó en un puf que por allí había. Le expliqué la satisfacción que me daba pasar largas horas del día en ese lugar y la pasión que brotaba de mí en forma inexplicable cuando me paraba frente a un lienzo o un papel.
-Ojala algún día yo te despierte esa misma pasión -comentó muy bajo.
Sus palabras hicieron que me detuviera y sentí la necesidad de acercarme a él. Dudé antes de expresar mis pensamientos.
-Frank, vos sos apasionante -le confesé. Y aunque en ese momento no quería más nada que besarlo, no se por qué, atiné a alejarme, pero por suerte, el no me lo permitió. Tirando de mi mano, me atrajo hasta su cuerpo y abrazándome, me besó. Me encantaría poder explicar la sensación de aquel beso, pero es muy difícil ponerlo en palabras. Es una de esas sensaciones que se tienen pocas veces en la vida, sensaciones de certeza. Aunque quiera, no puedo. Pero de algo estaba segura, era el beso que ambos anhelábamos y necesitábamos.
-Gracias por compartir conmigo esta parte de tu mundo -se levantó y comenzó a observar detenidamente los cuadros que estaban esparcidos por el playroom-. No sé si te parecerá loco, pero te reconozco en muchos de esos cuadros. No sé, algo de los trazos -agregó mientras recorría con sus dedos una pintura hecha en óleos- me hacen acordar a vos.
Nunca nadie observó los cuadros de esa manera y jamás alguien volvería a hacerlo. En verdad sus ojos me desnudaban.
-Flor, vos sabes qué es lo que siento por vos, y yo sé que tal vez vos no sientas lo mismo -quise interrumpirlo pero no me lo permitió-. Yo sé que querés estar conmigo, y también te conozco y se que rápidamente te enmarañás en tus pensamientos. Sólo te pido que te des una oportunidad, que dejes de lado tus historias del pasado y te des una oportunidad de ser feliz conmigo. ¿No es genial ir descubriéndonos de a poco?
Claro que era genial, y estaba ansiosa por compartir mis momentos con él. Con este Francisco que iba mucho más allá de un irónico seductor, especialista en marcar mis defectos para hacerme irritar. Si aquella parte suya me resultaba atrayente, este Francisco con un par de frases ya me había conquistado.
-Frank, no tenés que intentar convencerme de nada, quiero estar con vos. No lo dudo, quiero conocerte, quiero escucharte y quiero besarte.
Y fue así, que nos lanzamos a esa aventura de descubrirnos y de día a día compartir más y más de nuestro tiempo.

Mi verdadera experiencia en cuanto a noviazgos era mi relación con Mariano y era a lo que yo estaba acostumbrada. Por eso con Francisco me sentía una novata, todo era tan distinto, todo en él era nuevo para mí. Y día a día descubrí que me fascinaba, me fascinaba el hecho de no poder predecir sus actos, de ingeniarme para adivinar sus gustos, sus deseos.
Su actitud tan firme, tan definida en muchos temas me causaba envidia y amaba el esfuerzo y empeño que ponía en intentar lograr sus metas.
Ese momento fascinante del comienzo de una relación, que antes no había experimentado, me colmaba de entusiasmo y me enredaba en un grato estado de obnubilación.

Me encontraba almorzando con Lola. Muy entusiasmada le comentaba este estado de enamoramiento en el que me encontraba, cuando una pregunta suya, de pronto me hizo reflexionar.
-¿Y en el sexo también se llevan tan bien? -preguntó dando por supuesto un factor que yo aún no había tenido en cuenta. Seguramente mi expresión de desconcierto la sorprendió, pero sólo agregó- No te hagas la discreta, no te hagas la que no querés contar.
-No, es que me acabo de dar cuenta que todavía no lo hicimos... ¿es raro no? -en realidad esta pregunta iba dirigida a mí misma. ¿Por qué no habíamos hecho el amor? ¿Por qué no habíamos buscado tener ese momento de intimidad para conocernos?

Y acabado el almuerzo, ese interrogante me ocupó toda la tarde. Comencé a revisar en mis sentimientos y en mis acciones de los últimos días y descubrí que habían sido casi nulos los momentos de intimidad que había generado para estar con Francisco. En el afán por mostrarnos nuestras vidas, habíamos corrido de aquí para allá, recorriendo lugares llenos de recuerdos propios o nos habíamos perdido en largas charlas, intercambiando deseos y opiniones.
Entonces busqué en mi interior la razón que me alejaba de disfrutar un momento de intimidad entre nosotros. ¿Por qué ni siquiera me había planteado disfrutar del placer de perderme en el cuerpo de Francisco cuando el sólo hecho de estar con él era algo tan placentero? Y, enojándome conmigo misma, descubrí que aún no había descolgado de mi razón el cuadro de Mariano durmiendo en mi cama, que temía la reacción de mi cuerpo al encontrarse con otro que no fuera el de Mariano, que hasta entonces había sido el único a quien había pertenecido.
Estaba claro: tenía miedo, tenía miedo de descubrir que Mariano no era el único y de que tal vez alguien lograra borrarlo de mi cuerpo y definitivamente de mi corazón.
¡Que loco es el corazón! Pensé, y qué cierta la apreciación de Francisco sobre mi rapidez en quedar enmarañada en mis pensamientos. Pero esta vez no caería en mi propia trampa. Estaba feliz con Francisco. Él me apasionaba y yo estaba enamorada de él. De pronto, una imagen sorprendió mis razonamientos y me tranquilizó.

Aquella noche Francisco vendría a casa. Por lo general, solo me pasaba a buscar para salir a cenar; pero decidí sorprenderlo y lo recibí con la cena lista.
-¿Cómo? ¿Hoy no organizaste ninguna de tus salidas reveladoras? -dijo con su sonrisa irónica.
-No, hoy quiero que conozcas uno de mis mayores defectos. Vas a tener la desgracia de probar mi comida -le contesté divertida; pero lo cierto era que no era muy buena en la cocina.
-No es un defecto muy importante mientras cerca haya una rotisería.

Comimos entre chistes los fideos con tuco que había preparado, para luego aventurarnos en la cocina a poner un poco de orden.
-¿Querés que vayamos por ahí a tomar un café? -me preguntó mientras secaba los platos.
-No te preocupes -le contesté-, el café me sale rico.
-Me sorprende que no quieras salir de tu casa -fue su respuesta y en ella comprobé que Francisco había notado mi facilidad para evitar los momentos de intimidad.
-Será que quiero que estemos solos y tranquilos -le contesté.
Francisco tomó mi mano y me invitó a seguirlo hasta los sillones del living.
-¿Te confieso algo? -dijo mientras nos sentábamos-. Ya hace un par de días tenía ganas de que nos diéramos un tiempo para estar solos; pero tenía miedo de tu reacción. Tenía miedo de que entraras en pánico. ¿Estoy medio paranoico? -volvió a sorprenderme la facilidad que tenía para descubrir mis pensamientos.
-No, tenés razón. Hoy me di cuenta de que estaba evitando tener intimidad, pero no te preocupes, porque no es mi intención entrar en pánico -le confesé.
-Qué bueno, porque... no puedo andar con rodeos. Me muero de ganas de que hagamos el amor -me sonrió y agregó-. La sutileza me caracteriza.
Su comentario provocó en mí una carcajada.
-Yo también quiero que hagamos el amor. Pero primero necesito mostrarte algo.
Me levanté y él me siguió. Llegamos al playroom. Francisco me miraba expectante mientras yo revolvía el baúl.
De pronto lo encontré. Primero apareció ante mis ojos su reverso con el título “Tal vez” y al voltearlo encontré a Francisco, saliendo del mar, con sus cabellos mojados y destellos de sol iluminando sus hombros. Encontré aquel cuadro que una tarde me había sorprendido pintando y que casi con desesperación, había escondido. Sacudí el polvo que lo opacaba y giré para mostrárselo.
-Quería que vieras este cuadro -le dije.
Francisco se acercó para observarlo.
-Ese soy yo. ¡Qué lindo! Gracias... ¿por qué me pintaste?
Claro, él no comprendía lo que ese cuadro significaba en este momento para mí.

-Mirá la fecha -le pedí.
Al hacerlo, se mostró sorprendido.
-¡Es del anteaño!... pero vos estabas... -se detuvo.
-Sí -estaba con Mariano, pensé-. Me había olvidado de él, lo había escondido. Tal vez también tenía escondido por allí algún sentimiento que no sabía que existía. Ese día que te ví saliendo del mar, mi corazón comenzó a palpitar tan rápido que pensé que se salía. Y se ve que me quedó grabado.
-Me acuerdo perfectamente de aquel día. Estaba deseando realmente encontrarte y apareciste. Estabas torpe, nerviosa, y aunque no te lo demostré, me encantaste.
-Y así comenzó todo. El cuadro se llama “Tal vez”. En el momento en que lo pinté, pensé que tal vez eras vos el indicado. Pero bueno, vos ya sabés la historia. Quería que lo supieras, quería que entiendas que estoy muy feliz por estar con vos. Vos siempre me decís que estas seguro de lo que sentís, que desde el día en que nos conocimos querés estar conmigo. Y yo quiero que sepas que nunca dejaste de resultarme atractivo, que siempre me torturaste en mis pensamientos y que ahora que estoy con vos, estoy re feliz y es lo único que quiero. Estar con vos es lo único que quiero.
-Entonces los dos estamos donde queremos estar. Te quiero Flor –fuertemente me abrazó.

Comenzamos a besarnos y acariciarnos con una naturalidad que nunca habíamos logrado y nuestros cuerpos pudieron disfrutar del placer de conocerse, que hasta entonces les había sido vedado.
De a poco nuestros gustos y costumbres se fueron acoplando y me sentí flotando por aquella habitación, enredada entre su cuerpo, descubriendo su textura, sus olores, su pasión.
Y me encantó, me encantó aquel hombre que me exploraba y a la vez me llenaba de placer con total naturalidad y dominio.
Por tanto tiempo me había sentido totalmente completa y extasiada con Mariano, que solía pensar que sólo él despertaría esa pasión en mi cuerpo, en mi ser. Pero aquella noche descubrí que esa pasión estaba en mí, en mis sentimientos. Y esa pasión, en ese momento, la sentía con Francisco.

CAPÍTULO 20

CAPÍTULO 20

Tal vez, la decisión de papá había sido la gota que colmó el vaso. La rabia y angustia que me invadían sobrepasaban la situación.
Tal vez, llevaba varios años intentando tapar mis sentimientos hacia mi padre y su actitud por fin me había cansado y ya no los podía ocultar más.
Lo cierto es que la historia se repetía una y otra vez. Siempre terminaba sintiéndome sola y abandonada. En verdad, no era una percepción, era una realidad. Siempre terminaba sola.
Llegué de madrugada y luego de dormir un par de horas, me descubrí perdida en aquella gran casa de la que ahora era la única habitante.
Me encerré en el playroom y decidí descargar mi ira en la pintura. Montones de bocetos oscuros y de trazos fuertes comenzaron a emerger, casi con autonomía propia. De pronto me descubrí pintando aquellos ojos que extrañaba, que necesitaba ver para llenarme de paz.
Necesitaba compartir mi dolor, necesitaba compartirlo con Mariano.
Entonces decidí escribirle un mail. Más de una hora estuve frente a la computadora, vomitando mis sentimientos. A pesar de nuestra separación, sabía que nadie mejor que él me entendería, y sabía que recibiría a cambio las palabras que necesitaba escuchar. Pero cuando estaba a punto de oprimir el botón para enviar el mensaje, un nuevo pensamiento me atrapó.
¿Pedir consuelo a Mariano por sentirme abandonada? ¿Justo a él? El Mariano del otro lado de la computadora no era el que diría las palabras que quería escuchar. Era quien me había rechazado y negado su amor.
Esta reflexión me dejó aún más abatida, más perdida. Salí de casa sin rumbo fijo, buscando algo... o alguien.
Necesitaba aplacar mi ánimo, ordenar mis ideas, desterrar esa sensación de vacío que me había invadido. Caminé abstraída hasta que llegué a Recoleta y sin pensarlo me tiré en mi querida barranca verde que tantas veces me había servido de refugio.
Comencé a repasar mis sentimientos, mis afectos, mis deseos... hasta que sentí una sombra que alejaba el calor de mi rostro.
Por mucho tiempo me pregunté a qué atribuirle aquel encuentro. Casualidad, destino, conexión... no lo sé, pero sí sé que los hechos no suceden en vano.
-¿Florencia? -antes de abrir mis ojos supe que era Francisco. Me incorporé y le sonreí.
-¿Qué hacés acá? -le pregunté realmente sorprendida.
-Nada, vine al centro cultural a mirar una muestra y después me dieron ganas de pasear. ¿Qué haces vos acá? Pensé que estabas en Mar del Plata.
Reí antes de contestarle. Si supiera por qué no estaba en Mar del Plata, pensé. Pero sólo le comenté que me había peleado con mi padre. Supuse que con aquello quedaría satisfecho y que pronto se despediría, sin embargo, se mostró interesado.
-No tengo nada importante que hacer, ¿querés que vayamos a tomar algo por acá y me contás de la pelea? -y luego de observarme agregó- porque me parece que no tenés buena cara.
Lo medité unos segundos, en realidad nunca habíamos tenido una charla en serio con Francisco, pero por algo estaba allí, por algo me había ofrecido hablar. Y pensándolo bien, Francisco era una de las pocas personas que me exigía cierta cordura. Seguramente su visión sería interesante.
Acepté su invitación y pronto nos instalamos en un bar. Y aunque normalmente me habría sentido intimidada o irritada al compartir una charla con Francisco, en aquel momento confesarme con él fue muy natural.
-Papá decidió casarse con su novia y se va a vivir a Mar del Plata -comencé con mi relato pero casi de inmediato me interrumpió.
-Otra vez estás entre la espada y la pared ¿no?
-No, no dude ni un segundo en mi decisión. Yo no me voy a ir de mi casa, no voy a dejar todo lo que tengo acá. Lo que me mata es que yo no soy lo suficientemente importante para nadie. A lo largo de mi vida todos me fueron dejando, siempre me quedo sola. Nadie se juega por mí. A mi viejo no le importó dejarme hace cinco años, menos aún le va a importar dejarme ahora. Y Mariano... –preferí omitir mis pensamientos sobre él- ...en este momento me siento tan poca cosa... tan poca cosa... -me abstraje en estos pensamientos, pero Francisco no tardó en contestarme.
-¿Sabés lo que pienso? Creo que mirás las cosas desde un lado equivocado. Vos sentís que tu papá te abandonó, y en realidad vos elegiste quedarte acá y no irte con él. Vos elegiste vivir sola. Creo que te va a hacer muy mal pensar que a nadie le importás porque la gente que querés no actúa como vos querés que actúe. Tu viejo no te puede obligar a vivir con él y vos no lo podés obligar a que viva con vos. No te sientas víctima, sentite contenta de poder elegir y vivir con lo que elegiste. Y supongo que debés sentir algo parecido con la ida de Mariano -hundió sus ojos azules en los míos-. Creo que vos estás eligiendo tu futuro, y aunque hayas vivido situaciones muy feas, sentirte victima no te va a servir de mucho.
Me impresionaron sus palabras, tan lúcidas, tan duras pero reales. Definitivamente, Francisco era esa persona que siempre aparecía para ubicarme en la realidad. Tal vez, lo que me causaba mayor impresión, era la manera en que parecía conocerme a pesar de saber muy poco sobre mi historia, sobre mi vida y sin embargo, cada vez que arrojaba una opinión sobre mí, no se equivocaba, y en sus palabras se dejaba entrever un pedido de cordura. En aquel momento agradecí a Dios por cruzarlo en mi camino.
-Sí... es verdad que yo elijo... yo elijo quedarme; pero estoy cansada de tener que elegir. No sé si entendés lo que quiero decir. Siento que en definitiva siempre salgo perdiendo -no sabía cómo expresar el dolor que sentía.
-Con cada decisión que uno toma en la vida se gana y se pierde algo -acotó.
-Tal vez estoy eligiendo mal, porque lo único que siento es soledad, vacío, con las decisiones que tomo.
Me sonrió y tomó mi mano.
-Si miraras bien, te darías cuenta de que no estás sola. Por algo no te querés ir de Buenos Aires.
Reconozco que en aquel momento no me sentía tan sola. Su compañía me reconfortaba.
-Me está haciendo muy bien hablar con vos... -le confesé- y creo que tenés razón, voy a tener que empezar a mirar las cosas desde otro lado -dudé en decir lo que pensaba, pero continué-. Por lo pronto, en este bar descubrí una de las razones que me atan a Buenos Aires, y te juro que me alegra -noté en su rostro una extraña expresión que no logré descifrar.
-Flor, creo saber a qué te referís. Vos sabés lo que yo siento por vos, pero yo no me voy a aprovechar de una chica despechada. Yo no quiero que estés conmigo sólo para llenar un vacío.
-No, Frank, no. Si quisiera usar a alguien para consolarme, te juro que no serías vos. Y te confieso que lo pensé. Pensé ir al primer pub que encontrara para encamarme con el primer tipo que se me cruzara. Aunque me encanta hacerme la enojada con vos y llevarte la contra, siempre te consideré un gran tipo, un buen tipo. Jamás haría algo intencionalmente para lastimarte. Pero hoy me sorprendiste, con tu sola aparición me sorprendiste. Y no puedo dejar de pensar que siempre aparecés en el momento justo y que cada vez que estoy con vos, me movilizás, me retas a ser alguien coherente, conciente de mis actos -me interrumpió.
-¿Y qué estás pensando? -su mirada estaba clavada en la mía.
-Que no sabemos nada el uno del otro, que nuestra relación se basó siempre en estrategias de seducción, a veces bastante irritantes, pero que en verdad mucho no nos conocemos. Y hoy me doy cuenta de que tengo ganas de conocerte, y que tengo ganas de contarte quien soy.
Distendido con mi respuesta, me mostró su usual sonrisa y agregó:
- Me rompiste la ilusión, yo pensé que ibas a proponer aplacar tu angustia en uno de los telos de la zona -terminó su comentario y ambos reímos con ganas.
-Flor, yo también quiero conocerte y compartir momentos con vos -dijo algo más serio y tardó unos segundo antes de terminar la frase-. Pero quiero que entiendas que yo no quiero ser tu amigo, vos me gustás -entonces fui yo quien lo interrumpió.
-Yo tampoco quiero ser tu amiga... Sos demasiado lindo para ser sólo un amigo, de todas maneras, quiero ir despacio. Además, la última vez que nos vimos, vos estabas de novio.
-Estaba. Cortamos en cuanto volvimos, era al pedo seguir con esa relación -Francisco miró su reloj, e inmediatamente pidió la cuenta-. Se hizo re tarde, perdoname Flor, quedé en ir a cenar a casa de mi hermana. Si querés mañana nos vemos.
Ahí descubrí que Francisco tenía una hermana, realmente era casi nulo lo que sabía de su vida. Ofreció dejarme en casa, pero preferí quedarme por allí un rato más. Necesitaba seguir pensando, escarbando en mis sentimientos.
Comprobé cómo había cambiado mi estado de ánimo en apenas unas horas, cómo había podido esclarecer el panorama sin la necesidad de recurrir a quien siempre recurría.
Y entonces empezaron a aparecer las razones de mi última decisión. En realidad, mi vida era buena en Buenos Aires y por ello, no quería cambiarla. Mi carrera, mis clases de pintura, mis grandes e incondicionales amigas... y Francisco, Francisco que siempre estaba por allí, no sólo físicamente, sino en mis pensamientos.
Es muy difícil no comparar entre dos grandes amores, y mis mecanismos mentales, por lo general, traían a mi cabeza a Mariano cuando pensaba en Francisco, y también a la inversa.
Desde el día que conocí a Francisco me atrajo, me deslumbró con esos ojos azules que desnudaban mis pensamientos. Me movilizó con sus pensamientos y comentarios... y esas sensaciones tan tapadas durante un par de años, en una tarde, habían resurgido sin ningún remordimiento. Y pensando en él, inevitablemente se hizo presente Mariano. Apenas, un par de horas antes había pensado que sólo él podría entenderme.
Aquel día tuve que entender que mi vida no dependía de un sólo afecto, de un sólo factor. Que yo era más que Poty y Mariano, que Poty hija. Y ese pensamiento me fortaleció.

CAPÍTULO 19 (SEGUNDA PARTE)

CAPÍTULO 19 (Segunda parte)

Los chicos se sorprendieron al verme, tal vez no me esperaban tan pronto. Francisco también se sorprendió, pero como estaba junto a su novia, se cuidó de decir algo que resultara irónico y especialmente dirigido a mí.
El ambiente se notaba tenso entre Natalia y Matías, y hacía que el resto del grupo estuviera tan tenso como ellos.
Cuando comencé a sentirme incómoda, tomé mi lona y fui a recostarme cerca de la orilla.
Me descubrí pensando en Natalia, Matías y Lucas. Me daba mucha bronca que mi amiga no pudiera estar con quien quisiera por no herir los sentimientos de un amigo. Tal vez a Lucas no le importaba Natalia, o tal vez nunca se había animado a sentir nada por respeto a Matías. Tal vez, siempre hay un tal vez en las relaciones. Es increíble como la vida puede ir para distintas direcciones con sólo alterarse un factor. De pronto me vi trasladando aquellos pensamientos a mi vida amorosa... ¿Cuán distinta sería mi situación, si hace dos años no hubiera decidido elegir a Mariano y hubiera dado rienda suelta a lo que sentía por Francisco? ¿O cuán distinta sería la situación de Naty si se hubiera animado a decirle a Matías desde un principio por qué no quería salir con él?
De pronto mis pensamientos se vieron interrumpidos por un cuerpo que se arrojó a mi lado en la arena.
-¿En qué está pensando esta diosa? -dijo Lucas mientras apoyaba la cabeza sobre su mano.
-¡¡Si supieras!! -¡qué lío armaría si le contara de mis pensamientos!, aunque me sentía tentada.
-Yo me fui de la carpa porque estos últimos días, no te imaginás lo incómodo que se está si se juntan Matías y Naty.
-En realidad estaba pensando en eso. No entiendo por qué Matías no se resigna y empieza a mirar para otro lado, ya sería hora de que se diera cuenta de que Naty no tiene interés.
-Sí, calculo que estas vacaciones le servirán para darse por vencido.
-Si... -lo interrumpí- y que deje que por fin se le acerquen otros chicos.
Lucas se incorporó y me miró con picardía.
-¿Sabés algo que yo no sepa?
¡Metí la pata! Pensé, pero en ese momento una patada de arena manchó mi cara y distraje mi atención buscando al agresor, que obviamente no era otro que Francisco. “Perdón”, gritó desde lejos y siguió corriendo hacia el mar.
-Ahí va otro que a pesar de los años parece no cambiar de gusto -me dijo Lucas riendo.
-Sí, del gusto que le causa molestarme.
-Bueno... ¿vamos a la carpa a tomar mate? -así lo hicimos.
Debido a que el ambiente a cada minuto se iba poniendo más tenso, al día siguiente, Natalia decidió enfrentar a Matías para confesarle sus sentimientos. Mientras ambos se alejaron para caminar por la orilla, todos nos quedamos mudos y expectantes, sabiendo que nuestros amigos estarían por pasar un momento bastante complicado.
Matías era un buen chico, y estaba enamorado, por eso sintió que la única solución era escapar. Al escuchar las palabras de Natalia, prometió no volver a molestarla. Pero evidentemente necesitaba tiempo, tiempo para olvidarla y para no romper la amistad con quien era su gran amigo. Por eso, el día posterior a su charla, se marchó.
Aunque todos sentimos pena por su partida, varios confesaron que su ausencia había aliviado el malestar que se vivía en aquellos días de vacaciones.
Observé que Lucas caminaba algo desorientado por la orilla del mar y corrí a investigar en qué estaba pensando.
-¿Todo bien? -le pregunté mientras lo codeaba.
-Sí... preocupado por Matías. Cuando quise preguntarle qué habían hablado, me contestó que necesitaba estar solo, que después en Buenos Aires hablábamos. Me da pena que esté tan mal y que no me haya dejado ayudarlo -justamente no era él quien podría ayudarlo.
Yo moría por decirle por qué su amigo estaba así, pero no me correspondía, por eso apenas le sonreí como respuesta.
Luego de un largo silencio, noté que quería decirme algo, pero parecía dudar, entonces le insistí para que se sincerara. En verdad no pensaba que iba a cambiar de forma tan rotunda el rumbo de la conversación.
-No sé si te lo tendría que decir, pero como no soy mina, no me gustan esas cosas de misterio, así que te lo digo. Ayer a la noche vino Francisco a encararme. Me preguntó si me pasaba algo con vos...
Me sorprendió su relato y debió reflejarse en mi cara.
-No te preocupes, no me pasa nada -se apuró a decir al ver mi expresión- y eso mismo le contesté a él. De todas maneras, largó el rollo y me dijo que como no quería pelearse con un amigo, si me gustabas, él era capaz de dar un paso al costado.
Estaba entre indignada y sorprendida.
-¿Así es como siempre hablan sobre las mujeres? -realmente no sabía qué más decirle y al darse cuenta de que mucho no me había agradado su historia, no contestó mi pregunta, pero intentó salvar la situación.
-No te lo conté para que te ofendieras... simplemente para que sepas que hay alguien por ahí que está pensando en vos y que se pone celoso por sólo verte hablar con otro chico.
-No nos olvidemos que ese alguien que anda pensando en mí y que me ve como una mercadería, está de novio -contesté algo enojada.
-Ese ya no es mi problema. ¿Vamos a la carpa? Te confieso que necesito huir de esta charla, porque siento que me tendría que haber callado -rió con picardía y juntos regresamos al balneario.
-¿En qué andan ustedes que últimamente no paran de secretear? -preguntó Lola en cuanto llegamos e inmediatamente vi como Naty y Francisco nos clavaban la mirada.
-¡Qué indiscreta, Lola! Ahora voy a tener que contarle a todos que somos amantes -dijo Lucas y largó una carcajada.
En cambio yo preferí invitar a Naty a dar un paseo para comentarle lo que me había contado Lucas y despejar en ella cualquier duda que tuviera sobre nuestra charla.
-¿Sabés qué opino? -dijo Naty en cuanto terminé con mi relato- que nosotras dos tenemos que cortarla, que si salgo con Lucas, Mati, Francisco, Mariano... realmente la tenemos que cortar, porque pensar en ellos, hacer méritos, no nos sirvió para nada. Nosotras dos somos lindas, jóvenes, divertidas. Tenemos que salir a joder, a divertirnos y transarnos a algún chico y dejarnos de pensar, porque si no lo hacemos ahora, no lo vamos a hacer nunca más -concluyó rotunda. Y realmente deduje que tenía razón.

Por eso, aquella noche, cuando estábamos en el pub, decidimos alejarnos del grupo y tomarnos un rato para divertirnos. No fue difícil encontrar chicos dispuestos a divertirse con nosotras.
Me desperté contenta. Me sentía como a los 18, despreocupada, vital y con pensamientos triviales.
Ya en la playa, Lola y Lucrecia nos miraban entre sorprendidas y divertidas, hasta que se acercaron a preguntarnos qué nos había pasado anoche.
-Fácil, nosotras no estamos de novias, ni con vista a estarlo, y nos cansamos de vestir santos -contestó Naty feliz mientras se arrojaba en una lona al sol.
-Sí, las vi muy contentas transando por los rincones -acotó Lola.
-Y... reconozcamos que viene bien que te mimen -le contesté e imité a Naty.
-Me parece muy bien por ustedes. Además se nota mucho el cambio de humor -agregó Lucrecia.
-Y quién les dice, de paso, a lo mejor, logran darles celos a los chicos -dijo Lola.
-No es esa mi intención -se apuró a contestarle Natalia, pero ambas sabíamos que cabía esa posibilidad.

Debido a nuestro éxito, tanto a la hora de la conquista, como al ver los resultados en nuestro estado de ánimo, continuamos con nuestro plan de diversión sin preocupación. Y al acercarse el día de mi regreso a Mar del Plata, comprobé lo bien que me habían venido esos días en San Bernardo. Mis pensamientos respecto a Mariano habían sido casi nulos, ni siquiera había ido a chequear mis mail, esperando alguna frase esperanzadora, que en esos momentos, con sinceridad, no me interesaba recibir. Repasaba estos avances, tirada en la arena, en mi último día en San Bernardo y cuando comprendí que me sentía en paz, decidí darme el lujo de hacer algo que me encantaba, cerrar mis ojos, no pensar y dormir sintiendo el calor del sol en mi rostro.
Pero cuando había conciliado el sueño, sentí que un cuerpo pesado se arrojaba a mi lado y no tuve más remedio de abrir mis ojos.
-¿Dormías? -preguntó Francisco sonriendo, mientras apoyaba su codo en la arena.
-Sí, ¿podré seguir durmiendo? -más que una pregunta, intenté invitarlo a retirarse, pero no se movió.
-No, no creo, porque vine a charlarte, y cuando hablo me gusta que me presten atención -terminó su frase y desplegó su usual sonrisa.
-Entonces, no me va a quedar otra que escucharte -me recosté de costado para poder mirarlo.
-Así que te vas. Pensé que íbamos a tener unas vacaciones intensas, pero no tuvimos tiempo.
-No creo que a tu novia le hubiera gustado. Hablando de Clara, ¿dónde está?
-Se fue a correr por la orilla, lástima que no se le dio antes por el deporte. Pero bueno, ya era hora de tener un ratito para charlar. ¿Qué fue eso de andar todas las noches con un pibe distinto? -fue directo al grano, se notaba que quería aprovechar los pocos minutos que tendría para estar conmigo.
-¿Acaso me estuviste controlando? -me mostré burlona.
-No hizo falta controlarte, no hiciste nada por esconderte. Sos una Florencia muy distinta a la que conocí hace dos años. En aquellos tiempos no era tan fácil transarte.
Sin quererlo, largué una carcajada.
-No era tan fácil para vos. La verdad es que los chicos que conocí este verano fueron encantadores, imposible de negarles un beso -estaba muy divertida.
-Bueno, si preferiste estar con ellos a estar conmigo, entonces te felicito.
-Francisco, disculpame que te lo recuerde, pero vos estás de novio. Además no sé por qué pensás que yo querría estar con vos -¡Qué personaje extraño!
-Porque aunque no lo reconozcas, yo sé que nunca te dejé de gustar. Y el tiempo me va a dar la razón. ¿O vos no te cuestionás por qué a pesar que pasó tanto tiempo, nos volvemos a encontrar acá, donde empezó todo? -no me estaba jorobando, estaba hablando en serio, pero yo no quería darle importancia a sus palabras, no estaba para tener conversaciones serias.
-Vos y yo nunca nos dejamos de encontrar, será por la mágica razón que compartimos el mismo grupo de amigos, que da la casualidad, siempre veranean en San Bernardo. La verdad es que el destino es maravilloso -no dejaba de reírme, y al ver que lo tomaba en broma, Francisco parecía ponerse aún más serio.
-Hacete la tonta, pero te puedo asegurar que en cuanto vuelvas a Mar del Plata, no va a pasar un solo día en que no pienses en mí y en lo distinto que podría haber resultado lo nuestro. Y vas a pensar en mí, y no en el que vos crees que es tu gran amor –tomó mi mentón para acercar mi rostro al suyo-. Te aseguro que vas a pensar en mí -dejó ver una media sonrisa y con rapidez besó mis labios.
-Esto es sólo para asegurarme -desvió su vista hacia el mar y con agilidad se levantó-. Ahí viene Clara -me dijo mientras corría hacia las carpas.

Y Francisco no se equivocó. Muy a mi pesar ocupó gran parte de mis pensamientos.
Pero para mediados de febrero, todos mis pensamientos románticos fueron abruptamente cortados al recibir la novedad que me dio mi padre.
Con mucha solemnidad y misterio me invitó para que cenáramos solos, situación que me llamó bastante la atención, y ante el halo de misterio que creó, comencé a fantasear con distintas noticias que me daría.
Por ello, en cuanto sirvieron la comida, lo increpé para que dijera lo que tenía que decir.
-Bueno, Poty, tengo algo para contarte -bajó su vista y continuó-. Decidimos vivir juntos con Teresa... -hizo un silencio, seguramente para que contestara, pero yo no sabía que contestar. No me imaginaba compartiendo mi casa con Teresa. Al ver que yo no decía nada, prosiguió:
-Y bueno, como ella tiene toda su familia acá, decidimos que nuestro lugar de residencia sea Mar del Plata... y queríamos que te vinieras a vivir con nosotros.
¡No! ¡Otra vez no! Pensé cargada de angustia. Si no había querido dejar mi vida por Mariano, menos aún por mi papá, con quien últimamente era muy poco lo que compartía. Para no demostrar mi rabia y mi angustia, decidí esconder mi rostro con mis manos.
-¿Y, Po? ¿Qué te parece? -él parecía no darse cuenta qué me parecía aquella idea-. ¿Y, Po? -repitió. Su última pregunta desató en mí una increíble ira.
-¿Vos qué creés que me parece, papá? -dije cargada de odio- ¿Sabés lo que me parece? Que yo no le importo a nadie. Que cualquier cosa es mejor que estar conmigo. Que lo que yo hago y vivo no tiene nada de importancia. Eso creo. Hace un par de meses, Mariano me dejó por un trabajo... y ahora mi padre me deja por una novia. Está bien, es tu vida y tu mujer tiene su vida acá. Y eso es mucho más importante que tu hija. Total, que vos tengas una hija parece no tener demasiada importancia. Si ya desde hace varios años que parece no tener demasiada importancia, ¿por qué la iba a tener ahora? ¿Cómo vamos a dejar que Teresa haga el gran esfuerzo de dejar a su familia, si la estúpida de Poty puede dejar todo lo suyo para venir a vivir la farsa de la familia perfecta que no existe y nunca existió? Eso pienso papá... que yo te importo un carajo, que mi vida y mi seguridad te importa un carajo, y por supuesto que mi respuesta es no, ni en pedo me vengo a vivir acá. Yo tengo mi casa, mi vida, mis amigos y mis intereses en Buenos Aires... y si no los dejé por Mariano, que se preocupaba y me cuidaba, menos lo voy a dejar por vos.
Terminé con mi réplica y me levanté. No quería escucharlo, mirarlo, ni tenerlo cerca. Me sentía indignada, desamparada, desechada. Se repetía la historia, nuevamente era abandonada y no quería revivir esos sentimientos.
Sentí que papá me gritaba para que regresara, pero no lo hice. Tomé un taxi y le pedí que me dejara en la terminal de ómnibus. Y luego de esperar una hora, me encontraba regresando a Buenos Aires.

CAPÍTULO 19 (Primera parte)

CAPÍTULO 19 (Primera parte)

Me sentía sola, desamparada. Sentía que me faltaba una parte. Era tortuoso vivir sin Mariano. Todo por lo que había decidido quedarme me parecía insignificante, carente de valor. Sólo lograba despejarme de tanto dolor en los momentos en que me dedicaba a la pintura.
Apenas había pasado una semana de su partida y ya me parecía una eternidad. Cada día dudaba más de mi decisión.
En cambio, Mariano parecía muy firme con la suya, ya que ante el torrente de mails que le enviaba a diario contándole cuanto lo amaba y extrañaba, apenas me contestaba agradeciéndome los mails y contándome de sus nuevas actividades. Jamás expresaba un sentimiento y su actitud me torturaba aún más.
Mis amigas parecían preocupadas y agotadas a la vez con mi depresivo estado, por eso, al terminar mi catastrófica semana, decidieron que lo mejor sería reunirnos para hacer una pequeña terapia grupal.
Para la hora de la cena nos reunimos en el jardín de casa.
-Bueno, Poty, ya sabemos que la estás pasando mal y que es muy difícil separarse de la persona de la que uno está enamorada; pero esto no es la muerte de nadie... así que hay que seguir adelante y dejar de quejarse -declaró con solemnidad Lucrecia mientras cortaba la pizza que habíamos ordenado.
-Sí, Po, ya está, ya no hay vuelta atrás. Ahora hay que mirar para adelante. Nos tenés a nosotras para salir, para charlar, para lo que quieras -agregó Naty acariciando mi hombro.
-Para ustedes es muy fácil, pero yo estoy acostumbrada a compartir casi todos mis días con Mariano desde que recuerdo, no sólo desde que somos novios. Y ahora no está. No está en ningún sentido, porque por lo menos, si a la distancia me diera alguna... no sé, me siguiera diciendo que me ama... pero sus mails son generales y ni parece importarle lo que le digo. No solamente me falta él, sino también su amor.
-Bueno, dejá la cursilería para otro momento -me interrumpió Lola-, lo importante es que ahora estás sola y evidentemente estás desacostumbrada, para eso estamos nosotras, para que no te sientas tan sola. Y con respecto a Mariano, hacete cargo de su decisión. Mariano, y esto lo digo aunque no estoy de acuerdo con él, te cortó... y te dejó bien claro cuál sería su actitud en Estados Unidos. Creo que cuanto antes lo aceptes va a ser mejor para los dos. Para mí es una boludez de su parte, porque es hacerte sufrir al pedo, pero ya que él tomó la decisión, ahora vos tenés rienda suelta para hacer lo que quieras. Aprovechá tu soltería para divertirte y buscar a alguien. -Lola fue muy práctica, como siempre.
-La verdad es que no tengo ganas de buscar a nadie. Pero es cierto lo que dicen. Sí me va a hacer bien salir y distraerme -mis amigas siempre lograban levantarme el ánimo.
-Y dejar de pensar en Mariano -acotó Natalia.
-Sí, dejar de pensar en Mariano... -concluí. Aunque seguramente, eso no sería tan fácil.
-Entonces, ¿qué les parece si el sábado hacemos una reunión en casa con todos los chicos? Así entre todos armamos estrategias para ayudar a esta pesada a salir de su depresión. Y no lo digo sólo por ella, sino por nuestra salud mental, porque ya no me aguanto más sus lamentos -propuso Lola y todas estuvimos de acuerdo.

La reunión del sábado no sería algo espectacular ni fuera de lo común, ya que con bastante frecuencia solíamos encontrarnos con aquel gran grupo que se había formado en San Bernardo. Me encantaba estar con ellos, pero sería la primera vez que me encontraría sola... sola y en presencia de Francisco, que en estos últimos meses se había puesto de novio. Yo estaba convencida de que aprovecharía la oportunidad para reírse un rato de mí, ya que en todo el tiempo que había transcurrido jamás había cesado de arrojarme comentarios irónicos. Sin proponérmelo, me distraje pensando en su reacción y sus comentarios hasta que llegó la reunión.
Al entrar a la casa de Lola me sentí desvalida, derrotada. No me era agradable enfrentar a mi grupo de amigos con la noticia de que mi novio me había dejado... dejado en todos los sentidos.
Sin embargo fui recibida con gran naturalidad y alegría por parte de los hombres.
-Bueno, Poty, ahora que estás sola, espero que se te dé por la vida libertina... y no dejes de tenerme en cuenta para cuando tengas ganas de tener una aventura -me dijo Lucas en cuanto me vio y me abrazó con dulzura-. Hablando en serio -agregó-, sabés que podés contar conmigo para salir, divertirte o charlar, para lo que quieras. Y nada de deprimirte, porque no creo que dures mucho sola. Mariano le hizo un gran bien al público masculino.
No pude menos que reírme ante su comentario y en seguida se nos unió Federico.
-Dejá de tirarle los galgos que yo ya la tengo prometida a un montón de amigos de la facu.
-¡Gracias! -interrumpió Naty- Yo estoy sola hace un montón y a mi nadie viene a decirme nada -dijo con tono de celos.
-Es que yo les tengo prohibido que te presenten a alguien... y vos ya sabés por qué -acotó Matías. Matías estaba perdidamente enamorado de Naty, todos lo sabíamos. Lo que no sabíamos era por qué ella jamás había accedido, siquiera, a salir una sola vez con él. Y con este comentario todos quedamos mudos, entonces hizo su aparición Lola para invitarnos a acercarnos a la mesa, y así todos nos dispersamos.
Cuando me disponía a morder una empanada, sentí la respiración de Francisco en mi espalda.
-¿De qué son? -me preguntó y giré para responderle.
-De carne, creo, no me diste tiempo a probarlas.
-¿Y tu novio? -preguntó mientras dejaba asomar su irónica sonrisa.
Me irritó tanto su pregunta, que devolví una frase tan irónica como la suya.
-Me dejó cuando le confesé que estaba enamorada de vos... ¿vino tu novia? -rió con ganas ante mi respuesta y su sonrisa se instaló con fuerza en su rostro. Antes de contestarme giró su cabeza hacia ambos lados, como fijándose que nadie nos viera y contestó.
-¿Te confieso? Le mentí, le dije que era una reunión de hombres solos. Estando ella acá no iba a sentirme con la libertad de poder torturarte toda la noche. Así me siento mucho más libre. Y antes de dejarte meter bocadillo, te quiero aclarar que yo por vos me hubiera ido hasta la luna... o en este caso, quedarme y elegirte antes que a un trabajo.
Aunque quise enojarme, sus palabras me causaron gracia, supuse que habría pensado en esa frase un buen rato, tanto como yo había pensado en su reacción.
-¡Guau! Eso sí que es amor. Me alegro mucho por tu novia, es difícil encontrar a alguien incondicional.
-Yo dije que por vos haría cualquier cosa, no por ella, pero de todas maneras, es difícil encontrar a alguien como yo. Mirá lo que te perdiste, y en definitiva por nada -aunque me divertía, odiaba su cara de satisfacción.
-¡Estás feliz! Y se ve que te tomaste tu tiempo para armar un repertorio.
-Desde que me enteré que no paro de reírme, y te juro que esperé con ansias el día de hoy para poder ver tu cara de viuda compungida.
-¿Y te satisfizo la cara que encontraste?
-No, la verdad que esperaba encontrarte peor... lo cual es una lástima, porque un alma desvalida es muy fácil de conquistar. En cambio te noto bastante armada -su último comentario fue demasiado sincero y me incomodó más que sus bromas irónicas.
-No está nada bien que sigas en plan de conquista, no creo que a tu novia le guste.
-¡Ay! Me olvidé que eras tan puritana, pero no me vas a negar que te encantaría que estuviera en plan de conquista; pero no te hagas ilusiones, no quiero tropezar dos veces con la misma piedra.
-Mejor, porque yo tampoco estoy interesada en que tropieces con ninguna piedra. Ahora, si no te molesta, prefiero ir a divertirme un rato con mis amigos -no esperé contestación y me alejé para unirme con Lola y Lucrecia.
Ya había olvidado los códigos que manejaba con Francisco, y luego de nuestra pequeña charla, recordé cómo me irritaban pero a la vez divertían, y muy a mi pesar, se instaló una muesca de alegría en mis labios.
-¿Qué estuvo pasando por ahí? -me preguntó entusiasmada Lola.
-Nada fuera de lo normal... Francisco tenía preparado un repertorio de ironías. Se ve que se estuvo aguantando dos años, y hoy se desquitó. Debo reconocerles que me divirtió -les conté.
-¿Se estará volviendo a encender la llama del amor? -Lola estaba encantada con el tema.
-Sincerémonos -agregó con seriedad Lucrecia- a Francisco nunca se le apagó la llama, ni siquiera estando de novio.
-Es que yo no me refería a Francisco -le contestó Lola.
-Bueno, chicas, no voy a negarles que es lindo histeriquear, y es lindo saber que alguien anda atrás mío, pero saben perfectamente que mi cabeza está en otro lado. Tampoco es cuestión de que a la semana de que se vaya Mariano ya me tengan que enganchar con el primer chico con el que cruzo palabra.
-Poty, no le tenés que dar explicaciones a nadie, ya sabemos que estás con Mariano, pero sería bárbaro para vos que te distraigas con alguien.
-Francisco no es alguien para distraerme, Lola, no quiero que ocupe ese lugar en mi vida, no se lo merece -me sorprendí con mi pensamiento y ellas también.
-Me parece que Lola tiene razón. A lo mejor se está volviendo a encender una llamita -dijo Lucrecia y sin esperar respuesta se dirigió a donde se encontraba su novio.


Cuando regresé a casa me costó largo rato conciliar el sueño. No podía dejar de pensar en aquella noche. ¿Cómo era posible que Francisco hubiera reaparecido tan rápidamente en mi vida? Habíamos compartido una pequeña historia hacía casi dos años y muy pocas veces había vuelto a pensar en él, y, de pronto, ante la mera ausencia de Mariano, reaparecía y con mucha fuerza en mis pensamientos. Tal vez estaba ocupando el lugar de la persona de transición para desviar mis sentimientos por Mariano. Sí, seguramente ese era el papel que estaba desempeñando. Y aunque ciertas fantasías con Francisco comenzaron a rondar en mi cabeza desde aquel día, era más fuerte el pensamiento que me unía a Mariano. Comprendí que aunque nuestro amor no era perfecto, ya que nos habíamos descubierto egoístas, era casi vital, porque no había diversión, salida, coqueteo o fantasía que apartara mis pensamientos de él, y me parecía una estupidez cortar porque no habíamos actuado como los perfectos amantes. Así se lo hice saber en un mail.
Esperé con ansias su respuesta, que rogué no fuera como sus respuestas habituales, y luego de un par de días, su respuesta llegó:
“Poty: No dudo de tus sentimientos, y ciertamente no dudo de los míos. Pero estoy convencido de que nuestras decisiones se dieron por algo, date cuenta de que por algo vos estás allá y yo acá. Creo en el destino y creo que nuestra separación se dio por algo. Tratá de no aferrarte a algo que ya no existe y seguí adelante. Eso es lo que yo estoy haciendo. El día que te des cuenta, estoy seguro que vamos a poder volver a disfrutar de la espectacular amistad que siempre tuvimos. Te quiero mucho.... Mariano.”
Quedé atónita frente a la pantalla, no podía entender lo que estaba leyendo, algo tan duro, tan cortante, tan definitivo y a la vez tan sutilmente cruel. Luego de derramar unas cuantas lágrimas, quité el mensaje de mi vista y tomé la firme decisión de quitar a Mariano de mis pensamientos. Evidentemente su mensaje había logrado el resultado propuesto.

Faltaban pocas semanas para las vacaciones y me pasaba largas horas intentando decidir qué haría este año. Por un lado estaba la propuesta de ir a San Bernardo con las chicas, y por el otro, papá estaba muy entusiasmado con que compartiera unas vacaciones con él y su novia en Mar del Plata, situación que no sabía si me iba a ser fácil de soportar, pero me parecía que valía la pena intentarlo.
Así que me encontré festejando la navidad en la casa de los padres de la novia de papá, o algo así como mis abuelastros, ya que todos se desvivían por hacerme sentir cómoda y parte de la familia. Recibí más regalos que acumulando varios años y terminé cantando villancicos con unos chicos a los que me presentaron como primos. Fue una experiencia bastante surrealista, pero divertida.
Pasé unos días bastante intensos y muy familieros que me gustaron, pero me agobiaron, ya que no estaba para nada acostumbrada a estar tan acompañada, por eso, para mediados de mes, decidí ir a visitar a mis amigas a San Bernardo.
Me instalé en casa de Lucrecia, donde también paraba Natalia. Lola lo hacía en la casa de Fede y Martín, Lucas y Matías habían alquilado un departamento cercano.
-Bueno, cuéntenme sus novedades -pedí a mis amigas al terminar de contar mis vacaciones en familia.
-Yo estoy bastante tensa. Matías está demasiado insistente y ya tuvimos un par de situaciones de fricción -contó Naty con cara de preocupada.
-Te juro que no entiendo por qué no accedés a salir con él, con probar no perdés nada –le expresé.
-Yo le dije varias noches lo mismo, hasta que la hice confesar -acotó Lucrecia-. Contale a Poty –le ordenó.
-Me gusta Lucas... por eso le corto el rostro a Matías, pero Lucas jamás me va a dar bola porque Matías es su mejor amigo. Yo pensé que con el tiempo se iba a calmar, en tanto tiempo ya podría haber conocido a otra chica, pero sigue atrás mío como un perrito faldero y Lucas ni sabe que existo.
¡Justo estas vacaciones había elegido para pasarlas con papá! Pensé. Quince días de ausencia habían bastado para perderme el acontecimiento más importante del año, Natalia dando a conocer sus sentimientos.
-¡Nunca dijiste nada! la verdad que es una cagada. ¿Querés que me haga la enamorada de Matías para distraerlo? -le pregunté en broma, aunque era capaz de hacerle el favor.
-No, gracias, ya estoy acostumbrada. Si sigue insistiendo le voy a decir la verdad. Ya dije demasiado -fue la frase que usó para cerrar el tema.
-Bueno, y el resto del grupo ¿está bien?
-Sí, tranqui, de hecho nos deben estar esperando en la playa... ¡Ah! Francisco está en Mar de Ajó, pero viene casi todos los días... con su novia -contó Lucrecia clavándome la mirada.
-Bueno, si nos están esperando, mejor es que vayamos -sólo contesté.

CAPÍTULO 18

CAPÍTULO 18

Estaba perdida, no lograba comprender lo que me estaba sucediendo. ¿Me había equivocado? ¿Había actuado mal con Mariano? ¿Tan mal estaba querer tomarme tiempo para decidir sobre mi futuro? ¿Merecía que Mariano me castigara quitándome su amor? Realmente no sabía que pensar.
Regresé a casa, cansada de intentar entender, y me encontré con mi padre que desayunaba.
-Pensé que habías dormido en casa, Po -me dijo sorprendido.
-Sí, dormí en casa, pero me junté a desayunar con Mariano. Me acaba de cortar -papá se atragantó con el café y me exigió que le contara lo que había sucedido y así lo hice. Conversar con mi padre me hizo bien, me dejó ver las cosas en perspectiva.
-Seguro que Mariano está muy nervioso y tal vez, cortarla con vos, es la manera de defenderse. Él sabe que te va a extrañar muchísimo estando tan lejos. Si a vos te importa, no dejes de intentar que te entienda. Yo creo que tomaste la decisión correcta, Poty... y no puedo negar que me alegra muchísimo que decidieras quedarte.
Lo abracé con fuerza para agradecerle y me encerré en el baño para darme una larga ducha.
Y pensar que mañana cumpliríamos dos años, me sorprendí pensando... ¡Claro! Mañana sería la noche previa al cumpleaños de Mariano. Sería mi oportunidad para recuperarlo. Él ya estaría más tranquilo y con mi sorpresa seguro que reflexionaría y aceptaría mi decisión. ¡Sí! Sería mi esperanza para arreglar las cosas.
Esperé que llegara el día con ansiedad y pasada la tarde, sabiendo que Mariano no se encontraría, entré a su departamento.
Decoré el living con globos y carteles, me esforcé en preparar lasagna, su plato preferido, y cuando me pareció que ya estaba todo listo, me vestí y me peiné con mayor esmero que el habitual.
Esperé varias horas y comencé a pensar que Mariano nunca llegaría, cuando de pronto se abrió la puerta.
Mariano entró desganado, pero de pronto quedó sorprendido al ver la decoración de su hogar.
-¿Qué hacés acá, Poty? -pensé que vería una sonrisa en su rostro, pero no la encontré.
-Vine a festejar tu cumpleaños, a demostrarte que te amo y que no tiene sentido que cortemos -pensé en acercarme y besarlo, pero no me pareció buena idea.
-Po, no quiero que te sientas mal, pero lo pensé bien y sostengo lo mismo que ayer -por lo menos en su voz no se notaba el enojo y la frialdad del día anterior. Con lentitud se acercó hasta mí, y acarició mi cabeza-. Gracias por esta sorpresa -esta vez, no quise refrenar mis impulsos, lo abracé con fuerza y besé sus labios.
-Aunque no logre hacerte cambiar de opinión, creo me merezco una oportunidad y si después de esta noche no logro convencerte, ésta será nuestra despedida.
-¿Va a servir de algo que me niegue? -preguntó con cara de resignación, y al negar con mi cabeza, sonrió y me besó.

Casi no pronunciamos palabra durante la cena, aunque era evidente que ambos teníamos muchas cosas por decirnos, pero tal vez ninguno se animaba a acabar con la ficticia calma en la que nos encontrábamos.
-Es raro pensar que justo hoy, que cumpliríamos dos años de elegirnos, sea el día que nos separemos -al fin se animó a decir mientras caminaba hacia el living.
-No entiendo, Mariano, te juro que no entiendo por qué estás tan cerrado. Usando tus palabras, ¿por qué te negás a seguir eligiéndonos?
Mariano se sentó en el sillón y yo me senté a sus pies para poder mirarlo.
-No sé, Po, tal vez porque me duele mucho darme cuenta de que los dos preferimos otras cosas a estar juntos. El otro día, cuando me dijiste que no querías irte conmigo, me enfurecí... pero después me di cuenta de que yo tampoco estoy dispuesto a quedarme. Por eso cuestiono nuestros sentimientos. Los dos priorizamos nuestro futuro por separado a nuestro futuro juntos.
-Yo no veo las cosas como vos. Mi decisión no tiene nada que ver con lo que siento por vos, porque yo no dudo de lo que siento, pero entiendo que te joda, Negro, te vas a otro país, a comenzar una nueva vida. Entiendo que te joda irte solo y que yo no quiera acompañarte. Lo que no entendés es que tal vez en un tiempo sí te acompañe, o tal vez vos vuelvas.
-No sé, Po, creo que me va a doler menos y me va a ilusionar menos si me voy sabiendo que lo nuestro se terminó.
-Aunque digamos que se cortó todo, las palabras no van a hacer que los sentimientos cambien. -Pero va a ayudar. Ya firmé el contrato, me voy en quince días. Traté de acelerar lo más que pude mi partida, para terminar con esta transición.
Sus palabras me cayeron como un balde de agua helada. Hacían todo mucho más real. En quince días no volvería a verlo, por lo menos por un largo tiempo, y Mariano ya no sería mi novio.
-¿Quince días? ¿Y qué vamos a hacer con estos 15 días? Te aclaro que te prohíbo decir que no querés que nos veamos -le dije acongojada.
-¿Por qué no aceptás mi decisión de separarnos?
-Porque no me puedo resignar a no volver a hacerte el amor, a abrazarte, a pasar un rato con vos. Si me querés cortar, podés hacerlo en 15 días, pero no me prives de estos últimos momentos.... o... ¿realmente no me amas más? -ya no podía retener más las lágrimas-. Me cuesta entender cómo podés ser tan frío y duro conmigo. Yo jamás te traté tan mal como vos lo estás haciendo conmigo. Siento que me castigás por algo que no tengo la culpa.
-Claro que te amo, Poty -se arrodilló a mi lado-. Por eso prefiero estar distante, así me va a doler menos. Pero tenés razón. No hace falta empezar hoy cuando en 15 días va a ser inevitable. Perdoname, te juro que no quise hacerte sufrir, en serio, perdoname -me abrazó con fuerza y besó con mucha dulzura mis labios.

Y aunque intentamos que esos días que nos quedaban fueran tan naturales como todos los días que habíamos vivido hasta entonces, no lo logramos, no logramos librarnos del fantasma de la separación. Y pese a insistir en continuar con nuestro noviazgo, no logré que Mariano cediera en ese tema. “Creo que tenemos que replantearnos por qué los dos elegimos pensar en nuestro futuro separados y no juntos”, era la frase que arrojaba Mariano ante mi insistencia.
Decidimos que no sería una buena idea que yo fuera a despedirlo al aeropuerto. Preferimos pasar solos y juntos el último día antes de su partida. Fue un día inolvidable y a la vez muy doloroso.

CAPÍTULO 17

CAPÍTULO 17

Aunque mi mente debía estar entretenida incorporando conceptos para rendir los finales, ese día estaba entretenida en pensamientos románticos. Era increíble que ya hubiera pasado un año.
Recordaba aquella noche a la perfección, mis sentimientos encontrados, el miedo y la incertidumbre que me dominaban y, finalmente, el enorme placer que sentía al encontrarme con los labios de Mariano. Sí, ya había pasado un año y realmente me sentía muy feliz con el vuelco que había dado mi vida. Mariano seguía siendo mi mejor amigo y a la vez el gran amor de mi vida, y eso no causaba ningún problema, muy por el contrario, llenaba mis días de color.

Me instalé en su departamento para prepararle la cena, ya que él llegaría tarde del trabajo. Cuando terminaba de colocar las velitas sobre la torta, sentí que abría la puerta.
-¡Hola mi amor! -gritó feliz desde la entrada, mientras arrojaba su mochila al piso.
-¡Qué contento que estás! ¿Alguna novedad? -por lo general llegaba agotado del trabajo y no con tanta vitalidad.
-¿No puedo estar contento sólo por tener la novia más linda del mundo que para colmo está preparando la cena más rica de mi pre-cumpleaños? -me abrazó y nos arrojamos al sillón.
-Lo de la cena más rica está por verse, dale Negro, contame por qué estás contento... porque si yo estuviera por cumplir 23 años, estaría deprimida... ya estás viejito.
-Estoy en la plenitud de mi vida, pero bueno... tenía ganas de guardar un ratito más la sorpresa, pero la verdad es que no aguanto más. Hoy recibí el mejor regalo de cumpleaños... bueno, el segundo. El mejor fue haberte transado el años pasado -largó una carcajada, se lo veía realmente muy feliz-. Bueno, hoy me asignaron para ir a cubrir el fin del torneo de fútbol de España -me miró expectante.
-¡Qué bueno, Negro! -lo abracé y besé, pero me alejó.
-Pará, pará que no te conté lo mejor. Tendría que ir para mitad de diciembre, porque el corresponsal de allá no se qué problema tiene... y bueno, acá viene lo mejor... me dejaron que después me tome un mes de vacaciones por Europa y... qué te parece si... ¡te venís conmigo! -¡¡Guau!!¡¡ Esa sí que era una buena noticia!!
-¡Negro, es espectacular! ¡Claro que quiero ir con vos! -volvió a interrumpirme.
-¡Buenísimo!, además no es mucho lo que vamos a tener que pagar, porque la estadía mientras dure el campeonato, es gratis. Sólo tendríamos que pagar tu pasaje y la estadía para el mes y ya voy a averiguar en el canal en qué hoteles podemos conseguir descuentos -besé sus labios para lograr silenciarlo.
-Negro, desacelerate y no te preocupes mucho por la plata, porque vos sabés que yo tengo bastante ahorrada de la pensión de mamá, así que ese no es un problema. Me encantó la idea. ¡Gracias por pensar en mí! -lo besé largamente en la boca.
-Poty, yo siempre pienso en vos y cuando me dijeron que tenía que ir a Madrid lo primero en que pensé fueron los museos que vas a poder visitar para deleitarte con tantas pinturas. Te hace feliz, ¿no? -sus ojos brillaban denotando la emoción que sentía.
-Mi amor, vos me hacés feliz, pero este viaje me encanta. Ahora mi regalo de cumpleaños va a ser insignificante al lado de tremendo notición.
-Si tu regalo es lo que vengo fantaseando desde hace un tiempo no tiene punto de comparación con el viaje -noté su sonrisa pícara.
-Entonces tendré que esforzarme. Hoy hiciste muchos méritos –le contesté sonriendo mientras lo abrazaba.

El mes previo al viaje, no podíamos hablar de otra cosa que no se refiriese al mismo. Estábamos realmente muy ansiosos e intentando planificarlo a la perfección para no desaprovechar ni un solo día. Yo llevaba un gran listado de museos y pinturas que no podía dejar de ver, según mi profesor de dibujo.

Y por fin llegó el día. Recuerdo cada momento de aquellas vacaciones con suma claridad. Todo era nuevo y maravilloso para nosotros. Conocer otra cultura, distinta pero a la vez tan parecida a la nuestra. Caminar por calles y recorrer lugares donde habían sucedido los hechos que tantas veces había leído en los libros de historia era algo extremadamente gratificante y hasta increíble.
Tuve la posibilidad de realizar cosas que jamás había soñado. Durante la estadía en Madrid, mientras Mariano trabajaba, yo pasaba mis días encerrada en el Museo del Prado o el Reina Sofía, estudiando y copiando obras de arte. Al verme en aquella situación, sentada frente a un cuadro, con mi paleta y un pequeño lienzo, me parecía estar viendo una película.
Fuero muchos momentos gratificantes, románticos, divertidos los que pasamos en aquellas vacaciones recorriendo Europa y no me cansé de agradecérselo a Mariano.
Pero como no podía ser de otra manera, esos días debieron terminar y aunque los añoraba, no me quejaba. Para que algo resulte tan excitante y deseado, no debe ser eterno, sino se vuelve rutinario y se deja de desear. Por eso me encantaba pasar horas añorando aquel increíble viaje y esperando el milagro de poder volverlo a realizar.
Casi sin darme cuenta, había cumplido un año más y me encontraba nuevamente enfrascada en mis múltiples actividades.
Y este año, se había agregado una nueva. Al ver mis adelantos y mi entusiasmo, mi profesor de pintura me había ofrecido ser ayudante en sus clases de pintura con niños y no dudé ni un segundo en aceptar. El dinero que recibía no era lo más importante, sino las horas que pasaba allí dentro ayudando a descubrir a otro el placer por la pintura.
Mariano también estaba más ocupado que nunca, pero nuestra falta de tiempo no nos impedía vernos diariamente y darnos aunque fuera unos minutos para compartir las anécdotas del día.
Pero a medida que el año transcurría, la posibilidad de compartir mis días con Mariano se hacía cada vez más difícil, no pasaba un mes sin que él debiera viajar, y aunque concientemente sabía que no debía quejarme, ya que era su trabajo, esta situación comenzaba a irritarme, pero nunca me imaginé lo que el futuro nos iba a deparar.

Salía una tarde de la facultad, bastante cansada y con la idea de tirarme en la cama para descansar. Mi vista se perdía en un punto sin sentido, por ello me sorprendí al sentir la voz de Mariano en mi oído reclamando mi falta de atención. Pero más me sorprendió que tan temprano estuviera desocupado y viniera a buscarme.
Noté en él cierto estado de excitación, pero con calma sólo me pidió que fuéramos a charlar a su departamento.
Al llegar me arrojé en la cama, sin embargo él no me acompañó. Se sentó al pie de la misma y con solemnidad me comunicó que tenía algo importante que decirme, entonces me incorporé para no restarle importancia a su postura.
-Hoy me hicieron un ofrecimiento muy groso de trabajo -a pesar de sus palabras no se notaba muy feliz.
-¡Qué bueno, Negro!, pero algo te preocupa, ¿no? -ante mi pregunta abrió sus ojos y asintió con la cabeza. Su preocupación comenzaba a preocuparme.
-Voy a ser directo, Po, me ofrecieron ser corresponsal en Estados Unidos -bajó su vista, no pudo mantener mi mirada-. Corresponsal permanente -se produjo un gran silencio, él no me miraba y yo tampoco podía mirarlo. No sabía que decirle, no podía mostrarme feliz, no me sentía para nada feliz, muy por el contrario, me surgió una gran necesidad de llorar, pero me contuve. No debía ser egoísta, era su futuro y una oportunidad única.
-Mi amor, es algo muy bueno para tu carrera, te felicito... -dije intentando mostrarme animada, pero sabiendo que no lo estaba logrando.
-Todavía no acepté, Po, creo que es algo que tenemos que discutir y pensar muy bien, y te pido que seas sincera. Esto es algo que influye en nuestras vidas, no sólo en la mía.
Volvió a mirarme y tomó mi mano. Su mano me dio confianza.
-Negro, te amo, y quiero lo mejor para vos; pero nunca pensé que te ibas a alejar de mí. No sé qué pensar -no pude continuar, preferí ahogar mi llanto para no hacer la situación más dramática.
-Po, yo pensé en una opción... una manera que nos mantendría juntos. Vos te podés venir conmigo -por un instante me pareció una solución, pero luego algo descabellado.
-Mariano, tranquilicémonos, dejame digerir la noticia, porque así no puedo pensar. Vení -le ofrecí mis brazos y abrazados nos recostamos.

Ya más tranquilos nos sentamos junto a la mesa a tomar mate. Mariano comenzó a explicarme cómo sería su nuevo trabajo.
-Me dijeron que me asentaría en Los Ángeles, y de ahí me mandarían a cubrir distintos eventos. De todos los deportes, es mucho trabajo, pero mucha experiencia -me daba cuenta de que estaba muy emocionado con el proyecto, pero intentaba contenerse.
-¿Y por cuánto tiempo? -yo también trataba de contener mis emociones.
-Es un contrato por tres años y, si todo va bien, sería renovado -él me observó y yo debí morder mis labios-. Poty, aunque tres años, en la distancia, no es mucho tiempo, para mí, tres años sin vos son una eternidad... y pueden ser más...
-Pero vos querés aceptar la propuesta y me parece bien que lo hagas, es tu futuro, es lo que te gusta, y me sentiría la peor persona si te truncara esta oportunidad -necesitaba llorar a los gritos y que Mariano me consolara, pero no podía permitirme tal acto de egoísmo.
-Por eso pensé que la mejor opción es que nos casemos, así tenés visa y podríamos seguir juntos.
Muchas veces escuché a lo largo de mi vida que por la persona que uno ama es capaz de dejar todo, pero irme a vivir a Los Ángeles no me parecía la mejor opción y casarme por una visa, no era mi idea de casamiento. Estos pensamientos me angustiaban más aún.
-¿Cuánto tiempo tenés para contestar? -sólo le pregunté ante su propuesta.
-Hasta el lunes. No es mucho tiempo. El tema es que como máximo en dos meses me tengo que ir para allá.
-Yo sé que querés aceptar y yo también quiero que aceptes. Después resolvemos qué hacer con nosotros.
-¿Por qué no querés que nos casemos? -tomó mi mano con firmeza, cuando me disponía a levantarme.
-Negro, yo te amo y sos la única persona con la que me quiero casar, pero necesito pensar. No es sólo casarme, son muchas cosas las que están en juego. Necesito irme a casa a pensar. Mañana hablamos, ¿si? -me sentía muy molesta y él también con mi respuesta, lo mejor era tener nuestro espacio para poder ver las cosas con claridad.
-Te amo, Po, espero que podamos resolver esto -me dijo al despedirnos.

Caminé con gran lentitud las largas cuadras que separaban su departamento de casa, algo confundida y con la vista nublada por las lágrimas que se escapaban de mis ojos. Me era difícil razonar con claridad, contener mis sentimientos. No lograba visualizarme sin Mariano, pero tampoco podía verme feliz en Los Ángeles.
La propuesta de Mariano, en algún punto era coherente. Pero mi idea del matrimonio estaba muy lejos de ser un rápido trámite para conseguir una visa. Y tal vez, esa fantasía podía obviarla y casarme, pero dejar todo... Aunque, tal vez, no era mucho lo que tenía, era mi vida. Mi padre, mis amigos, mi carrera, el taller de pintura, mi casa, mi barrio, mi ciudad... la lista que pasaba por mi mente continuaba y continuaba y cada vez se iban agregando cosas insignificantes y sin sentido, y del otro lado estaba Mariano... sin duda lo más importante en mi vida; pero algo, no se qué, me decía que no podía tirar todo a la basura y seguirlo. Tenía 20 años y comenzaba a formar mi futuro, a descubrir mis gustos e inquietudes, a apasionarme por ciertas cosas. Sentía que tenía derecho a forjar mi futuro y no simplemente dejar todo y seguirlo, quedando relegada a ser la esposa de Mariano, sin poder llevarme nada más.
Si me iba y dejaba todo lo que estaba construyendo, dejaba de lado hacer lo que me gustaba donde me gustaba, para acompañarlo a construir su futuro, en donde yo estaba incluida, pero no dejaba de ser su futuro.
Me torturaba este torrente de razonamientos, me torturaba la idea de no querer acompañarlo, me torturaba pensar en su reacción. Lo amaba, lo necesitaba, pero no me sentía dispuesta a abandonar mi vida para seguir la suya.
No pude dormir, no quise, quería pensar con claridad, intentar resolver este gran problema de la mejor manera posible. Necesitaba elegir adecuadamente las palabras que usaría para contarle mi decisión a Mariano. Y necesitaba conversar con él lo antes posible.
Me levanté muy temprano y luego de darme una larga ducha, lo llamé por teléfono y le pedí que nos viéramos en el desayuno. En menos de media hora, nos encontramos en su departamento. Lo besé largamente y comencé con mi discurso.
-Negro, estuve pensando mucho y tomé una decisión -bajé mi vista e intenté continuar.
Aunque sabía de memoria las palabras que debía pronunciar, en ese momento no podía emitir palabra, simplemente no salían. Estar frente a él me había paralizado.
-No querés venirte conmigo -dijo entonces él en un tono que ciertamente no me tranquilizó.
-Negro, yo te amo y sé que ésta es la oportunidad de tu vida; y quiero que tomes esta oportunidad, porque sé que te va a hacer feliz y a mi también; pero no estoy preparada para dejar todo e irme... -me interrumpió.
-Pero te irías conmigo, estaríamos juntos para armar nuestra vida... -entonces fui yo quien lo interrumpió.
-Tu vida, Negro. Vos te vas por laburo, pero yo me iría a hacer nada, yo estoy haciendo acá lo que me interesa... -volvió a interrumpirme.
-Allá podrías pintar. No entiendo por qué no te querés venir conmigo. Yo pensé que me ibas a acompañar, que te ibas a jugar por mí. Poty, estás rechazando mi propuesta de matrimonio. Me duele mucho que prefieras quedarte -me miró con sus ojos llenos de lágrimas y con una expresión que jamás antes había visto en su rostro, una mirada de decepción, de desagrado.
-Mariano, no me hagas sentir mal. Entendeme. Vos sabés lo que querés, vos sabés a lo que vas. ¿Qué papel juego yo? Yo no te pido que renuncies a esta oportunidad y te quedes conmigo, no me parece justo; pero vos me pedís que deje todo, te siga, pero a mí no me espera nada en Los Ángeles.
-Estoy yo, estarías conmigo, ¿eso no te alcanza? -odiaba verlo mal, pero tampoco me agradaba su necedad.
-¿Por qué tenemos que dejar de estar juntos? Podríamos vernos en las vacaciones y con tiempo decidir qué hacer. Yo podría averiguar de becas tranquila, terminar mi carrera y después ver si ir para allá. Por ahora tenés un contrato por tres años, a lo mejor volvés, a lo mejor no... ¿Es necesario decidir todo nuestro futuro en dos días? ¿Es tan necesario obligarme a renunciar a mis proyectos para seguir los tuyos de una manera tan apresurada?
Mariano estaba cegado, ya no escuchaba, ya no comprendía. Supongo que se sentía decepcionado, despechado. Tal vez pensó que yo lo seguiría a donde fuera sin cuestionamientos. Tal vez él también tenía internalizado aquel dicho de que uno deja todo por la persona que ama, y mi reacción lo alteró. Pero lo cierto es que él jamás se planteó rechazar la propuesta por mí. En todo caso, ninguno había renunciado a sus intereses por amor. Pero él no lo creía así.
-Entonces ya lo tenés decidido. No vas a venir. Tal vez no me amas como decís que me amas. Siempre compartí con vos los momentos importantes de mi vida y creí que querías compartir este momento conmigo; pero veo que no. Disculpame, Poty, pero no sé si pueda seguir estando con vos -tardé unos segundos en comprender sus últimas palabras. No podía ser cierto lo que acababa de escuchar, no, no podía ser cierto.
-¡Negro! ¿Qué decís? No me podés hacer esto. ¿Qué querés hacer? ¿Me estás diciendo que la única manera de que sigamos juntos es que yo renuncie a mi vida acá y te siga?
Estuve a punto de decirle que si esa era la única opción, entonces iría, pero inmediatamente me llené de ira. No era justo, no era nada justo, es más, su postura era demasiado egoísta.
-Te lo vuelvo a repetir. Te amo, y separarnos va a ser más doloroso de lo que pueda imaginar. Pero yo tengo que tomarme mi tiempo para planificar mi futuro, y no es justo que me presiones de esta manera. Si vos no querés que sigamos siendo novios, es tu decisión. Yo sí quiero ser tu novia, aunque miles de kilómetros nos separen. Te pido que te tranquilices y me entiendas -intenté abrazarlo, pero me rechazó.
-Entiendo que no querés venir conmigo, entonces me parece mejor terminar acá. No tiene ningún sentido prolongar algo que no tiene futuro. Tengo que irme al canal.
Estaba serio, distante, frío. No era Mariano, era un necio metido en su cuerpo. En esos momentos ya nada tenía que hacer allí, nada que hiciera o dijera serviría para algo.
Aunque lo intenté, no pude contener las lágrimas, muy a mi pesar el llanto fue creciendo en intensidad. Mariano apenas me miraba.
-Poty, no quiero que sufras, pero es lo que siento en este momento. Vamos. Te dejo con un taxi en tu casa -no lograba comprender por qué actuaba con tal frialdad, no era necesario hacerme sentir tan mal. Mariano nunca había demostrado tener un lado tan cruel.
No acepté su taxi, preferí alejarme de él, antes de comenzar a verlo como un monstruo.

CAPÍTULO 16

CAPÍTULO 16

El diálogo con mi padre nunca había sido demasiado fluido, pero desde que gozaba de su nuevo estado, no dejaba pasar oportunidad para invitarme a charlar y contarme sobre su novia, lo que hacían, lo bien que se sentía. Con sinceridad me alegraba por él, pero ciertas anécdotas sobrepasaban mi buena voluntad y tolerancia. Sentía un gran alivio cuando anunciaba alguna escapada a Mar del Plata; pero sabía que a su regreso las anécdotas no cesarían de llover.
Por eso pasaba largas horas en el playroom, dedicada a la pintura. Ese era mi mundo, mi lugar. Un lugar donde nadie interfería, y donde todo era como yo quería que fuese.
Mi profesor de pintura estaba encantado con mis trabajos, y cerca de mediados de año, nos convocó para una nueva exposición. Yo estaba muy entusiasmada y pasaba la mayor parte de mi tiempo pensando en cuales serían las obras que expondría. Y al fin lo decidí. Sólo me faltaba una.
Aquel sábado me desperté temprano. Mariano aún dormía. Estábamos en casa, ya que mi padre había viajado a Mar del Plata y me pareció el mejor momento para realizar la obra que venía pintando en mi mente desde hace tiempo.
Intenté hacer el menor ruido posible, para no despertar a Mariano, y en unos pocos minutos, armé el caballete en mi cuarto.
Mariano estaba perfecto, dormía boca abajo, y su torso desnudo se escapaba entre las sábanas. Lo que asomaba de su rostro tenía una expresión plácida y feliz. Era perfecto.
Tomé mis carbonillas y comencé a plasmar aquella imagen. Cuando estaba terminando, noté que se movía, hasta que abrió sus ojos.
-¡Hola! ¿Qué haces? -preguntó confuso.
-Te estaba pintando. Estás hermoso, y ya hace tiempo que quería pintarte desnudo -se incorporó rápido para espiar el papel.
-Está lindo. Cada día dibujás mejor; pero me hiciste trampa.
-Es que estabas perfecto, no pude resistirme. ¿Te molesta si lo pongo en la muestra?
Volvió a observarlo con detenimiento.
-No sé, me da un poco de vergüenza. Me parece que vas a tener que convencerme -tomó mi mano para llevarme a la cama-. Vamos a ver cuántas ganas tenés de exponer este dibujo -dijo mientras besaba mi rostro y acariciaba mi espalda.

Esa noche nos reunimos en casa de Lola a cenar. Estábamos todos allí. Así que aproveché la oportunidad para invitarlos a la exposición que sería el sábado siguiente.
Mariano conversaba apasionado con Martín y Lucas sobre un torneo de tenis, cuando Francisco se acercó a mí.
-No sabía que pintabas -me dijo mientras se servía un vaso de cerveza.
-Nunca habrá salido el tema -solía ser cuidadosa en mis charlas con Francisco, ya que él no había perdido la costumbre de mostrarse ácido en su comentarios hacia mí
-¿Y yo también estoy invitado a la exposición? -no sabía a dónde quería llegar.
-Claro, invité a todo el grupo y vos sos parte de él.
-No, pensé que a lo mejor a tu novio le molestaba -aún no comprendía a dónde quería llegar.
-No, para nada... si entre nosotros está todo bien, ¿no?
-Si, claro -apoyó la botella en la mesa y se alejó.
Cada loco con su tema, pensé, y fui a unirme con mis amigas.

Faltaban unos minutos para que comenzara la exposición y me encontraba muy ansiosa. Mostrar mis producciones siempre generaba en mí un cierto grado de ansiedad y esta vez no era sólo esa la razón de mi estado de ánimo. Mi padre me había anunciado que vendría su novia a ver mis obras y ese sería nuestro primer encuentro. Era una situación que me asustaba y excitaba a la vez, y para colmo, la tendría que atravesar sola, ya que Mariano, había viajado por trabajo y no estaría para contenerme. Sólo lograba tranquilizarme verlo en su retrato, tan plácido, colgado en la pared.
Al abrirse la puerta, como siempre, una de las primeras en aparecer fue Lola, seguida por Natalia.
-¡Muy bueno el retrato del Negro! -exclamó la primera-. Un poco más íntimo que el anterior -agregó entre sonrisas. No pude menos que reírme.
Pasaron sólo unos minutos cuando vi ingresar a mi padre, nuevamente cargando la filmadora y la cámara de fotos, y detrás suyo, con un andar algo inseguro, caminaba una mujer delicada, de cabellos cortos y rubios, que calculé, sería Teresa. Papá se acercó entusiasmado a abrazarme, excitado y nervioso.
-Po, te presento a Teresa -me dijo y tomándola de la mano la acercó a mí.
-¡Te felicito! Tu papá está muy orgulloso de su hija artista, y la verdad es que tus cuadros son muy lindos -fue su presentación y luego besó mi mejilla.
-¡Gracias! Me alegro que al fin nos conozcamos -le contesté y devolví una sonrisa. Me pareció agradable y con ganas de agradarme, y esa sensación me tranquilizó. De todas maneras no sabía sobre qué conversarle, y por suerte el ingreso de Martín y Matías a la exposición me salvaron de aquel momento.
Conversaba con un compañero del taller de pintura, cuando una mano tocó mi hombro. Al girar me encontré con Francisco.
-¡Hola! No pensé que vendrías... -le dije sorprendida.
-Quería descubrir esta parte tuya que no conocía... y la verdad es que pintás muy bien.
-Gracias... -no supe qué más decirle. En cierto punto me sentía incomoda... o intimidada cuando me encontraba con Francisco. Nunca sabía a qué quería llegar cuando conversábamos y por lo general, intentaba que nuestros encuentros fueran cortos, para no molestar a Mariano. Y aunque él no estuviera presente, esa sensación de intentar acotar nuestros encuentros ya la tenía incorporada.
-¿Y tu novio? No lo veo por ninguna parte -comenzaba a asomar su sonrisa ácida. Dude un momento. Tal vez no era buena idea decirle que no estaba, pero luego me pareció una tontería mentirle.
-No está, tuvo que viajar por trabajo.
-En los segundos que tardaste en contestar pensé que me ibas a contar que habían cortado.
Me miró expectante y yo sentí enojo, era un día importante para mí y no tenía intenciones de que se arruinara.
-No se a dónde querés llegar, Francisco. ¿Necesitás decirme algo, o simplemente tenés ganas de torturarme? Hoy es un día importante para mí, no quiero que se arruine -lo miré con severidad, pero él me devolvió una sonrisa.
-Flor, solamente te dije lo que se me había ocurrido, no pensé que te iba a alterar tanto. No te asustes, aunque no esté Mariano para que te defienda, no tengo ninguna intención de avanzarte. Vos ya sabes lo que todavía siento por vos y por ahora no pienso hacer nada con eso. Se nota que están muy bien con Mariano y yo no soy mal tipo, no es mi manera aprovechar que estés sola para buscar algo, pero me parece que a vos te perturba la idea.
Su manera tan segura y algo soberbia me alteraba, eso era lo que realmente me alteraba.
-Bueno, entonces me alegra haberte mal interpretado, porque como te dije antes, quiero que entre nosotros esté todo bien. Y no me perturba estar sin Mariano y que vos te acerques, me perturba la idea de pasar un mal momento, pero como esa no es tu intención, está todo bien.
No quería seguir en aquella situación, entonces me dediqué a observar las obras de mis compañeros. Pero en el fondo sabía que algo de verdad había en las palabras de Francisco. Él, a pesar de su ácida personalidad, me parecía encantador. Me pareció encantador desde el primer momento en que lo ví. Sin embargo ni por un segundo cambiaría mi relación con Mariano por nada ni nadie, pero sentir que Francisco era atractivo me causaba culpa. Tal vez porque había una pequeña historia previa entre nosotros, porque, en realidad, ver a un hombre atractivo, aunque se esté en pareja, es algo sumamente natural.
Terminé la recorrida y posé mis ojos en el retrato de Mariano, e inmediatamente me llene de paz y serenidad, pudiendo dar fin a esos pensamientos molestos que nublaban mi día.

CAPÍTULO 15

CAPÍTULO 15

Aún estaba dormida cuando sonó el timbre. Me levanté de un salto y bajé corriendo las escaleras. No podía ser otro que Mariano, y no quería hacerlo esperar.
-¡Buen día! -me sonrió- ¿Cómo está hoy mi novia? -parecía contento, divertido.
-Con sueño, pero muy bien -lo besé y me arrojé en el sillón del living. El se sentó a mi lado y me invitó a recostar mi cabeza en sus piernas, posición que adopté de inmediato.
-¿Todo bien? -preguntó dubitativo mientras enredaba sus dedos en mis rulos.
-Sí, Negro, me encanta que hayas venido... -aunque estaba feliz de verlo, no podía controlar el sueño.
-Te noto en otra... repito, ¿todo bien ayer con el pibe? -recién entonces comprendí el por qué de su pregunta anterior. Me incorporé para poder besarlo y abrazarlo.
-Si lo que estás preguntando es si algo cambió desde anoche, te contesto que no, pude aclarar todo con Francisco, no hubo problema. No quiero que pienses que pasa algo, sólo tengo sueñito, estaba durmiendo cuando llegaste y solamente pasé por el baño a lavarme los dientes para poder besarte, pero todavía no me desperté. Te amo, Negro. Te lo dije ayer y no me voy a cansar de repetirlo.
Su rostro se iluminó. Me acarició con suavidad y besó mis labios.
-Yo también te amo. No entiendo cómo no me di cuenta antes. Si tenés sueño, vamos a la cama. Total no tenemos nada más importante que hacer.
A decir verdad, a mi se me habían ocurrido un par de cosas.
-Ayer le conté a mis viejos -dijo de repente mientras flotábamos en las colchonetas.
Me sentí avergonzada, sus padres eran como mis tíos, y ahora empezarían a verme con otros ojos.
-¿Y qué dijeron? -me moría de curiosidad.
-Primero me retaron, y luego de explicarles que iba en serio y que era algo que veníamos charlando desde hace rato, se pusieron contentos. Pero me amenazaron. Mi viejo me dijo que si te hacía sufrir iba a ser el primero en romperme la cara -largó una carcajada- ¿Te das cuenta de que ahora mis viejos son tus suegros? -volvió a reír aún mas fuerte.
-Vos reíte, pero a mi me da un poco de vergüenza. Además a veces nos juntábamos con tu vieja a tomar mate y criticar a tus novias, ahora no lo vamos a poder hacer más -allí largué yo una carcajada.
-Mirá que bien... mirá las cosas que hacían a mis espaldas -movió mi colchoneta hasta tirarme al agua.
Una vez que logré volver a recostarme, me preguntó:
-¿Vos le vas a contar a tu viejo?
-Anoche estuve pensando. Me parece que le voy a contar cuando vuelva, me parece algo importante para contarle por teléfono.
-Mejor, porque él se va tranquilo, pensando que yo me quedo acá para cuidarte, y si se entera, no sé si va a estar tan tranquilo pensando en las noches que pienso pasar con su nena -volvió a reír y acarició mi vientre.
-Sos medio sexópata... ¿alguna vez dejaremos de pensar sólo en sexo?
-¿Vos pensás sólo en sexo? -preguntó con picardía; pero no esperó mi respuesta-. Es lógico que nos tengamos ganas todo el tiempo. No nos vimos por casi tres meses y al fin dejamos de reprimirnos luego de un año lleno de histeria. Las cosas se van a ir acomodando. A mi me encanta mirarte y tener ganas de hacerte el amor. Además no estamos todo el día teniendo sexo, ya hace como dos horas que no hacemos nada, ¿ves? somos una pareja normal.
-Me encanta que me hables, siempre lográs tranquilizarme. Ya me estoy asqueando de sentir tanto amor -me arrojé al agua para reaccionar y volver un poco al mundo real.
Mariano me imitó y al rato salió de la pileta, para regresar luego con mate. Nos sentamos bajo el sauce.
-Estuve pensando -me dijo-. Yo di por hecho que me iba a quedar a vivir acá hasta que vuelva tu viejo, pero a lo mejor vos te sentís muy invadida -me ofreció un mate.
-No, yo también pensé que te ibas a quedar. Lo que ahora estoy pensando es que vamos a convivir como novios. Que vamos a compartir la cama a la noche. Que va a ser como vivir juntos. Es medio loco eso, ¿no? Apenas tenemos un día de novios y ya vamos a convivir.
-Tendremos un día de novios pero nos queremos desde hace más de 18 años. Lo que se me ocurre ahora es proponerte, si querés, que yo duerma en mi habitación, en la que duermo siempre, para que no te sientas intimidada -Mariano, realmente era muy dulce.
-¿Vos me estás jodiendo? Me encanta que convivamos y me va a encantar aún más que durmamos juntos. Me encanta que estemos juntos, que te quedes acá conmigo, no se me ocurre nada mejor que eso; pero no deja de ser un flash. Lo único feo va a ser cuando vuelva papá.
-Para eso falta como un mes, y a lo mejor te rapto y te llevo a mi depto -se tiro sobre mí para besarme, y así se dio por terminada la charla.


Pasada la tarde, me di cuenta de que ninguno de mis amigos había venido a casa, cosa bastante extraña, ya que era un hecho que si el día estaba lindo venían sin invitación, entonces supuse que de alguna manera sabían o sospechaban que algo había pasado con Mariano y Francisco. Y un llamado telefónico de Lola terminó por darme la razón.
-¡A vos te parece que tenga que enterarme por Federico que mi mejor amiga se puso de novia! -fue su saludo.
-¡Lola! ¡Qué suerte que llamaste! -le contesté- ¿No me vas a felicitar?
-No hasta que no me cuentes todo, hasta el último detalle -mi amiga era incorregible y me encantaba que así fuera.
-Venite a cenar y si querés decile a Naty y Lucre así le cuento a las tres, esto es algo muy importante para ir contándolo por teléfono -estaba feliz y quería compartirlo con mis amigas.
-Corto, así llamo y en un rato estamos allá -Lola no podía soportar la espera.

Al colgar el teléfono, Mariano me miraba sonriente.
-¿Así que esta noche hay cena entre amigas para chusmear sobre el gran evento?
-¿Te molesta? -me había ruborizado.
-No, pero si vas a contar intimidades, haceme quedar bien -largó una carcajada.
-Te puedo asegurar que van a sentir envidia -me colgué de sus hombros para besarlo.
-Bueno, entonces aprovecho para ir a casa y buscar ropa, así las dejo solas... y vuelvo a dormir, ¿dale?
Me sentía muy feliz a su lado. Nos era fácil actuar con naturalidad. Nos entendíamos, comprendíamos qué pensábamos en cada momento. Sin lugar a dudas, habíamos elegido el camino correcto.

Los días se sucedieron y fuimos acomodándonos a nuestra nueva relación, en donde, en verdad, la única nueva variante era el sexo, hasta esos momentos, en demasía.
De a poco, mis nuevos amigos fueron acostumbrándose a este nuevo integrante del grupo, y Mariano a ellos. Al principio Federico se mostraba un poco distante, seguramente por fidelidad a Francisco, pero era difícil no congeniar con Mariano. Fede era un tipo muy agradable y con el paso de los días, lograron tener un trato amigable.
Cuando nos reuníamos en casa, como el día de mi cumpleaños, Francisco no participaba, pero si la reunión se realizaba en otro lado, se hacía presente. Su trato con Mariano era socialmente aceptable, al igual que conmigo. También con el tiempo esa situación se fue volviendo más natural.


Al acercarse mayo, comencé a ponerme tensa. Mi padre regresaría a casa, lo que implicaba que además de tener que contarle sobre nuestra relación, Mariano volvería a su departamento.
Habíamos convivido casi dos meses, y pensar en la separación, me parecía desgarrador. A él tampoco le agradaba demasiado la idea, hasta pensó en la posibilidad de mudarnos ambos a su departamento; pero yo me acobardé. Apenas tenía 19 años y una cosa era convivir en vacaciones con mi novio, pero algo muy diferente era actuar como un matrimonio. Mariano meditó mi argumento y reconoció que en realidad era una idea un tanto apresurada.

El día que regresó papá, tomé valor y lo invité a cenar. Cuando el mozo sirvió nuestros platos me animé a hablar.
-Pá, tengo una noticia para darte... -me miró expectante, entonces continué- estoy de novia.
-¡Te felicito! ¿Lo conozco? -se apresuró a contestar.
-Bastante... estoy de novia con Mariano.
Penetró su mirada en la mía.
-Bueno, en realidad era algo que se venía venir... ¿Va en serio?
-Sí, estoy muy enamorada... -estaba esperando la pregunta que no quería contestar.
-¿Y desde cuando? Porque el se quedó el verano con vos en casa, ¿no? –y él también estaba preparándose para esa pregunta.
-En realidad él volvió en marzo, y ahí nos pusimos de novios. Estás contento, ¿no? -intenté desviar su razonamiento, pero no lo logré.
-Sí, claro... ¿Y él se quedó en casa como siempre? -seguía mirándome fijo a los ojos.
-Si, pá, siempre se queda cuando vos te vas. Vos se lo pediste, ya sabes que se queda. Dale, no des más vueltas... -ya me había tensionado.
-Entonces... ya tuvieron... vos sabés... -¡Qué conversación! Pensé, ¿para qué los padres preguntan cosas que en realidad no quieren escuchar?
-Y... sí, pa... ¿Pero no es preferible que sea con Mariano? Vos y yo sabemos que él me quiere y se preocupa por mí. No está conmigo para joder.
-Y... es verdad, vos ya sos grande. Bueno, lo único que te pido es que se cuiden. Todavía son muy jóvenes para ser padres -pobre papá, pensé, seguramente jamás imaginó que iba a tener esa conversación conmigo.
-No te preocupes. Nos cuidamos -yo tampoco había pensado en tener esa conversación.
-Bueno... -dijo algo más distendido- ¡Los felicito! Para mí Mariano es como un hijo, así que en serio estoy muy contento... y Poty, realmente espero que seas muy feliz -se estiró a través de la mesa y besó mi frente-. Vos sabes que mamá también lo quería mucho, ella desde el cielo debe estar contenta -sus palabras me emocionaron y un par de lágrimas rodaron por mis mejillas-. Y bueno, yo en realidad también tengo que darte una noticia...-¡El también está de novio!, pensé.
-Yo también estoy de novio... -calló para observar mi expresión, entonces le sonreí.
-¿La conozco?
-No, trabaja en una de las sucursales de Mar del Plata, así que seguramente voy a viajar bastante. Se llama Teresa y tiene muchas ganas de conocerte.
-¡Que bueno, pá! Espero que les vaya muy bien, y cuando quieras la conozco -aunque ya habían pasado varios años de la muerte de mi madre, me costaba asimilar la noticia. No podía esperar para contarle a Mariano.

En cuanto terminamos la cena, fui al departamento de Mariano.
-¿Y? ¿Qué dijo? -se mostraba divertido.
-Que nos cuidáramos, que éramos jóvenes para ser padres –Mariano largó una carcajada y me interrumpió.
-¡Tu viejo es un maestro!
-Me dijo que nos felicitaba y que fuéramos muy felices. También me dijo que está de novio -así terminé mi relato. Mariano se puso serio
-¿Cómo te cayó la noticia?
-No sé, me parece bien, en realidad me parece muy bien; pero no deja de ser raro -me senté en el sillón a tomar el café que me había preparado.
-Ya te vas a acostumbrar. Pensá que no puede ser muy malo, de última si ella se va a vivir a tu casa y te molesta, sabés que tenés lugar para escaparte -se sentó a mi lado y besó mi frente.
-Bueno, tampoco nos apresuremos. Además vive en Mar del Plata, es más factible que papá se vaya para allá. Pero, la verdad, es que prefiero no seguir hablando del tema.
-Entonces vayamos a la cama que ya es tarde -me levantó entre sus brazos para encerrarnos en su cuarto.