Capítulo 14 (primera parte)

CAPÍTULO 14 (Primera Parte)

Al regresar a mi hogar me sentí desorientada. Sola en mi gran casa. Sola con mis pensamientos, nuevamente sumergida en la monótona rutina de mi ciudad... sin mucho que hacer. Ya que aunque me encontraba felizmente desocupada, mis amistades no gozaban de la misma situación. Y para completar el cuadro, la ausencia de Mariano se tornaba inmensa. Me sentía insegura e indefensa en la casona sin su presencia.
Pero el panorama de los fines de semana era muy distinto. Mi casa era el punto de reunión obligado. La pileta era lo más atractivo de mi personalidad -según mis amigos- y la única manera de soportar el sofocante calor de ese febrero.
Aunque había sido advertida por Francisco, su ausencia me sorprendía. A pesar de que el resto del grupo se reunía en casa, él jamás había aparecido, ni siquiera llamado. Ya habían transcurrido dos semanas desde nuestro regreso y nada sabía acerca suyo. Y aunque Lola intentaba obtener alguna clase de información a través de Fede, éste se mostraba reticente a hablar de su amigo y creí que era muy justo respetar su postura.

Aquel sábado el calor y la humedad parecían devoradores. No había manera de soportar la pesadez del ambiente, y la piel se volvía pegajosa y demasiado presente.
Todas las mujeres estábamos sumergidas en la pileta, aunque el agua ya parecía estar lista para hervirnos, mientras los muchachos, insultado y maldiciendo, se calcinaban junto a la parrilla intentando encender el fuego.
Sentí el timbre, pero no quería salir del agua y preferí hacerme la desentendida.
Luego de que sonara largas veces, comprobé que todos habían tomado la misma actitud, entonces, con pereza, sequé mi cuerpo y caminé lentamente hasta la puerta.
-¡Hola! ¿Por qué no me invitaste al asado? -me tomó por la cintura para acercarme a él y me besó. ¡Qué desvergonzado!, me escabullí de sus brazos antes de contestarle.
-¿Cómo? ¿No te avisé cuando me llamaste? -hice un silencio- ¡Ah, no!, cierto que nunca me llamaste.
Me mostró su usual sonrisa.
-¡Ya me había olvidado de tu carácter! ¡No te enojes! No nos vemos desde hace un montón, ¿no querés pasarla bien?
-La estaba pasando muy bien. Dale, pasa -agregué resignada.
Inspeccionó la casa y me siguió hasta el jardín. Todos se alegraron al verlo, y pronto se unió al grupo que acalorado preparaba el asado.
No establecimos demasiado contacto aquel día, pero cuando todos se marcharon, Francisco continuaba remoloneando en una colchoneta que flotaba en la pileta.
-¿Estás cómodo? -intenté mostrarme irónica, pero no le importó.
-Si, vení así nadamos un rato -parecía dueño y señor de la casa.
-No, ¿no ves que tengo que arreglar el desastre que quedó? -le enseñé la bandeja que cargaba colmada de vasos y platos.
-¿Estamos de mal humor? -escuché que me decía cuando entraba a la cocina, pero preferí no contestarle.
Sentí su aliento en mi cuello al tiempo que sus brazos rodeaban mi cintura.
-¿Estás de mal humor? -beso mi mejilla y ya no pude seguir lavando la vajilla.
Giré y apoyé mis manos en la mesada. No podía discutir, ni recriminar nada. Sus ojos me encandilaban y sus suaves caricias en mi espalda me distraían. Con cautela, acercó su rostro al mío y me besó, largo rato nos besamos.
-Te extrañé... extrañé tus enojos. Me dan más ganas de abrazarte y llenarte de besos -tenía ese tono de voz suave y cariñoso, y no encontré el sentido de buscar guerra. Tomó mi mano y caminamos juntos hasta el jardín. Nos sentamos bajo el árbol.
-¿No estás contenta de que haya venido? -preguntó al rato de comprobar que yo no emitía palabra.
-No es que no esté contenta, es que venís como si nada después de dos semanas de ni siquiera llamar una sola vez. No te puedo recibir con los brazos abiertos.
-Yo te dije que iba a estar muy ocupado. Además no sabía con qué me iba a encontrar, a lo mejor estabas acompañada y no quería molestar.
¡Ah, era eso! Había tanteado el terreno, seguramente Federico le había informado que “mi amigo” no había aparecido.
-No, como sabrás no estoy demasiado acompañada, de hecho estoy bastante sola.
-Entonces, ¿ya arreglaste ese problema? -me hablaba como si no le importara, pero me causaba gracia su manera de tocar el tema de Mariano.
-¿Qué cosa tenía que arreglar? -si quería preguntar iba a tener que hacerlo sin vueltas.
-Tu amigo, no te hagas la tonta, ya sabes de que hablo -lo había empujado a demostrar bastante sinceridad, y noté que lo incomodaba.
-¡Ah! ¡Me estabas hablando de Mariano! No me había dado cuenta. Mariano está en Estados Unidos, no se cuando vuelve -intenté demostrarle que no me causaba demasiado interés.
-¿Y eso qué significa? ¿Decidiste algo? -no entendía por qué se mostraba tan preocupado si él no quería nada demasiado comprometido.
-¿Qué tengo que decidir?
-¿No es obvio? -ya se estaba poniendo molesto.
-No, no entiendo a que querés llegar -realmente no llegaba a comprender sus intenciones.
-Florencia... -se incorporó- No me interesa perder el tiempo... -al ver que no encontraría una respuesta, comenzó a caminar rumbo al interior de la casa.
-¿Te vas? –le pregunté con inocencia.
-Ya te dije que no me gusta perder tiempo.
-¿Qué? ¿Tenés algo que hacer? ¿Estudiar, trabajar?
-Flor, no te hagas la tonta, quiero saber que va a pasar con nosotros.
-Yo pensé que no iba a pasar nada, como estuvimos dos semanas sin hablarnos... y no te estoy haciendo ninguna escena, no puedo decidirme, porque no sé cuáles son las opciones que tengo. Vos no me ofreces nada, y Mariano tampoco, ¿qué querés que decida?
-¡Con quien querés estar! -contestó en forma despectiva.
-Yo quiero estar con mucha gente, ¿qué me estás proponiendo?
-¡Nada! Sólo quiero que te definas.
¡Increíble! No era capaz de jugarse por nada pero yo debía definirme. Francisco estaba muy confundido.
-No veo sobre que me tengo que definir, nosotros decidimos estar juntos para pasarla bien. Ese fue nuestro acuerdo, y yo no creo haber planteado ninguna duda sobre eso. Si vos tenés algún problema la terminamos acá. Nadie te obliga ni te pide nada. No me pidas más de lo que vos me ofrecés -me mostré seria y decidida, y pareció causar el efecto adecuado.
-Ok, si me zarpé perdoname. Puede que tengas razón. ¿Cenamos juntos, o querés que me vaya?
-Quedate, te tengo que reconocer que te extrañé. Tenía ganas de estar con vos -le sonreí.
-Yo también, fui un estúpido, tendría que haber venido antes -volvió a sentarse a mi lado para poder abrazarme y luego de observar mi expresión, besarme.

Ofreció quedarse a dormir, pero no me pareció una buena idea, entonces ya casi de madrugada, abandonó mi hogar.
No me llamó en la semana, pero el sábado bien temprano se instaló en mi jardín, también el domingo, y el siguiente fin de semana. Jamás me llamaba, ni me invitaba a salir, pero todos los fines de semana se presentaba en casa, aun cuando llovía y el resto de los “habitués” no aparecían.
Ya había comenzado marzo, y aún el calor era agobiante, por eso nos encontrábamos todos dentro de la pileta, peleando por conseguir las colchonetas. Estaba demasiado entretenida defendiendo el tan deseado lugar sobre uno de esos flotadores que al sentir el timbre no le di importancia, todos estábamos allí, supuse que algún chico travieso había tocado para jugar, pero de pronto el sonido se volvió constante y punzante, y no me quedó mas remedio que ir a averiguar quien deseaba tanto ingresar a mi hogar.
Al abrir la puerta quedé paralizada. Me sentí transportada a otro mundo, o tal vez había regresado a mi verdadero mundo.
-¡Negro! -grité y me colgué de su cuello. Él me abrazó tan fuerte que sentí incrustarme en su pecho- ¡¿Qué hacés aca?! -le pregunté cuando por fin nos separamos.
-Volví un poco antes para editar algunas notas. ¿Cómo estás? -me examinó y volvió a abrazarme.
-Bien... dejame verte -nos volvimos a separar y lo observé con cuidado-. Estás más lindo que nunca.
Estaba bronceado y sus oscuros cabellos tenían un destello rojizo. Su mirada me pareció más profunda que lo habitual
-Estás muy lindo -repetí y no me resistí a un nuevo abrazo-. Bueno, supongo que trajiste un short o malla.
-Claro -me señaló la mochila que había arrojado al piso al abrazarme-. Supuse que estarías acá y vine preparado.
-Entonces vamos, que tengo algunos amigos que presentarte -lo tomé por la cintura y salimos al jardín.
Me sentía muy feliz, como completa, era una sensación extraña pero agradable. Y esta sensación no permitió darme cuenta que en cuanto cruzáramos la puerta hacia el jardín estarían Mariano y Francisco juntos.
Matías y Martín aún seguían luchando en el agua, en cambio Francisco y Fede conversaban con Natalia junto a la pileta, y Lola y Lucrecia se habían acomodado bajo el sauce.
Al vernos, las últimas detuvieron su charla y Lola se acercó a nosotros, casi instantáneamente lo hizo Naty. Luego de saludarlas, lo presenté con el resto de los chicos. En ese momento no presté atención a la reacción de Francisco, creo que no me interesó.
Mariano entró a la casa para cambiarse, y yo le pedí a Lola y Naty que me acompañaran a preparar mate a la cocina.
-¿Cómo te sentís? -preguntó Lola en cuanto nos quedamos las tres solas.
-Estoy re feliz, lo extrañaba mucho al Negro -les conté mientras revolvía la yerba con la bombilla.
-Te cuento que Francisco se puso loco cuando se enteró que el que había llegado era Mariano. Se quería ir, pero Fede le dijo que se tranquilizara -antes que pudiera emitir opinión, noté que me hacía un gesto con sus ojos.
-¿Y, chicas, cómo les fue en las vacaciones? -escuché que Mariano decía detrás de mí. Ambas le sonrieron.
-¿Consiguieron novios?
-Lola, yo no -contestó Naty.
-¡Te felicito! -la besó y revolvió sus cabellos.
-Gracias, Lucrecia también se puso de novia -le contó, como no podía ser de otra manera.
-¡Que verano productivo!... ¿Y vos? -me miró seriamente.
-¡Ya está el agua! -exclamó Naty y con Lola salieron de la cocina cargando el mate y el termo.
-¿Y, conseguiste novio nuevo? -reiteró poniéndose frente a mí.
-No, me hice amiga de estos chicos. Vamos, quiero que los conozcas -destensó sus facciones y volvió a sonreirme.
-Bueno, vamos.
Ahora todos tomaban mate bajo el sauce. Al verlo nuevamente a Mariano, Martín exclamó:
-Vos trabajás en FSports, ¿no?
Y Matías agregó:
-¡Sí!, en un programa de básket... ¡Qué bueno! ¿Me podés conseguir alguna remera?
-¡Matías! -Lucrecia lo retó, pero Mariano se mostró divertido.
-Algo puedo llegar a conseguir. Si quieren algún día los llevo al canal -los chicos se mostraron entusiasmados-. Bueno, me voy a nadar un rato a la pileta...
-Yo también -exclamó Matías y lo siguió. Al rato se les unió Martín.
Me encantó que a mis amigos les cayera bien Mariano, así todos podríamos salir juntos. Esos eran mis pensamientos cuando fui interrumpida por la aguda voz de Francisco.
-Así que tu amiguito es famoso. No me habías dicho nada.
Allí comprendí que estábamos viviendo una situación incómoda, y recordé “mi transa” con Francisco.
-Se ve que nunca salió el tema... -me abstraje tomando el mate.
-Se lo ve muy contento, ¿ya le contaste de lo nuestro? -dijo en voz alta y muy tensionado.
-¿Qué? ¿Que somos una transa? No. ¿No era que las transas son secretas? ¿Vos ya les contaste a tus viejos? -me molestaba su actitud, me sentía agredida.
-No me cambies de tema. Estás conmigo o estás con él.
-Creo que este es un tema que ya discutimos... ¿O me estás ofreciendo ser tu novia?
-Una cosa no tiene nada que ver con la otra -su rostro se volvía cada vez mas rojo y su voz más áspera.
-Chicos, me parece que es algo que tendrían que hablar los dos solos, nosotros no tenemos nada que ver -dijo Lucrecia aprovechando el silencio.
-Si, esto no tiene nada que ver. Esta noche te paso buscar. Me parece que tenemos que hablar. Estate lista a las nueve -se levantó, saludó a todos con un gesto de su mano y se marchó.
-Me parece que te tendrías que definir -me miró con severidad Federico. Lola lo golpeó para que se callara, pero yo insistí en que estaba dispuesta a escucharlo.
-Estás jugando a dos puntas -prosiguió- y eso no está bien.
-Francisco no quiere nada serio conmigo, él me lo aclaró en San Bernardo y yo le expliqué mi situación con Mariano, así que no creo estar jugando a dos puntas -me defendí.
-Yo creo que Francisco sí quiere algo serio, pero a vos no te conviene darte cuenta -retrucó.
-Yo sé que te molesta que se ponga mal, pero si él quiere algo serio sabe disimularlo.
-En todo caso tienen que resolverlo ellos dos -volvió a interrumpir Lucrecia, causándome un gran alivio.
-Sí, y nosotros nos tenemos que ir. Acordate que sacamos entradas para el cine y nos tenemos que arreglar -agregó Lola.
-Y además cada pareja es un mundo, así que no tiene sentido ponerse a juzgar cómo actúan los demás. Yo también me tengo que ir -Naty se unió a mis otras amigas para brindarme apoyo.

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