Capítulo 10

CAPÍTULO 10

Era una tarde muy calurosa. Naty y Lucrecia habían ido a caminar con los chicos, pero Lola y yo habíamos decidido quedarnos tomando sol cerca de la orilla del mar.
Yo estaba recostada, mirando desinteresadamente a la gente que caminaba de un lado a otro por la orilla, cuando de pronto lo ví saliendo del mar. Sus cabellos mojados y algo despeinados le daban un aspecto tan sexy que no pude evitar que mi corazón comenzara a golpear con fuerza contra la arena. Sin pensarlo me incorporé y caminé hacia él. Supuse que no me reconocería, pero al enfrentarlo me sonrió.
-Hola -me dijo mientras tiraba sus cabellos hacia atrás-. ¿Vas a meterte? Hoy el mar está espectacular -noté que mientras me hablaba, me examinaba con la mirada, situación que me avergonzó.
-No -le contesté y me animé a agregar-. Te vi y vine a saludarte.
-¡Ah! ¿Estás por acá? –él me hablaba con total naturalidad, como si no le importara.
-Sí, a veces... ¿Vos? -no sabía qué decirle, me sentía muy torpe.
-Vine a visitar a un amigo ¿Caminamos? -volvió a mostrarme su sonrisa.
No estaba segura de que esa fuera una buena idea.
-¿Y tu amigo? -era la perfecta excusa para no negarme pero no ir.
-Él sabe cuáles son mis prioridades -tomándome por los hombros, torció mi cuerpo hacia el sur, para que camináramos.
Me sentía inhibida, no sabía si por timidez o por culpa. Me volvía loca la idea de no saber qué decir.
-¿Cómo te llamás? -preguntó por fin.
-Florencia, pero todos me dicen Poty -me sentí una idiota pronunciando aquellas palabras.
-¿Por qué te dicen Poty teniendo un nombre tan lindo? -se detuvo y me miró, pero yo seguí caminando, entonces él me siguió.
-No sé. Me lo puso un amigo cuando éramos muy chicos, porque no le salía mi nombre. Es algo que no me suelo cuestionar -ya había olvidado que Mariano había sido el primero en decirme Poty.
-¿Te molesta si te digo Florencia?
-No... ¿Vos tenés algún nombre? -las palabras comenzaban a fluir con mayor soltura.
-Sí, Francisco.
Repetí su nombre en voz alta y le pregunté:
-Sos un tipo distante ¿no? -se detuvo y me miró con seriedad-
-¿Por qué? -preguntó intrigado.
-Porque Francisco rima con arisco.
Se echó a reir de tal manera que sentí vergüenza. No había sido una broma, era algo que yo solía hacer con los nombres, para divertirme y ver si alguna vez acertaba. Y su risa me molestó. Yo no me reí, me quedé mirándolo seriamente.
-Así que Francisco rima con arisco -por fin cesó esa carcajada irritante.
-Sí, tampoco era para que te rieras tanto de mi comentario -le dije algo compungida.
-Disculpame. Disculpame ¿si? -me dijo levantando ambos brazos a modo de defensa.
-¿Volvemos? -me sentía incómoda y no logré disimularlo.
-Yo seré arisco pero vos sos susceptible -dio media vuelta y comenzó a caminar rumbo a nuestro balneario.
En silencio llegamos hasta nuestra sombrilla.
-Bueno, yo tengo un amigo en este balneario. Está en la carpa 30. Ahora voy para allá. Si tenés ganas, alguna vez fijate si estoy -me dijo como despedida.
-Yo casi siempre ando por acá -nos despedimos con un beso y él se dirigió a las carpas.
Me sentía derrotada, había sido un muy mal encuentro. No entendía por qué había actuado de una manera tan torpe, supuse que la culpa me dominaba. Me tiré en la lona, a esperar que alguna de mis amigas volviera.
-¿Y? -gritó Lola mientras corría toda mojada hasta la sombrilla.
-Mal, muy mal. Me porté como una idiota -me ponía nerviosa pensar que esa situación me entristecía.
-Pero, ¿te gusta? -Lola se sentó a mi lado y comenzó a secar sus cabellos.
-No sé, es muy lindo, ¿no?
Ella asintió con la cabeza.
-¡Te gusta! - Exclamó riendo.
-No sé, no sé. Pienso en Mariano y no puedo actuar con libertad.
-¡Pero Mariano no está! ¡Tenés 18 años! Nadie te dice que te cases con este pibe. ¡Aprovechá y divertite! No estás haciendo nada malo, nena. Acordate de que no estás de novia con nadie -Lola se había apasionado con el tema-. ¿Te dijo dónde estaba?
-Está en este balneario con un amigo -le conté.
-Bueno -dijo con determinación mientras se ponía de pie-. Vamos a buscarlos. Si no pasa nada con él, a lo mejor yo me engancho con el amigo -me estiró la mano para ayudarme a levantar, y yo le obedecí.
Desde lejos buscamos su carpa y los vimos. Estaban al sol, jugando a las cartas. Su amigo también era atractivo, un tipo alto, musculoso, de cabellos negros y crespos. Tímidamente nos acercamos y al vernos llegar, se levantó.
-Ella es Florencia -le dijo a su amigo, y luego se volvió hacia mí-. Él es Federico.
Federico se levantó y nos saludó a ambas, y Lola se presentó. Federico corrió hacia la carpa para regresar con un par de sillas para nosotras.
-Nos quedamos solas -comentó Lola luego de sentarse- y como Poty me comentó que estaban acá la convencí para que viniéramos, allá no sabíamos qué hacer.
-Me parece bárbaro que hayan venido. Nosotros también estábamos aburridos. Francisco siempre gana al truco, así que ustedes son la excusa perfecta para acabar con esta tortura.
Ambas reímos, Federico parecía muy simpático.
-¿Y a qué se dedican ustedes? -nos preguntó Francisco interrumpiendo los comentarios graciosos que estaba haciendo su amigo.
-Yo estudio derecho, y trabajo en un negocio de ropa que tiene mi mamá -contó Lola.
-¿Así que derecho? Yo también estudio derecho en la UBA -Federico se mostró contento con la coincidencia- ¿Y vos qué estudias? -me miró.
-Psicopedagogía, pero no trabajo -veía que los tres se divertían con la charla. Yo, sin embargo, me sentía bastante incómoda y Francisco parecía colaborar con esta situación.
-¡Qué feo ser mantenida a tu edad! -dijo sin darle importancia a sus palabras. Yo lo miré con seriedad y él me devolvió una sonrisa-. No seas tan susceptible, fue una broma.
-¿Vos qué hacés? -le pregunté sin demostrar que sus palabras me habían molestado.
-Laburo en el estudio jurídico del padre de Fede, pero no estudio derecho, soy asistente social.
-¡Qué coincidencia! Fede y yo estudiamos lo mismo, y ustedes dos también están en el mismo ramo. ¡¿No es bárbaro?! -Lola se veía feliz, y muy a gusto. Comenzó a contarle a los chicos sobre nuestras vacaciones y nuestras vidas en Buenos Aires, y así la charla derivó en distintos temas. Noté que Lola y Federico se agradaban, en cambio, con Francisco no hacíamos más que pelear.
Nos dimos cuenta de que se había ocultado el sol cuando comenzamos a sentir frío. Lola tiritaba, pero parecía no querer moverse.
-Bueno, chicas, me parece que se están muriendo de frío ¿Vamos? -fue Francisco quien tomó la iniciativa, y se levantó.
-Sí, me estoy congelando... ¿vamos, Lo?
-Sí -me contestó no muy decidida.
Torcí mi cuerpo hacia el mar y descubrí que nuestra sombrilla aún seguía clavada en la arena, pero ni Naty ni Lucrecia estaban allí.
-¡Uy, Lola! Las chicas no se llevaron la sombrilla, ¿vamos a desarmarla? -le comuniqué con desgano.
-¡No se preocupen! Yo voy... ¿Me acompañás? -le pidió Federico a mi amiga y ambos se alejaron juntos.
Nosotros los observamos en silencio.
-Es simpática tu amiga -opinó sin mirarme.
Yo tampoco lo miré.
-Sí, y Federico parece divino.
-Es un tipazo -se notaba que lo apreciaba.
-¿Están parando juntos?
-En realidad yo tengo casa en Mar de Ajó, mi familia está allá; pero como Fede está solo, me invitó a que me quedara con él. Pero ahora no se si va a necesitar mi compañía.
Sonreí, comprobé que no era la única que había notado que ambos se habían agradado.
-¿De qué te reís? -me preguntó en el mismo momento en que los chicos regresaban con la sombrilla.
-¿Qué les parece si esta noche vamos a cenar? -propuso Fede.
-Yo estoy de acuerdo, ¿y vos? -Lola me miró y en sus ojos noté súplica.
Antes de contestar quise ver la expresión de Francisco y al verme asintió con la cabeza, entonces acepté.
Dijeron que entre las diez y diez y media de la noche nos pasarían a buscar por nuestro departamento. Cargaron nuestra sombrilla y sus mochilas y nos acompañaron hasta nuestro edificio.

Lola se arregló como no lo había hecho en todas las vacaciones, yo sólo me puse el jean más limpio que tenía y una remera encima, anudé mi cabello en la nuca y dejé que un bucle cayera sobre mi frente.
Faltaban quince minutos para las once cuando tocaron el timbre. Lola me tomó del brazo y me hizo correr hasta el ascensor.
-Me gusta mucho Federico. Deseame suerte -me comunicó con suma seriedad. Así lo hice, y previo revisarse en el espejo del ascensor, salimos a su encuentro.
Noté que Federico también se había esmerado en su aspecto, no así Francisco, el también llevaba puesto un jean, algo gastado y una camisa blanca fuera de sus pantalones. Su cabello aún estaba mojado.
Rápidamente, Lola y Federico se adelantaron para iniciar una conversación, en donde no nos estaba permitido participar. Esta situación se repitió toda la noche.
Era pasada medianoche cuando les propusimos ir a “La Luna”, ya que habíamos arreglado encontrarnos allí con Lucrecia y Naty. Tan pronto como entramos, nos separamos.
-Parece que nuestros amigos tienen mucho de que hablar, ¿no? -me dijo Francisco con una media sonrisa, mientras tomándome del brazo me llevaba hasta unas banquetas ubicadas cerca de la barra.
-Deben estar discutiendo sobre alguna cátedra. Se los ve muy apasionados con el derecho -ya habíamos entrado en confianza, nuestros amigos no nos habían dejado opción.
-Nosotros también podríamos hablar de algo. No sé nada de vos, salvo que te llamás Florencia, que rima con resistencia -lo dijo al pasar, pero me causó mucha gracia y no pude dejar de reírme-. ¿Ves que yo no me enojo porque vos te reís de mis rimas? Dale contame algo de tu vida.
-No sé que decirte. En realidad no hay mucho para contar. Soy hija única, vivo con mi papá en una casa en Palermo, me gusta pintar y tengo 18 años.
No me dejó continuar.
-¡Debés ser muy malcriada! -me mostró una sonrisa. Yo le devolví una cara seria.
-Te aseguro que no soy malcriada, pero vos sos bastante amargo ¿no?
-¡No te enojes! No te bancás ningún chiste -odiaba esa sonrisa que ponía cada vez que decía algo hiriente.
- Ok. Además de ser tan gracioso, ¿cuántos años tenés?
-23 -pensó unos segundos antes de seguir hablando. Deduje que me contaría algo sobre su vida, en cambio preguntó algo que me sorprendió.
-¿Así que tenés novio?
Lo miré extrañada.
-No, te dije que no tengo novio.
-¿Sabés que no te creo? Cuando te lo pregunté, te descolocaste, y te pusiste nerviosa cuando me contestaste... No hace falta que me mientas.
Ya me había agotado su postura de sabelotodo, entonces decidí no dejarme ganar. Si él quería pelear, íbamos a pelear.
-¿Sabés que no me interesa que no me creas? -le contesté en un tono muy sobrador-. Si estuviera de novia, estaría con mi novio en vez de estar perdiendo el tiempo con vos -¡Por fin había logrado dejarlo con esa boca cerrada!
No esperaba mi respuesta, entonces tardó un tiempo en contestarme.
-¿Sabés qué creo? -apoyó sus manos en mi banqueta, inclinando su cuerpo sobre el mío, y agregó- que estás perdidamente enamorada de un chico que ni siquiera sabe que existís, y que todas las noches mirás su foto y llorás por él. -era evidente que creía haber triunfado, pero no me iba a ganar tan fácilmente.
-El problema es que tu teoría está basada en un concepto poco probable. Es imposible que un chico no se fije en mí -le mostré mi mejor sonrisa y continué- ¿o me equivoco? -le dije desafiante.
Él también sonrió.
-Tendría que hacer una estadística -se quedó en silencio, e inclinó aún más su cuerpo. Su mutismo me inquietó, pero no supe cómo revertir la situación.
-Te rompería la boca de un beso -acercó su rostro al mío, pero instantáneamente salté del banco.
-¡Mirá! Ahí están mis amigas. Vení que te las presento -no lo miré, tomé su mano y lo arrastré entre la gente hasta encontrarme con Naty, Lucrecia y Martín.
No pareció agradarle mi desplante, sin embargo se mostró simpático con mis amigos, pero en cuanto le surgió una oportunidad, me alejó del grupo.
-Si no te molesta, voy a ver si por ahí hay alguien que sí tenga ganas de divertirse.
Me sorprendió su comentario, lo nuestro no era una cita, ni yo estaba obligada a complacerlo.
-No me molesta para nada. Tenés todo el derecho a hacer lo que quieras. Si hoy salimos fue para hacerle pata a Lola y Fede -iba a agregar que él había sido quien quería romper mi boca, pero me pareció demasiado.
-Bueno, que tengas suerte. Nos vemos -besé su mejilla y caminé hacia Naty. ¡Qué histérico!, pensé.

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