Capítulo 13

CAPÍTULO 13

-¡Buen día! -besó mi boca y corrió hacia el mar.
Ante la mirada del grupo que invadía la carpa noté que esperaban una explicación. Apenas sonreí y dije:
-Ya no nos peleamos más.
Los muchachos rieron y Angie me miró con odio; pero no me molestó, apenas me causó gracia.
-¿Estás bien, Poty? -Lucre se sentó junto a mí y me cebó un mate.
-Sí... aunque parezca imposible, ayer Francisco estuvo re dulce. Me gusta, Lu.
-Pero no quedaron en nada concreto -me interrumpió.
-Y... me parece mejor... Yo ahora estoy muy lejos de todo. No sé cómo voy a estar cuando vuelva -Lucrecia volvió a interrumpirme.
-Cuando vuelva Mariano.
-Sí. Pero no quiero pensar. Si esto se dio, por algo es.
-Tenés razón, me parece bien. Disfrutá de estos días, total cuando vuelvas vas a poder pensar.
Martín la llamó y quedándome sola aproveché para tomar algo de sol, pero al rato me sobresalté con una repentina lluvia sobre mi cara y al abrir mis ojos me encontré con Francisco escurriéndose el agua como un perro.
-¡Está re linda! ¿No querés que nos metamos un rato? -me ofreció su mano y la tomé para incorporarme.
-No... pero podemos caminar un rato por la orilla -sin soltarnos nos alejamos del balneario para caminar junto al mar.
-Disculpame, pero necesito hacerte una pregunta, Frank -me animé a decirle luego de pensar largo rato si debía. El me sonrió.
-Si, ¿Qué pasa?
-¿Vos tenés algo de experiencia en esto de tener una transa?
-¿Transa estable? -frunció el ceño-. No, por lo general transa de una o dos noches, ¿por qué?
-Porque yo pensé que cuando uno transaba con alguien, pero no quería ponerse de novio, delante de los demás no lo demostraba -confesé con cierta timidez.
-¡Ah! No me di cuenta. En realidad no me importa que los demás sepan. Lo importante es que nosotros tengamos en claro qué es lo que queremos. ¿Te parece?
Tenía razón, y así se lo hice saber.
Aquella noche, Lola y Fede decidieron salir a cenar solos, entonces Francisco me invitó a su departamento.
Luego de cenar, nos tiramos en el sillón a ver televisión. Por supuesto, fue lo que menos hicimos, ya que pronto comenzamos a besarnos y ya no quisimos despegarnos. Me sentía muy a gusto entre sus brazos. Pero cuando noté que estaba a punto de perder el control, con delicadeza intenté enfriar la situación.
-¡Qué tarde se hizo! -le dije mientras me incorporaba e iba hasta la mesa en busca de un vaso de gaseosa.
-¡Ni que mañana tuvieras que ir a trabajar! -me contestó riendo.
-Bueno, sí, en realidad tenés razón, pero me gustaría ir a casa a dormir.
-Flor... no voy a hacerte nada. Por lo menos nada que no quieras que te haga. Así que no tenés por qué escaparte -se sentó a mi lado y acarició mis cabellos.
-No quiero escaparme, pero me gustaría tomarme las cosas con calma -le mostré una sonrisa.
-¡No lo podés evitar! ¡Sos una histérica! -me dijo riendo y continuó-. Vos sabías que si veníamos acá era para que pasara algo, ¿o no?
-Yo quería estar a solas un rato con vos, para poder estar tranquilos, transar. Eso es lo que pensé que podía pasar.
-O sos muy inocente o te estás haciendo la tonta -seguía sonriendo.
-Frank, te pido perdón porque no lo aclaré desde el principio, pero mi idea es que para hacer el amor tengo que estar muy enamorada -y agregué en voz baja-, salí casi un año con mi novio y no lo hicimos. Yo apenas te conozco y ni siquiera somos novios... -me sorprendieron mis conclusiones. Si era cierto lo que había fluido con total soltura de mis labios, implicaba algo que yo pugnaba por no ver.
-¡Perdoname vos, Flor! Tenés razón -irrumpió en mis pensamientos-. Es bueno que los dos manejemos los mismos códigos -me abrazó y besó mis labios-. El problema es que sos tan linda, que es difícil no tentarse -se levantó y tiró de mi mano para que también lo hiciera.
-Vamos, ahora que ya sabemos en donde estamos parados, no hay peligro. Dale, vení, no te voy a comer -me arrastró hasta el sillón, pero no me senté.
-¿Por qué no vamos a bailar? La verdad es que en este momento me siento bastante estúpida.
No podía explicarle que me sentía muy mal con mis pensamientos, y a la vez culpable por ser histérica. Porque Francisco tenía razón, no estaba actuando bien.
-Flor, no te sientas mal, no sos la única chica que espera para tener relaciones. Para mí no sos ninguna estúpida -me sonrió con complacencia.
¡No! ¡Ahora me creía inocente y pura! ¿Cómo le explicaba que no era ninguna santa?
-Frank, creo que tenés mucha razón, soy una histérica, y no me gusta serlo... ¿vamos?
-Ya te pusiste susceptible de nuevo. Está bien. Vamos -tomó su campera con desgano y me esperó junto a la puerta.

Estaba recostada sobre una lona, cerca de la orilla. Lola me comentaba sobre el espectáculo lamentable que Angie había brindado la noche anterior, pero no lograba concentrarme en su relato. Estaba preocupada, Francisco me había evitado toda la mañana y aunque, en cierto punto, esto me liberaba de ciertos problemas, me molestaba, me angustiaba. De todas maneras, apenas quedaban dos días de vacaciones, y entonces mi vida volvería a la normalidad.
Me exalté cuando una lluvia de arena golpeó contra mi rostro, cuando me incorporé para poder insultar a mi agresor, comprobé que había sido Francisco quien corriendo había levantado la arena, pero no lo había notado y ya estaba introduciéndose en el mar.
-¿Qué vas a hacer con Frank? -me preguntó Lola.
-No sé, no sé que quiere hacer él conmigo. Hoy a la mañana ni me saludó y ahora ni siquiera me vio.
-¿Y por qué no le preguntás qué le pasa? ¿O no te interesa?
-Me interesa, pero Mariano también me interesa.
-Me tenés harta con Mariano. Si tanto te interesa Mariano, definite y listo -se lavantó, sacudió su lona y regresó a la carpa.

Entonces, yo la imité pero caminé hasta la orilla del mar y esperé que Francisco saliera.
-Hola -me sonrió sin detenerse.
-Hola, ¿por qué te enojaste? -seguí sus pasos.
Él no me esperó, siguió caminando unos pasos delante de mí.
-No me enojé, pero me parece que no tiene sentido que sigamos juntos. Lo nuestro no va ni para atrás ni para adelante.
-¿Y por qué una transa tiene que ir para algún lado? ¿No era que íbamos a estar juntos para pasarla bien? -se detuvo y giró para mirarme.
-¿Y vos la pasás bien conmigo? Porque yo no mucho, cada vez que te digo algo te ofendes, o te tildás. Yo creo que vos no estás acostumbrada a que la gente te marque tus errores. Y yo soy así, no te voy a mentir, yo te digo lo que me molesta y lo que me gusta, y tu jueguito histérico no me gusta. No te voy a andar persiguiendo a ver qué es lo que hoy te viene bien y mañana te molesta. Se ve que sos muy malcriada.
¡Me mató! No era capaz de contestar a tremenda acusación. Tal vez tenía razón, era la primer persona que me marcaba constantemente mis defectos, y seguramente era aquello lo que me atraía, pero no podía negar que me molestaba. No estaba acostumbrada.
-Tengo razón, ¿no?
-Sí, creo que sí. Y también creo que es lo que me gusta de vos. Pero si a vos estuvieran todo el tiempo criticándote tampoco te gustaría.
-Ahí tenés razón vos. Te propongo algo. Pero es la última vez que te lo propongo. ¿Qué te parece si estos últimos días tratamos de divertirnos sin hacernos los ofendidos? Diversión sin mucho en que pensar, ¿sí?
-Acepto -me tendió su mano y yo la acepté.

Milagrosamente pasamos los últimos dos días de nuestras vacaciones en una increíble armonía.
Francisco lograba comportarse como todo un caballero si se lo proponía. Y debí reconocer que me agradaba compartir mis horas con alguien que me exigiera cordura y madurez en mis actos. Estar con Francisco era una especie de desafío.

Recuerdo la escena del día que debimos regresar a Buenos Aires. Los muchachos nos saludaban desde la plataforma mientras las cuatro llorábamos con nuestras caras estampadas a las ventanas del micro. Del micro... aquel micro que me haría regresar a mi verdadera vida.

0 comentarios:



Publicar un comentario

Dejá tus comentarios