Segunda parte: "Manchones"


SEGUNDA PARTE: MANCHONES


Es muy triste actuar por miedo a la soledad. Creo que al salir del departamento de Mariano, descubrí que odiaba a la soledad, que siempre la había odiado, por eso me aferraba tanto a ciertas personas y cosas de las que no podía prescindir. Y eso no está nada bien. Actuar en forma condicionada no está nada bien. Yo no podía pensar en una vida sin Mariano y era ridículo que así pensara. Como tampoco podía pensar que alguna vez no encontraría a mi sauce para cobijarme bajo su sombra.
A los 18 años uno no comprende los vaivenes que puede ofrecerte la vida. Y aunque con 18 años ya había experimentado situaciones que jamás pensé experimentar, no habían dejado una enseñanza en mi actuar.
Cuando salí de aquel departamento, comprendí que mi miedo a sentirme sola me había hecho aferrarme a Mariano, a su cariño, a su continua compañía y comprensión. Pero mis sentimientos se habían sobrepasado. Ya no era sólo una compañía, era vital y exigía de él total compromiso. Era una situación insostenible, era irrisorio esperar eso de Mariano. Pero seguramente él había aceptado ese papel y por ello le costaba reconocer que no podía cumplir con todas mis expectativas.
Lo que no lograba comprender, era por qué en ese momento de mi vida había descubierto este conflicto, por qué justo los dos habíamos explotado en el mismo momento.
Yo debía aprender a vivir como me había tocado, sin depender de otro que me prestara el hombro o el brazo para apoyarme y caminar. Ese día me propuse dejar de depender de los demás. No sería fácil. Pero era lo mejor.

Aquel no era el mayor problema. Había otro hallazgo que me torturaba.
No lograba controlar ni definir esa sensación nueva que se había instalado en mi cuerpo y que se avivaba al estar cerca de Mariano. Él era mi amigo, y no quería arruinar esa situación por nada en el mundo, pero mi cuerpo y mi psiquis me jugaban en contra cuando él se presentaba. Si ante alguien podía ser absolutamente natural era con él, pero luego de aquel encuentro todo había cambiado.
Al verlo mi cuerpo se crispaba, mi voz temblaba y de mis labios salían frases que me sorprendían. Por eso evitaba tener encuentros a solas con él y la única manera de controlarme era poniendo de escudo a Gastón... Gastón, otro tema que turbaba mis pensamientos.

0 comentarios:



Publicar un comentario

Dejá tus comentarios