Capítulo 6 (primera parte)

CAPÍTULO 6 (PRIMERA PARTE)

Nuestro profesor del taller de pintura nos había dado la gran noticia de que en pocos días realizaríamos una exposición con nuestras obras. Habría unas cuatro o cinco -según el tamaño- de cada alumno. Estaba muy entusiasmada, sería la primera vez que “el mundo” vería mi trabajo. Ni bien salí de la clase comencé a pensar qué obras expondría. Pensé en un par de cuadros abstractos que eran mis preferidos, un retrato de mi madre en óleos que había sido mi mayor esfuerzo. Inmediatamente surgió en mis pensamientos que la última obra que quería exponer todavía no estaba realizada. Mariano había sido quien me había impulsado a desarrollar mi gusto por la pintura, y sin duda, merecía ser homenajeado con un cuadro. Conocía su rostro de memoria, cada mueca, cada gesto... sería fácil retratarlo. Creía que en un par de horas aquel trabajo estaría terminado. Ni bien llegué a casa, corrí al playroom a preparar el caballete y poner manos a la obra. Pero al estar frente al cartón, quedé inmóvil. Mis manos no respondían a las órdenes de mi cerebro.
Últimamente no hacía más que intentar evitar encuentros con Mariano, pero en ese momento comprendí que tenía unos deseos irrefrenables de verlo, y decirle que necesitaba retratarlo era la mejor excusa tanto para él como para mi conciencia. Dejé de pelearme conmigo misma y corrí hasta el teléfono para invitarlo. Arreglamos un encuentro para el día siguiente.
Y el día siguiente llegó. A la hora de la siesta, sentí que el timbre de la puerta sonaba. Me pareció raro, ya que no esperaba que Mariano llegara antes de las seis de la tarde, pero por supuesto podía ser cualquiera, aunque yo en esos momentos no podía pensar en nadie más que en él.
Al ver a Gastón, comprendí que nuevamente mis pensamientos me estaban jugando una mala pasada. Claro que era él, como solía ser quien me visitaba muchas de mis tardes.
-Hola, mi amor. Vine a invitarte al cine -dijo luego de besarme y sentarse en el sillón.
-¡¡No puedo hoy!! Perdoname, estoy preparando una pintura para la exposición - intenté no dar más detalles, porque sabía que no le agradaría. Sentía un dejo de culpa.
-Podés seguir después, vamos al cine y volvemos -sacó de su bolsillo la sección de espectáculos del diario y yo sentí aún más culpa.
-No, mi amor, perdoname en serio... –supuse que tendría que contarle la verdad- lo que pasa es que en un rato viene Mariano para que lo retrate y no nos va a dar el tiempo para ver una película. Vamos mañana, mostrame que hay -intenté que pusiera su atención en el diario y no en mis palabras, pero fue en vano.
-¿Vas a incluir un retrato de Mariano en la exposición? -preguntó con tono exaltado, su expresión acompañaba sus palabras.
Ya tenía pensada una explicación, así que pude contestar con rapidez.
-Me pareció justo, porque él fue quien me impulsó a pintar. Es mi manera de agradecerle -no noté un cambio favorable en su rostro.
-¿Pintaste algún retrato mío? -Notó mi cara de sorpresa y prosiguió- ¡Seguro que no! Siempre es lo mismo, él está primero. Ya estoy harto. Voy a quedar como un estúpido cuando en la exposición haya un cuadro de Mariano y ninguno de tu novio.
-¡No digas eso, Gastón! Vos sos mi novio, que haga un retrato de Mariano no tiene nada que ver. Si querés vamos al playroom y te hago un retrato. Dale, vamos -me sentía muy mal, no me gustaba lastimar a Gastón, él no tenía la culpa. Yo era seguramente quien estaba confundida, yo era la estúpida que tenía mis prioridades desordenadas. Intenté besarlo, pero me alejó.
-No Poty, no quiero que me pintes por lástima. Ya estoy harto de hacer el papel de boludo. Mejor me voy a mi casa, y cuando esté más tranquilo, hablamos -se levantó pero yo lo detuve, tomándolo del brazo.
-No, quedate, o vayamos al cine, lo llamo a Mariano y suspendo. Dale, hablemos ahora. No quiero que nos peleemos -no quería suspender mi encuentro con Mariano, pero tampoco quería verlo mal a Gastón.
-No, prefiero calmarme, mejor hablamos mañana -se liberó de mi mano y sin saludar se marchó.
Enfrentarme de una manera tan abrupta con la realidad me enojaba. Volvía a comprobar que estaba equivocada. Que nuevamente ubicaba a Mariano en primer lugar, sin importarme que esto provocara conflictos con quien yo había elegido como novio.
Gastón me gustaba, pero evidentemente no lo suficiente, ya que jamás preservaba nuestra relación de problemas y roces. Roces que siempre eran generados por el mismo tema... Mariano, que últimamente creaba estragos en mi psiquis... Y justamente por Mariano, este no era el mejor momento para poner en riesgo mi noviazgo. Era mi única protección ante estas nuevas sensaciones que experimentaba cuando estaba frente a mí.
Cuando llegó Mariano, me encontraba de muy mal humor y por supuesto él lo notó.
-¡Qué cara! ¿Qué te pasa?
Lo invité a pasar y yo me arrojé en el sillón.
-Me peleé con Gastón -sólo le contesté y me cebé un mate.
-¿Por qué? -no solamente me ponía de mal humor la pelea con Gastón, sino también que Mariano actuara con tanta naturalidad, cuando a mí me costaba horrores contener mis impulsos.
-Por lo mismo de siempre -muy a mi pesar, clavé mi mirada en la suya y cambié mi tono de voz- Por vos... está muerto de celos -por fin mi comentario lo había intimidado, sus mejillas se sonrojaron, pero con su respuesta intentó ocultarlo.
-No es muy fácil entender nuestra relación, pero Gastón sabe que no corre riesgos conmigo -cuando intentaba dejar bien en claro cuales eran nuestros roles, lograba que mi actitud hacia él fuera aún peor.
-Mariano, vos y yo sabemos muy bien como son las cosas... –seguía quemándolo con mi mirada- pero no importa, ya sé como voy a solucionar este tema. Mañana seguramente tendré que ceder algo más cuando nos quedemos solos y eso lo va a tranquilizar.
Noté que fruncía su ceño.
-¿Qué querés decir, Poty?
Pensaba dejarlo con la intriga.
-Nada, mejor vamos al playroom así te pinto. Vos no tenés mucho tiempo y yo estoy ansiosa por terminar tu retrato y ni siquiera lo empecé -le mostré una sonrisa y me levanté. Preparé el cartón y un par de carbonillas. Mariano me miraba expectante, esperando mis instrucciones.
-¿Qué querés que haga? Estoy nervioso, no estoy acostumbrado a ser modelo.
Sonreí ante su frase, era un encantador pie.
-Serías un excelente modelo, muchos se morirían por pintar tu figura. Tus músculos están muy bien formados -intenté contener mi siguiente comentario pero no pude- Bueno, sacate la ropa y acomodate en el puf.
Abrió sus ojos como jamás lo había hecho pero no logró emitir palabra. No pude menos que emitir una carcajada.
-No seas nabo, Negro... aunque me gusta pintar desnudos, no sería una situación muy cómoda. Aprendé a bancarte una broma. Sentate donde te sientas cómodo, voy a pintar solamente tu cara.
Algo más relajado contestó:
-Últimamente no sé qué esperar de vos, ya no me parece tan extraño que me pidas que me desnude. Estas últimas semanas estás muy rara.
Se sentó en un almohadón apoyándose en la pared, sin apartar su vista de la mía.
Era el momento ideal para decirle por qué estaba tan rara, pero no me sentía preparada para afrontar esa conversación. No, aún no era el momento.
-Debo estar sufriendo un cambio hormonal... –le dije y sonreí- Bueno, mejor empecemos, intentá no moverte.
Me concentré en su rostro y de pronto me sentí perdida en su mirada. No podía pintar, ni tampoco apartar mi vista de sus ojos. Me sentía confundida, entremezclada con sus rasgos. Sentí la necesidad de acercarme. Me arrodillé en silencio frente a él. Mariano tampoco se movía ni animaba a pronunciar palabra, parecía haberse entregado a la situación. Mis manos actuaron sin mi permiso. Toqué sus mejillas y pasé mis pulgares por su nariz, y al sentirme tan próxima a sus labios, reaccioné
. Me alejé unos centímetros y acomodé unos cabellos que caían sobre su frente. Sin dar explicaciones, me parapeté tras el caballete y dejé que la carbonilla actuara. Pasamos varias horas en silencio. No podía dejar de pintar aquellos ojos que no dejaban de turbarme, intentaba dominarlos con mis trazos, pero no lo lograba. Intentaba descargar aquella sensación que me envolvía en el papel, con desesperación, pero esos ojos me atrapaban cada vez más, me pedían que siguiera estando allí. Era una mezcla de angustia, ansiedad y placer lo que me mantuvo tantas horas en ese lugar. De pronto me sentí liberada, y pude detenerme.
-Ya está -le dije.
Mariano movió su cuello y se incorporó.
-Nunca te vi tan apasionada -me comentó mientras se acercaba al caballete.
-Yo tampoco -me sinceré. Lo detuve para que no pudiera ver el dibujo- Quiero que sea una sorpresa, quiero que lo veas en la exposición... bajemos a comer algo.
Me sentía exhausta, necesitaba que Mariano se marchara, no podía volver a pasar por otro momento como el que había experimentado en el playroom. No debía permitir que eso me sucediera. Noté que Mariano también estaba raro, incómodo y a la vez ansioso por huir de mi compañía, por eso ni bien terminamos de comer la pizza que mi padre había preparado, se marchó.

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