Capítulo 6 (tercera parte)

CAPÍTULO 6 (TERCERA PARTE)

-¿Qué pasa, Poty? -debió sentir pena por mí, ya que con delicadeza rodeó mi cuerpo con su brazo e hizo que me apoyara en su pecho. Pasamos un largo rato así. Luego tomó mi mentón para que lo mirara.
-Poty, te dije mil veces que tu sinceridad me mata y aunque sin palabras no podes dejar de decir lo que pensás... perdoname, pero esto está muy mal.
Pensé que sería el comienzo de su discurso del rechazo, pero no habló más, me miró con una sonrisa, acarició mi mejilla y transformó su mirada. Con movimientos ágiles, tomó mi cabeza y me besó, me besó con desesperación. Yo también estaba desesperada, desesperada por esos besos, por esas caricias. Creo que ambos liberamos nuestros impulsos y deseos reprimidos por largo tiempo. Me sentía extasiada entre sus brazos, con sus besos. Me sentía apasionada, contagiada por su pasión. Perdida entre tantas sensaciones, dejé de pensar en lo que hacía; pero de pronto reaccioné al verme acostada en el sillón, debajo suyo.
-Negro -intenté decir con la mayor suavidad posible. Mariano inmediatamente se detuvo.
-¿Qué?, ¿qué pasa? ¿Estás bien? -me preguntó apoyando sus manos a mis costados, para hacer palanca e incorporar un poco su tronco.
-Estoy bárbara, pero ¿te das cuenta de lo que estamos haciendo? -me costaba creer que estaba allí, en esa situación con él.
-Estoy transando con mi mejor amiga... esto es muy loco -me besó y se incorporó.
-Sí, es muy loco... -yo también me incorporé y ambos quedamos sentados y quietos, sin que nuestros cuerpos se rozaran.
-Perdoname, Poty... te juro que hice lo posible por contenerme, pero ya no puedo más -seguramente se sentía culpable, o responsable y no era así.
-Mariano, hoy deseaba más que nada en el mundo que no te contuvieras. Se ve que esto es algo que queríamos los dos -intenté quitarle un peso de encima, un peso que no merecía cargar.
-Ya lo sé, pero no puedo dejar de sentirme responsable. Po, vos sos la última persona en el mundo a la que quiero joder, no quiero que se arruine lo que tenemos, no quiero que salgas lastimada -acarició mi mano.
-Vos no me lastimás, Negro, vos me haces bien -le sonreí y besé su mejilla.
-El día de tu cumple me asusté, porque después de darnos el beso quedé tarado... no podía pensar en otra cosa. Cuando nos quedamos solos te hubiera comido la boca. Tenía miedo de que fuera una calentura. Y con vos no puedo permitirme una calentura... ¿entendés? -asentí con la cabeza y continuó- ...pero a medida que pasaban los días, me daba cuenta de que te volvías el tema primordial en mis pensamientos. Parecía un zombi, me la pasaba pensando todo el tiempo en vos, y no de una forma muy santa. Intenté poner distancia, intenté meter a Jimena en mi cabeza y entre nosotros dos, pero cada día te deseaba un poco más. Y después me di cuenta de que a vos te pasaba lo mismo. Y ahí ya no supe qué más hacer –hizo una pausa, pero no me animé a interrumpirlo, comprendí que necesitaba descargarse–. El día que me retrataste no sé cómo me contuve, creo que tenía la ilusión de que vos dieras el primer paso, para no sentirme tan culpable. Si ese día te agarraba, te destrozaba -concluyó y rió.
-A mí me pasaba lo mismo, Negro... estos últimos meses fueron una tortura. Lo que no entiendo es por qué nos pasó esto ahora, por qué surgió esta atracción. Yo no entiendo nada, lo único que tengo en claro es que no quiero perderte, que aunque quise modificar mis sentimientos, vos sos lo más importante que tengo en mi vida. Y tengo mucho miedo de que esto que nos pasa arruine lo que tenemos -lo miré con la mayor dulzura que pude.
-Pase lo que pase yo no voy a permitir que nos perdamos; pero por favor dejá de decir esas cosas porque me descontrolás -se tiró sobre mí para besarme.
¡Cómo disfrutaba esos besos! Nunca había sentido tal grado de placer con nadie, y apenas eran unos besos. Nuestros cuerpos se entendían a la perfección y en ese momento comprendí que Mariano podría hacer conmigo lo que quisiera. Creo que el también lo comprendió. Y tal vez, por eso, al rato se detuvo.
-Estamos totalmente descontrolado, ¿no? -le sonreí y me levanté. Mientras me quedara en aquel sillón, sabía que no podría hacer otra cosa que dejarme envolver en sus brazos, y aunque ya nos habíamos sincerado, creía necesario hablar sobre el futuro.
-Aunque hace meses me repito que no te quiero faltar el respeto, en este momento es lo único que quiero hacer -sonrió- ¿Comemos torta?
-¡Sí! -me apresuré a contestarle y corrí a la cocina a buscarla.
Nos distrajimos criticando su torta, chata y quemada. Volverme a reir y bromear con tal naturalidad me parecía increíble. Así solía ser nuestra relación, y no llena de histeriqueo y seducción. De pronto, miré mi reloj y ya había pasado la media noche.
-¡Mariano! ¡Ya es tu cumpleaños! -exclamé y fui hacia él para abrazarlo- ¡Feliz cumple! -le deseé al oído y besé su mejilla.
Él, lentamente, corrió su cara hasta que su boca quedó frente a la mía.
-Gracias -contestó y nuestro labios apenas se rozaron. Tomó mi cabeza con ambas manos y clavó sus ojos en los míos- ¿Alguna vez hiciste el amor? -me dijo casi en un susurro. En ese momento no comprendí el por qué de su pregunta, pero me surgieron unas enormes ganas de besarlo, y así lo hice. El parecía estar esperando que yo diera el primer paso, ya que luego de pegar mi boca a la suya, comenzó a acariciarme y besarme con desenfreno.
Sin soltarme comenzó a caminar hacia atrás, yo seguí sus pasos. Así llegamos hasta su habitación. Al chocar con la cama cayó de espaldas sobre ella, y yo caí encima suyo. Seguimos besándonos por largo rato. Luego giró para quedar sobre mí, puso sus manos debajo de mi remera y la hizo subir hasta quedar en mi cuello. Dudé unos segundos, pero finalmente levanté mis brazos para que lograra quitármela. También me quitó el pantalón. Me sentía extraña, era la primera vez que estaba casi desnuda con un hombre. Era la primera vez que hacía algo así.
Mariano me miró y entendí que dijo que era hermosa. Quedó arrodillado en la cama y se quitó la remera. Volvió a abrazarme y sentir su cuerpo desnudo contra el mío me causó una sensación inexplicablemente agradable. Luego, con dificultad, se quitó el pantalón.
Me sentía muy a gusto, pero eran demasiadas las nuevas sensaciones que estaba experimentado en tan poco tiempo. Si continuaba, con seguridad que sería una locura.
Mariano notó mi falta de concentración y se detuvo. Subió el bretel de mi corpiño y se recostó a mi lado, apoyando la cabeza sobre su mano.
-¿Hice algo mal? -me preguntó con suavidad, luego acomodó mis cabellos.
-No, al contrario... lo hacés todo muy bien; pero no estoy preparada -seguía inmóvil, mirando al techo. No lograba recuperarme del gran estado de excitación en que me encontraba. Todo mi cuerpo vibraba y mi sensibilidad estaba a flor de piel.
Mariano intentó acariciar mi vientre, pero aparté su mano antes de que lo lograra
-Estoy ardiendo, Negro, pero no quiero quemarme.
Me sonrió.
-Yo también estoy ardiendo, y me encantaría quemarme, pero te entiendo... ¿Querés que nos demos una ducha?
-No, prefiero vestirme.
Este encuentro había superado ampliamente mis expectativas y fantasías. De pronto comencé a sentir vergüenza de mis actos. Estaba semi desnuda en la cama con Mariano... Mariano que era casi un hermano.
-Yo necesito una ducha bien fría. Vos vestite, ya vuelvo -me besó en la boca y salió de la cama.
En cuanto lo vi encerrarse en el baño, tomé mi ropa y me vestí... ¡¿Qué estaba haciendo?! , no cesaba de repetirme. ¿Qué haríamos con todo esto? Me preguntaba cómo volvería a mirar a Mariano a los ojos.
Mientras se duchaba, decidí ocupar mi tiempo en algo. Fui hasta la cocina y preparé café para ambos. Cuando colocaba las tazas en la mesa del comedor, Mariano reapareció vistiendo sólo unos boxers.
Nos sentamos a ambos extremos de la mesa. Yo no lograba levantar la vista del líquido marrón que me servía de escudo.
-Te salió muy rico, Poty... ¿Por qué no lo probás? -él actuaba con naturalidad, posición que me causó envidia. De todas maneras no logré relajarme y seguí dura frente a mi pocillo de café.
-Poty... está todo bien. Esto era algo que tenía que pasar. Hasta ahora fue mi mejor cumpleaños, ¿por qué no seguimos disfrutando de este día que creo fue espectacular para los dos? -se levantó para caminar hacia mí y me abrazó. Estaba asustada, me daban miedo estos sentimientos nuevos. Temía que algo malo pasara en nuestra relación, y su abrazo me llenó de paz.
-Para mí esta noche también fue espectacular, Negrito. Además tengo que reconocer que tuve mi mejor experiencia sexual. Es la primera vez que hago un montón de cosas. Es la primera vez que estoy sin ropa interior con un chico.
-¡Te quiero! -me interrumpió y besó mi boca- Sos muy tierna, Poty... para mí, es la primera vez que quiero hacer el amor con alguien a quien quiero tanto -pensó unos segundos y espió mi mirada- Creí que ya te habías acostado con Gastón. Me encanta que no lo hayas hecho -volvió a besarme.
-Nunca me decidí a hacerlo con él, y me alegro de no haberlo hecho. Y después de hoy creo saber con quien lo quiero hacer -le sonreí y él me devolvió una sonrisa- pero todavía no puedo. Me está costando asimilar esto nuevo que nos pasa. Y me está costando pensar qué va a pasar con nosotros de ahora en más.
-¿Vos qué querés que pase? -preguntó con seriedad.
-No sé... sos mi mejor amigo, así te veo, así te pienso. Nunca te imaginé como a un novio, y menos un amante. La amistad es más duradera que un romance -Y no estaba dispuesta a perder aquella amistad, ni aunque me perdiera la mejor experiencia sexual.
-Lo que pasa es que nuestra amistad nunca va a volver a ser la misma. Te reconozco que tampoco te veo como una novia, pero ya no sé cómo verte. En realidad me encantaría verte desnuda -largó una carcajada-. No sé, creo que tendríamos que asimilar estos nuevos sentimientos. Ver si preferimos guardarlos, sacarlos de vez en cuando y seguir siendo buenos amigos, o si nos arriesgamos y empezamos a tener una nueva relación. Ser novios, o como lo quieras llamar, no tiene por qué arruinar lo que tuvimos todos estos años. Hay que ver si nos queremos arriesgar -pensó unos segundos y continuó- de todas maneras, no creo que haya vuelta atrás -acarició mis hombros.
-Creo que tenemos mucho que pensar -fue lo único que pude decir, sus caricias me desconcentraban.
-Sí, y supongo que el tiempo nos ayudará a ver qué pasa con nosotros. Pero te aclaro que hasta que tomemos una determinación, yo pienso hacer lo que siento, no me voy a reprimir más, ahora que se lo que me estaba perdiendo, ya no puedo... -me abrazó con fuerza y me besó. Su beso se siguió de otros. Era impensable la atracción física que existía entre ambos. Nos costó separarnos; pero ambos sabíamos que no podríamos hacer que esa noche durara para siempre.
De madrugada me llevó a casa. Por supuesto, no logré dormir por el resto de la noche.

0 comentarios:



Publicar un comentario

Dejá tus comentarios