Capítulo 6 (segunda parte)

CAPÍTULO 6 (Segunda parte)

Por fin llegó el día de la exposición. Estaba ansiosa y excitada. Recién entonces comprendí aquella frase de Mariano. Esta era mi primera vez en algo que realmente me importaba, y eran indescriptibles mis sentimientos.
La primera en llegar a la sala fue Lola, en cuanto la vi, corrí a abrazarla y sin perder más tiempo la llevé a mi rincón.
-¡Guau! -expresó mientras miraba mis cuadros- Están muy buenos, te lo digo en serio. Esos ojos negros están impresionantes ¡Te felicito! -volvimos a abrazarnos.
-Un día de estos te voy a contar lo que fue pintar ese retrato... -le comenté. No había hablado con nadie sobre lo que me pasaba. Lola era mi mejor amiga y sabía que me podría entender, pero me costaba exponer estos nuevos sentimientos. Ante mi comentario, sus ojos brillaron.
-¿De qué me estás hablando? -se le había dibujado una sonrisa en el rostro.
Tuve que dejarla con la intriga, ya que comenzaron a llegar más amigos. Natalia y Lucrecia también me felicitaron, en cambio Soledad, a quien había invitado solamente para mostrarle que yo tenía pasión por algo, estudiaba los cuadros de una manera muy crítica, como si supiera algo del tema.
Me extrañaba la falta de Gastón. Había logrado que nos reconciliáramos, por eso no entendía su ausencia. Para congraciarme con él, había puesto en la muestra un cuadro donde había pintado dos manos tomadas con un atardecer de fondo. Lo había pintado para un aniversario y me pareció un buen gesto que estuviera presente. Reconozco que también esperaba ansiosa la llegada de Mariano y me sorprendí al verlo entrar con su novia. Pensé que no la traería.
Como conversaba con mi profesor cuando entraron, antes de saludarme dieron un vistazo a los dibujos.
-¡Poty, están espectaculares! Vas a ser una artista reconocida... acordate de mis palabras. Me abrazó y besó mi frente.
-¡Gracias, Negro! Me alegro que hayan venido. Estoy re contenta -sonreí a ambos.
-¡Me encantó el retrato de Mariano! Me da vergüenza, pero quería pedirte que me lo regales o vendas -me dijo Jimena con una irritante voz de inocentona.
-Perdoname, Jime, pero ese no se vende ni se regala... es mío, pero no tengo problema en hacer uno para vos... siempre y cuando Mariano no tenga problemas en hacer de modelo -le sonreí y luego clavé mi mirada en la del Negro, pero él esquivó mis ojos.
-¡Gracias Poty! Sos divina -no quería desilusionarla, pero jamás le daría un dibujo mío.
Me aparté de ellos para ir a recibir a mi padre que llegaba con la filmadora y la máquina de fotos colgando de su cuello. Me alegró verlo, me alegró poder compartir ese momento tan importante con él, y más aún al notar que para él también era importante. Justo detrás suyo, apareció Gastón con un gran ramo de rosas. Me beso largamente y al oído me dijo que se sentía muy orgulloso de mí. Y en esos momentos, donde me sentía tan feliz y completa, se alejaron todas las sensaciones y sentimientos que me turbaban. Podría haber permanecido en aquella sala por el resto de mi vida. Fue una de esas situaciones perfectas que quedan retratadas en la memoria como una bella postal.

Pero estos momentos son tan lindos porque son pocos y extraordinarios. Uno los disfruta justamente porque te sacan de la rutina y de la realidad. Y como debía suceder, al irse aplacando la euforia de mi éxito, volvió a reaparecer mi vida de todos los días, con sus obligaciones, conflictos y alegrías.

Desde el día de la muestra Lola no dejaba de perseguirme para tener la charla que había quedado pendiente. Yo sabía que la necesitaba, pero también sabía que si ponía en palabras mis pensamientos, estos se harían más reales. Así que la dilaté cuanto pude. Pero un día, esa conversación, se volvió necesaria.
Nos juntamos a tomar el té en su casa, y aunque intenté evitar el tema de conversación cuanto pude, Lola no me lo permitió.
-¿Me podés decir qué está pasando con Mariano? -dijo seria.
Devoré una Melba antes de contestarle.
-¡Ay, Lola, no sé! Últimamente no sé que me está pasando con él. Estoy muy confundida.
-¿Te gusta? -me miraba con seriedad.
-No es eso. Cuando volvió de Estados Unidos tuvimos una especie de pelea y yo me di cuenta de que espero más de él de lo que tendría que esperar. Entonces decidí poner las cosas en su lugar.
-¿Entonces lo que te pasa es que es que estás enojada? -Lola intentaba entenderme, pero no lo lograba.
-No, tampoco es eso. Desde que descubrí que él era lo más importante para mí, empezaron a surgir sentimientos y sensaciones que nunca antes había tenido cuando estaba con él -al escucharme sentí vergüenza de mí misma.
-Entonces te gusta -concluyó y sonrió.
-No es tan simple. Yo no quiero que me guste Mariano, no quiero mirarlo de otra manera.
-Pero ya es tarde -me interrumpió- el tema es qué vas a hacer con lo que te está pasando... o... ¡¿ya hiciste algo?! -su pregunta fue acompañada por una mirada pícara.
-No, pero el otro día, cuando vino a casa para que lo retratara por poco lo transo. Y cuando tomé conciencia me quise morir, por poco no me puedo dominar. Me siento muy mal, Lola. Lo último que quiero es arruinar mi relación con Mariano, y si sigo así, va a terminar todo mal.
Mientras hablaba comprobé la angustia que este tema me causaba.
-No tiene por qué ser así, a lo mejor a él le pasa lo mismo y los dos necesitan hacer algo con lo que les pasa -me ofreció un mate que acepté gustosa.
-No sé si a él le pasa lo mismo. Se la pasa todo el tiempo recalcando que estamos de novios. Me parece que se dio cuenta e intenta poner distancia -acababa de llegar a esa conclusión.
-O a lo mejor lo hace porque no se anima a decirte lo que siente. Debe tener tanto miedo como vos. Cuando se los ve juntos se los ve re felices. No creas que los que los conocemos no pensamos por qué nunca se pusieron de novios. Yo sé que tienen una amistad de muchos años y que eso da miedo, pero si cambiaron tus sentimientos no los tenés que guardar -me parecía razonable su razonamiento, pero no quería arriesgar nuestra relación.
-El tema es que sé que es un gran amigo, y quiero que lo siga siendo. No sé cómo sería de otra manera.
-Entonces espera a hablar con él. Cuando tengas algo decidido lo enfrentás.
-Eso sería lo ideal, el tema es que seguramente hoy nos juntaremos a cenar en su casa los dos solos, y no sé que puede pasar.
-¡Claro! Mañana es su cumple, me había olvidado que siempre cenan los dos juntos la noche anterior.
-Sí, bah, eso creo, aunque todavía no me llamó para confirmar, pero seguramente cenaremos hoy.
La ausencia de su llamado me venía perturbando desde hace unos días.
-Poty, te juego lo que quieras a que él le pasa lo mismo que a vos; seguramente por eso no te llamó todavía, pero te va a llamar.
-Y yo no sé que voy a hacer -le dije con cara de preocupada.
-Hacé lo que te salga. Ustedes dos se quieren mucho. No te preocupes, no se va a arruinar su amistad -me abrazó y agregó- ahora andate a tu casa, que tenés que prepararte para la noche. Lo único que te pido es que mañana me cuentes o te mato.
La abracé con fuerza y luego de agradecerle, seguí su consejo y me marché.
Al llegar a casa, encontré a mi padre viendo la tele, lo acompañé por un rato y luego decidí darme un baño de inmersión para aplacar mis ánimos. Pasé más de media hora allí. Fue una buena terapia. Al regresar al living mi padre me miró sorprendido.
-¿Qué hacés todavía sin vestirte? ¿Sabés qué hora es? -no comprendía por qué me miraba tan exaltado.
-No, viejo, ¿qué pasa?
-Mariano llamó hace media hora diciendo que te esperaba, y ya son las 9,30hs. Sería bueno que llegaras antes de las 12, ¿no?
-Bueno, papá, tampoco es para tanto. Ahora voy a cambiarme -besé su mejilla y subí contenta a mi cuarto. A pesar de mis miedos, confirmar que me encontraría con Mariano me había puesto feliz.
Decidí que debía vestirme como me sentía, entonces fui a mi cuarto a elegir con mucho cuidado mi ropa. Vacié medio placard, buscando algo que me satisfaciera. No encontraba algo que reflejara lo que quería mostrar. Necesitaba verme como una mujer y no como la amiga a la que no le importaba lo que llevaba puesto.
Luego de probar varias combinaciones, encontré un pantalón de lino color natural, que me hacía muy buena silueta y un sweater de hilo negro con un gran escote en V, ceñido al cuerpo. Sí, mostraba lo que quería mostrar. Me quité las zapatillas, que formaban parte de mi esquema corporal y las cambié por unas botas negras.
Antes de salir, tomé el paquete que había preparado para Mariano y corrí hasta su casa.
Pasadas las diez de la noche llegué al edificio de Mariano. El encargado me dejó entrar, así que subí hasta su departamento sin avisar. Antes de tocar el timbre me quité el abrigo para poder exhibir mi nueva apariencia.
Al abrir la puerta, Mariano se quedó observándome.
-Disculpame, esperaba a Poty -dijo y amagó a cerrarla. Luego me hizo pasar- ¿A qué se debe tanto arreglo? -preguntó mientras me estudiaba con su mirada.
-Ya estoy harta del jean y las zapatillas -me escapé de su mirada y con rapidez me senté a la mesa.
-Pensé que no venías -comentó mientras cortaba la pizza.
-Yo pensé lo mismo. Como no llamaste, pensé que este año ibas a cenar con tu novia.
Tardó unos segundos en contestar.
-Me costó tomar la decisión... pero este es nuestro festejo, sin esta cena mi cumple no sería lo mismo.
-¿Por qué? -pregunté intrigada.
-Porque es una tradición -yo no me refería a que su cumpleaños no sería lo mismo.
-No, ¿por qué te costó tomar la decisión?
Se tomó el tiempo para devorar una porción de pizza y dubitativo contestó:
-No sé. No sé si esto es lo correcto. Ya hace varios meses que estoy de novio, sin embargo estoy pasando este momento con vos. No sé si no le correspondería a Jimena estar acá.
Sin lugar a dudas, estaba teniendo cuestionamientos similares a los míos. Y no pude menos que contestarle el primer pensamiento que surgió en mi cabeza.
-No sé si es lo que corresponde o no, pero se ve que es lo que querías, porque por algo estoy yo acá.
Fui sincera y seguramente mi sinceridad lo perturbó. Mariano no estaba a gusto, no podía actuar naturalmente, no reía como lo solía hacer. Por un momento temí que él sintiera todo lo contrario a lo que yo estaba sintiendo y se encontrara tan incómodo por no saber cómo decírmelo.
-¿Querés más pizza? -sólo obtuve por respuesta. Y aunque había comido únicamente una porción, sentía que ni una gota de agua más podría resistir.
-Ya estoy llena... ¿por qué no cambiamos la onda?... vine a festejar que cumplís años y parece que estuviéramos en un velatorio -me levanté y fui hasta el equipo de música y puse un CD divertido. Al ver que retiraba los platos de la mesa, lo esperé sentada en el sillón.
Al regresar se sentó a mi lado. Me miró unos segundos con seriedad y luego sonrió.
-Me estaba acordando el día que decidimos comenzar esta tradición -dijo.
-Sí, estábamos en la casa de tus viejos... mientras nuestros viejos cenaban, nosotros jugábamos en tu cuarto -aquellas imágenes cruzaron por mi memoria con total claridad.
-Yo te estaba enseñando a jugar al truco, y nos dimos cuenta de que eran las 12 y estaba empezando mi cumpleaños... -agregó.
-Y yo revoleé todos los porotos para festejar... ¿Cuántos cumplías? -me encantó recordar aquella escena, sirvió para distenderme.
-Catorce. Vos eras re chiquita.
-Tenía diez. Pensá que ya pasaron 8 años y ni una vez dejamos de juntarnos -en ese momento comprendí que no era justo que arruinara nuestra relación por el simple hecho de que mis hormonas estuvieran revolucionadas.
-Siempre fuiste mi gran amiga, por eso estás acá -me miró con tal ternura que mi pensamiento anterior se desvaneció en una centésima de segundo, pensé como escaparme y recordé que no le había entregado su regalo. Salté rápido del sillón.
-Tomá tu regalo, me olvidé de dártelo cuando llegué.
Era su retrato.
-¡Gracias, Poty! ¡Está buenísimo!, pero pensé que te lo ibas a quedar vos -buscó dónde colocarlo.
-No me lo pude quedar. Tus ojos me perseguían -me arrepentí de la última oración, pero ya estaba dicha.
-¿Te espiaban cuando te cambiabas? -dijo con picardía, mientras lo colgaba en el lugar de una lámina que había sido destronada.
No quise mentirle ni seguir ocultando lo que me salía decir.
-No, espiaban más adentro y veían cosas que ni yo misma quiero ver -me ruboricé, pero lo había dicho. Había abierto la puerta, tal vez él la cerraría o tal vez por fin podríamos hablar.
-Entonces hiciste bien en deshacerte de él... ¿sabés? -volvió a sentarse a mi lado- el otro día le contaba a un amigo sobre nuestra relación. Le contaba que somos amigos desde hace 18 años y que a pesar de haber cambiado, de haber crecido, de haber elegido cosas muy distintas seguíamos entendiéndonos y acompañándonos. Y él me dijo que le parecía increíble, que es muy difícil mantener una relación tan buena por tanto tiempo - me miró expectante.
No sabía qué contestarle. Me sentía triste, nuevamente había comprobado que estaba equivocada, que aunque no sabía bien qué quería o esperaba de él, estaba segura de que no era lo que él me estaba diciendo. Me estaba diciendo que dejara de fantasear, y en ese momento era muy difícil de soportar.
-Tu amigo tiene razón. Es muy difícil... es muy difícil... porque... -no pude decir más, sentí que se anudaba mi garganta. Me sentía muy triste, muy triste. Había pensado en esa noche mil veces, pero nunca lo que estaba sucediendo. Me sentía avergonzada, no podía mirarlo, bajé mi cabeza y me concentré en mis piernas.
-¿Qué pasa, Poty? -debió sentir pena por mí, ya que con delicadeza rodeó mi cuerpo con su brazo e hizo que me apoyara en su pecho. Pasamos un largo rato así. Luego tomó mi mentón para que lo mirara.
-Poty, te dije mil veces que tu sinceridad me mata y aunque sin palabras no podes dejar de decir lo que pensás... perdoname, pero esto está muy mal...

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