Capítulo 5 (primera parte)

CAPÍTULO 5 (Primera parte)

Aquel jueves, en contra de mi voluntad, me desperté de madrugada. No soportaba mi cuerpo, la ansiedad me dominaba. No tenía idea cómo lograría soportar las horas que debía permanecer en la facultad. Me bañé por largo rato y sin desayunar, corrí hasta la universidad.
Los profesores me parecieron insoportables. En cuanto terminaron de dictar la última cátedra huí para llegar lo antes posible al taller de pintura.
Pintar era una buena terapia. En estos últimos meses, donde no tenía bien en claro por qué me sentía tan nerviosa, había logrado una producción increíble. Aunque desde el comienzo del taller experimentaba con óleos en el último tiempo había regresado al uso de los pasteles, pudiendo descargar ansiedades en dibujos llenos de manchas y rayas. El profesor estaba encantado con tanta producción no figurativa y yo también lo estaba, ya que al regresar de sus clases me sentía más liviana y apacible. Y aquel día no fue la excepción. Al salir del taller ya había olvidado la excitación con que me había despertado y logré regresar a casa tranquila y relajada.
Al entrar a mi hogar noté que mi padre no estaba, entonces fui hasta el contestador automático, pero no encontré ningún mensaje. Me propuse no enojarme ni exaltarme, por ello decidí que dormir una larga siesta sería la solución.
Cerca de las cinco de la tarde el timbre de entrada me despertó y tan rápido como pude bajé a averiguar quien era. Gastón me sonreía del otro lado de la puerta. Me llené de desilusión pero fingiendo una sonrisa lo hice pasar.
-Mi amor, ¿vamos por ahí a tomar algo? -me dijo luego de besarme.
-No, gracias, prefiero que nos quedemos acá, no tengo ganas de salir -pero si querés andá vos, pensé.
-¿No te sentís bien? -examinó mi rostro.
-Estoy bien, ¿querés que tomemos unos mates? -sin prestarle atención, caminé hasta la cocina para preparar el mate. Gastón se sentó junto a la mesa y con desinterés comenzó a ojear una revista.
-¿Sabías que volvió Mariano? -me dijo al pasar para luego agregar– Qué pregunta tonta la mía -y rió.
¿¡Cómo sabía él que Mariano había regresado!?
-Sí, me enteré, ¿por qué? -no mostré mucho interés.
-Por nada, seguro que vos ya hablaste -negué con la cabeza– Yo hablé hoy a la mañana, está muy contento, parece que le fue bárbaro.
¿¡Cómo podía ser que hubiera hablado con Gastón y a mí ni siquiera me había llamado!? Mi cara debió haberse transfigurado.
Gastón me miró y señalándome con su índice gritó:
-¡Por eso estás loca! Porque Mariano no te llamó, no te preocupes, me preguntó por vos.
-No estoy loca, pero él se dice mi mejor amigo y no fue capaz de llamarme -le entregué un mate y me senté a su lado.
-A mí tampoco me llamó, yo lo llamé al trabajo porque me enteré que había vuelto. Está super ocupado, ya te va a llamar.
-Seguro que para llamar a la novia tuvo tiempo -me arrepentí de mis palabras.
-¡Eso es distinto! No vas a comparar a una novia con una amiga... -meditó unos segundos- la gente normal prefiere a los novios, salvo vos que decís que la amistad es sagrada. Bah, que la amistad con Mariano es sagrada... -calló y se sumergió en el mate que acababa de entregarle.
-No sé, Gastón, yo estoy mal, me molesta que no se preocupe por mí...
Yo seguía sumergida en mis pensamientos y no pude darme cuenta con quien estaba hablando.
-¿Sabés una cosa, Poty? Ya me tenés harto con Mariano. Es muy evidente que él te importa más que yo, y ni siquiera intentás disimularlo. Me hablás como si él fuera tu novio y ya no me lo banco más.
Me hablaba con tanta sensatez y tranquilidad que no pude discutirle. Al observar mi mutismo continuó:
-Vamos a hacer algo, pensá si querés seguir conmigo o seguir sufriendo porque Mariano no te da lo que esperás, y después llamame, ¿sí?
Se levantó para salir de la cocina, pero instintivamente corrí hacia él y lo detuve.
-No te vayas, Gastón, tenés razón, no sé por qué me hago tanto problema por Mariano; pero yo te quiero, y no quiero que nos peleemos -lo besé en la boca y lo invité a sentarse nuevamente.
-Me quedo con la condición de que no hablemos más de Mariano -aún se mostraba molesto.
-Está bien, pero te recuerdo que vos sacaste el tema -puse mi mejor sonrisa y comencé a contarle sobre mis peripecias en la facultad.
En verdad no puse mucha atención a nuestra conversación. Toda mi energía se focalizaba en evitar los pensamientos constantes sobre Mariano... ¿Cómo podía ser que mi novio me hiciera esos cuestionamientos? ¿Qué estaba haciendo mal? No lograba dilucidar si yo era quien estaba tan confundida con respecto a los sentimientos que son permitidos en una amistad o si el resto del mundo era tan mal intencionado que confundía un cariño tan profundo con otra clase de amor.
Antes de cenar, Gastón se marchó, y sentí una enorme paz. El teléfono no había sonado, no había ninguna noticia, y para colmo me dolía la cabeza de tanto que había reprimido mis pensamientos. No quise cenar y me encerré en mi cuarto. Sin darme cuenta me quedé dormida.
Golpearon a mi puerta y me sobresalté. Había perdido la noción del tiempo.
-Poty, tenés visitas -me dijo papá. Lo noté alegre.
Inmediatamente salí de mi habitación para correr hasta el living. Mariano estaba parado al pie del último escalón. Lo abracé con fuerza mientras gritaba su nombre; pero por sobre su hombro me encontré con un personaje desconocido. Como si un acto reflejo se apoderara de mí, di un paso hacia atrás y lo empujé.
-¿Qué manera de recibirme es esta? -me preguntó entre sonrisas pero sorprendido por mi brusca reacción.
-Es que quería verte, ya me había olvidado de tu cara -contesté con la mayor naturalidad posible- ¿No nos vas a presentar? -no podía quitar mis ojos de aquella mujer. Era demasiado linda para mi gusto. Alta, estilizada, de largos cabellos rubios y para rematar el prototipo de Barbie, de ojos celestes.
-¡Es Jimena!, pensé que se conocían -Mariano estaba muy jocoso, situación que me irritó aún más.
-No, no nos conocíamos -implanté en mi rostro una muy falsa sonrisa y la saludé.
Luego los tres nos sentamos en los sillones.
-¡Por fin te conozco! Siempre escucho hablar de vos y me moría de intriga por verte -dijo sonriendo. Sus dientes me parecieron espantosamente perfectos ¡no podían ser de otra manera!
-¡A mí me pasaba lo mismo! -le contesté de forma exagerada y corrí mi vista hacia Mariano.
-¿Y vos qué contás? -le pregunté.
-Me fue bárbaro, se trabaja muy bien allá. Ya me dijeron que a fin de año vuelvo a viajar; pero estoy super cansado... ¿y vos que novedades tenés?
-Todo igual, estoy estudiando mucho, y con Gastón seguimos bárbaro.
-Qué bueno -contestó pensativo.
Estaba muy enojada, pero no quería que lo notara. No solamente no me había llamado en todo el día, sino que había aparecido con su novia. ¿Qué le pasaba a este chico?
-Bueno, chicos, les pido disculpas, pero estoy muy cansada. De hecho cuando llegaron ya estaba durmiendo. Me alegro que te haya ido bien, Negro, los acompaño -me incorporé y ellos me imitaron.
-Si, claro, vamos.
Mariano parecía confundido, pero sin decir palabra caminó abrazando a su novia hasta la puerta.
-Uno de estos días te llamo -le dije antes de cerrar la puerta ante sus narices.

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