Capítulo 2

CAPÍTULO 2

Pensé que ponerme de novia me llenaría de ansiedades y me daría algo en que pensar y distraerme, pero eso no había sucedido.
Con Gastón estaba bien, me gustaba; pero no me apasionaba. Pensé que tal vez era así porque no me había costado conquistarlo, no había sufrido, no había llorado, no lo había deseado. Todo había surgido naturalmente sin mayores exabruptos. Tal vez el tiempo haría que me entusiasmara.
Pero no me servía para dejar de pensar en aquellas palabras: “mi primera vez... algo que me interesara”.
Gastón estudiaba geología y parecía entusiasmado. Cuando se juntaban con Matías, con quien estudiaba, se pasaban largos ratos charlando sobre eras, rocas y otras tantas cosas que me parecían sumamente aburridas pero que para ellos parecían ser en extremo divertidas e interesantes. Entonces, como él era mi novio me pareció buena idea hablar sobre mis inquietudes.
Por lo general, casi todos lo días mis amigos se reunían en casa para disfrutar de la pileta, y ya por la tarde cuando el sol se ocultaba, no había más motivos para quedarse y esos eran los momentos donde aprovechábamos para estar solos... salvo que Mariano se instalara cerca nuestro, cosa que rara vez sucedía.
Aunque Gastón esperaba esos momentos para lograr algo de mayor intimidad conmigo, aquella tarde preferí que charláramos. A pesar de que no se mostró muy convencido, accedió.
-¿Qué es lo que te anda preocupando, Poty? -dijo sin siquiera mirarme, mientras se arrojaba en el sillón del living y encendía la tele.
-Estoy preocupada por mi futuro. No se si elegí bien la carrera -corrí sus piernas y me senté a su lado.
-Psicopedagogía es algo bastante normal, no creo que te cueste lo que tengas que estudiar, además es humanística y vos sos bastante sociable -se lo notaba bastante interesado en el partido de fútbol que miraba como para hacer apreciaciones muy profundas. De todas maneras continué:
-Lo que pasa es que veo que a vos te encanta lo que estudias y hasta te parece fascinante una roca... -me interrumpió.
-¡Es que es fascinante!
-Sí, para vos. A eso voy, vos estás haciendo algo que realmente te gusta, yo en cambio no estoy muy emocionada por empezar la facultad.
-¡Poty, tenés 17 años! Tenés toda una vida para elegir lo que te gusta, si cuando empezás la facu ves que te aburrís, cambiás y listo. Realmente no entiendo por qué estás tan preocupada. Tendríamos que estar transando y cagándonos de risa en vez de filosofar. Seguro que eso te ayuda a no preocuparte más por tu futuro. ¿Vamos a tu cuarto?
En esos momentos no tenía ganas de ir a mi cuarto, en realidad no tenía ganas de estar con él y menos aún soportar sus besos, no los merecía.
-¿Sabés qué? Hoy no estoy de humor. Si querés quedate mirando el partido, yo me voy al jardín.
Sólo gritó “¡Gol!”, así que luego de servirme un vaso de jugo fui al jardín, para recostarme bajo mi sauce preferido.
Ya había oscurecido cuando Mariano apareció en el jardín.
-Gastón te mandó un beso. ¿Qué pasó? Me dijo que estabas enojada y que prefería no salir para que no lo putearas. ¿Te hizo algo? -se sentó a mi lado.
-A parte de preferir un partido a charlar conmigo, no... -Mariano no pudo ocultar su risa.
-Para vos será divertido -agregué- pero para mí es bastante frustrante que mi novio prefiera transar conmigo o ver un partido a escuchar mis problemas.
-No lo culpo, vos andás correteando en bikini todo el día, el chico no es de hierro -noté que quería levantarme el ánimo, pero no lo estaba consiguiendo-. Contame qué te pasa, yo no voy a intentar transarte y el partido ya terminó -me guiñó el ojo y me quitó una sonrisa.
-En realidad si estoy preocupada, es por tu culpa... ¿Te acordás el día que debutaste en la tele? -asintió con la cabeza- ¿cuando te enojaste y me dijiste sobre la primera vez que algo me interesara?
-Si, pero te pedí disculpas. Tenías razón.
-Vos también, porque no hay nada que realmente me interese y eso es lo que me molesta. Golpeando sus piernas me invitó a recostar mi cabeza en ellas y yo obedecí.
-¿Y psicopedagogía? En un mes empiezan las clases. Habías decidido que era lo que más te gustaba -mientras me hablaba rascaba mi cabeza, él sabía que eso me tranquilizaba.
-No encontré nada más interesante para estudiar, y la psicopedagoga que nos dio la charla de orientación me pareció divina, por eso lo elegí; pero no sé si es lo que me gusta.
-Mirale el lado bueno, hasta que no sepas de qué se trata no vas a saber si te gusta o no y si te llega a gustar vas a tener la oportunidad, con tu carrera, de ayudar a elegir a otros chicos que se sientan desorientados.
Me encantaron sus palabras.
-¡¡Ves que con vos se puede hablar!!! Gastón sólo puede hablar de rocas.
Mariano se echó a reír con ganas.
-Gastón es mi amigo, pero hay que reconocer que es medio boludo. ¿Sabes de qué me acordé? Cuando eras chiquita te encantaba pintar, ¿te acordás? Yo lo tengo muy presente porque siempre me obligabas a posar.
-¡Cierto! Es más, debo tener esos dibujos guardados en alguna parte. Es verdad que me gustaba pintar. En realidad no se por qué dejé de hacerlo. ¡Gracias Negro! -pegué un salto para poder abrazarlo y besarlo.
-Te lo debía, ya que fui yo quien te hizo pensar que nada te interesaba, pero te juro que esa no fue mi intención -me respondió el beso y se levantó–. Bueno, me tengo que ir, hoy seguro que vuelvo de madrugada.
En las últimas semanas Mariano solía desaparecer con más frecuencia de la habitual, y eso le comenté.
-Es que estoy saliendo con una chica del canal. Pero me pareció medio extraño decirle que vivía aquí, no es algo que se explica fácilmente. Así que ella cree que estoy en mi depto, por eso llego tarde. Por suerte por ahora nunca me dijo que se quería quedar a dormir conmigo, sino se me hubiera complicado -me explicó.
¡Por eso desaparecía tanto! Pensé.
-Negro, sabés que la podés traer cuando quieras -reconozco que lo dije por compromiso, por lo general no me agradaban sus novias... demasiado perfectitas para mi gusto.
-Gracias, pero traerla lo haría formal y todavía no quiero que sea formal -puso cara de pícaro y agregó- además, no quiero estar siempre entre Gastón y vos.
Sin esperar respuesta, besó mi frente y salió con apuro.

Aproveché que estaría sola en casa y decidí ir hasta el playroom a buscar aquellos dibujos que habían vuelto a mi memoria. Sabía que en alguna caja los encontraría. Luego de llenarme de polvo y telarañas logré encontrarlos en el fondo de un baúl. Arrastré el cofre hasta unos almohadones que por allí había y comencé a revisarlos. En aquellos papeles se notaba el paso de los años, ya estaban amarillos y resquebrajados. Comencé a mirar uno por uno.
-¡Manchita! -grité al encontrar un bosquejo anaranjado de algo que quería ser un perro.
Ya había olvidado a mi mascota, recordé cuánto la quería y lo loco que volvía a aquel animal.
Seguí revisando y comenzaron a aparecer una serie de retratos con crayón o carbonilla negros. Dos ojos saltones y un flequillo oscuro, no podía ser otro que Mariano y su particular mirada. Esa mirada profunda y tan expresiva que hacía parecer que Mariano siempre sonreía. Esa mirada que no se había perdido con los años.
Luego encontré un sinnúmero de paisajes con soles que sonreían, árboles colmados de manzanas y casas alpinas. Y bien en el fondo... estaba aquel rostro. Saqué de la caja aquel dibujo con sumo cuidado, parecía que esos ojos me miraban. Sin duda, era el retrato mejor logrado, pintado con acrílicos. Tuve que quitarlo de mi vista para que no se arruinara con mis lágrimas. Era mamá. Sus ojos castaños me transmitían paz y sus labios una sutil sonrisa. Recordé el día que le pedí pintarla. Yo jugaba en el patio con Manchita cuando ella entró con una paquete envuelto para regalo.
-¡Po! Mirá lo que te traje -dijo entusiasmada y me entregó el regalo. Al abrirlo encontré un nuevo juego de acrílicos y un pincel muy lindo. No era como los que solía usar. Era uno “en serio”, me explicó. Y allí nomás decidí estrenarlo. Aunque sabía que ella estaba cansada, después de un largo día de trabajo, la convencí para que se quedara quieta bajo mi sauce preferido y estuve largo rato retratándola.
-¡Cómo nos divertíamos! -pensé. Mamá era una mujer alegre, graciosa, que no tenía miedo al ridículo. Recordé cuánto disfrutaba de su compañía. Recordé, entre sollozos, nuestras siestas compartidas, nuestros paseos por la avenida Santa Fe, los cuentos que me inventaba a la hora de dormir... ¡Eran tantos recuerdos, tantas imágenes! Me sentía abrumada, mi pecho se había comprimido y mi garganta estaba seca. Eran sensaciones que habían sido escondidas por años y que de pronto afloraban sin contención. Me era difícil soportar tanto dolor, tanta emoción.
Lloré tanto que mis ojos estaban nublados y mi rostro parecía explotar. Necesitaba que me abrazaran, que me dijeran que iba a cesar aquel momento. Necesitaba a papá. Allí, tirada en el playroom reconocí cuánto los extrañaba, reviví la tristeza y la soledad que se habían aplacado con el tiempo. Yo no quería que esos momentos tan oscuros de mi vida regresaran, había sido un gran esfuerzo superarlos y no podía darme el lujo de volverlos a vivir.
Bajé corriendo las escaleras, prendí todas las luces del living y luego de colocar en la video una película que me encantaba, me tiré en el sillón a mirarla. Debí quedarme dormida.
-¡Poty! -escuché mientras me zamarreaba- son las cuatro de la mañana...
Refregué mis ojos y pude ver a Mariano.
-Vamos, te acompaño a la cama -me tomó del brazo para ayudar a incorporarme.
No quería irme a la cama, no quería encontrarme sola con mis pensamientos.
-No, me voy a quedar viendo una película –le dije y volví a sentarme.
Me miró sorprendido.
-¿Estás segura? ¿Pasó algo mientras no estuve?
Sin mirarlo le pedí que me alcanzara la manta que cubría el otro sofá y luego se marchó.
Comencé a hacer zapping por los canales de música pero no pasaron cinco minutos cuando Mariano nuevamente se encontraba frente a mí.
-Fui a apagar la luz del playroom y encontré los dibujos ¿Te pusiste mal? -tomó mi mentón para que lo mirara y se sentó a mi lado.
-Me vinieron muchos recuerdos y me puse triste... -en verdad no tenía muchas ganas de hablar, porque sólo removería la tristeza que sentía, y para nada serviría. Mariano pasó su brazo tras mi hombro ofreciéndome su pecho, donde recosté con gusto mi cabeza.
-¿Extrañás a tu vieja? -preguntó.
-Casi nunca pienso en ella, pero hoy me volvieron un montón de recuerdos. La verdad es que la extraño mucho... y a papá también.... ¿Vos te das cuenta de lo sola que estoy? -algunas lágrimas rodaron por mi rostro.
-No estás tan sola, me tenés a mí -secó mis lágrimas.
-Si, pero no tengo a mis viejos... -me aferré a su cintura y escondí mi rostro para que no viera la intensidad de mi llanto.
-Poty... vos sabés que tu papá te quiere mucho, pero tiene mucho laburo y a él le cuesta la falta de tu mamá.
-Por eso me deja a mí sola en esta casa con la falta de mamá y la suya. Estoy por cumplir 18 y no es nada fácil vivir sola. Vos elegiste irte a vivir solo, pero que te dejen sola en tu casa casi todo el año desde los 15 años no es nada fácil.
Mariano sabía que tenía razón, por eso sólo me escuchó y acarició mi cabeza. Al rato tomándome nuevamente del mentón me obligó a mirarlo.
-Yo sé que es una mierda lo que te toca vivir, pero lo hacés bastante bien. Lo que quiero que sepas es que te quiero muchísimo y me da mucha bronca verte mal y te juro que siempre voy a estar a tu lado. Voy a hacer lo posible para que no estés sola. Dale, no llores más, que sos mucho mas linda cuando te reís -me guiñó un ojo y sonrió, yo intenté devolverle una sonrisa.
-¿A veces me pregunto que sería de mí sin vos? -besé su mejilla y volví a recostarme en su pecho.
Desperté con un fuerte dolor de espalda. Todavía estaba en el sillón, cubierta por la manta y por el brazo de Mariano. El aún dormía. Era extraño que así lo hiciera ya que su posición no era para nada cómoda. Me quedé observándolo. Había algo peculiar en su rostro. Siempre se mostraba apacible y aunque no lo estuviera, sonriente. Mirar su cara daba paz, en cambio su cuerpo no era tan apacible, era imponente y muy seductor. Cuando me rodeaba con sus brazos o me hundía en su pecho me sentía protegida.
Pero aquel día, mientras lo observaba, un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo. No tuve tiempo de averiguar de que se trataba, ya que de pronto, los ojos de Mariano me sorprendieron.
-¡Nos quedamos dormidos! -se desperezó y yo de un salto me incorporé- Ya es de día... ¿hoy es domingo o lunes?
Supuse que era domingo y así se lo dije.
-Entonces me voy a la cama. Te recomiendo que hagas lo mismo.
Aún algo torpe, subió las escaleras y se encerró en su cuarto, yo lo imité. No pude dormir demasiado, no porque no quisiera, sino porque pasado el mediodía comenzó a sonar el timbre de la entrada con gran insistencia. Al comprobar que nadie contestaba -Mariano estaba más dormido que yo- decidí ir a ver quién era.
Al abrir la puerta encontré las sonrisas de Lola, Naty y Soledad.
-¿Qué te pasó? Parece que te atropelló un camión -dijo Soledad mientras me miraba con cara de espanto.
-Estaba plácidamente dormida. Anoche me acosté muy tarde -apenas contesté y caminé hacia la cocina para prepararme un café.
-¿Hubo acción con Gastón? -preguntó entre risas Lola.
-No me hables de Gastón, ayer lo tendría que haber matado. No es que las quiera joder, pero ¿se puede saber qué están haciendo en mi casa? -caminé hasta el jardín y me tiré en una reposera, ellas me imitaron.
-Necesito un consejo de mis amigas y me pareció buena idea reunirnos acá, así de paso tomamos sol, no hay drama, ¿no? -contestó Lola con fingida cara de preocupación.
Por supuesto que no había drama, me encantaba cuando Lola tenía algún tema de preocupación. Por lo general era muy divertido.
-Yo me pregunto, ¿no podemos nadar un rato y después discutir ese problema tan importante y ultra secreto que tenés? -Natalia no concebía la idea de estar sentadas junto a la pileta un día soleado y no poder utilizarla.
-La idea es que resolvamos esto pronto para después nadar y relajarnos, sino, ni vos ni Soledad ni Poty van a poner interés en ayudarme -le explicó.
-Bueno, basta de preámbulos ¿o es que acaso no estás preparada para contar lo que te pasa? -Soledad parecía harta, antes de comenzar.
-Bueno... -Lola nos miró y con inseguridad continuó- el tema es que Matías quiere que hagamos el amor pero yo no sé si estoy preparada. Es decir, en el momento me caliento, pero cuando pienso en la situación me da cosa, cuando se está por dar la situación, me bloqueo -me tenté al ver que su cara se había vuelto bordó.
-¿Y vos qué querés hacer? -Naty se mostraba interesada.
-No sé, toda la vida escuché en mi casa que antes del matrimonio era pecado, que no lo hiciera con cualquiera, que cuidara mi cuerpo, etc., etc., etc. Y en el fondo creo que eso me influye, sé que no quiero llegar virgen al matrimonio, pero ¿qué sé yo si Matías va a ser el amor de mi vida?
-Yo creo que tenés que dejar todos los prejuicios de lado, vos tenés que hacer lo que sientas, si para vos está bien, nadie tiene por qué juzgarte -Soledad opinó pero yo no estaba de acuerdo; por lo general nunca estaba de acuerdo con ella y me gustaba hacérselo notar.
-¿Qué, entonces si para mí está bien robar nadie puede decirme nada? No creo que sea así, las cosas están bien o están mal. Algo tiene que definir qué está bien y qué mal. Para mí, acostarte con cualquiera por simple calentura está mal. Uno tiene que estar convencido de lo que va a hacer. Entregar el cuerpo es algo muy importante para andar dándoselo a cualquiera -declaré orgullosa mis pensamientos.
Lola seguía pensativa, pero Soledad y Naty no tardaron en contestarme.
-No seas tan cerrada, creo que hay ciertos temas que solamente uno puede saber si están bien o mal.
-Sí, yo estoy de acuerdo con Naty, en los sentimientos es muy difícil opinar, está mal reprimirse por “el qué dirán”, sólo cada uno en su interior sabe si es correcto o incorrecto -yo seguía disintiendo con Soledad.
-¡No! En los sentimientos no todo vale. Engañar al novio no está bien, acostarte con cualquiera no está bien, usar a alguien para dar celos tampoco es correcto, qué sé yo, hay mil cosas que no me parecen correctas -algún día recordaría estas palabras.
-Creo que ser tan estricta no te va a hacer bien -Soledad me enseñó un gesto de desaprobación.
-Me encantan todos sus razonamientos filosóficos sobre la vida, ¿pero yo qué hago? -Lola ya se estaba impacientando.
-Lola, si todavía no te sentís preparada y no estás totalmente segura, esperá. Hacer el amor es algo muy importante y muy lindo para que después lo vivas con arrepentimiento y culpa.
Las cuatro giramos, sobresaltadas, nuestras cabezas hacia la cocina. El color en el rostro de Lola ya era imposible de describir. Mariano se acercó hacia nosotras.
-Disculpen, sé que era un tema de mujeres, pero no pude dejar de escuchar, y a lo mejor, la opinión de un hombre les sirve.
Ninguna contestó. Yo me incorporé y le hice un gesto para que me acompañara a la cocina. Estaba absolutamente irritada, sentía unas enormes ganas de insultarlo, pero no quería que mis amigas presenciaran una pelea.
-¡Mariano, estás totalmente loco! ¿Cómo se te ocurre meterte en una conversación tan privada? Te agradezco que me cuides, que te preocupes por mí, pero me parece que te fuiste al carajo. No te podés meter en todo, no me gusta que te metas en mis conversaciones y en la de mis amigas. ¿Por qué no te vas con tu novia? -le dije casi gritando.
Pareció enojarse con mi reto.
-¿En serio querés que me vaya? Si querés me voy, pero después, cuando estés depre como ayer, no me vengas a buscar. Porque cuando te convengo no me querés sacar del medio -sus palabras, con tono hiriente, me irritaron aún más, pero no se calló-. O a lo mejor querés que te deje sola para que vos también puedas tener relaciones con Gastón, “tu gran novio” -agregó en tono de burla.
-¿Ves que no parás de decir idioteces? -giré para regresar al jardín, pero su voz me detuvo.
-Mejor me voy, pero quiero que sepas que lo que vos opinás me parece de lo más retrógrado, es increíble que una chica de 17 años piense como vos.
No escuché más y volví con mis amigas.
Tardé unos minutos en entender la conversación, para cuando quise participar comprendí que tenían todo resuelto. Entonces era Lola la que hablaba.
-En definitiva Mariano tenía razón, me parece que todavía no estoy decidida, Matías va a tener que aguantar un tiempito más -esbozó una gran sonrisa-. Ya me siento mucho mejor.
-Bueno, entonces festejemos -dijo Naty mientras se tiraba de cabeza en la pileta.
Lola y Soledad la imitaron.
Yo aún estaba conmocionada por mi discusión con Mariano. Me molestaba mucho que se enterara de mis secretos, de los pensamientos que no quería compartir con él. Ya participaba bastante en mi vida, como para saber mi opinión sobre el sexo. En definitiva, por suerte yo no había comentado qué hacía con Gastón. Concluí y acompañé a mis amigas en la pileta.


Mariano acató mi sugerencia, ya que no aparecía por casa durante el día, pero sí volvía para dormir. Supuse que para no faltar a su promesa a mi padre.
Evidentemente ambos habíamos exagerado nuestra reacción, pero ninguno fue capaz de dar el primer paso para hacer las paces.

Ya había comenzado marzo, y con él la cuenta regresiva hacia mi vida adulta.
En poco tiempo comenzaría la facultad y lo que era aún más importante, faltaban apenas unos días para cumplir 18 años. Era un tema de suma importancia. Eran 18 años. “Hay un antes y un después de ese cumpleaños”, pensaba.
Por la semana me encontraba casi todo el día sola, ya que Gastón y Matías estaban preparando un viaje de estudios al sur y eso consumía casi todo su tiempo.
Lola había regresado a su trabajo de vendedora en la boutique de su madre y Natalia había comenzado con sus cursos de chef.
Soledad era quien tenía tanto tiempo libre como yo, pero como un encuentro de ambas sin compañía extra era algo difícil de imaginar, prefería la soledad de mi hogar a estar con Soledad.
Como el tiempo me sobraba, lo repartí en dos actividades importantes: planear mi cumpleaños y ver si todavía me acordaba cómo era eso de pintar.
Todas las mañanas me sentaba bajo mi sauce, con algunas hojas y una caja de pasteles y garabateaba a mi antojo. Resultó ser algo divertido, que a la vez me causaba cierta sensación de paz.
Mi cumple era un tema más conflictivo. No sabía a quién invitar. Quería hacer una fiesta numerosa, pero para ello debía invitar a mis ex compañeros de colegio, y sabía que eran muy descontrolados y que seguramente tendría que soportar alguna broma de mal gusto. Pero, por otro lado, si no los invitaba, estaríamos solamente Lola, Naty, Soledad y alguna que otra persona, ya que ni siquiera Gastón estaría para ese día, pues se encontraría en su viaje de estudios.
Por lo tanto, luego de pedirle permiso a mi padre para invertir dinero en la fiesta, decidí que vendrían los chicos del colegio.

¡Por fin llegó el día de mi cumpleaños! Aunque había esperado que llegara con ansias, al despertarme comprendí que hasta la noche no tendría con quien compartirlo, entonces me quedé remoloneando en la cama. Cerca de las 10 de la mañana sonó el teléfono.
Era mi padre que, luego de cantarme el feliz cumpleaños y de repetirme cuánto me quería, me pedía disculpas por no poder estar en persona. Yo ya sabía que así era, por eso no me enojé, en cambio disfruté de su llamado y de todas las cosas lindas que me dijo en esos cinco minutos.
Ya me había despabilado, entonces decidí bajar a desayunar. Al entrar a la cocina, encontré una grata sorpresa.
-¡Negro! ¡Qué suerte que te quedaste! -lo abracé y besé su mejilla.
-Es tu cumpleaños, no podía pasarlo lejos tuyo... ¿puedo quedarme en tu casa? -me sonrió pero comprendí que estaba reprochando mi actitud ante aquella discusión.
-Perdoname, nunca te tendría que haber dicho que te fueras... Y gracias por venir a dormir, aunque estuvieras enojado. ¡Qué suerte que nos reconciliamos!, no me gusta estar peleada con vos -volví a besar su mejilla.
-Reconozco que me costó muchísimo no verte en estos días, pero hoy tenía que estar con vos. Estás muy linda, cumplir años te hace muy bien -me abrazó y rascó mi cabeza-. Sentate que ya preparé el desayuno -acercó dos tazas de café y una torta que tenía escondida bajo un repasador.
Mientras saboreaba el bizcochuelo, comprendí que Mariano me hacía feliz. Siempre sabía exactamente qué hacer para que me sintiera bien. Y es muy agradable saber que hay alguien, por ahí, dando vueltas, que va a procurar verte feliz.
-Estuve pintando -le comenté luego de acabar mi segunda taza de café.
-Ya sé, vi tus dibujos en el comedor. Están muy lindos. Me alegro por vos -nos interrumpió el timbre.
Ambos corrimos hasta la puerta y recibimos un ramo inmenso de rosas.
-¿Serán de Gastón? -preguntó el Negro por sobre mi hombro intentando husmear la tarjeta.
-En todo caso sería un ramo de rocas o fósiles. No, son de papá, dice que es para que recuerde que él está acá conmigo -inspiré su aroma y las abracé.
-¿Lo extrañás? -buscó mi mirada.
-No... me hubiera gustado que esté, cumplo 18. Pero ya estoy acostumbrada. Éste fue un buen gesto.
Era lo que en verdad pensaba, pero decidí dar por terminado el tema. Volví hasta la cocina a buscar un florero y, de paso, comer otra porción de torta.
Nos pasamos todo el día preparando la casa para la fiesta y por la tarde se nos unieron Lola y Naty.
Cerca de las 10 de la noche la mayoría de los invitados estaban en casa. Aunque no solía compartir muchos momentos con mis ex compañeros, el estar con ellos me divertía. Era un grupo desenfrenado, lleno de energía, y los adolescentes en masa suelen contagiarse esa energía desbordante repleta de ganas de divertirse.
Todos bailábamos y cantábamos en el patio. Se había formado un buen clima. Mariano vivía la fiesta desde un costado, a él no le agradaban algunos de mis compañeros. Los consideraba infantiles y “zafados”, por eso, decidió dedicarse a servir las mesas y ver que todo estuviera en orden.
Pasada la medianoche, Agustín, que solía ser el cabecilla del grupo, pidió silencio y se ubicó en el centro del jardín.
-Bueno, chicos, Poty ya tiene 18, ¡es hora de su iniciación a la vida adulta! -gritó alentando a la turba.
Yo tomé mi cabeza con ambas manos. Sabía que de esa situación no podría zafar. A todos los que habían cumplido 18 se les había hecho cumplir con alguna prenda bastante comprometedora. Amigas mías, habían terminado en ropa interior en el baúl de un auto, o encerradas en las mismas condiciones en algún placard con un chico pasado de alcohol, y con los chicos era aún peor. En el mejor de los casos podría terminar cubierta de huevos y harina.
Mientras algunos me atrapaban para llevarme al centro del jardín, otros estaban reunidos deliberando cuál sería mi castigo por tener 18.
-¡Ya está decidido! -aclamó Agustín mientras se colocaba a mi lado -queremos que te luzcas con un striptease; pero tiene que ser bien sexy, porque sino vamos a tener que sacarte la ropita que te quede... y no dudes que vamos a hacerlo -estaba exaltadísimo, tanto como el resto del grupo.
-¡Ni en pedo me desvisto!... Así que más les vale que piensen otra cosa -contesté decidida. A modo de respuesta me llovieron algunos vasos de plástico.
-Lo digo en serio, si me quieren ver con poca ropa, vengan cualquier día cuando esté en la pileta.
Agustín comenzó a reírse.
-Ya sabíamos que te ibas a negar, así que tenemos un plan B. La única manera de que zafes de quedar desnuda es que te des un chupón, un chupón, no un piquito, acá en el medio, con alguno de nosotros... ¡Y que el beso dure por lo menos un minuto!
-¡¡No!! -grité- No sean jodidos... ¡Si se entera mi novio me mata!
-Bueno, entonces... ¡Al ataque! -gritó e hizo un gesto de avance. Algunos chicos me rodearon para intentar quitarme la remera; entonces decidí que el beso era mejor.
-Ok, acepto lo del beso... ¿Con quién me lo tengo que dar? -le dije totalmente entregada a Agustín. Alcanzó una bolsa llena de papelitos y me pidió que sacara uno. Sin leerlo, se lo entregué.
-Ahora sabremos quien es el afortunado -dijo riendo y luego de leer su contenido, declaró: -¡Mariano!
Mariano estaba apoyado contra el sauce y al escuchar su nombre, con mala cara, comenzó a caminar hacia mí.
-Perdoname Negro... pero la verdad prefiero darte un beso a vos y no a esta manga de calentones -le dije al oído.
-Está todo bien... dale, terminemos con esto de una vez -contestó y me tomó del brazo.
Caminamos hasta el lugar que nos indicó Agustín, y allí anunció que podíamos comenzar.
Era injusto que nos forzaran a esto. Yo estaba de novia, y me parecía horrible haber involucrado a Mariano. No eran cosas con las que se podía jugar. No eran cosas con las que se podía jugar con él.
Inspiré hondo, atraje su cabeza hacia mí, ya que sino me era imposible alcanzarlo. Intenté acercar mis labios a los suyos, pero él instintivamente se alejó. Todos rieron, pero mi mirada los obligó a callar. Volví a atraerlo y, cerrando mis ojos, lo besé. Sentí que sus labios vibraban. Tímidamente su boca se abrió y se mezcló con la mía. Sentí como si nunca antes hubiera besado. A lo lejos podía escuchar la cuenta regresiva, pero nuestros labios no lograban desprenderse, una fuerza desconocida los mantenía unidos. Sentí la necesidad de abrazarlo al tiempo que percibí sus manos en mi espalda. Abrí los ojos y pude verlo por primera vez. Descubrí su tez blanca, que hacía resaltar su cabello negro y sus enormes ojos, aún más negros y expresivos ¡Era muy atractivo! Su cuerpo me envolvía, podía ocultarme en él. Su paladar me pareció exquisito, tan exquisito como su lengua.
Un vaso de plástico que golpeó mi cabeza me hizo reaccionar. Necesité impulsarme con ambas manos para lograr separarme. Tardé unos segundos en reubicarme y poder mirar a mis amigos.
-¿Están contentos? -dije enojada, pero se ve que no lo estaban, ya que entre varios me alzaron y lanzaron a la pileta.
Lola me acompañó a cambiar mi ropa. Estaba desorbitada.
-¿Qué paso ahí afuera?... ¡No se podían separar! ¡Por favor explicame algo!
Me daba mucha vergüenza pensar que todos se habían dado cuenta.
-Lola, ¿no se notó que estábamos disimulando? Arreglamos todo cuando secreteamos. No fue un beso de verdad.
-Ni vos crees eso, si no fuera por el vaso que les tiraron todavía estaban ahí baboseándose.
-¡No! Yo estoy de novia, sería incapaz de hacer algo así, engañamos a todos... ¿entendiste? -la miré con seriedad y me introduje en el baño para secarme.
Luego de devorar la torta, lentamente se fueron retirando los invitados, hasta encontrarme sola recogiendo los platos y vasos de plástico desparramados por todo el jardín.
Una sombra reflejada en el piso me atemorizó. Pegué un salto, pero al sentir su carcajada me tranquilice.
-¿Te ayudo? -me preguntó en forma seria mientras recogía los platos que habían volado de mis manos con el sobresalto.
-Pensé que te habías ido, Negrito -no podía mirarlo a los ojos.
-¿A dónde?, si yo vivo acá, ¿o no? -él parecía actuar con mayor naturalidad.
Me ayudó a ordenar aquel desastre y luego nos sentamos a descansar en el sillón del living. Allí descubrí que ambos mirábamos muy interesados el piso. No lograba desenvolverme como me desenvolvía por lo general a su lado, algo había cambiado en mi interior cuando lo miraba. Tal vez, había descubierto que Mariano, además de ser mi amigo, era un hombre.
-Perdoná el momento que te hice pasar -me atreví a comenzar la conversación.
-No fue tu culpa -dijo sin levantar la vista y enmudeció. Yo necesitaba hablar, me parecía importante, pero él parecía estar sumergido en el parquet.
-Negro... -toqué su mano para llamar su atención, y crispó su cuerpo- me parece que tenemos que decir algo. No quiero que nos quedemos con cosas adentro.
-Yo estoy bien, Poty, lo que realmente me molestó es que tus amigos se fueron de mambo, si no hubiéramos transado, te desnudaban. Te juro que estuve a punto de pegarles. Además, cuando estaba levantando la basura del patio encontré la bolsa con los papelitos. Todos decían Mariano. Los boludos nos querían joder. Nunca se bancaron que fuéramos tan amigos.
-Y, puede ser, siempre me gastaron con vos. Pero yo ya sabía que se iban a mandar alguna, ellos son así. No todo el mundo puede ser tan sensible y bueno como vos.
Mariano se rió.
-Gracias... -se arrimó a mí para abrazarme-. No te preocupes, lo que pasó hoy no fue nada. Es obvio que nos queremos mucho y con el beso nos lo demostramos, eso es todo.
Lo miré con mi ceño fruncido, no me convencía su explicación.
-Dudo que Gastón quede conforme con tu razonamiento.
-Poty, ¡no se te ocurra contarle a Gastón! Obviamente no lo va a entender. Lógicamente en una sociedad como esta no es aceptada esa demostración de afecto, menos tu novio. Pero si lo pensás fríamente, ese beso tuvo el mismo significado de uno que me das en el cachete o que un abrazo. Simplemente nos demostramos que nos queríamos, ¿no? -me miró expectante. Creo que intentaba convencerse a sí mismo, más que a mí.
-Sí... -no estaba muy convencida- en realidad podríamos haber sido un poco menos efusivos, pero en fin, para qué seguir cuestionándolo... ¿Qué te parece si de ahora en más cuando nos saludamos nos rompemos la boca de un beso? -lo miré con picardía y eché una carcajada, él me imitó.
-Bueno, Po, me muero de sueño. ¿Vamos a dormir? -intentó levantarse, pero yo me colgué de su brazo.
-¡¡Nooo!! No tengo sueño, acompañame un rato más -le supliqué.
-Bueno, pero solamente un ratito. Realmente tengo mucho sueño. Me quedo sólo porque es tu cumpleaños -atrajo la mesa ratona para poder estirar sus piernas sobre ella y se tapó con la manta que cubría el sillón. Yo lo imité.
Prendí la tele y luego de buscar en varios canales, encontré una película cómica para que nos acompañara de fondo.
Mariano parecía pensativo.
-Si Gastón se entera del beso y se hace la cabeza con que estamos todas las noches juntos y solos, me mata. La verdad que es bastante comprensivo, no te creas que todo el mundo ve como algo muy natural que yo me quede acá con vos.
Seguramente el beso también lo había hecho pensar, porque hasta ese día, que Mariano durmiera en casa gran parte del año, era algo natural. De hecho, era mi padre quien se lo había sugerido.
-Negro, para mí es lo más natural del mundo. Gastón sabe que somos como hermanos, él lo ve así, como casi todo el mundo.
-Hoy comprobé que no todos nos ven como hermanos, y yo te veo como mi mejor amiga, pero ni vos ni yo pensamos en el otro como hermanos... ¿o me equivoco?
En realidad no se equivocaba, yo no lo veía como un hermano. Lo veía como Mariano, mi gran amigo, mi protector, mi compañero, mi confidente. Por lo menos hasta aquella noche.
-Yo te veo como Mariano, con todo lo que eso implica par mí; y te aseguro que no me importa demasiado lo que piensen los demás. Ya me acostumbré a que me carguen con vos, a que algún chico con el que salga me haga una escena de celos; ¿pero sabés que? -hice una pequeña pausa, para girar mi cabeza y buscar su mirada- en realidad eso no me importa, porque para mí ser tu amiga es una de las cosas más lindas que tengo en la vida... y si sobreviví estos últimos años, cuando mis viejos me dejaron sola fue gracias a vos. Y por eso es que te quiero tanto y te juro que siempre voy a estar agradecida. Mis ojos se llenaron de lágrimas y los suyos también.
-¿Cómo hacés para ser siempre tan divina y tan sincera? -me tomó por el cuello y rascó mi cabeza. Rápidamente me soltó.
-No siempre te parezco tan divina, el otro día te enojaste mucho y me dijiste de todo -puse cara de enojada.
-Es que realmente me sorprendiste, no pensé que eras tan cerrada. En la vida no todo es blanco o negro. ¿O acaso los pasteles no te muestran eso en tus dibujos? -¡Qué buena frase!, pensé, pero una cosa era dibujar y otra bastante distinta la vida.
-Yo pienso así y la verdad es que me molesta bastante que sepas y para colmo opines sobre mis ideas del sexo y aledaños.
Mariano no logró ocultar su sonrisa.
-Parece que hay temas que con “tu amigo Mariano” no se pueden hablar.
-Siempre hay que reservarse algo... -agregué con una sonrisa.
-Eso quiere decir que no me vas a contar si ya hiciste el amor con Gastón -su sonrisa se iba ensanchando.
-Obvio que no te voy a contar -y menos aún porque no lo habíamos hecho.
-¡Qué lástima!, porque yo podría darte muchos consejos para que la pasaran mejor -se notaba que gozaba hablando de este tema, hasta sus ojos brillaban.
-¿Quién te dijo que necesitamos consejos? -yo también me estaba divirtiendo- ¡No sabés lo que Gastón es capaz de hacer con una roca!, así que imaginate conmigo -al terminar la frase ya ninguno pudo contenerse y comenzamos a reírnos a carcajadas.
Ya agotados de reírnos, nos quedamos en silencio mirando la tele, pero creo que sin ver nada en realidad. Noté que a Mariano se le cerraban los ojos, y de pronto comenzó a cabecear, hasta que recostó su cabeza en mi hombro. Casi de inmediato se incorporó.
-Bueno, Po, me parece que ya es hora de ir a la cama... te quiero mucho -besó mi frente y caminó rápido hasta su cuarto.
Recostada en mi cama, y aún sin mucho sueño, mi mente se puso en funcionamiento. Aunque no era algo que voluntariamente provocaba, el rostro de Mariano se me aparecía, pero no el que estaba acostumbrada a ver, sino aquel que había descubierto al besarnos, un rostro que turbaba mis pensamientos, que provocaba sensaciones que se contradecían con mis sentimientos hacia él. Su rostro había dejado de ser “el rostro de Mariano” para ser el rostro de un hombre.

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