CAPÍTULO 5 (SEGUNDA PARTE)

CAPÍTULO 5 (SEGUNDA PARTE)

El viernes me levanté de mal humor. Soporté las cuatro horas de clase con la mayor dignidad posible y luego fui a almorzar con Lucrecia. Al notar mi estado rápidamente me preguntó qué me sucedía y le relaté los episodios del día anterior.
-Gastón es re tranqui, otro chico en su posición o te corta o te hace una escena de celos de aquellas -concluyó al terminar de oír mi historia.
-Sí, ayer me di cuenta de que estoy fallando en algo. Lo que pasa es que toda mi vida me pareció re normal mi actitud hacia Mariano, pero últimamente percibo que me causa problemas. Además yo me doy cuenta de que lo quiero mucho y que no sé ponerme límites cuando me refiero a él... en cambio él sí lo hace, ayer se apareció con su novia.
-Eso te re molestó... -terminó mi oración.
-Sí, mucho, yo seguramente lo hubiera llamado primero a él y después a Gastón, y seguramente hubiera ido a verlo antes... Lu, yo sé que me estoy confundiendo.
Estaba preocupada, si algo en mi vida no quería era tener conflictos con Mariano, y si continuaba actuando como lo estaba haciendo, seguramente los tendría.
-Es fácil, Poty, tenés que pensar qué es lo que buscas de tu relación con Mariano y qué de la relación con tu novio, y ahí te vas a dar cuenta cómo tenés que actuar.
Para ella era muy fácil decirlo, pero era algo muy complicado para mí. Yo no quería nada nuevo de Mariano, por eso no comprendía por qué en el último tiempo habían surgido tantos cuestionamientos sobre nuestra relación, y por qué Mariano también actuaba distinto. Porque su actitud hacia mí durante su viaje y a su regreso era algo que jamás hubiera esperado de él.
Al llegar a casa encontré un mensaje en el contestador. Mariano me invitaba a tomar un café en su casa. Al escuchar su voz comprobé cuán enojada estaba. Me sentía herida por su actitud, y pensaba hacérselo notar.
Decidí hacer tiempo para que no pensara que estaba ansiosa por verlo. Me di un largo baño, me vestí con más cuidado de lo habitual, y marché hacia su hogar. Antes de llegar me detuve a pensar qué sería lo que más podría molestarle y recordé que odiaba a los fumadores, entonces compre un paquete de cigarrillos y me fumé uno. Reconozco que me mareé y tuve algo de náuseas, pero no me importó.
Mariano me esperaba en la puerta del ascensor, en cuanto me besó puso cara de asco, pero sin decir palabra me empujó hacia su departamento.
-Tenés olor a cigarrillo, ¿estuviste fumando? -fueron las primeras palabras que brotaron de su boca al cerrar la puerta tras de sí.
-Sí, es mi nuevo vicio -me arrojé en el sillón que tenía en su pequeño living.
-No seas tonta, no te hace bien -me dijo en tono de reprimenda mientras se sentaba en el suelo, frente a mí.
-Hay tantas cosas que no me hacen bien... de algo hay que morir -mi actitud era de lucha, y me gustaba que así fuera.
-Ok, es tu vida -me mostró su expresión de enojo.
-Claro que es mi vida, y ya soy bastante grandecita como para decidir qué hacer.... ¿Para qué me llamaste? -usé mi tono más despectivo.
-Para que hablemos, hace mucho que no hablamos -lo noté confundido.
-En eso tenés razón... ¿Cómo te fue en tu viaje? -intenté que notara que mi pregunta había sido formulada sin ningún interés, y en cuanto comenzó con su relato, me removí en el sillón e hice como si buscara algo en mi cartera.
De pronto, saltó y quedó erguido. Sus movimientos fueron tan rápidos que pensé que algo lo había tomado por los hombros y había jalado de él.
-¡¿Qué te pasa?! -me dijo elevando su tono de voz y continuó- ¿Me querés decir qué carajo te pasa?
Al verlo tan enojado me sentí feliz, entonces decidí irritarlo aún más. Use mi tono de voz más suave y le contesté:
-Calmate, Negrito... ¿estuviste usando drogas?
-¿Vos me estás jodiendo? -seguía exaltado y se había ruborizado.
-¿Qué pretendés, Mariano? No te puedo tomar en serio. ¿Por qué no te mirás al espejo?
-¡No lo puedo creer! -gritó y con furia pateó la puerta del baño y se introdujo allí.
Sin quererlo largué una carcajada y un sentimiento de victoria me invadió. Al rato regresó, aparentemente calmado. Volvió a sentarse frente a mí y reanudó la conversación.
-¿Qué te pasa, Poty? -su voz se quebraba.
-Creo que es obvio, si lo pensaras un poquito te darías cuenta -le contesté sin perder la calma.
-No, no me doy cuenta... o más bien, sí. Estás enojada, pero... ¿por qué? -parecía suplicarme una respuesta... que yo no pensaba darle.
-¿Por qué? Dale, Mariano, no te hagas el tonto -sabía qué quería que le dijera, y no pensaba darle el gusto.
-¿Seguís enojada por lo de Matías?
En efecto, se estaba haciendo el tonto. No pensaba confesarle que lo había extrañado y que me había herido que no me llamara en tantos meses. Yo quería que él reconociera su falta.
-Sí, es lo de Matías -le contesté secamente e incorporándome agregué- me parece que vos y yo ya no tenemos nada de que hablar -me dirigí hacia la puerta.
Mariano me detuvo por el brazo.
-Está bien -dijo y me obligó a sentarme nuevamente en el sillón, esta vez, él lo hizo a mi lado- Ya hiciste que me enojara, que me pusiera mal, que gritara como un tarado. Espero que te haya alcanzado. Ahora vamos a hablar en serio.
No le contesté, simplemente me quedé quieta prestándole atención.
-Sé perfectamente qué te molestó, puede que tengas razón; pero yo también estaba enojado, creo que con razón, y entonces preferí no llamarte para que no nos peleáramos por teléfono. Pero obvio que me acordé de vos todo el tiempo... más que de nadie.
-¿Y por qué no viniste a verme ni bien llegaste? -le pregunté con seriedad.
-Tuve que ir directo al canal. No pude, sino lo hubiera hecho.
-No creo, porque para cenar con tu novia tuviste tiempo, si hubieras querido habrías tenido tiempo para mí. No me vas a conformar con esas excusas.
-Eso es distinto, entendé... ella es mi novia.
Sabía que sus palabras eran acertadas, él tenía el derecho y hasta la obligación de preferir a su novia, pero aquella frase me mató, con esas palabras sentí que mi corazón era perforado por un puñal. Efectivamente yo estaba confundida. Yo había sobrevalorado nuestra amistad y esto hacía que exigiera más de lo que él podía darme. Mi soledad me había hecho depender de él, hasta volverlo fundamental en mi vida; pero esa era mi manera de ver la vida. Evidentemente no la suya. Él tenía bien en claro cuáles eran sus prioridades.
Había actuado como una tonta, había protagonizado una escena de celos donde no me cabía ningún personaje. Me sentí infantil y ridícula. Y también muy decepcionada, porque aunque acababa de comprender que estaba en un error, hubiera deseado más que nada en el mundo que Mariano estuviera cometiendo mi mismo error. Aunque intenté contenerme, algunas lágrimas asomaron por mis ojos.
Mariano se detuvo ante esa situación y no supo qué hacer. Se quedó quieto, observándome. No quise darle importancia a mi llanto, por eso fui hasta el baño a lavar mi rostro. Cuando abrí la puerta para regresar al living, me encontré con la figura de Mariano frente a mí.
-¿Qué te pasa? -se mostraba preocupado.
-Nada Negro... nunca me gustó pelearme con vos, eso es todo -aunque intentaba dibujar una sonrisa, no lo lograba.
-Me parece que eso no es todo... ¿Dije algo que te molestó? -seguramente sabía cuál era la frase que me había molestado y no me pareció muy cortés de su parte hacerme esa pregunta. Por eso no le contesté.
-Negro, con tu actitud en estos meses comprobé que nuestra amistad no significa lo mismo para vos que para mí -sentí la necesidad de decirle lo que pensaba, pero con rapidez me interrumpió.
-No seas injusta, no podés decir eso porque no te llamé -no lo dejé seguir hablando y continué:
-Me di cuenta de que te volviste esencial en mi vida, que sos la primer persona en mi lista de prioridades y que yo espero lo mismo de vos. Pero no tiene que ser así, porque solamente somos amigos. Yo me aferré mucho a vos. Tal vez porque me siento sola y vos siempre andas por ahí intentando verme bien. Pero no tiene que ser así y te juro que de ahora en más no va a ser así, porque darte tanta importancia a vos me hace sacarle espacio a otras personas que tendrían que ser tanto o más importantes que vos. Además yo no puedo exigir que me pongas en el mismo lugar que yo te pongo, porque no corresponde, porque es injusto. Quiero que sepas que en mis sentimientos y pensamientos te acabo de liberar de ese peso.
Terminé con mi discurso y caí rendida en el sillón. Noté un gesto de confusión en la cara de Mariano. Tal vez había dicho muchas palabras muy de golpe e intentaba asimilarlas. Me miraba extrañado, hasta que de pronto habló:
-Poty... creo que varias veces te dije que tu sinceridad me mata. No me podés decir esto, hacer esto. Vos no sabés lo que significás para mí. Y no podés llegar a esas conclusiones porque no te haya llamado o no haya ido a cenar con vos ayer –se tomó la frente con ambas manos y luego de masajear su ceño continuó:
-Poty, te quiero muchísimo y para mí sos muy importante. Sos la persona que más me conoce y entiende. Sos mi gran amiga. Y me parece bien que haya otra gente que sea muy importante en nuestras vidas, los dos estamos de novios y tenemos muy buenos amigos, pero eso no implica que yo deje de estar en cada uno de los momentos que me necesites y lo mismo al revés. Pero tenés que entender que a veces no puedo. Yo te... – noté que luchaba con sus pensamientos, su cuerpo se había tensado y sus puños estaban apretados- Yo siempre te voy a acompañar y no porque te sientas sola, sino porque me encanta acompañarte. Me encanta que me acompañes.
Creo que ambos estábamos muy confundidos con nuestros sentimientos, y tal vez, mi revelación también lo había hecho reflexionar sobre nuestra amistad. No me sentía cómoda, ninguno de los dos actuábamos con el otro como lo hacíamos habitualmente. Seguramente ambos teníamos mucho para pensar y modificar en aquella relación. Pensé que todo lo que se necesitaba hablar ya se había dicho.
-Mariano, yo sé que me querés mucho, eso no está en duda, yo también te quiero mucho y eso no va a cambiar... -me levanté y besé su mejilla- no te preocupes, estamos bien -le dije y caminé hacia la puerta. Él no me detuvo pero se apuró a contestar antes de que saliera de su casa:
-No sé si estamos bien, pero lo vamos a estar -escuché mientras cerraba la puerta.

2 comentarios:



María Taboada dijo...

¡¡¡Espero sus comentarios!!!¡Esp

Anónimo dijo...

Hola María me atrapaste con tu novela!!! TE FELICITO.... Besos Vero

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